El acertijo de las reinas 2

Capitulo 2/4 Mudanzas. disculpen el error del pasado, no lo puedo partir en dos, pero si en cuatro xD!!!

“¿te extraño sabes?” miró fijo la comida, pero no tenía hambre, aquel recuerdo le perturbo, y removió cosas que creyó nunca existieron… “¿Qué habrá sido de ti?”

Capitulo 2/4 Mudanzas.

Diez años atrás

De estar en una paz total, cambió radicalmente a la agresión, solo se ponía así cuando recordaba, de esas raras veces que su mente recuperaba algo de lo perdido, de nuevo sedada en aquella confinación, más que hogar mental, parecía una tortura constante para la señorita Rey.

-       Han pasado cuatro meses desde su ingreso Darío, pero necesito que me cuentes todo lo que sucedió, el expediente habla únicamente del accidente.

-       Sabes que no quiero divulgar su vida Johanna.

-       ¡Pero yo necesito saberla hombre! –dijo ella con algo de exaltación- tú mismo me pediste que atendiera a tu hija, pero sin saber su vida, apenas podre darle medicamento, pero jamás curarla, por lo menos debo intuir que pudo pasar ¡algo!

-       Te di un diario que ella tenía, eso podría servirte.

-       No Darío, no es lo mismo, en él solo plasma lo que cree que siente, por ello necesito saber de tus palaras, lo que tu sepas.

-       Es que yo…

-       Es que ¿qué? Se trata de su calidad de vida, ¡no del renombre de tu familia!

-       ¡Es que yo no se nada de su vida!

La doctora le miraba confundida, él era su padre, ¿Cómo era eso posible? Un padre desconociendo por completo la vida de su hija, mientras dormían en el mismo techo, y el proclamando a los cuatro vientos y a todo momento, la “perfección” de su familia…

-       Ni siquiera sé el por qué o a donde, ni por cuanto tiempo deseaba irse…

Su cuerpo ya estaba acostumbrado a despertar y sentirse muy pesado, se había vuelto una rutina dormir con suero para no despertar en gritos a plena madrugada, esperar a la enfermera que abriera las cortinas y le diera un pequeño vaso con pastillas y otro con agua.

Aquel día estaba soleado y sintió la necesidad de tomar un poco de aire fresco a la par que platicaba con la doctora, se sentía tranquila, respiraba normal, pero seguía ausente, recordaba que se encontraba en una psiquiatría, en el lirio blanco exactamente, que la cuidaban, pero ignoraba la razón, y se dedicaba a contemplar en los ratos que su mente dejaba de estar turbia, y le daba un poco de tregua.

-       ¿Le gustan los rosales señorita?

-       Casi tanto como le gustan los lirios a mi padre.

-       ¿Por qué le gustan los rosales?

-       Porque me recuerdan a “Prins”

-       ¿”Prins” es su novio?

La señorita estalló en carcajadas sonoras, perceptibles hasta la parte de neurología, que se encontraba en el último piso del hospital general, ubicado al lado del lirio blanco.

-       ¿Qué le causa tanta gracia? –preguntaba divertida la doctora.

-       La palabra novio.

Las siguientes semanas pasaban de lo más normal, sin embargo, a Johanna no le quedaba muy claro la razón de lo hilarante sobre el tema, no obstante, quizás era buena idea interrogar a su paciente, para poder conocer su vida antes del accidente.

Darío le había entregado el diario un par de semanas atrás, mas al no ser suyo, no se animaba en lo mas mínimo en abrirlo “podría ser una ayuda inminente para el caso” pensaba de vez en cuando, Johanna era una mujer decidida, y muy buena en cuestión de su rama medica, pero si algo conservaba, era el respeto a sus pacientes, lo cual en este caso implicaba no leer el diario de una adolescente, aunque este pudiera ayudarle…

Pensó en la posibilidad durante los tres días siguientes, y se decidió por interrogarla directamente, si eso no funcionaba, le sometería a hipnosis, y si fracasaba, tendría que tomar medidas drásticas… se aprendería aquel libro manuscrito al derecho y al revés.

Pasaron un par de meses, y al parecer la señorita Rey solo empeoraba, ahora ya no tenia ataques de ira, pero tampoco recordaba mas, al menos no se lastimaría constantemente, sin embargo la desesperación de Johanna aumentaba, no era un caso fácil, y le estaban destinados por lo menos un par de años antes de ver cambio alguno, pero por el nivel de exigencia de la doctora un año significaba parte del fracaso…

Durante esos meses, fue que entró la primavera, y con ella las mariposas a la ciudad, la intriga de esto, es que la joven se sentaba en la fuente a observarles acariciar el viento, mientras ella jugaba con el agua, cuidaba las rosas y sonreía constantemente, pero no reparó mucho en eso, dado que su prioridad era encontrar algún factor que le ayudará a  recuperar su salud mental… pero ¿qué podría hacer?

En todos esos días, aquella escena donde conoció el buen humor de la señorita, no dejaba de rondarle la cabeza, ¿Qué acaso nunca tubo un enamorado? Le causaba una interrogante total cada vez que recordaba esas palabras… “-¿Qué le causa tanta gracia? –La palabra novio.” Sin embargo decidió que no tenía tiempo para entretenerse en esas cosas.

Estuvo tan metida en aquel mundo de búsqueda, que no se percato del presente que le trajo Darío a su adorada hija: una serie de pinceles, pinturas, y lienzos en blanco listos para usarse en un atril negro. Sino, hasta el momento en que le vio pintando, una silueta muy parecida a la de una reina, pero no cualquier reina, era más bien una… “Qüina”.

Cinco años atrás

-       Este es el laboratorio de química.

-       Wau… es, enorme…

Dijo inspeccionando cada cosa, recipiente, detalle, mesa, color, detallaba cada cosa por más mínima que fuese, las ventanas que tan grandes eran, las regaderas de emergencias por si algún químico contaminaba a uno o más estudiantes o maestros… el lugar simplemente le parecía ¡enorme! Y en cierta forma, lo era…

-       Jeje no lo es, bueno no tanto, deberías ver el de física, ese si es grande ya que los tres grados llevamos física.

-       Valla.

Ella le dedicaba su mejor sonrisa, su atención en la totalidad, pero su acompañante, simplemente ni le miraba, solo estaba atendiendo las maravillas que se le presentaban cada vez que entraban a un laboratorio o salón nuevo.

-       Amm… y ¿sabes tocar algún instrumento?

-       No.

-       Oh… y ¿qué música te gusta?

-       De toda supongo.

-       Mmm mira… y ¿sabes jugar póquer?

-       No, pero no me interesa, ya que colocan al rey como la carta de mayor valor.

-       Así, que ¿no te gustan los reyes? –preguntaba su anfitriona con tono casi de afirmación, y con toda su atención ante aquella interrogante que para ella, llevaba un doble sentido.

-       No, preferiría si fuese un juego de reinas.

-       Qüinas.

-       ¿Disculpa?

-       Las reinas, en el póquer se llaman qüinas.

-       Sí, un juego de qüinas sería mejor.

Dijo aquella figura sin mirarle de reojo si quiera, pero en la joven que hacia su labor de guía, solo podía crecer una exagerada felicidad, quizás alivio, o a lo mejor… esperanza.

Cinco años después.

Colgaban en el centro de la sala de televisión aquel hermoso cuadro pintado por la joven Rey, una qüina en tonalidades rojas. Llamaba la atención de muchos, sin embargo algo faltaba en aquella sala: la pintora…

-       Darío, ¿sabes donde se encuentra tu hija? –preguntó Johanna.

-       Esta en su recamara descansando, no durmió en toda la noche por terminar el cuatro.

-       ¿Y sus comidas?

-       Johanna, yo seré el padre, pero tú eres la doctora al mando de su caso, eres tú quien debe permanecer al tanto de ella, desde si come, hasta donde esta, que hace y como se siente.

Ella se retiró un tanto indignada, “yo seré el padre, pero tú eres la doctora al mando de su caso” ¿cómo rayos podía hablar de esa manera? ¡Se trataba de su hija! Frustración, si, eso era lo que recorría sus venas, entre el comportamiento cobarde de Darío y el avance de nada que tenía en las opciones que pudieran ayudarle.

Entonces recordó el diario, no le agradaba del todo la idea, sin embargo, hasta el momento, era su única alternativa, dado que aquel “padre” no daría su brazo a torcer…

Johanna entró a su oficina, pero cual seria su sorpresa de encontrar nada mas ni nada menos que su paciente, sentada en su silla, y con aquel manuscrito en sus manos.

-       Le pedí a mi padre que le entregara este diario.

-       ¿A quién?

La señorita se levantó del lugar y a paso lento se retiro del mismo, pero con el diario… “¿Cómo rayos sabia ella que lo tenia yo? ¿Cómo supo que estaba en la gaveta inferior?” la oficina se encontraba en perfecto estado, sin embargo, le intrigaba el hecho que ella tuviera los pantalones de ir a buscar de ese diario, pero, ¿Por qué desea que se le entregara ese manuscrito a otra persona?

La joven Rey se sentía indignadísima, ¿Cómo osaban ultrajar un bien tan preciado como un diario? Ella veía una y otra vez las pastas de aquel hermoso diario, de cuero negro con piel de algún animal de pelo blanco, y hecho de tal forma, que una cadena lo rodeaba para terminar en dos extremos que sellados con un candado de aquellos viejos y medianos, hacían que aquel manuscrito, fuese como un tesoro pirata.

-       Aun así, nunca lo hubieran podido leer – dijo en susurros.

Su mente parecía estar relajada, y su corazón andando normalmente, pero seguía sin poder recordar siquiera que hizo un año atrás… “maldición” se repetía una y mil veces, cada ves que intentaba recordar algo, solo se venia a su mente el rostro de Cristopher, su hermano mayor… luego un inmenso dolor de cabeza, y la sensación incontrolable de golpear a alguien…

No entendía nada de aquello, no comprendía porque no lograba recordar y el por qué odiaba con esa intensidad a su hermano… ¿y su hermano? “¿y Cristopher?” se cuestionó después de algunos minutos de recordarlo, ¿Dónde se encontraba su hombre de juegos y secretos?

Se escabulló una vez mas por las ventanas y jardines, para llegar a la oficina de su doctora a mando, y mientras esta regresaba del tocador, ella ingresó a la misma.

-       ¿Dónde esta mi hermano?

-       ¡Hay por Dios!

-       Hay vamos, ni que estuviera tan fea, ¿Dónde esta mi hermano?

-       ¿Disculpe?

Johanna no comprendía de lo que hablaba, ¿Su hermano? ¿Ella tenía un hermano? Definitivamente, había muchas cosas de su jefe que ignoraba por completo, de no ser porque la señorita se encontraba internada y a su mando, ni siquiera se le cruzaba la idea, de que él tuviese familia…

-       No se ni quien es su hermano…

Las palabras de Johanna le resonaron y aturdieron, ¿No sabía de quien hablaba? Ella era colega de su padre, ¿Cómo era posible que no supiera de la existencia de Cristopher Rey?

-       ¿Doné esta mi padre?

-       No lo se señorita yo…

Antes de que esta pudiera terminar, la joven ya se había encaminado hasta la oficina de su padre, su mente comenzó a nublarse, una migraña insoportable se poso sobre ella, y el mareo abundante volvió, llegó a su destino observó a su padre desde el marco de la puerta, quien conversaba con un joven enfermero.

-       Necesito hablar contigo.

-       Hija estoy ocupado. –comento algo perturbado y levantándose de su asiento.

-       Es importante.

-       No puedo, no ahora.

Por alguna razón se encontraba algo nervioso, por lo general su padre no era así, “¿qué esta pasando?” se preguntaba ella a la par que avanzaba con paso torpe, y calló a los brazos del joven, en ese instante, se percato de los ropajes tan peculiares que él portaba. “tiene la cara vendada…” afirmaba para sus adentros con extrañeza, en el momento logro divisar sus ojos, quienes le miraban como reprochándole algo…

El muchacho la soltó y dejó el lugar, mientras que la joven Rey se limito a conversar con su padre respecto a lo que le tenía en aquel estado turbio y ahogador.

-       Necesito hablar contigo… -repitió  sentándose en la silla frente a su padre.

-       Ya te he dicho que no puedo en estos momentos.

Él salió sin mirar atrás siquiera, y ella con los mareos se sentía aun mas perturbada, su corazón empezó a galopar, y de pronto los ojos del joven le daban vueltas por la conciencia…

* - eres de lo peor… - estoy rodando por las escaleras de la casa, me duelen mis costillas, y creo que tengo sangre por la nariz... – ¡no eres mas que un fastidio desde que llegaste!... siento como alguien me jala del cabello y me levanta hasta el sofá… -te quiero muchos ¿sabes?...- me regala una sonrisa y un abrazo, a la par que me extiende un helado…*

Se encontraba tomando su cabeza en posición fetal, sentía como corría la sangre por sus venas y como el corazón luchaba por desgarrarse dentro de ella, comenzó a llorar, al momento que recordaba, ya no distinguía entre liquido, solido o gas, todo a su alrededor se movía veloz mente, y de pronto solo sintió el piso estrellándose con su cuerpo…

Tiempo actual.

Estaba ya por terminar de empacar las cosas, cuando escucho que abren la puerta y detrás de ella veo a mi madre. Traía ella un vestido azul marino estilo coctel,  el cabello suelto hasta la mitad del tórax en capas y color castaño natural…  verla así, tan alegre,  el mismo día de mi partida, más que llenarme de rabia como lo habría hecho en cualquier otro momento, me creó un nudo en la garganta casi imposible de contener… “La que se decía mi madre… festeja mi partida…” pensé al voltear para donde la maleta…

-       Hola. –pronunció con toda la obligación del mundo, cruzó los brazos y se colocó en medio de mi habitación.


"Y es que mi cuestión siempre fue... ¿Por qué?... Si a nadie hicimos daño... ¿Por qué nos separaron de esa manera? Si el amor no es un pecado entonces... ¿Cuál fue... El pecado de lo nuestro?"