El acuerdo (2)
Continúa la evaluación de Sandra...
El acuerdo 2
De momento vas para puta cara, escort, modelo o señorita de compañía. ¿Es lo que tu querías, verdad?
Sí señor, ¿puedo vestirme?
No. Cariño tu examen de puta todavía no ha terminado... Has terminado, con nota, todo hay que decirlo las capacidades físicas. Ahora veremos tus habilidades como meretriz. Es decir. Vamos a ver como follas...
Sandra no pudo evitar un par de lágrimas en sus bellos ojos, la tensión reprimida ante los sentimientos de vergüenza y humillación por fin encontraba una salida... El impasible rostro de Don Ramiro no parecía mostrar emoción alguna, aunque interiormente se regocijaba al ver el sufrimiento en el rostro de su empleada. La estaba rebajando y humillando, rompiendo los últimos intentos de resistencia de Sandra ante su aciago destino. Claro que en última instancia, razonó con sorna Don Ramiro, no estaba sino preparándola para aceptar y asimilar su nueva condición de puta. Desde que había firmado su contrato había dejado de ser una mujer para convertirse en una mercancía, un servicio público. Ya no tenía derecho a decidir sobre su cuerpo, ahora éste pertenecía a Don Ramiro quien tenía potestad para usarlo a su antojo. En realidad estaba ayudando a la pobre chica, la estaba facilitando su ingreso en el cuerpo de cortesanas. Cuanto antes se dejara de remilgos y milongas sentimentales mejor. Sandra no estaba en su despacho para contar sus penas, estaba en su despacho para vender su cuerpo, ofreciéndose para satisfacer los deseos sexuales de cualquiera que estuviese dispuesto a pagar por ello.
Vamos niña, ¿Vas a ponerte a trabajar o qué? Te advierto que esas lágrimas no son de mi agrado. A mis clientes no les gustan las putas lloronas, las lloronas no follan bien ¿sabes? Tienen su cabeza puesta en otros asuntos y no satisfacen a sus clientes. Una puta sólo tiene que pensar en una cosa, dejar a su cliente satisfecho. El cliente debe quedar contento después de haber gastado su dinero. Si no queda satisfecho, se sentirá estafado y puede que reclame su dinero. Nosotros estamos aquí para ganar dinero no para perderlo, si no haces bien tu trabajo tendré que destinarte a otros usos... Y créeme no te gustarán, he pagado mucho por ti y tengo que recuperar mi inversión. ¿Lo has entendido?
Sandra seguía llorando mientras las duras palabras de Don Ramiro llenaban su mente. Eres una cualquiera, una puta, una fulana, una zorra, una golfa..., no tienes derecho a quejarte, sólo te está pidiendo que cumplas con tu trabajo, se repetía a sí misma. Tiene toda la razón, he vendido mi cuerpo pero también mi dignidad y mi honra por un montón de dinero. He firmado un contrato y tengo que cumplirlo, se repetía una y otra vez. Sin embargo, al mismo tiempo no dejaba de pensar en su esposo, en los felices años de fidelidad conyugal, en la reconfortante sensación que proporciona el disponer de libertad sobre ti y tu entorno... Vinieron a su mente otros pensamientos, las deudas, las dificultades a la hora de encontrar sustento, los enormes gastos que demandaba la educación de Helena... Al llegar a este punto ante la acuciante situación financiera y pensando en el bienestar de su hija, se resolvió a seguir adelante. Ya había tomado esa decisión antes de entrar en el despacho de Don Ramiro aquella mañana, se recordó. ¿Por qué le estaba resultando tan difícil?
¿Lo has entendido? Volvió a repetir Don Ramiro en un tono más seco.
Sí... Sí señor... lo he... lo he entendido... Perdone. Logró articular Sandra empezando a reprimir su llanto.
Bien... ¿Qué eres?
Una puta.
¿Cómo? No te he oído...
Una puta. Repitió Sandra alzando la voz.
¿Cuál es la única preocupación de una puta?
Sa... satisfacer a su cliente.
¿Quién puede ser cliente tuyo, zorra?
Cual... cualquiera que me pague, señor.
¿Quién es tu cliente ahora, puta?
Usted, Don Ramiro.
Bien, sabes responder bien. Una puta siempre debe demostrar respeto a sus clientes, para eso la pagan... Bueno, consideraremos esto como un pequeño lapsus fruto de los nervios del debut. Toma sécate esas lágrimas antes de que se te estropee el maquillaje. ¿Ves? Ese es otro de los inconvenientes que tiene el llanto para una puta, le estropea el maquillaje y la afea enormemente.
Sandra cogió lo que pensó era un pañuelo, aunque enseguida se percató de que era su propio tanga. Se estaba secando las lágrimas al tiempo que percibía el suave aroma de su propia intimidad. Cuando hubo terminado de recomponerse Don Ramiro le pidió que le devolviese el tanga, me gusta olerte le dijo. Sabes, hubo un tiempo cuando era joven y empezaba en este negocio, en que reconocía a todas y cada una de mis putas por el aroma que se desprendía de sus braguitas, y tenía unas cuantas no te creas... Ahora en cambio tengo tantas que a la mayoría ni las conozco ya sólo atiendo directamente a los casos especiales como el tuyo... Creo que recordaré este aroma durante mucho tiempo.
Gracias. Acertó a responder Sandra, no sabiendo decir si lo que le acababa de decir Don Ramiro era un verdadero cumplido.
¿Ya estás bien Sandrita?
Preguntó en un tono más amable Don Ramiro mientras sus dedos volvían a hurgar en la entrepierna de la chica...
Sí señor. Acertó a responder, sorprendida por la inesperada intromisión.
¿Proseguimos con el examen?
¿Quiere que haga?
Eso me ha gustado, Sandrita. Una buena puta ha de esforzarse por hacer lo que el cliente desea. Si no lo sabe lo mejor es preguntar. Ya le irás cogiendo el tranquillo a esto y con el tiempo sabrás lo que les gusta a tus clientes nada más verlos... De momento, antes de pasar a mayores y para que te relajes un poco, quiero que te sientes sobre mi mesa, te abras bien de piernas y te masturbes un poco. Quiero ver cómo te corres...
¿Cómo? Sí señor...
La inesperada orden alivió un poco a Sandra. La verdad es que hasta el momento a pesar de su viudedad no se podía decir que hubiese conocido a muchos hombres. Había sido mujer de un solo hombre, su difunto esposo había sido el único hombre al que se había entregado. Desde que se conocieran siendo adolescentes ninguno de los dos había buscado otros novios o novias. Habían sido la pareja ideal y sólo la muerte los había separado. Este pensamiento comenzaba a inquietar a Sandra ya que ahora se preguntaba si estaría a la altura de los presumiblemente depravados deseos de Don Ramiro. Nunca se había masturbado delante de su esposo y ahora tendría que hacerlo delante de un hombre al que apenas conocía y con el que únicamente iba a mantener una relación económico-laboral y... también física. Se sentía un poco desconcertada ante este mandato y eso aumentaba su nerviosismo. Los sentimientos de humillación y vergüenza volvían a aflorar ya que se sentía como un mero objeto de placer para el hombre que la observaba... y la pagaba claro.
Separándose de Don Ramiro y sin darse la vuelta dio unos cuantos pasos hacia atrás hasta chocar con el borde de la amplia mesa del despacho de su jefe. Esbozó una tímida sonrisa aunque algo forzada. Apoyó sus manos en el borde de la mesa y dando un pequeño saltito se impulsó para sentarse sobre la misma. Sintió el frío contacto del cristal sobre sus nalgas lo que la hizo emitir un gemidito de sorpresa. La leve excitación que le habían producido los dedos de Don Ramiro parecía haberse esfumado y ahora la invadía un mar de dudas y nerviosismo. Apenas podía coordinar sus movimientos con elegancia como hubiera deseado. Me está mirando... no aparta la vista ni un solo segundo. Ni siquiera parpadea, ¿cómo quiere que me excite?
Las veces que se había masturbado Sandra siempre habían sido a solas. Ya fuese en su alcoba o en la bañera, sus lugares favoritos para hacerlo, siempre había fantaseado con estar haciéndolo con su esposo. Y precisamente pensar en su difunto marido no ayudaba en aquel momento... Separó sus piernas como le había ordenado su patrón ofreciéndole una magnífica panorámica de su coño, el pubis, la vulva y los labios mayores parecían centrar la mirada de Don Ramiro. Al menos mientras no la mirase a los ojos podría tratar de pensar en algo excitante, alguna película porno o algo parecido...
Con movimientos rígidos más llevados por los nervios que por la libido, Sandra separó los labios de su sexo y comenzó a estimular su clítoris. Sin embargo como muy bien sabía Don Ramiro, el principal órgano de excitación sexual no se encuentra en los genitales... Es el cerebro. Y Don Ramiro se había percatado del estado de nerviosismo que de nuevo invadía a la joven viuda. Sonriendo para sus adentros anticipaba la siguiente humillación de su nueva puta.
¿Qué te pasa, no te excita pensar en que pronto vas a hacer gozar a un hombre? Como me caes bien, te voy a dar un pequeño consejo para cuando te vuelvas a ver en una situación parecida... En realidad no tienes por qué llegar al orgasmo si eres buena actriz bastará con que lo simules. Claro que en nuestro caso has de ser muy buena puta para engañarme con un orgasmo fingido. Pero si haces una actuación aceptable podré dártela por buena...
Yo, lo siento Don Ramiro no consigo concentrarme. Nunca lo había hecho delante de un hombre. Se sinceró Sandra.
¿Nunca te has masturbado delante de tu marido? ¿En todos tus años de casada? No. No dejes de tocarte.
No. Consiguió responder Sandra poniéndose cada vez más azorada.
Veo que tu esposo era un hombre más bien convencional, con poca imaginación para el sexo, el misionero y poco más. ¿Me equivoco?
No señor, la verdad es que a Paco no le gustaba mucho probar cosas nuevas. Decía que si lo que hacíamos ya era bueno no hacía falta buscar nada más...
Sandra se sorprendió a sí misma hablando sobre sus intimidades sexuales delante de aquel hombre. Ni siquiera ante sus amigas se había atrevido a hablar de lo que sucedía en su alcoba. Había sido una mujer muy tímida y recatada. Claro que a partir de ahora dejaría de serlo...
Inesperadamente Don Ramiro se acercó a la mesa impulsando su sillón de ruedas, acercando su cara al expuesto sexo de la chica. Sandra se turbó ante el repentino movimiento de su jefe. Quizás la ayudara a excitarse, lo cual para mayor bochorno suyo ya no la desagradaba tanto como al principio. Te estás emputeciendo comenzó a recriminarse. Don Ramiro extendió una mano rozando su muslo. Sin embargo no era su intención estimular a la chica. Pulsando el interfono llamó a su secretaria.
Irene, me hace el favor de traerme el material que le encargué.
Enseguida señor. Se oyó por el interfono.
Sandra hizo ademán de bajarse y ocultar su desnudez, la llamada de Don Ramiro la había pillado desprevenida. Rápidamente, la humillación y vergüenza pugnaron con la frustración por hacerse con el control de sus emociones. Se sentía indigna, no sólo por haberse rebajado a vender su cuerpo, además no sabía venderlo ni usarlo. El miedo hizo acto de presencia, si no complacía a Don Ramiro a saber a dónde la destinaría. Las amenazas de aquel hombre no parecían asunto baladí. Si no me resultas rentable, recordó, tendré que destinarte a otros menesteres y créeme no te gustará
No te tapes. Sigue con lo que estabas haciendo, ya sabes sin prisas tenemos todo el tiempo del mundo para efectuar tu evaluación. No en todas las empresas tienen estas consideraciones con sus candidatos
Sandra volvió a acariciar su vulva, completamente sonrojada por la situación, ahora estaría desnuda delante de dos desconocidos, y además en una actitud completamente lasciva. Cada vez se sentía más humillada, más rebajada, una puta está para satisfacer al cliente se recordaba y el cliente puede desear muchas cosas, y nunca pensará en ti sino el placer que le puedas proporcionar, se repetía Sin hacer ruido Irene, la secretaria, entró en el despacho. No era la primera vez que observaba una escena parecida, de modo que se acercó a Don Ramiro sin prestar mucha atención a lo que hacía Sandra. Llevaba en la mano una elegante carpeta con documentos y una extraña cajita del tamaño de un estuche escolar pero algo más ancha. Sin mediar palabra le dio a Don Ramiro lo que portaba y de un modo muy discreto un botecito que Sandra no alcanzó a ver.
¿Qué te parece nuestra nueva operaria? Preguntó Don Ramiro, en un tono deliberadamente provocador.
Irene se volvió y dirigió su atención a Sandra, quién respiraba aceleradamente más por el estado de nervios que por la excitación. Tras observarla detenidamente durante un buen rato dijo
No está mal, bien proporcionada, atlética, con unos pechos bastante generosos aunque no mucho y bastante bonita de cara
Abre los ojos, zorrita para que Irene pueda apreciar mejor la belleza de tu rostro.
Cristina había cerrado sus ojos para disminuir su turbación ante el espectáculo que impúdicamente ofrecía. Cuando los abrió, estaban vidriosos, llenos de lágrimas a punto de salir por la tensión que provocaban sus emociones. No obstante, Irene se quedó impresionada por los hermosos ojos azules de Sandra y su mente empezó a imaginar cosas perversas.
Sí esos ojos podrán atraer a muchos clientes si están secos... Dijo con deliberada maldad para incrementar la humillación. Además resulta un poco pelona ¿No cree Don Ramiro?
Sí ya hemos discutido el asunto y hemos decidido adecentarlo un poco. Contacta con el centro de belleza para que le hagan los retoques oportunos, tú ya sabes mis gustos... Quisiera conocer tu opinión. Ya sabes que la estimo mucho. ¿Crees que le viene bien el papel de puta sofisticada y elegante?
Umm... Sí, esos ojos, y la cara tienen cierto aire elegante que le pueden venir bien. Parece fuerte, podría ser una buena hembra para Don Augusto. Si aprende a controlar esas lágrimas. Añadió con malicia.
No seas tan exigente Irene, Sandrita está debutando.(Replicó Don Ramiro en un tono paternalista.) Es su primera vez para muchas cosas y está algo nerviosa. Cuando haya asumido su nuevo estatus será una gran profesional. ¿Crees que le gustará a Don Augusto, es muy exigente?
Sí pero es de su tipo, ya sabe usted que le gustan las chicas atléticas que hacen deporte... Dice que le aguantan más.
Además Sandrita es bastante flexible. Sí tal vez tengas razón, aunque creo que todavía está demasiado verde para él. Primero creo que deberemos enseñarle el oficio y que adquiera algo de práctica.
Irene esbozó una media sonrisa. Sabía lo que significaban aquellas palabras. Sandra visitaría pronto aquel despacho para nuevas entrevistas con Don Ramiro y muy probablemente la dejaría participar a ella también. Ya estaba relamiéndose de gusto pensando en las nuevas lecciones que recibiría Sandra con ella de instructora.
Sandra se ruborizó aún más si cabe al escuchar cómo hablaban de ella como si fuese un mero objeto o mercancía. No había podido evitar que le saltasen un par de lágrimas al sentirse tan rebajada, hecho que no dudó en criticar y resaltar la secretaria de Don Ramiro .Menos mal que Don Ramiro pareció defenderla. ¿Quién será ese Don Augusto? Esta pregunta la intrigó y al mismo tiempo la hizo sentirse más infeliz, la estaban reservando para un cliente especial, la trataban como un caro objeto de decoración... Pero lo que de verdad la hizo estremecer fue la lujuriosa mirada de Irene. Aunque no se atrevía a mirarla directamente pudo apreciar cómo la secretaria acercaba una de sus manos a su entrepierna mientras que en su rostro se esbozaba una sonrisa lasciva... ¡No tendré que hacerlo con otra mujer! se alarmó Sandra.
Bien creo que eso es todo, Irene. Ya te daré más instrucciones cuando acabemos la evaluación.
Sí señor me he tomado la libertad de cancelar los demás compromisos que tenía usted para última hora de esta mañana por que me parecía que la entrevista se alargaba.
Has hecho bien. Ya veré como puedo recompensarte por tu eficiencia.
Irene se marchó y cerró la puerta tan silenciosamente como había entrado. Al sentarse en su mesa comenzó a masajearse por encima de sus braguitas. A Don Ramiro le gustaba la nueva fulana y a ella también. Tenía muy claro lo que le pediría al jefe por su eficiencia. Mientras tanto tendría que consolarse ella sola...