El acosador acosado
(BALLBUSTING) En un instituto, un chico es el terror de sus compañeros y compañeras, hasta que un dia llega Lucía, una chica sin miedo que sabe perfectamente como enfrentarlo y reducirlo a la nada. Desde ese momento cambian las tornas y el acosador pasa a ser la víctima.
Marcos es un chico de 17 años que va al instituto por obligación de sus padres, pero su esfuerzo por aprender es nulo. Al no tener mucho que hacer allí, ya que tampoco tenía amigos, en los últimos años se ha dedicado a molestar a sus compañeros. Al principio lo hacía verbalmente pero con el tiempo también fisicamente si se negaban a realizar una de sus ordenes o si intentaban plantarle cara. Se había convertido en un auténtico acosador. Físicamente era un chico normal, sin nada que lo hiciera superior a los demás, por lo que sus principales objetivos eran los más debiles, tanto alumnos de cursos menores como las chicas, a las que veía como un blanco fácil.
Este mismo día daba comienzo el nuevo curso escolar y Marcos, que acaba de repetir curso por segunda vez, debe dejar claro a “esta panda de niños chicos” quien manda en la clase. Eligió el recreo para hacerlo, ya que en ese momento los profesores no prestan ninguna atención y además para hacerlo delante de la mayoría del instituto. Su primer objetivo fueron dos chicas de su clase que conversaban tranquilamente, se colocó detrás de una, le agarró el pelo y tiró con fuerza hacia abajo.
AHH ¿Qué coño ha…- cayó la chica al darse la vuelta y ver que se trataba de Marcos.
Dadme vuestro desayuno.- ordenó el chico sin andarse con rodeos.
¿El desayuno?- preguntó la otra chica sorprendida.
Si, rápido si no queréis saber lo que es bueno.- insistió Marcos apretando el puño.
La chica a la que tiró del pelo accedió y le entregó su desayuno, no merecía la pena pelearse por un bocadillo, pensó. Pero la otra, más hambrienta, abrazó su desayuno y permaneció en silencio, asustada. Cada vez había más curiosos mirando y la chica seguía sin ceder, por lo que Marcos enfureció y la empujó. La chica cayó al suelo y él se avalanzó sobre ella agarrádola de la camiseta por el pecho, dispuesto a golpearla por seguir con el bocadillo en las manos.
Pero antes de volver a tocar a la chica, sintió un fuerte golpe entre las piernas que lo paralizó. Miro a la chica que tenía frente a él, con más cara de sorpresa que de dolor, pero ella tampoco sabía lo que había sucedido. Marcos se dio cuenta de que ella no había sido, le había pateado desde atrás, justo en los testiculos. Soltó a la chica y quiso darse la vuelta, pero de repente un enorme dolor testicular lo invadió y sus piernas flaquearon, haciendole caer de rodillas.
Cuando consiguió girarse, aparte de la muchedumbre de alumnos con cara de sorpresa, muy cerca de él vio a una chica. Marcos la reconoció enseguida, era la chica nueva de su clase, que cual habían presentado esa mañana, Lucía.
- ¿Por qué molestas a estas chicas?- le preguntó.
Marcos quiso insultarla, pero su boca solo era capaz de exalar gemidos, ya que el dolor aumentaba por segundos y subía por su vientre. Sujetaba firmemente sus genitales, todavía esperando que el dolor disminuyera para poder darle una buena paliza a la nueva. Miraba a su alrededor y veía cada vez más caras sonrientes, algunos riéndose de él descaradamente, sobre todo las chicas. Eso lo llenó de rabia, pero pronto se dio cuenta de que su venganza debía esperar. El dolor alcanzó cotas insoportables y finalmente se derrumbó a un lado, gimiendo y retorciéndose en posición fetal.
Gracias por ayudarme, pero no sabes lo que has hecho, después de esto va a matarte.- le dijo la chica del bocadillo a Lucía.
No te preocupes sé como tratar a esta clase de tipos.- respondió ella muy tranquila.
No sabes de lo que hablas, el año pasado vi como mandaba a un chico al hospital por intentar plantarle cara. Yo que tu me marchaba ya porque en cuanto se levante irá a por ti.
Tranquila, míralo, no creo que se levante en un buen rato.- le dijo Lucía con una sonrisa mientras señalaba a Marcos, que estaba hecho un ovillo, con visible dificultad para respirar y apunto de echarse a llorar.
Tienes razón pero te hará la vida imposible durante el curso.- advirtió la chica.
No creo, hay algo que juega en su contra: el tiene dos bolas supersensibles colgando entre las piernas y yo no.- sentenció Lucía mientras se alejaba de la chica y se acercaba a Marcos.
Me han dicho que eres un acosador, solo quiero que sepas que si te vuelvo a ver molestando a alguien te corto los huevos.- dijo con voz bastante alta para que lo oyeran todos.
Hija de puta… pagarás por lo que me has hecho.- dijo Marcos con una leve voz entrecortada.
Pues vamos, aquí me tienes.
Marcos permaneció en silencio, por un segundo pensó en levantarse, pero sabía que sería incapaz y si lo intentaba todos verían como volvía a caer. Su impotencia era máxima, su intención era intimidar un poco a sus compañeros de clase, pero, sin saber cómo, estaba en el suelo delante de medio instituto, derrotado por una chica de 15 años, con un dolor insoportable en los testículos y apunto de llorar.
En ese momento llegaron dos profesoras preguntando qué sucedía. Ambas eran jóvenes pero ya sabían como se las gastaba Marcos.
- Iba a pegarle a esas chicas y tuve que darle su merecido.- respondió Lucía con seguridad.
Ambas profesoras la miraron sorprendida, pero su prioridad en ese momento era atender a Marcos. Una de ellas se inclinó para preguntarle por lo que le había hecho Lucía, pero antes de hablar ya lo sabía.
Le ha golpeado los testículos. - le dijo a la otra profesora.
Eso duele mucho, voy a por un poco de hielo.- respondió la otra con cara de complicidad.
El resto del recreo transcurrió con Marcos en el suelo sujetando una bolsa de hielo sobre sus genitales y Lucía y las profesoras junto a él decidiendo qué hacer con la chica. Normalmente en estos casos la hubieran explulsado, pero al ser el primer día y sobre todo al conocer los antecedentes del chico, decidieron dejarlo pasar. Como el chico no quería que lo llevaran a su casa ni al médico, las profesoras estaban seguras de que ni siquiera lo contaría en casa para que no supieran que una chica le había pegado. Finalmente el dolor de Marcos disminuyó y pudo incorporarse, pero, a pesar de sus esfuerzos por disimularlo, era evidente que aún le dolía.
Esa misma tarde, Marcos estaba en su habitación, tumbado en la cama. Se bajó un poco el pantalón de chandal y los calzoncillos y empezó a palparse sus todavía adoloridos testículos. Mientras comprobaba lo dañados que estaban, se preguntaba cómo una chica ha sido capaz de hacerle eso. Sabía que un golpe en los testículos es doloroso, puesto que ya había recibido alguno, pero nunca el dolor había sido tan intenso. “Si dios existe seguro que es una mujer. Solo una mujer nos pondría a los hombres una parte tan sensible”, pensaba mirando su punto débil.
El sonido del timbre de su casa devolvió a Marcos a la realidad, pero fue Marta, su hermana, la que fue a abrir.
Hola, ¿Está Marcos? Soy Lucía, una amiga suya.- le dijo a la chica de 12 años.
Si, está en su habitación. ¿Le digo que baje o prefieres subir?
Voy yo mejor.- dijo y subió las escaleras siguiendo las indicaciones de Marta, que siguió viendo la televisión.
Cuando Marcos la vio entrar por la puerta se levantó de la cama inmediatamente.
¡Que coño haces aquí?- preguntó alterado y sorprendido.
Tranquilo, solo vengo a disculparme.- dijo acercandose a él, que a su vez mantenía la distancia instintivamente.
Casi me revientas los huevos y quieres solucionarlo con una disculpa?- le recriminó muy enfadado.
Nunca había golpeado a nadie ahí y no sabía que los testículos son tan tan tan delicaditos. Pero sé algo que puedo hacer para compersarte.- dijo con voz baja y seductora y acercandose más.
Marcos la miró de arriba abajo y se dio cuenta de que, además de guapa, Lucía tenía un cuerpazo. Vestía unos shorts vaqueros que le tapaban poco más que el culo, dejando al aire unas bronceadas y bonitas piernas. En la parte superior, una camiseta de tirantes que dejaba ver su ombligo y con un sugerente escote con el que se apreciaban unas tetas bien formadas y de buen tamaño. El chico se percató de que no llevaba sujetador, el cual no necesitaba. Sus ojos se clavaron en los pezones de Lucía, marcadísimos en la camiseta.
¿A qué te refieres?- preguntó Marcos con las manos sobre la entrepierna y apoyado en la pared, ya que no se fiaba de la chica.
Se me ocurren varias cosas mejores que hacer con unos huevos que darles una patada.- susurró al oído de Marcos, que no podía evitar mirarle el escote.
Creo que esto estaría mejor aquí.- continuó mientras le apartaba una mano de los genitales y la metía bajo su camiseta, hasta dejarla agarrando su seno derecho.
En ese momento una poderosa erección aparecío bajo el pantalón de Marcos y su confianza en Lucía también aumentaba a medida que acariciaba sus pechos.
- Aquí hay algo que quiere salir.- dijo la chica agachándose y bajándole los pantalones y la ropa interior hasta los tobillos.
El erecto pene del chico fue liberado y quedó a escasos centímetros de la cara de Lucía. Pero su atención estaba puesta un poco más abajo, en los enormes testículos que colgaban justo debajo.
¡Vaya! Se te han hinchado por la patada, lo siento mucho.- se disculpó en tono condescendiente.
No se me han hinchado, son así.
Buaf, pues menudos huevazos de toro que gastas.- le felicitó sin quitarle ojo a los testículos, de los que tenía total visibilidad gracias a la erección.
Casi preferiría tenerlos pequeños para que no me dolieran tanto.- le dijo un poco avergonzado.
Realmente lo mejor es no tenerlos directamente y te ahorras problemas.- bromeó dejando al chico pensativo unos segundos.
Es el precio por tener nuestra fuerza, merece la pena tenerlos.- respondió por fin con orgullo.
¿Todavía te duelen?- preguntó acercando su mano hacia los genitales de Marcos.
No, al acabar el recreo ya estaba recuperado, pero ten cuidado por favor.- le pidió temeroso pero sin querer reconocer que aún estaba afectado.
Lucía los sujetó con delicadeza, además del tamaño, le sorprendía lo mucho que le colgaban y lo blando que tenía el escroto. Empezó a masajearlos con el pulgar y a tocarlos por la parte de atrás con los demás dedos. A pesar del cuidado que estaba teniendo ella, el simple contacto le provocaba un poco de dolor, pero la sensación de placer era tan grande que podía soportarlo. Además tenía una vista perfecta de las tetas de Lucía.
Pero cuando los dedos de la chica tocaron justo la parte inferior del testículo derecho, Marcos dio un leve quejido, su vientre se contrajo y se inclinó un poco hacia delante. Era la zona que primero contactó con el pie de Lucía en la patada.
Parece que no estás tan recuperado como dices.- le dijo mirando a los ojos al chico, que lamentaba haber realizado esa muestra de debilidad.
¿Aquí es donde te duele?- preguntó Lucía volviendo a pasar el dedo por la misma zona, consiguiendo el mismo resultado.
Si… ahí me duele un poco.- confesó con la voz forzada.
Pobrecillo, voy a tener que emplearme a fondo para compensarte.
Lucía continuó masajeando los testículos de que esa misma mañana habia pateado, pero alzó su otra mano hasta agarrar el pene de Marcos, que seguía empalmadísimo, esperando un poco de atención. Lentamente echó el prepucio hacia atrás, dejando el hinchado glande al descubierto. Luego lo subió y volvió a bajar varias veces, al mismo tiempo que toqueteaba los testículos con la otra mano. Marcos no pudo evitar exalar un leve gemido de placer y las piernas le flaquearon, por lo que tuvo que apoyarse completamente en la pared. Los gemidos aumentaron conforme aumentaba el ritmo de la masturbación, aunque a veces se volvían quejidos porque Lucía pasaba los dedos sobre la parte inferior de los testículos, donde más le dolía a Marcos.
- ¿No irás a correrte ya?- le preguntó al notar su respiración acelerada.
Pero Marcos no respondió, ya que estaba sumido en el enorme placer y era cierto que estaba cerca de echarle toda la leche en la cara. Lucía, que lo veía venir, se puso en pie y siguió masturbardo y acariciando. Marcos miraba sus preciosos ojos, que también lo miraban a él, su preciosa cara sonriente, que le confesaba que ella también estaba disfrutando. Con total confianza, volvió a poner sus manos sobre los perfectos pechos de Lucía, tocándolos con descaro.
Cuando ella notó que estaba a punto de eyacular, apartó las manos de los genitales de Marcos e inmediatamente levantó la rodilla con todas sus fuerzas, estrellándola contra los testículos y dejándola ahí incrustada, sin bajarla. Marcos gimió agónicamente y no cayó al suelo gracias a la pared en la que se apoyaba y a rodilla de Lucía, que también sostenía parte de su peso. Quedó paralizado, recién despertado del sueño en el que estaba, con las manos todavía sobre las tetas de la chica. Lucía se echó a reir mirándolo a los ojos.
- ¿Sigues pensando que merece la pena tener huevos? Porque creo que no te sirve de mucho la fuerza que te dan.- le preguntó entre risas.
Marcos, que empezaba a notar al enorme dolor, miró hacia abajo y vio sus testículos aplastados entre su propio cuerpo y la desnuda pierna de Lucía, sobre la que también estaba un flácido pene con una gota de semen en la punta del prepucio. No podía agarrar sus testiculos como tanto deseaba, así que, en un intento desesperado, apretó los pezones de Lucía con las pocas fuerzas que le quedaban. Le provocó un gran dolor, pero a la chica le bastó con apretar más su rodilla y menearla un poco para que Marcos dejara de hacerle daño.
Se apoyo sobre sus hombros y con una leve voz pidió clemencia.
Por favor….- pidió mirandola a los ojos. Se preguntó como algo tan bonito podía tener tanta maldad.
Esto es solo el principio.- Me han dicho que llevas años insultando, pegando y robando a todo el mundo, pues ahora seré yo la que te las devuelva todas.- le respondió con una mirada traviesa.
Acto seguido bajo un poco su rodilla y volvió a golpearle los testiculos, esta vez ya apartandose y dejandolo caer al suelo. Por fin pudo agarrarlos y se echó a llorar desconsoladamente mientras se retorcía en posición fetal. El dolor era aún peor que el de esta mañana, algo que le parecía imposible. Si no los tuviera entre las manos pensaría que se los había reventado. Lo que si notó es que ahora si que se le estaban hinchando.
Mientras tanto Lucía lo miraba desde arriba, contemplando lo que había conseguido sin singún esfuerzo.
Vamos a comprobar cuanto tardas en recuperarte, aunque creo que esto va para largo.- le dijo mirando su reloj y sentandose en la cama. Estuvo varios minutos mirándolo en silencio, viendo como se retorcía y escuchandolo llorar y lamentarse.
¿Quieres que llame a tu hermanita para que vea el espectáculo?- rompió el silencio.
Que su hermana lo viera así era una idea que horrorizaba a Marcos. Era consciente de que se iba a enterar, ya que notaba que sus testiculos estaban dañados y no seria capaz de recuperarse, pero era realmente humillante que lo viera en esa situación. Había pasado más de media hora y Marcos no mejoraba, sus testiculos estaban el doble de grandes y el dolor era más que insoportable.
- Aunque me podría estar horas viendo como te retuerces, tengo que irme. Reconozco que me lo he pasado muy bien y espero que te recuperes pronto, no quisiera que perdieras uno de esos fantasticos huevos. Me ha encantado tenerlos en mis manos, estoy segura de que pronto volveré a tenerlos en mi poder.- le dijo levantándose de la cama.
Marcos no se había planteado la idea de perder uno o los dos testículos, pero al comentarlo Lucía le entró al pánico, ya que los notaba en muy mal estado.
Espera… Llama a mi hermana por favor.- suplicó entre sollozos. Ya no le importaba lo que pensara, solo quería conservar sus atributos.
De acuerdo, le diré que suba antes de irme.- le dijo saliendo de la habitación.
Luego le dijo a Marta que su hermano la necesitaba y se despidió amablemente.
Marcos, ¿Esa chica tan guapa es tu…- preguntaba entrando por la puerta, pero se quedó muda al encontrase a su hermano en el suelo, desnudo de cintura para abajo y llorando hecho un ovillo. Rapidamente se acercó a él preguntando qué había pasado, pero Marcos solo pudo responder “los huevos...” y seguir llorando.
¿Te ha pegado en los huevos? ¿Qué le has hecho? ¿Y que haces desnudo?- Marta no entendía nada, pero su hermano no estaba en condiciones de explicarselo todo.
Ayuda…- fue lo último que dijo el chico antes de perder el conocimiento.
Su hermana, muy asustada, comprobó que tenía pulso y que respiraba. E inmediatamente llamó a su madre, que estaba en el trabajo, para contarle lo ocurrido y que viniera enseguida.
Mientras su madre volvía a casa, Marta intentó inutilmente despertar a su hermano, así que se quedó junto a él. La curiosidad pudo con la pequeña y no dudo en fijarse en los genitales del chico.
“
¿Tanta historia para esto?” pensó la chica mirando el pequeño pene de su hermano.
Dudó, pero al final lo sujetó con dos dedos y lo meneó, haciendo que se doblara para todos lados. “Supongo que cuando se pone duro mejora la cosa, porque ahora mismo me parece un poco ridículo”, siguió diciendose a sí misma mientras dejaba el pene de su hermano hacia un lado.
Si el pene le entusiasmó poco, menos lo hicieron los testículos, a los que miró unos largos segundos. “Que cosa tan desagradable, ni quiera son dimétricos. Aunque son mucho más grandes de lo que imaginaba, deben ser un estorbo”, pensó la inocente chica sin saber que parte del tamaño se debía al trato de Lucía.
Finalmente se decidió a sujetarlos con una mano, le preocupaba que su hermano despertara y la viera toqueteándole lo más intimo, pero la curiosidad era más fuerte que la razón, y Marcos no mostraba señas de recuperar el conocimiento. La chica palpó con cuidado las bolas de su hermano mayor, que apenas le cabían en la mano. La sensación de su tacto le resultó desagradable, pero al mismo tiempo le gustaba tocarlos. Le encantó lo blandos que eran y la movilidad que tenían.
Tras varios minutos manipulando a su antojo las joyas de la familia, Marcos empezó a gemir de dolor, volviendo en si. Un escalofrio recorrio el cuerpo de Marta y su cuerpo se tensionó del sulto al ver que su hermano la estaba mirando. La tensión también llegó a su manita, que se cerró inconscientemente durante unos segundos, apretando los ya destrozados testículos de Marcos, que gimió con cara de incredulidad y volvió a caer en la absoluta inconsciencia.