El abusón del autobús

Y como si fuera todo parte de su plan. Aquel extraño comienza frotar sus dedos con mi flácido miembro, continuando por magrearlo, sintiéndome excitado y comenzar este masturbarme. Pero al mismo tiempo, ¡siento como con algo duro me presiona por detrás... ooohhh!!, tirando de mi prenda hacia abajo.

El abusón del autobús

Fue una experiencia única, una de esas que sobresalen entre todas por la forma por la que ocurrió, o quizás más por dónde sucedió. Pues el lugar es de esos que, piensan que es el más insospechado, ya que es público y encima en un momento dado, acaba por convertirse en aglomeración, no siendo este que el transporte urbano.

Para algunos era aún muy joven para que mis padres me dejaran de la mano, pero mi padre solía pensar que, en su día, su propio padre hizo lo mismo, por lo que es algo que tiene que pasar de generación en generación. Debo decir que, por aquellos años, mis padres me apuntaron en un centro deportivo para realizar deporte, ya que sobre todo mi padre deseaba que cogiera masa corporal.

Inscribiéndome en un deportivo que precisamente no estaba a la vuelta de la esquina, no importándole precisamente la distancia que estuviera de casa, o los kilómetros que tuviera que recorrer. Ya que también deseaba que, aprendiera a valerme por sí solo, pudiendo moverme solo y a ser posible sin ayuda de nadie, cosa que en un chico de mi edad para algunos era extraño. Y como cualquier día de entrenamiento, la peor parte era la vuelta, ya que el pabellón donde iba a entrenar, como he dicho... ‘No estaba a la vuelta de la esquina’, ya que este estaba por Pino Montano, como se diría... ‘casi ná’.

Pues eso, tras salir de mis clases, tres días a la semana me tocaba entrenamiento, yo por aquel entonces, practica futbol 7 y voleibol, desplazándome en autobús hasta las instalaciones. Y era una monotonía continua, llegar cambiarse, entrenar, jugar e irnos, hubo días que me cambiaba allí mismo e irme oliendo a ‘tigres’, y otros en cambio, aprovechaba y me duchaba, dependiendo la verdad de las ganas.

Luego era el regresar, corriendo hacia la parada del autobús e intentar no perderlo, pues cuando sales sobre las ocho y media de la noche, uno no tiene ganas de perder el autobús, ya que toca esperar el siguiente, no siendo precisamente estos rápidos. Una vez en la parada y si me da tiempo antes de subir, cojo y me pongo los auriculares de mi walkman, luego subes y pica el ticket. Y como norma general, siempre encuentro un o dos sitios libres, agradeciéndolo pues el cansancio me mata, aunque también es verdad que soy de esos que veo una persona mayor y cedo mi sitio, bueno a estos como a una mujer embarazada, digamos que soy un chico bueno.

Y en el transcurso del viaje, hay veces que en las paradas coge a más gente de las que bajan, acabando por llenarse el autobús como una lata de sardinas, aunque suelen vaciarse con rapidez. Aunque lo malo, viene cuando el conductor coge algún que otro bache o badenes, donde pasajeros solemos movernos como si fuéramos una coctelera. Momentos en que más de uno suelen aprovechar para tocar o meter mano donde no deben, ya que suelo escuchar a muchas chicas de los ‘patosos’, cuyas denuncias llegan al conductor pero que estos no pueden hacer nada.

Aunque debo decir que no solo mete mano a las chicas, pues sé por experiencia que más de uno, aprovecha por meterle mano a más de un chico, pero claro esta... callan, no por miedo sino por vergüenza, no deseando pasar el bochorno y las habladurías. Pues una denuncia de esta índole precisamente no está bien vista, ya que quedas peor de lo que deseas, llegando a pensar los de más que quizás lo hayas provocado.

Ocurriéndome a mi precisamente pasado unos meses, no exactamente en el autobús de línea de ida, sino justamente en el de vuelta, donde cuando vas sentado el viaje se hace más ameno. Pero en las vueltas, comencé a notar como más de uno se me pegaba más de lo necesario, acabando por llamarle la atención y esta persona retirarse. Dándome cuenta que tanto uno como otro eran hombres de avanzada edad, cosa que me extrañaba, llegando a pensar que su intención era alguna chiquilla.

Y el viaje en estas situaciones, comenzaba como a mitad de camino, cuando el autobús iba más cargado de pasajeros, no llegando a un a esa parada céntrica donde se bajan al menos la mitad. El autobús va como una lata de anchoas, todos juntos y pegados, donde noto las manos en mis nalgas por no decir algo más duro. Manos que permito a veces y más dependiendo de cómo vaya el autobús, pues como he dicho, llamar la atención a un hombre por eso, precisamente no es algo agradable, más aún cuando te preguntan... ¿Por qué?

Y es cuando tienes que aguantar, como esa mano más que acariciar mis nalgas es un magreo de ‘puro y lomo’, mano que se inicia en la parte superior de mis nalgas y desciende hasta la entrepierna, sintiendo incluso esos dedos en mi ingle. Magreo que intentas zafarte con movimientos, pero es cuando el resto de pasajero me llama la atención a modo de quedarme quieto, no quedándome otra que aguantarme.

No teniendo otra que, tener que tragarme el orgullo y amor propio, mientras sentía como esas manos iba y venían a su antojo, dándome la sensación de que este tenía su experiencia y ‘recorrido’, ya que esos movimientos ni molestaban al resto. Y es cuando notas, como este envalentonado por las circunstancias, le da por introducir una de sus manos por debajo de mi camiseta. Mano que sigilosamente asciende por mi vientre hasta mi pecho, sintiendo como palpa sus dedos hasta llegar a mis pezones, percibiendo este lo duro y erectos que están, pues uno precisamente no es de piedra.

Dedos que sigilo, acarician mis tetillas, sintiendo como lo aprisiona entre dos de sus dedos, ¡finalizando por pellizcármelos... ooohhh!!, no quedándome otra que aguantar como un jabato. Pero en esos momentos, noto que hay algo más que se ha endurecido, notando como algo duro presiona o más bien puntea mis nalgas, dando por hecho su visible erección. Y cuando piensas que esto ira a peor, veo como el autobús llega y se detiene en esa parada céntrica. Parada que tras abrir el conductor las puertas, observo como se bajan la mitad de los pasajeros, y darme cuenta minutos después, como este acosador también, no porque lo haya visto sino por notar la ausencia de sus manoseos.

Acción la verdad que me dejo parcialmente más tranquilo, intentando reponerme emocionalmente, diciéndome para mí mismo que esto no ha ocurrido. Pero son momentos, donde a veces escucho los comentarios de pasajeras, habladurías y chismes de que había un ‘pulpo’ en el autobús, ya que no dejaba de decir que le habían metido mano. Pero lo cierto es que esta persona no pasaba de ahí, obviamente no os voy a engañar, era un acoso en toda regla. Ya que este no se contentaba meter mano, sino aprovechaba para magrear a su gusto, llegando incluso a restregarse o puntear. Pero bueno, sigo...

Pero como es normal, todo cambia con los cambios de las estaciones, donde los días anochecen antes, y no siendo aún invierno, estas ‘experiencias’ en el transporte, no desaparecen, sino que aumentan. Y precisamente esa semana, donde ese día, uno como cualquier otro que me tocaba volver después del entrenamiento. Pero aquel día tuvo la salvedad que tuve que salir algo más tarde que de costumbre, no por haberme quedado duchándome... como que hice. O porque me hubiera tocado ayudar al entrenador a recoger el material, sino por haberme quedado hablando con unos compañeros del partido.

Y tras salir del pabellón, colocarme mis auriculares y encendí la radio de mi walkman, encaminándome hacia la parada del autobús, dándome cuenta de la hora que era por la misma radio. Y para más inri, nada más llegar a la parada, pude ver a unos metros como el autobús se marchaba, claro esta se me había ido el de mi hora, no quedándome otra que esperar al próximo. Autobús que encima tardo en llegar cerca de un cuarto de hora, no quedándome otra que esperarlo. Hay estaba yo, solo en la parada de pie, sintiendo algo de fresco no solo debido al tiempo, sino por las prendas deportivas que llevaba, ya que tras ducharme y pensando que regresaría pronto a casa, me quede con mis calzonas y la camiseta, llevando el chándal en el macuto

Pasando el cuarto de hora y llegar el autobús, fijándome como este venía abarrotado, consecuencia por haber llegado tarde al anterior. No quedándome otra que regresar a casa de píe, no es que me molestara, sino que con el cansancio que tenía tras el partido, me apetecía sentarme. Pues eso, fue llegar el autobús y tras esperar mi respectiva cola, acabe subiendo, picar el billete y quedarme a un par de pasos del conductor, siendo este mismo quien propuso pasar hacia dentro. Insistencia que no dejo de decir e incluso amenazar con no arrancar, no quedándome otra que adentrarme en el interior del autobús a pesar de la multitud. Y mientras avanzaba como bien pude, no dejaba de escuchar al conductor del autobús, como insistía en eso... ‘señores, pasad al fondo que hay sitio’, cosa que ignoro como lo sabía.

Y llegar a un punto donde no pude avanzar más, punto que las vi morada por encontrar donde sujetarme, acabando por colocar mi macuto entre mis piernas, dejándolo entre estas. Y no llevaba ni cinco minutos, cuando notas el olor soporífero del personal, eso y los correspondientes empujones, empujones que miras hacia atrás con ganas de decir algo. Pero que no te queda otra que aguantar, pues tras ver la multitud, no saber con exactitud quien de ellos empuja.

Cuando en uno de estos empujones, note algo diferente a lo acostumbrado, pues alguien directamente comenzó a palparme directamente el culo, notas diferencia porque no hay preliminares como suele decirse. Digo esto, porque ese otro acosador, me tenía acostumbrado a sentir como masajeaba mis nalgas, pero este fue a ‘saco’. Y como es obvio, no me gire, no por vergüenza sino por evitar los abucheos del resto, no quedándome otra que apartar esa mano de mi trasero. Mano que a escasos minutos volvió al ataque, posando en esta ocasión una de ella en mi cadera, mientras la otra la poso en mi muslo, algo que me sobresalto. Era algo extraño ante las demás veces, pero que tras unos minutos de zarandeo por mi parte y comprobar que este no hizo nada más, acabe por dejarlo.

Viendo quizás esta persona mi pasibilidad, sentí como esas manos se movía, mientras la mano derecha que descansaba en mi muslo, comenzaba a ascender hasta quedarse en mi cintura. Masajeo que me comenzó a poner nervioso, pues sentía como su mano derecha recorría mi muslo e incluso se aventuraba hacia mi entrepierna, llegando a sentir como rozaba sus dedos mi miembro. Y la izquierda, recorría con sigilo mi cintura, mano que cuyos dedos, acabaron por introducirse por el elástico de mis calzonas, finalizando por meter su mano entera.

Ahora sí que eran momentos para callar, pues como explicar aquello si somos sorprendido, no quedándome otra que tragarme toda la vergüenza y emociones. Dándome por mirar con disimulo de derecha a izquierda, observando como el resto de los pasajeros estaban ajenos a lo que me estaba ocurriendo, algunos al verme mirar simplemente movían su cabeza a modo de decir... ¿Qué te miras?, pero lógicamente... callas.

Y siento como esa mano izquierda que está dentro de mis calzonas, comienza a deslizarse hacia mi entrepierna, sintiendo como las yemas de sus dedos palpan mi miembro. Y su mano derecha abandonar la parte delantera, mano que cuyos dedos comienzan a palpar mi perineo y en escasos minutos, presionar mi orificio.

Orificio que debo decir que no debía de estar preparado, pero he de confesar que, en el polideportivo, cuando me duchaba me deje llevar con la limpieza a fondo. Y que este tuvo que percibir, pues cuando sentí como esos dedos presionaban mi orificio, logro introducirme la primera falange de uno de ellos. Acción que me hizo como es lógico y natural... sobresaltarme, pero sorprendiéndome más, cuando este abandona mis nalgas, mano que asciende hasta finalizar por introducirse bajo mi camiseta, e ir ascendiendo hasta mis duros pezones. ¡Dedos que juguetea hasta ponérmelos duros, tanto que comienza a tirar de ellos... uuummm!!.

Y como si fuera todo parte de un plan. Aquel extraño comienza frotar sus dedos con mi flácido miembro, continuando por magrearlo, sintiéndome excitado y como ya ha dejado de estar flácido, comenzando este masturbarme... ooohhh!!. Y mientras me tiene en una nube, siento como se me pega, acabando por decirme al oído en un tono bajo...

  • “Percibo lo excitado que estas, no solo en tus tetillas duras, ni por el estado de tu pene, sino por esta delicia de culito que tienes, está pidiendo guerra a gritos”.

Dándome por mirar hacia un lado, llevándome la grata sorpresa de ver cómo nos acercamos a esa parada céntrica, parada que suele quedarse el autobús vacío o al menos casi vacío. Percibiendo como este extraño abandona sus ‘quehaceres’, dirigiendo sus manos detrás, como si adivinara lo que suele ocurrir en dicha parada. Pero es cuando para mí ‘desgracia’, veo que no solo nadie había solicitado la parada, sino que ni el mismo autobús le ha dado por detenerse a recoger a aquellos que esperan. Algo lógico la verdad, pues este estaba como una ‘lata de sardina’, no habiendo ni humanidad, incluso rezando que nadie alardee de dolor de estómago. Y fue pasar la parada, volviendo este a acercarse, volviéndome a decir...

  • “Que penita verdad”.

Y por mucho que me duela, no me queda otra que dejarlo aquí, no os preocupéis que no tardare mucho en publicar el resto, quizás en el momento que llegue de la oficina, o quizás mañana cuando me vuelva a quedar solo. Bueno lo dicho, agradecer a todos aquellos que me leéis y os haya gustado, espero que no os hayáis manchado demasiado. Si queréis saber más de mí, me lo hacéis saber a mi email es: jhosua 1974 @ gmail . com (obviamente todo junto como… jhosua1974@gmail.com ).