El accidente

Un accidente hizo que temporalmente no pudiera usar los brazos.

Todo comenzó unos días después de mi dieciséis cumpleaños, en mayo, cuando tuve un accidente con la bicicleta. Cuando me desperté estaba sobre una camilla con los dos brazos escayolados, con muy poca o nula movilidad, estaba en una sala yo solo. Senti un escozor en mi pene. Tenia algo dentro, además me estaba meando, no en el sentido de tener ganas sino materialmente salía líquido. Con la poca movilidad que tenia no veía nada. Entonces entro una enfermera.

-         Como se encuentra el jovencito – dijo le enfermera.

-         No lo se, que ha pasado – dije.

-         No te acuerdas de nada – dijo la enfermera.

La enfermera levanto una bolsa que contenía un líquido amarillo, entonces me di cuenta, estaba sondado, orinaba en una bolsa.

-         Si iba en la bici, vi una piedra intente esquivarla y me caí... después no recuerdo casi nada, una ambulancia, ir en camilla, dolor.

-         Estas en el hospital – dijo la enfermera - tuviste una muy mala caída, con varias fracturas en los brazos, te han tenido que hacer una pequeña operación, todo ha ido muy bien.

-         ¿Y mis padres?

-         Están fuera... después entraran a verte.

La bolsa de orina se estaba llenando. La mire.

-         Estas sondado, la anestesia tiene que salir. Dentro de nada te la quitaran.

Comencé a tener conciencia de mi situación. Sentí nuevamente sueño y me quede dormido. Cuando me desperté allí estaban mis padres y mi hermana, a mis padres se los veía preocupados.

-         Ya despertaste – dijo mi madre dándome un beso en la frente.

-         Si...

-         Chocala... – dijo mi padre dándome un pequeño golpe en la mano.

-         ¿Cómo estas? – pregunto mi hermana Maria José.

Mi hermana Maria José, era mi gemela fraterna, para que se entienda aun siendo gemelos éramos mas hermanos que gemelos.

-         Bien, Tata – dije.

-         Nano no sabes que hacer para llamar la atención.

Aunque se llamara Maria José, yo la llamaba Tata, y ella me llamaba Nano en vez de José Maria. Desde siempre había habido una cierta competitividad entre ambos, aunque con el tiempo se fue suavizando.

En eso entro una enfermera mayor.

-         Ya has despertado. Te vamos hacer unas pruebas y si todo va bien te trasladaremos a una habitación.

Mis padres y mi hermana se fueron, y la enfermera me llevo a otra sala, donde me hicieron varias pruebas, para trasladarme a una habitación. Unos minutos después llegaron mis padres y mi hermana. Una media hora después llego mi tía Carmen, la hermana gemela de mi madre.

-         Mi niño como estas – dijo echándose sobre mí.

-         Bien algo desorientado.

Se volvio hacia mi madre.

-         ¿Que han dicho? – pregunto mi tía.

-         Que todo ha ido muy bien – dijo mi madre – estara un par de días en obsevación.

-         Y cuando le quitaran las escayolas – pregunto mi tía.

-         No lo saben pero nos han dicho que si todo va bien en 30 días.

Mi madre y mi tía se fueron a un rincón, las senti cuchichear.

Muchas veces me preguntaba como siendo gemelas podían ser tan diferentes. Se parecían físicamente, no así en el carácter, tenían 36 años, pero mi madre era mi madre, vestia y se comportaba como una señora, mi tía se teñia el pelo de rubio, y vestía descaradamente con minifaldas y grandes escotes, por eso tal vez no se habia casado,  siempre llamando la atención a diferencia de mi madre.

Mi hermana se acerco a mí.

-         Nano, que torpe eres, mira que caerte de la bici.

-         Tata, fue una piedra que esquive...

-         Maria no molestes a tu hermano – dijo mi madre.

-         No molesta... – dije.

-         Esta noche me quedo yo contigo, tu padre y tu hermana se van para casa – dijo mi madre.

-         Si quieres me quedo yo – dijo mi tía.

-         No hace falta – dijo mi madre.

Se fueron y se quedó mi madre. Puso la tele pero no daban nada.

-         Voy un momento a la librería, quieres que te traiga algo.

-         Un refresco de cola.

-         Se lo preguntare a la enfermera – dijo sonriendo.

Hacia mucho tiempo que no la veía sonreír, y en aquellas circunstancias era increíble.

Y mi madre se fue, quedándome solo en la habitación, me parecio una eternidad cuando solo fueron unos minutos.

Entro una enfermera, reviso el gotero y la sonda.

-         Cuando me quitaran eso – dije refiriéndome a la sonda.

-         Ahora después vendrá el medico y te lo dirá.

Paso una hora y entro un médico con una enfermera.

-         Como te encuentras chaval – dijo el médico.

-         Bien, aunque siento molestias.

-         Normal, según me han dicho tuviste una mala caida.

-         Eso parece. Y la sonda...

-         ¿Te molesta?

-         Un poco.

-         Entonces sera cuestión de quitártela. Dentro de un rato vendran a quitártela.

-         Cuando podre comer.

-         Tienes hambre eso es bueno. Esta noche te daran algo con el gotero no te falta alimento.

-         Cuando me lo quitaran.

-         Espero que mañana.

El doctor y la enfermera se fueron, mi madre les siguió, les escuche hablar y despues mi madre volvio.

-         ¿Que te ha dicho el doctor? – le pregunte – y no me engañes

-         Nada, lo que a ti que todo ha ido muy bien.

Unos minutos despues vino un enfermero. Desbloqueo la camilla.

-         Me lo llevo a quitarle la sonda – dijo el enfermero.

Bajamos en ascensor hasta una sala, alli una enfermera me hizo unas pruebas, y me quito la sonda, ni la voz de la enfermera que era dulce evito que me doliera al quitármela, pero sentí alivio. Cuando volvi a la habitación me esperaba mi suculenta comida. Un tazón de caldo y unas natillas. Para poder comer tuvo que ayudarme mi madre, como si fuera un bebe. Después del cenon paso una enfermera.

-         Señora si quiere puede irse a casa – le dijo la enfermera a mi madre.

-         No se preocupe, prefiero quedarme.

No era muy tarde cuando me quede dormido más que nada por aburrimiento. No se el tiempo que había dormido, tal vez solo diera una cabezada, tenia ganas de orinar. Mi madre estaba leyendo.

-         Mama...

-         Si ¿que pasa?

-         Quiero hacer pis...

Mi madre llamo a la enfermera de guardia, que llego enseguida.

-         Quiere hacer pis.

-         Para eso tenemos un orinal muy guay – dijo la enfermera – entrando en el lavabo.

-         No sabia si...

-         No se preocupe – dijo.

El orinal era una especie de botella con forma adaptada. Hizo que mi pene entrara en el cuello de la botella. Que alivio sentir salir la orina sin tubo. Pero al retirar el orinal solo habia unas gotas, quede sorprendido.

-         ¡Solo eso! – dijo mi madre.

-         Es normal, casi siempre son mas las ganas que la cantidad – dijo sonriendo la enfermera.

Cuando la enfermera se fue me quede dormido.

Por la mañana me despertó el ruido de los carritos del desayuno. Nuevamente me entro ganas de orinar, pero tenía un problema, mi polla estaba tiesa. Me excitaba con cualquier cosa, y por las mañanas despertaba empalmado pero bien empalmado. Me daba vergüenza vieran como tenia la polla, al ponerme el orinal, aunque más vergüenza seria si me orinaba encima.

-         Mama tengo ganas de orinar.

Mi madre servicial fue a por el orinal, cuando me lo puso, pude ver su cara de sorpresa al ver mi polla tiesa, pero no dijo nada. Recordaba el día que mi madre entro en mi habitación, me estaba masturbando suerte que la sabana me tapaba, aunque no dijo nada estaba seguro que sabia lo que estaba haciendo.

Estaba orinando en el orinal, cuando entro la enfermera, tendría unos 40 años.

-         Estas haciendo pis – dijo la enfermera.

Afirme con la cabeza.

-         Veamos... – dijo quitando la sabana.

La enfermera al ver mi polla no dijo nada, pero miro a mi madre y mi madre muy cortada hizo un ligero alzamiento de hombros, lo que hizo que la enfermera sonriese.

Me quito el orinal y tiro su contenido al inodoro. Llamaron a la puerta.

-         Es el desayuno – dijo la enfermera – luego vendré a quitarte el gotero.

Traía un vaso de leche, unas galletas y un zumo. Tome el zumo y deje el resto.

A media mañana vinieron un doctor y una enfermera para quitarme el gotero. El doctor le dijo a la enfermera.

-         Los calmantes cuando los necesite sino nada.

Cuando se iban a ir.

-         Doctor.

-         Si.

-         Me puedo levantar.

-         No solo puedes, es conveniente que te levantes – dijo – ¿Quieres hacerlo ahora?

-         Si por favor.

-         Enfermera ayúdelo, al principio te costara.

La enfermera me ayudo, como dijo al principio parecia que me caia.

-         Te has dañado los brazos no las piernas – dijo el doctor – pequeños paseitos.

Se fueron el doctor y la enfermera. Los paseos no podian ser muy largos, pues tenia la bata del hospital, esa que se ata a la espalda, sin nada debajo, dejando el culo al aire.

Con el movimiento me entro ganas de orinar, me dirigi al baño.

-         ¿Adonde vas? – dijo mi madre.

-         Hacer pis.

-         Puedes tu solo.

-         Creo que si.

Entre en el lavabo, la tapa del inodoro estaba abajo.

-         Mamaaaa.

-         Si que te pasa.

-         La tapa...

Mi madre se apresuro a levantar la tapa. Entonces me di cuenta que no me podia coger el pene.

-         Mama no puedo...

-         Espera.

Mi madre con toda la tranquilidad del mundo me agarro el pene y lo dirigio hacia el inodoro, senti un gran alivio al mear, sobretodo el no hacerlo en la botella, pero tambien senti como mi pene lo agarraba mi madre, que no era yo haciendome una paja. Me excito de tal manera que comenzo a crecer, pasando de simple pene a polla. Yo queria  controlarlo pero no podia.

-         Ya esta – dije apresurándome.

Mi madre con la misma tranquilidad, como si no hubiese pasado nada cogio un trozo de papel higienico y me limpio las gotas restantes. Cuando sali del lavabo mi madre se lavo las manos y salio, no dijo nada, se sento. De pronto me vino una duda.

-         Mama, si en vez de hacer pis tengo que hacer lo otro.

Mi madre sonrio.

-         Pues te sientas y lo haces.

-         Pero despues para limpiarme.

-         Pues tendre que limpiarte como cuando eras un bebe con toallitas humedas.

Me quede con la boca abierta, cuando llamaron a la puerta, eran dos camareras.

-         Permiso, venimos a limpiar la habitacion y cambiar las sabanas.

Salimos al pasillo mientras ellas hacian su trabajo. Una de las camareras tenia que tener unos 40 años, era la veterana, la otra debia tener unos 25 años. La mas joven llevaba el uniforme desbrochado por arriba enseñando un buen escote. Senti que mi polla volvia a crecer. No era el momento ni el lugar, con la ropa que llevaba se notaria en seguida, pense en otras cosas.

No tardaron mucho.

-         Ya esta lista la habitacion – dijo la mayor.

La joven me miro y sonrio. Entonces me mire y a la altura de mi paquete se marcaba una hinchazon, aunque habia intentado no excitarme estaba claro que mi polla tenia vida propia. Corri a dentro de la habitación y me sente en la cama intentando que se me bajase la excitación. Mi madre entro poco después, se sentó y siguió leyendo su libro. Y aunque no la viese sabía que me observaba.

Ya se acercaba la hora de la comida, sentia los carritos, entonces llego mi tía Carmen.

-         Como estas chaval – dijo.

-         Bien, con hambre eso es bueno.

Suerte que estaba semi tumbado en la cama y la sabana me tapaba, pero volvia excitarme al ver a mi tía, vestia con una minifalda con dibujo de leopardo, una camiseta super estrecha que hacia que sobresalieran sus pechos.

-         Dentro de poco treran la comida.

-         Bien – dijo mi tía – y tú – dijo dirigiéndose a mi madre – no vas a comer.

-         Ahora despues cuando le de la comida al niño.

-         Ni que fuera un bebe – dijo mi tía.

La mirada de mi madre fue fulminante, no era un bebe pero no podia comer por mi mismo.

-         Era broma, me quedo yo y se la doy.

-         Despues de comer ire a comer algo.

-         Vale entonces me quedare, ahora voy a comer, estoy habrienta.

Mi tía salió de la habitación y mi madre la siguió, aunque intentaron hablar flojo las escuche.

-         Te has dado cuenta que pinta llevas – dijo mi madre.

-         Que quieres vengo de casa de un amigo.

-         Un amigo, has pasado la noche con el.

-         Nada de sermones, para eso ya tengo a mama. Luego te relevo.

Mi madre volvio a entrar y me sonrio.

Tía Carmen siempre habia sido muy especial, mientras que mi madre se caso muy joven, tía Carmen aun no se habia casado, como ella misma decia preferia ir de flor en flor.

Trajeron la comida, y mi madre muy diligente me dio de comer, cuando termine retiro a mesa.

-         Porque no te vas a comer – le dije.

-         Ahora, cuando venga Carmen.

-         ¿Por qué os llevais tan mal?

-         ¿Quién? Carmen y yo.

-         Si.

-         Eso no es cierto, como te llevas tu con María.

-         No es el mejor ejemplo.

-         Me refiero a que tu y Maria, siempre estais discutiendo, pero eso no quiere decir que os lleveis mal.

-         Tienes razón.

En eso llego mi tía.

-         Lo siento, pero me he encontrado con un amigo...

-         No cuentes mas, me voy a comer.

-         Tranquila, me quedo.

Mi madre se fue.

-         Que aburrido es estar en el hospital.

-         Eso lo dices tú que te puedes ir, imaginate yo que me tengo que quedar.

Tía Carmen sonrio y se sento en el butacón, leyendo las revistas que mi madre habia dejado. Tras un rato intentando dormir me entro ganas de mear.

-         Tía, llama a la enfermera.

-         Te encuentras mal...

-         No es que tengo que ir a... mear.

-         Te puedo ayudar yo, venga levanta.

Me ayudo a levantarme, como yo iba delante por detrás la bata estaba abierta y se me veia todo.

-         Que culito tan lindo tienes – dijo mi tía.

-         Tía...

-         Perdona, que culito más feo tienes.

Como siempre me hizo sonreir. Entre en el lavabo y delante del inodoro tenia el mismo problema, no me podia agarrar el pene.

-         Tía...

-         ¿Qué?

-         No puedo... dirigir el chorro.

-         Comprendo.

Mi tía sin cortarse me cogio el pene.

-         Venga dispara.

Y dispare, pero como me sucediera con mi madre el sentir unos dedos cogiéndome el pene, este comenzo a transformarse en polla.

Mi tía estaba mirando hacia el techo para no mirarme ni a mi ni a mi aparato. Pero cuando comenzo a crecer.

-         Coño – dijo mirando a mi polla – se te esta poniendo...

-         Lo siento...

-         Nada de sentir esta bien que tengas un buen miembro. Has terminado.

-         Si.

A diferencia de mi madre que cogio un trozo de papel higienico, ella me la sacudio, y fue contando hasta cinco.

-         Sabes que más de cinco sacudidas es...

-         ... si una paja - dije.

Mi tia sonrio. Y volvio al butacón. Poco después llego mi madre, y mediahora despues los que llegaron fueron mi padre y mi hermana. Mi hermana que se llevaba muy bien con mi tía se fue al bar del hospital y pasaron alli un buen rato. Cuando volvieron.

-         Esta noche te vuelves a quedar – le dijo mi tía a mi madre.

-         Si.

-         Si quieres me quedo yo – dijo mi tía.

-         Ya te lo dije ayer, lo que si tendria que ir a casa a asearme y cambiarme.

-         Si quieres te llevo – dijo mi tía.

-         Si mama vete ya nos quedamos papa y yo.

Mi madre y mi tía se fueron, mi padre cada dos por tres se iba fuera, para fumarse un cigarrillo. Mi hermana se quedo en el butacón. Yo estaba pensando que me habían tocado la polla dos mujeres y mi reacción aunque una fuese mi madre había sido ponerse tiesa. Pensando en ello se acerco mi hermana a la cama, sentándose a mi lado.

-         Estaba pensando yo... con lo que a ti te gusta jugar con tu pajarito, como lo harás ahora – dijo.

En una ocasión la que me pillo masturbándome fue mi hermana, ella si que me pillo con la polla en la mano, y constantemente me lo echaba en cara.

-         No se alguien tendrá que ayudarme, ¿No?

-         Si estas pensando en mi lo tienes “claro clarinete”

-         Ni tampoco me ayudaras a mear, alguien me la tiene que coger para que no manche.

Mi hermana se levanto y se fue al butacón de nuevo.

El tiempo pasaba muy despacio o eso me lo parecía. Justo poco antes de la cena llego mi madre, mi tía ni llego a subir a verme, y unos minutos después se marchaban mi padre y mi hermana.

-         Ah, se me olvidaba, recuerdos de Cristina, que te mejores – dijo mi hermana desde la puerta.

El pensar en Cristina hizo que nuevamente se me pusiera la polla tiesa.

Por fin trajeron la cena, no es que fuera nada del otro mundo pero al menos era comida. Tras la cena seguimos con la monotonía esperando que el sueño me venciera. Pero antes de eso me sucedió lo que mas temía, me dio ganas de cagar. Al decírselo a mi madre, su primera reacción fue dudar.

-         Ve, cuando termines me lo dices, he traído unas toallitas húmedas de casa

Así que fui al lavabo y con cierto trabajo logre cagar. Y después con sumo cuidado mi madre me limpio le culito. Nuevamente sentí con mi polla crecía. Por fin de nuevo en la cama me quede dormido.

Me desperté un par de veces para beber agua, para volver a quedarme dormido. Me desperté definitivamente al escuchar nuevamente el carrito del desayuno tenia que reconocer que era la mejor comida del día, el desayuno. Como era normal tenia una erección matutina, y como no con ganas de mear.

-         Mama tengo ganas de mear – dije.

Mi madre veía como la sabana tenia un abultamiento mayor.

-         No puedes esperar un ratito – supongo a la espera de que bajase la hinchazón.

-         Si, pero no, me hago pis.

-         Bueno levanta, ve al baño.

-         Pero necesito...

-         Vale vamos.

En esta ocasión mi madre no me cogio la polla cuando estaba creciendo, sino bien crecidita. La vergüenza que yo sentía era compensada con el placer de sentir mi polla cogida por otra mano, aunque fuese la de mi madre. Por un momento pensé en decirle a mi madre que necesitaba una paja, pero no lo dije. Como el día anterior mi madre cogio un trozo de papel higiénico y me limpio la polla, pero me di cuenta que a diferencia del día anterior no miro mi polla lo hizo mirando a un lado, pero mordiéndose el labio inferior.

Poco después llego el desayuno, me lo tome, y nuevamente a la rutina. Pasaron un par de enfermeras preguntando como estaba, y tomándome el pulso y la temperatura. Una de ellas dijo que no tardaría mucho en irme a casa.

Como siempre a media mañana llegaron las camareras, para hacer el cuarto, eran las mismas del día anterior, en esta ocasión la mas joven llevaba el escote tan abierto que se le veía el nacimiento de pechos y el sujetador rojo.

Al terminar salieron, yo estaba intentando esconder la erección que tenia, la mas joven paso por mi lado, y aunque solo fue un segundo su mano me rozo la parte del camisón donde estaba abultado por mi polla. Lo cierto que solo por aquel segundo por poco me corro.

Volví a la cama, mi madre me puso delante un libro para que lo leyera, era uno que había empezado un para de semanas anterior, aunque me costaba leerlo lo hice mi madre me pasaba las paginas, hasta que me canse. Mi madre salía y entraba de la habitación dando paseos, algunas veces la acompañaba yo. Se acercaba la hora de comer, y mi madre decidió ir antes a tomar algo.

Cuando volvió mi madre ya tenia la comida en la habitación, tras la comida nuevamente siesta, por la tarde se acerco mi padre y poco después mi tía. Lo que aprovecho mi madre para ir casa y asearse.

Decidí probar suerte, y cuando estaba mi tía le volví a pedir ir al lavabo, ella como el día anterior me ayudo, cuando tenia mi polla cogida con su mano me moví un par de veces hacia delante y hacia atrás, y aunque ella no dijo nada estaba seguro que se dio cuenta. Aunque había confianza con ella tampoco me atreví a pedirle que me hiciera una paja. Antes de la cena volvió mi madre y entonces se fue mi tía. Tras la cena, paso una enfermera.

-         Una pregunta – dijo mi madre – hay alguna forma de que se duche.

-         Bueno no se, creo que si – dijo la enfermera.

Aquella noche la pase mucho mas relajado, y me desperté por la mañana justo cuando escuche el carrito del desayuno.

Tras el desayuno, llego una enfermera.

-         Ayer le preguntaron a una compañera si el chaval se puede duchar – dijo la enfermera.

-         Si fui yo quien lo pregunto.

-         En su estado, me refiero a su lesión es algo complicado. Como hacer sus necesidades.

Hizo una pausa.

-         Hay dos formas, una sobre la cama pasando un esponja o bien si se tapa las escayolas y los soportes se puede duchar.

-         Vale.

-         Si quiere mando un asistente para que lo haga...

-         No se preocupe, sabiendo que puede hacerlo no importa.

Por un momento sentí alivio, que una persona extraña me viese desnudo...

La enfermera se fue, y a media mañana como siempre llegaron las camareras para hacer la cama y la habitación, eran las mismas  de siempre.

-         Mientras preparan la habitación voy a ver si este muchacho se da una ducha, me pueden dejar dos bolsas – dijo mi madre.

Las dos camareras sonrieron y la mayor le dio las dos bolsas. Entre en el baño con mi madre.

-         Mama es necesario...

-         Pues claro. La higiene por encima de todo.

Mi madre me hizo quitarme el camisón dejándome desnudo, con paciencia y las bolsa que le habían dejado me tapo las escayolas. Me hizo meterme en la ducha y comenzó a lavarme, primero agua por todo el cuerpo, después con una esponja y jabón, me enjabono, lo mas conflictivo fue como era de esperar mi entrepierna y aunque lo hizo con sumo cuidado aun fue peor mas se me hincho la polla, después aunque no se si lo hizo a propósito, para quitarme el jabón uso el agua fría.

Cada día lo que hacia se convirtió en rutina.

Fue en el décimo día, como cada día me desperté fui acompañado de mi madre al baño, tras el desayuno, una buena ducha mientras preparaban la habitación, después un rato de lectura, unos paseos y como siempre antes de la comida mi madre salía. Me quede tumbado en la cama, escuche abrir la puerta pensé que era mi madre.

-         ¿Se puede?

-         Si – conteste, aunque no sabia quien era.

Era la joven camarera. Iba vestida de calle, con una minifalda azul y una blusa blanca desabotonada, enseñando escote y algo mas. Como era lógico mi polla reacciono ante dicha visión.

-         Buenas tardes. Estas solo.

-         Si.

-         Me he fijado que tienes un problema.

-         ¡Solo uno! – dije agitando los brazos.

Sonrió.

-         Me refiero a una parte de tu cuerpo que esta mas abajo.

-         Te refieres a... que quieres que haga - dije.

-         Se me ha ocurrido que yo te puedo... ayudar.

Se acerco a mi.

-         La única forma posible seria que me echaras una manita – quise ser gracioso.

-         A eso me refiero. ¿Quieres que te eche una mano?

-         Y dos si quieres – dije mecánicamente siguiendo la broma.

-         Espera un momento – dijo entrando en el lavabo.

Cuando salió del lavabo llevaba un rollo de papel higiénico.

-         Vamos a ver como esta esa porra – dijo levantando la sabana.

Se notaba un gran bulto debajo del camisón. Me subió el camisón dejando mi polla al descubierto. Me la toco un poco suficiente para que aun se pusiera mas rígida.

-         Te han hecho alguna vez una paja.

Negué con la cabeza.

-         Supongo que tampoco habrás follado.

Volví a negar con la cabeza.

-         Bien será rápido – me cogio mi polla y comenzó a meneármela.

-         Por que lo haces – dije con cierta dificultad.

-         Te podría decir que es por altruismo. Pero lo cierto es que me gusta, me gusta ver la cara del que le hago la paja, me gusta ver como sale su semen. Lo he hecho en muchos sitios, pero es la primera vez que lo hago en el hospital.

-         Me estoy a punto de correr – era cierto estaba a punto de correrme escasamente habían pasado 2 minutos.

Entonces hizo algo inesperado, bajo su boca hasta mi polla y se la introdujo, sentí como su lengua tocaba mi polla, fue inmediato me corrí, mi semen salía disparado a su boca, a su vez ella chupo y lamió mi polla hasta dejarla limpia de restos de semen, después con el papel higiénico me la seco.

-         No ha estado mal, algo rápido. Sabe aun a hospital. Como te encuentras.

-         Bien. Muy bien.

-         Me voy. Hasta otra.

Y se marcho. Unos minutos después volvía mi madre, no podía explicarle lo que me había pasado, y pensar que de haber venido un poco antes me habría pillado.

-         Como estas – dijo mi madre.

Después de la felación de la camarera estaba de “puta madre” pero no lo iba a decir.

-         Bien.

-         Mas relajado – dijo mi madre.

Como si supiera lo que había pasado, era imposible.

-         Si mas descansado.

Durante la comida pensaba como era posible que me hubiera pasado a mi. Aquella tarde cuando se quedo mi tía, no le dije nada de ir al baño.

-         ¿Te pasa algo? – pregunto mi tía.

-         Porque me iba a pasar algo.

No se. Te encuentro mas relajado.

-         Será porque ya me he acostumbrado a estar aquí.

-         Será por eso.

Volvió mi madre justo antes de la cena, mi tía se fue. Mientras cenaba llego una enfermera.

-         El doctor me ha dicho que puede ser que mañana te den el alta – me dijo la enfermera.

-         Tan pronto... – dije solo pensando en la camarera.

-         Pues si, es curioso todos los pacientes quieren irse a casa y tu pareces que sea lo contrario.

-         No es que me ha sorprendido.

-         Sabe si será por la mañana o por la tarde – pregunto mi madre.

-         Creo que será después del desayuno.

-         Llamare a mi marido para que venga a buscarnos.

Se fue la enfermera.

-         Voy un momento a llamar a papa para decirle que mañana nos vamos.

Por un momento pensé que cuando empezaba a gustarme el hospital tenia que abandonarlo. Aquella noche dormí poco, pensando en mi suerte. Por la mañana tras el desayuno, llegaron las camareras. Hubo una mirada complicidad entre la camarera joven y yo.

-         Le dan el alta – dijo mi madre – nos vamos para casa.

-         Que bueno – dijo la camarera mayor.

La camarera joven no dijo nada. Mientras hacían la habitación mi madre saco del armario una bolsa con la ropa que me iba a poner. Lo difícil fue la parte de arriba, me puso una camiseta de tirantes y saco una especie de manta.

-         Como es ponerte algo, echarte esto por encima para que te proteja del frió.

Salimos y las camareras habían terminado. Mi madre salió hablando con la camarera mayor, la mas joven se retraso, al pasar junto a mi me dio un beso en los labios.

-         Me alegro que ye te marches, a sido breve pero bastante bueno – dijo.

Me senté en el butacón esperando a que llegara el doctor para darme el alta, cuando llego.

-         ¿Que haces vestido así? – dijo el doctor.

-         Que me han dicho que me van a dar el alta.

-         ¿Quién?

Por un momento me alegre, iba a seguir allí.

-         Es broma.

Entonces se dirigió a mi madre.

-         Cuando quieran pueden irse a casa – dijo -dentro de unos días que se pase y observemos como va.

-         Gracias doctor – dijo mi madre.

Media hora después llegaba mi padre y nos marchábamos a casa.

Por la tarde pasaron por casa un montón de amigos de mis padres, y compañeros de clase, entre ellos Cristina.

Cristina era la mejor amiga de mi hermana, y yo estaba loco por ella. Algunas veces había soñado con ella, viéndola desnuda, la noche anterior en el hospital soñé con ella, me imagine que era ella la que me masturbaba y me hacia la felación en vez de la camarera del hospital.

Por eso cuando llego Cristina me puse nervioso y la polla se me puso tiesa. Solo mi hermana fue la que se dio cuenta. Por eso aquella noche, antes de la cena vino a mi habitación.

-         ¿Que como te encuentras? – pregunto mi hermana.

-         Bien, algo cansado.

-         Y referente a... tu pajarito.

-         Te voy a contar algo, pero queda entre nosotros, júramelo.

Mi hermana sonrió, si algo sabia hacer muy bien era guardar los secretos. Levanto la mano.

-         Lo juro.

-         Ayer por la mañana, en el hospital, una camarera de habitación vino a verme cuando mama se fue a pasear. No solo me lo hizo con la mano, sino que utilizo la boca.

-         No me lo creo, lo dices...

-         Pues es verdad, fue muy rápido, pero fue...

-         Y ahora.

-         No se, había pensado...

-         No, no si esperas que yo te lo haga, lo tienes claro.

Y salió de la habitación.

Después de diez días en casa, con las visitas de los compañeros y compañeras mas  el recuerdo constante de la camarera del hospital que me perseguía, mi excitación iba en aumento. Un sábado por la mañana, mis padres se fueron a comprar, mi hermana se quedo probándose ropa, pues aquella noche iba a una fiesta. Cada vez que se ponía un modelo venia a mi cuarto a que le diera mi opinión, yo estaba tumbado en la cama con una camiseta de tirantes y un bañador. Se puso un modelo que consistía en un top y una minifalda, dicho top para que le quedara bien se lo tenia que poner sin sujetador, cuando entro en mi cuarto, la reacción de mi polla fue inmediata y ella se dio cuenta.

-         Que le ha pasado a tu pajarito.

-         Lo sabes bien, me estas martirizando.

Mi hermana sonreía, haciendo que sus tetas se movieran de arriba a bajo.

En eso sonó el timbre.

-         Ahora vengo a martirizarte mas.

Salió, escuche como abría la puerta, no podían ser mis padres, pues ellos llevaban llave y por que era muy pronto.

-         Mira quien ha venido a verte – dijo mi hermana.

Tras ella apareció Cristina, intente que no se notara la erección, la única forma que se me ocurrió fue sentarme en la cama, pero eso fue peor, pues el abultamiento de mi paquete fue mayor. Pude ver la cara de sorpresa de Cristina y la sonrisa malévola de mi hermana. Entonces Cristina le dijo al oído algo a mi hermana, esta abrió los ojos de sorpresa y se marcho cerrando la puerta. Cristina se sentó a mi lado.

-         Me gustas – dijo poniendo su mano sobre mi muslo.

Sentí un escalofrió, que aumento al mover ella la mano acercándola a mi entrepierna.

-         Que le has dicho a mi hermana – dije con cierta dificultad.

-         Nada, que quería estar a solas contigo. Se lo que te pasa. Me gustaría ayudarte.

Estuve a punto de decirle que me hiciera una paja, pero no hizo falta. Metió su mano debajo de mi bañador y me saco la polla, comenzó a acariciarla.

-         ¿Qué haces?

-         No es lo que quieres – dijo sonriendo.

-         Si... ¿Lo has hecho antes? – pregunte.

-         No es la primera vez, lo he visto en revistas y videos, pero nunca lo había hecho, por eso me tienes que indicar tu si lo hago bien.

Hacia que mi pellejo subiera y bajara lentamente, era increíble no lo había hecho nunca pero lo estaba haciendo muy bien.

-         Acelera un poco.

Y lo hizo, no tarde en sentir que me corría, no me dio tiempo a decirlo, cuando de mi polla salieron chorros de semen manchando mis piernas y parte de su mano. Esperaba que hiciera algún aspaviento, pero no lo hizo. Simplemente me beso los labios. Salió de la habitación cuando volvió llevaba un trapo para limpiarme.

-         Lo he hecho bien. Te ha gustado

Como no me iba a gustar, aunque mejor si lo hubiera hecho con la boca...

-         Si me ha gustado mucho.

Nuevamente me beso en los labios. Después de limpiarme se marcho, unos minutos después vino mi hermana.

-         Estas contento.

-         Mucho, se lo has dicho tu que lo hiciera.

-         No ha salido de ella. Me dijo al oído “tu hermano necesita una paja, vete. Se la voy hacer yo”

Al día siguiente, domingo por la tarde, vino Cristina a casa, como estaban mis padres dificultaba la operación, por eso hizo que mi hermana entrara en la habitación con ella, mi hermana se quedo en una esquina mirando hacia la pared, pero con el rabillo del ojo observaba lo que hacia Cristina. Desde ese día no hubo día que no viniera a casa, con la excusa de ver a mi hermana.