El accidente
Un semaforo en rojo, una mirada.
Marcadas sobre el asfalto, al igual que las uñas se marcaban sobre su espalda, los restos de la eterna frenada, se cruzaban sobre la línea continua hasta desaparecer entre los arbustos que custodiaban la carretera. Minutos antes, mis pupilas se habían visto reflejadas en el cristal de sus negras gafas de sol, mientras esperábamos el cambio de color del semáforo.
Rojo, al igual que su coche deportivo. El semáforo se convertiría durante unos breves instantes en mi aliado. Su piel clara y su melena dorada, contrastaba con el tono azabache de su vestido. Sus labios, de un suave carmín Rosado, proferían una picara sonrisa al tiempo que su brazo izquierdo acariciaba la pierna del conductor.
Verde, al igual que la hierba que rodea la carretera. El semáforo rompió la magia de ese momento, y tras un gruñido de dragón, el potente coche se alejo de mi lado a gran velocidad en dirección a las montañas.
Una ligera nube de polvo, se desvanecía de entre los arbustos. A unos cincuenta metros de la carretera, el deportivo rojo, permanecía incrustado en una frondosa arboleda. Inmediatamente pare mi coche, y me dirigí corriendo hacia el. Las ramas de los arbustos, cubrían casi por completo el vehículo, dejando apreciar tan solo la parte trasera del mismo. El silencio invadía por completo aquel solitario valle, pero a media que me acercaba, un ligero quejido procedente del interior del accidentado coche, llamo mi atención. Intente encontrar la manera de acceder al el de mil formas, pero la frondosidad de la vegetación me lo impedía. Desesperado ante la insistencia de aquel quejido entrecortado que aumentaba por momentos, decidí coger impulso y me lance junto a la puerta del pasajero.
Durante unas décimas de segundo mi cuerpo voló sobre la maleza, era consciente de que las ramas rasparían mi ropa y magullarían mi piel. La imagen de aquella belleza rubia en el semáforo, se había grabado en mi cabeza, y el miedo a encontrar su cadáver combatía en mi interior, junto con el deseo de admirar sus ojos.
La caída fue mas dura de lo que un principio pensé, las espinas de una zarzamora rasgaron mi pantalón y castigaron duramente mis brazos, una rama se clavo en mi frente, y segundos después la sangre brotaba por la mejilla. No quise pensar en ello, simplemente recupere el equilibrio y utilice todas mis fuerzas para abrir la puerta, que permanecía fuertemente amarrada a la vegetación.
En un primer momento, la imagen que presencie, me hizo temer en lo peor. El conductor permanecía con el cuerpo girado y la cabeza apoyada sobre su ventanilla, tenia los ojos cerrados y de su boca se escapaba aquel quejido que retumbaba en el interior del vehículo. La joven rubia, permanecía sentada inerte en su asiento, aunque la parte superior de su cuerpo se hallaba sobre el cuerpo del hombre.
Fue el segundo mas largo de mi vida, con mis piernas sumergidas entre las espinas de la maleza y mi rostro manchado por una línea de sangre, que recorría mi mejilla hasta teñir mi camisa. El conductor abrió sus ojos repentinamente, y su mirada, una mezcla de asombro e irritación, se clavo en la mía. La mujer, con sus gafas de sol aun puestas, levanto la cabeza y me miro. Sus labios brillaban con mas intensidad que en el semáforo, debido a los pequeños rastros de saliva que brotaban de ellos. En su mano derecha, sujetaba con firmeza la verga mojada del muchacho, que al igual que los labios de la joven, brillaba por causa de la saliva.
Con mis pantalones rasgados, ella pudo observar con toda claridad, como mis boxer aumentaban de tamaño. Y en el mismo momento, que su acompañante se disponía a lanzarse sobre mi, ella lo freno, y mirándole a los ojos pronuncio con rabia las únicas palabras que escucharía de su boca; -¡ Déjale ! Al menos el ha venido a salvarnos, no como tu, que casi me matas!
Se giro hacia mi, y de nuevo pude observar la misma sonrisa picara que ya mostraba en el semáforo mientras acariciaba la pierna de su chico. Sin soltar en ningún momento la verga, se quito sus gafas de sol, se coloco de rodillas sobre el asiento y mientras me miraba con sus bonitos ojos de color coca-cola, se subió su oscuro vestido hasta el pecho. Su esbelto culo se giro hacia mi, mientras su lengua volvía a lamer el miembro del chico. Me recosté sobre ella, mis labios besaron por completo su espalda, mientras con las manos sostenía sus pechos que se agitaban marcando el movimiento de la felación que realizaba. Llevaba un pequeño tanga amarillo ,se le baje hasta las rodillas soltando mis manos de sus pechos. Separe la parte inferior de sus nalgas, de sus labios depilados y de un suave tono rosado, emanaba una sensual humedad. Los acaricie con mis dedos, para repartir aquel delicioso licor por toda su vulva. Después, haciendo un gran esfuerzo me deshice de mi trampa de espinas, e introduje mi cabeza entre sus piernas. La muchacha, meneaba sus caderas al ritmo de mi lengua, muy lentamente fui separando sus labios hasta concluir en su clítoris, y una vez allí, comencé a lamérselo de forma circular, muy lentamente al principio y presionándolo cariñosamente con la punta de mi lengua. Su excitación aumentaba rápidamente, al igual que la respiración de su chico, ella comenzó a introducirse el miembro en su boca a gran velocidad, mientras con sus manos acariciaba sus testículos. Yo quise imitarla, y al mismo tiempo que torturaba su clítoris, comencé a acariciar sus duros pezones. Su cuerpo se estremeció, y a la vez que el muchacho la llenaba, con un grito, la garganta de semen, ella comenzó a cabalgar frenética sobre mi cabeza hasta llegar al orgasmo, ella no pudo gritar, pero la abundante humedad de su vagina, no dejaba lugar a dudas.
Fue ella la que dándose la vuelta me bajo lo que quedaba de pantalones, mi polla estaba tremendamente dura, y a pesar de tener aun la boca llena de semen de otro hombre, mi excitación alcanzo niveles extraordinarios al sentir su lengua en mi glande. Se introducía mi miembro de manera ansiosa, mientras presionaba hacia ella con sus manos en mi culo. Yo volví a juguetear con sus pechos, que sin ser enormes, bailaban alocadamente en el aire. Estuve gozando de su boca hasta que ella lo decidió, soltó mi verga y se reclino hacia detrás, su hombre la abrazo a la altura del pecho. Ella apoyo una pierna en el reposa-cabezas del asiento, y la otra en el salpicadero del coche, así su bella rajita, permanecía totalmente dilatada ante mi. La penetre con furia, mi polla se clavo en su interior hasta tocar su vulva con mis testículos, era consciente de que no aguantaría mucho tiempo en ese estado de excitación, así que agarre sus piernas, y las coloque apoyadas sobre mis hombros. Su vagina se cerro ligeramente, proporcionando así un poco mas de presión en mi polla. La penetre todo lo profundamente que pude, hasta que mis testículos se empaparon con la humedad de su vulva. Un pequeño gemido de ella, acompaño mi grito cuando el semen inundo su vagina. El placer era tal, que sentía como mi propia leche me quemaba en su interior. Sus jugos se mezclaban con mi semen en el interior de su cuerpo, profiriendo un relajante masaje en mi verga.
La ultima imagen que tengo de ellos, es la de la pareja besándose desnuda en el interior del vehículo. El abrazándola y acariciando sus bonitos pechos. Ella con la cabeza girada hacia detrás, acariciando el cuerpo del hombre, con sus piernas todavía algo abiertas, mientras mi semen emana de su cuerpo y cae sobre el asiento.
Me costo salir de aquel enjambre de espinas, y confié en que una vez marcado el camino, la pareja pudiera salir sin magullarse demasiado. Al llegar junto a mi coche, un aroma dulzón me envolvió. Solo tuve tiempo de girar la cabeza al percatarme del olor de la gasolina. Instantes después el deportivo rojo exploto.