El abuelo de Grindr

Un señor mayor me mete uno de los polvos de mi vida.

Era una tarde calurosa de finales de mayo, estaba con pocas ganas de hacer nada pero andaba muy caliente. Así que después de un largo tiempo prescindiendo de ella, me bajé de nuevo la aplicación Grindr. Me abrí un perfil otra vez, con el disparador automático me hice una foto al tanga que llevaba puesto y otra en la que sutilmente se viera mi cara, sin que se apreciara del todo. En la bio lo dejé escrito bien clarito, busco machos para chuparles la polla y para que me empotren. Toda la sutileza que tenía a la hora de hacer una foto de mi cara aquí la dejaba de lado. Quería animarme la tarde y salir del hastío en el que me había instalado. Al poco de merodear por allí me empezaron a llegar mensajes, muchos de ellos de perfiles sin foto. Si quieres un macho empotrador soy justo lo que estás buscando; ¿tienes sitio?; te voy a reventar el culo; quedamos ahora y te rompo, etc. Este era el tipo de mensajes, sin preámbulos y directos al grano, muchas veces ni con un hola de inicio o para romper el hielo.  Pero entre todos ellos, hubo uno que me llamó la atención: Hola, ¿qué tal? Por lo que veo vivimos muy cerca y creo que te puedo dar lo que estás buscando. Aunque que quizá por tu juventud y no te interese…

No tenia foto de perfil ni tampoco ponía su edad, pero había algo allí que me llamaba la atención. Yo tengo 34 años y los maduros me vuelven loco, y tampoco soy tan joven como para que entre él y yo hubiera una diferencia de edad muy abismal. Así que entré al trapo y le pregunté cuántos años tenía, a lo que me respondió mejor ven y lo descubres. Si lo que ves no te gusta, te das media vuelta y te vas, sin ningún tipo de compromiso. Más fácil no me lo podía poner, encima según indicaba la aplicación tan solo nos separaban unos 500 metros. Tomé valor, me pasó su dirección y me fui hacia allí, a ver qué me encontraba. La tarde parecía que se empezaba a animar.

Quince minutos después de nuestra conversación estaba llamando a su portal. Me abrió la puerta del edificio y subí por las escaleras hasta el segundo piso, tal y como me había indicado. Esta vez no hizo falta llamar al timbre de su piso, ya que había dejado la puerta entreabierta. Di un par de toques y entré, se oía una radio y dije un hola más bien tímido, a lo que él respondió adelante, por favor. No sabía si quedarme en la puerta o seguir para adentro, tiré siguiendo la voz del locutor de radio, que me llevó hasta el comedor. Y ahí estaba el hombre que buscaba, sentado en un sillón. Digo hombre, pero quizá debería decir abuelo. Reconozco que al primer momento me sorprendió, y quizá amargamente, porqué como he dicho antes, los maduros me vuelven loco, pero el señor que tenía delante de mí ya no entraba en esa categoría. Según me dijo después, tenía 79 años, a finales de año cumplía los 80. Sin duda era el hombre de edad más avanzada que me iba a follar nunca. Pero su amabilidad, su forma de hablar y sobre todo la herramienta que tenía entre las piernas me convencieron de no dar media vuelta. Así que vayamos al grano.

Como os decía, estaba sentado en un sillón, sin camiseta y descalzo, con tan solo unos tejanos puestos, con un bulto que no dejaba demasiado lugar a la imaginación.

  • Que poquito has tardado en llegar.

  • Es que por lo visto vivimos muy cerca.

  • Por lo que he visto en tu perfil de Grindr no estás para muchos preámbulos. ¿Cómo decía tu bio?

  • Busco machos para chuparles la polla y para que me empotren

  • Eso. Pues bien, dejémonos de palabrería. Desnúdate poquito a poco y muéstrame tu culo.

Empecé por quitarme la camiseta mientras le miraba a los ojos fijamente, a lo que él empezó a quitarse los pantalones. Se quedó en calzoncillos y su paquete cada segundo que pasaba era mayor. Me agaché para desabrocharme las bambas, me las quité e hice lo mismo con los calcetines. Me di la vuelta, me desabrocho los pantalones y me bajo los pantalones, lentamente y haciendo vaivén con el culo. Giro la cabeza y veo que se está sobando el paquete con una mano, mientras que con la otra le da un trago a una copa de vino negro. Termino de sacármelos y me quedo delante suyo solo con un tanga rojo. Doy una vuelta entera sobre mí mismo, para que vea mi paquete y advierta que no solo él está cachondo. Pongo el culo en pompa y me bajo el tanga del mismo modo que los pantalones, despacio y con un suave vaivén. Ahora sí, estoy completamente desnudo. Me giro hacia él, que está a un par o tres de metros y sigue sobándose el paquete, me pongo a cuatro patas y sin esperar a ninguna orden gateo hacia las piernas de ese viejo. Le chupo y mordisqueo suavemente todo ese majar a través de los calzoncillos, noto como se va haciendo grande y empieza a jadear. Me coge con las dos manos mi cabeza y hace fuerza hacia su polla y sus huevos. Coloca las piernas sobre mi espalda, me inmoviliza totalmente y me restriega toda su entrepierna por mi cara hasta que no aguanta más y se baja los calzoncillos. Chupa, puta. Tremendo falo se descubrió ante mí, si no llegaba a los 20 centímetros era por milímetros. Y unos testículos enormes que con suerte me cabía uno entero en la boca. Por el alrededor tenía algunos pelos blancos, todos blancos. Se notaba que se los recortaba a menudo. Me abalanzo hacia su polla, le lamo y me trago todo el precum alrededor de su glande. Con una mano le cojo la polla y con la otra le acaricio los huevazos, él me pone su mano en la nuca y me obliga a tragármela hasta el fondo. Me dan arcadas pero parece que le importa poco, sigue apretando y obligándome a meterme toda su polla en mi boca. Me tira la cabeza hacia atrás y un montón de babas caen sobre su falo, las lamo y otra vez para adentro. Ahora me meto un huevo en la boca, justito me cabe. Se lo chupo con fruición mientras lo voy masturbando. Alterno un huevo y después otro. Me vuelve a tirar la cabeza hacia atrás y me dice que le mire a los ojos, lo hago y me da un sonoro bofetón que me deja la mejilla roja, para acto seguido, hacer fuerza contra su polla y obligarme a metérmela entera otra vez. Empieza un movimiento pélvico en el que yo ya soy un elemento totalmente pasivo, me está follando la boca a discreción. De milagro y porque tengo experiencia de sobras, no me llega a la campanilla. Cada vez jadea más y parece que está a punto de correrse, pero se levanta de golpe y me echa atrás de un empujón, dejándome tendido al suelo. Aparta de una patada sus pantalones que habían quedado al suelo, se acerca hacia mí y cogiéndome del pelo me lleva hasta su sillón. Entiendo la jugada y ahora toca ponerme como un perro y ofrecerle todo mi culo. Por fin esos 20 centímetros de polla estarán donde tienen que estar.

Con la mano derecha me agarra del pelo, que ya no soltará hasta que se corra, y con la izquierda me da varios bofetones en el culo para después escupir en el agujero y meterme un dedo primero, para acabar finalmente metiéndome tres. A mi me produce un placer indescriptible, tengo el ano totalmente dilatado y el me mete los dedos a su antojo. Pero yo lo que en realidad quiero sentir es ese pedazo de carne abriéndose sitio dentro mío. Y antes lo pienso, antes lo consigo. Noto como con su mano libre me abre las nalgas, echando a un lado una. Ya tiene el capullo a la entrada de mi orificio, empuja un poco y chas, me la mete de golpe y dos gritos de placer al unísono inundan el comedor. La tengo entera dentro, se queda inmóvil sin moverse ni un centímetro, todavía agarrándome del pelo. Te lo voy a dejar abierto de par en par, te cabrá hasta mi cabeza dentro. Vas a ver como las gasta el abuelo. Me da un azote que hace que vea las estrellas y empieza a sodomizarme como un animal. La saca entera y la mete de golpe, rápido y con una precisión milimétrica. Siento como si me estuviera reventándome por dentro, a cada embestida me coge con más fuerza del pelo y yo no me creo lo que estoy sintiendo. Vaya follada más brutal me estaba pegando. Ni el más chulo del gimnasio me había empotrado nunca así. Los dos gemíamos sin parar, no me daba tiempo ni a respirar y me estaba mareando, estaba perdiendo los sentidos y el viejo parecía que no se iba a correr nunca. Cuando ya estaba a punto de no saber ni donde estaba sentí que aceleraba las embestidas, parecía imposible. Gritó salvajemente y sentí que me llenaba de leche, se estaba corriendo y eso parecía un manantial. Si esos huevos estaban todos llenos de leche podría estar corriéndose durante horas. Poco a poco aflojó el ritmo pero seguía llenándome con su lefa, hasta que sacó el último chorro, me tiró del pelo hacia el suelo y se sentó él en el sillón, aún con el pene totalmente erecto. No hizo falta que me dijera nada, le lamí todo el semen de alrededor del glande y me lo tragué, abriendo primero la boca para enseñárselo. Tenía un sabor maravilloso.

  • Poco te esperabas que un viejo como yo te hiciera gemir como una zorra, niñato.

  • Tiene usted toda la razón.

Y a partir de ese día se convirtió en algo habitual ir a pasar las tardes a su casa.