El acuerdo (7)

Sandra vuelve al despacho

El acuerdo 7

Estás estupenda Sandrita.

Gracias… Yo… La verdad es que en el centro de belleza han hecho un estupendo trabajo.

Ya pero la percha es la percha… Y la tuya es de primera

Gracias es usted muy amable.

Tutéame, al fin y al cabo trabajamos para el mismo jefe

Gracias

Irene…Me llamo Irene… Anda, pasa y no hagas esperar más al jefe, está impaciente contigo.

¡Impaciente! Cielos. ¿No llegaré tarde? Se preguntó algo nerviosa… Después del inesperado servicio del día anterior, Sandra se había levantado algo adolorida, sobre todo en su colita. Sin embargo después de acudir al centro de belleza se encontraba mucho mejor. Había solicitado un baño relajante en el jacuzzi y un recogido para su peinado. No se había olvidado de las últimas palabras que le dirigiera su jefe

Deseaba conservar la buena impresión causada tras su evaluación pues aún no las tenía todas consigo. Todavía se preguntaba cómo se había podido meter en aquel mundo. Apenas habían pasado dos días desde que había aceptado aquel denigrante acuerdo y se daba perfecta cuenta de que a pesar de las comodidades de las que había disfrutado no iba a ser todo un jardín de rosas… En los dos últimos días había probado demasiadas cosas nuevas y ¡quién sabía las que le quedarían por probar! Estos pensamientos la llenaban de inquietud y otros peores la asaltaban constantemente. ¿Cómo la tratarían sus clientes? ¿Qué pasaría si tuviese que atender a algún conocido? Y lo que más la preocupaba ¿Qué haría si Helena se enterara de lo que ahora hacía su madre? Llena de incertidumbre traspasó el umbral del despacho de Don Ramiro.

Sandra se sentía desconcertada, su jefe la estaba llenando de halagos y lisonjas. Hasta ese momento la estaba tratando con la consideración y respeto con la que cualquier patrón trataría a su mejor empleado. La conversación, intrascendente, abordó temas veniales... Qué le había parecido el nuevo apartamento, lo bien que la habían atendido en el centro de belleza, cómo había resultado la sesión fotográfica… En algunos momentos Don Ramiro pudo sacar a colación algún aspecto más escabroso pero por alguna razón parecía querer evitarlo. Sin embargo aquello no duraría mucho más tiempo

¿No tienes nada más que contarme Sandrita?

La pregunta la pilló desprevenida no sabía a qué se estaba refiriendo Don Ramiro. Le dirigió una mirada llena de inquietud sin saber qué contestarle

¿No tienes nada que darme? Una tarjetitia

¡Oh! Perdone no sabía a qué se refería

Sandra rebuscó en su bolso y pronto encontró la primera tarjeta que había recibido como resguardo de sus servicios. ¿Cómo se ha podido enterar tan pronto? Se preguntó mientras se la entregaba a su jefe.

Te estarás preguntando cómo lo he sabido, ¿verdad? La respuesta es muy sencilla. Yo lo sé todo de mis putas. Sobre todo de las caras como tú. No por nada especial, tengo que vigilar mis inversiones

Sandra pronto comprendería lo que Don Ramiro quería decir con aquellas palabras. Ciertamente su jefe vigilaba muy de cerca sus inversiones. Cada cierto tiempo y sin previo aviso las chicas recibían la visita de un cliente inspector quien elaboraría un informe detallado sobre su eficacia profesional. Por supuesto las chicas no sabían quién sería su inspector ni cuándo se las inspeccionaría. De este modo se aseguraba el interés y la mejor atención de sus chicas para sus clientes. Don Andrés, el fotógrafo, era un buen amigo de Don Ramiro desde hace tiempo; de hecho, tenían algunos negocios en común. Aquella misma mañana le había comentado su buen servicio del día anterior mediante un correo electrónico al que había adjuntado una copia de la grabación del día anterior

Tome.

Sandra le extendió la tarjeta que demostraba que había realizado un servicio.

Excelente. Debes saber que cuando trabajes en la agencia tienes que entregarlas lo antes posible, anotando en ellas la fecha del servicio. Hay algunas chicas que confunden o se olvidan de los clientes que han atendido y luego no cuadran las cuentas. Estamos trabajando en unas nuevas tarjetas electrónicas con las que se evitarán esos pequeños engorros. No obstante, si se te olvidara entregarlas debidamente cumplimentadas no cobrarías el servicio realizado. Y no estamos aquí para perder dinero ¿Verdad?

No… No Don Ramiro es que no sabía a quién debía dársela como su secretaria no me la pidió… Yo

Sandra se estaba poniendo cada vez más nerviosa. Por nada del mundo quería contrariar a su jefe y que éste pensara que era una tonta incompetente.

No te preocupes querida. La interrumpió Don Ramiro. Estás aprendiendo el oficio y las reglas que rigen la empresa. Es normal que desconozcas algunos detalles. Por eso dispones de un mes de adaptación.

Don Ramiro miró directamente a los ojos de Sandra que no pudo mantener la mirada. Era evidente que estaba consiguiendo su propósito. Sandra se sentía humillada y rebajada. La cosa iba bien, cuanto antes asimilara su nuevo estatus mejor.

Por cierto, me han comentado que hiciste un excelente trabajo, tanto que están deseando repetir la experiencia… Has de saber que Don Andrés es uno de los mejores clientes que puedes tener. Si consigues que sea uno de tus habituales ganarás mucho dinero y prestigio. ¿No dices nada?

Sandra azorada agachó la cabeza sorprendida ante tan inesperada revelación y la no menos incisiva pregunta. De un modo apenas audible logró esbozar una tímida e incoherente respuesta de agradecimiento. Se miraba los zapatos sin atreverse a alzar la mirada reprochándose su mojigatería. Después de todo sólo le estaban comentado lo bien que había cumplido con el encargo y los beneficios que obtendría por ejercer con profesionalidad su nuevo oficio. No era nada personal, sólo negocios. Trataba de asimilar esta idea repitiéndosela una y otra vez. No funcionaba… No funcionaba porque su oficio debía mantenerse en secreto. ¿Cuántas mujeres iban presumiendo de ser las mejores prostitutas de la ciudad? ¿Cuántos hijos se enorgullecían porque sus madres fuesen las meretrices más exquisitas? ¡Dios Santo! Qué pasaría si su hija se enterara. No quería ni pensar en ello y entonces

Sí señor. Un servicio de primera, no me ha dado tiempo de visionar adecuadamente la grabación que me ha enviado Don Andrés. Pero le he echado un vistazo rápido y parece un trabajo de primera. Creo que tienes un talento natural para esto, no entiendo cómo tu marido no supo apreciarlo. Ayer estuvimos revisando la grabación de tu evaluación y analizándola fríamente llegamos a la conclusión de que puedes llegar muy, muy lejos. Incluso podrías triunfar como estrella del porno si te interesara ser actriz

Aquello era más que un jarro de agua fría, el mundo entero se hundía bajo sus pies y la hacía descender vertiginosamente hasta los infiernos. Era mucho peor de lo que se imaginaba. No la ofendía el malicioso comentario hacia su difunto esposo, eso ya lo había vivido durante su examen inicial y lo tenía superado. Lo que la había dejado helada y sin aliento era la evidencia de que sus actividades habían quedado registradas y lo que es peor que varias personas las habían visto y hasta comentado. ¿Cuántas copias existirían ya? ¿Qué harían con ellas? Si ya temía que alguien la reconociera cuando estuviese trabajando ahora las posibilidades de mantener el secreto y tratar de mantener el decoro delante de su familia y, sobre todo, de su hija se esfumaban. Estaba cada vez más atrapada en los hilos de su jefe y no podría escapar de ellos. Don Ramiro no sólo controlaba su situación financiera, era el dueño de su dignidad, la poca honra que pudiera tener de cara a sus conocidos podría desaparecer en cualquier momento si así lo estimaba su jefe. Ahora comprendía que al firmar aquel papel no había alquilado su cuerpo por algunos años como pensaba sino que había vendido su vida. Desde el mismo momento en que firmó; Sandra había dejado de ser independiente. Ahora era consciente de que jamás se libraría del dominio de Don Ramiro aunque expirara el contrato firmado; su jefe siempre podría obligarla a cualquier cosa, tenía el arma que siempre la doblegaría, aquellas malditas grabaciones

Don Ramiro se dio perfecta cuenta de la reacción de su empleada. Su rostro lívido, las manos crispadas aferrando el bolso, el cuerpo tenso y envarado, todo evidenciaba el repentino terror que se había apoderado de Sandra. Debía actuar con decisión para minar y romper los escasos restos de dignidad y autoestima que le quedaran a Sandra pero con cuidado de no romperla. Si la aterrorizaba demasiado dejaría de tener personalidad y se convertiría en una mera muñeca, un pedazo de carne poco más útil que una muñeca hinchable.

¿Pareces sorprendida, Sandrita?

Yo… Sí, no sabía que se nos hubiese grabado?

¿No vistes las cámaras en el estudio de Don Andrés?

Sí… sí las ví. No… no quise… es decir era mi primer servicio… No sabía… Deseaba dejar buena impresión, no defraudarle… Pensé que usted… que me explicaría si hice bien. Si Don Andrés tenía autoridad, no… tenía permiso de Usted para grabarme

Ya entiendo, la novedad y lo inesperado de la situación. Pero pareces muy, muy preocupada por eso cuando es evidente de que obraste bien. Don Andrés quedó muy complacido y la verdad yo también

Es que las grabaciones… yo… Verá. No pensé que se me grabaría cuando hiciese… hiciese… ya sabe los servicios. Ni cuando usted me entrevistó… no sabía que me grababa… Yo

Comprendo… Muchas veces no leemos la letra pequeña… Verás querida, no tienes por qué alarmarte… Si te hubieses leído todo el contrato, verías que en la entrevista inicial se incluía una evaluación que sería registrada y guardada en una base de datos de la empresa para asegurarte la imparcialidad y justicia de tu examen inicial. Además otras cláusulas te indicaban que entre las obligaciones de tu trabajo figurarían la realización de albumes fotográficos y de vídeo; incluso que se te podrían hacer grabaciones de algunos de tus servicios

El pánico se había adueñado de la joven viuda. ¿Ella había firmado todo aquello? Era evidente que sí. Don Ramiro hablaba con una convicción y seguridad que no dejaba lugar a la duda. Era evidente que ese discurso lo había empleado en más de una ocasión… Si leía su contrato encontraría todas aquellas cláusulas y artículos que en su ingenuidad había ignorado antes de firmar… Don Ramiro había interrumpido su explicación al observar cómo las lágrimas inundaban el rostro de la joven.

No tienes por qué preocuparte, querida. Como te iba diciendo, estas grabaciones son para el uso exclusivo de la empresa. Muy pocas personas tienen acceso a las mismas, sólo nuestros mejores y más exclusivos clientes. Y en cualquier caso, si se deseara darles un uso más general o público tendríamos que contar con tu autorización expresa en un contrato independiente donde se incluirían tus derechos de imagen y el porcentaje de beneficios que te correspondería, etc… Es decir, que estas grabaciones son privadas de nuestra empresa, no te preocupes muy pocas personas las conocen y muchas menos las llegarán a ver… Anda tranquilízate y sécate esas lágrimas, toma mi pañuelo

Gra… gracias. Yo… No… Perdone

No te preocupes querida. Son muchas cosas nuevas, y el mundo de los negocios tienen muchos entresijos y recovecos que marean incluso a los más expertos y avezados. Tranquilízate, como te estoy repitiendo, estamos muy satisfechos tanto por tu evaluación como por tu primer servicio. Si mantienes esta misma actitud sacarás mucho más provecho del que imaginas. Este oficio también tiene sus compensaciones. No te preocupes como quedamos la discreción está asegurada. Nadie que tú no quieras se enterará de la verdadera naturaleza de nuestro acuerdo… Pasa al baño un momento y componte un poco el maquillaje

Sandra pasó al baño y se retocó el maquillaje distrayéndose momentáneamente de las preocupaciones que la habían atormentado. Después de todo Don Ramiro parecía un hombre respetable, si él le aseguraba la total discreción de las grabaciones, no tenía por qué dudar… Cuando regresó al despacho se sobresaltó al ver a Irene y a Don Ramiro comentando algunos aspectos de su actuación así como algunas fotos tomadas durante su evaluación. Sobre la mesa de trabajo, además del ordenador portátil estaban unos dildos con la base más ancha lo que les permitía colocarlos de pie con más facilidad. Era evidente de que la entrevista con su jefe no había terminado aún y duraría algún tiempo más. Sandra comenzó a mentalizarse para realizar un nuevo servicio.

¿Ya estás mejor Sandra? ¿Más tranquila? Preguntó Don Ramiro en cuanto se percató de la entrada de su empleada.

Sí señor muchas gracias. Yo

No tienes por qué disculparte. La interrumpió Don Ramiro. Te comprendo perfectamente. Si estás preparada siéntate y te comento algunas cosas

Sandra se sentó, más que nada porque los nervios volvían a apoderarse de ella y temía perder el equilibrio. Había visto algunas de las fotos que estaban comentando Irene y su jefe y el bochorno, la vergüenza que sentía por verse en ellas se veía incrementado al pensar que ahora estarían accesibles a muchos desconocidos. ¿Cuántas personas se masturbarían a su salud? La misma idea torturaba y la azoraba por igual. Sin embargo se obligó a no apartar la mirada de sus superiores en un intento de demostrar entereza o ¿era la curiosidad por ver cómo aparecía en aquellas fotografías? Ella misma se sorprendía por aquellos turbadores razonamientos. Su cuerpo no tardó en traicionarla, pronto notó como sus braguitas se humedecían. Verdaderamente era mucho más puta de lo que le gustaría reconocer.

Verás prosiguió Don Ramiro, hemos notado que aunque respondes muy bien, eres bastante novata en algunos aspectos del sexo. Sólo te habías acostado con tu esposo y por lo que nos dijiste no era muy creativo por calificarlo de alguna manera. Así que tenemos que aprovechar bien este mes para por decirlo de algún modo actualizarte y prepararte para atender a los muy diversos gustos de nuestros clientes. No te preocupes dadas tus innatas cualidades pronto estarás al día. (Añadió con una maliciosa sonrisa de complicidad hacia Irene.) Por ejemplo ¿Has estado alguna vez con una mujer?

¿Qué quiere decir? ¿Hacer el amor con otra mujer? NO. Yo no soy de esas… lesbianas.

Nos lo imaginábamos. Por eso es hora de que comiences a practicar. A ver cómo atiendes a mi Irenita

No yo no soy lesbiana, yo no sé… (Empezó a protestar débilmente.)

Oye mala puta. (La interrumpió Don Ramiro alzando la voz.) Las zorras no tienen preferencias sexuales. No son ni hetero, ni homo, ni bisexuales las putas son lo que su cliente les pida que sean. Son ellas las que trabajan y han de dejar satisfechos a sus clientes. Y tampoco creas que escogen a sus clientes, lo más que pueden hacer es exigir el pago por sus servicios. ¿Te has enterado? Así que levántate y trata de hacer una buena "tortilla".

Sandra se levantó y se dirigió hacia Irene, la secretaria de Don Ramiro, que la esperaba con una media sonrisa y los ojos llenos de lujuria. Desde que la viera abierta de piernas durante la entrevista inicial no había dejado de desearla. Ya entonces quiso saborear aquellos pechos y sorber el néctar del por entonces peludo y jugoso coño de Sandra. Si no lo hizo fue porque sabía muy bien que su jefe se enfadaría y porque estaba segura de que Don Ramiro no tardaría en presentársela. Ahora estaba deseosa de ver cómo le habían arreglado "el conejo" en el centro de belleza y sobre todo catar su sabor.

Sandra no sabía qué hacer estaba frente a Irene tratando de pensar en cual sería el primer paso. Menos mal que Irene acudió en su ayuda y sin darle mucho tiempo la abrazó y la besó apasionadamente en la boca. Sandra se repuso rápidamente a la sorpresa inicial y empezó a corresponder torpemente a la juguetona lengua de su compañera. Poco a poco suavemente Irene la fue desnudando y conduciendo a los sofás de una de las esquinas del despacho. Con seguridad y ternura la iba despojando de cada una de sus prendas, la chaqueta, la blusa, la falda… Sandra imitaba a su instructora, pronto un reguero de prendas formaron un camino que conducía desde el sillón de Don Ramiro hasta los sofás donde solía tomar café con sus socios. Aunque las dos mujeres se entrelazaban en una dulce maraña de caricias, besos y abrazos. Se percibía que los movimientos y acciones de Sandra eran más forzados y tensos que los de Irene cuyas caricias y atenciones parecían sucederse con total naturalidad. Las dos mujeres se recostaron sobre el sofá de tres plazas al tiempo que sus manos buscaban con dulce calma el broche de sus sostenes.

Las suaves manos de Irene la despojaron del sujetador y los liberados pechos de Sandra recibieron las generosas atenciones de la ávida boca de su compañera. Sandra estaba profundamente turbada las cálidas atenciones de Irene, la fina suavidad de su piel, la dulzura de sus sabias caricias… la estaban excitando de un modo que jamás había llegado a imaginar. Comprobaba con asombro cómo se humedecía su entrepierna y cómo trataba de buscar furtivamente su roce con las tersas piernas de Irene. Nunca se había imaginado que el sutil tacto de otra mujer pudiera llegar a despertar sus apetitos sexuales, pero estaba sucediendo. Las más que hábiles manos de Irene sabían perfectamente cómo acariciarla. A veces no era más que un tenue roce sobre su pecho o cuello otras era una firme presión sobre sus enhiestos pezones. Unas veces sus labios apenas rozaban su excitada piel despertando sus sentidos, otras sus dientes mordían dulcemente llamando al dolor pero sin llegar provocarlo. Su lengua juguetona recorría incansable todos los recovecos de su cuerpo deteniéndose justo en aquellos lugares donde por su especial sensibilidad así lo demandaban sus más íntimos deseos. Parecía conocer de antemano cuales eran las zonas a estimular y regulaba perfectamente la intensidad y la duración de sus caricias. Ella trataba de corresponderla imitando todas sus atenciones pero le parecía que no era sino un pálido reflejo de los tiernos arrumacos que recibía. Pronto se convenció de que no podría igualar la habilidad de su amante y eso alimentaba su incertidumbre y preocupación. Siempre iba a remolque repitiendo los movimientos de su maestra y eso no estaba bien, no funcionaba, debía complacer a su cliente, hacerla gozar y no lo estaba consiguiendo. Sin embargo lentamente, de un modo casi imperceptible, Sandra se sumía lentamente en las cálidas aguas de la lujuria, dejándose llevar por el frenesí comenzó a despertar la febril libido de Irene. La secretaria no pudo reprimir unos quedos gemidos, la puta empezaba a hacer bien su trabajo.

Don Ramiro no perdía detalle del espectáculo que le proporcionaban sus putas. Aunque Irene era su secretaria particular no se olvidaba de cómo entró en su empresa. Sabía que Irene se tomaría su tiempo en instruir y enseñar los principios del amor lésbico a Sandra. Tenía el mismo lema que él "sin prisas, con calma"; de modo que se acomodó en su sillón y comenzó a fumarse un habano al tiempo que se servía un whisky. Así se controlaba mejor los incipientes impulsos que lo instaban a acariciar su entrepierna y acercarse a sus empleadas.

Irene hizo que Sandra se tumbase sobre el sofá y le dio la vuelta. Controlaba la situación con la seguridad que da la experiencia y el saber qué se desea. Se concentró en besar y morder suavemente el cuello, la nuca y los lóbulos de las orejas. Al mismo tiempo sus duros pezones le rozaban la espalda mientras sus manos masajeaban los pechos y el vientre de Sandra. De vez en cuando descendía besando su espalda, amasando sus glúteos y acariciando sus bien torneadas piernas, el interior de sus muslos, acercándose a su vulva pero sin llegar siquiera a rozarla. Sandra no podía contener ya su deseo, la pasión que despertaba los sabios roces de Irene se abría paso por todo su cuerpo concentrándose en inevitablemente en su sexo. Sus gemidos eran cada vez más frecuentes e intensos a pesar de los esfuerzos que hacía por contenerlos. Sus manos se acercaron a su entrepierna buscando acariciar el botoncito que pugnaba enhiesto por salir de entre los pliegues de su rajita, pero Irene con firmeza impidió que llegara a acariciarlo. La humedad de su vagina se desbordaba incontenible empapando las finas braguitas que la tapaban, aquella mujer la estaba llevando inexorablemente a las cumbres del orgasmo. Ya no se reprimía, no pensaba en quién la estaba proporcionando tanto placer, únicamente se concentraba en el indescriptible cúmulo de sensaciones que se despertaban con cada roce, con cada susurro que las manos, los pezones, los labios de Irene arrancaban de una más que hipersensible piel

¿Estás caliente eh zorrita?

Sí… Ufff… sí… sigue…ahhm

¿Quieres que siga? ¿No te importa que te folle una mujer? ¿Te gusta el rollo bollo?

SÍÍͅ ahhhmm

Dilo, dile a Don Ramiro lo que eres de verdad

Soy… soy una puta… una zorra

Una puta y qué más… Vamos reconoce que te gusta follar con mujeres zorra. No eres más que una guarra que ha vivido reprimida.

Irene le dio un fuerte cachete en su culo como animándola a confesar

Ay, sí soy una furcia… mmm… una furcia que solo quireee… quiere follar. Soy una buscona… que no le importa acostarse con hombres o con mujeres… sólo quiero que me follen

Eso es sólo sirves para follar. Estás aquí para follar, eres una mala puta y debes aprender a follar.

Sí… No sé follar… enséñeme ama.

¿Ama? ZASSS. (El cachete fue más que fuerte y resonó por toda la habitación.) No sabes lo que es un ama mala puta. Pero ya aprenderás… Tienes tiempo para aprender… ¿Seguimos con la lección zorra? ¿Quieres que te enseñe a comer un coño?

Sí… sí por favor… señora, enseñe a esta buscona

Sandra estaba ofuscada, jamás se hubiese imaginado ser capaz de semejante comportamiento, no sólo utilizaba un lenguaje cada vez más soez y vulgar, se estaba entregando a una mujer. Es más le estaba suplicando a otra mujer que la poseyera que la instruyese en el amor sáfico. Unos días antes si alguien le hubiese insinuado algo de aquello habría huido aterrorizada, en cambio ahora… Ahora se retorcía, gemía como una gata en celo buscando las caricias y los roces de Irene. Sus caderas, su culo se movían buscando con ansia encontrarse con alguna parte del cuerpo de su compañera no importaba cual con tal que la ayudara a estimular su cada vez más encendido botoncito.

Irene queriendo prolongar más su agonía le fue quitando sus braguitas muy despacito. Sonreía cuando su pupila se esforzaba en vano por encontrarse con ella, se detenía de vez en cuando para oírla suplicar por un nuevo contacto, un nuevo roce que la acercara un poco más al orgasmo. Pero aún era pronto muy pronto, quedaba mucha tarde… Una vez eliminada la restricción del tanga. Miró hacia atrás buscando la aprobación de Don Ramiro e hizo que Sandra se voltease nuevamente sobre el sofá. Ahora podía ver por primera vez el delicado trabajo que el centro de belleza había realizado sobre el pubis de Sandra. Miró complacida, el lampiño coñito de Sandra se movía describiendo pequeños círculos invitándola a comérselo. Sus labios brillaban por los rezumantes jugos que exudaba en abundancia su vagina. El túnel del amor se preparaba para una penetración que no llegaría, no por ahora. Claro que la penetración es una más de las múltiples maneras como una mujer puede llegar al orgasmo

Sandra gimió una vez más, su calentura aumentaba exponencialmente con cada demora de las atenciones de Irene. Deseaba llegar al orgasmo cada vez con más ansia. El fuego de su interior no atendía ya a ningún tipo de razón muy a su pesar comenzó a suplicar

Cómame… cómame señora. Se lo suplico

Está bien mala pécora. Abre tus piernas y no te muevas si no quieres que te deje.

Sandra obedeció al instante separando sus piernas al máximo ayudándose con sus manos para conseguirlo. Así con sus manos asiendo sus tobillos expuso obscenamente su sexo. Los labios mayores ligeramente entreabiertos dejaron vislumbrar el fuego que latía en el interior de su caldera. Irene, golosa, se apresuró a saborear los jugos que manaban a través de ellos arrancando nuevos gemidos desesperados de la garganta de su aprendiza. ¡Cómo disfrutaba con aquella perra! Con delicadeza fue pasando su traviesa lengua por el interior de sus muslos acercándose cada vez más al centro del placer. Por fin llegó a las inmediaciones de la vulva recorrió incansable toda la superficie de sus labios mayores procurando evitar su interior, y rozar de algún modo el exaltado clítoris. Sandra deseaba aquella lengua en su interior y se sentía tentada a asir la cabeza de su compañera para obligarla a hacerlo sin embargo algo en su interior le decía que no debía hacerlo. Cuando por un instante sus ojos se encontraron con los de Don Ramiro supo que no se equivocaba; debía aguantar sumisa las atenciones de Irene por más que la torturasen.

Irene seguía lamiendo con asombrosa parsimonia aquel chorreante chochete. Buscaba con la mirada los angustiados ojos de Sandra que embriagados por el lento quehacer de su colega no paraban de moverse. Con fría determinación calculaba el siguiente lametón, una precisa caricia que la hiciera agonizar, que la obligara a demandar más placer pero evitando su clímax. Sus manos no se estaban quietas y seguían amasando y pellizcando los pechos y el vientre de Sandra distrayéndola momentáneamente de las atenciones que recibía en su pelvis. El desencajado rostro de Sandra evidenciaba la pericia de su maestra, la dulce tortura parecía prolongarse eternamente y apenas se había acercado a sorber los abundantes jugos que ahora manaban de su cuevita como si de un cálido manantial se tratara… Un solo lametón más y llegaría el ansiado orgasmo, una sola caricia, un tenue roce y su cuerpo estallaría envuelto en las continuas oleadas de placer eléctrico que la sacudirían sin remedio al estimular su clítoris

Un rápido chupetón, un tímido beso… la agitada respiración, el pulso acelerado, los guturales sonidos animales, la intensa tensión de los forzados músculos todo indicaba que el clímax no tardaría en llegar. Por eso Irene se detuvo. Un simple soplido y Sandra estallaría en un incontrolable orgasmo, pero no quería dárselo. Sandra era la puta era ella la que debía trabajar no recibir

¿Te has fijado puta en cómo se hace? ¿Has aprendido?

SÍÍÍͅ Por… por favor

Calla zorra. Vamos a ver cuánto has aprendido. Ahora me toca a mí, hazme gozar. Vamos.

Irene le propinó un fuerte cachete como para reforzar el imperativo tono con que la hablaba. Aturdida, frustrada por el negado placer largamente anhelado Sandra se vio obligada a reconocer su humillante estado. No estaba con su amante, estaba con su cliente y debía complacerla a toda costa por más que esta fuese insensible o cruel. Sus sentimientos, su placer, no contaban eran accesorios debía aprenderlo pronto y sus jefes se lo estaban enseñando muy bien. Torpemente consiguió incorporarse para atender las demandas de Irene. Tratando de imitarla comenzó a besarla con dulzura tratando de dominar la intensa pasión que la embargaba. Irene con deliberada malicia se aseguró de que las manos de Sandra estuviesen sobre su cuerpo y no se pudiesen acercar a su sexo. Fundidas en un cálido abrazo Sandra logró que Irene se tumbase sobre el sofá. Sus caricias eran mucho más torpes que las de Irene, en parte por su propia inexperiencia y en parte por el intenso fuego que ardía en su vagina. Aquello la molestaba e inquietaba por igual. Por un lado le atemorizaba lo que su jefe podría pensar y hacer si no conseguía satisfacer a Irene; por otro ansiaba lograr el frustrado orgasmo y para ello debía complacer a su maestra. Desesperada comenzó a quitarle las braguitas a Irene. Para alivio pudo comprobar que si bien no estaba tan excitada como ella su sexo brillaba con las primeras gotas de la pasión. Se lanzó a comer la fruta que tan claramente se la ofrecía

¿Qué tal lo hace la puta, querida?

Intervino Don Ramiro. El espectáculo ofrecido por ambas mujeres era soberbio, ahora podía observar en primer plano el palpitante conejo de Sandra. Trataba de seguir las evoluciones de la ansiosa pelvis su puta. Su enhiesto falo comenzaba a erguirse en todo su esplendor preparándose para el postre.

Le pone ganas e interés pero aun tiene mucho que aprender.

Es extraño. Siempre he oído decir que las que mejor saben comer un coño son las mujeres porque saben lo que les gusta.

Aquellas palabras hirieron a Sandra que apenas podía contener las lágrimas y la rabia. No solo era una puta era una puta incompetente incapaz de realizar su trabajo. Sin embargo las palabras de Don Ramiro tuvieron la virtud de proporcionarle una salida. ¿Cómo no había pensado en ello? Irene era otra mujer, seguro que le gustaban las cosas que le gustaban a ella. Dejó de esforzarse por imitar las acciones de su maestra y comenzó a concentrarse en las cosas que la excitaban a ella. Las llamas que ardían en su caldera parecían haber bajado en intensidad y aunque seguía deseando llenar su coño con algo sólido ahora podía controlar mejor su pasión.

Dejó de devorar el coño de Irene que a pesar de la brusquedad del asalto de la boca y la lengua de Sandra había comenzado a manar tímidamente. Se tomó un respiro que sorprendió a su maestra y mirándola a los ojos se acercó a su entrepierna mientras sonreía con picardía. Cuando sus carnosos labios iban a besar los tiernos pliegues de Irene se detuvo a unos milímetros y sopló suavemente. Irene gimió con fuerza, aquello la había pillado desprevenida el tibio calorcillo que desprendía su vagina contrastaba con el frescor que proporcionaba el aire exhalado al evaporar la mezcla de flujos y saliva acumulada en la superficie de su sexo. Su clítoris ansioso se hinchó buscando un mayor contacto con aquellas corrientes tan estimulantes. Un par de rápidos lametazos sobre el erecto botoncito la hicieron retorcerse y gemir de nuevo.

AAHH… ¿Dónde has aprendido eso Zorra? UMMMmmm

Tengo unos buenos maestros

Los dedos de Sandra comenzaron juguetones a separar los labios mayores permitiéndole un mejor acceso a la cuevita de Irene. Sandra olfateó los efluvios que provenían de ella hasta ese momento no se había parado a saborear el néctar que su maestra le ofrecía. Se sorprendió al comprobar que aunque similares había ciertas diferencias con el sabor de los suyos propios. Claro que podría deberse a que esta era la primera vez que saboreaba los flujos femeninos directamente de su fuente y no a través de sus dedos, una polla u otros artilugios. Tendría que catar más coños para comprobarlo… Aquel inesperado razonamiento la hizo convencerse de lo mucho que se estaba emputeciendo. Es evidente que se estaba transformando en otra mujer, o ¿acaso estaba descubriendo cómo era realmente?

La pequeña interrupción provocada por estos pensamientos, tuvo la virtud de incrementar el deseo de Irene. Su pelvis se movía rítmicamente intentando encontrarse con la cercana boca de su pupila. Sandra reaccionó y sorpresivamente introdujo un par de dedos en su vagina con cadencioso movimiento comenzó a follarse a su compañera. Irene quería acelerar el ritmo pero Sandra no se lo permitía. Para colmo cuando su maestra intentó obligarla a acelerarlo sujetando su cabeza, Sandra con decisión, las guió hasta los pechos de su tutora. Irene comprendió y comenzó a masajear y pellizcar sus propios pechos y tratando en ocasiones de lamer sus propios pezones. Sandra por su parte se concentraba en la entrepierna de Irene. Con una mano jugueteaba por el cada vez más ansioso cuerpo de la secretaria recorriéndolo de palmo a palmo tratando de estimular las zonas más insospechadas. La otra se concentraba en follar el inundado coño. Los dedos corazón y anular buscaban profundizar en la hambrienta cavidad mientras que el pulgar se encargaba de mantener contento el botoncito de placer. A veces horizontalmente, otras verticalmente los continuos cambios de ritmo y giros de los hábiles dedos de Sandra avivaban las llamas de la pasión en el interior de Irene. Ésta ya no se podía reprimir y a pesar de que trataba de dominarse las atenciones de Sandra la arrastraban con inexorable paso al ansiado clímax. ¡Qué rápido aprende esta puta! Mierda me voy a correr… pensaba.

Cuando Sandra se percató de la inminencia del orgasmo de su "partenaire" cambió de táctica.

¡Qué haces puta no te detengas! Chilló Irene con desesperación.

Sandra separó al máximo las piernas de Irene y se introdujo con la lengua lo más que pudo hasta las profundidades de la vagina que se le ofrecía. Con una avidez insospechada comenzó a sorber tragar los abundantes flujos que manaban incontenibles. Inesperadamente los flujos comenzaron a saltar y salpicar su rostro. Como si de un volcán se tratase el coño de Irene expulsaba corrientes de flujo transparente imposibles de contener por la lengua y la boca de Sandra que a duras penas se podía mantener en la entrada de la cueva. Irene no controlaba su cuerpo, su pelvis se movía espasmódicamente arrastrándolo con movimientos descoordinados sobre el sufrido sofá. Su garganta se desgañitaba en un prolongado gemido ininteligible.

Irene había alcanzado su orgasmo. Hacía mucho que no tenía uno tan intenso y salvaje. Sandra era una puta novata pero era una puta de primera

Poco a poco Irene fue recuperando el dominio sobre sí misma. Cuando comenzó a recuperar el aliento dirigió su atención a Sandra que seguía pegada lamiendo su coño con ternura. Sujetándola suavemente la mandíbula la obligó a mirarle a los ojos.

Eres buena Sandrita. Eres un Zorrón de primera. Hacía mucho tiempo que nadie me comía el coño de esta manera.

Gracias señora. Dijo Sandra ruborizándose intensamente.

Sí ya te comenté que es un material de excelente calidad como hacía mucho no encontrábamos. Intervino Don Ramiro. Pero no vaya a ser que atendiéndote a ti se olvide de las buenas costumbres… Anda cariño toma una piruleta.