El adiestrador: capítulo 13

La gatita recibe una última y brutal lección, colmando el vaso definitivamente

Pasas varios días viendo como el amo adiestra a la nueva como una yegua, igual que hizo contigo. Tu dueño te “sugirió” que retozaras al sol viéndole trabajar. No disfrutas viendo como azota y humilla a la pobre chica, pero mejor ella que tu, y las horas que pasas así te las descuenta de tus tareas diarias.

Tras una semana de adiestramiento la yegua esta fatal, es poco inteligente e invierte toda su energía en rebelarse y ganarse gran cantidad de azotes y castigos; es evidente que no es capaz de trazar planes a largo plazo, por lo que decides que no te servia. Oyes un ruido detrás de ti, te giras pero no ves nada. Es absurdo, te dices, estas dentro de la finca, nadie puede entrar. Devuelves la mirada al espectáculo. La yegua vuelve a resistirse, estira de las riendas, peleona; suspiras y te alejas un poco para orinar sin que te vea el amo; no vas a ir hasta tu cajón de arena, pero por lo menos que no te vea hacer tus necesidades en su finca, basta con que las cubras con un poco de tierra, como hacen los gatos de verdad. Te apartas un poco, te acuclillas, separas las piernas, y oyes el ruido apenas un segundo demasiado tarde. Caen sobre ti tres grandes cuerpos, derribandote en el suelo mientras tu orina empapa tus muslos. Cuando te quieres dar cuenta estas aplastada contra el suelo, con las manos pegadas a la espalda y siendo ya envueltas con cinta adhesiva y con un consolador en la boca. Pataleas e intentas gritar, por lo que en cuanto terminan con tus manos te envuelven la boca y los tobillos también

-Vamos gatita, enséñanos tus garras.

Oyes risas y en seguida notas que te arrancan la cola de un tirón y algo gordo intentando ocupar su lugar, dos dedos, crees, que en seguida se convierten en tres. Respiras hondo. ¿Como han podido salir de la jaula? Un cuarto dedo se les une dentro de ti. Te retuerces en tus ataduras, como haga lo que crees que quiere hacer te va a desgarrar. Una patada en el estomago te quita el aliento mientras el quinto dedo entra en tu culo, abriendo ya espacio para el resto de la mano. Gritas con fuerza mientras la perra te viola el culo con la mano, confiando en que el amo te oiga, o se sorprenda de tu ausencia y venga a buscarte. Respiras aliviada cuando la mano se retira. Te cogen del pelo y comienzan a arrastrarte.

-Enseñemosla quien es aquí la presa.

Miras desesperada y asustada en la dirección en la que oyes al amo gritarle a la yegua rebelde.

Te arrastran por el suelo hasta una mesa de madera rodeada de vegetación y te tumban sobre ella, te cubren la cabeza con un saco y dos de las perras te sujetan tumbada boca arriba. Oyes los pasos de la tercera que se alejan un poco, y regresan arrastrando algo. Otro ruido que te suena la acompaña, ruido de... agua corriendo por dentro de una manguera tras abrir la llave de paso. La oyes caer al suelo cuando acciona la manguera, pero deja de caer al suelo cuando ponen la manguera sobre el saco que te cubre la cabeza, empapandolo. Te empieza a faltar el aire, te entra agua en la nariz, y el aire dentro del saco se renueva mal al estar medio lleno de agua. Detienen el flujo, intentas toser mientras entra aire en el saco, pero justo cuando has recuperado el aliento vuelven a abrir el agua. Peleas y te retuerces, intentas liberarte, y en respuesta las otras dos comienzan a pelear y retorcerte los pezones. Se detienen cuando dejas de pelear, manteniendo solo la tortura acuática. Cuando el pánico te vence vuelves a luchar, y vuelve el dolor a tus pechos. Recobras el control y vuelven a dejarlos en paz. Si peleas sufrirás mas. Las muy putas te están adiestrando. Haces un gran esfuerzo para controlarte mientras alargan tu situación de semiasfixia, hasta que se cansan y dejan la manguera a un lado. Respiras con fuerza y te quitan el saco. Cierras los ojos cegada por el contraste de luz.

-Ahora la situación la controlamos nosotras. ¿Lo entiendes?

Tras unos segundos de silencio una bofetada dolorosisima te voltea la cabeza.

-¿Lo entiendes?

Asientes.

-Bien. Vas a ponerte de pie, separar las piernas y doblar la cintura. Si abandonas la postura sin nuestro permiso volveremos a empezar ¿Lo entiendes?

Asientes rápidamente

-Así me gusta – la perra se detiene unos segundos para acariciarte el pelo empapado mientras lo dice. Te ayudan a ponerte en pie, atan una cuerda bastante larga de tu collar a la pata de la mesa y te liberan los pies. Mientras adoptas la postura que te han ordenado ves que la líder enarbola una enorme tabla de madera y se sitúa tras tu culo. Haces acopio de valor y te preparas para la paliza.

El primer azote lo esperabas, los demás vienen en pausada sucesión, golpes fuertes que alcanzan tus dos nalgas, pero no es nada que no hayas sufrido antes. Cuando llevas alrededor de veinte azotes otra perra acciona la manguera, lanzando un chorro de agua a presión contra una de tus torturadas nalgas. Sorprendida y dolorida caes al suelo.

-Recupera la postura, ya conoces las normas.

Como habían prometido, vuelven a empezar de cero. Al poco otro chorro de agua te azota junto a la madera, pero esta vez estas preparada y logras mantener el equilibrio. Diez azotes mas y el agua te golpea justo en el ano. Te tambaleas. Otros tantos azotes y el agua te golpea en la vagina. Esta vez caes al suelo.

-Joder, esta imbécil nos va a tener aquí todo el día

Te cogen del pelo, te levantan del suelo y apoyan tu pecho contra la mesa. Una de ellas te sujeta por el pelo y los brazos. La que tiene la manguera te la mete en el ano. Levantas un pie para darle una patada, pero la pala sale a su encuentro y te azota el gemelo. Accionan la manguera y notas el agua helada entrando dentro de ti; levantas la otra pierna y recibes otro azote. El mensaje es claro, te molerán a palos hasta que aceptes el brutal enema. De nuevo intentas quedarte quieta, angustiada y humillada, hasta que se cansan y retiran la manguera.

-Quédate así, queremos ver todo lo que expulses.

Obedeces, te quedas apoyada contra la mesa mientras tu cuerpo expulsa el agua intrusa, junto todo lo que ésta arrastra. Cuando terminas de hacer tus necesidades forzadas te remojan con la manguera, limpiando todo lo que se te haya podido quedar pegado a la piel.

Se acercan a ti, te separan las piernas y las atan a las patas de la mesa, y después pasan varias tiras de cinta adhesiva alrededor tuyo y de la mesa. Rodean la mesa y se ponen las tres delante de ti, para que veas como se ajustan unos arneses con consoladores de distintas formas. Uno de ellos parece estar compuesto de rosquillas, ensanchándose y adelgazando en toda su longitud, otro esta lleno de pequeños bultitos por toda su superficie, y el tercero de gran tamaño y con la punta curvada.

Las tres te miran sonrientes, y la líder vuelve a dar la vuelta a la mesa mientras las otras dos se sientan a mirar. Sin contemplaciones te penetra por la vagina con fuertes embestidas. Gimes de dolor por el enorme y curvado asalto a tu interior. No sabes cuanto dura, pero cuando se retira otra de ellas se pone en pie y la sustituye de inmediato. En este caso sientes los bultitos raspando las paredes de tu útero, siendo algo mucho mas placentero que el enorme palo curvado anterior. Cierras los ojos y vuelves a gemir, aunque esta vez mas de placer que de dolor. Al rato esta también se retira y la sustituye la ultima que queda. Estas mas lubricada, por lo que entra con mas facilidad; sientes tu vagina abriéndose y cerrándose constantemente, siguiendo el perfil del consolador. Pensabas que seria doloroso, pero estando en el punto en el que estas es mucho mas placentero de lo que creías. Te das cuenta y te resistes, no puedes correrte con estas perras, es impensable, no les darás esa satisfacción, así que haces esfuerzos por aislar tu mente de la penetración.

Lo consigues, la sientes salir de tu interior antes de alcanzar le éxtasis. Abres los ojos orgullosa, pero en seguida te lamentas; la primera perra se levanta y se sitúa de nuevo tras de ti, y vuelve a penetrarte con su enorme consolador. Esta vez entra mejor, al estar tu mas lubricada, la punta curvada presiona con intensidad tu pared vaginal, estimulandote con fuerza. Vuelves a cerrar los ojos, te aíslas, te concentras, no puedes ceder. Apenas sale de ti la sustituye el pene de los bultitos. Este ya te gusto la primera vez, esta segunda ya es demasiado y te corres nada mas empezar. Oyes risas, te dan un cachete en el culo, pero la penetración tarda mucho en detenerse. Apenas te preguntas que estarán tramando el pene de los donuts te asalta de nuevo, no parecen querer detenerse.

Te tienen durante lo que crees que son horas bajo una penetración constante, turnándose para descansar ellas. Estas exhausta, y cuando te preguntas si llevas tres o cuatro orgasmos oyes una voz conocida, una voz masculina. Giras la cabeza y levantas la vista para ver a tu dueño mirándote con expresión divertida.

-Así que la tenéis aquí. Bueno, soltadla del todo cuando os aburráis, ¿entendido?

-Si, amo – corean las tres a la vez.

Satisfecho el amo tira de las riendas de su nueva yegua para dirigir el carrito que arrastra hacia la salida de la finca para dar un relajante paseo por el monte.

No sabes cuando dura la penetración incesante, pero estas segura de que ya ha pasado el medio día cuando finalmente te dan descanso y sueltan tus ligaduras.

Sin ninguna resistencia por tu parte te ponen de rodillas en el suelo, pegan tus pechos a tus muslos y levantan tu cara hacia ellas.

-¿Quien tiene los colmillos mas grandes, gatita?

-Vosotras.

-¿Quien es la presa aquí?

-Yo.

Te estiran del pelo.

-¿Tu que?

-Yo soy la presa... vosotras las cazadoras.

-¿Quien va a perseguir y quien va a correr la próxima vez que nos veamos?

-Yo correré, yo huiré de vosotras... las cazadoras.

-¿Por que?

-Porque... porque soy una pequeña gatita... soy diminuta y... y soy vuestra presa.

-Nos no lo olvides, o cenaremos carne de presa.

Se alejan riendo y dejándote en el suelo, en tu postura de sumisión y humillación, pensando. “No puedo seguir así, al muy cabrón no le importo nada, esto tiene que acabar ya”.