El acuerdo

Una joven viuda examina las condiciones de su nuevo contrato laboral.

El acuerdo

Entonces tenemos un acuerdo ¿no? Señora de Aguirre.

Sí señor.

Contestó de un modo casi inaudible la aludida.

Bien, bien... Entienda que esto es un acuerdo estrictamente comercial. Cuando antes acepte este hecho mejor le irá a usted. ¿Hay algo que no entienda o quiera preguntar?

No. Creo que está claro.

Respondió sin llegar a apartar la vista del documento que se extendía enfrente de ella sobre la mesa.

Sólo para asegurarme de que ha entendido usted bien las condiciones del contrato.¿Quisiera usted resumirlas?

La señora de Aguirre se removió inquieta en su silla. La situación era bastante incómoda para ella. Había perdido recientemente a su amado esposo y ahora le resultaba imposible afrontar las deudas contraídas y ni mucho menos poder darle a su hija la educación universitaria que merecía. Desesperada trató en vano de conseguir el dinero que precisaba pero ninguno de los trabajos ofertados le llegaba para cubrir sus necesidades. Finalmente y sin encontrar otra solución había acudido al hombre más rico del pueblo, Ramiro Fuensanta. No sabía mucho de él sólo que tenía mucho dinero y que muchas personas acudían a él cuando necesitaban dinero. En realidad más de medio pueblo trabajaba para él o le debía dinero. Lo que no se había imaginado era el precio que debía pagar por su ayuda...

¿Señora de Aguirre?

La voz de Don Ramiro la sacó de sus pensamientos.

Sí, sí en tiendo las condiciones del contrato.

¿Cómo se llama señora de Aguirre? Si vamos a trabajar juntos sería mejor que nos tuteáramos.

Sandra.

Bien Sandra las condiciones del contrato pudieran resultarle confusas. ¿Sería usted tan amable de resumírmelas para asegurarme de que no hay malentendidos? Yo le doy el dinero que necesita y usted...

Yo le sirvo durante 10 años.

Correcto. ¿Pero de qué naturaleza serán sus servicios? Este punto es muy importante.

Yo... Yo seré su puta.

Lo ha expresado usted con mucha claridad. Usted trabajará para mí en una de mis agencias de escorts o en alguno de los locales que tengo. Si es usted buena trabajará en los mejores locales incluso puede que me sirva a mí personalmente con los consecuentes beneficios que ello le reportaría... Ya sabe discreción y mayores ingresos. Si no tiene inconveniente firme aquí.

Sandra se incorporó, tomó el bolígrafo, respiró profundamente y dejó su firma sobre el papel. Estaba hecho, se había comprometido a trabajar como prostituta para el Mayor proxeneta del país. Cuando Don Ramiro le comunicó su oferta no se lo podía creer sin embargo después de haberlo meditado mucho y tras darle muchas vueltas se había resignado a aceptarla. Las únicas condiciones que se había atrevido a pedir eran la discreción y poder trabajar en otra localidad. Sobre el segundo punto no había inconveniente, sobre el primero tendría que ganárselo...

Bien Sandra me gusta ver lo que compro. ¿Hace el favor de desnudarse?

¿Cómo? Sí claro yo no me esperaba empezar tan pronto.

Esto es sólo tu evaluación inicial hija. Ya sabes que el sueldo que ganes y el local donde trabajes dependen de la habilidad que tengas profesionalmente. Así que procura hacerme una buena exhibición de tus habilidades Sandrita.

La voz de Don Ramiro había dejado de ser respetuosa y amable. Ahora se dirigía a ella con autoridad y un deje de desprecio y superioridad. Ya no era la señora de Aguirre ahora era Sandra la puta a prueba.

Nerviosa Sandra se levantó rápidamente para no contrariar a su nuevo patrón. Y comenzó a desabrocharse torpemente los botones de su austero traje negro. Había acudido a la cita en el despacho de Don Ramiro con un elegante y discreto traje negro de chaqueta y falda algo corta; una blusa blanca de seda con algunos pequeños encajes en el cuello y los puños; unas finas medias negras y los zapatos negros que tanto le gustaban a su esposo. No hubiera querido usarlos pero eran los mejores que tenía. La ropa interior eran unas delicadas piezas de lencería negra formadas por un sujetador y un tanga semitransparentes. Llevaba el pelo recogido en un elegante moño que no había dejado indiferente a Don Ramiro. En realidad la belleza de Sandra ya le había sido referida a través de los muchos informes de sus empleados y deudores. No había sido casualidad que la señora de Aguirre no hubiese conseguido un empleo adecuado para sacarla del apuro.

No tenga prisa, tenemos tiempo más que suficiente para efectuar una evaluación exhaustiva, minuciosa y ecuánime.

Dijo con sorna e ironía Don Ramiro, a la vez que se recostaba en su sillón y se echaba las manos para detrás de su cabeza como queriendo apreciar mejor el cuerpo de su nueva empleada...

Sandra se había quitado ya la chaqueta negra dejando entrever las generosas curvas de su bien torneado cuerpo. Aunque tenía unos treinta y tantos años su cuerpo aún se conservaba atractivo gracias al ejercicio que diariamente practicaba. Desde niña siempre había practicado alguna clase de ejercicio ya fuese danza o aerobic. El caso es que le gustaba mantenerse en forma. Lo que le había permitido conservar una grácil y esbelta figura que la hacían muy atractiva. Su rostro estaba enmarado por una melenita castaña que a la sazón estaba recogido en un gracioso moño. Pero lo que más destacaba eran sus dos hermosos ojos azules que iluminaban un fino rostro completado por unos delgados labios bajo una nariz algo respingona.

Sus manos después de acariciar brevemente sus pechos por encima de su blusa descendían recorriendo sus costados para encontrar la cremallera de su falda. Una vez desabrochada se giró contoneando sus caderas para ofrecer a su patrón una buena panorámica de su espalda y su trasero cuando sensualmente empezó a quitarse la falda agachándose a la par que sus manos descendían lentamente por sus piernas arrastrando la prenda hasta sus tobillos. Al llegar a los tobillos aprovechó para mirar furtivamente la actitud de Don Ramiro, quería asegurarse un buen puesto y las últimas palabras de su patrón la habían puesto más nerviosa si cabe. A la tremenda humillación que sentía por tener que desnudarse delante de un desconocido se sumaba la inquietud por conseguir un mejor trato, si es que se podía denominar así a vender su cuerpo en un prostíbulo más lujoso...

Don Ramiro seguía disfrutando del espectáculo, ya había intuido la belleza de Sandra cuando entró en su despacho a pesar de lo recatado de su vestimenta. Ahora que la estaba viendo desnudarse se sentía cada vez más complacido con el acuerdo realizado. No sólo era una mujer de hermoso rostro sino que conservaba un cuerpo espectacular y bastante flexible por lo que estaba viendo. Cuando Sandra descubrió su falda se quedó extasiado apreciando la firmeza de sus nalgas y el encanto que se intuía en su entrepierna. Inmediatamente se hizo evidente en los pantalones de Don Ramiro que le agradaba sobremanera el sensual streap-tease que estaba ejecutando Sandra. Aún se le podían observar defectos en la actuación de su nueva operaria como a veces llamaba a sus chicas ya sea por puro eufemismo o mera ironía. Pero es evidente que esta chica tiene potencial dijo para sí mientras seguía observando las evoluciones en la danza de Sandra.

Sandra había apartado la falda con un pie mientras que se había girado de nuevo atendiendo a los botones de su blusa. Apunto había estado de desgarrársela cuando un inoportuno botón decidió atascarse en el ojal interrumpiendo la cadencia de sus movimientos y crispando los temblorosos movimientos de sus dedos. Una lágrima estuvo a punto de escapar pero logró reprimirla y ocultarla a la libidinosa mirada de su nuevo jefe girando de nuevo para darle la espalda de nuevo. Por fin había cedido el obstinado botón y ahora separaba ambos lados de la blusa lo que la permitió medio quitársela dejándola medio arrugada en su espalda sujetada por las mangas que ahora sólo cubrían sus antebrazos ya que el descenso de la blusa había dejado libres los hombros y los brazos de Sandra hasta los codos. Volviéndose hacia su jefe Sandra pudo tranquilizarse un poco al comprobar cómo sus esfuerzos tenían resultado ya que la erección de Don Ramiro era más que ostensible.

Don Ramiro no ocultaba en modo alguno la excitación que le producían los movimientos de Sandra, más bien se diría que se esforzaba por hacerla más evidente. Era como si tratara de decirla eres mía y te vas a esforzar al máximo por complacer a este pedazo de carne que desde ahora será tu mayor preocupación. Cuando Sandra se volvió con la blusa a medio quitar, Don Ramiro, pudo apreciar el tamaño de los pechos de su nueva adquisición. No eran demasiado grandes pero tampoco eran pequeños podríamos decir que eran de tamaño medio-grande; se veían firmes aunque pudiera deberse al sujetador... Por otra parte, al fijarse en la lencería que llevaba Sandra, concluyó que tenía muy buen gusto al elegir la ropa. Era elegante y sofisticada a la par que excitante y provocadora. Sí cada vez estaba más satisfecho con el trato alcanzado, Sandra podía trabajar en los clubs más selectos para los clientes más adinerados y exigentes. Iba a ganar mucho dinero con ella aunque no iba a ponérselo tan fácil. Tenía que asegurarse la sumisión, obediencia y dependencia de Sandra y para ello debía humillarla un poquito más y por supuesto catarla...

No te quites ni los zapatos ni las medias... puedes seguir con el sostén.

Sandra apenas había comenzado a agacharse cuando le llegó la orden de Don Ramiro. Después de haberse quitado la blusa pretendía seguir con sus zapatos y medias procurando retrasar el momento en el que mostraría sus partes más íntimas con la vana esperanza de que eso fuese suficiente. Pero no era la primera vez que Don Ramiro examinaba un nuevo fichaje. De hecho había hecho tantos exámenes que ya sólo se ocupaba de aquellos que realmente merecían la pena. Es decir aquellos que satisfacían sus cada vez más exigentes requisitos de belleza.

Sandra, seguía con la mirada baja evitando los ávidos ojos del hombre que la había contratado, no quería sonrojarse más y mostrar su vergüenza ante lo que se veía obligada a hacer. Aunque era evidente que no lo estaba consiguiendo. Ahora que tenía mostrar sus pechos un súbito calor inundaba sus mejillas, estaba roja de vergüenza. Nunca le había gustado mostrar sus pechos al ginecólogo de hecho siempre que le había sido posible acudía a la consulta de una doctora; aunque el último reconocimiento, que se había hecho ordenado por Don Ramiro como requisito previo a la entrevista, lo había tenido que hacer ante el Dr. San Cristóbal, amigo íntimo de Don Ramiro. Ahora sin embargo la situación era mucho más tensa no sólo estaba a punto de mostrase desnuda ante un desconocido, sino que estaba esforzándose por excitarlo sexualmente y lo que es peor tendría que estar dispuesta a satisfacer sus libidinosos deseos... Para eso la pagaban, terminó de decir una voz interior que la hacía sentirse más rebajada e indigna. Sus manos ya habían soltado el broche del sujetador y los brazos se habían escapado de los tirantes de modo que ahora sus manos impedían que éste cayese al suelo.

Como si leyese los pensamientos de Don Ramiro no se deshizo del sostén rápidamente, sino que lo fue separando de sus pechos lentamente con movimientos cada vez más amplios hasta que asomaron sus pezones. Para su consternación estaban erguidos. ¿Cómo podía ser que pudiese disfrutar y excitarse ante tanta humillación? Jamás se había sentido tan rebajada tan degradada y sin embargo su cuerpo parecía traicionarla.

Cuando Sandra se deshizo del sujetador, Don Ramiro pudo apreciar la verdadera firmeza y forma de sus pechos. Sí se conservaban firmes y redondeados. ¡Qué buena hembra! Se relamía de gusto ante la inminencia de lo que vendría después...

Sandra estaba bloqueada, se resistía a quitarse su tanga y mostrar así su sexo. Por ello se alivió un poco cuando Don Ramiro le pidió que jugara un poco con sus pechos. No tenemos prisa, tenemos todo el día para realizar tu correcta evaluación, añadió. No obstante el inefable momento tenía que llegar...

Muéstrame tu tesoro, quiero apreciar lo que han de disfrutar nuestros clientes.

El tono de Don Ramiro era deliberadamente provocador. Sabía que Sandra se sentía completamente humillada pero aún le quedaba algo de dignidad y había que quitársela. Una puta no puede tener ni una pizca de orgullo ni de amor propio, si quiere cumplir con todas las exigencias de sus clientes. Las putas de Don Ramiro eran apreciadas porque todas ellas ofrecían un servicio completo, no había extras por determinados pedidos. Completo quería decir que estaban dispuestas a satisfacer todos y cada uno de los caprichos de sus clientes por perversos, asquerosos o degradantes que los considerasen. Los sentimientos de las putas no contaban, lo único que contaba era la completa satisfacción de aquellos que compraban sus servicios. El único requisito que los clientes debían satisfacer era el dejar a las putas en las mismas condiciones de servicio, si les dejaban marcas o alguna secuela debían pagar un extra en virtud de la pérdida económica ocasionada por el tiempo de recuperación que precisase la puta. No obstante Don Ramiro conocía algunos clientes que pagaban gustosos los extras requeridos para satisfacer sus fantasías... Sandra tenía que aprender el oficio y Don Ramiro no estaba dispuesto a demorar su enseñanza. No tardaría en domar y doblegar a esta hembra, aunque tenía otros motivos para asegurarse la sumisión y obediencia total de Sandra. Sandra no era lo único valioso que había dejado el difunto señor Aguirre... Pero eso vendría después, ahora tenía que encargarse de educar e instruir en el oficio a la madre...

Sandra jugueteaba con su tanga con los pulgares estiraba aquí y allá de los elásticos dejando entrever fugazmente lo que se escondía tras la escasa tela. Finalmente, al igual que hizo cuando se quitó la falda se giró e hizo descender el tanga lentamente a lo largo de sus bien torneadas piernas. Así ofreció una detallada visión de su sexo y su culo, sin prisas como le había recordado su jefe. Al llegar a los pies, se sacó el tanga y separó sus piernas; pudiendo comprobar a través de ellas que Don Ramiro estaba plenamente satisfecho con su perfomance, ya que parecía costarle trabajo mantener sus manos detrás de su nuca. Lentamente Sandra se fue irguiendo recorriendo con sus manos la parte de atrás de sus interminables piernas, los tobillos, las pantorrillas, las rodillas, los muslos... Al llegar a los firmes glúteos, se los separó levemente para ofrecer una mejor visión a su patrón. No había hecho un streap-tease nunca, ni siquiera para su marido pero había visto alguna que otra peli porno. Ahora estaba protagonizando una pensó y una inmensa congoja acudió a ella. Se frotó el tanga en su entrepierna mientras se giraba para mirar de frente a Don Ramiro. Cuando se encontró sin querer con los ojos de su jefe aún esperaba que Don Ramiro diese por acabada la prueba y le permitiese marcharse. Aunque al encontrarse con su mirada rápidamente supo de que la cosa aún iba a continuar, las manos de Don Ramiro se habían acercado a su paquete. Las manos de Sandra todavía tapaban su pubis aunque no por mucho tiempo...

Pásamelo niña. Quiero saber cómo hueles.

Sandra le lanzó el tanga y Don Ramiro lo cogió al vuelo. Rápidamente lo dirigió a sus fosas nasales y respiró profundamente captando los aromas del cuerpo de ella...

Está húmedo. ¿Será por el sudor? Preguntó con ironía.

Sandra se volvió a sonrojar y agachó más la cabeza. Sus manos trataban ahora de ocultar sus pechos y su vulva. Este gesto desagradó a Don Ramiro quien le exigió:

No te tapes. Estás aquí para convencerme de tus encantos y de tu capacidad para complacer a mis clientes. Pon las manos detrás de tu nuca y separa un poco más tus piernas...

Sí señor. Musitó Sandra aún más humillada.

Tendremos que hacer algo con esos matojos... Mis putas cuidan su aspecto. Sobre todo mis putas de lujo. No basta con depilarse las axilas, también debes tener depilado y cuidado el coño. Al fin y al cabo es tu mejor herramienta de trabajo y un buen profesional cuida de sus herramientas. ¿Cómo es que lo tienes así?

Perdón señor yo no me esperaba esto, quiero decir que me probase tan pronto yo...

Empezó a contestar azorada.

Aún no te he probado querida, pero no te preocupes pronto lo haré... En realidad no es una falta demasiado grave. (Empezó a decir en un tono más conciliador.) Se puede solucionar fácilmente no te preocupes por eso a partir de ahora tendrás rebajas en nuestros centros de belleza, hacen descuentos especiales para putas ¿Sabes?. Me ha parecido observar que haces bastante ejercicio físico. ¿Es correcto?

Sí señor, siempre me ha gustado.

Bien eso me gusta, una buena puta ha de tener aguante y mantener un buen tipo, si quiere gustar a sus clientes. ¿No crees?

Supongo que sí. (Sandra había notado que Don Ramiro estaba empleando cada vez con más frecuencia y énfasis la palabra puta.)

No es que te exija que te depiles completamente el coño. No eres una niña ni creo que sea tu estilo el parecerlo, ya sabes ir con coletas y llevar uniforme... Creo que tu estilo debe ser el de una puta sofisticada, ya sabes, la de una zorra acostumbrada a manejar dinero y vivir cómodamente. Básicamente como hasta ahora has hecho. Sí creo que en ese papel te puedes sentir bastante cómoda. Creo que con que te rasures y elimines un poco más ese exceso de vello púbico será suficiente. Sobre todo deja limpios tus labios aunque creo que ya lo haces. Acércate para que te lo examine mejor. No bajes los brazos.

Sandra se acercó resignada y se colocó en frente de Don Ramiro con las piernas abiertas para permitir una exploración más minuciosa por parte de su patrón. Don Ramiro se tomó su tiempo abriendo y cerrando los labios del coño de su nueva empleada, pellizcando su clítoris, introduciendo brevemente alguno de sus dedos en su vagina y tirando de alguno de los rizados pelos. Sandra se esforzaba por mantener la mirada fija en el infinito tratando de contener las lágrimas aislándose de las sensaciones que los hábiles y expertos dedos de su jefe la estaban provocando. Se sentía avergonzada pero aún se sentía más despreciable por empezar a sentir placer ante las manipulaciones de su patrón. Finalmente cuando apenas alcanzaba ya a reprimir sus primeros gemidos Don Ramiro la sacó de sus cabilaciones.

Bien podemos concluir que has sacado una buena nota en cuanto a capacidades físicas. ¡Qué coño! Has sacado un sobresaliente no vamos a rebajarte puntos por esta insignificancia de los pelos del coño. Al fin y al cabo ya hemos acordado la solución. ¿No? Como ves putita, estoy dispuesto a ser generoso contigo. ¿Qué te parece?

Mu... muchas gracias Don Ramiro. (Acertó a decir Sandra con un hilo de voz.)

De momento vas para puta cara, escort, modelo o señorita de compañía. ¿Es lo que tu querías, verdad?

Sí señor, ¿puedo vestirme?

No. Cariño tu examen de puta todavía no ha terminado... Has terminado, con nota, todo hay que decirlo las capacidades físicas. Ahora veremos tus habilidades como meretriz. Es decir. Vamos a ver como follas...