El acuerdo (8)
Sandra recibe un pequeño correctivo.
El acuerdo 8
Eres buena Sandrita. Eres un Zorrón de primera. Hacía mucho tiempo que nadie me comía el coño de esta manera.
Gracias señora. Dijo Sandra ruborizándose intensamente.
Sí ya te comenté que es un material de excelente calidad como hacía mucho no encontrábamos. Intervino Don Ramiro. Pero no vaya a ser que atendiéndote a ti se olvide de las buenas costumbres Anda cariño toma una piruleta.
Sandra se resignó a su destino, no era sino una puta. Y como tal debía satisfacer los requerimientos de sus clientes, si en el proceso ella obtenía algo de placer sería un extra. Se sentía frustrada, creyó que después de satisfacer a Irene ella recibiría la correspondiente compensación, sin embargo ante ella se le presentaba una nueva tarea. Frente ella el enhiesto falo de Don Ramiro reclamaba las atenciones de su boca.
Don Ramiro apenas se había contenido ante el soberbio actuar de sus chicas. La entera habitación se había llenado con el aroma desprendido de la combustión de sus sexos. Ahora necesitaba descargar la tensión acumulada, afortunadamente tenía dos putas entre las que elegir. Sujetando la cabeza de Sandra guió su polla hasta la boca. Ésta obediente se apresuró a recibirla dándole una calurosa y profunda bienvenida. Le costaba trabajo mantener aquel pedazo de carne pues no podía respirar. Su jefe se la había metido hasta las amígdalas y apenas le había dado tiempo de tomar aire. Le dirigió una suplicante mirada a su jefe pero este la asía firmemente de la nuca impidiéndola apartarse. La angustia por la falta de aire y las incipientes arcadas estaban haciendo su efecto, los desesperados intentos de la chica por conseguir un poco de aire masajeaban su pija de modos insospechados. Tras un angustioso y eterno minuto la permitió tomar aliento. De una sola estocada Don Ramiro había conseguido ensalivar todo su instrumento pero no había tenido suficiente quería repetir
Sandra no disfrutaba de la violenta felación. Don Ramiro no tenía con ella ninguna consideración, le metía su herramienta hasta la empuñadura dejándola literalmente sin aliento. Cuando parecía que se iba a desmayar por la falta de oxígeno se la sacaba unos instantes, lo justo para que pudiera tomar una bocanada de aire y seguir engullendo polla. Sus manos crispadas se aferraban a las piernas de su implacable jefe que con metódica regularidad la empalaba la boca. Ya no sabía qué era peor si aguantar las arcadas que le producía aquel miembro en su garganta o la angustiosa sofocación que experimentaba cuando la liberaba y la imperiosa necesidad de tomar aire luchaba contra la tos y las babas. Cada vez se sentía más como un objeto de placer que como una persona. Y lo peor era recordar que había sido ella misma la que había aceptado aquel trato. Inesperadamente sintió unos dedos jugando con su coño.
Irene se había repuesto del tremendo orgasmo que Sandra le había proporcionado y ahora parecía querer corresponderla. Sandra seguía estando muy caliente pues se habían retirado de ella justo un instante antes de que llegara a correrse. De modo que al sentir los dedos de Irene en su concha instintivamente se abrió más de piernas para permitirle un mejor acceso.
Esta perra está caliente Don Ramiro. Le gusta chupar coños y mamar pollas no es más que una golfa. Mírela está empapada. Mire cómo mueve su culazo buscando que la llenen.
De no tener la boca tapada, Sandra hubiera suplicado que se la follaran. Realmente ya no le importaba quién se la beneficiara con tal de que la hicieran gozar. Su excitado sexo empezó a reclamar su atención lo que aumentaba la terrible tortura que suponía la inmisericorde mamada que tenía que hacerle a su jefe. A las dificultades respiratorias que ya sufría ahora se le añadía la agitación que su calentura le provocaría. Afortunadamente para ella Don Ramiro decidió sentarse en el sofá lo que la dio unos segundos más para recomponerse. Una vez sentado Don Ramiro la permitió dirigir la mamada lo que Sandra agradeció con una tensa sonrisa. Los dedos de Irene volvían a desatar el frenesí en su cuevita y tenía que hacer grandes esfuerzos por reprimir sus gemidos.
Sí Sandrita nos ha resultado ser una zorra calentorra. Si no tuviera el chupete estaría berreando como una cerda en celo. Comentó Don Ramiro dirigiendo una mirada cómplice a su secretaria.
Sandra no lo pudo ver pero una sonrisa maliciosa iluminó el rostro de Irene. Las manipulaciones que le hacía en el coñito de Sandra tenían más de un propósito. Por un lado querían evocar la enorme calentura de un orgasmo próximo pero por otro distraían a Sandra de sus verdaderas intenciones. Sin que se diera cuenta, Irene estaba dilatando las paredes vaginales de la joven viuda. Con sus dedos formando una cuña poco a poco iba introduciendo la mano en su cuevita cuando Sandra quiso reaccionar ya era demasiado tarde. Un quejido ahogado de Sandra y una sonrisa triunfal en el rostro de Irene le confirmaron a Don Ramiro que Irene le había introducido todo el puño. Sandra se sentía incómoda con las paredes vaginales tan distendidas, no era muy doloroso pero tenía miedo. Sus ojos miraron suplicantes a Don Ramiro quien la sujetaba nuevamente para impedir que dejase de mamarle la polla.
No tengas miedo zorrita. Irene sabe lo que hace. Ella sabe muy bien cómo tratar a las guarras como tú. Estás tan caliente que podríamos meterte un cañón del quince y ni te enterarías.
Sí, patrón, añadió Irene, verá como dentro de un rato la vemos suplicar que le metamos algo más gordo. Esta perra se hace la mojigata al principio pero luego no tiene reparos de ningún tipo. Es más salida que el rabo de un cazo.
Por favor Irene Irene Iremmmmmmm
Chupa zorra. Ya te he dicho que mi chica sabe muy bien lo que hace. Si sigues así le diré que use las uñas
Sandra abrió los ojos como platos, aterrorizada trataba de balbucear un "no por favor" con la polla de su jefe llegándole a la garganta y negando con la cabeza. Irene estaba moviéndose en sus entrañas y las palabras de Don Ramiro no parecían una broma. Don Ramiro empujó la cabeza de Cristina haciendo que sus labios rozaran sus testículos. Esta era la señal para que Irene comenzase a follar el coño de la puta con el puño. Primero despacio, con delicadeza para que se acostumbrara al intruso, después fue incrementando el ritmo y la profundidad de las embestidas. Sandra comenzó a gemir como una loca aunque la mayoría de los suspiros quedaban ahogados por el intruso que había en su garganta. No eran gritos de dolor, eran gemidos de placer. A pesar de todo le estaba gustando todo aquello, volvía a relucir la puta que tenía dentro.
¿Le cabe toda?
Sí, Jefe hasta el fondo mire un poco más y se traga todo el brazo.
JA,ja,ja No seas tan exagerada.
¿Exagerada? Mire
MMMMAAAAAHHHHHH
Sandra gritó. Irene le había metido el puño hasta alcanzar la matriz. Tenía metido parte del antebrazo. La tranca de Don Ramiro pareció solidificarse y volverse más dura de lo que estaba aquella visión era espectacular. Sandra sudaba ruborizada más por la pasión que por el temor mientras que el rostro de Irene parecía irradiar una maliciosa satisfacción por enterrar tan profundamente su mano.
Cambiemos un poco ordenó Don Ramiro al tiempo que se incorporaba. Para desazón de Sandra Irene también se levantó retirando su bendita/maldita mano de ella. La hicieron levantarse y la condujeron a la mesa de trabajo de Don Ramiro, allí la hicieron reclinarse sobre el borde de la mesa. Su cuerpo descansaba bocabajo sobre el frío cristal mientras que sus piernas abiertas permitían un fácil acceso a sus orificios que ahora quedaban obscenamente expuestos. Rápidamente Irene volvió a guardar su mano en la rezumante rajita no sin antes darle dos grandes y profundos lametones para saborearla. Se relamía de gusto. Don Ramiro se acercó por detrás y colocó sus manos en las caderas de Sandra
NOOOOOOO. POR FAVOR, DON RAMIRO, NOOO ESTOY LLENA NO CABE.
El grito de Sandra resonó con desgarradora fuerza por toda la habitación cuando la chica comprendió lo que su jefe pretendía hacer. El pánico la dominaba, trató de incorporarse y alejarse de aquella comprometedora situación. Pero su jefe con una fuerza y contundencia demoledora se lo impidió empujándola con vehemencia contra el cristal.
¿NOOO?. ¿ME HAS DICHO QUE NO? ZAASS, ZAASS, ZAASS
Los azotes empezaron a caer inmisericordes sobre las sufridas nalgas de la joven. Sandra chillaba y lloraba desesperada, trataba en vano de escapar de aquellos golpes pues se encontraba atrapada entre la mesa, Don Ramiro e Irene que la sujetaba desde abajo separando sus piernas reduciendo aún más la posibilidad de movimiento. Pronto sus nalgas se sonrojaron marcadas por las rudas manos de su jefe, el dolor aumentaba y se volvía cada vez más insoportable. Aunque Sandra no paraba de pedir perdón y de suplicar a su jefe éste parecía no escucharla imbuido de una terrible furia
MIS PUTAS NO SE NIEGAN A NADA MIS PUTAS NO DICEN QUE NO MIS PUTAS LO HACEN TODO TODO.
Sandra estaba exasperada, sus ruegos no servían de nada y el culo le ardía de la fuerte azotaina que no amainaba.
- AAYY, POR FAVOR AAYY, NO PUEDO MÁS PERDÓN JEFE AAYY NO MÁS SE LO SUPLICO
Diez, quince, tal vez veinte azotes cayeron sobre su cuerpo antes de que su jefe la cogiera (asiera) fuertemente del pelo para interrogarla.
Dime, cariño. ¿Qué eres? (La voz de su jefe era engañosamente amable.)
Un Una puta. (Sandra sollozaba amargamente.)
¿Cuál es tu obligación?
Complacer al cliente. ZAAS
Complacer al cliente en TODO.
AAYY. Complacer al cliente en todo.
¿Y bien?
Sandra no sabía qué le estaba preguntando su jefe y como se demoró recibió un par de azotes más.
¿Y bien? ¿No tienes nada que decir ni hacer?
Sandra comprendió rápidamente qué demandaba su jefe.
Perdone a esta mala puta. Fólleme por favor jefe. ZAAS
¿Yo solo?
Fóllenme por favor. Por donde quieran. Úsenme, sólo soy una puta.
Las lágrimas caían como ríos por las mejillas de Sandra quien se cubría el rostro de vergüenza con sus manos. Pero las palabras de su jefe no le darían mucho consuelo
Me duele la mano Zorra. Ya te dije cómo te has de comportar y no me escuchas. Agradece que no haya tenido la fusta a mano. La próxima vez te azoto con ella o con las paletas aunque tenga que salir del despacho a buscarlas. (Cosa que no era necesario pues disponía de gran cantidad de juguetes en el mismo aunque por supuesto Sandra lo ignoraba.)
Perdone jefe esta estúpida Zorra no sabe comportarse. Fóllenme por favor.
Está bien ya pensaré en cómo castigarte por tu impertinencia. Por cierto no me has dado as gracias por enseñarte modales.
Perdón Don Ramiro. Esta furcia no sólo es tonta sino desagradecida Le agradezco que me corrija
Bien eres tonta pero aprendes rápido zorra. Prosigamos
Sandra volvió a colocarse ofreciendo su culo en pompa y separando bien sus piernas. El frescor del cristal sobre sus pechos contrastaba ahora con el calor de su trasero y con la tremenda calentura de su chorreante entrepierna. Irene no tardó en percatarse de ello.
Mire jefe esta perra está más caliente ahora que antes. La deben gustar los azotes.
¿Es cierto? ¿Me has provocado para que te pegue guarra?
No No Don Ramiro, ha sido sin querer.
¿Entonces cómo estás así?
No lo sé De verdad Don Ramiro no lo sé
Yo sí lo sé eres una furcia y disfrutas con esto. ¿Verdad? (Al no contestar Sandra Don Ramiro le tiró con fuerza del cabello) ¿Verdad?
Sí señor, me gusta porque soy una puta Siempre lo he sido.
Las lágrimas volvían a recorrer el rostro de Sandra. No sabía si lo que más la ultrajaba era el humillante trato que recibía, los soeces comentarios que la obligaban a reconocer o el hecho de que ella misma considerase que eran verdad. Dominando su miedo se preparó para ser follada Irene ya estaba hurgando en su vagina. Tal vez por consideración tras lo sucedido, lo hacía ahora más suavemente; procurando incluso, estimular su clítoris de vez en cuando. Don Ramiro volvió a colocarse detrás de la chica, apoyando sus manos en sus caderas. Apoyando con firmeza su pétreo cipote en la entrada del ano empujó con violencia perforando su entrada.
Sandra gritó con todas sus fuerzas, debido a su enfado Don Ramiro la estaba enculando sin compasión con su gruesa tranca a pesar de estar llena con la mano de Irene. Sus dos agujeros estaban distendidos al máximo y el rápido pistoneo de su jefe no la ayudaba. "¿Duele?", le decía. "Es lo que te gusta. Si hubieses sido una buena chica te habría enculado con cariño pero a los zorrones como tú les gusta más así. Pues disfruta". En la habitación se escuchaba sobre todo el rápido palmoteo que se producía al chocar la pelvis de Don Ramiro con el culo de la chica flop, flop, flop, flop Los entrecortados suspiros de Irene, que se estaba pajeando con su mano libre, parecían unirse a los de Sandra en un adecuado acompañamiento al frenético ritmo impuesto por su jefe. Éste con sus gemidos creaba un perfecto contrapunto en la sinfonía erótica que se estaba ejecutando.
Aquel estaba siendo un gran polvo para Don Ramiro el estrecho orificio que aprisionaba su verga lo estaba aún más al tener que competir con la juguetona mano de Irene que parecía querer masturbarlo a través de la fina pared que separaba la vagina y el recto. Estaba fuera de sí no tardaría mucho en correrse.
Irene por su parte, disfrutaba como loca, aquella puta había vuelto a calentarla con sus gritos. La resignación con que Sandra había acatado su destino junto con el estímulo que ella misma se proporcionaba la estaban llevando a un nuevo orgasmo.
Finalmente Sandra estaba llena de sentimientos encontrados que se reflejaban en sus incoherentes gemidos. El dolor y el placer la embargaban por igual. El rudo trato que recibía por el ano se compensaba con la suavidad de los movimientos en su vagina. El frenético placer que nacía entre sus piernas chocaba con la constante quemazón que le llegaba desde sus doloridas nalgas. Se sentía llena completamente y aquello la excitaba e incomodaba al mismo tiempo. Buscando saciar su prolongada fiebre fue acercando tímidamente su mano al erecto botoncito de placer. Temía que sus jefes se lo impidiesen pero estos estaban concentrados en sus propios placeres y no quisieron molestarla.
El ritmo se fue acelerando, los gruñidos aumentaron de intensidad. Pronto con una potente descarga y un enloquecido gemido Don Ramiro se vació en su puta. Volcándose sobre ella dejó caer todo el peso de su cuerpo sin salirse del cálido agujerito.
Toma puta tomaaaaa.
Sandra no tardó en convulsionarse espasmódicamente. Al sentir la fuerte lechada, su coño empezó a manar como en respuesta al disparo recibido. Sus piernas comenzaron a temblar, sus caderas se movían frenéticamente, su cuerpo oprimido por el de Don Ramiro no dejó de colear, su congestionado rostro dejó escapar un largamente anhelado suspiro.
Sííí Por fiiiiinnn
Irene se unió a ambos en una nueva explosión de placer salvaje. Exhaustos, jadeantes yacían los tres en el despacho. Al cabo de unos minutos los tres fueron recuperando el control de sus respiraciones. Don Ramiro se levantó el primero, su miembro aún conservaba parte de su turgencia. Antes de salir del recto de Sandra le dio dos pequeñas envestidas como si quisiera asegurarse de dejar bien dentro su esperma.
¿Has terminado puta?
Sandra se incorporó con algo de esfuerzo, las piernas aún no la sostenían del todo. Su orgasmo había sido especialmente intenso. Desde que ejercía como cortesana no se podía quejar. La humillaban, denigraban y hasta la "torturaban" pero al final, hasta ahora, había conseguido correrse como nunca. Con la respiración algo entrecortada logró contestarle a su jefe:
No señor enseguida le limpio.
Arrodillándose frente a su jefe le sonrió pícaramente mientras alababa la dureza de la erección. Sin demorarse mucho se introdujo de nuevo el falo en su boca. Comenzó a recorrerlo de arriba abajo deleitándose en él, con delicadeza lo lamía sin apresurarse como si de un manjar se tratase.
¿Ves Irene? Nuestra Sandrita ya sabe cuál es su posición en esta empresa. Y diría que disfruta de su trabajo.
Sí se nota que es toda una profesional. Aún tiene que mejorar en algunos detalles; pero es una chica lista, aprende rápido.
Sí Creo que haremos de ella una gran puta. ¿Eh? ¿Qué te parece Sandrita, quieres ser una puta?
Sí, Don Ramiro quiero ser la más puta de todas sus putas.
Y además es ambiciosa. (Añadió Irene.)
Sí yo diría que muy ambiciosa. Tendrás que trabajar muy duro, nunca mejor dicho, para ser mi mejor fulana, niña. Pero te digo una cosa, puedes conseguirlo. Bueno creo que podemos proseguir con tu entrenamiento. Irene ¿haces el favor de ir colocando las cosas?
Irene se levantó y fue colocando los consoladores con la base ancha sobre la superficie del despacho. Mientras Sandra continuó dando la debida atención al falo de su jefe. ¿Qué querrían de ella ahora? ¿Para qué necesitaban cuatro consoladores? Pronto lo averiguaría.