El adiestrador: capítulo 3

Las intenciones del secuestrador se rebelan cuando el adiestramiento comienza en serio

La luz del Sol te despierta, no has oído levantarse la tapa pero si oyes ahora la reja, abres los ojos, esperas a acostumbrarte a la luz y levantas la vista; le ves sujetando tu cuerda, pero sin estirar, esperando. Te pones en pie, y avanzas hasta detenerte frente a él. Asiente contento de ver que estas aprendiendo y te saca con suavidad de la celda. Esta vez te deja de pie frente a los platos con agua y tu comida, algo similar a tu ultimo alimento; te arrodillas, comes y bebes mientras él te observa paciente. Una vez has terminado pone su mano bajo tu barbilla y te levanta la cara, coge un trapo y te la limpia con suavidad de comida y agua; el gesto resulta inútil, pues la ropa que te queda lleva dos días acumulando suciedad de todo tipo, pero no puedes evitar sentirte agradecida de que te devuelvan algo de higiene. Impide que bajes la cara y engancha a tu collar una correa de cuero, desata la cuerda y tira suavemente hacia arriba para que te pongas en pie.

-Ven, quiero que veas algo.

Se da la vuelta y empieza a caminar hacia la casa mas grande y con ventanas. Entráis en un amplio salón, él se sienta en un cómodo sofá de cuero y estira de la correa obligándote a arrodillarte a su lado y apoyar la cabeza en su muslo. Empieza a acariciarte la cabeza como si fueras un dócil perro y con la otra mano toma el mando de la televisión y la enciende. Tras un par de noticias que no te importan algo llama tu atención, aparece tu calle en la televisión, atiendes y se habla de ti, de tu desaparición, tu familia esta desconsolada, han detenido a tu novio sospechoso de tu asesinato... “¡Asesinato! ¡Si estoy viva! ¡Él nunca me haría daño!”. Aparecen vuestros amigos y familiares, unos dicen que siempre fue muy celoso y posesivo, otros que no se lo esperaban, y unos pocos le defienden.

-No tienen ni idea de donde estas. De hecho, creen que estas muerta; buscan un cadáver, y muy lejos de aquí. Nadie sabe que existes – Su mano desciende con suavidad por tu nunca, recorre tu espalda, salta la cadena de las esposas y se detiene en tu culo, acariciándolo posesivo – eres mía, solo mía, y cuanto antes lo aceptes mejor para ti.

Justo antes de que apague la televisión aparece una fotografía de la persona que eras antes, cuando te creías dueña de tu cuerpo, la ves durante apenas un segundo, y no puedes evitar preguntarte si volverás a verla.

Se pone en pie sin mediar palabra y tu le sigues. Te conduce hacia una zona vallada y totalmente limpia de vegetación, todo tierra lisa, con una pequeña caseta de madera a un lado, bastante apartada. Junto a la caseta hay un cuadrado formado por tres troncos y el suelo, como si fuera una solitaria barrera en medio de la nada. Os acercáis a la barrera y te conduce con tranquilidad hasta que pegas tu cintura al tronco superior del a barrera, él pasa al otro lado y, con mas firmeza esta vez, estira de la correa para que te dobles sobre la barrera, asegurando la correa en un gancho estacado. De nuevo estas inmovilizada a su merced.

Se acerca a la caseta, le oyes manejar algo de goma y al minuto un chorro de agua a presión golpea el suelo a tu lado. Cierras los ojos. El siguiente chorro golpea una de tus nalgas. El siguiente el muslo opuesto. Finalmente da rienda suelta al agua y te empapa. Pataleas sobre la barrera y estiras del collar mientras un doloroso chorro de agua va recorriendo y limpiando toda tu piel; ni siquiera tiene cuidado con tu cabeza, te limpia toda, pelo y cara incluidos. No logras evitar un par de quejidos, pero o no los oye o decide ignorarlos.

Se marcha y a los diez minutos vuelve con una bolsa que deja al lado de la estaca, delante de ti. La abre y saca de dentro dos extrañas botas: son de caña alta, todo cuero y cremallera, parecen de tacón alto, pero no tiene tacones, ni suela, en su lugar tienen una especie de herradura metálica Da la vuelta a la barrera, te levanta una pierna hacia atrás y te enfunda la bota, cerrando y asegurando la cremallera; repite lo mismo con la otra bota. Son incomodas, igual que los tacones altos, pero descargan todo el peso en la parte delantera de tus pies, no podrias llevarlas mucho tiempo. Vuelve a acariciarte el culo, te baja las bragas y te las quita del todo, y aprovechando que esta agachado te esposa cada pie a un tronco lateral, obligándote a mantener las piernas separadas. Vuelve a la bolsa, saca una ancha tira de cuero con correas, se para a tu lado, te quita las esposas, y antes de que reacciones da dos tirones a tu camisa, quitandotela. Aprovechas, en cuanto la camisa cede estiras tu también y recuperas tus brazos, los llevas a tu cuello y forcejeas, intentas liberarte, pero en seguida dos fuertes manos te lo impiden, te sujetan los brazos, desabrocha y deja caer tu sujetador, y los retiene a la espalda uniendo tus antebrazos, poniéndolos en paralelo; los sujeta así con una mano mientras con la otra los envuelve con el artilugio de cuero, que asegura con movimientos rápidos y decidios con las correas de cuero. Cuando termina tienes los brazos aun mas inmovilizados que antes. Haces un gran esfuerzo para no protestar, temes que te deje morir de inanición. De nuevo rebusca en la bolsa y saca una especie de palo de plástico duro, te coge del pelo con una mano y estira hacia arriba y atrás, y aprovecha que abres la boca sorprendida para meterte el palo en la boca y pasar una cinta de cuero por tu nuca, bajo el pelo; te suelta la cabeza y asegura la mordaza con la cinta de cuero. Un nuevo artilugio sale de la bolsa, pero este si lo reconoces, un corsé, todo de cuero, con mas correas para atarlo y ajustarlo. Esta claro que le gusta el cuero. Teniéndote inmovilizada te lo coloca con calma, te lo ajusta a tu medida, y entonces lo aprieta un poco mas. Das un respingo, no te impide respirar, pero te resulta muy incomodo, quizás algo doloroso. Un viaje mas a la bolsa y esta vez saca dos cosas, un guante de látex que se pone, y un tubo de crema con la que se unta la mano enguantada. Desaparece de tu angulo de visión por detrás de la barrera.

-Ahora es importante que te relajes, te sera mas fácil así

Un dedo pringoso recorre la base de tu espalda hacia abajo, esperas que se pare, pero no se detiene, te sorprendes, “eso no, ahí no”. Intentas patalear, vuelves a probar la estaca que te retiene el cuello. El dedo se detiene en tu ano, lo rodea durante un segundo, se para en el centro, y presiona. La presión es suave pero firme, inclemente. Te encabritas, gruñes y muerdes la mordaza, agitas las cadenas de tus pies.

-Veo que te va lo duro, me gusta tu salvajismo, pequeña. Así es mas divertido.

Alarga la otra mano y te coge del pelo, estira hacia atrás todo lo que puede, retorciéndote el cuello, que esta retenido entre la tensión del pelo y de la correa. Presiona aun mas con el dedo y lo mete entero, lo retira y lo vuelve a meter, despacio, suave, pero incesante, sin detenerse. Una y otra vez, una y otra vez viola tu culo con su dedo. Inmovilizada como estas, te limitas a gruñir, reavivando la llama de la rebelión en ti.

Cuando la molestia de tu ano se reduce notas que aumenta la presión, tu secuestrador mete un segundo dedo, y retoma tu penetración. El dolor reaparece, la humillación aumenta. Después van tres dedos, y en este caso aumenta la velocidad de la penetración durante un buen rato, quizá 10 o 15 minutos, hasta que parece cansarse, saca su mano de tu culo, se arranca el guante y lo tira dentro de la bolsa. Antes de levantarse saca una cosa mas, y esto te asusta, pues sabes lo que es: un plug anal con una especie de cola de caballo colgando. “Este tío esta totalmente loco”. Esta vez ni te molestas en luchar, solo vas a hacerte daño, así que le haces caso e intentas relajar el esfinter mientras lagrimas de humillación caen por tus mejillas. De nuevo notas la presión, te quedas quieta, la presión aumenta, tu ano se abre, se expande, la presión sigue aumentando, vuelve a dolerte, la presión no cesa, “no puede ser, no puedo abrirme tanto, va a partirme en dos”, intentas suplicar, pero solo logras emitir gruñidos y espumarajos de saliva; la presión se alivia, tu ano vuelve a recuperar su tamaño normal, hasta que topa con algo, la zona delgada del plug anal. Es doloroso, tienes algo totalmente extraño dentro, pero ha sido peor la entrada.

-¿Ves como así es mucho mas sencillo? Aprenderás a hacerme caso, veras que es lo que mas te conviene.

Vuelve a la bolsa sin fondo.

-Ya solo faltan pequeños detalles.

Saca una fusta que se cuelga del cinturón, unas riendas que engancha en los extremos de tu mordaza y deja caer sobre tu espalda, y dos campanillas sujetas a dos pinzas. Se agacha a tu lado, agarra uno de tus pechos y engancha la pinza en tu pezón. No logras evitar un alarido de dolor. ¿Cuantas humillaciones y torturas tiene pensadas? Se lo toma con calma, deja que te recuperes antes de ponerte la otra pinza, quiere que las sientas las dos. Abundantes lagrimas de dolor se suman a las de humillación

Finalmente se pone detrás tuya, con una mano coge tu cola y la estira hacia un lado, retorciendo dentro de tu culo la parte interna del plug, estira de tus riendas y te penetra con brutalidad, como siempre. Te embiste una y otra vez aplastándote contra la barrera. Suelta tu cola y te azota con la fusta en una nalga, luego en la otra, y vuelve a la primera. El dolor te atraviesa a la vez el culo y el útero por las salvajes penetraciones, te duelen los pezones, las nalgas comienzan a quemarte, y de fondo oyes los chasquidos de la fusta y los tintineos de las campanillas Esta vez se te hace eterno, esta claro que esta disfrutando de lo lindo, pero finalmente no puede mas y se corre dentro de ti.

Se toma unos momentos para recuperarse, te libera las piernas de las esposas, suelta la correa de tu collar, y estira de las riendas hacia el centro de la pista.

Cuando llegáis al centro ves algo que no habías visto antes, en el centro hay un látigo. Se agacha, lo coge, te mira unos segundos, suelta las riendas sosteniéndolas solo por el extremo, y azota el suelo a tu derecha con el látigo. Das un respingo y un paso hacia la izquierda. Vuelve a golpear tu derecha y das otro paso a la izquierda. Esta vez te azota el muslo derecho, te desesperas, estiras hacia atrás, intentas que las riendas se suelten de su mano, vuelve a azotarte le muslo derecho, tiras de nuevo, otro azote mas. No puedes retroceder, tienes dolor a tu derecha, instintivamente das dos pasos a tu izquierda buscando alejarte del látigo, pero te sigue, otro azote mas a tu derecha, das dos pasos mas, otro azote en tu muslo y corres, corres en la única dirección que te permiten las riendas y el látigo. No se oyen mas chasquidos, te atreves a mirarle, y en seguida oyes el látigo fustigar el suelo tras de ti, retomas la carrera. Él gira contigo, mantiene las riendas tensas y el látigo preparado, pero no vuelve a usarlo; hasta que te cansas, te duelen los pies por la postura antinatural que te fuerzan las botas, reduces el ritmo, recibes un latigazo en el culo, vuelves a correr.

Así estáis una interminable hora, corriendo en círculos, cada vez que intentas reducir el ritmo te azota en el culo o la espalda, ocasionalmente azota el suelo tras de ti solo para que no te olvides de que sigue armado, por lo que te fuerzas a mantener un ritmo extenuante durante una hora, tal vez mas. Finalmente da un tirón a las riendas y te atrae hacia si. Te atreves a parar y acercarte a él caminando, no usa el látigo, así que te relajas entre jadeos, parece que ha terminado. Sujeta las riendas en corto y te conduce hasta la cercana caseta, abre la puerta y te introduce dentro.

Al fin la identificas como un establo, todo madera y verjas metálicas de gruesos barrotes. Te libera de todo el disfraz de yegua, dejándote solo con el collar. Te ata las muñecas a unas esposas que están unidas por una única cadena a la pared opuesta a la puerta, cadena que debe de tener mas o menos el mismo largo que el establo. A un lado tienes dos enormes cuencos metálicos, uno contiene varios litros de agua fresca, y el otro contiene una gran ración de lo que parece que va a ser tu comida de ahora en adelante. Te tumbas en el suelo de paja que ahora es tu cama mientras él cierra las puertas de madera de tu nueva prisión

-Descansa, pequeña, mañana habrá mas.