El adiestrador: capítulo 2

Ya en casa, el adiestrador empieza a inculcar nociones básicas de educación

Al atardecer llegáis a una finca encajonada entre unas colinas bajas, rodeada por un alto muro de hormigón. Cuando empezáis a rodear el muro oyes los ladridos de los perros guardianes, que se van intensificando conforme os acercáis a una puerta metálica lisa que debe dar al interior de la finca.

Mientras tu secuestrador rebusca la llave en un manojo bastante cargado te planteas dar un tirón de la cuerda, tal vez sea tu ultima oportunidad, pero él parece mas fresco que tu, y sin duda mas fuerte... la puerta se abre, coge la cuerda corta obligándote a mantenerte a un metro de él y entra. Nada mas entrar un peso choca a tu lado, contra la valla metálica que acabas de ver, ladrando y arañando; te asustas, retrocedes y te giras para ver que el perro no es tal, son dos mujeres desnudas, con collares de cuero, ladrando y embistiendo la valla; tras ellas ves a una tercera acuclillada en una esquina de su recinto cerrado, con actitud mas bien miedosa.

¿Que infierno es este? ¿que tipo de loco tiene a tres mujeres como perros guardianes? ¿que tipo de tortura logra que una mujer acepte comportarse como un perro? Sientes que te tiemblan las piernas, el terror unido al agotamiento amenazan con tumbarte, pero tu secuestrador acude en tu rescate:

-No te preocupes, no serán tus compañeras. Al menos de momento.

Con otro tirón de la cuerda te obliga a caminar al interior de la finca. Es una finca muy amplia, probablemente 20 hectáreas o mas, en la que ves varias construcciones, probablemente casas de aperos y almacenes, una casa mas grande, mucha vegetación, y zonas valladas y totalmente despejadas. Te dirige hacia una esquina de la finca, en donde ves una puerta metálica en el suelo, y una estaca clavada al lado. Se agacha, corre el cerrojo de la puerta metálica y la abre; debajo ves una reja con otro cerrojo, que también abre, después se agacha, ata tu cuerda a la estaca, y sin miramientos, primero con un tirón y luego con un empujón, te lanza al agujero, para inmediatamente cerrar la reja y la puerta, corriendo ambos cerrojos y dejándote en la casi absoluta oscuridad, pues apenas entra un poco de luz por el pequeño agujero por el que sale la cuerda. Te acurrucas en una esquina y esperas a que pase el tiempo, dejándote llevar por la desesperación

Pasadas unas dos horas del anochecer te rehaces, intentas ponerte en pie y tocas la reja con tu cabeza; tu prisión es apenas mas bajita que tu. Con los pies sigues las paredes para hacerte una idea, mide unos dos metros cuadrados, encuentras una rejilla húmeda y maloliente (tu váter, deduces) y un colchón frio pero seco. Te tumbas en tu cama algo mas entera y el cansancio te vence. Milagrosamente logras dormirte.

El sol invade tu habitación cuando se levanta la tapa, oyes otro cerrojo correrse y la rejilla al abrirse.

-Hora del desayuno.

Cuando aun no has empezado a parpadear para aclararte la vista la cuerda de tu cuello se tensa y te levanta del suelo, sacándote de golpe al exterior. Cuando logras adaptarte a la luz estas de rodillas, y ante ti tienes dos platos, uno lleno de agua y otro con algún tipo de carne picada mezclada con algunas verduras. Una mano te levanta la barbilla para que veas los ojos de tu secuestrador.

-Ahora voy a quitarte la mordaza para que puedas comer. Si emites el mas mínimo sonido volveré a ponértela y ya no te la quitare nunca.

Sin mas tira del a cinta de tu boca liberándola y se hace a un lado, para que veas tu comida.

-Por favor... - murmuras- déjeme marchar... no diré...

Una sonora bofetada te impide seguir suplicando y te arroja de bruces al suelo, él se sienta a horcajadas sobre tu espalda y tus doloridos brazos, tira de tu pelo para levantarte la cabeza en un angulo forzado, y aprovecha que abres la boca con intención de gritar para empujarte un grueso pene de plástico hasta la garganta y volver a taparte la boca con cinta americana. “Lo tenia previsto” piensas, “sabia que le daría la escusa para hacer esto”. Sin soltarte el pelo se inclina sobre ti y te habla al oído:

-Vas a aprender a obedecer, yo no me tiro faroles, lo que digo, lo cumplo.

Te suelta el pelo y te golpeas la cara contra el suelo. Estira la mano, coge una navaja y te libera los brazos, levanta su peso de tu espalda un poco, te da la vuelta y vuelve a sentarse sobre tu abdomen esta vez. Manosea tus pechos, tus caderas y muslos, tu manoteas, apenas te sientes los brazos, intentas presentar batalla, agarrar la cinta adhesiva, la cuerda de tu cuello, algo, pero eres incapaz, no tienes sensibilidad en las manos. Él te las aparta con facilidad, se levanta, libera una nueva erección, aparta tus bragas con un dedo sin molestarse en bajarlas y te penetra ferozmente, como todas las veces anteriores; una embestida tras otra el acto se va alargando, te duele la entrepierna por la fuerza con que te usa, se te hace mas largo que las otras veces, y aun mas frustrante, pues tienes libres brazos y piernas, pero no puedes hacer nada. Finalmente se retira, estira de la cuerda para ponerte de rodillas y esta vez ves como se masturba para terminar envolviéndose el pene con tu pelo, ensuciandolo con sus asquerosos líquidos cuando finalmente se deja llevar. Sin prisa pero sin pausa saca unas esposas de su bolsillo y te ata las muñecas a la espalda de nuevo, aunque algo mas libres esta vez.

-Que te sirva de lección, pequeña.

Te da un fuerte cachete en el culo y te empuja de nuevo a tu prisión. Cierra la verja, corre el cerrojo, pero deja la puerta abierta. Das gracias, por lo menos entra aire fresco y luz, aunque pronto te das cuenta de tu error. Conforme pasan las horas y el Sol se va moviendo, las sombras en las que cobijarte van desapareciendo. Con solo tus bragas y la camisa aferrada débilmente a tus hombros para protegerte, sabes que en cuanto te quedes sin sombras te quemaras casi toda la piel de tu cuerpo. Este cabrón lo hace todo para que sufras el máximo posible. Te tumbas en tu cama con la vista puesta en el limite entre la luz y la sombra, no puedes permitirte el lujo de dormirte, has de exponerte al Sol lo menos posible.

Cuando se acerca el medio día estas acurrucada contra una pared, sabiendo que se te acaba el tiempo, pronto te quedaras sin sombra en la que resguardarte, pero con una mezcla de pavor y alivio oyes pasos acercándose, y en seguida ves a tu captor agacharse sobre la verja; corre el cerrojo y la abre, estira de la cuerda y observa sorprendido como te pones en pie tu misma y te acercas a el. Confirmas que tu cabeza sobresale de la celda, puedes ver el exterior. Cuando se recupera de la sorpresa se agacha, mete sus manos bajo tus axilas y estira de ti hacia fuera sin que parezca costarle lo mas mínimo. Te alza totalmente en el aire, retrocede unos pasos y te posa en el suelo, pero cuando intentas apoyar tus pies en el suelo te los aparta con un pie mientras sigue dejando caer tu peso y retrocediendo, hasta que son tus rodillas quienes tocan el suelo; te suelta y se hace a un lado. Ves los mismos dos platos ante ti, uno con la misma comida, el otro vacío esta vez.

-Vamos a intentarlo una ultima vez. No caigas en el error de creer que temo que alguien te oiga gritar, no hay nadie en kilómetros de distancia, simplemente no quiero que me destroces los oídos. Así que, ¿prometes portarte bien?

Dudas apenas dos segundos, y lentamente asientes.

-¿Vas a ser una buena chica?

Cierras los ojos y asientes de nuevo.

Se agacha sobre ti y te arranca la mordaza, se aparta dejándote inclinar la cabeza para escupir el pene de plástico de tu boca. Cuando levantas la cabeza ves los dos platos y una cantimplora metálica. Miras la cantimplora, el plato vacío y después a él, intentando transmitir tu suplica con la mirada. Piensas que funciona cuando le ves abrir la cantimplora y derramar su contenido en el plato. Vuelves a dudar al verlo, “¡vino! ¡el muy hijo de puta me pone solo vino! Pretende que me emborrache”; pero saberlo no te calma la sed, llevas día y medio sin beber, así que te abalanzas sobre el plato y bebes con desesperación, casi ni te molesta saber que lo estas haciendo con la lengua, como un perro; tu garganta recibe el liquido con dolor y alivio. Bebes durante largos minutos tan rápido como puedes hasta agotar la mitad del contenido, y ya mas serena, te giras sobre el plato y comes pringandote toda la cara, el cuello y el busto. Al haber calmado tu sed eres mas consciente de lo humillante de tu situación, consciencia que aumenta al sentir una mano sobre tu cabeza y oír un suave “buena chica” encima tuyo. Comes despacio pero con ansia durante lo que podrían ser horas, mientras él te mira paciente; no te cabe duda de que esta disfrutando con tu humillación, viendo como te rebajas. “Lo primero es sobrevivir, después vendrá la venganza”.

Cuando terminas la comida y el resto de la bebida la cabeza empieza a darte vueltas, el vino empieza a hacerte efecto. Tu captor se agacha junto a ti y te ayuda a mantenerte de rodillas, saca algo de su bolsillo, con la otra mano te recoge el pelo en la espalda despejando tu cuello, te lo rodea con un collar de cuero, ajusta la hebilla, te da la sensación de encajarte muy bien, no te aprieta, pero no sientes ninguna holgadez; te desata la cuerda del cuello y la ata a la anilla del collar. Igual de humillante, pero menos áspero y mas cómodo. Te sujeta por las axilas y os pone en pie a los dos, pasa un brazo tras tus hombros y el otro bajo tus rodillas, te levanta en brazos, avanza y salta dentro de tu celda, se agacha y te tumba en el colchón.

Se sienta a tu lado, te acaricia los pechos, unos instantes después baja una de las manos hacia tu abdomen, recorre tu ombligo y se dirige a tu cadera, sigue bajando por el muslo hasta la mitad, momento en que la gira y la sube por la cara interna del muslo; durante todo el tiempo su otra mano juguetea con tu pezón. Todo sucede despacio, casi dirías que con cariño. Piensas en resistirte, pero todo da vueltas: tu cuerpo, la cama, la celda, sus manos,... Roza tus bragas, vuelve a subir hacia el ombligo pero se detiene, vuelve a bajar como antes... no, esta vez baja por debajo de tus bragas, roza tu clítoris, otra vez, y una vez mas, lo aprieta suavemente y pasa a perfilarlo con el dedo, vueltas tranquilas, suaves, pero cada vez mas rápido. Jadeas, maldito vino. El dedo retoma el descenso y entra dentro de ti, sale, vuelve a entrar, traza un circulo y vuelve a salir, entra y sale de golpe, no para de moverse, cada vez mas rápido, todo da vueltas, te mareas, jadeas, intentas mover las piernas para patalear, pero solo logras mover las caderas, jadeas y maldices, tu cuerpo esta volviendo a entregarse a el, un ultimo jadea y tensas toda tu espalda, te relajas y él se retira. Te acurrucas contra la pared dándole la espalda avergonzada, por lo que solo intuyes como sube y cierra la verja.

-Descansa lo que queda de día, pequeña, mañana empezara tu adiestramiento.

Cierra la tapa y corre el cerrojo.

No sabes cuanto tiempo a pasado, pero de repente notas una sensación acuciante, un presión en tu abdomen. Maldices. Quien hubiera pensado que en un secuestro mear seria una preocupación. Te levantas de la cama y buscas la rejilla pequeña con el pie, la perfilas para ubicarla entera y te plantas encima, con las manos esposadas te bajas las bragas por debajo de las caderas y las meneas un poco para que sigan bajando solas hasta casi las rodillas; te agachas, tomas unos segundos para relajarte y aflojar el esfinter, y orinas en el agujero. Te levantas todo lo que te permite el alto de tu estancia y te das cuenta del descuido que has cometido cuando sin pensar intentas bajar una de tus manos. Mierda, las tienes esposadas a la espalda, no llegan a tus rodillas. Te desesperas, no puedes quedarte así, tus bragas, una camisa abierta, medio descolgada y un sujetador apartado y sucios de vino y algún tipo de salsa son toda la dignidad que te queda, no puedes perderlas. Flexionas tus rodillas un poco y estiras tus doloridos brazos todo lo que puedes, tensas los dedos mientras doblas tu cintura, las rozas, vuelves a intentarlo, pellizcas un borde con dos dedos, estiras y lo pierdes, vuelves a bajar, logras volver a cogerlo con tres dedos y estiras, sube, estira un poco mas, sigue subiendo, adoptas una postura mas cómoda y finalmente logras subírtelas del todo.

Tumbada en tu cama notas que la temperatura baja, esta anocheciendo. ¿Que te hará mañana? Un adiestramiento, ¿querrá que seas otro perro mas? No, dijo que no eran tus compañeras, ¿que tendrá pensado ese desgraciado? No importa, te dices, lo aguantare, sobreviviré y tarde o temprano tendré mi oportunidad de escapar. Con esa promesa aparentemente vacía te dejas llevar por el cansancio y te duermes.