El acuerdo (4)
Está próximo el final de la evaluación...
El acuerdo 4
¿Te lo has pasado bien, putita?
Sí Don Ramiro.
Es evidente de que sí. Pero ¿quién tiene que pasárselo bien, zorrita?
El cliente...
Bien yo me lo he pasado bien haciéndote gozar. Pero creo que es hora de que me correspondas...
Don Ramiro echó su cuerpo hacia atrás recostándose en su sillón invitando a Sandra a contemplar el enorme bulto que se remarcaba en la entrepierna de su pantalón. Rápidamente, sin pensarlo, Sandra saltó desde la mesa y se colocó enfrente de su patrón. Separando sus piernas se fue sentando a horcajadas encima de Don Ramiro sin llegar a hacerlo del todo. Con suavidad fue acercando sus labios a la lasciva boca de su jefe y comenzó a darle un húmedo, cálido y prolongado beso. Ambas lenguas se encontraron danzando una junto a la otra procurando llegar hasta el último rincón de sus bocas. Sandra reconoció el sabor de sus flujos en la boca de Don Ramiro y éste descubrió una agradable frescura en la de Sandra. Las manos de Sandra no se estuvieron quietas, hábilmente y con una exquisita ternura recorrieron el torso de su jefe comenzando a desabrocharle la camisa y acariciar su pecho. Don Ramiro no era un hombre velludo pero no era lampiño como su difunto esposo por lo que aquel pecho desató nuevas sensaciones en ella.
Don Ramiro por su parte tampoco se estuvo quieto y recorría el cuerpo de Sandra con avidez. Quería disfrutar de la suavidad y la tersura de la piel de su empleada al máximo. Fue recorriendo su vientre y sus costados hasta llegar a sus pechos que masajeó, estrujó y pellizcó con suavidad. Deteniéndose es estimular los duros pezones de su nueva puta. Le había sorprendido la rápida respuesta a su demanda por parte de Sandrita aunque pronto cayó en la cuenta, la muy zorra había disfrutado de veras, incluso le había dado las gracias. Ella no era su amante, era su empleada puta y debía recordárselo. Durante un rato, la estuvo dejando hacer porque sabía que muy pronto tendría ocasión de recordárselo de un modo que no llevaría a dudas.
Sandra seguía imaginándose que Don Ramiro era su amante, aquel engaño imaginado le había funcionado y pensaba que le valdría para poder trabajar como puta. Se decía que si veía a sus futuros clientes como sus amantes no estaría vendiendo su cuerpo a unos desconocidos. Ya le había quitado la camisa a Don Ramiro y ahora besaba apasionadamente el pecho de su patrón estimulando los pezones que pronto se irguieron ante las atenciones recibidas. Mientras sus manos desabrochaban la correa y los pantalones y comenzó a quitárselos. Don Ramiro la ayudó a hacerlo, preguntándose cual sería el siguiente paso de su puta. Cuando Sandra hizo ademán de volver a recostarse sobre él supo que llegó su momento...
No puta. No me apetecen más besos. Quiero que me quites el slip sin usar tus manos... Seguro que con tu imaginación encuentra un modo de hacerlo. Echa tus manos atrás y quítamelo.
Sandra se sobresaltó un momento. El tono de Don Ramiro volvía a ser exigente, había pagado por ella y quería recordárselo. Miró hacia el bóxer de su jefe y se sobresaltó al comprobar el tamaño de su protuberancia. En el punto más alto se observaba una manchita, era evidente que su cliente estaba gozando de la experiencia pero quería algo más de lo que había recibido. En cierto modo es justo, yo he tenido tres orgasmos de aúpa y él ninguno, se dijo. Se agachó con las manos a la espalda y acercó su cabeza al bajo vientre de su jefe buscando el elástico de los calzoncillos. Al hacerlo olió el aroma que emanaba de ellos y se alegró. Umm, huele a limpio...
Logró Sandra asir con sus dientes el borde de la tela sin pellizcar a su jefe y comenzó a tirar de ella, pero se le escapó y no consiguió gran cosa. Volvió a intentarlo un par de veces con idéntico resultado. Don Ramiro aprovechaba para sobar y magrear el cuerpo de su puta aquí y allá. La dejaba hacer porque la inexperiencia que mostraba prolongaba su placer al tiempo que le daría oportunidad de humillarla un poco más.
¿Es que no sabes quitar unos calzoncillos mala puta?
No es fácil Don Ramiro, se escurre la tela con los elásticos.
Pues coge más tela por otra parte...
Era cierto, Sandra ya fuera por vergüenza o por cualquier otra razón había evitado acercarse a la enorme protuberancia que se observaba en la entrepierna de Don Ramiro. Siguiendo el consejo de su jefe, Sandra logró asir la tela suficiente como para salvar el obstáculo que suponía la enorme erección. Una vez superado esta Sandra logró deshacerse de la prenda sin mayores dificultades. Aunque para ello tuvo que arrodillarse. Una vez cumplida la orden, Sandra pudo contemplar por primera vez la herramienta que calzaba su jefe. Se quedó boquiabierta, era grandísima, tan grande como el consolador enorme que había en la cajita. ¿Cómo me voy a meter todo eso? Se preguntó.
¿Te gusta mi pija, eh puta?
Sí. Logró decir Sandra bastante apurada.
Pues anda chupa...
Es... es muy grande, no me va a caber... Nunca había visto una así...
Eso es por falta de experiencia. Cuando hayas trabajado unos meses o años podrás emitir una opinión más profesional. Ya veremos si entra o deja de entrar, de momento empieza lamiendo mis cojones para seguir por mástil más tarde. Y no uses tus manos, sólo tu boca...
Resignada Sandra siguió las instrucciones de su jefe, algo nerviosa temiendo el momento en que esa monstruosidad fuese a entrar en su coño y en su boca. No se le hizo fácil, al tener que seguir con sus manos a la espalda no podía guardar bien el equilibrio. Con lo que el roce de su cara con los genitales de Don Ramiro era mucho más constante. Ya que al caer, tendía a apoyar su cara contra la polla que se le ofrecía. Sandra comenzaba a ser consciente otra vez de la degradada situación que estaba viviendo. No estaba haciendo el amor con su amante, estaba follando con un cliente y debía esforzarse por hacer las cosas del modo que éste quisiera...
Don Ramiro, gimió quedamente al recibir las primeras atenciones de la lengua de Sandra. Tal y como le había ordenado, Sandra dedicó unos minutos a chupar y lamer sus testículos para ir recorriendo su tranca, primero con la punta de la lengua, luego con toda ella arriba y abajo, arriba y abajo. Al llegar arriba, Sandra se entretenía unos instantes lamiendo la cabeza con movimientos circulares de izquierda a derecha y viceversa sin llegar a introducirla en su cálida boca. Después volvía a descender por su tronco para repetir el camino inverso sin descanso, salvo algunas pequeñas interrupciones debidas a la pérdida del equilibrio, lo que las hacía más excitantes. De vez en cuando volvía a trabajarle las pelotas para que éstas no se quejasen del trato que recibía su hermano mayor...
Sabes usar tu lengua putita. ¿Se la chupabas a tu esposo, zorra?
Don Ramiro volvía a rebajar a Sandra intencionalmente.
Sí señor.
Respondió escuetamente Sandra, no le gustaba que mancillaran el recuerdo de su marido recordándole lo que se veía obligada a hacer. Cada vez se sentía más rebajada y humillada por esos comentarios.
¿Te dijo alguien que vinieses con el pelo recogido?
No señor. Siempre me ha gustado llevar el cabello recogido al ir a entrevistas laborales.
Sí es una buena costumbre. ¿Sabes por qué me gusta que te recojas el pelo?
No Don Ramiro.
Sigue con tu tarea, no te detengas... A mí me gusta que mis putas tengan el pelo recogido porque me permite ver mejor sus caras de viciosa mientras me la chupan y se la tragan entera, así no tengo que sujetárselo yo.
Sandra compendió de inmediato lo que quería su jefe. El temido momento de introducir aquella mole había llegado. Ahora iba a tomar medidas reales de primera mano de la longitud y grosor de aquel enhiesto falo. Quiso demorar un poco más la introducción de aquel mastodonte pero su instinto le dijo que era mejor no contrariar a su jefe. Al fin y al cabo a una puta se la paga para que haga las cosas que quieren los clientes. El cliente pide y la puta hace. Se recordó. Así, que le dio unos tímidos besitos al capullo como para preparar a su boca a lo que se le venía... Poco a poco iba separando más sus labios ampliando la superficie del capullo que quedaba encerrada entre ellos. Así despacito logró que su boca lo admitiera. Su lengua juguetona recorría toda la punta de aquel enorme nabo para mayor disfrute de su dueño. Volviéndoselo a sacar se admiró a sí misma por haber conseguido abarcarlo sin que se le partiese la boca. Sin demorarse mucho volvió a introducirse el magnífico aparato llegando un poco más lejos, ahora había abarcado todo el capullo y un poco más. Así poco a poco comenzó un agradable vaivén que le permitía abarcar hasta poco más de la mitad de la tranca de Don Ramiro. Creía Sandra que con eso bastaría, qué equivocada estaba...
¿Sabes zorrita qué otra cosa me gusta que hagan mis putas cuando se la meto por alguno de sus agujeros? Que me miren a los ojos. Me gusta que me miren a los ojos porque así os podéis asegurar de que estáis haciendo un buen trabajo. Así que alza la vista Sandrita quiero ver esos ojazos azules de puta que tienes.
Sandra se obligó a mirar a los ojos de su jefe. Se sentía terriblemente humillada, incómoda, de rodillas, con las manos a la espalda, con una enorme verga en su boca y mirando a aquel hombre que la observaba con la indiferencia con que se mira a un objeto. Si aquel hombre la estimaba o valoraba en algo era por el dinero que había tenido que desembolsar por sus servicios, pero nada más. Lo peor era tener que mirarlo, hasta ahora cuando había sentido el rubor de la humillación y la vergüenza había conseguido disiparlo agachando la cabeza o cerrando los ojos. Al no mirar al hombre que la rebajaba conseguía evadirse de la ingominiosa situación y fantasear aliviando su desventura. Ahora al mantener el contacto visual no podía escapar a su situación. Era una fulana dispuesta a hacer todo lo que la dijeran por dinero. Y ahora tenía que tragar aquel grueso y enorme palo que parecía no acabar nunca. A pesar de sus esfuerzos no había conseguido llegar hasta su base, empezaban a dolerle las quijadas y Don Ramiro no parecía dispuesto a cambiar de posición...
Parece que sabes usar tu boca zorra. Vamos a jugar un poco. Cuando yo te haga una señal habrás de decirme si tengo los ojos abiertos o cerrados. Como sé que no puedes hablar con la boca llena, si tengo los ojos cerrados me das unos lametones en la punta con tu lengua juguetona y si los tengo abiertos, me das un sonoro chupetón al sacarte mi cipote de la boca y me pajeas un poco...
Mientras le decía todo esto colocó a Sandra de cuclillas entre una de sus piernas, de modo que podía acariciar su chochito con su pie. Al mismo tiempo le agarró un pecho y sujetó uno de sus duros pezones con sus dedos.
Cuando te apriete la teta me contestas. Vamos a hacer una prueba para ver si lo has entendido, zorra. Como es una prueba me puedes contestar con palabras. Mientras para no estar sin hacer nada puedes pajearme un poco creo que tengo la poya lo suficientemente lubricada como para que puedas hacerlo sin problemas.
Dicho esto Don Ramiro apretó un poco su pecho. Aunque al mismo tiempo con el dedo gordo de su pie comenzó a hurgar entre sus pliegues. Debido a esto Sandra se distrajo y no contestó.
¡AAAYYY!
Don Ramiro le había pellizcado con fuerza su pezón haciéndole daño.
No has contestado zorra.
Don Ramiro volvió a preguntar varias veces presionando levemente su pezón.
Abiertos.
Abiertos.
Cerrados.
Abiertos.
Bien parece que lo has entendido. Es un juego sencillo... Deja de pajearme y comencemos a jugar. ¡Ah! como ayuda, puedes usar tus manos.
Por un lado, Sandra se sintió momentáneamente aliviada al poder dejar descansar su boca y cambiar su posición y poder usar sus manos. Por otro lado, no era muy cómodo estar de cuclillas y mucho menos participar en aquel degradante juego que ahora la obligaba a mamarle la poya a su jefe y continuar manteniendo el contacto visual. El juego había comenzado y Don Ramiro no se demoró en hacer contestar a su puta. Esta iba lamiendo o chupando según los caprichos de su jefe. Entonces Don Ramiro echó su cabeza hacia atrás y preguntó. Sabía que Sandra no podía verle los ojos por lo que tendría que responder a ciegas. Las dos o tres primeras veces que le preguntó así, dio las respuestas como acertadas.
¡AAAYYY! Con la cabeza hacia atrás no puedo verle. Se quejó Sandra.
No protestaste cuándo acertaste antes. No te quejes ahora.
Sandra comprendió en seguida, que se encontraba a merced de su jefe. Si este quería le haría daño sin poder evitarlo. Ahora además de rebajada y humillada se sentía indefensa. Hacía esfuerzos por reprimir su llanto.
Don Ramiro estuvo un buen rato jugando con ella. Ora la dejaba tranquila y daba por buena sus respuestas, ora la castigaba haciéndola gritar y llorar. Sandra lloraba más por la indefensión y la humillación que por verdadero dolor. Al mismo tiempo, el placer que sentía en su entrepierna por las evoluciones del dedo de Don Ramiro en su coño la avergonzaba más. Cuando Don Ramiro se cansó de jugar con ella la conminó a seguir con una buena mamada hasta el fondo. Sandra se esforzaba por complacer a su jefe pero no alcanzaba a cumplir la orden de llegar a la base. Le quedaba aproximadamente un tercio de recorrido pero es que le llegaba a la campanilla y sentía arcadas. La abundante saliva que producía con sus esfuerzos no parecían impresionar a su patrón quien la miraba con severidad.
Espera un momento. Ahora, saca la lengua y traga hasta donde puedas, no te canses más.
Sandra se confió al creer que esta era otra petición más de su jefe. Pero cuando había subido y bajado dos o tres veces, Don Ramiro le sujetó la cabeza. Primero con suavidad la dejó subir y bajar dos veces más. Luego, sin previo aviso la empujó con fuerza hasta el fondo. La lengua de Sandra le rozaba los testículos mientras que su capullo percibía los espasmos que se producían en la garganta de la apurada chica. Sandra se agitaba y revolvía tratando de sacar aquel monstruo de su boca pero Don Ramiro la tenía bien sujeta. Las arcadas se sucedían una y otra vez pero Don Ramiro no cedía. Otro pensamiento acudió para angustiar más a Sandra. No podía respirar con aquello en su garganta.
Tranquilízate Zorra. Una buena puta se mete los sables de sus clientes hasta la empuñadura. Cuando hayas aprendido a dominar tus arcadas y tus remilgos podrás decir que sabes hacer una mamada.
Sandra estaba asustada, temía que Don Ramiro la asfixiara con su enorme aparato. Don Ramiro en cambio no quería abusar. Era la primera vez que se la enchufaban tan profundamente y un ataque de pánico de la chica podría ser muy peligroso. Por eso cuando acabó de decirle aquello, la dejó separarse y respirar pero sin dejar de sujetarla por la cabeza. Le costó trabajo pues la tos, las náuseas y la respiración acelerada pugnaban por hacerse con la función dominante. Cuando se hubo recobrado un poco Don Ramiro volvió a dirigir su boca hacia aquel enorme ariete que inmisericorde la atravesaría. Sandra comprendió en seguida lo que debía de hacer, era una puta sumisa y lista. Sacó su lengua y la colocó sobre su labio inferior, abrió su boca y respiró profundamente antes de lanzarse contra aquel mástil. Volvieron las arcadas y Don Ramiro volvió a obligarla a tragar hasta que llegara a sus pelotas.
Sin embargo conforme lograba reprimir sus arcadas, Sandra se sorprendía a sí misma al comprobar que había logrado lo que consideraba imposible. Meterse aquel pollón hasta los huevos algo que no había logrado hacer ni con la pija de su marido aunque esta era mucho más corta. Se enorgullecía de aquel logro lo que al mismo tiempo la hizo sentirse miserable. "Te están obligando a tragarte este trabuco y tú encima lo disfrutas. Eres un putón". Tras varios intentos Don Ramiro comprobó que ya no tenía que empujar, Sandra había aprendido a tragar como una profesional, que en definitiva es lo que era, y hasta le pareció entrever que disfrutaba. "Aprende rápido la muy zorra. Será un putón de primera".
Dejándola libre la dejó que continuara unos minutos más a su aire pero instándola a que siguiera llegando hasta el fondo. Se centró entonces en continuar estimulándola buscando su clítoris con su pie. Pronto comprobó que aquello la gustaba pues su dedo comenzó a humedecerse. Sin embargo, Don Ramiro no podría aguantar mucho más. Su polla estaba a punto de estallar, más dura que el acero se dio cuenta que estaba a punto de vaciarse.
AAAGGHHH, que bien la chupas puta. Sigue así...
No pares zorra, eso es hasta el fondo. AAGGHH.... Sí... Sí
Sandra percibía que a Don Ramiro le quedaba poco para terminar y pensaba separarse de él para continuar pajeándolo y que no se viniese en su boca. Aunque se la había mamado muchas veces a su esposo, éste nunca se había descargado en su boca. La felación siempre era un acto previo al coito de modo que siempre había depositado su semilla en su matriz. Don Ramiro se percató de las intenciones de Sandra y no iba a dejar que la puta se saliese con la suya, agarrándola de nuevo con fuerza la sujetó y comenzó a descargar abundantes chorros de esperma en su garganta, directa al estómago...
Sí... Sí puta trágatela toda sin desperdiciar una gota... OOOOHHHH ¡Qué gusto!
Sandra se vio sorprendida por la operación. Al principio no tuvo más remedio que tragar pues el semen le llegaba casi directamente al estómago. Pero los chorros de lefa parecían no tener fin al sacarla un poco llenaron la boca de Sandra que trató de tragarla pero entre el asco y unas repentinas arcadas comenzó a toser y parte de la leche se le salió por las narices. Logrando sacar aquella manguera de su boca para poder tomar aire no pudo evitar que las últimas descargas le llenaran la cara y algunas gotas alcanzasen su pecho.
Me has ordeñado bien puta... Pero no sabes apreciar lo bueno y has derramado mi leche.
Perdone Don Ramiro, es la primera vez que lo tengo que tragar y me ha sorprendido.
Recoge mi néctar y termina de tragártela. ¿Es que no te tragabas la leche de tu marido?
No él siempre terminaba en otro sitio... Confesó Sandra sofocándose de nuevo.
El arma de Don Ramiro aunque recién descargada aún seguía desafiando a la gravedad, enhiesta, apuntando al techo como si nada hubiese sucedido. Sandra, sorprendida, se dio cuenta de ello y entre ilusionada, verecunda y resignada supo que su examen aún no había terminado...