El acosador

Un chico empezó a perseguirme y la verdad es que no me molestaba para nada, más bien me excitaba.

Llevaba varios días con miedo. Me había dado cuenta de que un chico muy misterioso me seguía cada vez que iba a la facultad. Tuve miedo. Pero a la vez la situación me ponía cachonda, porque mi perseguidor era realmente atractivo. Tal vez fuera un admirador. En esos días, la verdad es que ni se me pasó por la cabeza llamar a la policía, a pesar de la insistencia de mi novio cuando se lo conté. El chico misterioso me seguía a una cierta distancia, me observaba, me miraba, y yo le miraba a él, a veces le sonreía, no podía controlar mis impulsos, y entonces él me sonreía también. Empecé a salir a la calle con pantalones cada vez más cortitos, con tops cada vez más diminutos, con el ombligo al aire, enseñando el tanga. Me gustaba provocarle, me lo imaginaba mientras me seguía poniéndose cachondo. Me imaginaba siendo brutalmente penetrada por él. Mi novio estaba celoso, no entendía mi comportamiento, me decía que estaba rara, pero lo que estaba era súper caliente, y mi novio no tenía razones para quejarse porque en esos días me lo follé con más ganas que nunca.

Una noche estábamos paseando por una calle oscura y mi perseguidor nos abordó, llevaba un arma, nos hizo subir en un coche y nos llevó hasta un descampado. Allí nos ató a cada uno a un árbol: primero me obligó a mí a atar a mi novio bien fuerte y luego él me ató a mí, con sus manos expertas, rozando continuamente mi cuerpo. Mi novio y yo estábamos el uno frente al otro, sentados en el suelo, atados, a tres metros de distancia. El chico se puso en medio y dijo:

  • Llevo mucho tiempo queriendo traer aquí a alguien para que me chupara la polla y después follar metiéndosela hasta el fondo mientras su pareja mirara sin poder hacer nada.

Se desabrochó los pantalones y se los bajó junto con el bóxer, dejando al aire un pedazo de polla, la más grande que yo había visto, y de un considerable grosor.

  • Ahora, chúpamela.

Cerré los ojos como si aquello no me apeteceria, como si estuviera obligada, como si de verdad me sintiera ofendida por lo que ocurría. Entreabrí la boca, pero no sentí nada. Al abrir de nuevo los ojos comprobé que el chico se había colocado delante de mi novio, que se la estaba chupando como un poseso.