El abuelo materno iii

Continuan las desventuras de madre e hija en la casa de los abuelos maternos.

MI ABUELO MATERNO III

…Susana lentamente andaba por el pasillo hacia la habitación de su hija María, procuraba no hacer ruido, no deseaba que sus padres la descubrieran, pues debía permanecer castigada en su habitación. Antes de abrir la puerta de la habitación de María, primero poniéndose en cuclillas miro al piso de abajo echando una ojeada si estaban los padres en el salón. En ese instante su cuerpo se estremeció al escuchar las voces de los abuelos, estaban sentados en el porche, por un momento le había parecido que entraban en la casa, le daba terror ser descubierta, pero seguían hablando en el mismo tono de voz, debían tener una conversación sobre alguien, pues apenas pudo escuchar que alguien les iba a visitar en breve, pero aunque trato escuchar, no logro entender de quien se referían, entonces resoplo aliviada porque de ella no se trataba, no sería la primera vez, ni la última, que antes de acostarse le dieran un recordatorio para que durmiera bien calentita, eso había ocurrido con faltas muy graves y en esta ocasión, no es que hubiera sido por una falta grave, pero aun con vergüenza recordaba cómo se había orinado sobre el regazo de su padre. Con gran esfuerzo se incorporó de nuevo, la azotaina recibida hacia unas horas la habían dejado muy adolorida, y al incorporarse sintió como millones de avispas le picoteaban sus nalgas, con dificultad en mantenerse callada y no lanzar un aullido de dolor, se dirigió a penas a dos pasos donde estaba el cuarto de María, su hija. Giro con mucho cuidado de no hacer ruido al hacer bajar la manilla que abría la puerta, la casa era muy antigua así como el sistema utilizado en todas las puertas de las habitaciones, siempre chirriaban al abrirlas con lo cual habría delatado que ya no se hallaba en su habitación, y los abuelos a pesar de estar en el porche lo habrían escuchado seguramente. Con mucha delicadeza abrió la puerta, y entro en la habitación con sigilo, solo se escuchaba el roce de sus bragas contra sus muslos al andar. Sorprendió a su hija María, la cual se subió las braguitas rápidamente y se tapó con las sabanas.

Susana le riño a su hija…

-. Que te ocurre desvergonzada es que no has tenido ya suficiente con la azotaina del abuelo? Cochina! Si llega a ser tu abuela la que hubiera entrado y te sorprende tocándote ahí, no quieras imaginar la que te iba a dar…no me dirás que aun estas con ganas de recibir otra? Cuando aprenderás que por muchas ganas que tengas por recibir una azotaina, con tus abuelos es mejor pensárselo una vez, dos y hasta tres veces, antes de provocarles.

María tenía su rostro colorado por la vergüenza.

-. Mamá… Como entras de esa manera… Que susto me has dado. Mama no ha sido para tanto.

-. Que no ha sido para tanto? Pues bien que berreabas a la desesperada llorando a todo llorar. Con la azotaina que te ha dado.

-. Mamá! No exageres… cierto que me ha dolido estar sobre las rodillas del abuelo, pero también he disfrutado la situación previa, sobre todo al regañarme, y cuando me ha puesto sobre sus rodillas, ya había llegado dos veces. Jo! Mami, no te puedes hacer idea, solo por ese motivo ya ha valido la pena, aunque cuando me ha bajado las bragas, empezando a azotarme el culo, no haya disfrutado en ese momento porque las azotainas del abuelo, siempre duelen mucho mucho. Pero ahora el recordarla y sentir ese calorcillo en mi culito, es una sensación inenarrable el placer.

Susana se acercó a la cama de María… Las bragas rozaban sus muslos haciendo un ruido como al rozarse…

-. Que es ese ruido que hacen las bragas, mamá?

-. No son las bragas, hija. Otra de las geniales ideas de tu abuela, no he podido evitar hacerme pis sobre las rodillas de tu abuelo, y me ha bañado como a una niña, ya ves….- Susana se levantó la corta falda y mostro….- Ya ves que genialidad ha tenido.

-. Un Pa…ñal.

-. Si hija, tu madre con treinta y dos años va con pañales como una bebe…!

-. Debe ser maravilloso el llevar-lo. Cierto?

-. No te lo creas, hija. Si, a mi edad ya es una vergüenza ser castigada y llevar esta ropa de niña, imagínate la vergüenza que es esto.

-. Mama! Deja de exagerar, a ti al igual que a mí, nos encanta llevar esta ropa y ser castigadas, … se te ve muy mona con ese pañal, y debe ser la leche llevarlo puesto.

-. No te lo creas ni por un momento pequeña. La verdad que la vergüenza que he pasado cuando tu abuela me lo ha puesto, ha hecho que me sintiera húmeda al instante. La sensación ha sido bestial cuando me he podido levantar y caminar con eso rozando mis muslos. Pero al cabo de unos minutos sentir en mis nalgas el solo roce de la celulosa, parece que lleve papel de lija, por bragas. Además tengo prohibido usar el baño, tanto para “aguas menores” como para “aguas mayores”. Y voy loca por ir al baño a hacer pis.

-. Debe de ser una delicia… estoy por mojar la cama esta noche.

-. Ni se te ocurra!!! Recuerdo que una vez, moje la cama expresamente. La experiencia fue muy desagradable, porque tu abuela no es tonta, una cosa es que la mojes por estar castigada sin poder levantarte de la cama, pero adrede, no lo hagas ni por asomo, créeme. Esta ropa de niña, solamente nos la hace llevar la abuela para estar por casa, para tener accesible nuestros traseros para castigarnos, cuando lo estimen necesario, incluso he llegado a pensar que son fetichistas de esta ropa. Pero si te sales de lo habitual, también saldrás a la calle a comprar con ella puesta y es imposible disimular el pañal. Recuerdo como si fuera ayer, la vez que se me ocurrió mojar la cama por una rabieta que tuve. Durante un mes fui a todas partes con esta ropa, y bajo mi falda el pañal. Eso fue hace unos dos años atrás, estando tú en la universidad, iba de compras así vestida, no imaginas la vergüenza que pasaba y como se reían de mí, incluso niños pequeños que iban con sus mamas, se me acercaban y miraban bajo mi falda, luego iban corriendo hacia sus madres diciendo que yo llevaba un pañal. Pero peor era que vieran el estado de mis muslos, con marcas de la azotaina que había recibido… nunca más se me ha vuelto a ocurrir repetirlo.

-. Conociendo a la abuela no me extraña que fuera capaz.

-. Si, tu abuela y tu abuelo son ambos muy suyos. Como veo que estas hija, me vuelvo a mi habitación. No vaya a ser que me descubran aquí, pues me han castigado sin salir de mi habitación.

-. Mami! Me gustaría verte como mojas el pañal…

-. Estas loca! Tengo el culo que me duele horrores, no tengo ganas que me den otra zurra. Ya llevo dos hoy, no voy a buscarme otra ni loca.

-. Si tienes prohibido usar el baño, en un momento u otro, tendrás que mojarlo y vete a saber que más.

-. Hoy ya he recibido una azotaina por tu culpa, y tú la que has recibido solo te han dado con la mano, pero a mí me han calentado el culo con el cepillo de baño, y no quieras ver cómo me lo han dejado, además de otra azotaina extra con la zapatilla antes de ponerme esto.

-. Y… otra que te va a dar la abuela, pues la oigo subir las escaleras…

Rauda salió Susana al pasillo muy asustada. Al salir al pasillo escucho como los abuelos continuaban hablando en el porche.

-. Desvergonzada… no te da vergüenza asustar así a tu madre.

-. Mama… debías de haberte visto la cara que has puesto ja,ja,ja.

-. Has logrado que haya mojado el pañal… estarás contenta?

-. No ha sido para tanto, mama.

-. Bueno, ahora ya no tiene remedio. Más vale que acabe lo que me has hecho empezar.

Susana se alzó la falda por delante, y en silencio, se dispuso a acabar lo iniciado. En su pañal, se apreciaba como las arrugas iban desapareciendo, según este se iba empapando de la orina en el interior, se veía más pesado, y pronto se veía que este había quedado bien lleno por lo abultado del mismo.

-. Estas contenta? Me voy a mi cuarto.

Al salir Susana, María observo que por los muslos de su madre descendían algunas gotas de orina, por lo visto el pañal no había absorbido como debería de haberlo hecho, e iba dejando un rastro en su camino a la puerta. Detalle que Susana no se percató de él, fue dejando gotas por todo el pasillo hasta alcanzar su habitación. Minutos después, María escucho a los abuelos muy disgustados por algo, las voces venían de la habitación de su madre, y no se tardó más de unos segundos en escuchar, el sonido característico del cinturón del abuelo, así como poco después escucho llorar a su madre desconsoladamente. María sin poder contenerse, abrió la puerta de su habitación lo justo e imprescindible para espiar que sucedía. Al fondo del pasillo estaba la habitación de su madre, con la puerta abierta de par en par, pudo ver como el abuelo tenía una pierna flexionada y el pie de esta, estaba firmemente apoyado en el somier de la cama, y sobre el muslo, estaba su madre con el culo y las piernas hacia el pasillo, permaneciendo el resto del cuerpo echado sobre la cama. Aunque María solo podía ver al abuelo de pie alzando el cinturón doblado a la mitad una y otra vez, como este golpeaba en las nalgas desnudas de su madre, y como ella, pataleaba en el aire todo lo que podía, mientras el pañal permanecía en sus rodillas trabándole las piernas, hasta que en el forcejeo de sus piernas, el pañal acabo por soltarse de sus cierres de sujeción, cayendo al suelo como un pesado fardo. Observaba en silencio como su madre estaba recibiendo una azotaina con el temido cinturón del abuelo, como sus nalgas se estremecían a cada nuevo azote, y como estas se iban tiñendo de color violáceo.

Entre los gritos de su madre, se entremezclaban las voces del abuelo y la abuela. Aunque a la abuela no la pudo ver, hasta que la azotaina ceso y el abuelo dejase libre sobre la cama a su madre. Entonces María pudo ver atónita, que la abuela sujetaba los brazos de su madre, desde el otro lado de la cama. Un par de minutos después, salían de la habitación la abuela con la falda de Susana en la mano izquierda y con la mano derecha, tirando de la oreja de Susana en dirección al baño. Por el contrario, Susana con la mano izquierda sujetaba la muñeca de su madre, se supone que para intentar zafarse de los tirones de oreja, mientras miraba hacia la puerta de la habitación de María, mientras con la mano derecha se sobaba el culo. Pudo ver como su hija María observaba desde la ranura de la puerta. Hecho, que no pasó desapercibido para el abuelo. Mientras en el baño Susana era de nuevo bañada, no le paso por alto, el escuchar nuevos azotes del cinturón. Así, como los lloriqueos de María la cual había sido descubierta espiando.