El adiestramiento de Rudolf
Siempre he considerado que tener el honor de servir a mi Diosa estaba muy por encima de cualquier otro motivo por importante o trascendental que fuera. Ni yo suplique ni por supuesto a mi Señora se le paso por su linda cabeza autorizarme a viajar a Madrid para asistir al funeral de mi querida madre y esclava suya.
El adiestramiento de Rudolf
El relato que sigue a continuación y otro que mandaré próximamente son un complemento de la "Sádica orgía de Victoria" publicados hace unas semanas en esta misma sección.
Con lo que sugiero a las lectoras y lectores que no hayan leído los dos anteriores hagan un repaso de ellos para saber quienes son los personajes y sobre todo Victoria, la protagonista.
Y como los dos anteriores "El adiestramiento de Rudolf y El cumpleaños de Victoria" son relatos de sado extremo. Evidentemente fantasiosos.
Contados en primera persona por Don Pascual, el fiel mayordomo de Vikky.
Siempre he considerado que tener el honor de servir a mi Diosa estaba muy por encima de cualquier otro motivo por importante o trascendental que fuera. Ni yo suplique ni por supuesto a mi Señora se le paso por su linda cabeza autorizarme a viajar a Madrid para asistir al funeral de mi querida madre y esclava suya.
Pasamos una larga temporada en el castillo Bavarés del Príncipe Hans. A Sus Altezas se les veía felices y enamorados. Se besuqueaban, paseaban juntos por los inmensos jardines de palacio y montaban a caballo casi a diario.
La Archiduquesa estaba radiante, glamorosa y deslumbrante como siempre. Altanera, risueña y muy contenta, ni un gramo de arrepentimiento, ni de tristeza por haber provocado la muerte de su chacha.
Todo lo contrario que yo. La angustia por haber perdido a mi madre me carcomía las entrañas y más aun al pensar que había sido culpa mía el hecho de que la Señorita se enseñara cruelmente con ella.
Este amargo pensamiento torturaba sin cesar mi alma. Victoria, percibiendo mi melancolía, gozaba hurgando en lo que mas daño me hacia, el recuerdo de mi madre.
Aun recuerdo cuando de niña me escondía en el jardín y la pobre Pilar me buscaba incansablemente temiendo que me hubiera ocurrido alguna cosa mala. O cuando después de fregar y limpiar los suelos me dedicaba a ensuciarlos de nuevo.
En fin . Pobre mujer . Se deshacía en atenciones hacia mí.
Mostrando desconsuelo, agachaba la cabeza moviéndola ligeramente de un lado a otro como lamentando tan terrible perdida. Pero al instante levantaba sus bellos ojos y mirando mi expresión de dolor explotaba en una sonora y picara carcajada.
No hay para tanto. Su madre ya era muy vieja. En fin que decirle.
Hasta que cierto día:
¡Pascual!. ¡Me fastidia verle todos los días con cara amargada!.. ¡Le prohíbo que ante mi muestre esta actitud atormentada!.
¡No tengo yo porque aguantar sus tristezas y paranoias!.
Ya sabe, ordene que azotaran a su madre por la actitud que tubo usted recriminando mis decisiones.
Pero si alguien es objeto de los sádicos caprichos de Vikky este es Rudolf, el esclavo ario que Victoria compro al Príncipe Hans tras la lucha con el desafortunado negro que la Archiduquesa hizo crucificar.
Hans, con veinte seis años, es un hombre bien parecido, alto, elegante, musculoso, pelo rubio algo oscurecido y ojos marrones. Heredero del antiguo linaje real Bavarés. A pesar de no gozar de los privilegios que antaño distinguían a la nobleza, conserva el título de Príncipe, las propiedades y la fortuna obtenida por su familia en la industria de la siderurgia.
Por su parte Rudolf es hijo, como yo, de unos humildes sirvientes que llevan años al servicio de la noble familia del Príncipe.
Rudolf, que tiene unos cuatro años más que Hans, es más bien de inteligencia limitada, bastante torpe y de carácter bonachón.
Su aspecto físico es la de un hombre bajito y robusto, nadie diría que es germánico.
Durante su infancia había compartido muchos momentos de juego en los amplios jardines o en las habitaciones de palacio con el pequeño principito como llamaban en aquel entonces a Hans.
Los inocentes juegos infantiles se fueron tornando cada vez mas perversos juegos de dominación sumisión.
Fue entonces cuando entre los dos muchachos empezó a forjarse una extraña relación. Hans era siempre el dominante, en parte por la autoridad que daba ser hijo de los Señores, y, en parte por el carácter dúctil de Rudolf, que había recibido de sus padres una férrea disciplina basada en la absoluta obediencia a los Señores.
Rudolf acataba siempre fielmente las órdenes de Hans por humillantes o degradantes que fueran. En más de una ocasión le había obligado a practicarle felaciones e incluso llego a abusar sexualmente de él.
Un día Hans marcho internado a un prestigioso colegio de la capital. Rudolf se quedo en la mas absoluta soledad, debido a su escasa capacidad para avanzar en los estudios pronto empezó a trabajar en las tareas del servicio domestico.
En las largas horas de aislamiento, solo un pensamiento invadía su cabeza, el principito. Recordaba con gran nostalgia los juegos de infancia con él y esperaba con ansia la llegada de los periodos vacacionales cuando Hans volvía a casa y retomaban juntos aquella singular relación.
Pero por desgracia de Rudolf, Hans marcho a los Estados Unidos para seguir estudiando en las mejores Universidades del mundo.
Pasaron años antes de que el Príncipe volviera a pasar un verano en el castillo de su familia en Baviera.
Rudolf esperaba ansioso aquel encuentro.
Poco antes del medio día el lujoso auto de los Príncipes de Baviera aparcaba delante de la escalinata que conduce al interior del palacio.
El chofer abrió la puerta del vehículo y un apuesto Hans bajo a saludar a sus padres. Rudolf se acerco tímidamente hacia él, pero en aquellos momentos el principito lo ignoró completamente. Hans venia acompañado de dos buenos amigos de su noble familia, Lord Richard William y la Archiduquesa Victoria Fernández Von Kummer Haider.
Fue entonces cuando el joven Hans se percato de la presencia de Rudolf.
¡Hola Rudolf!. Y Rudolf respondió con una tímida sonrisa, quizás esperando alguna palabra más afectuosas del Señorito.
¡Anda Rudolf!. ¡Haz el favor!. Sube las maletas de mis amigos a las habitaciones de invitados.
El pobre e inocente Rudolf cargo con las pesadas maletas feliz y contento de encontrarse de nuevo con su compañero de infancia.
Los tres jóvenes aristócratas pasaban las vacaciones divirtiéndose jugando al tenis, montando a caballo, bañándose en la piscina o saliendo a cenar y a bailar en las lujosas discotecas de las cercanías.
Rudolf estaba decepcionado y abatido por las nulas atenciones que su idolatrado Príncipe le brindaba.
Por eso, en una de aquellas calorosas noches de verano sintió rebrotar la felicidad en él. Era ya altas horas de la madrugada cuando el Señorito lo llamo a sus aposentos. Hans y sus amigos habían llegado de divertirse de una famosa discoteca.
Rudolf, que hacia horas que descansaba en la cama, se levanto contento y más ilusionado que nunca. Hans contaba con él.
¡Rudolf! ¡Haz el favor!. ¡Sírvenos unos wiiskys con hielo!.
El criado subió al momento a las estancias del Príncipe con las bebidas.
¡No te retires Rudolf!. Le ordeno un autoritario Hans.
Los tres jóvenes aristócratas conversaban muy animadamente mientras bebían sus copas y fumaban unos cigarrillos.
¡Anda Rudof!. Dijo el Príncipe. ¡Hazme aquello que sabias hacer tan bien cuando éramos adolescentes!.
Rudolf quedo paralizado, no sabia o quizás no quería saber a que se refería su Amo.
¡Venga Rudolf!. No me hagas quedar mal delante de mis amigos. ¡No disimules!. Ya sabes a que me refiero. ¿Ho quizás es que eres más corto de lo que creía?. Jajajajajajajajajajaja. Rieron cruelmente los tres jóvenes.
¡Con lo bien que te lo pasabas!, y . los agradables momentos que me hiciste pasar .
Jajajajajajajajajajaja
Ante los fisgones ojos de Vikky y de Lord William, Rudolf, terriblemente contrariado, pero sin querer decepcionar a Hans, se acerco ante él, se puso de rodillas y bajándole la cremallera de los pantalones se puso a lamerle la polla.
¡Tócate Rudolf!. ¡Mírame a la cara y masturbarte!.
Los otros dos jóvenes no paraban de reírse ante las vejaciones a que se veía sometido el criado. El Príncipe vació su semen en la boca de Rudolf.
¡Anda estupido traga mi leche!. Jajajajajajajajajajajajaja.
Poco después de esta humillante escena, Victoria fue al baño.
¡Rudolf! ¡Ven!.
Rudolf entro en el baño y vio a la hermosa joven sentada en el inodoro. Tras él le siguieron el Príncipe y Sir William.
¡Rudolf! ¡límpiame el culo!. Le ordeno Vikky.
El pobre Rudolf se quedo pasmado sin sabe que hacer.
¿Que eres sordo?. ¿No has oído lo que te ha ordenado la Señorita?. Dijo Hans.
Rudolf fue a cortar un trozo de papel.
¡Así nooo, tontin!. Dijo Victoria. ¡Quiero que lo hagas con la lengua!. Jajajajajajjajajajajaja. Explotaron a carcajadas los tres jóvenes.
El pobre Rudolf limpio con su lengua el Real culo de la Archiduquesa. No sin dar algunas muestras de asco.
¡Imbecil!. ¿Es que acaso no te gusta limpiarme el culo?
Paf, paf. Dos bofetones cruzaron la cara de Rudolf que inmediatamente hecho a llorar como un niño.
Jajajajajajajajajajaja. Que le habéis hecho a mi pobrecito Rudolf. Dijo Hans burlándose de él mientras le acariciaba la cabeza.
Tras la muerte de su padre, un autoritario Hans se instalo definitivamente en el castillo desde donde dirigía sus múltiples negocios familiares.
Poco a poco Rudolf se fue convirtiendo en su fiel criado y finalmente en sumiso esclavo.
A pesar del trato cruel y déspota del Príncipe, Rudolf lo admiraba. Se sentía atraído por él y lo amaba profundamente hasta el punto de aceptar luchar a muerte por su honor.
Por este motivo, cuando tras vencer al negro esclavo de la Archiduquesa, Hans aceptó vendérselo, Rudolf se sintió terriblemente confundido y abatido.
Vivía en una enorme contradicción que ni el mismo comprendía. Por una parte se resistía en aceptar a su nueva Ama. Pero por otra, su carácter manejable, dócil y de espíritu sumiso hacia que aceptase sin reparos su nueva condición de esclavo de la Archiduquesa.
Su adiestramiento fue extremadamente duro.
Nada mas llegar al castillo, después de aquella sádica orgía en su mansión de Madrid, Victoria, ordeno encerrar a su nuevo esclavo en una oscura mazmorra, húmeda y fría.
Presintiendo las dudas y la aversión que su esclavo sentía hacia ella, Vikky se dispuso a destrozarlo moral y psicológicamente.
¡Pascual! ¡Eric!. ¡Llevad a este perro a la mazmorra!. ¡Lo quiero desnudo y completamente rasurado!.
Luego le colocáis un collar y lo encadenáis a la pared.
A tan solo comerá y beberá una vez al día ¿Entendido?.
Paso una y hasta dos semanas. Eric y yo nos turnábamos para llevarle la comida, que la Señorita había dispuesto que fuera pienso para perros.
Pensé que se había olvidado de él, hasta que una tarde la Archiduquesa nos llamo a Eric y a mí para que nos personáramos ante ella.
Iba ataviada con unas largas botas de cuero negro de altísimo y fino tacón, e igualmente de cuero negro unos guantes hasta encima de los codos y un sugerente corsé de medio cuerpo. Quedando al desnudo su hermoso y rasurado clítoris.
Llevaba puesta una gorra de plato ligeramente inclinada hacia a un lado. En la parte delantera de la cual lucia la clásica simbología de las SS, aliga con esvástica y calavera de plata.
La visera, de negro charol, tapaba un poco su bella cara y hacia que resaltaran sus sugerentes labios maquillados de color negro brillante.
Unas largas pestañas y unas finas líneas oscuras enmarcaban sus preciosos ojos verdes.
Lucia encima de los guantes cuatro grandes anillos de plata, uno de ellos en forma de calavera.
Un corto collar de pedrería a juego con una gruesa pulsera en la muñeca derecha y grandes pendientes de aro. Resaltaba el pequeño diamante que lucia al lado de la nariz y el más grueso brillante con que adornaba el ombligo, rodeaba su estrecha cintura una gruesa cadena de oro.
Blandía un corto látigo de cuero. Su aspecto, aun que muy excitante, era algo temible y aterrador, infundía mucho miedo.
Sentado en un gran sillón estaba el Príncipe Hans, vestido tan solo con unas brillantes botas de oficial del ejército y una corta cazadora de cuero negro a juego con unas muñequeras del mismo material.
¡Desnudaros! ¡Esclavos!.
Eric y yo nos apresuramos a cumplir las órdenes de nuestra Ama sin saber cuales eran sus morbosas intenciones.
¡Cubriros la cabeza con estas capuchas!
Vikky tenia todo el tiempo, poder y dinero para cuidar minuciosamente toda la estética de sádica dominación, humillando y degradando a sus esclavos para realzar así su supremacía.
Sus órdenes eran secas, imperativas, no dejaban lugar a duda. Completamos nuestra indumentaria con unos diminutos tangas, unas sandalias y unas muñequeras de cuero.
En un rincón de la sala debidamente uniformada de doncella, postrada de rodillas y sujetando una bandeja con bebida, estaba Chuani.
¡Traed ante mi al perro que hay en la mazmorra!.
¡Rápido!. ¡Estupidos!.
Cuando abrimos la celda un terrible hedor salio de ella, Rudolf estaba cubierto con sus propios excrementos y orines. Antes de sacarlo del calabozo, siguiendo instrucciones de la propia Señorita, lo lavamos con una manguera de agua fría a presión.
¡Vamos Rudolf!. La Archiduquesa requiere tu presencia.
Eric y yo nos miramos y sonreímos en silencio al imaginar los terribles momentos que esperaban a Rudolf.
Lo esposamos de manos y sujetándolo uno por cada brazo nos dispusimos a subir con él la larga escalinata que conduce hasta los aposentos donde nos esperaban Sus Altezas Reales.
Cuando abrimos la puerta de la estancia, el pobre esclavo quedo impactado al ver el aterrador aspecto de Vikky. Temblaba como una hoja de un árbol en un día de viento.
A Eric y a mi no se nos ocurrió otra cosa que lanzarlo al suelo, a los pies de la Archiduquesa.
Rudolf estaba muy nervioso, sudaba de miedo y de desesperación. Con ojos de cordero degollado miraba hacia al Príncipe implorando piedad, este sonreía viendo como su antiguo esclavo sufría aun sin saber que crueles torturas le aguardaban.
Vikky caminaba lentamente a su alrededor, infundiendo un miedo atroz al pobre Rudolf, gozaba al máximo cada instante, cada momento, al comprobar como su esclavo le temía horriblemente.
Rudolf implorando perdón y clemencia, aun sin saber porque. Se lanzo a lamer las botas de nuestra bella Ama.
Esta le soltó un fuerte puntapié.
¡Colocarle esta capucha!. Nos grito a Eric y a mí.
La capucha era una muy ajustada prenda de cuero con unos orificios para los ojos y ninguno para la nariz, forzando al infortunado usuario de ella a respirar por vía oral. Una cremallera en la abertura bucal dejaba a merced de su dueña privarlo de respirar, condenándolo a morir por asfixia.
Un collar terminaba de ceñir la incomoda capucha al pescuezo de la victima.
Del techo colgaba una polea con una larga cadena de acero en el extremo de la cual había un gancho.
¡Ponerle la barra separadora en los tobillos!. Ordeno Victoria.
Una barra de hierro mantenía las piernas de Rudolf separadas unos setenta centímetros la una de la otra.
Vikky nos mando colocar el gancho de la cadena a una anilla que salía del centro de la barra separadora.
¡Colgarlo! ¡Deprisa!.
Tiramos fuerte de la cadena hasta tener a Rudolf colgado cabeza abajo a unos veinte centímetros del suelo.
¡Piedad Ama! ¡Piedad!. ¡Se lo suplico!. Gritaba cada vez mas desesperado el pobre Rudolf.
Pero estaba claro que la piedad y la compasión no existen en el diccionario de la hermosa Archiduquesa.
Jajajajajajajaaja. ¿Tienes miedo estupido?.
Le decía Vikky sonriendo sádicamente.
Luego le introdujo un embudo metálico en el culo. Dentro del cual puso cubitos de hielo, dos cucharadas soperas de sal y vinagre.
A medida que el hielo se derretía, la mezcla de agua, sal y vinagre penetraba en el ano de Rudolf produciéndole un fuerte escozor en su interior.
¡Ah,ah,ah,ah! ¡Quitarme esto de mi culo!.
¿Te pica?, pues . ¡Ráscate Idiota!. Jajajajajajajaja. Sonreían divertidos y a carcajadas la Archiduquesa y el Príncipe.
Victoria desplegó su corto látigo de cuero y empezó a azotar la espalda y las nalgas de su esclavo.
zas, zas, zas,zas,zas, zas. Uno tras otro los crueles azotes iban marcando la piel de Rudolf.
Vikky se movía lentamente de un costado a otro de su victima sonriendo dichosamente.
Con sus manos enguantadas agarraba entonces el látigo por sus extremos, lo desplegaba lentamente y marcaba el lugar donde seguidamente impactaba con dureza el fuerte latigazo. Alocada y satisfecha siguió azotándolo cada vez con mayor atrocidad.
Rudolf no paraba de gritar y de suplicar.
zas,zas,zas,zas. Jajajajajajajajajajajajaja. Zas,zas,zas,zas.
¡Uuuuu,ah, Uuuuuuuu,ah,ah,ah!. ¡Basta!.¡Por favor basta!.
¡Para ya de quejarte! ¡mariquita!, o tendré que sellarte la boca. Jajajaajajajajajaja.
De vez en cuando, la Archiduquesa, paraba unos instantes de azotar a Rudolf para saborear un wiiskky con hielo servido por su fiel doncella y besuquear a su amado, morreando con pasión la boca del Príncipe que observaba la escena con el pene extremadamente erecto.
Pero tras estas breves pausas, Vikky seguía torturando con el látigo a su nuevo esclavo. Esta vez quiso aumentar aun mas su sufrimiento, se inclino hacia la boca de Rudolf y le soltó un salivazo en su interior cerrando luego la cremallera que le tapaba el pico impidiéndole respirar.
Zas,zas,zas,zas,zas,zas. Victoria volteaba el látigo en el aire y seguidamente lo impactaba con dureza en la espalda de Rudolf. El sonido del cuero estrellándose en su piel la excitaban más y más.
Rudolf se contorsionaba por el dolor y por la falta de oxigeno. Del interior de la capucha emanaban unos indescifrables sonidos de angustia.
Victoria no cesaba de castigarlo, en aquellos momentos creí que el esclavo moriría asfixiado.
Pero no fue así, Vikky lo quería vivo. Me ordeno abrir la cremallera para que pudiese coger oxigeno y Rudolf aspiro con fuerza una bocanada de aire que lleno con dificultad sus pulmones debido a su forzada postura,
Los azotes cesaron cuando la espalda y las nalgas del esclavo estaban llenas de grandes surcos rojizos y ensangrentados.
Vikky encendió luego un cigarrillo y se dedico a contemplar satisfecha y sonriente la terrible destroza causada en el cuerpo de Rudolf.
La cruel Victoria caminaba lentamente a su alrededor mostrando orgullo. Con el brazo doblado por el codo hacia arriba aguantaba elegantemente el pitillo entre los dedos.
Se acerco a Rudolf y tiro brutalmente hacia abajo la piel del pene y con la punta del cigarrillo se dedico a quemarle el glande y los testículos.
¡Uuuuuaaaaaaaaa ..!
Para seguir luego quemándole los pezones, hasta que la cigarrita se consumió por completo. Agachándose se la apago en la boca.
¡Bajadlo ya y liberarlo de la barra separadora!.
Lo bajamos hasta el suelo. Después de sufrir tan salvajes tratos quedo postrado e inmóvil, incapaz de moverse. Babeando y respirando con bastante dificultad.
Cuando Vikky considero que su esclavo se había ya repuesto un poco, amarró una corta cadena a la anilla que salía del collar.
Tirando de ella lo acerco hasta el asiento donde permanecía acomodado el Príncipe Hans de Baviera que en aquellos momentos aun mostraba una enorme erección.
¡Vamos! ¡Marica asqueroso! ¡Lame la polla de tu ex Amo!. Jajajajajajaja Le grito la Archiduquesa a Rudolf.
Rudolf lengüeteaba, como el que se come un helado, de arriba a bajo el empinado miembro del Príncipe.
Victoria, ligeramente inclinada, forzaba con la mano los movimientos de la cabeza del esclavo que se metía la gruesa polla hasta el fondo de su garganta.
¿Te gusta verdad perro?.
La lengua de Rudolf recorría desde del glande hasta los depilados testículos para chuparlos y relamerlos con suma devoción.
Vikky se levanto y acerco sus prietos glúteos a los labios del Príncipe que ahora los besaba y lamía.
Estas tremendamente sexy con esta vestimenta, Divina Alteza. Le susurro Hans a Victoria.
¡Lo sé .. querido!. Contesto Ella. ¿Te excita lo mala que soy ?.
Y sin dejar de lamerle los muslos.
Tu exquisita crueldad me pone a mil. ¡Majestad!.
De una fuerte patada.
¡Aparta tu asquerosa boca! ¡retardado!. Jajajajajajajajajaja
Dando la espalda a Hans, Victoria encajo la gruesa polla de su amado en su precioso y mojado coño. Los dos empezaron un vaivén de sensuales movimientos mientras se daban la lengua. El Príncipe chupaba y acariciaba los erectos pezones de la Archiduquesa y esta se relamía sus sugerentes labios.
¡Así!, ¡así!. ¡Sigue!, ¡sigue!. Imploraba el Príncipe lleno de placer y de gloria.
Victoria le correspondía con unos lentos pero certeros movimientos de cadera acompañados también por unos jadeos de máximo gozo.
Vikky aproximo sus botas a los labios de Chuani ordenándole que se las lamiera. Con toda la extensión de su lengua, la fiel esclava, lamía de abajo hacia arriba el brillante cuero de las botas de su Ama, chupando con suma devoción sus finos tacos de aguja.
Ante nuestros ojos y empinadas pollas ambos alcanzaron al unísono un monumental y satisfactorio orgasmo.
El suplicio de Rudolf no había terminado aun.
¡Bien .! Veo que os habéis excitado sin mi permiso .. ¿Verdad esclavos?. Tendría que castigaros, pero no lo voy a hacer. Estoy contenta y voy a premiaros, jajajajajajajajaja.
¡Atad a este perro a la mesa de torturas!. ¡Vamos! ¡Rápido!.
Cogimos a Rudolf y le atamos las piernas a las patas de una mesa de tortura que había en la sala. Las manos en la parte contraria de forma que su culo quedaba alzado.
¡Vamos chinita!. Dirigiéndose a su esclava personal que permanecía de rodillas en un rincón de la sala.
¡Acóplame el arnés!.
Vikky ensarto entonces en el ya escocido culo de Rudolf un singular pene de goma cubierto de tachuelas metálicas en forma de pirámide de unos tres milímetros de grosor.
¿Te gusta verdad marica?. ¿Te gusta que te den?.
Ahhh, ahhh, Nooooo. Nooooooo. ¡Por favor! ¡basta ya!. ¡Se lo suplico!. ¡Mi Ama!.
Jajajajajajajajajajajajaja. ¿No te gusta?, Victoria metía y sacaba con violencia aquel artilugio de tortura del culo de Rudolf desgarrándole las paredes del ano.
¡Vamos Pascual!, ¡Eric! meterle la polla a la boca a este medio marica.
Jajajajajajajajajajajajaja.
No parare hasta que mis esclavos se hayan corrido en tu asquerosa boca. Así, que de ti depende que se corran mas o menos deprisa. Jajajajajajajajajaja.
El primer afortunado fui yo. Rudolf besaba y lamía mi polla, yo la metía y sacaba de su boca casi al compás que mi Diosa hacia lo mismo en su culo.
Estaba tan apurado que me corrí pronto. Tal y como Vikky deseaba no saque el pene de su bocacha hasta que no hubo tragado toda mi leche.
Con Eric se repitió el mismo ritual. Mientras tragaba su pene me fije, cosa que no había reparado cuando era yo el que lo penetraba, la extrema dificultad que tenía Rudolf para respirar.
Finalmente el Principe Hans se unió a la humillación de su antiguo esclavo. Introdujo su Real polla en su cavidad bucal y orino en ella.
¡Perfecto querido!. Jajajajajajajajajajajajaja. Sonrieron los dos amantes.
Un hilo de sangre salio del culo de Rudolf cuando Vikky retiro el arnés de él.
¡Llevad a este perro a la mazmorra!. ¡Rápido!. Nos ordeno Su Alteza la Archiduquesa.
¡Ah!. Le dais de beber, pero se quedara en ayunas hasta que a mi me plazca. Jajajajajajajajajajajaja
Al cabo de tres días, Victoria, vistiendo el mismo look que días atrás, me ordeno.
¡Esclavo!. ¡Prepara una bandeja con carne cruda y un bool con agua!.
Seguidamente baje a la celda a preparar a Rudolf para la visita. Lo limpie de nuevo con agua a presión, no era cuestión de que la Archiduquesa tuviera que oler los desechos de su esclavo.
El taconeo de Vikky resonaba por los amplios y oscuros pasillos de los sótanos del castillo. Al oírlos, Rudolf, se puso a temblar y a gritar como un loco.
¡NOoooooooo!. Más dolor ¡NOoooooooo!. ¡Por favor!.
Victoria se hacia acompañar por Eric que llevaba la cabeza cubierta con la ajustada capucha y en las manos traía una antorcha y por Chuani desnuda y encadenada, llevaba el bool. de agua y la bandeja con carne.
Al llegar ante la puerta de la celda saque la llave y abrí, el chirrido del oxidado cerrojo rompió el silencio de aquel tenebroso lugar.
¡Esclava!. ¡Deja la comida en el suelo!. Ordeno secamente Victoria. Mientras Eric iluminaba la celda con la escasa luz de la antorcha.
El infortunado Rudolf se lanzo literalmente encima de la bandeja de carne y con las manos empezó a llevarse trozos a la boca.
Al momento, Vikky, sin mediar palabra, dio un puntapié a la bandeja y esparció por el suelo toda la carne que contenía.
Una lluvia de patadas y de latigazos cayó sobre el cuerpo del esclavo que se contorsionaba y tiraba con fuerza de la cadena que lo amarraba del cuello como queriendo escapar del lugar.
¡Por favor! ¡Basta!. ¡Se lo suplico!, ¡No mas. No mas!¡pare!, ¡pare! ¡Mi Ama!. ¡Se lo suplico!, ¡por favor!. ¡Pare!
Pero Victoria seguía azotando con fuerza a Rudolf que sangraba por las heridas todavía no cicatrizadas de días anteriores.
Saliendo del lugar.
¡Vamos! ¡Cerrad la celda!. ¡A partir de hoy se quedara otra vez en ayunas!.
Después de varias sesiones de tortura no acerté a entender los motivos por los cuales Rudolf se resistía a someterse a los designios de Su Alteza.
Más adelante me percate que era su escasa capacidad mental el verdadero motivo de que el esclavo no comprendiera que antes de lanzarse a comer debía rendir culto a Diosa Victoria.
Su aspecto era lamentable. Lleno de heridas infectadas y debido al forzoso ayuno los huesos se señalaban en su piel y la cara reflejaba dolor extremo.
¡Rudolf!. Le dije por lastima. ¿No entiendes que lo que desea Su Alteza es que le demuestres tu adoración y sometimiento hacia Ella antes que cualquier necesidad ?.
Creedme Rudolf, si de verdad quieres que cesen los castigos debes demostrarle que es mas importante para ti lamer y besar sus botas que comer o beber.
No toques nada sin que Ella te autorice y cuando lo hagas, come y bebe con la boca. ¡Creme!.
Victoria descendió nuevamente a los sótanos, abrí la celda y el esclavo se abalanzo a lamer y besar sus brillantes botas de cuero. Ella lo contemplaba altiva y sonriente. Por fin Rudolf se sometía a sus caprichos.
¡Puedes comer perro!.
Para satisfacción de la Señorita Rudolf devoró ferozmente con la boca los trozos de carne cruda.
Vas aprendiendo ¡Perro! Pero para que no olvides como debes comportarte voy a darte una tunda de azotes. Jajajajajajajajajajaja.
La cruel Archiduquesa azoto y pataleo de nuevo a Rudolf. De un puntapié le rompió el tabique nasal.
La sangre salpicaba el suelo y las paredes de la mazmorra.
¡Estupido!. Me has manchado mis botas con tu asquerosa sangre. ¡Límpialas ahora mismo!.
Rudolf sin parar de llorar y suplicar lamía las botas a Vikky.
¿Es que eres imbecil?
¿No sabes que los perros no lloran, ni mucho menos hablan?.
Guau, guau, guau, guau.
Del todo satisfecha, Victoria se retiro del sótano.
Aprovechando que tuvieron que operar a Rudolf para extraerle el hueso del tabique nasal. Vikky hizo que el cirujano, que por supuesto se doblego ante la poderosa oferta económica que le ofreció, le dejase la cara completamente chata.
Su aspecto era totalmente parecido a la de un perro.
De hecho, Rudolf, que había recuperado ya su robusta complexión se parecía totalmente a un pitbull.
Hacia unas semanas que había llegado el frió y gris otoño Bavarés. La Archiduquesa paseaba orgullosa por los jardines del castillo ataviada con un mullido y lujoso abrigo de pieles largo hasta los tobillos. Debajo del cual tan solo lucia su escasa ropa interior de fino encaje.
Portaba a su perro atado de una corta cadena unida aun collar de acero con unas punzas interiores que al tirar dañaban la piel del cogote.
Victoria lo solía soltar para que corriera e hiciese sus necesidades.
¡Rudolf!, ¡Ven!.
Y Rudolf corría completamente desnudo a cuatro patas a los pies de su Ama moviendo graciosamente la cola que llevaba insertada en su trasero.
- ¡Corre perro! ¡Ves a buscar el palo! ¡Deprisa Rudolf!.
Rudolf sin dudarlo volvía corriendo para entregar, con la boca, el palo a Vikky y Ella carca jadeándose lo lanzaba otra y otra vez cada vez más lejos.
Para completar su adiestramiento fue encerrado en unas jaulas con otros perros con los que tubo que competir para comer y beber. De los que tubo el triste honor de probar, en mas de una ocasión, las fuertes mandíbulas de sus caninos vecinos.
A Rudolf le estaba prohibido hablar y solo se le permitía ladrar. Tenía que orinar cuado Vikky, o el que ella designara, se le antojara sacarlo a la calle.
¡Pascual! Será usted el encargado de sacar al perro cada día para que haga sus necesidades en la calle, procure luego que quede todo limpio.
Sí Alteza. Conteste.
Finalmente la Archiduquesa había convertido a Rudolf en su fiel perro de compañía.
FIN (Próxima entrega "El cumpleaños de Victoria".