El acuerdo (10)

Termina la jornada inicial de entrenamiento...

El acuerdo 10

Es lista la zorra. Nos quiere dar lástima comportándose como una perrita buena. Pero no nos va a engañar ¿Verdad Don Ramiro?

¿Qué tienes pensado Irenita?

Verá jefe. A esta golfa lo que le va es la marcha. Se daba aires de señora respetable pero es más puta que las gallinas. Ya la ha visto gemir como una perra en celo con esa porquería de consoladores. Seguro que ha fallado porque está más mojada y caliente que un plato de sopa. Lo que más la hace sufrir es tener que hacernos gozar, dar placer a los demás. Eso no es bueno para una puta, jefe. Me he fijado en cómo me miraba con envidia. Esta perra celosa quiere todas las pollas para ella.

Sí, creo que tienes razón. Esta furcia no tiene término medio. En cuanto se calienta no para en buscarse placer. ¿Se te ha ocurrido algo para escarmentarla?

Puede

Sandra llegaría a temer la socarrona mirada de Irene. Con el tiempo, cuando su experiencia le dio la posibilidad de considerarse una entendida en la materia, llegaría a la conclusión de que los clientes más retorcidos, y difíciles de complacer no eran los hombres, sino las mujeres. "Irene podía ser una gran ayuda como amiga, pero cuando sus ojos brillaban con aquella enigmática sonrisa… Bueno, podías estar segura de que lo que estaba tramando no te iba a gustar".

¿Qué le parece Don Ramiro si le presentamos al incansable?

¿El incansable? ¿No crees que es demasiado pronto?

Para cualquier otra quizá pero para esta puta viciosa no lo creo Don Ramiro. Mírela cómo le brillan los ojos, lo sonrojado del rostro y esa respiración agitada… Esta perra es capaz de correrse ya mismo.

Si bien la descripción que Irene hacía del estado de la joven, era objetivamente correcta; Sandra no opinaba lo mismo sobre la causa de las mismas. Estaba caliente sí pero estaba más cansada que excitada. El cruel jueguecito con aquellos consoladores la había agotado. El esfuerzo por evitar que los malditos chismes se le cayeran la había obligado a tensar todos los músculos de sus piernas y de su pelvis, ahora derrotada todavía sentía algunos calambres. Si respiraba agitadamente y estaba azorada, no era tanto por el placer que pudiera sentir sino por la vergüenza de verse rebajada a actuar tan desvergonzadamente delante de ellos y al enorme esfuerzo que había tenido hacer para satisfacerlos. Sin embargo no se atrevía a contradecir a la altiva secretaria, algo le decía que Irene podía idear castigos realmente crueles y dolorosos, era mejor no enfadarla. Ahora lo que la llenaba de temor y la intrigaba a la vez era saber quién sería "el incansable". No se atrevía a pensar en lo que su jefe podría hacerle si le decepcionaba de nuevo. Aunque el apodo que le habían puesto a su nuevo "partenaire" no le daba muchas esperanzas

Está bien Irenita, sabes que siempre confío en tu criterio. Esperemos que esta puta aguante.

Si no aguanta, Don Ramiro, es que esta zorra no es tan buena como pensábamos.

Sí sería una verdadera lástima con la buena opinión que nos estamos formando de ella. Ve haciendo los preparativos. Vamos a comprobar su aguante. Y tú Zorra, dijo dirigiéndose a Sandra, ven aquí y enfúndate mi rabo, no quiero que el pobrecito se enfríe y pille un constipado.

Sandra se acercó recelosa pero estaba dispuesta a satisfacer a sus jefes con obediente resignación, un cierto nerviosismo evidenciaba su desasosiego. Se empaló sin dificultad alguna el ariete de su jefe, el jueguecito anterior la había dejado muy lubricada, de hecho ese exceso de lubricación había contribuido enormemente a su fracaso. Apenas consiguió reprimir un gemido mordiéndose sus labios, pero su cara no ocultó el placer que sentía al llenarse con el palpitante y duro miembro de su jefe. Aquello no tenía nada que ver con los anodinos aparatos que le taponaran sus agujeritos hacía unos instantes. La polla de Don Ramiro, no sólo era bastante más gruesa que los insulsos consoladores, también era mucho más cálida y palpitante, Sandra la sentía viva dentro de ella y eso la satisfacía más que cualquier juguete inanimado. Sus labios abrazaron golosos el poderoso falo de su jefe, dispuestos a saborearlo. Su vagina estaba ansiosa por estrechar entre sus húmedas paredes la enorme verga que tan bien la llenaba.

A Don Ramiro no se le escapó la alegre acogida que Sandra le daba a su cipote.

No te vayas a correr so puta si no quieres que me enfade.

No Don Ramiro descuide.

¿Te gusta mi polla, zorra?

Sí, es mucho más rica que esos cacharros.

No hace falta que lo jures.

¿Con tu marido eras tan calentorra?

No, claro que no. Su esposo no tenía tanta "imaginación", su esposo no la utilizaba como si fuese un mero objeto, no la maltrataba, ni la insultaba, ni la rebajaba y humillaba a la mínima oportunidad. Su esposo no sería gran cosa en la cama pero cuando terminaban de hacer el amor, se sentía a gusto, contenta y feliz por haberlo complacido. Se sentía orgullosa de ser mujer y poder hacer feliz al hombre al que amaba al mismo tiempo que ella gozaba de los placeres del sexo. En cambio ahora

Dos fuertes cachetadas la sacaron de sus pensamientos. Parecíanle años y no días el tiempo que llevaba al servicio de Don Ramiro. Los insistentes azotazos la devolvieron a la triste y cruel realidad. Estaba empalada a un hombre al que no amaba y que no la consideraba más valiosa que la renta de una habitación de un hotel; y lo peor era que a pesar de todo, su cuerpo y toda ella evidenciaban que disfrutaba con aquel trato

No Don Ramiro. Nunca me comporté así con él

Logró responder antes de colmar la paciencia de su jefe, al tiempo que apartaba la mirada con los ojos llenos de lágrimas. Se sentía sucia al manchar de aquel modo el recuerdo de su amado esposo. Pero tenía que sobreponerse, hacerse fuerte y enterrar en lo más profundo de su ser esos sentimientos. Su esposo no la podía ayudar ni sacarla de la difícil situación en la que se encontraba. Tenía que ser ella la que consiguiese saldar las deudas y conseguir que su hijita llegara a terminar sus estudios salvaguardando su reputación. Si para ello debía convertirse en el juguete de unos cuantos degenerados lo sería. Lo que no llegaba a imaginarse es cuán degenerados podrían ser sus clientes y sus patronos.

Antes que se diera cuenta, Irene había regresado con unos cuantos utensilios. Acariciándola desde su espalda y recorriéndola de arriba abajo le fue colocando una serie de electrodos en diferentes puntos estratégicos de su cuerpo. Sandra logró girarse y comprobó que esos electrodos se conectaban a un ordenador portátil por lo que no se puso muy nerviosa, simplemente estaba intrigada. Cuando todo estuvo dispuesto comenzó un nuevo juego

Bueno Sandrita, vamos a darte otra oportunidad de redimirte de tu fracaso y eludir tu castigo. Si haces que Irene o yo nos corramos antes que tú, te librarás de conocer al incansable. Si no lo consigues pasarás con él toda la noche, hasta mañana por la mañana.

Una cierta mirada de desilusión y desaprobación chispeó por un momento en el rostro de la secretaria. Don Ramiro como siempre se percató de ello.

¿No estás de acuerdo Irenita?

Sí jefe… como usted quiera. Pero creo que es demasiado condescendiente con esta perra.

Tal vez… pero has de recordar que es una tierna cachorrilla… sólo lleva con nosotros un par de días. Lo que pasa es que es muy precoz y aprende muy rápido pero no nos conviene agobiarla demasiado. ¿Qué te parece Sandrita te damos otra oportunidad?

Por favor Don Ramiro haré lo que usted me diga pero no me haga daño por favor.

Ya te he dicho que si ganas evitas el castigo… ¿Qué más quieres?

Sandra presentía que aquello no era sino otra escusa para humillarla y poder abusar de ella con mayor impunidad y desdén. Pero poco podía hacer para evitarlo. Si soliviantaba el enfado de sus jefes sería mucho peor. Después de todo ella había aceptado todo aquello, era ella la que se había comprometido a satisfacer todos los caprichos sexuales de sus clientes. Nadie la había obligado, bajo punta de pistola, a convertirse en prostituta, lo había decidido ella misma. Debía hacer frente a las consecuencias y allí le estaban enseñando todo lo que aquello significaba en realidad. Además, aunque lograse eludir un castigo, otro más cruel le sobrevendría después. Sobre todo si era Irene la que lo ideaba. Decidió pues, no gastar sus escasas energías en resistirse a aquello y concentrarse en aguantar lo que le sobreviniese del mejor modo posible.

Nada… nada Don Ramiro, es usted muy generoso. Yo… no quiero defraudarlo, señor.

Mi niña, no te preocupes por tu futuro, esto son juegos y pruebas para capacitarte mejor como puta. En este mes Irenita te va a instruir en tu nuevo oficio. Obedece lo que ella te diga y serás una buena puta y no tendrás nada que temer. Irene es una magnífica instructora de putas. ¿Lo has entendido?

Gracias jefe. Replicó Irene rápidamente.

Sí Don Ramiro. Contestó Sandra bajando resignada su mirada.

Perfecto, comencemos.

Don Ramiro comenzó a acariciar y besar con ternura y delicadeza a Sandra. Especial atención recibieron sus sensibles pechos. Sandra esperaba un trato más rudo y no pudo evitar estremecerse de placer ante tan consideradas atenciones. Irene por su parte no se estuvo quieta y se colocó un arnés con u un pene vibrador. Cuando estuvo Irene lista, su jefe hizo que Sandra se recostase sobre él haciendo que ésta ofreciese su suculento culito. El ano de Sandra estaba más que dilatado y lubricado pero no por ello menos sensible y más si tenemos en cuenta que el canal adyacente estaba ya ocupado con una buena tranca. Irene entró dentro de Sandra con delicadeza pero asegurándose de que la aprendiza de puta sintiese bien su aparato. No obstante este entró con facilidad lo que no dejó de sorprender a ambas mujeres. Sandra se mordía los labios tratando de reprimir sus intensas emociones.

Era la segunda vez que la llenaban por ambos agujeritos, sólo le faltaba una polla en su boca para poner el cartelito de completo. La sensación ahora era distinta, principalmente porque ahora lo disfrutaba más. Las paredes vaginales no estaban tan distendidas, no temía que la desgarrasen, todo lo contrario, Sandra se sentía extrañamente llena. El tamaño de las pollas que la perforaban era bastante considerable, sobre todo la de Don Ramiro, pero no sentía que estuviesen forzando la elasticidad de sus agujeritos. El suave bombeo, favorecido con la extraordinaria lubricación conseguida, la embriagaba en un dulce éxtasis. Un dulce éxtasis del que de nuevo no debería disfrutar. Si se dejaba llevar por él perdería de nuevo. Otra vez tenía que luchar con las tentadoras caricias, los provocativos roces, los seductores besos y las irresistibles sensaciones que la conducían inequívocamente al temido orgasmo. Tenía que evadirse, escapar de aquellas diabólicas tretas a las que se sometía su cuerpo traidor. No tenía que aguantar, resistirse como fuera y lograr que Irene o Don Ramiro llegasen antes que ella.

Se mantuvo una tensa incertidumbre durante buena del juego. Los contendientes no escatimaron esfuerzos para alzarse con la victoria. Por un lado la veteranía y experiencia de Don Ramiro y su secretaria, por otro el vigor, el arrojo y la arrolladora fuerza de la juventud de Sandra. No obstante el resultado del encuentro estaba determinado ya de antemano. La inexperiencia de Sandra jugaba en su contra por no decir que sus contrincantes trabajaban muy bien en equipo ayudándose mutuamente. Si Don Ramiro veía acercarse su corrida cesaba en sus envites momentáneamente al tiempo que Irene aceleraba los suyos. Si era Irene la que se acercaba a su orgasmo ahora era Don Ramiro el que encargaba de pistonear con fuerza. El caso es que ya fuese por uno, por otro o por los dos, Sandra se encontraba inmersa en una constante e intensa estimulación y por mucho que lo intentara no podía evadirse de ella.

El despacho se llenó de los incoherentes jadeos de los tres sudorosos atletas. Estaba próximo el desenlace, los tres participantes habían cedido a la vorágine de la pasión y se entregaban ya sin reservas a los placeres del sexo. En esas circunstancias Sandra tenía todas las de perder… El intercambio de placer era desigual. Mientras los esfuerzos de sus jefes se intensificaban en ella, los suyos se repartían entre ellos. Para tener alguna posibilidad debía centrarse en complacer a uno de los dos y conseguir que se corriera. Si trataba de hacer que los dos se vinieran perdería. Dejarse llevar por la desbocada corriente del deseo sexual la llevaría a la derrota.

Sandra tenía que perder… y perdió. La intensidad de la jodienda la llevó irremediablemente a abandonarse a los dictados de su cuerpo y éste pese a las órdenes recibidas llevó a su dueña al punto de no retorno. Sandra se descargó en un sonoro y húmedo orgasmo que no dejó lugar a dudas. Habiendo conseguido su objetivo, tanto Irene como su jefe se dejaron llevar casi inmediatamente, por sendas corridas simultáneas. Sandra había perdido por un gol en la prórroga, por una canasta en el último segundo, por un adelantamiento en la última curva, por mala suerte de un modo injusto… pero había perdido.

Tardaron un buen rato en recuperarse, el esfuerzo había sido titánico. Sus cuerpos empapados de sudor corroboraban la intensidad de la jodienda. En cuanto se hubieron repuesto salieron del cuerpo de Sandra. Irene y Don Ramiro se acercaron para examinar el ordenador portátil; Sandra simplemente se dejó caer sobre el suelo, sus piernas no la sostenían.

Ha estado bien ¿Verdad?

¡Genial, jefe! Hacía mucho que no me desahogaba como hoy. (Contestó rápidamente Irene.)

Y tú zorra. ¿No dices nada?… Me da la sensación de que eres la que mejor ha escapado

Sí Don Ramiro, ha estado muy bien… (Sandra no se atrevió a añadir nada más.)

¿Ha funcionado? ¿Se ha registrado bien?

Sí jefe, ahora podremos calibrar bien al incansable… Podemos someterla a cualquier programa de entrenamiento.

¡Perfecto! Muy bien… ¿Qué programa nos sugieres para la zorra de Sandra?

Don Ramiro hablaba con un tono falsamente profesional, como si no hubiesen decidido ya lo que harían con su pupila. Su intención no era otra que despertar la inquietud y el desasosiego de su agotada víctima. No tenía que esforzarse mucho. Sandra comenzaba a inquietarse de veras, ahora se preguntaba el propósito de aquellos cables y electrodos y el maldito ordenador. Sobre todo se daba perfecta cuenta de que los planes de sus jefes eran mucho más retorcidos e iban mucho más lejos de lo que se había imaginado. Cansada se dejó vencer por el sueño

Sandra… Sandrita… Vamos, niña, despierta. Tienes que comer y reponer fuerzas para lo que te espera.

La voz de Don Ramiro le llegaba lejana para ir tomando fuerza poco a poco. De repente, se dio cuenta de dónde estaba. No estaba en su casa, estaba desnuda sobre la moqueta del despacho de Don Ramiro. Había tenido un agradable sueño que la había alejado de la realidad que ahora vivía. Ahora, las sensaciones y los recuerdos se agolpaban confusos y desordenados tratando de dominar su consciencia. Un terrible desasosiego se apoderó de ella cuando fue consciente de lo que ahora la esperaba. Tenía que aguantar el castigo por no haber superado las diabólicas pruebas de aquellos degenerados. El miedo la agarrotaba haciendo que sus movimientos fuesen mucho más torpes. Sin embargo, cuando se incorporó lo que vio ante ella la dejó desconcertada. Frente a ella, en la mesa de su jefe, estaba elegantemente dispuesto un exquisito mantel repleto de de apetecibles viandas. Una generosa ensalada, una gran variedad de pinchitos y bocaditos, un suculento y sabroso plato de pescado, dorada para ser exactos, y una enorme profusión de bebidas isotónicas y agua. Desconcertada miró a su jefe preguntándole con la mirada a qué venía todo aquello.

Come, querida, lo vas a necesitar. Llevas aquí toda la tarde y tienes que reponer fuerzas y prepararte para lo que te espera. No pienses que nos gusta torturarte… bueno nos gusta, pero no queremos hacerte verdadero daño. Lo que queremos es prepararte para tu nuevo oficio, y prepararte bien, para que seas la mejor de todas mis chicas. Me gustas, Sandrita, me gustas mucho tienes clase y un morbo especial que espero conserves

Sandra apenas pudo emitir un tímido y débil gracias ante los generosos halagos de su jefe. Volvía a hablarle con la misma condescendencia con la que se le habla a un empleado novato en sus primeros días. Lo cierto era que había perdido la noción del tiempo, no llevaba reloj y no sabía cuánto tiempo había estado durmiendo. Un vacío en el estómago la hizo reconocer la sabiduría del consejo de su jefe, tenía hambre seguramente estaría anocheciendo. "¿Qué hora es?" Se atrevió a preguntar mientras se sentaba a la mesa algo incómoda por su desnudez. Sí se había entregado a aquel hombre que no dejaba de recorrer su cuerpo con su mirada pero aquello era distinto. Era la primera vez que comía completamente desnuda delante de otra persona. "Las nueve y diez pasadas" Contestó su jefe con total indiferencia. "Has echado una buena siesta, se nota que estabas cansada. No quisimos despertarte mientras hacíamos los preparativos". Sandra agradeció el detalle, ahora que sus ideas iban aclarando reconocía que sus jefes no eran tan insensibles como pensara. Al ir a sentarse, se acordó de que no se había lavado.

Estoy sucia, Don Ramiro, tengo que lavarme. Además no quiero mancharle la silla.

Por supuesto, querida, lávate las manos en el aseo. No hace falta que te duches, luego lo harás, hay tiempo. Y no te preocupes por la silla ya se limpiará o cambiará… ¿Puedo cenar contigo?

¿Qué?… ¿Cómo? ¡Oh!… Sí desde luego pero si soy yo su invitada.

El educado trato de parte de Don Ramiro, estaba descolocando a Sandra por completo. Ahora la volvía a tratar como a una dama, por lo menos así se lo parecía a ella. Este cambio la desconcertaba, no sabía a qué pudiera deberse ni se atrevía a preguntarle a su jefe. Se lavó las manos, la cara y quiso arreglarse un poco el recogido con que llegó al despacho pero viendo que era imposible, decidió soltarse el pelo y dejar que su ondulada melena cayera suavemente sobre sus hombros. ¡Cielos se estaba arreglando el pelo para presentarse completamente desnuda delante de su jefe! ¡Como si él fuese a fijarse en su rostro pudiendo apreciar otras partes de su generosa anatomía! Prefirió no pensar demasiado en ello y respirando hondo salió del aseo.

¡Vaya te has soltado el pelo! Tienes un cabello muy lindo, te queda muy bien… A ver, ¿puedes darte la vuelta?… Magnífico… No sé si me gustas más con el pelo recogido o suelto

Me halaga usted Don Ramiro… Yo… No sé qué decirle

No digas nada y siéntate a cenar.

La mesa se encontraba ahora más llena con algunas bandejas más y unas cuantas botellas de buen vino. Evidentemente, el vino era para su jefe, porque cuando la mesa era para ella sola no estaba, eso la disgustó un poco. Antes de sentarse, Sandra colocó una servilleta sobre la silla con un gesto bastante coqueto, a pesar de lo que dijera su jefe a ella no le gustaba manchar las cosas. Una vez sentados ambos, comenzaron a cenar con total normalidad. Como si se hallaran en un restaurante, Don Ramiro le hablaba de temas intrascendentes. Sandra miraba con envidia la copa de vino de su jefe. Y éste, como siempre, no tardó en percatarse de ello.

¡Oh! ¿Te gusta el vino Sandrita?

Eres sincera, me gusta eso… No pienses que no te sirvo vino por desconsideración o algo así. Si te fijas dispones de abundante cantidad de agua y bebidas isotónicas que no refrescos porque es lo que más te conviene para la prueba que tendrás que soportar. Irene está haciendo los ajustes correspondientes y va a ser muy exigente contigo

Oh… La prueba me había olvidado de ella. ¿Es dolorosa? ¿Cuánto dura?...

No te preocupes por eso ahora. Confío en ti y estoy seguro de que aguantarás como una campeona… Tranquilízate, verás como luego no lo ves tan difícil… Toma bebe un poquito de este blanco con el pescado va muy bien, y no creo que por una copa te vaya a perjudicar demasiado… Por cierto, ya que ha salido el tema me he tomado la libertad de elegir los platos por ti espero que sean de tu agrado. No quería que fuese una cena muy pesada

Sí… realmente es una cena exquisita… Y me encanta el pescado, más que la carne… aunque no le hago ascos a un buen filete

La cena prosiguió con normalidad, Sandra hubiese pensado que estaba comiendo con un encantador caballero de no encontrarse vestida con el traje de Eva. Realmente hubiese sido una velada encantadora, hasta romántica de no ser por ese detalle. Cuando terminaron, Sandra pasó a ducharse y preparase para conocer al incansable y lo demás que sus jefes le hubiesen preparado. Fue una ducha cálida y larga. Inconscientemente Sandra quería retrasar el fatídico momento en que comenzaría su tortura. Estaba inquieta, el nerviosismo y el temor a lo desconocido volvían a dominarla. Logró salir antes de que su jefe le llamara la atención por retrasarse. Don Ramiro percibiendo su estado de ánimo la invitó a sentarse y a tomar un par de tragos de la bebida isotónica. La mesa donde habían cenado ya estaba recogida y sobre ella se encontraba el inefable ordenador portátil. Irene no había llegado pero no tardaría en llegar

Sandra estaba tal cual había venido al mundo, tumbada sobre una especie de estrecho diván y con las manos y pies sujetos con unas correas acolchadas. La habían atado con sus manos por encima de su cabeza y las piernas extremadamente abiertas se apoyaban en las barras que la sujetaban al lado del diván que terminaba justo donde Sandra apoyaba su trasero, apenas podía moverse y sólo su cabeza disponía de total libertad. Estaba totalmente expuesta, tanto su vagina como su ano eran fácilmente accesibles pero de momento parecían ignorarlos. Con aséptica profesionalidad Irene recolocaba con parsimonia los mismos electrodos que antes le pusieron. Una vez colocados, Irene acercó una máquina eléctrica con dos motores y dos varas de metro y medio aproximadamente. Al final de las varas una rosca permitía el intercambio de diversos accesorios, en este caso Irene colocaba dos dildos metálicos de grosor y tamaño considerable. Comprobó que todo estaba bien haciéndola funcionar. Los motores producían un movimiento de vaivén que se transmitía a través de las varas hasta los penes artificiales. Era una máquina de follar, literalmente la iban a follar con aquella cosa. Ahora comprendía lo de incansable, esa cosa no pararía nunca a menos que se fuera la luz…La iban a follar sin descanso con esa cosa hasta que ellos quisieran y ahora nada podía hacer para evitarlo. Comenzó a suplicar y protestar aterrorizada, aquella cosa la mataría.

No te preocupes querida, Irene sabe lo que hace. No eres la primera que pasa una noche con el incansable. De hecho Irene le saca mucho partido al aparatito y le ha programado una increíble cantidad de funciones

Sí, cariño como es vuestra primera noche juntos, os pondremos un programa suave…Para que lo disfrutéis… Ya tendréis tiempo para programar una sesión salvaje… Créeme querida, las que lo han probado no lo olvidan jamás.

Vamos, vamos Irene, no seas maliciosa y no asustes a la pobre niña. Si tú eres la que más veces te has programado una sesión con el incansable… Llegué a temer que me lo rompieras

Mientras sus jefes conversaban como si tal cosa. Sandra comprobaba el calibre de aquellos consoladores. Irene los estaba ajustando para que el movimiento de vaivén no llegara demasiado dentro de la joven y la traspasaran. Un consolador era soportable, pero cuando los dos estaban metidos a la vez en sus tiernos agujeritos… Sandra se sentía un globo a punto de estallar. Trataba de escapar de ellos pero no podía. Gemía y bufaba como si al hacerlo pudiera escapar de la angustian que ambos consoladores la provocaban. Sandra pensaba que Irene accionaría el aparato y eso sería todo

Estaba equivocada, Irene se acercaba a ella con unas extrañas pinzas metálicas. Un fino cable eléctrico conectaba las pinzas con el terrible aparato. Sin inmutarse, con sádica tranquilidad, Irene mostró las terribles pinzas a su víctima. Después de asegurarse la atención de Sandra, paseó los horribles cepos por su suave piel, en especial por sus sensibles pechos. Cuando lo vio conveniente un pezón quedó enganchado. Sandra se revolvió y gritó pero no pudo quitárselo. Dos fuertes bofetones de Irene la hicieron callar.

Calla, mala puta. Esto no es nada… ¿Quieres que te haga daño de verdad?

Sandra logró reprimirse cuando le colocaron una nueva pinza en el otro pezón pero no pudo evitar chillar cuando le aprisionaron su botoncito. Sandra se arqueaba y agitaba su cabeza abría y cerraba sus manos como si con ello pudiera soltarse de aquellas trampas o eludir el dolor. Volvía a suplicar clemencia a la insensible secretaria pero su severa mirada la hizo callarse de nuevo. Entonces para su horror, vio dibujada una socarrona sonrisa en el rostro de Irene. En su mano un mando a distancia haría funcionar aquel engendro, si ya la incomodaban las pinzas cuando aquel aparato la follase

AAAAAAAGGGGGGGHHHHHHHYYYYYYYYY

Una descarga eléctrica convulsionó el cuerpo de la indefensa muchacha. Los pechos y la vulva parecían quemarla, la vagina y el ano se contraían espasmódicamente como consecuencia de la corriente. La descarga a penas duró unos segundos pero fueron eternos. Sandra buscaba alarmada la ayuda de Don Ramiro, su jefe no debía permitir que aquella sádica la torturara con aquel aparato. Quiso suplicarle, pero la severa mirada de su jefe le recordó la máxima de la organización de Don Ramiro: "Mis putas no se niegan a nada, mis putas lo hacen todo".

Bien jefe, creo que todo está dispuesto… Sólo hace falta que la lubriquemos un poco para que la muy zorra no se queje.

Sí… sí, no queremos que nuestra chica trabaje incómoda. Explícale un poco lo que tiene que hacer.

Como quiera, Don Ramiro. Mira puta. Estás aquí en primer lugar, porque tu coño y tu culo no están en forma. No eres capaz de sujetar unos consoladores de nada con ellos así que mucho menos puedes agarrar una polla en condiciones. En segundo lugar eres una zorra calentona que sólo piensa en correrse, y eso no está bien. Esta máquina te ayudará a entrenar esos agujeros y a no correrte a las primeras de cambio. Como bien sabes, es una máquina de follar y eso es lo que vas a hacer. Vas a follar toooda la noche. Pero no debes correrte, si te corres, el ordenador lo detectará y recibirás un pequeño toque de atención como el de antes. Cuantos más toques de atención recibas más intensas y duraderas serán las descargas. El ordenador también regula la velocidad y el ritmo de los consoladores y cada cierto tiempo variarán para que no te aburras demasiado. Como este es un espectáculo muy aburrido Don Ramiro y yo nos marcharemos y veremos qué tal te ha ido mañana. ¿Alguna pregunta?

¿ME VAN A DEJAR SOLA?

Sí puta, ¿eres sorda? Te dejamos con tu amante para ti solita. Así no te sentirás celosa

PERO… Y SI PASA ALGO

Oye, zorra deja de chillar como una histérica. Tú te has metido solita en este embrollo, ahora a ver cómo te portas, puta. Si sigues chillando te pongo el programa noche salvaje y sin lubricante… ¿Quieres eso?

NO…NO…No por favor

No seas demasiado dura con la zorrita Irene. Está algo nerviosa es su primera noche con nuestro incansable… Ponle el programa estipulado, vemos cómo le va y la dejamos que disfrute.

Está bien Don Ramiro, como usted mande pero creo que está tratando a esta fulana con demasiada condescendencia. Luego no se lo agradecerá son todas unas desagradecidas egoístas.

Irene aplicó con generosidad el lubricante en las entradas de la chica y también sobre los consoladores. Sabía que la noche era muy larga y Sandra lo echaría de menos. Sin más preámbulos puso en marcha la máquina y se aseguró de que el ordenador la dirigiría según el programa estipulado. Sandra recibió una ligera descarga eléctrica y se arqueó frenética

AAAAAGGGGHHHHYYYY

Tranquila Sandrita, si se te acelera el pulso el ordenador se creerá que tienes un orgasmo y corregirá tu exceso de lujuria… cálmate putita que la noche es joven y tienes mucho que cabalgar.

La máquina comenzó un lento, lentísimo vaivén en el coño de Sandra. Era tan lento que Sandra creyó que no la llegaría a excitar jamás. Pasados unos minutos la máquina accionó el segundo dildo con parecida velocidad. Los penes entraban con agobiante parsimonia siguiendo sus diferentes ritmos con perfecta regularidad. Esto hacía que la mayoría de las veces sólo uno de los agujeritos de Sandra estuviese ocupado pero cada cierto tiempo Sandra veía como aquellos monstruos metálicos la llenaban a cabalidad durante unos segundos interminables. Los penes artificiales activaron su vibración, una vibración suave que sin embargo tenía la virtud de despertar lenta pero progresivamente la libido de Sandra. Sandra comenzaba a debatirse entre el miedo, el morbo y el deseo. Por un lado seguía temiendo lo que aquella máquina podría hacerle si comenzase a bombearla con toda su potencia. Por otro, le excitaba sentirse observada por sus jefes en aquella situación tan humillante. Y finalmente, muy a su pesar, tenía que reconocer que aquel espantoso cacharro, aun funcionando tan lentamente, le despertaba sensaciones que jamás esperara sentir. Inconscientemente, su pelvis se movía buscando un mayor roce de los dildos, sobre todo con su botoncito. Estaba incitando al incansable a que acelerara el ritmo, a que la poseyera con más fuerza. Sandra cerraba los ojos y se olvidaba de dónde estaba, ahora se había convertido en el centro de atención de dos expertos amantes que la penetraban con delicadeza y ternura. Echaba de menos unas sabias caricias por su cuerpo y sus pechos, unos ávidos besos que le confirmaran el amor de sus amantes pero el tibio calorcillo que comenzaba a emanar de su entrepierna la compensaban de sobra. Ya no necesitaba los lubricantes artificiales, ella misma empezaba a secretar los jugos del amor que facilitarían la labor de sus amantes. Sin mediar palabra ni hacer ruido Don Ramiro e Irene se marcharon dejándola sola con sus fantasías. Todo funcionaba con normalidad, no querían despertar a Sandra de sus ensoñaciones, ya despertaría ella sola y clamaría que la liberaran. Se marcharon ansiosos por poder visionar las cintas a la mañana siguiente.

El metódico y regular bombeo al que Sandra se veía sometida comenzó a exasperarla, su amante no respondía a sus insinuaciones, seguía impasible el cansino ritmo que tenía programado. Sandra se veía así constantemente estimulada pero no lo suficiente como para alcanzar el orgasmo. Se debatía en una perpetua calentura que le gustaba pero que no acababa de satisfacerla. Deseaba poder correrse, se retorcía, gemía insinuante como si aquello pudiera hacer cambiar a la máquina. De nada servía, desesperada abrió los ojos y comprobó su soledad, ni siquiera les podía suplicar a su jefe y a la cínica secretaria que la ayudasen a correrse o que cambiaran el ritmo de la máquina. Frustrada bufaba y se removía cada vez con más fuerza y desesperación. Comenzó a insultar, injuriar y lanzar todo tipo de improperios a la inmutable máquina. Ni siquiera cuando los dos consoladores la llenaban al unísono conseguía la estimulación suficiente que la calmara de su creciente apetito uterino.

Pero sus intentos eran baldíos, el imperturbable ritmo la poseía sin variación alguna, el incansable tenía muy bien puesto el nombre. Podría estar así indefinidamente. Este pensamiento era lo que más desasosiego y malestar le causaba. ¿Cuántas horas tendría que aguantar así encerrada en el fuego de sus propias pasiones pero sin llegar nunca a culminarlo? ¡Ni siquiera había un reloj que la orientase! Entonces inesperadamente una violenta sacudida la envolvió con frenéticos espasmos. Su clítoris junto con sus pechos parecían quemarla por dentro durante un interminable medio minuto. Una voz pregrabada le recordó que no debía correrse. Sandra exasperada descargó su furia y desesperación en una serie de juramentos cada vez más soeces. "Maldita puta, dijo con profunda rabia al reconocer la voz de Irene en la grabación, cómo me voy a correr con estos palos tan lentos"

Comprendiendo la inutilidad de su desesperación, Sandra trató de cambiar de táctica. Trató de dormir, de ignorar la cálida hoguera que se avivaba entre sus piernas. No pudo, el débil pero incesante y certero roce de aquellos penes artificiales la enervaban lo suficiente como para no ignorarlos. Por ende el estar atada y no poder cambiar de postura la irritaba impidiéndole conciliar el sueño. Era desesperante, el tiempo parecía haberse detenido, congelado en el minuto antes de llegar al orgasmo. Sandra quería correrse con todas sus fuerzas pero lo más que conseguía era segregar más flujo. Las horas transcurrían lentas, agónicas, parecíale que alguien había descubierto el secreto de estirar el tiempo y los segundos duraban horas, los minutos años, las horas eternas no acababan. Follar con aquella máquina era una tortura, siempre caliente pero nunca quemándose, encendida pero no ardiendo, gozando sí pero sin disfrutarlo

Sandra perdió la noción del tiempo el único escape a su monótona cabalgada eran las insidiosas descargas eléctricas que tenían la virtud de enervarla aún más. No tenía ningún referente que le indicara cuánto tiempo llevaba así y eso la atormentaba más aún si cabe. "Y si se acaban de marchar, me han parecido horas pero podrían ser minutos y me queda tooda una noche…" Lentamente el cansancio la hizo entrar en un sueño intranquilo, lleno de pesadillas. Se veía como una atracción de feria expuesta como un record Guiness: "LLEVA FOLLANDO DOS AÑOS SIN PARAR… PASEN Y VEAN A LA MAYOR NINFÓMANA DEL MUNDO… DOS AÑOS SIN PARAR Y SIGUE PIDIENDO GUERRA…" La gente pasaba y se reía de ella, de sus súplicas, de su sempiterno furor, de su desvergüenza al pedir un orgasmo. Entonces como un fantasma, un rostro la llenaba de oprobio y bochorno, entre la multitud su hija la miraba primero sorprendida, después llena de odio

NNOOOOOO HELENA NOOO

Un sudor frío, gélido le bañaba todo el cuerpo, el corazón le palpitaba con violenta furia como si quisiera salir del pecho, la respiración agitada

AAAAAAAAGGGGGGGHHHHHHHYYYYYY….AAAAAAAYYYYYY

El cuerpo tenso, duro como el mármol, los músculos marcados en una convulsa tensión, la espalda arqueada elevándose sobre el diván y el dolor, el intenso dolor que perduraba largo tiempo después del paso de la corriente. No había tenido ningún orgasmo desde que el infernal aparato comenzara a bombearla pero aquellas descargas le hacían temerlo tanto como el maldito, parsimonioso y monótono bombeo desearlo. No obstante le parecía que ahora el ritmo era un poco, solo un poco más vivo o ¿sería que ella ya se estaba acostumbrando y cualquier novedad le parecía una mejora? En cualquier caso su situación no mejoraba, no alcanzaría el orgasmo con aquella máquina, no mientras siguiese con el mismo bombeo cansino. De nuevo la desazón y la angustia, el deseo y la frustración, el temor y el cansancio… Una nueva pesadilla.

Hombres y más hombres la rodeaban, pollas de todos los tamaños formas y colores. Todas entrando en ella sin parar en un carrusel continuo: "LA CONEJITA DURACELL, LA PUTA DE NUNCA ACABAR, QUIEN CONSIGA QUE SE CORRA TIENE UN BONO DE UN AÑO GRATIS EN NUESTROS MEJORES BURDELES… NO PARA NI PARA COMER NI PARA DORMIR FOLLA LAS 24 HORAS DEL DIA…" Tantos hombres y ninguno la satisfacía ninguno podría hacerlo. Solamente la máquina, la horrible máquina podría llevarla al orgasmo, se acercaba a ella temblorosa, nerviosa, temiendo que se esfumara, el corazón le palpitaba inquieto, no respiraba, jadeaba… Una nueva descarga la devolvió a la angustiosa realidad. Seguía atada, sin poder escapar de aquellos dardos que la laceraban con metódica precisión. Sí ahora debían ir más rápidos que antes, seguro. Pero su cuerpo estaba exhausto, su coñito apenas podía secretar flujo suficiente para lubricarse y aquellos falos seguían su pistoneo constante. Rozando perennemente las delicadas paredes vaginales y el recto, ya no era un roce tan agradable, comenzaba a sentirse dolorida y escocida. Seguía caliente pero ahora deseaba escapar de aquellos falos que tan inmisericordemente la trataban. De nuevo la desazón y la angustia, el deseo y la frustración, ahora también el dolor y el cansancio… Un velo de oscuridad se llevó su razón en un dormitar sin sueños.

AAAAUUUUGGGHHH

Un fuerte empujón la sacó de su inconsciencia de golpe. Aturdida abrió los ojos para comprobar que tenía todo su cuerpo entumecido y adolorido. Trataba de recordar dónde estaba y porqué estaba así cuando un par de cachetes en sus pechos la hicieron estremecerse de angustia. Miró al culpable de su dolor y se horrorizó al no ver un rostro conocido. Frente a ella, el rostro severo de un hombre canoso, fuerte pero delgado y no demasiado mayor; la miraba con codiciosa lujuria. Sandra chilló aterrorizada dónde estaba, qué le iban a hacer…Dos bofetadas la hicieron callar.

Calla puta. Don Ramiro me ha dicho que eres buena aguantando el dolor. Sólo voy a comprobarlo, si me gustas quizás te contrate… Veamos qué tenemos aquí abajo.

Sin ningún miramiento aquel desconocido comenzó a palpar, sobar y acariciar las partes pudendas de la joven. Lejos de estimularla, aquellos roces la molestaban, se sentía tremendamente escocida y adolorida en toda su entrepierna. Habían sido demasiadas horas follando con el incansable y su coñito y su ano estaban irritados y secos, lo que menos deseaba era que alguien hurgara en ellos. No podía impedir que aquel hombre la magreara y tampoco deseaba darle el gustazo de verla gritar de nuevo por lo que Sandra se revolvía y agitaba mordiéndose los labios para ahogar sus chillidos. El juego parecía divertir al sádico desconocido que lo prolongó por algunos minutos más. Durante esos interminables minutos Sandra pudo recordar tolo lo sucedido el día anterior, los humillantes juegos y el cruel castigo que Irene se había inventado. Seguía maniatada pero pudo ver al infernal aparato detrás de aquel desconocido. Al menos seguía en el despacho de su jefe

Don Ramiro llegó temprano al despacho y se encontró con Irene. En realidad Irene había dormido en una habitación aledaña vigilando la tortura de Sandra por si surgía algún problema inesperado. No se lo habían comentado para angustiar más a la joven. En realidad querían entrenarla como puta y no lastimarla. Una inversión tan cara no se podía echarla a perder por un descuido. Todo estaba bien planeado y controlado

¿Cómo está? ¿Cómo ha ido la noche? Irenita.

Con normalidad jefe aguantó despierta unas dos horas y media luego se durmió media hora… ¡Ah! tuvo pesadillas. Tardó en dormirse otra hora y media y esta vez estuvo soñando una hora y pico, se despertó estuvo otra hora antes de que el cansancio la dominara. Hasta ahora que ha llegado usted, el programa ha funcionado correctamente y el incansable no ha tenido fallos de ningún tipo. Aprovechando su cansancio he podido comprobar el estado de sus agujeritos y están bastante hinchados e irritados

¿Has revisado la grabación de la cena?

Sí jefe, tiene unos modales exquisitos y sus gestos son armónicos y coquetos. No creo que necesite ir a clases de etiqueta.

Es cierto pero prográmale una lección al menos para determinar mejor su nivel y pulir algunos defectillos que no hallamos detectado. También quiero que le instruyas personalmente sobre los tema de conversación que puede tratar. No lo hace mal pero es mejor prepararla para que no meta la pata inesperadamente.

Muy bien jefe, en seguida reajusto su agenda. ¿Algo más?

UUMM… Bien Irene, buen trabajo como siempre.

Se le acaba de ocurrir algo ¿Verdad jefe?

Sí acabo de acordarme de Don Augusto, siempre me está dando la brasa con eso de que quiere ver los efectos del incansable… Y creo que Sandra podría gustarle si se la entrenamos bien, es muy exigente.

Sandra para Don Augusto, sería una lástima es muy buena chica

Ya sabía yo que no eres tan sádica como aparentas. No la idea es que Sandra sea una chica para todo, que sepa y pueda complacer a todo tipo de clientes. Vamos una puta de lujo todoterreno. De esas no tenemos muchas, quizás dos y a la pobre Maribel la tendremos que retirar pronto del servicio activo en primera línea.

Sí pero ninguna de las chicas de élite han complacido a Don Augusto.

Creo que Sandra será diferente. Por supuesto eso aumentará mucho su caché y nuestros dividendos. Llámalo y hagamos la prueba, no le importará lo temprano de la llamada si le explicas la razón una chica nueva que acaba de terminar con el incansable.

OK, jefe. ¿Desconecto el incansable, entonces?

No… no que lo vea funcionando… Cuando llegue le pones una marcha más viva para que pueda apreciar mejor sus efectos.

Sandra se sentía totalmente ultrajada, no era sino un objeto de placer que se podía prestar en cualquier momento sin tener en cuenta ni su situación ni sus sentimientos. No gozaba de libertad alguna y menos en la situación en la que se encontraba. Sus titánicos esfuerzos fueron perdiendo rápidamente intensidad debido al tremendo cansancio. Sin embargo el desconocido quería jugar más tiempo con ella antes de penetrarla. De un fuerte tirón le quitó la pinza que presionaba su inflamado clítoris. Sandra sintió que se lo arrancaban de cuajo y un enorme chillido recorrió todo el despacho. Las lágrimas inundaban su rostro y comenzó a suplicar clemencia a aquel hombre insensible.

No está nada mal putita. Tienes unos agujeritos estrechitos y acogedores seguro que estás deseando que te los llenen. Irene me ha dicho que eres una zorra calentorra, que siempre estás dispuesta para la marcha

NO… NO… POR FAVOR, NO PUEDO MÁS DÉJEME DESCANSAR UN RATO… LUEGO HARÉ TODO LO QUE ME DIGA PERO DÉJEME DESCANSAR… POR FAVOR.

Sandra continuó suplicando hasta que inesperadamente se encontró con el rostro de Don Ramiro que acababa de entrar en su despacho. Entonces, temiendo ser castigada más severamente, asumió su condición de puta y se resignó a padecer lo que viniera. Lo que no se imaginaba es cuánto iba a sufrir a manos de aquel degenerado.

Bien puta no te he oído bien con tanto lloriqueo ¿Qué decías?

Sandra miró suplicante con los ojos empapados en llanto implorando la ayuda de su jefe. Pero éste continuó mirándola impasible era una de sus putas y ya sabía la máxima de la empresa… No debía negarse a nada, a na-da.

Fólleme señor. Soy una puta y tengo mis agujeros dispuestos para follar

Eso es lo que quería oír. Sabes, nunca me han fallado las putas de Don Ramiro no ibas a ser tú la excepción… OOGG

Aquél bruto quiso empalarla de un solo golpe tal y como estaba. Pero era imposible. Los irritados orificios estaban muy cerrados. Rápidamente, la secretaria de Don Ramiro le prestó un bote de lubricante. A regañadientes, obligado por las circunstancias más que por otra cosa, embadurnó su herramienta para poder introducirla. Uno, dos, tres empellones necesitó para poder introducir la mitad de su aparato en la vagina de la pobre desdichada. Sandra se retorcía y chillaba tratando mitigar el lacerante dolor que aquel miembro la provocaba. Creía que lo peor había pasado cuando su agresor volvió otra vez a la carga, esta vez si cabe con más fuerza. Se había propuesto ensartar completamente a Sandra de otro empellón y lo había conseguido.

Lo que para Sandra era pura agonía y angustia, para Don Augusto era puro placer. Las cálidas y apretadas paredes vaginales estrechaban su polla con gran fuerza. Se podría decir que casi le ataban la polla en el interior de la chica. Tenía que hacer un enorme esfuerzo para moverse pero con tenacidad logró establecer un ritmo de bombeo bastante decente. Estaba en la gloria. El hermoso cuerpo de la joven no paraba de moverse y agitarse tratando de evitar lo inevitable o de soportar lo inaguantable. Disfrutaba con sus bufidos, con sus gemidos, con sus chillidos. Disfrutaba cuando arqueaba su cuerpo echando su cabeza hacia atrás y cuando llorosa le miraba pidiendo una clemencia que no recibiría. Cuando tensaba sus brazos tratando de subir por el diván y cuando agotada caía rendida. Disfrutaba en todo momento porque aquella muchacha estaba sufriendo a cada instante. Desgraciadamente para él pero afortunadamente para Sandra estaba a punto de correrse. Viendo que le quedaba muy poco para terminar. Don Augusto cogió los dos cables que estaban enganchados a los pezones de la chica y volvió a tirar salvajemente de ellos

Sandra se estiró detrás de las pinzas como si así pudiera evitar que se le saltasen los pezones. Porque eso es lo que pensó que aquel bestia le había desgarrado sus hasta entonces hermosos pechos. El grito que salió de su garganta no parecía humano, el miedo y el dolor le impidieron dominar sus esfínteres y se orinó. Por fortuna, aquel desalmado se estaba corriendo y Sandra estaba muy deshidratada por lo que sólo se le escaparon unas gotitas. El muy bestia creyó que Sandra se había corrido. Satisfecho salió rápidamente de ella y se quedó unos instantes contemplando su obra. Unos hilillos de sangre y semen se escurrían entre los hinchados labios de la chica. Sandra sollozaba amargamente escondiendo su cabeza entre sus brazos. Sólo quería que todo aquello acabara, que la dejaran descansar, aunque fuese un ratito.

¿Seguro que es la primera vez Don Ramiro?

Claro que sí Don Augusto. Ya sabe que no miento a mis clientes, si quiere le paso las filmaciones que tenemos de la chica y comprobará que las más antiguas son de hace tres días… bueno cuatro si contamos el de hoy. ¿Le ha gustado?

Sí… Mucho, no me esperaba una hembra tan dura y resistente y menos siendo tan novata… Impresionante.

Sí Sandra es un material de primera, realmente excepcional. No pensamos entrenarla especialmente para sus necesidades pero si le gusta la chica la entrenaremos para que pueda complacerle… Claro que

No hace falta que siga Don Ramiro, ya veo dónde quiere ir a parar. La chica me gusta, es buena y si usted la prepara creo que podremos llegar a un acuerdo. Reconocerá que aunque soy exigente y quizás demasiado sibarita, también soy generoso con los honorarios y cumplidor.

Siempre nos hemos entendido bien Don Augusto, me alegro de que le haya gustado. Hablando de otra cosa espero que a partir de ahora tenga en más alta estima a nuestro incansable.

Sí he de reconocer que había subestimado el potencial de esta maquinita. Espero que me expliquen un poco mejor cómo funciona. Quizás la añada a mi colección y la pruebe con alguna de mis esclavas.

Por supuesto Don Augusto cuando usted lo desee Irene mi secretaria podrá hacerle una demostración.

Irene miró de reojo a su jefe. Ya había ido en otras ocasiones a la mansión de Don Augusto y no se puede decir que hubiese disfrutado mucho de su estancia. Aunque fuese de instructora para enseñarle el funcionamiento del incansable. Ese degenerado era perfectamente capaz de incluirla a ella en la demostración. Sin embargo como Sandra no tenía elección no podía negarse.

Don Augusto se había marchado al fin, para mayor tranquilidad de las dos empleadas de Don Ramiro. Irene había llevado a la exhausta Sandra al aseo y le estaba dando unos delicados y relajantes masajes en la bañera llena de sales perfumadas. Mientras la lavaba y acariciaba con maestría también la consolaba y animaba dulcemente. Irene podía ser despiadada a veces pero también tremendamente comprensiva y cariñosa. Sandra recuperó las fuerzas a la par que el ánimo y la confianza. Había superado con nota el primer día de instrucción lo demás le resultaría mucho más fácil.

Irene le explicó que los primeros días Don Ramiro y ella iban preparando a las novatas para atender mejor su oficio. Como prueba de ello le dio unas bolas chinas que le servirían para tonificar los músculos de su vagina y recto y así superar la prueba del levantamiento de consoladores. Por supuesto, Don Ramiro entrenaba personalmente a las candidatas de primera, las demás chicas que ingresaban en nómina tenían otros instructores más adecuados a su nivel… Le comentó que ella había superado en un día lo que muchas no lo intentaban a la semana. Por supuesto, ninguna candidata se las había visto con Don Augusto y mucho menos agradarle en su primera sesión con él aún siendo ya profesionales. En fin que los mimos y halagos de Irene acabaron de recomponer el maltrecho estado de ánimo de Sandra.

Las atenciones de Irene consiguieron que Sandra se relajara y comenzara a disfrutar del baño. Cerró sus ojos y se echó hacia atrás apoyando su cabeza en Irene. Ésta continuó dándole tiernas atenciones, besándola con delicadeza detrás de su cuello y orejas. Las hábiles manos de la secretaria sabían cómo estimularla y reanimarla. Sin embargo aquellas caricias estaban consiguiendo algo más. La libido de Sandra no se había descargado en toda la noche y el delicado y experto masaje de Irene comenzaba a ser cada vez más sensual. Irene sabía que Sandra estaba muy dolorida por eso evitaba rozar o acariciar los pechos o la vulva de Sandra. Cuando lo hacía, Sandra emitía un débil gemidito de protesta. "Tranquila, no quiero hacerte más daño, solo que disfrutes del baño y te repongas. Ya sé que estas escocida y dolorida pero debemos recuperar estas zonas tan sensibles. ¿No crees?" Sandra no tenía fuerzas para protestar y se dejaba hacer, después de todo Irene haría lo que quisiera con ella. Sin embargo, pronto concordó en que las expertas atenciones de Irene no iban dirigidas a hacerla sufrir, sino a disfrutar. Más tranquila descubrió que su compañera sabía muy bien lo que hacía. Raramente tocaba sus zonas más maltratadas, se concentraba en sus muslos, en su vientre en su cuello

Pequeños ronroneos y gemiditos evidenciaban el buen hacer de la secretaria. Sin apenas darse cuenta, Sandra volvió a sentir crecer en ella el furor de su pasión insatisfecha. Involuntariamente su cuerpo se movía buscando los mimos de Irene. Suavemente, con mucho cuidado Irene se fue acercando al hinchado botoncito de Sandra, lo rozó con gran ternura temiendo que le doliera. Sandra dio un pequeño respingo, pero pronto el placer que emanaba de su entrepierna la hizo relajarse. Súbitamente, toda la energía sexual contenida durante la noche comenzó a buscar una vía de escape y sin apenas darse cuenta de ello Sandra se derrumbó en un enorme orgasmo que se prolongó durante varios minutos al encadenarse con los siguientes. Sandra nunca había sentido nada parecido, su cuerpo desmadejado seguía apoyado en el de Irene. "A veces, saber esperar tiene su recompensa". Le susurró Irene con algo de picardía. "Relájate, no hay prisa. Y… no tienes que corresponderme." Sandra se preguntaba si era la misma Irene que la follara la tarde anterior, no perecía la misma, ahora diría que era más una amiga.

Cuando salieron del aseo, ya vestidas, una tímida sonrisa y un brillo en sus ojos revelaba su buen estado de ánimo. Había recuperado la autoestima y se sentía orgullosa de haber superado su primer día de instrucción. Al menos todo lo que había padecido había servido para algo… Y al final había tenido una recompensa inesperada. Una furtiva mirada de reojo a Irene revelaba un cierto grado de complicidad entre las dos mujeres. "Ciertamente, esta Irene vale su peso en oro -pensó Don Ramiro- Ya se ha ganado la confianza de Sandra después de todo lo que le ha hecho, no sé cómo lo hace. "

Sandra, se alegró aún más cuando un sonriente Don Ramiro la estrechó entre sus brazos y le dio los dos siguientes días libres además de prometerle una gratificación por lo bien que se había portado con Don Augusto. El dolor y el escozor que aún sentía en sus zonas más sensibles parecían diluirse con aquellas noticias. "Si al final será verdad que eres un putón de primera en cuanto oyes el tintinear del dinero se te van todas las penas y vergüenzas". Se dijo mientras se despedía de sus jefes.

Después de desayunar e ir al salón de belleza probaría esas curiosas bolas que le habían dado. Ya que tenía que ser puta, sería la mejor y para ser de las mejores; como los atletas, tenía que entrenar y duro. Con lo que a ella le gustaban los deportes y el ejercicio no le supondría muchos sacrificios

¿O sí?