El adiestrador: capítulo 7

La gatita empieza a adaptarse a su nuevo estilo de vida

Te despiertas al amanecer, levantas la cabeza por encima de los pies de la cama y ves un bulto inmóvil bajo las sabanas. Levantas la parte baja de las sabanas y te metes debajo, intentando que las cadenas hagan el mínimo ruido posible. Palpas con las manos medio a oscuras cuando crees estar a la altura adecuada, tomas su pene entre las manos y lames la punta una y otra vez como si fuera un helado. Te decepcionas y hasta te asustas, no responde, esta muerta, insensible. No te rindes, sigues insistiendo, tarde o temprano sus nervios se darán cuenta de lo que esta sucediendo. Tras interminables minutos se empieza a endurecer, te animas y la lames con mas rapidez y pasión. Responde aumentando la velocidad a la que se endurece, y cuando alcanza un tamaño casi erecto te la metes dentro de la boca y la acaricias con tus labios. Oyes un respingo, las sabanas se agitan. Sigues chupando durante unos segundos mientras sientes que unas manos se agitan, medio buscando medio peleando con las sabanas. Te yergues sobre él, tomas su miembro con las manos y lo metes dentro de ti mientras te sientas, y al mismo tiempo que mueves tus caderas adelante y atrás levantas los brazos y apartas las sabanas por completo. Te mira con unos ojos somnolientos, duda, sorpresa y sueño se agolpan en ellos. Acaricias su pecho, te agachas sobre él y le besas; cuando te separas te mira con total lucidez, pone sus manos en tus caderas y te acompaña. Marcas un ritmo lento, ya que esposada y con una cadena tirando de tu cuello es lo que mas fácil te resulta. Al poco recibes un azote en el culo, espera unos segundos y te da otro azote, dos azotes mas aparecen otros tantos segundos después. Antes de que te des cuenta sientes el impulso de acelerar, te resistes. Otros dos azotes, mantienes el ritmo suave. Empieza a azotarte sin descanso las dos nalgas, y notas que el calor se va acumulando en tu piel. Veinte azotes en cada nalga mas tarde te rindes y aceleras, acepta tu rendición, sostiene tu peso con sus brazos y te ayuda. No tarda en correrse, y te tumbas sobre él con la cadena tirando del collar. Se toma unos segundos para recobrar el aliento y te hace a un lado como haría con las sabanas.

Se pone de pie y se estira, da la vuelta a la cama, se inclina sobre ti, te suelta la cadena del collar y te lleva agarrada de las esposas hacia el baño. Le sigues para no verte arrastrada. Te mete en la bañera, abre el agua fría y te empapa por completo. Te muerdes el labio para no gritar por el frio cortante que acaricia tu piel. Cuando estas totalmente mojada te da la vuelta, poniéndote cara a la pared y dándole la espalda. Toma un bote, se pone algo en la mano y te enjabona todo el pelo, despacio y con cuidado. Casi sientes que te relajas ante sus caricias. Toma otro bote, se pone mas gel en la mano, pero esta vez las frota entre si, para después enjabonarte la piel con las manos desnudas. Recorre todo tu cuerpo, no se deja nada. Se detiene brevemente en tus tetas, el culo y la entrepierna, pero continúa con su trabajo. Cuando crees que estas lista, vuelve a tomar el ultimo bote, pero esta vez notas que te pone el gel en la parte baja de la espalda, deja el bote, pone un dedo sobre le gel que te ha echado, traza un círculo en tu espalda, y empieza a bajar, recorre la parte baja de tu columna, llega al final, y continua; traza otro circulo en tu ano, y después presiona, introduciéndote un dedo lubricado con jabón en el recto. No te da tiempo a contenerte, al primer respingo de sorpresa te coge del pelo y ejerce presión contra la pared; no te hace daño, pero crees que lo hará si no te estas quieta, así que decides dejarle hacer. Cierras los ojos y haces de tripas corazón mientras viola tu culo con sus dedos por segunda vez. De nuevo llega a introducirte tres dedos al mismo tiempo. Te resulta muy desagradable y con cierto nivel de dolor, pero no te resistes. Tras varios minutos saca los dedos de ti, te suelta el pelo, vuelve a abrir el agua fría y te limpia entera. Entra en la bañera contigo, te encara hacia él, te aplasta contra la pared, se agacha, mete la cara entre tus piernas y logra que un intenso calor recorra tu piel y todo tu cuerpo.

Sales de la bañera convencida de que vuelves a oler a sudor, pero prefieres no proponerle otro baño, tu culo no lo aguantaría. Te encadena a la cama de nuevo.

-Tengo que preparar algunas cosas.

Se marcha, dejándote sola.

Regresa media hora después y, sin mediar palabra, cambia la cadena por una correa de cuero, te quita las esposas y te lleva al piso de abajo. Al llegar al salón ves en una esquina tu arcón, que debe haber traído del establo. Te conduce a otra manta que ha extendido cerca del arcón.

-Ponte ahí a cuatro patas.

Obedeces. Se arrodilla a tu lado, te acaricia la espalda, después el culo, y abre el arcón. Primero saca cuatro grilletes de cuero con anillas metálicas y hebillas aseguradas con pequeños candados, que te pone en muñecas y tobillos, después te pone una especie de cinturón en la cintura, con varias anillas metálicas y también con candados, te engancha un pequeño cascabel en el collar y una diadema con una imitación de orejas puntiagudas en la cabeza. Tras esto parece entretenerse con algo, miras hacia atrás discretamente y le ves lubricando algo, se parece a la cola de yegua, pero esta es dura y alargada, como la de una gata, y en lugar de tener un plug anal tiene una ristra de bolitas de distintos tamaños. Miras al frente y tragas saliva. Pone uno de sus brazos bajo tu vientre, apoya la primera bolita en tu ano y hace presión, entra la primera bola, mas presión y la segunda y la tercera se abren sitio, la presión continua y las 15 bolitas se esconden en tu culo. Cuando termina acaricia tu nueva cola, admirando su trabajo. Por ultimo levanta tus pies uno a uno y te pone unos zapatos de tacón bien altos que asegura a tus grilletes con pequeñas tiras de cuero.

-Ponte en pie. Lo he estado pensando y creo que juzgue mal tus habilidades. A partir de ahora te encargaras de mi casa. Mientras la casa este limpia y la comida a su hora, podrás moverte con libertad por la casa y hacer lo que quieras, salvo que recibas una orden mía, claro. ¿Lo entiendes? - asientes – Solo hay dos normas, cuando no estés trabajando te moverás como mi gata y tienes prohibido acercarte a la jaula de las perras. Si no tienes preguntas terminemos con tu nuevo uniforme.

Une los grilletes de tus tobillos entre si con una cadena de unos 30 centímetros, une cada muñeca al cinturón con diminutas cadenas que apenas te permiten rozarte la palma de una mano con los dedos de la otra, y te pone una curiosa mordaza consistente en una tira de cuero que pasa por tu cara y asegura tras tu cabeza, por debajo del pelo, por delante tiene dos protuberancias opuestas, una de ellas esta dentro de tu boca, con forma de pene, la otra es un plumero que se proyecta desde tu boca hacia delante. Te conduce a un armario en el que ves escobas, fregonas y cubos.

-Comemos a las dos.

Da media vuelta, pero se detiene.

-Ah, se me olvidaba.

Saca de su bolsillo dos pinzas metálicas, de las que cuelgan sendas cadenitas con un pequeño peso cada una. Con gestos rápidos te pone una en cada pezón, estira de la correa y acerca sus labios a tu oído

-Yo marco el ritmo, yo decido cuando, como y donde, y si no lo tienes claro podemos volver a la pista de adiestramiento. Cuando hayas pensado en lo que has hecho te las quitas.

Suelta la correa de tu collar y ahora si, se marcha a una habitación que aun no has visto.

En cuanto oyes cerrarse la puerta decides que ya has pensado suficiente y levantas una mano. Con horror ves que no llega hasta la pinza; estiras con todas tus fuerzas, pones a prueba el cinturón, el grillete y la cadena, pero nada, no alcanzas la pinza, solo el peso. La única forma que tienes de quitarte las pinzas ahora mismo es estirando de los pesos.

Te centras en tu nuevo trabajo, barres y friegas toda la parte de la casa que conoces, intentas hacer algo con el polvo de mesas y estanterías, pero es prácticamente imposible hacerlo con la boca, así que deduces que es mas una tontería morbosa que una autentica intención de limpieza.

Por curiosidad miras en tu arcón. Siguen estando todas las piezas de tu uniforme de yegua y tus “útiles de depilación”. Cierras el arcón, lo primero no lo volverás a necesitar.

En un reloj de la pared ves que ya es medio día, así que te diriges a la cocina. No sabes donde esta nada, ni si quiera sabes lo que hay y lo que no, así que pierdes una hora en buscar. En seguida constatas que solo hay un cuchillo puntiagudo, y esta sujeto a la pared con una cadena muy corta; de hecho, ni si quiera parece afilado.

Mientras trabajas en la comida decides que no puedes mas, tus pezones no aguantan, tienes que quitarte las pinzas. Estiras las manos, optas por agarrar ambos pesos a la vez, tomas aire con fuerza, cierras los ojos, y estiras hacia abajo. Gritas, la mordaza apenas logra mitigar tu alarido un poco, caes al suelo llorando de dolor, te confieres unos segundos para recuperarte, respiras despacio para tranquilizarte, y retomas tus tareas, no tienes todo el tiempo del mundo y no quieres enfadar a tu dueño.

Dado que tampoco conoces sus gustos te apañas con lo que vas a encontrar para preparar algo que al menos no le moleste, tarea nada fácil teniendo un plumero lleno de polvo en la cara. Por fortuna logras tener la mesa lista apenas unos minutos antes de que él aparezca. Te mira sonriente.

-Así me gusta.

Del armario de la limpieza saca una caja de plástico baja pero ancha, la llena con arena y piedrecitas y la deja en el salón, cerca de tu arcón. Después coge un plato también para gatos, pone un poco de su comida y lo deja en el suelo junto a su silla. Te libera la boca y las manos y señala tu plato.

Te arrodillas frente al plato, terminas tu comida sin usar las manos, y esperas a que él también termine. Cuando se levanta y se marcha recojes y friegas todo. Sales al salón con la esperanza de poder descansar un poco, pero para tu sorpresa le ves sentado, viendo la televisión, y junto a la televisión hay un espejo de medio cuerpo apoyado contra la pared, y un pene de plástico sujeto por una ventosa al espejo. Él se levanta, se pone junto al espejo y te hace un gesto con la mano para que te acerques. Te muestra unas bolas chinas y sin ninguna ceremonia te las mete en la vagina; te duele un poco al no estar lubricada, pero es de lo mejor que te ha hecho. Una presión en los hombros te obliga a arrodillarte.

-Ya que se te da tan bien comer pollas, vas a practicar para perfeccionar tu habilidad. Comete esa hasta que yo te diga.

Dadas las instrucciones vuelve a sentarse a ver la televisión, mientras tu te dedicas a tu nuevo entrenamiento.

Al principio es aburrido, no esta caliente, no se hincha ni reacciona a tus movimientos, simplemente te ves a ti misma disfrazada como una gatita y metiéndote un pene en la boca. Pero al poco empiezas a reaccionar a las suaves vibraciones de las bolas, sin darte cuenta tus caderas se mueven, lo que hace que las bolas vibren con mas fuerza motivando a tu cuerpo a moverse aun mas. Sin darte cuenta las bolas se han convertido en tu amante, se mueven mas rápido, causando la reacción de que tu te muevas mas rápido, lo cual las hace vibrar mas fuerte y rápido, incrementando también tu movimiento; y todo ello con el sonido de tu cascabel de fondo. A los pocos minutos no puedes aguantarte mas y te acaricias. Una mano viaja constantemente entre tus pechos, moviendolos y acariciando tus pezones; la otra frota tu clítoris, suavemente al principio, con mas fuerza conforme tu excitación crece. Antes de que seas totalmente consciente de todo estas intentando jadear con un pene en la boca, moviendo tu busto adelante y atrás, tus caderas moviéndose en sentido contrario ansiosas por hacer vibrar las bolas chinas, y tus manos estimulando tus pechos y tu clítoris. No puedes mas, no lo entiendes pero estas al borde del éxtasis

Un tirón en tu pelo te sorprende e interrumpe tu masturbación, el pene de plástico sale de tu boca cuando te separas bruscamente, pero antes de que cierres la boca otro ocupa su lugar, este caliente y vivo. Dos manos te aferran la cabeza y la mueven adelante y atrás, esta vez no estas practicandole sexo oral, esta vez se esta follando tu boca, pero no te importa, ahora mismo solo quieres terminar, así que te dejas hacer mientras tus caderas siguen moviéndose solas. Te corres, y apenas unos segundos después él se corre en tu boca. Se separa de ti, te suelta el pelo y caes al suelo intentando recuperar el aliento.

Tu dueño vuelve al sofá y ahora si, te deja descansar y recuperarte del cansancio de tu nuevo trabajo como esclava domestica.