El abuelo vuelve a follar
Se pasa toda la vida evitando el contacto homosexual y al final descubre que no puede escapar de ello. agradezco sus comentarios
★ ★ ★ [El abuelo]
Marido y mujer salieron de la consulta al especialista con una cara de preocupación imposible de ocultar. La rutinaria visita al que era su médico de cabecera, se había transformado en un viaje a la capital de forma urgente, donde los especialistas harían unas pruebas para asegurarse que unos ligeros dolores en el estómago, no eran nada de lo que debieran preocuparse. El médico de cabecera sospechó que algo andaba mal en esa parte del cuerpo de la mujer y preparó ese volante médico con una cierta mirada de inquietud que trasladó al matrimonio. Ya en el hospital y después de hacer una serie de pruebas llegó la fatídica noticia de manos de esa resonancia magnética que mostró algo en el páncreas de la mujer que no debería estar allí. El feliz matrimonio pasó la noche en el hospital, mientras esperaban los resultados de otras pruebas, y en menos de 24 horas supieron que el cáncer se había extendido más allá del páncreas. Se apretaron las manos con fuerza mientras escuchaban el veredicto convertido sin quererlo ninguno de los dos, en la condena a muerte de la esposa Los médicos aseguraron que iban a hacer todo lo posible para salvar su vida, pero esa noticia era lo que era. Una firme sentencia de muerte. Ramón y su esposa la escucharon desolados, pero ambos agradecieron que el médico fuera un hombre honesto y no tratara de endulzar sus nulas posibilidades. Cuando se dirigían a casa esa noche los dos sabían que aquello era malo ... muy malo. Por eso hicieron ese viaje sin hablar apenas. De lo poco que hablaban es de lo bonito que estaba el campo y lo buenas que serían las cosechas ese año. Al llegar cenaron en una suerte de cena romántica que se empeñó en organizar la mujer con velitas y todo. Después se fueron a la cama donde follaron durante toda la noche sabiendo que esa posiblemente sería la última vez que lo hicieran. Se equivocaron, follaron muchas más veces durante aquella semana en la que ambos sabían que tarde o temprano no podrían hacerlo más. Ramón la llevó de nuevo al hospital unos días más tarde, donde comenzó el tratamiento de quimioterapia. El duro y doloroso tratamiento poco a poco fue minando la entereza de la mujer y hasta la suya propia. Ella se quedaba en el hospital con su hija durante el tratamiento, y aunque el hombre quería permanecer a su lado, vio cómo su querida esposa le exigía que se volviera al pueblo para cuidar de la casa y los animales. En un intento desesperado por buscar una normalidad donde no la había en absoluto vio cómo su esposa le pedía que siguiera cuidando del campo mientras se decidía todo acerca de su delicada vida en la habitación de ese hospital. Por supuesto terminó desobedeciéndola una vez por semana. El fiel y amado marido, ignorando sus quejas pasaba dos noches en el hospital con ella, mientras su hija descansaba en su casa junto a su yerno. Pero al final él destino quiso que no tuviera que hacer el viaje muchas más veces. Aquel trajín duró sólo seis semanas antes de que la mujer entrara en coma. Murió solo dos días después. En el entierro, ya convertido en un viudo de unos cuarenta y pico, se vio discutiendo con su hija por algo tan absurdo como que tendría que comprarse un teléfono móvil a partir de ahora. A Ramón no le hacía falta aquel aparato, pero su hija insistió. Le dijo que era sólo por precaución. Ahora que iba a tener que vivir solo en esa casa, no quería que “al viejo” le terminara pasando algo malo Odiaba que lo llamaran así e insistió en que no tendría que preocuparse por él, alegó también que sabía de sobra cuidar de sí mismo. - Papa, a partir de ahora tú estarás aquí solo, y será así todos los días, podrías estar en el campo o haciendo alguna locura en lo alto del tejado. ¿Qué pasaría si te pasara algo? Estamos a más de 10 km de distancia del pueblo. ¿Crees que si te rompes una pierna vas a ser capaz de gritar lo suficientemente alto como para que alguien te escuche? La hija, tenía razón, la casa en la que hasta ahora había residido el feliz matrimonio estaba bastante alejada del pueblo. Cualquier grito, o gemido sería silenciado por la tremenda distancia que en caso de resultar herido se haría completamente insalvable, pero antes de darse por vencido decidió protestar - He sido capaz de cuidar de mí mismo muy bien toda mi vida. Como habrás visto creo que he sido capaz de cuidar de las cosas por aquí bastante bien últimamente teniendo en cuenta las circunstancias, ¿no te parece?- Ramón miró a su hija con una sonrisa a pesar de la profunda tristeza que destilaban sus últimas palabras. - Si me parece padre, pero quiero que mi hijo por lo menos pueda conocer a uno de sus abuelos. El hombre la miró a lágrima viva preguntándole durante cuánto tiempo había callado todo aquello. La hija se limitó a decir que sólo se había enterado unas semanas después de la noticia de la enfermedad de su madre y que la futura abuela aunque incapaz de conocer al nieto se había alegrado muchísimo. Con lágrimas en los ojos ambos miraron hacia el hueco en el suelo donde yacía el ataúd, observando cómo los empleados de la funeraria poco a poco iban sepultando ese pasado que tantas alegrías les habían dado a ambos. - No quiero que me des este teléfono porque estoy seguro de que si me lo quedo dejarás de venir a verme… No quiero perderte hija... A ti tampoco. La mujer abrazó a su padre con las pocas fuerzas que le quedaban mientras le aseguraba que el teléfono no los alejaría nunca y que seguiría visitándolo con la misma frecuencia. ★ ★ ★ [Necesidades] Poco a poco logró superar el dolor, pero cada vez que se encerraba dentro de esa vacía y solitaria casa, no podía dejar de sentirse solo. Lloró cuanto pudo, pero al final se le secaron las lágrimas. Siguió siendo un tipo independiente, antes de la muerte de su esposa se relacionaba con muy poca gente en ese pueblo y ahora no veía motivos que le hicieran cambiar esa situación. Tampoco ayudaba mucho el hecho de que la gente en el pueblo lo considerara poco menos que un impedido. Estaba viudo, pero no inválido y sabía lavarse la ropa e ir medianamente aseado. Por eso rechazó cortésmente a esas arpías que se le acercaron a él en busca del marido que en cuarenta o cincuenta años no habían logrado conseguir. Lo insultaron mientras se vestían, el hombre no había hecho más que haberse aprovechado de su interés. Se las había follado a conciencia y ahora que le reclamaban algo más que un polvo de vez en cuando, les decía que no tenía pensado meter a nadie en esa casa Dejaron entonces de preguntar que como estaba cuando lo veían por la calle y por supuesto también de venir, así que finalmente se acabaron para siempre los polvos Digamos que a pesar de todo, en el aspecto más íntimo y personal, comenzó a sentir ciertas erecciones varoniles que pensó haber enterrado junto al ataúd de su esposa para siempre. Todavía era un hombre, y aunque no era para nada un joven cachorro aún sufría de esas necesidades. Sabía que podía cuidar de sí mismo (y lo hacía a menudo), pero había algo en el contacto con otra persona que no podía ser sustituido por las fotos de desnudos, y esos videos cortos ocasionales que era capaz de cargar en su ordenador, mientras se acariciaba. Esas marranadas no eran algo que hiciera cada noche, pero en esas noches en las que no podía dormir, se incorporaba de la cama sudoroso y excitado para iniciar la búsqueda de los múltiples y variados sitios de internet donde podría encontrar un poco de relajación. - ¡Hay que ver cómo está cambiando el porno!- Se decía a si mismo mientras veía como esas actrices cada vez hacían cosas más asquerosas e impropias de señoritas. En sus años mozos se limitaban a abrirse y mostrar con pudor los labios del coño y ahora se restregaban la lefa por la cara o la llevaban hasta la boca, con esos dedos de uñas imposibles. Extasiado veía a esas mujeres jugar con el semen de esos tíos que posiblemente nunca sabrían lo que era trabajar de sol a sol en el campo. Quería verlas tragar, el semen glotonamente, pues sabía que su dura y palpitante polla se derramaría sin remedio en sus callosas manos, cuando lo presenciara. No sentía culpa, ni vergüenza, pero empezó a darse cuenta y también a recordar que había ciertos deseos y sentimientos que él nunca había compartido con su esposa. - ¡Vamos zorra trágate toda la leche! - Le gritó a la pantalla del ordenador algo decepcionado al ver la cara de asco con la mujer cumplía con el acto para el que le habían pagado. Incapaz de correrse y empalmado como un burro cambio de temática entrando en la zona de la web que había decidido mantener alejada de sus pensamientos y fantasías. En un par de clics de ratón halló rápidamente lo que buscaba. Se sintió avergonzado ya que no había sido tan honesto con su mujer como hubiera sido de esperar en un matrimonio fiel. Aunque amaba a su esposa, a su familia, y a la vida que construyeron juntos, también tenía secretos que la sociedad no aprobaría en absoluto. ★ ★ ★ [Un arsenal del porno] En ese ordenador en el que el hombre llevaba un control de los ingresos y los gastos de las plantaciones agrícolas no solo se almacenaban datos fiscales. A pesar de su inexperiencia inicial finalmente había logrado almacenar en el disco duro del mismo, todo un arsenal porno. Por suerte, a su difunta esposa se le daban peor que al él esas máquinas y logró que todo ese vicio permaneciera oculto. …En esas carpetas había de todo. Muchísimo sexo Heterosexual, bastante sexo bisexual y algo de trans. El homosexual aunque bastante más escondido que el resto también formaba parte del catálogo. …Y en estas carpetas también el hombre se demoraba “a ratos”. Se había casado joven, justo después de volver de la mili, y al principio tenía con su esposa, si no una genial, vida sexual. Una vida sexual completamente satisfactoria. No pasaba mucho tiempo, después de los días de regla, hasta que su esposa iba a buscarlo al almacén donde seguro lo encontraría trabajando para despojarlo violentamente de sus ropas y, literalmente, terminar haciéndolo sobre el suelo. No había tampoco una habitación en la casa en la que no hubieran tenido relaciones sexuales. Había disfrutado con ello y estaba bastante seguro de que su esposa y él mismo estaban aprovechando bien el tiempo. A medida que envejecían no tenían tanto sexo como cuando eran más jóvenes, pero esa chispa nunca se perdió completamente. Llegaba a la casa, sucio, cubierto de sudor, y tras encontrarse a su mujer con ese fino y delicado vestido de hilo se decía a sí mismo que tal vez debería ir asearse o tomar una ducha. - ¡Qué cojones te vas a duchar ahora!... ¡Primero fóllame y ya después haces lo que te dé la gana! Ella después de haberse dejado besar con pasión procedía a empujarlo hacia abajo en el sofá. Se subía el vestido hacia arriba mientras con la misma rapidez tiraba de sus mojadas bragas dejando que cayeran al suelo. Solo habían pasado unos minutos desde que ese hombre sudado y cansado entrara por la puerta para verlo ahí follándose a su esposa con pasión. Si es cierto que estaba sudoroso e incluso olía un poco, pero a ella no parecía importarle, es como si hubiera algo en ello que le hiciera disfrutar aún más. No se consideraba un hombre de etiquetas, pero a juzgar por todos esos cientos de polvos tan bien echados podría colgarse sobre el pecho y con mucho orgullo la de “heterosexual declarado” Pero no todo en la vida es como aparenta ser y la verdad es que Ramón no siempre fue tan macho como se presumía. ★ ★ ★ [Un pasado oscuro y siniestro] Solo había pasado en dos ocasiones, ambas bastante alejadas en el tiempo como para que ese hombre considerara que no eran de importancia. Por supuesto, ninguna de las dos veces parecían darle motivos suficientes como para que intentara cuestionarse su completa masculinidad. La primera vez fue mientras estaba en la escuela. La otra cuando estaba en el ejército. El episodio de la escuela era bastante inocente. Sólo había dejado a un amigo chupar su polla una noche en la que habían robado un poco de cerveza de la nevera de sus padres. Se habían escondido en un pajar, mientras bebían y charlaban, lo hacían y se sobaban discretamente la polla por encima del pantalón. Estaban hablando de las niñas, del sexo, de cuáles de los chicos del pueblo eran todavía vírgenes, …quienes no lo eran. Con sólo hablar de sexo a esa edad era suficiente para poner a todas las hormonas en pura efervescencia. Su amigo le preguntó si alguna vez le habían hecho una mamada, y él había admitido que no pero que le encantaría que se la hicieran. Su amigo, mirando de repente vacilante y un poco asustado, le preguntó si quería que le hiciera una. - ¡Solo para probar y si no nos gusta lo dejamos! - Había murmurado ese maricón esperando que aquella frase jamás se escuchara más allá de lo alto del pajar en el que se encontraban Ramón se sorprendió por la petición, pero no se detuvo cuando notó a su amigo que acababa de poner la mano en su pierna. - La tienes súper dura- Exclamó su joven y chispado amigo cuando posó la temblorosa mano sobre su abultado vaquero. - Si- murmuró él sabiendo que aquello no iba terminar en sólo un mero sobeteo de polla ajena por parte de su amigo. - ¿Te la puedo sacar? - Sí claro,…haz lo que quieras con ella. Me he puesto súper cachondo con tanto hablar de sexo y de tías. - Luego tú puedes chupármela a mí también- Le dijo su amigo mientras metía la mano dentro del calzoncillo - Podría hacerlo-se dijo sin mucho convencimiento mientras se dejaba hacer Pero el maricón de su amigo terminó exclamando - ¡Ramón vaya cacho pollón, que tienes hijo de puta! No pudo atender a su amigo ni explicarle que él consideraba que su polla era normalita ya que el colega se engulló la tranca hasta la mitad y empezó a chupar con ansia. Le hubiera contado que él creía que era bastante normal y que todavía no había visto la polla de otro tío, pero el amigo en lugar de escuchar se limitaba a comerse su polla. Se entregó como pudo a las circunstancias sin hacerse demasiadas preguntas y sin considerar ni siquiera la duda de si aquello que estaba haciendo en esos momentos con su colega de aventuras se consideraría “de ser unos maricones” o no. - ¿Te gusta? - Le terminó preguntando su hasta ahora hambriento amigo después de sacarse su chorreante nabo de la boca. - Buahhh esto es mejor que las pajas- atinó a decir antes de notar como su polla volvía a ser sorbida de nuevo. Ramón sólo pudo aguantar durante unos minutos, hasta que empezó a correrse copiosa y abundantemente entre gritos de placer. Tampoco se preguntó dónde había ido a parar su leche solo sabía que estaba casi seguro de haber descargado dentro de la boca de su amigo pero terminó riéndose nerviosamente por lo que había pasado. Al día siguiente estaba preocupado por si a partir de ese momento las cosas serían extrañas entre ellos, pero no lo fueron. Siguieron siendo amigos hasta finalizar el instituto, sin que ninguno de los dos mencionara el tema. Su amigo, como era más listo, se fue a la universidad y él al ser algo más torpe, tuvo que matricularse en la formación profesional. Cuando terminó la Fp se puso a hacer la mili, al concluir de la misma fue cuando tuvo lugar esa segunda vez. ★ ★ ★ [Soldados del amor] Durante su último mes en el ejército estaba de misión en la guerra de los Balcanes. Por ello agradeció como el resto de sus compañeros el permiso de unos días que les habían dado. Muchos de los soldados querían pasar unos días en Croacia, que estaba a menos de una hora de distancia. Él había hecho amistad con un compañero del batallón. Un cordobés bastante simpático y resultón que según él se llevaba a las “balcanesas” de calle. Ambos habían crecido lejos de las grandes ciudades y encontró que sus intereses y aficiones eran similares. Hablaban mucho del campo, de modelos de tractor y de sistemas de riego. También de técnicas de siembra y hasta de cuáles eran los mejores pesticidas para acabar con las malas hierbas. Al contrario que el resto, elegían para pasar el rato una buena conversación de algún tema sin importancia, que Malgastar las pocas horas de permiso en esa forma de beber bravucona y salvaje de la mayoría de los otros soldados. Jamás se preguntó por qué le gustaba pasar tiempo con este otro soldado... sólo sabía que lo hacía, de modo que cuando los dos tuvieron un par de días de permiso decidió compartir habitación “a solas” con ese hombre en la ciudad de Dubrovnik Pasaron la mayor parte de su tiempo haciendo turismo, y en la primera noche encontraron un bar donde tenían una buena comida y hasta tomaron un par de copas, aunque no las suficientes como para llegar a emborracharse. Luego volvieron a la pequeña pensión donde habían reservado una estancia para dos noches. Había dos camas en la habitación, y aunque todavía era bastante temprano para irse a dormir, se desnudaron, eso sí dejándose puesta su ropa interior. El aroma a tío excitado fue inundando la estancia, pero ninguno se molestó en ventilar la habitación ya que estaban más que acostumbrados a percibir ese olorcillo en los barracones donde dormían con el resto de la tropa. Sin sueño como estaban, continuaron discutiendo y hablando de cosas que no tenían importancia en particular. Ramón no sabía si era él, o era su amigo, pero algo entre ellos de repente se sentía diferente, pero no incómodo. En todo caso una sensación de calma les hizo callar unos pocos minutos, durante los que no dijeron nada, cada uno tumbado en su propia cama, mirando alrededor de la habitación como si esperaran la presencia de algo nuevo que ver o que captara su atención. Entonces, como a cámara lenta, los dos volvieron a mirarse el uno al otro exactamente al mismo tiempo, como si supieran que no podían ocultar lo que estaba pasando por el interior de sus mentes. Se miraron durante unos segundos, probablemente no más de quince. Sin hablar, … sin respirar siquiera. Ramón imaginaba a su amigo levantándose lentamente de su cama para venir a su lado y eso lo había excitado tremendamente. Se rascaba los enredados pelos de su ombligo como si ignorara por completo la tremenda erección que había bajo su calzoncillo de militar. El militar cordobés se bajó de la cama, el también andaba empalmado, lucía un buen bulto, aunque no tanto como el de Ramón. - Tengo que mear - dijo mientras se rascaba la cabeza y no paraba de mirar el enorme y palpitante bulto que había bajo el calzoncillo de su colega. - Vale yo también,… pero iré cuando vuelvas-Le contestó Ramón mientras se recolocaba la polla hacía un lado. Todavía no estaba seguro de si su compañero de cuarto estaría dispuesto o no a comerle la polla un rato. Dudo en sí debería proponerle una cosa semejante antes de dejarse caer vencido por el sueño. Ajeno a sus pensamientos el Cordobés entró en el baño para orinar sonoramente. Ramón no pudo evitar el mirarle el culo mientras se dirigía hacia el baño y un pensamiento inapropiado recorrió su mente. - ¡Podríamos salir a tomar algo! - Murmuró al ver como su compañero salía del baño todavía empalmado. - Sí …o podríamos quedarnos aquí charlando de nuestras cosas - Le replicó el militar cordobés que se acercó hasta su cama Ramón que seguía mirándolo como si aquello no fuera con él, se dejó tocar el fornido y musculoso pecho. - Estas “to” fuerte cabrón. - ¿Estoooooo? ... ¡Se me puso así desde jovencito a fuerza de cargar y descargar balas de paja! - Le contestó al cordobés con algo de indiferencia mientras notaba como su amigo le sobaba con insistencia los pectorales llenos de vello. En aquellos tiempos lo hombres no se depilaban el cuerpo, … ahora tampoco deberían hacerlo. A esa temprana edad, Ramón era ya todo un semental cubierto de vello negro que pondría loco a cualquiera. - Estas mazo de bueno,… cabrón - Le dijo el cordobés incapaz ya de controlar su deseo de macho, y al decirlo le echo mano al paquetón para apretárselo con fuerza - Y valla tranca que tienes. Si hubiera aquí ahora mismo una tía se le caían las bragas al suelo - Le dijo el Cordobés mientras, el sí, dejaba caer sus calzoncillos al suelo mostrando su polla erizada ante los ojos de Ramón. No hubo tensión, como se podría pensar que habría en este tipo de situaciones. El hombre después de agarrar con fuerza el enorme bulto que había bajo el calzoncillo de Ramón se inclinó hacia delante y le besó. Fue un proceso lento, un tierno y profundo beso que parecía no terminar nunca. Una paz fluía por el cuerpo de Ramón como nunca antes había sentido. Las manos comenzaron a moverse, los cuerpos se acercaron más, y pronto estaban entregados en un abrazo en el que esas manos pugnaban por recorrer todo el cuerpo del otro mientras se movían. Los besos continuaron y se prolongaron mucho más tiempo, pero se iban acompañando de unos intensos magreos que iban aumentando la excitación de ambos. Su amigo introdujo la mano dentro del calzoncillo apretando su palpitante y endurecido nabo. - ¿Has visto ya todo lo que querías ver en esta ciudad o prefieres que sigamos haciendo turismo? - le preguntó Ramón con una pícara sonrisa. El cordobés aceptó esa frase como un “adelante” y sacando esa enorme polla de su prisión comenzó a acariciarla. - Prefiero dejar el turismo y las visitas a los museos para la gente a la que le interese… Sobretodo cuando tengo delante de mí un pedazo de Obelisco de estas dimensiones. Que llamaran Obelisco a su polla no le sorprendió, tampoco el hecho de que el cordobés se la engullera, hasta donde pudo, y que empezara a chupar con ganas. Pero lo que si le sorprendió fueron sus propias palabras: - ¡Oh dios…que ganas tenía de que alguien me volviera a hacer esto! Era como si ambos hubieran estado retrasando pasiones que habían estado ocultas desde el día en que nacieron. Entre gemidos y frases groseras se desató la pasión, al rato llegó la lujuria, hasta que ambos estallaban en un frenesí en el que nada importaba salvo la necesidad de sentir cada centímetro del cuerpo de la otra persona. Las manos del hasta ahora valiente soldado de procedencia cordobesa, estaban exprimiendo la chorreante y mamada polla de Ramón, mientras le decía: - ¡Sé que me vas a romper mi culo con esto, pero tienes que follarme! Lo vio temblar de miedo, puede que también de excitación, también presenció con algo de estupefacción como el cordobés se auto-chupaba dos dedos para introducírselos con rapidez dentro de su hambriento ojete. Los gemidos del cordobés empezaron a llenar la estancia aun cuando todavía ese torpedo, que era su polla no se había acercado a su punto de destino Completamente desnudo y colocado a cuatro patas sobre la cama oyó como le decían. - Dame por el culo, … quiero sentir esa polla y no pares hasta que pueda notar cómo me la dejas metida hasta los huevos Estuvo a punto de recriminarle que esa actitud era impropia de un soldado del ejército español, pero en lugar de eso Ramón decidió colocar su endurecido y chorreante nabo a la entrada del vibrante y expectante ojete. - ¿Estás seguro? - Le pregunto dudando - ¿De verdad quieres que te folle? - Tu dameeeeee- Gritó su amigo al ver como a la vez que le preguntaban empezaban a clavarle esa dura estaca. Ramón lo sujetaba con fuerza de los riñones mientras le iba bombeando polla bien adentro. Era increíble ver como poco a poco y con cada introducción ese enorme rabo se iba clavando cada vez más dentro. - ¡Qué culo tienes cabrón! … ¡te la vas a comer enteraaaaaaa! Su boca le mordía en el cuello de la que colgaba la cadena con la que habrían de identificar el cuerpo del cordobés si es que tenía la mala suerte de pisar una mina antipersonal. El joven soldado no iba a resultar herido por este desliz, pero si sufriría las consecuencias de por vida al haberse adentrado en una zona demasiado peligrosa y de la que jamás volvería. - ¡Tío esto es la ostia! ... ¡Vaya pedazo de rabo tienes cabronnnn! Ramón seguía alucinando. Mientras lo enculaba a cuatro patas le acariciaba el prieto y velludo abdomen y hasta le pajeaba la dura y chorreante polla. Notándola dura. Viendo como esa parte de su cuerpo le decía lo mucho que estaba gozando el enculado. - Te gusta esto, … ¿eh maricón?- le preguntaba un Ramón incapaz de controlar las embestidas con las que horadaba el culo del cordobés - Me encantaaa, … ah diossss que polla tienes cabrón. Después se tumbó sobre la cama y con todo el rabo apuntando al techo vio cómo su compañero se acuclillaba y se la clavaba de un solo tirón. El cordobés empezó a cabalgar sobre su rabo y a hacer círculos sobre la base cuando este se quedaba bien metido hasta los huevos. - ¿Y dices que no habías hecho esto nunca? - Le preguntó dudando un Ramón algo dudoso. - ¿El qué? ... El montar a caballo o el que me follen el culo con un enorme pollón. En su respuesta y entre beso y beso obtuvo la información que necesitaba. Si alguien pensaba que lo que los dos estaban haciendo estaba mal, pensaría que esa persona no tiene ni puta idea de lo que es la vida. “No solo hemos venido a este puto mundo para sufrir. El placer y la entrega a los demás debe formar parte de nuestro ADN”-Pensó irremediablemente mientras se derramaba dentro del hambriento culo del soldado Pasaron todo el fin de semana juntos y aunque también salieron por la ciudad para explorar, comer y reír, pasaron mucho más tiempo en esa pensión y compartiendo eso tan maravilloso que ocurre entre dos personas que se aman el uno al otro. Años más tarde Ramón recordaría cada detalle, cada caricia, cada mirada profunda en esos hermosos ojos. Pero el fin de semana terminó, y con él tantas cosas que, a esa edad, nos obligan a cometer errores imperdonables. Cuando les llegó la orden de reemplazo no se atrevió a decir nada más. Solo se abrazó al cordobés como hizo con el resto de sus compañeros de barracón y comenzó a charlar animadamente de las muchas cosas que les esperaban tras la vuelta a casa. Cuando le habló de que pensaba casarse. Él militar, gustosamente enculado durante meses, le dio un abrazo, lo miró a los ojos y asintió con la cabeza, luego se dio la vuelta y se alejó para siempre. Nunca volvió a ver a su amigo de nuevo. ★ ★ ★ [Una conversación incómoda] Durante la estancia en el hospital solía mantener con su esposa todo tipo de conversaciones insustanciales que alejaran a ambos de la triste rutina en la que se habían visto sumidos. Por eso le había parecido una buena idea el sacar ese tema de conversación. Convencido de que su esposa se reiría con él durante un rato. - ¿Sabes lo que me ha pasado hoy al llegar a la estación? Su mujer lo miró unos instantes sin hablar. Cada vez le costaba más trabajo el hacerlo, pero logró que con ese gesto Ramón se viera animado a seguir con el relato. - He llegado y después de bajar del autobús me he metido al baño para mear, … (Hizo una pausa antes de seguir) - Venía con bastantes ganas desde que me subí. El caso es que estaba en ello cuando un chavalote de unos quince o dieciséis años se ha puesto a hacer lo mismo en el urinario de al lado y el muy cerdo cuando me ha mirado el rabo no ha podido recriminar una exclamación - ¡Vaya pedazo de polla que tienes! - me ha dicho el mariconazo. (Hizo de nuevo otra pausa antes de seguir hablando) - Al principio me he quedado así medio helado, menos mal que seguía meando y no se me ha cortado el chorro, porque si no ni hubiera sabido qué hacer. (A todo esto, la mujer de Ramón solo lo miraba, por eso y nervioso como estaba Ramón siguió contando) Pensaba que maricones solo hay en la tele, cuando salen en los desfiles esos vestidos con ropa de cuero y camisetas de tirantes, pero resulta que también hay en esta ciudad. La mujer lo miró sin hablar, como intentando saber por qué le contaba todo aquello. - Podría haberle dado un par de ostias bien dadas La mujer sonrío ante tal temeridad sabiendo que esa tarde su querido y machito esposo podría haber terminado declarando en comisaría como poco. El marido sonrío complacido al ver como su esposa había cambiado de cara durante unos segundos y siguió hablando - Al final mientras me la sacudía y me la guardaba en el pantalón he optado por tomármelo a chufa y le he soltado con cierto retintín: ¡La verás, pero no lo catarás! (Otra pausa en las que ambos se miraron sin decir nada) - Y entonces va el muy cerdo y me contesta que porque yo no quiero pero que el ahora mismo se metía conmigo en uno de los baños y me hacía la mejor mamada de mi vida. El hombre comenzó a reírse, pero la mujer no. Eso hizo que un silencio incomodo se originara entre ambos. - ¿Y tú que le has dicho? - Le preguntó su esposa haciendo un increíble esfuerzo para articular esa frase. - ¡Pues que le voy a decir!... Maricón ha sido lo más suave que le he soltado, … si no llega a ser por el de seguridad lo mato a ostias allí mismo La esposa sonrió confusa. - Ramón - ¿Qué? - ¿Tú has sido feliz conmigo? - Claro que lo he sido, pero no entiendo a qué viene… - Cuando yo no este, … quiero que tú también lo seas. - Sabes que eso me va a resultar imposible. - No,…no lo será. Sé que aprenderás a serlo. Después de tragar saliva y agarrar con fuerza de la mano a su enferma esposa Ramón le dio un beso en la mejilla. Todavía dudaba de si su mujer o no sabía algo de todo lo que su corazón arrastraba en silencio, pero decidió callar al igual que había hecho durante todo este tiempo. Había pensado en su amigo del ejército, y ese interminable fin de semana en Croacia, solo en un par de veces durante todos esos años, pero nunca tuvo ningún remordimiento, por lo que había pasado dentro de esa pensión. Ese militar de pelo rapado era el protagonista recurrente de sus muchas pajas en solitario, pero pese a ello no se sentía culpable. Lo que tenía con su mujer era real; el amor era real y la vida y experiencias que salieron de ese amor no las cambiaría por nada. Ese fin de semana con el militar, no era más que un recuerdo que miraba con cariño. Y cuando ya él estaba solo…y viudo, en una casa en silencio, sin nada más que recuerdos, se encontró con que el pensamiento de ese fin de semana se transformó en una especie de obsesión casi enfermiza deseando que todo aquello pudiera volver a ser vivido nuevamente. ★ ★ ★ [Apps en memoria] Aburrido como estaba término jugueteando con la caja donde iba el móvil nuevo que su hija le acababa de comprar. Decidió sacarlo y finalmente colocarle la batería con la clara intención de arrancarlo. Desenvolvió el adaptador de corriente y lo enchufó al lado del microondas, luego encontró la pequeña abertura en el lado del teléfono donde solo encajaba la otra punta del cargador. “Tampoco es tan difícil manejar esta cosa”-Pensó La pantalla del teléfono de repente se iluminó. Su hija había anotado el número del teléfono y el pin en un trozo de papel. Tomó un imán de un cajón y lo colocó en la puerta del frigorífico. Técnicamente ya había hecho todo lo que tenía que hacer para que el móvil funcionara. Con una sonrisa vio como la pantalla se iluminaba y le daba la bienvenida la compañía telefónica que intentaría estafarlo el resto de su vida, o por lo menos mientras durara su relación comercial Dudaba si se vería obligado a tener que dar su número a nadie, pero sabía que en el momento que fuera diciendo por ahí que tenía un móvil todo el mundo querría saber su número. Tras pensarlo mejor, negó con la cabeza. Definitivamente no necesitaba aprenderse el número pues nadie aparte de su hija iba a tener la necesidad de comunicarse con él. - ¡Que le den por el culo a la gente!, … el que quiera saber el número, que venga y que lo mire en la puerta del frigorífico - Murmuró mientras toqueteaba con el dedo los iconos de la pantalla táctil. No le costó mucho comprender que aquello era como un ordenador y funcionaba más o menos de la misma forma. Era, por naturaleza, un hombre curioso y con cierta velocidad aprendió que el teléfono podía ir dotado de muchas más aplicaciones. Tenía una que le permitía hacer gestiones sin necesidad de pasarse por el banco, sin dudarlo se la descargó. Estaba literalmente “hasta los cojones” de tener que hacer colas para poder actualizar el saldo. En la mayoría de los días estaba tan cansado cuando regresaba a la casa que apenas tenía tiempo para hacerse la cena, y mucho menos para jugar con el nuevo aparatito, pero había noches en las que la televisión era un asco por lo que se dedicaba a explorar las aplicaciones en el teléfono, dándose cuenta que había miles a su disposición También se dio cuenta de que no era una persona juegos. - ¿Qué interés puede tener el disparar, con un tirachinas, un pájaro a un cerdo? - Se dijo a si mismo mientras cerraba para siempre el sonoro y ruidoso jueguecito. Descargó aplicaciones de noticias, y otras que le hablaban del tiempo que haría al día siguiente, pero a su edad no estaba para leer el periódico en una pantalla del tamaño de una baraja de cartas y en cuanto al tiempo le bastaba con levantarse y asomarse por la ventana. También descubrió las aplicaciones sociales, pero después de mirar con interés algunos perfiles de algunas personas que decían estar buscando a otra gente decidió que lo mejor era quedarse como estaba. Pero el "gran e in-solucionable" problema le surgió cuando una mañana al intentar descargarse una nueva aplicación, un insistente mensaje de error le impedía seguir con el proceso. Pensó en llamar a su hija, pero puesto que estaba decidido a demostrarle que podía arreglárselas solo, intentó por todos los medios liberar memoria que era lo que le pedía el telefonito de los cojones. No tuvo éxito y se subió en el coche con destino al pueblo para buscar a alguien que le echara una mano con ese aparato infernal. Sabía a quién debía dirigirse, pero ellos no esperaban que un señor de esa edad se acercara hasta ellos. Los dos o tres mozarrones que comían pipas en el banco del paseo se empezaron a reír a carcajada viva cuando el agricultor cazurro les pidió que le echaran un vistazo a su móvil para ver si alguno de ellos le podía ayudar a liberar memoria. Al final uno de los jóvenes si decidió agarrar el móvil del hombre y empezó a toquetear y a moverse por la pantalla, con una agilidad que ni el mismo hubiera pensado que se pudiera llegar a tener. - Este mensaje te sale porque tienes las aplicaciones instaladas en el teléfono. Lo mejor que puedes hacer es pasarlas a la tarjeta de memoria. - Le dijo el amable muchacho mientras se levantaba del banco y se aproximaba hasta él con la inútil intención de enseñarle el uso de las nuevas tecnologías a un hombre de unos cuarenta y tantos - Acabas de contestarme poco menos que en “ruso”- Le recriminó al joven mientras lo veía moverse de un lado a otro de la pantalla pulsando en iconos y aceptando mensajes. - El problema es que también tienes la memoria de la tarjeta llena de cosas… ¿puedo borrar alguna foto? - Sí, sí, … son solo tonterías que he hecho para probar la cámara. - Ya veo-dijo mientras lo miraba fijamente a los ojos e iba eliminando imágenes. - ¿Ordenador tiene? - Sí, … si claro que tengo - Pues creo que sería conveniente descargar todas estas fotos de su tractor si es que no quiere perderlas. Los amigotes que de vez en cuando entraban en esa conversación volvieron a reírse a lágrima viva. Intentó excusarse y le contó que había estado haciendo fotos a su tractor para ver cómo funcionaba la cámara. Los amigos se volvieron a reír y el sin darle apenas importancia comenzó a borrarlas, mientras le decía. - No si a mí las fotos que usted utilice para excitarse ya ves que me dan un poco igual. De nuevo volvieron las risas y algo molesto le dijo si había terminado ya. - Si solo falta que copie todo esto en su Pc. Acercando un poco el móvil y para que no lo vieran con claridad sus amigos le enseño las fotos que aún quedaban en la galería y que eran una sucesión totalmente pornográfica de un tío, que en pelotas, mostraba la enormidad de sus atributos. Miró al chico avergonzado y este siguió pasando imágenes de su cuerpo desnudo con el dedo. Ramón que antes de prestar su móvil, había olvidado por completo que ese chico al entrar en la galería vería algo más que las fotos de su tractor se puso bastante más nervioso que el joven muchacho. Esas fotos que le había hecho a su polla y a el mismo con su cuerpo desnudo y totalmente empitonado delante del espejo, le acababan de buscar un serio problema. - Puedes borrarlas si quieres- le dijo totalmente avergonzado al haberse visto retratado de esa forma delante de ese joven. - La verdad es que están bastante bien. Ya le digo que sería una pena que las borrara también. ¿De verdad que no tiene un ordenador en el que poder guardarlas? Uno de los compañeros hizo el intento de levantarse para verlas, pero apagó rápidamente la pantalla y con premeditada rapidez le entrego el móvil al viejo para que lo guardara. Todavía dudando le contestó: - Tengo ordenador pero está en mi casa. Me lo compre hace años para llevar las cuentas del campo y la verdad es que apenas lo uso. - Entonces puede descargarlas al llegar. Solo tiene que meter el cable y esperar a que aparezca un mensaje en la pantalla diciéndole que se ha encontrado un dispositivo nuevo. - Es que tampoco sé hacer eso De nuevo los amigotes del chico, volvieron a reírse y él lo hizo también con ellos. - Es usted casi vecino mío y me pilla de camino, si me acerca después de que terminemos hasta mi casa y me da veinte euros le copio todas esas fotos en su ordenador en menos de diez minutos. - ¿diez minutos?... ¡No sabía yo que eso se pudiera hacer tan rápido! El joven nervioso y excitado por la doble intención de la conversación volvió a hablar: - No tengo nada mejor que hacer y puedo dedicarle toda la tarde si quiere. También si nos sobra tiempo, hasta puedo enseñarle cómo se pueden poner las fotos de salvapantallas. Pero ya le digo que eso le va a costar como poco veinte euros. - Si… Si, ve con él y enséñale como se ponen las fotos de su tractor de fondo de pantalla -Dijeron los colegas entre risas. El hombre los miró molesto por la burla, pero volviéndose hacia el chico decidió seguir con el cierre del trato. - Está bien, pero veinte euros por copiar cuatro fotos me parecen un poco caro- Le dijo mientras se aseguraba a si mismo que aquello que estaba a punto de hacer era una puta locura. - No se lo tome a mal ese dinero es para poder invitar aquí a mis colegas a un piscolabis en el bar. Yo lo haría gratis pero los jóvenes somos unos jodidos capitalistas que no hacemos nada a cambio de nada. Sus amigos lo miraban con el símbolo del dólar en la mirada deseando que el viejo diera su brazo a torcer y gozaran de ese dinero imprevisto para su aburrida tarde de domingo. - Te daré diez euros - ¡Hay que ver cómo le cuesta soltar la pasta abuelo! - Gritaron los compañeros algo molestos por tener que verse obligados a regatear con un viejo. - Muy bien, diez euros entonces,…déselos a ellos mientras yo le acompaño hasta el coche. El joven se quedó después hablando con los chicos un rato mientras el hombre se dirigía hasta el coche. El chico comenzó también a reírse después de que se alejara un poco por lo que Ramón pensó que lo acababan de timar, pero antes de que girara el contacto haciendo que el coche arrancara, volvió a ver a ese chico que al abrir la puerta del acompañante para sentarse en el interior le preguntó sonriente. - Muy bien… ¿dónde vamos ahora abuelo? - ¿Dónde vamos a ir?... ¿No querías que fuéramos a mi casa? - Por mí no hay problema… si no hay nadie que nos vaya a molestar. Al decir esto último y después de mirar hacia un lado y a otro de la calle para comprobar que no venía nadie el vicioso y pervertido chico colocó su mano sobre el paquete y con una sonrisa maliciosa la apretó con fuerza. - Soy viudo- murmuró Ramón- pensaba que sabías donde vivía. - ¡Yo que pollas sé dónde vives! - Y al decirlo apretó la polla con más fuerza notando como con el contacto el nabo se endurecía. - Arranca de una puta vez y vamos a tu casa que tengo unas ganas de comerme un rabo en condiciones. - ¿Comes pollas? - Le preguntó, algo sorprendido, mientras la suya propia daba un respingo en el notablemente abultado pantalón - ¡Si… y también me las follo! - Le soltó el joven mientras dejaba de agarrársela y se giraba hacia un lado para ponerse con cierta prisa el cinturón de seguridad.