El adiestrador: capítulo 12

La gatita recibe a su nueva "compañera"

La chica viste un pequeño top que le deja los hombros al aire, una diminuta minifalda de cuero negro, y unos zapatos de tacón aun mas altos que los que tu llevas ahora. Tiene la boca tapada con cinta americana, las manos atadas por las muñecas a la espalda, unidas por una cuerda muy cortita a otra que tiene en el cuello, lo que la obliga a retorcer los brazos hacia arriba, y después sigue ascendiendo hasta una gruesa rama del árbol que esta separada del tronco central, dejando espacio entre la victima y el árbol. Tiene los tobillos atados a dos estacas clavadas en el suelo, impidiendo que junte las piernas, y os mira muerta de miedo, ves tus temblores desde lejos.

Tu dueño te mira y se acerca a ti. Te rodea la cintura con un brazo, te acerca a él, pone su barbilla sobre tu hombro, y con tranquilos susurros te dice todo lo que tienes que hacer. Después separa la cara de tu oído y mirándote a los ojos te dice:

-Se que seras capaz, confío en ti y se que puedes hacerlo y que lo harás perfectamente; pero si tu dudas, si no tienes en ti la misma fe que yo, recuerda lo que pasara si me desobedeces.

Antes de que digas nada te da un largo y tierno beso. Se separa de ti, te pellizca el culo y te empuja hacia delante, hacia la chica. Cuando das un par de pasos lanza la bolsa de deporte al aire, que cae cerca del árbol.

Tragas saliva y la miras, y ella te devuelve una mirada totalmente aterrada. La pobrecilla no sabe lo que le espera. Respiras fuerte, la miras decidida y avanzas a grandes zancadas. Un gemido de dolor te informa de que ha intentado luchar. Le rodeas la cintura como acaba de hacer tu amo, le manoseas el culo y la atraes hacia ti, con la otra mano le sujetas la cabeza y dejas un beso en la mordaza, mas o menos en donde crees que están sus labios; adelantas una pierna y metes tu muslo hasta tocar su entrepierna, levantando un poco su falda, sacas la lengua y le lames la mejilla, la oreja, bajas al cuello, se agita y llora, se esta dejando llevar por la desesperación.

Te apartas de ella y la observas mientras pasas las manos por sus tetas, sus caderas y su culo, manoseándola.

-Hoy te has vestido como una puta, pretendías atraer miradas, robar atenciones, pero has llamado la atención equivocada. Lastima que esta lección solo se aprenda cuando ya es tarde.

Abundantes lagrimas caen por sus mejillas. Te inclinas sobre la bolsa y sacas una pala de cuero, medio flexible medio rígida, y das vueltas a su alrededor arañando su piel allí donde es visible con tu otra mano. La dejas en suspense, permites que tema el momento en que actúes, te regodeas con su miedo; te paras detrás suya, alzas la pala, la bajas suavemente hasta tocar sus nalgas, ella da un respingo, vuelves a alzar la pala y golpeas las dos nalgas a la vez. Intenta gritar bajo la mordaza. Esperas paciente a que se calme, vuelves a tocar el culo con la pala, te detienes, esperas unos segundos y la separas; en ese instante ella rompe a llorar, se agita y remueve desesperada, sabiendo lo que viene, no la decepcionas y vuelve a gritar. Permaneces así un rato, jugando con su miedo, permitiendola anticipar cada azote.

Dejas la pala cuando te cansas y vuelves con tu victima. Te paras a pensar en el aspecto que tendrás ahora tras darle una paliza a su culo con tu disfraz de gata dominante y sádica. Por un instante deseas tener un espejo a mano. Sacudes la cabeza, alzas las manos y le bajas el top, dejandole a la vista los pechos; los coges entre las manos, los masajeas, pellizas un pezón mientras lames el otro y luego cambias. De improviso clavas tus dedos en sus tetas, luego las acaricias, en seguida les das un cachete a cada uno y los cubres de saliva. La tienes constantemente saltando del dolor al placer.

-Veamos si tampoco llevas bragas.

Te agachas frente a ella y levantas su minifalda. Si que las lleva. Las apartas con un dedo y metes la lengua directamente dentro de ella. Sigue llorando, pero ya no pelea. Por un instante te preguntas si es mejor o peor que te viole una mujer. Igualmente no puedes hacer nada por cambiar su destino, sois ella o tu... que se hubiera vestido como una persona normal. Cuando la tienes humedecida sacas la lengua y la detienes en el clítoris, la mano que le sujeta las bragas mete dos dedos dentro de su vagina, y la otra se cuela por detrás y mete un dedo en su culo. El guante va a apestar cuando salga, pero no es tuyo, no es tu problema. Tensa el culo ante la violación, seguro que lo tiene virgen. Dedicas poco tiempo a la estimulación y pasas a mayores.

De la bolsa sacas un gran vibrador con protuberancia para el clítoris, se lo metes en la vagina sin muchas contemplaciones, lo enciendes al máximo y lo cubres con las bragas para que lo sostengan en su sitio. Vuelves a la bolsa, coges algo pequeño y te pegas a ella. Esta vez intentas moverte sensualmente. Acaricias sus pechos de nuevo, muerdes sus pezones, metes la lengua en sus oídos, muerdes sus orejas, y cuando sientes que empieza a abandonarse al vibrador cierras una pinza en un pezón. Grita, mas de sorpresa que de dolor. La miras a los ojos y le muestras otra pinza. Sonríes mientras ella niega suplicándote con la mirada. Despacito, le pones la pinza en el otro pezón.

Coges el flagelo y lo usas para acariciar su piel. Lo dejas caer sobre sus caderas, le envuelves la cintura, lo pasas por su espalda, recorres sus muslos,... Tras un buen rato de presentación lo repites todo otra vez, pero azotando en vez de acariciando. Vuelve a desesperarse, llora, patalea, mueve las manos, todo en vano, su nuevo amo sabe de nudos.

Metes los dedos bajo sus bragas y te los miras, están empapados, ya esta lista. Te pones uno de los arneses con dos consoladores, pero esta vez dejas el interior. Te lo pones ante su mirada horrorizada, y muy despacio, das la vuelta a su alrededor y te pones tras ella. Le rodeas la cintura con un brazo, y con la otra mano haces a un lado sus bragas, dejando expuesto el ano. Lo haces con cuidado, no quieres desgarrarla, presionas poco a poco hasta que el esfínter cede y se dilata, momento en que presionas hasta el fondo. Sigues sin tener experiencia en el lado masculino, así que no sabes como moverte, por lo que decides compensar repartiendo unos azotes en su maltratado culo. Ya no gime, ni grita, ni se debate, se ha rendido por completo, lo que parece aburrir al amo. Se planta ante ella, le arranca el consolador, le da dos bofetadas para despertarla y la penetra. Ahora si sientes autentica compasión por ella, a pesar de que no tienes mas remedio que hacer lo que estas haciendo. Sigues violando su culo hasta que el amo se corre y se retira, momento en el que sientes el permiso para retirarte tu también.

Volvéis a la finca formando una cadena. El amo lleva una correa que se engancha a tu collar, y de ahí sale una segunda correa que baja por entre tus pechos, pasa por entre tus labios vaginales, y vuelve a subir hasta el collar que le ha puesto a ella. Cada vez que tropieza, que reduce el ritmo, o que tironea para intentar escapar la tensión recae en tu vagina y tu cuello; y parece haberse animado mucho al soltarla del árbol.

Al llegar las perras os ladran, pero no se acercan a la valla, amedrentadas por tu presencia. El amo os lleva directamente a la misma mazmorra en la que te encerró nada mas llegar, la abre, separa vuestras correas y acerca vuestras dos caras a la suya.

-Como veis nuestra especial familia ha vuelto a crecer. Espero que aprendáis a llevaros bien.

Sin mas presentaciones la empuja dentro y cierra la tapa metálica.

Vuelves a salir cuando el amo se duerme. Tu numerito ha debido gustarle mucho, pues logras que se duerma cabalgandole apenas unos minutos. Te calzas los únicos zapatos que tienes, te aseguras de que no se te han caído las orejas y sales de la casa. Te acercas a la mazmorra, abres la tapa y escrutas la oscuridad sin lograr ver nada. Tras dudar unos segundos saltas al interior y te agachas para adentrarte en la oscuridad e intentar acostumbrar tu vista. Oyes unos sollozos y diriges tu vista hacia ellos. Poco a poco se va perfilando una figura acurrucada en una esquina. Te acercas a ella.

-Ssssh. Tranquila, no te haré daño. Necesito que te estés quieta y en silencio.

De un tirón le retiras la mordaza.

-¡SOCORRO! ¡AUXILIO! ¡QUE ALGUIEN ME...!

La silencias de una sonora bofetada. Cae al suelo, pero en seguida levanta la cabeza y abre la boca; le das una patada en el estomago cortandole la respiración y saltas sobre ella, le sujetas la cara con una mano mientras con la otra intentas amordazarla de nuevo, te muerde un dedo, le sujetas bien la mandíbula y la amordazas con la cinta. Te sientas a horcajadas sobre ella, la abofeteas tres o cuatro veces, te pones en pie y levantas uno de sus tobillos, separándole bien las piernas. Aturdida ya no pelea. Apoyas un zapato en su entrepierna, con el tacón apartas las bragas a un lado y se lo metes en la vagina. Despierta, intenta gritar y patalear, pero no te detienes, metes y sacas el tacón una y otra vez ignorando sus alaridos de dolor.

Cuando te cansas te arrodillas a su lado, la coges del pelo y acercas tu cara a la suya.

-Esto es tu culpa por vestirte como una puta. Venia a ayudarte, imbécil, pero es evidente que ni quieres ayuda, ni vas a ayudarme tu a mi. Ahora vas a pudrirte en sus manos.

Te lanza la única mirada racional que le has visto, una mirada de puro odio. Ibas a irte, pero sabes que no puedes dejarla así, por lo que le retuerces un pezón hasta recuperar la mirada de dolor y miedo. Cuando lo consigues la sueltas, sales del agujero, cierras la tapa y la dejas con la soledad que ella misma a elegido.