El adiestrador
Una joven es secuestrada por un deprabado que quiere convertirla en uno más de sus juguetes
Bajas de tu coche, lo cierras y te encaminas hacia casa. Gracias al partido las calles están desiertas, pero no te preocupa, es medio día, nada malo puede pasar. De pronto justo al pasar frente a un portal algo mas profundo que el resto, un brazo te rodea por el pecho y un trapo se aplasta contra tu cara.
Sabes lo que pasará si inhalas, así que aguantas la respiración; luchas, peleas, das patadas, pero nada parece afectarle, es demasiado fuerte; el tiempo pasa, corre en tu contra, y de repente el acto reflejo, no puedes mas y tus pulmones se mueven solos intentando alcanzar aire, te mareas, tu visión se emborrona, y finalmente te hundes en la oscuridad con una voz que te susurra “Shhh, duerme, pequeña, duerme”.
Te despiertas en un lugar oscuro, se mueve y hay ruido; no ves nada, y en seguida recuerdas lo que pasó. Intentas moverte pero no puedes, sientes ligaduras pegajosas, cinta adhesiva o americana, supones. Te han atado por los tobillos, las rodillas, las muñecas y los codos; estas totalmente inmovilizada, y ademas duele, y por si fuera poco, también notas la cinta en la boca y los ojos. Sea quien sea, eres toda suya.
Transcurrido una cantidad de tiempo que ignoras el ruido y el movimiento cesan, y a los pocos segundos oyes el inconfundible “clok” de un maletero al abrirse acompañado de una brisa de aire fresco. Fuertes manos te agarran de los tobillos, tiran de ellos hacia fuera y dejan caer tus pies hasta que tocas suelo; después te cogen de la cintura, pero en vez de ayudarte a salir, aferran los bordes de tu pantalón y tiran con fuerza hacia abajo. La costura del botón salta, la cremallera y tus muslos ceden a partes iguales ante el inclemente tirón que acaba tirándote de las rodillas, en donde supones que el pantalón a topado con tus ligaduras. Apenas has empezado a intentar gritar y notas tus bragas bajar hasta la mitad de tus muslos; intentas patalear, romper las ataduras, apenas te sientes las manos, tus codos arden por una postura totalmente forzada, y no sirve para nada, sin previo aviso, sin preocuparse en si estas preparada o no, notas que te penetra con una fuerte embestida, y en seguida viene otra, y otra mas, y una tercera y una cuarta, te aplasta medio cuerpo contra el maletero, y el otro medio sigue dentro, de nuevo intentas gritar furiosa, frustrada y ultrajada, y de repente todo cesa, se retira con tanto aviso como entró, pero antes de que te replantees tu situación te agarra del pelo y tira de ti, en cuanto estas fuera te deja caer hasta que tus rodillas tocan el suelo, ahí pone el limite, otro tirón en tu pelo te ayuda a mantener la postura; oyes gemidos apagados a tu lado, les sigue un gemido fuerte y un liquido caliente y espeso rocía tu cara y la cinta adhesiva que la recubre. Finalmente un jadeo, parece que esta satisfecho.
Te suelta el pelo y se separa de ti, oyes algunos ruidos, esta rebuscando en una bolsa, y al poco notas algo áspero por tu cabeza, por el pelo, en tu cuello, se cierra, una cuerda anudada.
-Vamos a dar un paseo y nos vamos conociendo, ¿de acuerdo?
Notas presión en los tobillos, un tirón, y tus pies se separan solos; ha cortado las ligaduras. Por acto inconsciente intentas ponerte en pie, pero no puedes, tus rodillas siguen atadas. De nuevo te coge del pelo y estira hacia arriba hasta ponerte en pie, te suelta y le oyes alejarse; en seguida notas que la cuerda de tu cuello se tensa. Ofreces una leve resistencia, pero un suave tirón te disuade de pelear, estas en desventaja.
Caminas como puedes, sin mover las rodillas, tus pasos son muy pequeños, y no puedes dejar de pensar que llevas tu culo y tu vagina al aire; si alguien estuviera mirando intervendría ¿no?, pero no lo sabes, no sabes cuanta gente puede estar mirando tus tesoros ahora mismo. Tal vez sea solo el que acaba de violarte, tal vez sean varios, tal vez estén grabándote o haciéndote fotos. “No se oye a nadie mas”, intentas tranquilizarte “solo se oyen pájaros, hojas movidas por el viento, y sus pasos”. Debéis de estar caminando por un monte o un bosque. En seguida tropiezas y caes, intentas levantarte, le oyes maldecir y tira de la cuerda, te arrastra, finalmente para y sus pasos se acercan, vuelve a tirarte del pelo hasta ponerte de pie, pero apenas espera a que recuperes el equilibrio, casi caes al suelo de nuevo, pero logras tenerte en pie; el “plaf” llega a tus oídos antes que la explosión de dolor extendiéndose por todo el lado izquierdo de tu rostro. Vuelve a estirarte del pelo para ponerte en pie, debes de haber caído tras la bofetada, y cuando esperas un nuevo golpe, un fuerte tirón te arranca la cinta de los ojos y un destello te ciega momentáneamente
Cuando recuperas la vista confirmas que efectivamente estáis en un bosque, seguís un camino muy estrecho oculto entre densa maleza. Ante ti tienes a un hombre rubio muy musculoso, con varias cicatrices en la cara y los hombros, te da la espalda y avanza, y cuando la cuerda se tensa te da un tirón: como ya suponías, estas a su merced, así que retomas la caminata, esta vez pudiendo ver donde pisas.
Pasada una media hora de caminata el hombre mira a su alrededor, sonríe y se encamina a un árbol, se para bajo él y recoge la cuerda, obligándote a llegar a su lado. Recoge toda la cuerda en un único bulto y la lanza hacia arriba, para luego recogerla toda junta; no toda, te fijas, pues la ha pasado por encima de una rama. En cuanto empieza a tensar te entra el miedo y estiras con fuerza, ahora tienes los pies libres y luchas por tu vida... pero cuando te quieres dar cuenta ha ganado, te mira sonriente, la cuerda te aprieta el cuello, solo tocas el suelo con las puntas de los pies, un solo tironcito y empezaras a asfixiarte. Para tu sorpresa, ata la cuerda a otra rama y te mira satisfecho; te cuesta respirar, pero no parece querer tu muerte.
Se acerca a ti despacio, tranquilo, y te acaricia los muslos; le miras furiosa, decidida a no rendirte, a oponerte hasta el final aun cuando puede hacerte lo que quiera, pero no logras evitar bajarla cuando notas que te desabrocha la camisa. La abre y pone sus manos sobre tus senos, disfruta del momento apenas unos segundos y baja el sujetador, sus sonrisa se ensancha. Te acaricia el pecho izquierdo mientras lleva su otra mano a tu cintura, revisando toda tu piel por el camino, te pellizca el pezón, se agacha y cierra sus labios sobre el otro, succiona, no puedes evitar un gemido con tus dos pezones estimulados, lo cual te enfurece a un mas. Vuelves a intentar mover tus brazos pero te detienes con un alarido casi silenciado por la mordaza cuando te pellizca el pezón que antes te acariciaba, el dolor te atraviesa el pecho y casi dirías que asciende hasta el cuello, sigue apretando cada vez mas, estas segura de que te lo va a arrancar, y cuando bajas la mirada con lagrimas apenas contenidas ves que ya lo ha soltado, pero ni te has enterado, dolorida por el fuerte pellizco. Levantas la vista deseando transmitirle promesas de venganza con la mirada, pero no parece afectarle.
Se separa de ti, saca un cuchillo, te libera las rodillas, te quita los pantalones y te obliga a pasar una pierna por las bragas, dejándolas colgando del otro muslo. Te ata otra cuerda a una rodilla, y la pasa también por alguna rama para después asegurarla, dejando tu vagina expuesta, y la punta de un solo pie para evitar que te asfixies. Mira tu entrepierna y parece decepcionado, rebusca en su mochila, saca un rollo de cinta americana, corta un trozo grande, y con un veloz movimiento te lo pega en la vagina; se toma un segundo para mirarte a los ojos sonriente y te lo arranca de un tirón, llevándose casi todo tu vello púbico. Gritas, luchas contra tus ataduras, esto tiene que acabar; te cuesta respirar, no sientes los brazos, media cara se te esta hinchando, aun te duele un pezón y ahora te arde la zona mas sensible de tu piel. Entre risas el cruel hombre sigue su brutal depilación hasta dejarte a su gusto. Entonces, ignorando tus sollozos, se arrodilla ante ti, pega la cara a tus muslos, y pasa la lengua por los labios de tu vagina. La pasa una y otra vez, con sorprendente suavidad, cavando cada vez mas profundo en ti; de repente se detiene, saca la lengua, rodea tu clítoris con los labios y succiona; otro gemido se te escapa. Vuelve con la lengua, cada vez mas hondo, cada vez mas adentro, y se detiene y vuelve a atender tu exterior, y lo repite una y otra vez, una y otra vez, como el mas tierno de los amantes. Al final no puedes mas, tu cuerpo te abandona, te desobedece, y aporta su propia humedad a tu entrepierna.
No puedes mas, la única pierna con la que tocas el suelo te tiembla, estas furiosa y humillada, no vas a aguantar mas, y ves en sus ojos que él lo sabe. Frota tu vagina con sus dedos y te los pone bajo la nariz, apartas la cara, sabes que no es solo saliva lo que tiene en los dedos.
-Eres una niña mala, no te he dado permiso para que disfrutes. De hecho te estoy violando, no deberías de disfrutar de esto. Pero no te preocupes, que ya te inculco yo la disciplina que no te dieron tus padres.
Sin dejar de mirarte a los ojos se lleva las manos a la cintura, se quita el cinturón, y lo blande en el aire un par de veces. Le sostienes la mirada, decidida a no mostrar miedo, a pesar de que las lagrimas que recorren tus doloridas mejillas ya lo muestran. No te hace esperar, te azota un muslo, luego el otro, el abdomen varias veces, pero pronto sube hacia tus tetas, las azota sin piedad una y otra vez, sientes que te las esta arrancando, pero el sigue azotandolas durante interminables momentos. Cuando logras contener tus sollozos te das cuenta de que ha parado, tiene la mano del cinturón baja y te mira sonriente, ensancha su sonrisa y baja la mirada a tu vagina; intentas gritar, no puede hacerlo, no ahí. Pero él te saca de su error, puede hacer lo que le de la gana, eres suya, le perteneces. Apenas te da tres azotes, pero te duelen mas que todo lo anterior junto. Entre la consciencia y la inconsciencia le ves bajarse los pantalones liberando una enorme erección. Mientras se acerca a ti piensas “ahora viene lo duro, prepárate, que ya sabes como embiste”. Imposible prepararse para lo que venia. De un fuerte golpe vuelve dentro de ti, acerca su cara a ti y te lame el cuello, sube por tu mejilla y alcanza tu oreja, muerde el lóbulo e introduce su lengua en tu oído; asqueada intentas apartarte, pero chocas contra el tronco del árbol, y cuando te das cuenta ha metido un brazo bajo tu pierna y la ha levantado, rompiendo todo tu contacto con el suelo. No te permite volver a bajarla, así que haces lo único que puedes, y estas segura de que te lo permite conscientemente: le rodeas con tus piernas, una libre y otra colgando del árbol; haces presión y empujas hacia arriba para recuperar el aliento, te fallan las fuerzas y caes descolgada sobre tu cuello, aprietas y empujas de nuevo, y de nuevo caes en seguida; esto es lo que quiere, piensas. Te dejas llevar, te acoplas a su ritmo para que te ayude a subir, y logras mantenerte consciente, obligada a participar de tu propia violación para no asfixiarte, y así estáis, en sádico equilibrio durante interminables minutos, hasta que finalmente se corre dentro de ti y se libera de tu abrazo, permitiéndote tocar de nuevo el suelo. Jadea cansado, te libera las piernas y te pone las bragas, libera tu correa, pero antes de bajarla del árbol te mira, se acerca a tu cara y te besa la cinta que cubre tu boca. Sin mas gestos te desata del árbol y te obliga a retomar el camino, esta vez con las piernas mas libres, aunque mas cansadas y doloridas.
Intentas mirar atrás, desesperada por encontrar alguna ayuda o salida de esta locura, pero solo logras ver entre lagrimas tus pantalones, tu intimidad y tu libertad. Eres suya, y tal vez lo seas para siempre.