El acertijo de las reinas 3

Seguí golpeando el vidrio, tenía tantas sensaciones en ese momento “¡ASESINOS!” gritaba entre mis llantos, “!ASESINOS!” no dejaba de repetirlo, me quebré las muñecas, seguían sangrando, pero más sangraba mi corazón, me sentía muerta, sentía que había muerto en aquel instante que escuche el revolver

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Tiempo actual.

Estaba ya por terminar de empacar las cosas, cuando escucho que abren la puerta y detrás de ella veo a mi madre. Traía ella un vestido azul marino estilo coctel,  el cabello suelto hasta la mitad del tórax en capas y color castaño natural…  verla así, tan alegre,  el mismo día de mi partida, más que llenarme de rabia como lo habría hecho en cualquier otro momento, me creó un nudo en la garganta casi imposible de contener… “La que se decía mi madre… festeja mi partida…” pensé al voltear para donde la maleta…

-       Hola. –pronunció con toda la obligación del mundo, cruzó los brazos y se colocó en medio de mi habitación."

---------------Ccapitulo 3/4: Mudanzas-------------

-       Hola mamá… -respondí sin voltear siquiera, no deseaba que me viera sufrir por su frialdad.

-       Sabes perfectamente que no soy tu madre, y no quiero que me llames así bastarda.

Desde hacía pocos meses, que la situación en mi casa, estaba más que tensa, yo me encontraba cursando, el cuarto semestre de preparatoria, cuando un simple comentario que le hice a mi madre, desato la tercera guerra mundial en mi familia, claro que no le atribuyo todo al comentario, sino también a mi comportamiento, sin embargo jamás olvidare aquella tarde de primavera, donde descubrí que las flores pueden marchitarse en pleno mayo.

Un año atrás

-       Pero ¡¿Cómo se te ha cruzado tal cosa por la cabeza?! – me gritaba con tal fuerza, haciendo notar su cólera a cualquiera que pudiera escuchar.

Daba vueltas por toda la habitación, levantando los brazos de desesperación, tumbaba todo aquello que estuviera a su alcance, y gritaba de furia como tal dragón en casería de algún caballero.

-       Mamá por favor… no te pongas así mamita… - le suplicaba con lágrimas, acurrucada en una esquina de mi cama, abrazando mis piernas y apretándolas contra mi pecho…

El miedo me invadía a mas no poder, no miedo a la vida, ni a las personas, mucho menos a mi familia, le tenía miedo a “ella” Lizbeth Cuellar, mi madre adoptiva… sus gritos, su imponencia, siempre han hecho que le guarde un miedo, que podría pasar por injustificable, ya que es la mujer que me dio “la otra vida”, sin embargo, nunca he podido dejar de sentir un pánico terrible ante su presencia cuando esta molesta. En ese momento sentía golpes por todo mi ser, alguna vez escuche, que “las peores heridas, son las internas” y así era, me sentía herida, me sentía… abandonada…

-       ¿Qué no me ponga así? ¡¿QUÉ NO ME PONGA ASÍ ME DICES ALICIA?! ¿Cómo rayos esperas que no reaccione de esta manera después de…? Ah!!! –gritaba de frustración, con las manos en la cabeza, inhaló hasta llenar sus pulmones, cerró los ojos y me dio la espalda… como siempre…

Yo mordía mi labio inferior, no podía llorar más, estaba empapada, pero más de dolor que de lágrimas, “si así se pone con un simple comentario…” pensé. Lo único que deseaba en ese momento era dormir, dormir y no despertar nunca.

-       No quiero que lo vuelvas a pensar siquiera ¿de acuerdo? Eso no está bien, no es sano, así que olvida y desecha todo pensamiento parecido o relacionado.

Sin más abandono mi habitación, de la misma manera que a mí, con la cabeza en alto, y enorgullecida de sus actos, me abrace a mi almohada blanca, grande, perfecta para desahogar lo que sentía, o para morir asfixiada en ese momento, lo que sucediera primero.

No podía creer, no quería creer que mi madre me mirara de aquella manera tan inquisidora, aun no podía con el hecho de que me tratare así, no lo soportaba, simplemente no lo soportaba…

Entonces entra mi hermana mayor, caminando despacio, como no querer ser notada, y con toda la delicadeza del mundo se posó en cuclillas a un lado mío, yo sequé mis lágrimas, aclare mi garganta y voltee para verla, le dedique una sonrisa que aunque triste, muy sincera, pues me alegraba de verla ahí conmigo.

Deje la almohada a un lado, y ella me abrazo lo más fuerte que esa posición le permitía, en verdad necesita eso, necesitaba que alguien me mostrara un poco de cariño, detestaba ser melosa y que la gente notara mi dolor, que se compadecieran de mí, sin embargo no importaba ya, solo deseaba que al menos ella si demostrara que me quería, aunque sea un poco.

Después del divorcio de mis padres, y la independencia de Sofía, todo se convirtió en un caos, y ahora, con el estallido de la bomba atómica, veía el fin del mundo acercarse… el fin de mi mundo.

Aferrada a sus brazos fue como quede dormida, después de que ella se sentara a un lado mío y comenzara a acariciar mi cabeza… me desperté cerca de las diez y media de la noche, me encontré recostada completamente en la cama, y con Sofía a un lado velando mi sueño según ella, ya que igualmente le avía vencido el cansancio, igual que cuando éramos más niñas, y dormía con ella cada que tenía pesadillas, o después de alguna tormenta. Como me calma su presencia…

Tiempo actual.

-       ¿Estas lista? –preguntó impaciente.

-       Ya casi…

-       Pues apúrate que tu padre te está esperando abajo.

Dio la media vuelta y así me quede sola, me iría a vivir dentro del campus de la universidad, estudiaría Enfermería, mi padre me pagaría todo, mi madre deseaba deshacerse de mí, y yo solo contaba con mi hermana, uno que otro amigo, y mi papá.

De cierta manera, me he sentido aliviada, con la noticia de que me quedare en el campus, y que en las vacaciones me la pasaría con Sofía, pero de otra cierta, me sentía como un niño, que por decisión unánime de sus padres, debía parar en un orfanato, para no molestarles más...

Terminé, por fin termine de hacer mis maletas, dejando en aquella habitación los recuerdos que jamás desenterraría, así lo decidí.

En la puerta se encontraba Sofí, mi queridísima Sofí, vestía un pantalón de mezclilla entubado y de color negro, que le estilizada a la perfección esas piernas largas, que tanto le he envidiado en la vida, llevaba una camiseta blanca y lisa, muy sencilla que le hacía resaltar sus “atributos” su cabello crispado, negro y largo, le resaltaba a la perfección con esa tez suave, blanca y tersa…

No me había fijado en lo bella que es mi hermana como mujer, pues nunca la he visto así, y aun ahora, solo reconozco que es hermosa, pero sinceramente, jamás me ha nacido ni nacerá algo por ella.

-       ¡No te quedes ahí como tontita! –Dijo divertida, mientras tomaba parte de mi equipaje – Debemos irnos ya, si no quieres que nos agarre el tráfico y papá se ponga como loco.

-       Claro, solo deja me despido de mamá.

Baje a la cocina y no estaba, subí a su cuarto, no estaba, la busque en los baños, el ático, el sótano, el jardín, no estaba, decidí pasar a su estudio y nada, por fin la encontré, se encontraba en el patio, mirando las rosas que tanto cuide desde el día que las plante.

-       Mamá… -digo tímida, no responde. –ya me voy mami…

-       Adiós – Respondió sin mirarme, sabía que no la vería en varios meses, un año quizás, quizás más, sabía que casi no tendríamos comunicación, que estaría atrapada literalmente con el trabajo de la facultad, y aun así, se limitó a despedirse con esa gélida palabra, “adiós…”

Llegue a la cochera con los ojos vidriosos, mi padre me esperaba, y ya sabía lo ocurrido, podía leerme la mente ese hombre, me abrazo y seco las pocas lagrimas que se escaparon de mi interior, me dio un beso en la frente y me ayudo a subir la ultimas cosas a la camioneta.

Y aunque tampoco se hacía a la idea de toda esta situación, tratada de ser un poco más comprensivo al respecto, y de no afectarme directamente como lo hacía mi madre.

Durante el camino, ambos trataban de hacerme reír, darme consejos de supervivencia en la facultad y de cómo me harían llegar el dinero semanalmente; que si te juntas con tales o cuales puede pasarte esto, que no te distraigas, que cuidado con el alcohol, y cuidado con las drogas, etc. Sin embargo mi mente se encontraba en los momentos que me orillaron a vivir, en el campus de la facultad.

-       ¡He Alicia! –dijo Sofí sacándome de mis perturbaciones y pesadillas pasadas.

-       ¡Mande! –respondí casi con miedo.

-       Que, ¿Qué opinas de quedarte las primeras vacaciones en casa de papá, y las siguientes en la mía, y así sucesivamente cosa?

-       ¡Oh! Este… si, perfecto, me parece bien.

-       Que bien, porque hemos llegado y ya no tenemos tiempo de discutirlo –Inquirió mi padre, con una sonrisa, que mostraba a su vez, cuan angustiado estaba por mí.

Me encantaba sentirme protegida y más por él, sabía que mi hermana estaría ahí en todo momento, porque no podemos sin estarnos molestando siquiera, sin embargo, no sabía cuánto me duraría mi viejito, además de que ya estaba algo grande, se encontraba enfermo del corazón, me daba un tanto se miedo mi cambio de vida por este hecho, no quería que se sintiera mal, o le pasara algo y yo tan lejos…

Caminábamos por el campus con mis maletas a cuestas, “esta tan vacío esto…” mencionaba para mis adentros cuando viendo por los alrededores notaba que solo nuestras almas caminaban por aquellos lugares … “solo falta una bola de paja del desierto” pensé con cierta burla pues aquello, de no ser por los edificios y los árboles, en verdad que se encontraba ¡SOLO! “¡Dah! Universitarios querida, sólo a ti se te ocurre llegar a las ocho de la mañana” en verdad esto era mi idea, llegar temprano siempre fue mi más grande habito, sin embargo, considero que esta vez dos horas más tarde no habrían hecho nada de mal, al contrario…

-       Por Dios Alicia ¿Qué tanto trajiste en estas bolsas mujer? –refunfuñaba mi hermana.

-       ¡jajá! ¡Que delicada eres!

-       Ya niñas no se estén peleando, si tanto te pesan dámelas Sofía.

-       No yo puedo, ya soy niña grande

-       Entonces ¿para qué te quejas?

Sofía me enseño la lengua y se río más para ella que con nosotros; llegamos al edificio, el camino se habría hecho eterno de no ser por las ocurrencias de Sofí quien cantaba, gritaba, y decía ocurrencias como “No yo puedo, ya soy niña grande” como me mataba que hiciera eso, la simpleza que podía llegar a tener, su sentido del humor siempre era así, simple, como todo lo que la rodeara, no le gustaban las complicaciones, mientras que yo, bueno yo era tan complicada para todo, muy minuciosa, muy precisa, “muy perfeccionista” como solía decirme ella.

El edificio se extendió a lo alto en frente de mis ojos, desde la posición en la que estaba, habría jurado que aquello tenía más de cien pisos, estaba pintado de rojo carmín, con detalles en plateado y negro, un jardín al frente con pequeños arbustos de frutos rojos, unas bancas negras, y en medio del camino de cantera, una fuente de piedra gris, en la que se posaba una mujer alzando los brazos, envuelta casi por completo en una toalla. Las ventanas eran vitrales de cortinas blancas, distribuidos en dos por cada departamento, y en medio de estas… “un balcón de barandal negro, con trepadoras y pequeños bonsáis, para entrar a este una puerta de vidrio, enmarcada con caoba…y al frente una vista de árboles frondosos de flores moradas…“ mi corazón dio un vuelco, era imposible lo que veía, aquello era, ¡era exactamente igual a como lo imaginó! Mis ojos se llenaron de lágrimas ante aquella imagen de agosto, los árboles casi no tenían hojas ni flores, pero podía distinguir perfectamente que tipo de árbol era, después de todo, innumerables veces los vimos antes de que nos separaran.

Mi hermana me abrazó, sabía perfectamente que tenía, ella lo sabía todo, absolutamente todo. Solloce un poco en su hombro, pero decidí que no podía llorar más, no era sano, “ella jamás me permitiría hundirme…” pensé. Me reincorpore y al instante mi padre me abrazó como si no hubiese mañana.

-       Te extrañare hija

-       Yo también viejo –no pude evitar reírme un poco de aquella situación, mi padre no tenía ni la menor idea de cómo sucedieron las cosas, sabía la causa del porque mi madre deseaba tenerme lejos, pero no que fue lo que en verdad pasó… -así está mejor… -dije más para mí que para compartirlo con ellos.

Al entrar, nos encontramos con una sala-recibidor-recepción… (si mi cara fue de WTF…) una de las recepcionistas, indicó que antes de cualquier cosa, debía firmar un documento donde mencionaba mi día y hora de llegada, así como la entrega de mis llaves, horarios, y unos panfletos, donde estaba grabada la información referente a los talleres existentes.

Me enteré, que solo constaba de diez niveles, y en cada piso había cuatro departamentos, aquel lugar, era la casa “cumbre carmín” en la cual habitaríamos ochenta estudiantes femeninas, dos en cada departamento … “que me toque con un niño, ¡que me toque con un niño!” imploraba para mis adentros, pero la realidad se estrelló en mi cara… “¡Dah! Dormitorio de chicas… genial…” pensé con sarcasmo y resignación a la vez.

En aquel lugar se encontraba la entrada a una sala de televisión, y del otro lado, la entrada a las habitaciones; el lugar estaba decorado en su mayoría por el color plata, y detalles negros, el rojo había quedado a un lado casi por completo, de no ser por las lámparas antiguas que se encontraban casi en el techo de los pasillos, divisamos un elevador en medio del pasillo antes de las escaleras de fachada negra, pero por dentro, ¿qué creen? Si, era rojo, el clima de aquel lugar era realmente agradable, no hacía calor, pero tampoco frio, con una camiseta de tres cuartos, uno podía encontrarse más que cómodo; las puertas eran negras con chapas plateadas, y el número del departamento grabado en la parte central superior… “tenía que tocarme el 38…” pensé al soltar un suspiro…

-       Valla tu suerte, último piso, imagínate cuando se descomponga el elevador ¡jajá! –dijo Sofía con burla, pero si, que suerte la mía, el 38…

Aunque de cierta manera tenía razón, de otra no importaba tanto, ya que las habitaciones destinadas para cada par de compañeras, se encontraban esquinadas después una sala central, (si… combinación rojo, plateado y negro, predominante el rojo) el elevador y las escaleras, daban de frente a la sala, después de esta se situaba un pasillo en el cual se encontraba otro balcón como el de las habitaciones, solo que este con dos mesas de té, por supuesto estaba más grande, y su predominación era en plateado, esto era lo mismo en la terminación de cada extremo del pasillo que atravesaba esta sala, solo que estos balcones, sostenían solo una mesa de té.

-       Ya deja a tu hermana en paz, bueno chicas, yo debo retirarme a la oficina, debo estar allá en menos de una hora, las quiero mucho –dijo esto abrazándonos y después tomo mis manos y se incoó, (si mi viejito esta alto) –quiero que me prometas que estarás bien, y que cuando tengas cualquier inconveniente, no dudaras en llamarme, por favor Alicia.

-       Si papá… -lo abracé, lo sabía… era la despedida, no lo vería hasta las vacaciones de verano… -toma –me extendió la mano con un sobre regordete –es el dinero que te dejo para el diario de la semana, cada lunes te llegará uno igual a las tres de la tarde ¿ok?

Se despidió de mi hermana, y entramos a dejar y tratar de acomodar un poco las cosas, la habitación estaba, bueno, ¡enorme! En el medio una sala lunch, al frente a la derecha, una pequeña cocina, consistida por una isla de madera, algunos gabinetes, un microondas y un cesto de basura, al fondo se encontraban dos camas matrimoniales, separadas por tres metros de largo, en medio de estas un escritorio doble, donde cada silla correspondiente le daba la espalda a una de las camas, después de los respaldos de estas, un pasillo de un metro, por lo ancho de la habitación, y después los vitrales y el balcón; en las paredes de los costados, un closet vestidor con espejo al frente y cajones en medio de las puertas y el espejo, y al frente a la izquierda, un baño completo de tina y regadera.

-       Y todo esto solo porque a mamá no le pareció… - un desasosiego me invadió, un dolor insoportable se hizo presente, y mis lágrimas estuvieron a punto de correr.

-       En ese caso yo hago lo mismo ¡jajá! ¡Esta preciosa la habitación hermanita!

-       Jeje… ¿Qué te parece si después de terminar aquí, me acompañas a comer algo?

-       No desayunaste nada antes de salir de con mamá ¿verdad?

-       No…

Dio una carcajada tan sonora, que estoy segura hasta escucharon las recepcionistas, aceptó sin más, y entre risas y empujones terminamos de acomodar mis cosas, y es que, si algo debo confesar, es el hecho de que ¡siempre estoy comiendo! Aunque eso se traduzca en masticar un chicle, siempre tengo algo en la boca que termino por pasarme a la garganta y esto termina en mi estómago y posteriormente en el drenaje. (La verdad es que soy muy sincera, aunque tenga mis momentos de Drama Queen)

Ella pasó al baño para darse un retoque, y yo me dedique a contar el dinero que mi padre me había dejado y así distribuirlo en los días de la semana. Aquel día era un lunes, aún faltaba una semana completa para entrar a clases, pero las circunstancias me obligaron a mudarme lo más pronto posible, cuando me di cuenta mis ojos estaban tan abiertos como platos, “son más de quince mil pesos…” mi presión arterial subió de ritmo, no podía creer aquello “mi padre quiere que viva como reina, que termine de quedarme loca… o se equivocó de cantidad…” quería aferrarme a la última opción, quince mil pesos son demasiados para una semana…

-       Es la cantidad correcta Alicia… -dijo mi hermana desde el marco de la puerta del tocador –Papá quiere que no te falte nada, así que agarra un poco de ese dinero que tú me invitas hoy jajá

Esboce una sonrisa y con ella algo de aire, tomé quinientos, puesto que ya sabía que mi hermana siempre salía cara aunque solo fuésemos a la cafetería de una institución, bajamos por las escaleras, estas eran amplias, por lo menos cabían seis personas regordetas en un mismo peldaño; al llegar nos sentamos en una mesa del centro, “esta enorme todo en este lugar” pensé (si suelo ser muy callada cuando estoy lastimada por algo…) en el lugar solo se encontraban otras tres mesas ocupadas aunque estas continuas, ya que se trataba de algunas amigas, puesto que platicaban entre sí, lo que me indicaba que ya había más compañeras en los dormitorios “genial ya no estoy sola” pedimos unas crepas, y al llegar estas a la mesa me percate que ya eran las once y media de la mañana.

-       Wau… -exclame al mirar mi reloj de pulso –el tiempo contigo es como las vacaciones Sofía

-       ¡jajá! ¡Demasiado corto!

Comimos entre risas y platicas triviales, la verdad era que siempre que me encontraba a solas con ella, el mundo se veía de una manera más agradable, si algo pasaba, ni modo, todo tenia solución en su compañía, esa vitalidad siempre se la envidie, esa fuerza, esa seguridad, especialmente en estos últimos seis meses, terminamos de comer a la una de la tarde… definitivamente el tiempo y el viento eran lo mismo con mi hermana, la mala noticia era que debía retirarse, por lo cual la acompañe hasta la entrada del campus, “esta retiradito el lugar…” dije para mis adentros un tanto agitada, ya que caminamos alrededor de una hora para llegar… “¿Por qué no tienes coche hermana?” pensé, ya que el estacionamiento estaba situado a veinte minutos de cada casa de dormitorios.

Deje a mi hermana, no tardó mucho en llegar el primer taxi y sin pensárselo dos veces lo abordo, caminé en dirección contraria, a paso lento, saboreando el aire, o quizás pidiéndole permiso a un pie para mover al otro, coloqué mis audífonos y puse el reproductor a hacer lo suyo, sonaba “lithium – evanescence” y es cuando los recuerdos censaban a invadirme…

Un año atrás

“¿Cómo rayos fue a suceder?” me preguntaba en ese momento, no podía dejar de tomar su mano, corríamos a mas no poder, el miedo era inminente, la adrenalina y el amor demasiados como para detenernos ante cualquier cosa, después sentí el suelo y unos brazos fuertes a mi alrededor y sobre ella otros cuatro.

-¡Carmen! ¡Carmen! ¡Suéltenme ahora! ¡Carmen!

-¡Alicia! ¡No!

Lloraba sin parar, no podía ver esto, no lo soportaba la estaban lastimando y a mí también, me encierran en la parte trasera de una camioneta, miro por la ventana y ella sigue forcejeando con los mismos tipos.

-¡Carmen! ¡Carmen! –Comienzo a golpear el vidrio, no puedo quedarme sin hacer nada, más me es imposible, estoy atada, no sé en qué momento pasó, pero me ataron con una especie de cuerda… -¡Carmen! ¡Carmen!

Mi desesperación sube cada vez más, aun logro verla y mi corazón siente morir ante tal escena, todo sucedió tan rápido, pero tan nítido que jamás olvidare cada detalle de aquello, un hombre alto y fornido la aló del cabello asta tirarla, le dio una patada con todas sus fuerzas, ella trato de gatear para huir, pero el volvió a tirarla ahora de un golpe, escuche un grito de desesperación, y vi su mano apuntando a la cabeza, de Carmen…

-¡NO! ¡NO! ¡CARMEN! ¡CARMEN! ¡NO! ¡POR FAVOR NO! – seguía llorando a mas no poder, la adrenalina no curaba mi dolor, no podía creerlo, seguía golpeando el vidrio, mis manos sangraban y mi cara estaba desfigurada de tanto llanto… -¡CARMEN!

Seguí golpeando el vidrio, tenía tantas sensaciones en ese momento “¡ASESINOS!” gritaba entre mis llantos, “!ASESINOS!” no dejaba de repetirlo, me quebré las muñecas, seguían sangrando, pero más sangraba mi corazón, me sentía muerta, sentía que había muerto en aquel instante que escuche el revolver, me recline en el vidrio, cerré mis ojos, “Carmen…” decía con voz temblorosa, quebrada, cada parte de mi ser estaba sufriendo por la vida, la vida que se había perdido en el instante que aquel ensordecedor sonido me destrozo el alma, sentí un fuerte golpe en mi cabeza, solo vi el frio piso de la camioneta… y a Carmen…

"Y es que mi cuestión siempre fue, ¿Por qué? Si a nadie hicimos daño, ¿Por qué nos separaron de esa manera? Si el amor no es un pecado entonces... ¿Cuál fue... El pecado de lo nuestro...?"