El abuelo de un amigo me hizo suyo
Se veía un cabecita mirando la tele...
EL ABUELO DE UN AMIGO ME HIZO SUYO
Había quedado a dormir en la casa de un amigo mío de la infancia. Nos conocíamos de mucho tiempo y también conocía a su familia de siempre.
Eran gente muy amable y nos caíamos muy bien entre todos. Ese era un domingo. Habíamos estado de juerga desde el día viernes. Era un verano de disfrute. Mi amigo y yo andábamos de fiesta en fiesta, pero ese domingo nos habíamos dado un respiro.
Las vacaciones estaban muy bien. También ese fin de semana llegó de repente a la casa, el abuelo de mi amigo, con un par de maletas para instalarse en la casa.
Allí estábamos todos como en un conventillo. Cada uno iba y venía y hacía lo que le daba en gana. A veces coincidíamos en la mesa y comíamos y charlábamos amigablemente. Otras solos nos cruzábamos sin saber quien era el otro, porque también rondaban en la casa amigos de los hermanos de mi amigo.
Ese domingo como decía, estaba tranquilo. Habíamos dormido prácticamente todo el día, descansando de la jarana de días anteriores.
Luego de la cena cada uno desapareció. Mi amigo y yo nos fuimos a dormir en la habitación que ocupábamos. Me quedé dormido rápidamente. No sé que hora era cuando desperté. No sabía porque. Pero estaba como sediento. Mi verga estaba inflamada de calentura. Di unas vueltas en la cama y se respiraba calma y quietud. No se oía nada, ni un solo ruido. Voces, nada.
Me levanté de la cama y salí de la habitación a oscuras. Me dirigí a la cocina a buscar un vaso de agua. Escuché un leve ruido y continué. Se veía como una luz. En la casa había una sala donde estaba un Smart de 50 pulgadas. Era como un micro cine. Pocas veces usado. Me asomé. Vi una cabecita que asomaba muy recostada. Me fui acercando. La persona que estaba me escuchó y giro la cabeza y me vio.
__¡Eres tu!__ dijo el abuelo de mi amigo
__¡Si tenía sed!__ susurré
__¡No hables tan bajo!__ sugirió el abuelo de mi amigo.
__¿Qué miras?
__¡Ah una serie cualquiera!!__ me dirigí donde iba y busqué el vaso de agua. Volví a las sala.
__¿Está buena?__ pregunté
__¡Si, se deja ver!__ me senté a su lado, recién ahí me di cuenta de que el hombre estaba en calzoncillos, bóxer. Una remera suelta. Miré sus brazos anchos y fuertes. Era la primera vez que lo veía de cerca. Exudaba un perfume dulzón. Piernas torneadas, como si hubiese hecho algún deporte. El estaba bebiendo una cerveza.
__¿Quieres?__ preguntó y sus dientes eran perfectos
__¡Porque no!
__¡Toma entonces!__ dijo y me acercó su vaso.
__¿De aquí?
__¡Si que pasa, tienes alguna enfermedad!__ contesté que no con la cabeza y bebí
__¡Esta muy buena!__ comentó el
__¡La verdad que si!__ dije relamiéndome. No podía quitarle los ojos de encima. El giró la cabeza sabiendo que yo lo miraba.
__¿Qué pasa que me miras tanto?¿Soy tan viejo?
__¡Oh no, claro que no, no es eso!__ balbucee
__¡Y bueno, te sientes solo, como yo!¡Está bien no hay que avergonzarse, somos seres humanos, no!__ dijo y con suavidad me tomo del cuello y me llevó hasta su pecho. Sentí que su corazón galopaba y su poronga se había puesto muy dura, como la mía. Se le notaba en el bóxer que se levantaba solo, mecánicamente. Me encantó que le gustara. Me acarició el cabello, mientras con la otra mano siguió bebiendo otro sorbo mas. Luego como pudo dejo el vaso en una mesita pequeña que había delante nuestro.
Mi cabeza seguía apoyada en su fuerte y ancho pecho. Me acariciaba y me subyugaba, entraba en un profundo amodorramiento, casi somnoliento. Me perdían aquellas caricias. Vi asomar la brillante cabeza de su machete por sobre el calzoncillo, queriendo escapar.
Los gemidos calientes empezaron a cubrir todo el ambiente. Jadeos de ambos.
Tomo una de mis manos y las llevó al fierro caliente y grueso. Lo acaricié sobre la tela. Era una barra dura. Yo lo masajeaba cada vez con más ahínco y felicidad.
Sus duros y gruesos dedos acariciaban mi cabeza, yo estaba obnubilado, masajeando por sobre la tela aquella barra de carne que me estaba enloqueciendo. Aparte de los resoplidos de aquel hombre me daban la señal de que le gustaba lo que sucedía.
Las imágenes de la pantalla le daban una iluminación particular a aquel lugar, el sonido era apenas un murmullo, como nuestros gemidos, y nuestras voces apagadas.
El abuelo de mi amigo disfrutaba a lo loco. Y yo también. veía como iba asomando la cabeza brillante de aquella vibrante pistola, que pugnaba por salir de su envoltura. Lentamente el, me fue empujando hacia abajo, para que me encontrara con aquella delicia.
__¡Pásale la lengua, si, a la cabeza, pásale ohhh!!!__ gimoteó alzado y muy caliente. Mi lengua rozó apenas la brillosa ciruela y el se tensó, vibrando. Sus músculos endurecidos tanto como su poronga granítica.
__¡Ahh así, belleza, cariño, ohhh, que dulce!!__ decía como entre dientes aquel macho que se iba desatando de a poco.
Sus manos encontraron mis nalgas, porque quedé muy culo para arriba en el afán de meter ese bocado en mi boca. Mi pijama se fue corriendo muy despacio, pero muy ardientemente.
El acarició mis carnes firmes y jóvenes. Lisas, sin pelos, totalmente depilado. Apretujaba mis nalgas. Las sobaba con ardor. Mientras yo tragaba la pija del hombre. La degustaba, le había corrido hasta casi las rodillas su bóxer azul y tenía a mi disposición todo el esplendido paquete de aquel maduro, que me permitía comerlo a placer.
Sobaba sus bolas gordas. El en eso metió, un par de dedos en la boca, los llenó de saliva. Luego fue con esos húmedos dedos a mi ojete dilatado y gustoso de ser penetrado por ese macho infernal. Sus dedos se clavaron en mi cola sin piedad. Tragué la verga hasta el fondo de la garganta. Me ahogaba. Chorreaba saliva sobre la espada, pero la mamaba con tanto gusto.
Cuando salían los dedos de la cola, me acariciaba y apretaba los genitales, haciendo que mi cuerpo levitara de una forma casi bestial. Me pajeaba con velocidad y pasión, me encantaba, gruñía como perrita. Mi boca fagocitaba la vara del abuelo de mi amigo. Cada vez más dura. Cada vez más inflamada. Las bolas del hombre estaban tan gordas. Acaricié las pelotas redondas y con los dedos me aferraba al mástil erecto. Lo masajeaba. Lo masturbaba y volvía a tragar aquella espada, la comía con deleite.
__¡Arrrgghh me vas a hacer acabar!!!¡¡ Que bien la mamas, ahhh, siii!!!__ el abuelo de mi amigo seguía perforando con los dedos en mi ojete volcánico y muy abierto. Sabía que estaba pronto a venirse y eso me encantaba, en tanto yo le volcaba mis líquidos en una de sus manos, el muy perverso se embardunó con mi leche su poronga y así yo me comía mi propia acabada.
Cuando el empezó a largar sus jugos yo me propuse beberlo todo, así es que no perdí una sola gota de su espesa y abundante acabada. Limpié cuidadosamente su garrote que buscaba de a poco desinflarse. La besé y la succioné hasta que el abuelo de mi amigo me la sacó de la boca. Fue ahí que se escucharon voces y ruidos. Hizo que no emitiera sonido, con el clásico dedo en la boca. Yo subí rápido mi pijama, busqué una servilleta y me la pasé por los labios y le alcancé una al hombre para que se limpiara las manos en tanto se subía el calzoncillo bóxer azul. Me alcanzó del cuello antes de que me moviera y me besó metiéndome la lengua hasta el fondo de la garganta, muy fogosa.
__¡Ahora vete, vete, me encantas!!__ dijo y yo me levanté y desaparecí de la escena más caliente que antes.
Me tiré en la cama nuevamente di un millón de vueltas hasta que finalmente me dormí en algún momento.
Cundo abrí los ojos sentí que no sabía donde estaba. Confundido. Había luz del sol que entraba por algún lado. Sentía en mi culo algo que lo abría y me gustaba. Alguien mordía mis hombros y chupaba mi cuello y jadeaba en mis oídos de forma muy caliente.
__¡Ohh que bonita…ahora te voy a hacer mi hembrita…no sabes con las ganas que me quedé anoche!!__ dijo la voz del abuelo de mi amigo mientras rozaba con su vara inflada y dura mis nalgas desnudas y permeables.
__¡Pero nos pueden ver!!__ gemí enloquecido de calentura
__¡Se fueron todos no hay nadie en la casa!!__ sacó los dedos de mi ojete de fuego. Había desparramado alguna crema gelatinosa porque olía todo a un fuerte perfume a mentas.
__¡Vas a hacer mi nena…te voy a llenar de leche el culito…¿Quieres?__ balbuceaba en mi oído
__¡Sí papi, dámelo, dame la lechita!!!__ la gruesa y hermosa poronga del hombre fue resbalando hacia mi interior, yo empujaba dando caderazos hacia atrás para que la penetración fuera a fondo.
Sentí que me abría calientemente, me sentí profundamente lleno. Gozaba de la cogida de aquel abuelo sediento de sexo. Sus manos se aferraban a mi pija endurecida. Pasaba los dedos por mis bolas, se extasiaba.
__¡Arghhhh tu colita es una delicia…ahh… ahhh…es tan ajustadita…eres una putita preciosa…mmmhhh…ahhhhh…ohhh cariño, como me gustas!!!__ decía el macho cabrío hundiendo su aparato en mi, las bolas chocaban con mis nalguitas contentas.
Acariciaba y apretaba con esmero y lujuria mis tetillas erectas.
El perno va y viene en mi túnel baboso. Hunde su espada, me retuerzo como un animalito herido, pero estoy gozando, mientras el abuelo de amigo me chupa el cuello, lo muerde y lo vuelve a chupar. Lame las orejas. Me da besos en el cuello, chupones marcados. Profundos. Húmedos.
Saca la espada que estaba clavada. Me gira sube mis piernas a sus hombros, me mira con libidinosos ojos. Tiene un brillo especial.
__¡Ohh abuelito!!!__ gimoteo como niña
__¿Dime bebe?¿Qué quieres?
__¡Quiero que me cojas mucho!
__¡Así será putita, ahhhhh!!!__ su taladro va y viene en mi ojete dilatado, ensanchado. Me recorre. Me da placer. Grito. Muerde mi boca, los labios enrojecen, siento dolor y placer, sus bolas golpean mis nalgas sabrosas. Vuelco mi leche por todos lados. El abuelo apura las embestidas, se vuelve salvaje, grita, grito, gritamos, mientras va largando su leche.
Me hunde su lengua, mientras me siento desbordado por la leche. La saca. Su poronga sale del agujero. Sigue besándome. Mientras restregamos nuestros cuerpos, un poco agotados. Nuestras lenguas sacan chispas.
Luego de aquello en días subsiguientes ese hombre, el abuelo de mi amigo, me siguió penetrando, en el baño, en la cocina, donde me encontraba me metía su poronga en la boca, en la cola, en las manos.
Gocé como nunca de la estadía en casa de mi amigo.-