El acuerdo (9)

Un pequeño juego...

El acuerdo 9

¿Ves Irene? Nuestra Sandrita ya sabe cuál es su posición en esta empresa. Y diría que disfruta de su trabajo.

Sí se nota que es toda una profesional. Aún tiene que mejorar en algunos detalles; pero es una chica lista, aprende rápido.

Sí… Creo que haremos de ella una gran puta. ¿Eh? ¿Qué te parece Sandrita, quieres ser una puta?

Sí, Don Ramiro quiero ser la más puta de todas sus putas.

Y además es ambiciosa. (Añadió Irene.)

Sí yo diría que muy ambiciosa. Tendrás que trabajar muy duro, nunca mejor dicho, para ser mi mejor fulana, niña. Pero te digo una cosa, puedes conseguirlo. Bueno creo que podemos proseguir con tu entrenamiento. Irene ¿haces el favor de ir colocando las cosas?

Irene se levantó y fue colocando los consoladores con la base ancha sobre la superficie del despacho. Mientras, Sandra continuó dando la debida atención al falo de su jefe. Don Ramiro se aseguró de que Sandra no perdiera el contacto visual. En parte para demostrarle quién mandaba en aquel despacho y en parte para evitar que sus ojos curiosos observaran lo que estaba haciendo Irene. Sandra se estaba convirtiendo en una experta traga sables parecía disfrutar enormemente con las felaciones, sería una buena característica para poner en su ficha, excelente mamadora o chupona de primera… Bueno ya tendría tiempo para elegir los adjetivos adecuados.

La secretaría lo había dispuesto todo adecuadamente y se había colocado detrás de su jefe rozándose con él. Sus manos recorrían el torso de Don Ramiro mientras sus erectos pezones buscaban acariciarle la espalda. Con tiernos besos y caricias le reclamaba su atención.

¿Ya está todo dispuesto?

Sí mi señor

Excelente, Irene, como siempre

Gracias jefe.

Bueno Sandrita tendrás que dejar esto para más tarde. De momento queremos probar otras capacidades tuyas. Se trata de una prueba de habilidad, ingenio y resistencia.

Aquellas palabras despertaron enormemente la curiosidad y la inquietud de Sandra quien seguía arrodillada con la polla de su jefe en la boca. Don Ramiro hizo que se levantara y se llevase las manos detrás de la nuca. Sus turgentes pechos se le ofrecían generosos y no desaprovechó la oportunidad de besarlos y acariciarlos. Sandra cerró sus ojos y evitó gemir; aquellas breves caricias la estaban calentando de nuevo.

¡Vaya con la viudita!… ¡Menudo zorrón está hecha!. Exclamó Irene ¿Pues no se está calentando otra vez?

Sí es una hembra muy caliente… Buen atributo para una furcia. Es lo que más la está ayudando. Bueno, Irene, conduce a nuestra concursante a la zona de pruebas.

Irene llevó a Sandra unos pasos más atrás donde pudo observar los cuatro consoladores colocados de pie, de dos en dos, sobre el suelo. A Sandra le extrañó que fuesen tan delgados. En efecto, además de tener la base más ancha de lo normal, para facilitar colocarlos de pie, eran bastante finos, metálicos completamente lisos con la punta redondeada. Parecían más una bala o un obús que un consolador. Quiso bajar los brazos pero Irene no se lo permitió diciéndole que en la prueba no podría, bajo ningún concepto, usar sus manos. Quedó pues enfrente de dos dildos con las piernas ligeramente separadas y las manos en la nuca.

Don Ramiro observaba con admiración el hermoso cuerpo de su puta completamente doblegada y sumisa. Se sentó en su sillón dispuesto a observar un buen espectáculo. Su mástil erecto reclamaba poderosamente la atención de las dos mujeres.

Ven Irene siéntate

Inmediatamente la secretaria se colocó encima de su jefe empitonándose gozosa el desafiante cipote. Sandra la miró sorprendida

¿Qué te pasa? ¿Creías que sólo me gustan las mujeres? A mí me gustan las pollas tanto como a ti. Sólo que no soy tan remilgada como tú y me como un buen conejo si se me pone a tiro.

Irene comenzó un suave cabalgar sobre la polla de su jefe. Hacía tiempo que lo conocía y sabía que una de las cosas que más le gustaban era tomarse su tiempo mientras follaba. Sin prisas, hay que disfrutar y saborear el momento. Sandra miraba desconcertada a sus superiores ¿Qué querían que hiciera?

No le hemos dicho a nuestra putita lo que tiene que hacer. Anda Irene dale las instrucciones

Es muy fácil cariño, lo único que tienes que hacer es levantar esos dildos y mantenerlos en alto el mayor tiempo posible. ¡Ah! se me olvidaba, no puedes usar ni las manos ni la boca. El tiempo comienza… YA.

Sandra se quedó perpleja. Pensaba: "¿Cómo que levantar los consoladores? ¿Con qué? Como no los coja con el culo… Seré tonta se dijo… Esos degenerados quieren que meta esos trastos y los levante con… No podré se van a escurrir"… A pesar de su pesimismo decidió intentarlo. De modo que se fue agachando poniéndose en cuclillas para introducirse los consoladores en sus agujeros. Dada su disposición supuso que lo mejor sería llenar a la vez su culo y su coño. Realizó varios intentos antes de conseguir llenar ambos orificios. Al principio no atinaba a ver dónde estaban, luego resulta que cuando se introducía uno en el coño el otro no le entraba en el culo y viceversa. Pero al final lo consiguió. Se había ensartado los dos aparatos.

Ves querida, Sandrita es una chica lista. Mira ahora sólo tiene que levantarlos sin cerrar las piernas.

Ya ha superado la parte de ingenio, le quedan la resistencia y la habilidad

Irene accionó un mando a distancia y los consoladores comenzaron a vibrar. El repentino movimiento hizo que Sandra se estremeciera. Si antes le resultaba difícil ahora con el gustirrinín aún más. No le resultaba nada fácil levantarse con aquellos aparatos en sus partes más intimas. Estaba tremendamente empapada y bien lubricada por las corridas anteriores. Además sus agujertios habían sido dilatados al máximo y aquellos consoladores tan delgados apenas distendían sus músculos por lo que tenía que contraer al mismo tiempo su ano y el suelo pélvico al máximo para evitar que se le cayesen. Finalmente tras dos o tres intentos lo consiguió. Para evitar que se le escurriesen se quedó con las piernas ligeramente flexionadas suplicando para sus adentros que no la hiciesen estirarlas pues se le escurrirían sin remedio.

Mírela Don Ramiro es una chica con recursos los ha levantado. (Comentó irónicamente la secretaria.)

Excelente Sandrita. Realmente excelente, ahora comienza la prueba de resistencia. Tienes que aguantarlos hasta que Irene o yo nos corramos. Si lo consigues tendrás un premio inesperado, si fracasas tendremos que darte un correctivo. Tienes dos oportunidades si estos se te cayesen podrás recoger los otros pero te advierto que los otros son más difíciles… Ánimo campeona. (Terminó sardónicamente su jefe.)

Sandra quedó consternada, era evidente que no lo conseguiría el equilibrio con que los sujetaba era muy inestable y sabía que su jefe tenía mucho aguante su única esperanza era Irene pero ésta se había corrido por lo menos dos veces. No tenía más remedio que intentarlo trató de concentrarse en la tarea de contraer sus músculos pero ahora tenía que luchar contra el incesante cosquilleo que le proporcionaban los vibradores. Para colmo el espectáculo que tenía delante no la ayudaba nada. El enhiesto ariete de Don Ramiro se enterraba con acompasado ritmo en la concha de su compañera. Trataba de apartar la vista pero por alguna extraña razón sus ojos no se apartaban del hipnótico bombeo. Se quedaba absorta viendo cómo la lanza de su jefe se ensartaba cuan larga era en el cuerpo de su compañera. Irene no reprimía sus gemidos y jadeos, a cada momento le recordaba lo mucho que disfrutaba con aquella verga entre sus piernas. Sandra la miraba con envidia, quisiera ser ella la que disfrutase de aquel palpitante y duro miembro. Luego de unos instantes Don Ramiro quiso cambiar la postura de su secretaria

Parece que estamos poniendo nerviosa a nuestra concursante con nuestras miradas dejémosla algo de intimidad

Sí, no queremos ponerla nerviosa… (Añadió Irene con deliberada maldad.)

Acto seguido la secretaria se volteó quedándose ensartada mirando a Don Ramiro y dándole la espalda a Sandra. Éste pareció concentrarse en los jugosos pechos que le ofrecía su secretaria olvidándose momentáneamente de la pobre Sandra. Irene por su parte volvió al cadencioso cabalgar sobre la verga de su jefe. Aquello no mejoraba mucho la situación indefectiblemente los ojos de Sandra parecían enfocar exclusivamente el rítmico vaivén del culo de Irene. Los labios de ésta aprisionaban la polla con glotonería descendiendo sobre ella hasta besar los testículos para volver a subir con parsimonia. Al subir, se estiraban levemente tratando de evitar despegarse del tronco al que con tanto cariño envolvían. Cuando estaba a punto de salir el capullo, los labios se encogían empujados por la fricción entre las pieles. Este continuo subir y bajar, estirar y encoger, tirar y empujar, tenía ensimismada a Sandra quien no podía pensar en otra cosa que no fuese en aquella verga ensartándola a ella.

Su rostro reflejaba la tensión que sufría. Por un lado empezaba a cansarse de la incómoda postura, mantenida ya por bastante tiempo. Por otra parte, la suave estimulación de los vibradores junto a la calentura que sus obscenos pensamientos producían, la estaban haciendo perder la prueba. Sin que pudiese evitarlo, y muy a su pesar, los consoladores se estaban deslizando empujados por la inexorable fuerza de la gravedad. Sandra sentía cómo se iban escurriendo y dirigió una mirada a su entrepierna como si al hacerlo pudiera retener al escurridizo dildo en su inexorable caída. "No por favor, no te caigas". Le suplicaba silenciosa al imperturbable falo metálico. Volvió a contraer sus músculos en un vano intento por evitar lo inevitable pero éstos estaban ya bastante cansados y al poco tiempo tuvo que relajarlos pues le dolían. Su cuerpo temblaba por el esfuerzo y el cansancio le costaba un trabajo enorme mantener esa postura. Finalmente para su consternación vio como caía el consolador que tenía en su vagina. Se esforzó entonces por evitar la caída del que tenía en su recto. Le resultaba mucho más fácil contraer su ano y podía estirar un poco las piernas. "No me han dicho si vale con tener levantado uno… Espero que sí". Animada por este pensamiento creyó por un momento que conseguiría superar la prueba.

¡Qué equivocada estaba! El esfínter de Sandra se encontraba bastante maltrecho primero por la dilatación sufrida y después por el esfuerzo de sujetar el resbaladizo consolador. El suave cosquilleo de las vibraciones junto con el cansancio hacían que de un modo imperceptible el sucedáneo de pene se fuese deslizando poco a poco. Sandra se daba cuenta de que no podría retener aquel aparato mucho más. Furtivamente miró a sus jefes por si estaban distraídos pero Don Ramiro no apartaba un ojo de ella desde hacía unos instantes. Desesperada trataba de buscar una solución a su terrible dilema pero no la hallaba. Además de vez en cuando, la calmada cabalgata de Irene la excitaba y azogaba lo que finalmente hizo que el consolador cayese al suelo. Don Ramiro advirtió pronto la derrota de su chica y rápidamente hizo una seña a Irene para avisarla.

¡Oooohhh! Ha perdido. (Dijo Irene con Irónica pena mientras se volvía para apreciar mejor la asustada y desesperada cara de Sandra. ¡Cómo disfrutaba!)

No todavía no. Tiene otra oportunidad aunque le será más complicado ganar la prueba. Me temo que tendremos que ir pensando en un castigo

Por favor… (Comenzó a suplicar Sandra.)

Vamos chica deja de holgazanear y ponte a la tarea. Ahí tienes los otros dos dildos con los que tratar de salvarte. (Dijo con dureza Don Ramiro.) ¿O quieres que te recuerde lo que pienso sobre el negarse a hacer algo?

El terror volvió a llenar el corazón de la joven quien rápidamente se acercó a los otros consoladores. Tenía muy presente la última lección, el enrojecido culo aún le ardía por los furiosos azotazos recibidos hacía apenas unos instantes. No quería provocar a su jefe pero en su interior estaba convencida de su fracaso. No obstante se animó pensando que no estaba todo perdido, al fin y al cabo los juegos no terminan hasta que lo indica el árbitro. Haciéndose la remolona aprovechó para relajarse y tonificar sus músculos. Ahora sabía lo que la esperaba y quería retrasar en lo posible la agonía de tener todo su cuerpo en tensión. Pero Don Ramiro no se lo permitió.

¿A qué estás esperando Zorra? ¿A que nos corramos? Si nos corremos y no están los consoladores en tus agujeros empezamos de cero. Y créeme será peor para ti

Consciente de que había sido descubierta, Sandra se agachó tratando de introducirse los vibradores. Cuando lo consiguió no pudo reprimir un gemidito. La continuada estimulación de sus zonas erógenas junto con la persistente visión del folleteo de sus jefes le estaban despertando sus más bajos instintos.

¡Si se va a correr ella antes que nosotros vaya putón que está hecha! Exclamó Irene.

El rubor inundó el rostro de Sandra y la llenó de vergüenza. "¡Qué puta que estoy hecha! Esa puerca tiene razón no soy más que una perra caliente". Sin embargo otras preocupaciones ocuparon su mente. Algo no funcionaba bien. Trataba de levantar los consoladores pero no podía. Éstos se le escurrían y seguían clavados en el suelo. Seguía intentándolo una y otra vez pero éstos no se movían ni un ápice. Don Ramiro miraba divertido las sentadillas de Sandra.

No te tienes que follar los consoladores, niña, tienes que levantarlos.

No… No… Uufff… No puedo… Estos cacharros pesan más.

Claro que pesan más ya te dije que éstos te serían más difíciles.

Pero… pero es imposible. No puedo.

Oye mala puta. No me digas lo que es imposible y lo que no. Esto es parte de tu entrenamiento básico. ¿Entiendes? Cuando una puta mía folla con un cliente éstos sienten cómo si se le agarran la polla con la mano y no con el coño. Mis mejores putas levantan a la vez dos botella de cava llenas, con el coño y con el culo. Así que no me digas que no se puede. Vamos, ponte a trabajar en serio antes de que me enfade de verdad.

La severa reprimenda encorajinó a Sandra quien haciendo un gran esfuerzo consiguió levantar los pesados consoladores. Ahora sí que se le podían apreciar todos los músculos de su hermoso cuerpo en tensión. Toda ella temblaba por el enorme esfuerzo su única esperanza era que Irene se viniera pronto pero ella seguía cabalgando a Don Ramiro con el mismo y parsimonioso ritmo. No podría aguantar mucho más. "Vamos puta acelera. Acelera Zorra". Animaba en silencio a su compañera quien de todos modos no le hubiera hecho caso. Exhausta dolorida y humillada Sandra dejó caer los vibradores y su cuerpo tras ellos. Tenía entumecidos los brazos, las piernas, el abdomen y su pubis. Le parecía que no le pertenecía su cuerpo, que era el de otra persona. Estaba llena de sudor y lágrimas de rabia e impotencia comenzaron a aflorar en sus bellos ojos. Miró implorante a sus severos jefes que continuaron con sus placenteros quehaceres ignorándola.

¿Qué te parece? Nuestra puta no puede levantar unos míseros consoladores.

Sí. Mírala en el suelo, como si estuviese cansada.

¿Has pensado en algo apropiado para enseñar modales a esta furcia? Querida

Sí creo que podremos hacer algo que la haga sufrir de verdad.

Ten en cuenta que aún está muy verde y ya está algo dañada.

Sandra escuchaba aterrada aquella conversación hablaban de ella como si fuese poco más que un animal. No conocía mucho a Irene pero el malicioso brillo en sus ojos la asustaba. "¿Qué pensarán hacerme? ¿Qué maldades se le ocurrirán a esta arpía?" En cuanto a Don Ramiro ya sabía que sería inflexible con ella, no podía esperar clemencia de parte de él. Como no quería enfadarlos más se incorporó y se colocó en la postura con la que comenzara el juego. Es decir las piernas separadas y las manos detrás de la nuca. Esta vez en cambio sus ojos miraban al suelo no se atrevía a mirar a sus jefes. Se rendía sin condiciones a sus caprichos. Sólo esperaba poder aguantarlos sin que le añadieran más castigos.

Es lista la zorra. Nos quiere dar lástima comportándose como una perrita buena. Pero no nos va a engañar ¿Verdad Don Ramiro?

¿Qué tienes pensado Irenita?

Verá jefe. A esta golfa lo que le va es la marcha. Se daba aires de señora respetable pero es más puta que las gallinas. Ya la ha visto gemir como una perra en celo con esa porquería de consoladores. Seguro que ha fallado porque está más mojada y caliente que un plato de sopa. Lo que más la hace sufrir es tener que hacernos gozar, dar placer a los demás. Eso no es bueno para una puta, jefe. Me he fijado en cómo me miraba con envidia. Esta perra celosa quiere todas las pollas para ella.

Sí, creo que tienes razón. Esta furcia no tiene término medio. En cuanto se calienta no para en buscarse placer. ¿Se te ha ocurrido algo para escarmentarla?

Puede