El acuerdo (17)

¿Qué es lo peor que le podría pasar a Sandra? ¿Tener que follarse a su propia hija?

El acuerdo 17

¿Qué es lo peor que le podría pasar a Sandra?

Durante unos minutos, Helena vio como su jefe y su madre descansaban y recuperaban el resuello. Seguía tremendamente excitada. Ahora que la cabalgata había cesado, sentía los efectos del esforzado cunnilingus materno. Sin embargo, no se atrevía a terminar ella misma el trabajo y se resistió a acariciarse. Ya se sentía demasiado puta. Afortunadamente, la presión en el tenso ano pareció disminuir. La polla de Don Ramiro, después de tres corridas copiosas parecía por fin darse un descanso. La ingenua Helena creyó que todo había terminado

  • ¡Qué culito más prieto tienes niña! Me lo follaría a todas horas. ¿Qué Sandra te gusta como folla tu retoño?
  • Sí… Don Ramiro, no lo hace mal
  • Lo hace de vicio. Puedes estar orgullosa de tu hija. Ha salido a su madre. Es una fulana de primera, cuando la entrenes será la mayor puta que ha parido madre… Pero no quiero que pienses que soy un egoísta desalmado. En ese cajón podréis ver la recompensa por la follada que me habéis dado. Sobre todo tú ricura

Sandra recelando de las intenciones de su jefe se acercó a la mesa y abrió el cajón indicado. Por tercera vez en aquella tarde maldijo a su patrón por lo bajo. En el cajón solo había una cosa, un enorme consolador acoplable al cinturón "revienta-putas". Estaban claras las retorcidas intenciones de su jefe. Sandra había eludido con no poco esfuerzo configurar el ingenio para no fornicar con su propia hija. Pero ahora Don Ramiro la estaba obligando a hacerlo. Tendría que follarse a su propia hija y con uno de los consoladores más grandes y gruesos que había visto nunca. Le lanzó una airada mirada a su jefe. Pero este le devolvió una sonrisa irónica y una velada amenaza. Con un gesto apenas imperceptible le señaló otro cajón. Sandra no tenía que abrirlo para saber su contenido. Si se negaba, Don Ramiro no la obligaría a tirarse a su hija con un único falo artificial, se la follaría con la configuración doble. No tenía opción. El alma se le cayó al suelo cuando su mirada se cruzó con la inocente perplejidad de su hijita.

Sin atreverse a mirarla Sandra comenzó a colocarse el odioso chisme. Era un aparato enorme, tan grande y grueso como los que tenía insertados. Ciertamente aquella "recompensa" era muy propia de Don Ramiro. Cuando se lo proponía Don Ramiro podía ser muy cruel. Y hoy, sin duda, se lo había propuesto.

Helena miraba intrigada las manipulaciones de su madre. Ésta le había dado la espalda y no le permitía ver en qué consistía el premio de su jefe. Nadie la podría preparar para lo que vendría a continuación. Cuando su mamá se dio la vuelta en su cara se reflejó el asombro, la incertidumbre y el miedo. Sus ojos se abrieron como platos, no podía ser cierto, no podrían pensar que… su madre no… Antes de que pudiese articular palabra escuchó la maliciosa risa de su jefe.

  • Te gusta ¿Eh? Nunca habías imaginado que pudiese existir un rabo tan hermoso. Te estás muriendo de ganas por probarlo a que sí zorra

Helena no reaccionó seguía anonadada por las enormes dimensiones del aparato y por el cruel e insensible comentario de su jefe. Verdaderamente aquel viejo odioso nunca dejaría de vejarlas y avergonzarlas. Pero no había contestado a su jefe

ZAAS Don Ramiro de dio un fuerte cachete en uno de sus pechos. Helena vio las estrellas. Apenas pudo contener un quejido por el sorpresivo azote. Quiso cubrirse los indefensos pechitos pero con gesto enérgico su jefe se lo impidió. Sandra tuvo que contenerse, prefirió apartar la mirada antes que ver el castigo que se avecinaba

  • ¿No contestas puta?
  • ¿Qué? ¿Cómo? Perdone Don Ramiro pero… pero no le escuché

ZAAS

  • Este por no prestar atención, zorra. Te decía… ZAS… furcia… ZAS que si nunca… ZAS… habías… ZAS… visto… ZAS… un rabo… ZAS… como… ZAS… el que lleva… ZAS… tu puta… ZAS… madre… ZAS
  • ¡Ay! Por favor… Don Ramiro, no me pegue más… No. Nunca había imaginado algo así
  • ¿Qué no te pegue mala pécora? ZAS… Te estoy… ZAS… enseñando… ZAS… buenos… ZAS… modales…ZAS ¿Entendido? Deberías… ZAS… darme las gracias… ZAS puta desagradecida… ZAS
  • ¡AY!... ¡AY!... Por favor… (Helena observó la alarmada mirada de advertencia de su madre. Cambió su súplica.)… perdone a esta guarra indecente… y maleducada (Iba por buen camino… pero debía continuar…) Gra… gracias por corregirme… soy una pendeja maleducada y necesito corrección.
  • Así me gusta gatita… Si eres una puta obediente y buena no tendrás problemas conmigo, todo lo contrario. Lo gozarás ya lo creo. Una hembrita como tú siempre hambrienta de rabo… este es el mejor lugar para ti… pendeja. Estás deseando probar el rabito que se ha puesto tu mamá para ti… ¿Eh?
  • Sí… Don Ramiro… estoy deseando probármelo… Aunque no sé si me cabrá… todo

Aunque ahora Don Ramiro no la azotaba. Sus doloridos pechitos, no tenían descanso. Ahora su jefe los sobaba y pellizcaba con sádico deleite. No llegó a quejarse pero su rostro reflejaba la intensa quemazón que sentía. Las expertas manos de su jefe no sólo sabían cómo calentar y estimular a una mujer, también sabían cómo castigarla y llevarla a los infiernos

  • Claro que sí nenita. Con ese lindo conejito te lo comerás entero y luego andarás pidiendo más. Ya lo verás. Las zorras como tú nunca tienen bastante… ¿Verdad, Sandrita?
  • ¿Eh?... Sí Don Ramiro… seguro que luego le encanta
  • Sí… (Don Ramiro no estaba satisfecho del todo con la lacónica respuesta de Sandra.) Bueno… ¿Sabéis por qué os he dado este regalito, no?
  • Sí Don Ramiro… (Se apresuró a contestar Sandra.) Le damos las gracias por permitirnos jugar con esta polla deliciosa y poder corrernos de gusto delante de usted como las putas guarras y degeneradas que somos
  • Sí Don Ramiro, gracias. (Añadió Helena.)

Esta vez Sandra había acertado de pleno. Por algo era la mejor. A pesar del tiempo de inactividad seguía recordando las frases de la puta buena que le habían enseñado. Las mejores zorras de Don Ramiro debían aprenderse los gustos y deseos de sus clientes. Muchos de los refinados clientes de Sandra le exigían repetir una serie de frases a cada cual más soez y vejatoria. Se las había aprendido y memorizado a base de palo y polla. ¡Como para olvidarlas…!

  • Muy bien zorritas. ¿A qué estáis esperando?
  • ¿Dónde nos colocamos, Don Ramiro?
  • ¡Oh! Esto… (Tenía que reconocer que Sandra era buena, muy buena puta) Encima de la mesa, así os podré ver cómodamente. Tú encima Sandrita, me gustará ver cómo cabalgas al putón de tu hijita

Tragándose su orgullo por enésima vez, las dos mujeres siguieron las perversas indicaciones de su patrón. Helena se recostó sobre el borde de la mesa abriéndose obscenamente a su madre. Sandra se le acercó dispuesta a ensartarla con el monstruoso vibrador. Colocó la puntita del cacharro entre los tiernos labios de su hijita. Helena no pudo reprimir un gemidito. Estaba frío.

  • Ya lo gozas y apenas te ha tocado qué putón estás hecho niña.

Ambas mujeres decidieron volver a ignorar el sarcástico comentario. Afortunadamente para Helena, estaba muy bien lubricada y seguía muy excitada pues no se había corrido durante la salvaje enculada. Como su madre sentía pánico ante lo que el monstruoso instrumento pudiese hacerle en su delicada cuevita. Un zumbidito le provocó, esta vez un lúbrico jadeo. Los tres consoladores se habían puesto en marcha. La señal estaba clara

Sandra comenzó a penetrar a su hija con el infame artefacto. Con mucho cuidado la cabeza presionó y las flexibles, húmedas y acogedoras paredes vaginales lo fueron estrechando con mimo. Sandra contemplaba asombrada cómo el grueso ariete se abría paso sin resistencia alguna en la tierna flor de su hijita. Ya le había enterrado las dos terceras partes y seguía engullendo más. Apenas le quedaban ya unos centímetros, no le podía caber ya todo. Entonces llevada de nuevo por la lujuria Helena arqueó su cuerpo, y echando su pubis adelante se acabó ensartando lo poco que le quedaba. Un libidinoso gemido le confirmó a los presentes lo caliente que estaba.

  • ¡Te lo has enfundado todo! ¿No te duele? (Preguntó una asombrada Sandra.)
  • No… (Contestó una azorada Helena.)
  • Ya os dije que sois las mayores putas que jamás he conocido. Mira como goza la puta de tu hija. Seguro que no se conforma con eso, seguro quiere más… Vamos dale caña… zorra. Reviéntale el coño de una vez y hazla berrear como una cerda en celo

No queriendo contrariar ni enfadar a su jefe, Sandra obedeció. Y comenzó un lento mete-saca. Sabía que aunque su hija no se quejaba, el falo artificial la tenía distendida al máximo. Si se la follaba con brusquedad le haría daño. Helena agradeció y correspondió el tierno y considerado trato materno con gemidos y movimientos sensuales. Era un verdadero espectáculo observar el apareamiento de aquellas dos putas desvergonzadas.

Sin embargo Don Ramiro se percató de dos detalles que no le gustaron. En primer lugar las dos zorras no se miraban a la cara. Helena se echaba para atrás y cerraba sus ojos; Sandra no miraba más allá de los jugosos pechitos de su hija. Además, el folleteo era demasiado lento. A ese paso y unas tortugas terminarían antes. Demasiados mimitos maternales. Tendría que hacer algo y lo hizo

Silenciosamente se levantó del sillón. No quería molestar a sus putas. Sin hacer ruido se acercó al armario que tenía a sus espaldas. Asegurándose de que no le miraban escogió una buena fusta, una fina y flexible. También se llevó un látigo corto de múltiples colas, por si acaso.

¡Fhiiuuuumm! La fusta acarició las firmes y redondas nalgas de Sandra. Una nívea y delgada línea recta se dibujó en las prietas carnes. Pronto se volvió sonrosada al tiempo que se elevaba y engrosaba ligeramente. Finalmente tomó un color rojo intenso. Signo evidente del punzante y lacerante dolor que su uso producía en quien recibía sus caricias.

  • ¿A eso lo llamáis follar? … ¡Fhiiuuuumm! Ni las tortugas lo hacen tan despacio… ¡Fhiiuuuumm! ¿Y qué me decís de los ojos? ¡Fhiiuuuumm! ¿Es eso lo que os he enseñado? ¡Fhiiuuuumm! ¿No os atrevéis a miraros? ¡Fhiiuuuumm! ¿Os da vergüenza? ¡Fhiiuuuumm! Si sois putas… ¡Fhiiuuuumm! … no tenéis vergüenza. ¡Fhiiuuuumm! Vamos follad en condiciones si no queréis que os arree

Los fustazos no paraban de castigar el rotundo trasero de Sandra. A pesar de ser una puta veterana, el dolor de la finísima vara la laceraba con una intensidad desconocida. Las finas líneas que se iban marcando como fuego en sus glúteos le quemaban. Uno tras otro el diabólico castigo le iba llenando la blanca piel de delgados surcos, poco a poco el rojo pasó a ser el color predominante en el castigado culito. El culo le ardía y no podía hacer otra cosa para evitar el castigo que obedecer y suplicar el perdón. Quizás así, su sádico jefe cesase en su despiadado empeño.

  • Perdóneme… ¡AY! Don Ramiro, ¡AY! por favor. ¡AY! Ya le ¡AY! obedezco, por ¡AY! favor

Helena miró asustada el angustioso dolor de su madre, sabía que no le esperaba nada bueno. Las súplicas no parecían surtir efecto, sólo cuando de un modo desesperado su madre empezó a taladrarla con fiereza pararon los fustazos, y no del todo... Como su madre había adivinado el tierno coñito de la joven no soportó el rudo trato sin quejarse. Ahora un dolor punzante se iba imponiendo a la febril lujuria con que empezara. Los gemidos de Helena no eran ya de puro placer, eran más alaridos de dolor que jadeos. El rostro crispado, el cuerpo tenso y transido, no cabía duda Helena sufría. Una hiriente quemazón en su entrepierna la traspasaba inmisericorde. Los furiosos embates la atormentaban pero se resistía a quejarse, sabía que su madre padecía similar mortificación

La perfidia de Don Ramiro estaba dando su fruto. Ciertamente era un plan maquiavélico, no era sólo el hiriente dolor físico, lo peor el desgarrador dolor emocional. Madre contra hija e hija contra madre, suplicándose perdón con la mirada mientras contenían la rabia. Un espectáculo grandioso, soberbio, magnífico… Los torturados rostros de sus fulanas le habían dado vida de nuevo al inefable falo. Una vez resucitada la verga era hora de hacerla gozar con la ignominia

  • Muy bien zorras, así se folla. Fijaos perras mirad cómo me habéis puesto. Tengo la polla más dura que un cañón del quince. Necesito un agujero donde calmarla… ¿Os queda alguno libre? Veo que sí

Las dos mujeres se miraron horrorizadas, aquello iba a ser aún peor. Don Ramiro recostándose sobre la moqueta del suelo llamó a sus pupilas. Estaba claro quién se quedaba con la enhiesta estaca… Helena fue obligada a clavársela en el culo, sentándose de espaldas a su jefe. Obscenamente espatarrada, con una polla limitando sus movimientos, aguardó la llegada del falo artificial que manejaba su madre

Sandra se resistía a obedecer a su jefe, pero no podía negarse. Si lo hacía sería mucho peor. Don Ramiro podía ahora atacarla de un modo mucho más cruel y despiadado. Podría herir a su hija, de hecho ya lo estaba haciendo. El insensible jefe aguardaba impaciente mientras manoseaba los dulces pechitos de su hija. Si se seguía demorando, pronto dejarían de ser caricias. A regañadientes se arrodilló frente a la hermosa joven.

Helena respiraba agitadamente presa del nerviosismo. Aunque la verga de Don Ramiro no era más que una tolerable incomodidad, temía lo que la esperaba. Si ya la mortificó la dura y fiera follada de su madre, ahora que sentía el cipote de su jefe llenándole las entrañas no quería ni pensar en lo que vendría… Un sudor frío la cubría y llenaba de desconsuelo y desasosiego. Trató de dominarse calmando su respiración. Pero cuando sintió la punta del lacerante vibrador por segunda vez en la entrada de su cuevita, no pudo evitar estremecerse.

Sin poder evitarlo, vio como la cabeza del artefacto se hundía de nuevo en su cuerpo. Para su sorpresa, la entrada no fue demasiado dolorosa, se sentía llena y distendida, algo incómoda pero no dolor. Le lanzó una mirada cómplice a su madre… "Tranquila mamá no me duele aún." Claro que tampoco le dolió cuando su madre empezó con un cabalgar suave

Sandra continuó con su ingrata tarea, debía meterle toda aquella cosa y sólo llevaba la mitad. Miró inquieta a su hijita, Helena la miraba nerviosa, entre asustada y lujuriosa. Recelosa continuó con su tarea; mientras no se quejara, todo iba bien. Introdujo el falo un poco más dentro, su hija pareció estremecerse, pero no se quejó. Miró a su jefe por si se impacientaba, pero Don Ramiro la dejaba hacer. El muy cerdo parecía disfrutar enormemente con su dolor. Ya faltaba poco, un último esfuerzo y habrá empitonado completamente a su hijita…Con más miedo que otra cosa acometió el último tramo. Finalmente lo consiguió, ambas mujeres habían unido sus pubis. Afortunadamente, Helena no se quejó, todo lo contrario, parecía excitada

Helena respiró aliviada cuando sintió el cálido roce de la piel de su madre. Por segunda vez, la introducción del dildo no la había lastimado como temía. Pero era evidente que eso se debía más a mérito de su madre que a otra cosa. La sensación era rara, sentía los músculos de su vagina y de su recto plenamente distendidos, pero no sentía dolor. Se sentía más incómoda que dolorida. De hecho no la desagradaba del todo sentirse así doblemente ensartada, diría que hasta disfrutaba. La vibración del aparato parecía más intensa ahora que se sentía tan llena.

El joven cuerpo de Helena deseaba gozar, si no había alcanzado el ansiado orgasmo era debido a la cruel manera con la que lo habían poseído. Ahora mientras se reacomodaba a la doble intrusión, las enérgicas vibraciones que llegaban al ansioso clítoris lo enervaban y excitaban de un modo nuevo e inimaginable. No le importaba traicionar a su dueña, las terminaciones nerviosas no cesaban de incitarla para que ésta se dejase llevar por el placer libidinoso. No era el único que quería dejarse llevar por dicho placer.

Don Ramiro gozaba cada vez más de la situación y de la tierna hembrita en particular. Disfrutaba del estrecho culito que ahora cobijaba, calentaba y estrechaba con fuerza su verga. Saboreaba la vergüenza, el miedo y el dolor que se reflejaba en sus rostros. Le deleitaba poder vejarlas y humillarlas sin límite alguno para sus deseos. En definitiva estaba en la gloria y no tenía prisa. A través de la delgada pared perineal sentía el agradable cosquilleo del monstruoso vibrador, era reconfortante sí pero ya iba siendo hora de empezar en serio. Con un par de enérgicas embestidas se darían por enteradas

El temido momento había llegado. Ahora Sandra debía de actuar. Miró a su hija pidiéndole disculpas y comenzó un lento vaivén que no tardó en acelerar. Su maltratado culito aún le ardía con violencia. Procuraba ser lo más delicada posible pero no podría evitar hacerle daño

Helena procuró relajarse al máximo para mitigar el lacerante dolor. Lo consiguió al principio pero cuando el bombeo se hizo más violento no pudo evitar quejarse. Un gutural grito fue creciendo en su garganta hasta transformarse en un amargo alarido. Cerró con fuerza los ojos y se echó hacia atrás pero no podía escapar al punzante sufrimiento que las dos estacas le producían. Apoyó sus manos en el vientre de su madre, empujándola para detenerla pero su intento fue baldío. Aprisionada entre los dos cuerpos tampoco tenía mucho margen de maniobra. Para colmo el miserable viejo comenzó a jugar con sus pechitos, pellizcándolos. El tibio placer inicial se volvía a esfumar con la ruda cópula.

Lo que más excitaba a Don Ramiro no era ya el dulce y suave frotar de las paredes femeninas sobre su endurecido miembro. Era el desencajado rostro de Sandra. La tensa mueca que se dibujaba en su linda cara traslucía una herida desgarradora más terrible y profunda que cualquier otra que se le pudiera ocurrir. El desconsolado aullido de Helena era verdadera música. La banda sonora perfecta para aquella danza cruel. Claro que ahora que lo pensaba

  • Así es… dadle duro… Os gusta así… ¿Eh zorras? Así es como… las putas disfrutan más… ¿Verdad, putitas?
  • Sí… Don Ramiro… Así es como más me gusta… (Apenas si alcanzó a mentir Sandra entre sollozos.)
  • ¡AAAAGGGGGHHHHYYYYY… SÍÍÍÍÍÍÍAAAA... AAASÍÍÍÍÍÍͅ NOOOS GUUUSTAAAYYY… (Logró articular Helena entre su desgarrado alarido.)
  • Sí Ninguno de los tres vamos a olvidar esta follada… Pero antes de correrme quiero probar otra posturita ¿Qué os parece?
  • Vale Don Ramiro… (Replicó rápidamente Sandra. Cualquier cosa que detuviera el calvario de su hijita.)
  • AAAAYYYY…SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍͅ (Cualquier cosa con tal de cambiar.)
  • Pues vamos

Con dos suaves azotitos que se clavaron como miles de alfileres en el sensible culito de Sandra, Don Ramiro ordenó el cambio de postura. Las dos mujeres se apresuraron a obedecer. Recelaban de las verdaderas intenciones de su jefe pero tampoco podían hacer otra cosa

  • Helenita date la vuelta que quiero ver esos bonitos flanes, son pequeños pero suculentos… ¡Uummmm!

El viejo degenerado se relamía por anticipado. Sandra apartó la mirada para que no viese su asco y su desprecio. Había adivinado las intenciones de su jefe. La iba a obligar a encular a su hija, y no solo la iba a encular; la debería pistonear con furia con el falo más monstruoso que recordaba

Para Helena, el cambio fue un pequeño alivio. Durante unos instantes dejó de estar ensartada y de ser salvajemente taladrada. Sin embargo, en cuanto se hubo encajado la enhiesta polla un profundo desasosiego se apoderó de ella. Si tenía la polla grande en su conejito, la verga monstruosa sólo podía ir a su culito. Dudaba mucho que su madre pudiese ensartarla con aquello sin desgarrarla. Un escalofrío la recorrió entera. Su madre ya estaba detrás

Para asombro del viejo proxeneta, la cálida y acogedora cuevita de Helena aprisionó y estrechó con tremenda fuerza su enaltecido miembro. Se había olvidado de que apenas unas horas antes él mismo había estrenado el estrecho conducto. Aunque sus suaves paredes habían sido ensanchadas y estiradas al máximo, la elasticidad y vigor juvenil le hacían recuperar su estado original. Y ahora venía lo mejor, podría verles las caras a sus dos zorras al mismo tiempo. Cierto que no se beneficiaba el tentador culito pero no se podía tener todo. Además ahora que lo pensaba, la nueva postura tenía otras ventajas. A través de las paredes vaginales pudo sentir el monótono vibrar del consolador de Sandra. La muy zorra no tardaría en ensartar a su hija

Como se había temido, las dimensiones del descomunal aparato no le permitían entrar en el estrecho esfínter de su hijita. No sin dolor. A pesar de haber encajado el grueso cipote de Don Ramiro, el falo artificial era bastante más voluminoso. Era imposible introducirlo sin ocasionar algún desgarro. Ya le había costado enormes esfuerzos poder enfundarse uno a ella con que a su recién desvirgada hijita… mucho más. Estuvo a punto de renunciar pero sabía que no podía, si siquiera lo intentaba las consecuencias podrían ser terroríficas. Intentando producir el menor daño posible empujó con decisión. La punta comenzó a clavarse en la tierna carne ensanchándola

El rostro de Helena se congestionó en un gesto de dolor agudo e intenso. Estaba desencajada, tratando de dominarse y evitar quejarse. Comenzó a agitarse dentro del poco margen que tenía al estar atrapada entre su madre y su jefe. Bufaba y respiraba agitadamente tratando de dominarse. Se mordió la mano y cerró violentamente los ojos. Finalmente solo pudo chillar para dar escape a la espantosa angustia que la embargaba. La cabeza había entrado, ahora debía esperar el resto

Sandra había conseguido introducir todo el glande en su primer envite. Un logro nada desdeñable, pero el dolor inflingido a su retoño la destrozaba. Mas no solo era el sufrimiento que inflingía a su hija lo que la martirizaba. Otro pensamiento más la estaba atormentando, estaba gozando con ello. Los incansables consoladores que llevaba insertados estaban acercándola irresistiblemente a las cumbres del placer. Le resultaba ya imposible negar el hecho de que su cuerpo deseaba gozar. Y cada vez con mayor insistencia deseaba dejarse llevar. Las placenteras sensaciones que los insensibles vibradores le producían no cesaban de excitarla. Trataba de reprimirse pero era inútil, su erecto clítoris actuaba por cuenta propia. El animal instinto reproductor se había adueñado de su mente y a duras penas podía resistirse a su llamada. Se odiaba por ello pero ¿qué otra cosa podía hacer?

Helena agradeció los minutos que su madre la dejó acomodarse al insensible monstruo. Estaba bañada en sudor y cualquier pequeño movimiento pélvico le producía una terrible agonía. Luchaba desesperadamente por mostrarla, quería evitarle más disgustos a su madre. Poco a poco su cuerpo menudito fue aceptando al intruso, era mucho más fuerte de lo que parecía. Empero cuando parecía que el dolor remitía y que se hacía soportable, el lacerante avance del cipote de plástico la trajo de vuelta al infierno. Gruñó con fuerza, un ahogado quejido con el que quería interiorizar su sufrimiento. En un acto reflejo se contrajo sobre sí misma tratando de dominarse. Debía de tener ya medio rabo… "¡Cielos cómo me escuece! A ver cuando me lo mete todo" pensó desesperada

Todavía quedaban más de tres cuartos por introducir y ya no podía soportar más lo que le estaba haciendo a su niña. Sandra estaba desesperada, trataba de evadirse pero le resultaba imposible. Deseaba con todas sus fuerzas que todo acabase ya pero bien sabía que aquello iba para largo. Mientras su jefe no se impacientara procuraría avanzar poco a poco. Eso alargaría la duración del tormento pero lo más seguro es que lo hiciese también más tolerable. Tenía bien asida a Helena de sus caderas, pues temía que con algún movimiento inesperado se le saliese el consolador y se perdiesen todos los progresos alcanzados. Al percibir que su respiración se hacía más regular, se aventuró a acariciarla tiernamente. Quizás disfrutara de algo. Don Ramiro en cambio pidió más acción

Apenas si podía contener la exorbitada calentura que le producían aquellas dos atormentadas mujeres. Sus ojos viajaban de la una a la otra mientras acariciaba el exquisito cuerpito de Helena. El tacto de su sedosa piel y la intensa sensualidad que emanaba de la joven lo tenían extasiado. Tampoco había que olvidar el intenso morbo que le producía contar con la colaboración de su madre en la depravada cópula. Las vibraciones provenientes del enorme falo que le llegaban a través de la fina pared perineal lo enervaban cada vez más placenteramente. Su bien achuchada polla era frecuentemente masajeada por las contracciones involuntarias de las paredes vaginales que se producían durante los espasmos dolorosos. Realmente era una delicia estar con aquellas dos fogosas hembras. No quería que aquello acabara nunca. "Pero un momento… ¿Cuánto tiempo lleva parada esta puta?"

Se había demorado demasiado, su jefe comenzaba a enfadarse. "Seré estúpida. Si se enfada será peor tendría que ir a las bravas… No eso no, vamos Sandra que tú sabes… Así… ¡uh!… perdona cariño… perdona." Afortunadamente parecía que Helena soportaba mejor la penetración y que Don Ramiro se conformaba con un ritmo un poco más vivo pero todavía bastante lento. Media, ya le ha metido media polla… "Ánimo Helenita ya falta poco…" Sandra trataba de darse el coraje que necesitaba alentando con sus pensamientos a su hijita. Ciertamente coraje y ánimo era lo que ambas necesitaban

El tiempo parecía detenerse para Helena mientras la inmisericorde estaca se clavaba dentro de ella. El lento avance del falo que la perforaba la impacientaba, suplicaba cada vez con más vehemencia que aquello terminara. ¿Cuánto debería tener dentro ya? Debía de quedarle ya poco… Se decía angustiada. Esperaba ansiosa el roce del pubis de su madre contra sus prietos cachetes; pero cuanto más lo esperaba, más lento le parecía el avance. Aquello no era una polla era una sonda petrolífera, no acababa nunca.

El insensible barreno la taladraba con insistente determinación. La gruesa broca se abría paso por el estrecho conducto. En su avance, expandía, ensanchaba y estiraba las delicadas paredes del intestino hasta límites insospechados. El taladro se hundía paciente y metódicamente venciendo toda resistencia. Cada pequeño logro, cada progreso estallaba en cientos de lacerantes heridas que la desgarraban sin descanso. Helena sentía como si la traspasaran con una terrible barra de inflexible acero. Le parecía que la iban a empalar del todo, del mismo modo como se atraviesan y ensartan los asados. Cuando le parecía que su martirio seguiría prolongándose indefinidamente, el monstruo tocó fondo.

Un gutural y animal gruñido salió al unísono de las gargantas de ambas mujeres. Helena demostraba su alegría y alivio al haber conseguido engullir en su totalidad el enorme maromo de plástico. Respiraba nerviosa tratando de acostumbrarse a los enormes intrusos que la tenían bien sujeta y empitonada. Por el contrario Sandra daba alivio al fuerte orgasmo que había estando conteniendo desde hacía rato. La repugnaba reconocer que sentía placer al penetrar de aquella manera la intimidad de su hija. Don Ramiro a su manera también celebró el pequeño hito. Su ya de por sí erecto miembro se enervó y endureció aún más. A Helena la estaban ensartando con dos buenas varas del mejor acero. Ya era hora de que diesen las gracias

  • ¿Qué pasa Sandrita? ¿Te has corrido?
  • Sí Don Ramiro. (Aquel cerdo la obligaba a reconocer su vergüenza.)
  • Te gusta follarte a tu hija. ¿verdad? Es una zorra de primera

Sandra deseó decir la verdad y descargar su ira y su vergüenza: "No, maldito cerdo… No me gusta abusar de mi hija y no me gusta estar al antojo de un montón de degenerados… No quiero ser puta, nunca lo quise y por supuesto jamás deseé que mi hijita se convirtiera en una puta como yo… Ojalá nunca lo hubiésemos conocido, maldito bastardo…" Pero en su lugar dijo:

  • Sí Don Ramiro, me encanta follarme a Helena
  • Sí esta hembrita es una folladora nata. De las mejores yeguas que he tenido. ¿Verdad que te gusta cabalgar, que disfrutas como una perra en celo?

Helena como su madre deseó desahogarse: "No, no me gusta que me rebajen. Que digan que soy una perra. No me gusta follar de esta manera. Esto es asqueroso, insano, retorcido y depravado. No soy una puta, no soy una cualquiera… Pero finalmente admitió resignada:

  • Sí Don Ramiro… ¡aay! Me gusta follar como una… perra en celo.
  • Dilo, mujer dilo. Te gusta follar como una puta. Igual que tu madre. Sois dos grandes putones. Dudo que haya mujeres más zorras que vosotras dos
  • Sí Don Ramiro somos dos grandes putones… (Reconocieron las dos desgraciadas casi al mismo tiempo.)

Sandra necesitaría algunos minutos para reponerse del intenso placer experimentado. Minutos que su hijita agradecía sobremanera. Ahora que había sido plenamente conquistada vendrían las celebraciones. Las tropas victoriosas se dispondrían a disfrutar del terreno arduamente conquistado. El folleteo iba a ser de órdago. Atemorizada, más bien aterrorizada, Helena trataba de aprovechar el tiempo y calmarse antes de que los dos colosos que albergaba comenzasen el baile de apertura. Danza que sin duda se iría haciendo más frenética conforme los protagonistas se fuesen sumergiendo en la vorágine carnal. Se preguntaba cuánto tiempo podría soportar la percusión de aquellos despiadados falos sin quejarse. Don Ramiro como siempre abrió el baile

Primero muy lentamente, como si no quisiera que Helena se enterase de la salida de uno de sus invasores. Entró y salió suavemente de la joven animándola a unirse a la fiesta. Sabía que aquel cuerpito se debatía entre el placer y el dolor. Si lo dejasen, Helena experimentaría uno de los orgasmos más intensos de su vida. Claro que eso no era decir mucho… Don Ramiro sonrió cuando recordó la gracieta. Volvió a entrar y salir de la joven un par de veces más antes de invitar a Sandra a entrar en acción. Como era de esperar, aquello incomodó a la indefensa muchacha que apenas si alcanzó a no quejarse apretando los dientes

Sandra imitó los movimientos de su jefe y comenzó un acompasado movimiento de vaivén. ¡Plock!... Sacaba el consolador todo lo que podía sin pasar del glande. No quería forzar otra vez al máximo la ya maltratada entrada trasera. ¡Plock!... ¡Plock!... No obstante inevitablemente, los movimientos de su jefe se fueron volviendo más violentos y secos, más enérgicos y salvajes; e invariablemente, Sandra los seguía e imitaba. Así poco a poco el pistoneo fue ganando rudeza e intensidad. Los gruesos cipotes percutían y taladraban con despiadada saña en los delicados orificios. Progresivamente, el dolor se adueñaba de la joven. La tortura comenzaba… ¡Plock!, ¡Plock!, ¡Plock!...

Los sordos gruñidos de la muchachita iban ganando intensidad. Trataba de no quejarse, pero sus gemidos apenas cesaban. Intentaba dominarse pero su cuerpo se arqueaba y encogía convulso, tratando de escapar de aquella prisión de carne. Procuraba parecer calmada pero sus gestos y ademanes eran tensos crispados. Bufaba, chillaba movía la cabeza de acá para allá, apretaba los dientes y cerraba los puños…hasta que ya no pudo más y comenzó a suplicar desesperada

  • ¡AAAAAYYYYY!... MAMÁ… ¡AAAYYY! NO… PARA… POR FAVOR… ¡AAAYYY! me estáis matando… mamá NO… por favor, mamá me… ¡AAAYYY! … estáiiiis partiendo en dos. ¡AAYYY! MAMÁ… QUE ME MATAS… MAMÁ… YYYYYYYY

Bien sabía Helena que no debía suplicarle a su jefe. Si lo hacía no solo no obtendría la piedad que buscaba, sino que se ganaría un sufrimiento aún mayor. Sin embargo, al suplicarle a su madre no hacía sino incrementar el desgarrado dolor de Sandra. La pobre mujer no podía hacer otra cosa sino llorar amargamente mientras seguía follándose a su hija. Las angustiadas súplicas era una refinada tortura para Sandra pero auténtica música para los oídos del sádico patrón. Don Ramiro dio rienda suelta a su lujuria se lanzó en una desbocada cabalgata. Sandra se vio forzada a seguirle en el bestial pistoneo… ¡Pock!, ¡Pock!, ¡Pock!,

El ruido seco con que el pubis de Sandra chocaba contra las nalgas de Helena, se veía reforzado por el que producía el vientre del viejo al colisionar con el de la joven. Parecía más el sonido de una ametralladora o el redoble de un tambor… El infernal golpeteo era acompañado por el angustiado alarido de la muchachita y los salvajes gruñidos de los percusionistas… La sala entera se llenó de la vorágine sexual que envolvía a los protagonistas. Un impulso irracional, completamente animal guiaba el comportamiento de los presentes. En un estallido salvaje, la pasión desenfrenada se fue liberando de la única manera posible. Gritando a pleno pulmón Don Ramiro alcanzó su orgasmo.

Los espesos y potentes chorros de esperma volvieron a inundar la recientemente estrenada matriz de Helena. Esta vez sin embargo los agotados testículos del viejo si apenas consiguieron reunir un par de goterones. Aquellas dos putas lo habían dejado seco. Berreando como un poseso, totalmente agotado, sin resuello se dejó caer al suelo. Nunca olvidaría aquel día había sido el mejor polvo de su vida… El mejor con diferencia. Tendría que conseguir nuevas pastillitas y repetir la sesión… Claro que, si se las follaba así todos los días ¿Cuándo iban a trabajar para él? Bueno ya pensaría en eso… Ahora debía asegurarse de poner a las putas en su sitio.

(A partir de aquí la historia podrá tener un final diferente)