El abuelo (2)

Le dije… “Yo no soy maricón… sino un chico”, y este me responde… “Si… si, no te preocupes todos nacemos bien, pero tarde o temprano cambiamos, unos acaban de una manera y otros de otra, unos dando y otros recibiendo, pero cuando acabas gimiendo y pidiendo más… ya sabemos lo que eres”.

El abuelo (2)

Soy de esos que piensa que tendemos más a recordar aquello malo ocurrido que las cosas buenas que nos ocurren o al menos en mi caso, malo no me refiero solo a las malas experiencias, sino a aquellas que deberíamos de olvidar a no considerarlas como importantes, aunque quizás son estas las que marcan mi vida y el rumbo de ella.

Bueno dicho esto me presentare, aunque muchos ya me conocéis, me considero un chico bicurioso, amante por la vida y todo lo que acontece, deseos de descubrir lo desconocido y todas aquellas fantasías a realizar. Un chico abierto, aunque muchos dicen que demasiado, me gusta pecar de ingenuo, aunque claro esta no lo soy, moreno de un metro ochenta, cuya anatomía normal para mi edad. Amantes de las pollas sin importar tamaño, pero por supuesto que cuyos dueños sean hombres maduros, no importándome que sean versátiles, pero si son activos como mejor que mejor, claro está no soy celoso, por si me apunto a un trio o una bacanal, echando de menos a las ultimas que estuve estando de cruissing por la ‘Raya’.

Dicho esto, voy a continuar relatándolos una experiencia que me ocurrió hace muchísimo tiempo, una de esas que no deseas contar por lo que puede generar, pero que ahora finalmente y por unas circunstancias reciente lo hago ahora. Como dije en mi anterior confesión, lo ocurrido esa noche fue la primera de muchas, pues en realidad fue el inicio, ya no solo era el acoso verbal que me tenía siempre que podía. Un hostigamiento total que duro hasta que nos sorprendieron, no siendo castigado ni penado, sino se vio como un trastorno debido a su perdida emocional y sentimental, quedando malparado yo.

Bueno, está extraña relación duro un año o quizás un poco más, duro hasta que le sorprendieron tocándome de una forma impropia, cosa que menos mal que fue de esta manera y no de otras, pues si nos hubiera cogido de las otras, creo que este hubiera acabado en la cárcel, y claro esta… yo con un psicólogo. Bueno dicho esto, no mentaré más lo necesario para no comprometer a nadie, solo os contare lo sucedido, vale…

Como dije en su momento, mi historia comenzaría con mi amistad con Alberto, un amigo de siempre, amistad que comenzó desde la E.G.B. hasta el inicio de la facultad, amistad que se vio enfrentada por una serie de malentendidos. Pero bueno, vamos a lo que vamos, durante esos años, nuestra amistad forjada por el día a día, cuyo compañerismo no era una rivalidad para otros. Amistad que sus propios padres me tenían como uno más de la familia, llevándome incluso de vacaciones con ellos, no solo animándome a quedarme algún que otro fin de semana en su casa. Pero todo esto cambio no radical, sino poco a poco, sobre todo en el momento que su abuelo se vino a vivir con ellos, abuelo que había enviudado hace unos años, y que por su estado acabo en su casa.

Yo conocía a su abuelo hacia años, era un hombre de 66 años, no muy alto de un metro sesenta y cinco centímetros quizás un poco más, cuyo cuerpo ciertamente algo corpulento con barriguita, y como suelo decir cervecera. Hombre mayor que por su edad estaba lógicamente jubilado, persona visiblemente amargada, afligida y consternada desde la muerte de su mujer, tanto que no veía que saliera para nada, y menos buscó a alguien para sustituirla.

No os voy a contar lo sucedido en mi anterior confesión, pero si os diré que aún resuena en mi cabeza los comentarios despectivos que este hombre hacia sobre mí. Comentarios tan ofensivos con humillantes como esas coletillas que me decía descaradamente y con maldad…

  • “Le he escuchado decir a mi nieto… qué eres, toda una maricona”.

Comentarios de lo más ofensivo que más que molestar… duelen, comentarios que le explicaba que era una manera de hablar entre nosotros, cuya maldad era solo por la manea de otros de modificar estas palabras. Cosa que este volvió a preguntar…

  • “Vale… vale, pero dime… ¿Como de maricona eres?”.

Volviéndome a insistir…

  • “Dime… contesta, ¿Te gustan las pollas?”.

Y fue ahí, cuando comenzó su asedio contra mi persona, ya siendo menos verbalmente, pues ahora comenzó el acosó. Como aquella noche que acabe por quedarme en su casa ante la noticia que su abuelo no estaría, noche que acabe rendido y me quede dormido en un sofá. Donde me dejaron descansar y no ser despertado, acabando por marcharse el resto de la familia a sus camas, siendo aquello una mala idea, pues acabe por despertarme ante una serie de sensaciones extrañas, digo extrañas y no desagradables. Aquel hombre se propaso de mi mediante caricias, manoseos, magreos, besos, persona que no me dejo hasta conseguir al menos en parte su cometido. Acabo por marcharse a su dormitorio, dejándome allí casi desnudo e impregnado de semen, secreción que pertenecía a el claro está. Se marchó y como he dicho, me dejo que ahora no pude conciliar el sueño, claro está por lo que había acabado de suceder, imágenes y sensaciones que estaban en mi cabeza, no dejaba de pensar en lo sucedido, no quedándome otra que masturbarme hasta por dos veces más aquella noche.

Pero, cuando desperté por la mañana creí que era todo un sueño… o quizás más bien una pesadilla, mi temor se convirtió en dudas en el momento en el cual lo vi entrar en la cocina. Dudas que siembra pues durante todo el día ni se me acerco, no hubo acoso verbal ni insinuaciones, aquello me hizo vacilar ante lo ocurrido las semanas anteriores. Y aunque en mi interior lo despreciaba por lo que me había hecho sentir, debo confesar que algo en mi interior me hacía aprobarlo, pues deseaba volver a sentir aquellas sensaciones tan extrañas, sensaciones que no puedo explicar pero que fueron totalmente satisfechas.

Esa noche cuando nos fuimos todos a la cama, me quede dormido por el mismo cansancio, pero mi sueño no fue del todo profundo, ignoro el motivo quizás fuera incertidumbre por lo sucedido la noche anterior, o los mismos nervios. Ignoro la hora, supongo que por el silencio todos duermen, mi estado es en esos momentos medio adormilado, supongo como he dicho que Morfeo me tienta. Es el momento que escucho el girar del pomo de la puerta, como esta se abre y en segundos acaba por cerrarse, volviendo a escuchar ese mismo sonido del pomo.

Ignoro esto, pero en minutos siento el peso de unas manos en mi espalda, manos que me manoseaban, sintiendo como acarician mi espalda y van descendiendo hasta mis nalgas. Deteniéndose unos minutos… supongo, ¡minutos que se recrean… uuummm!!, volviendo a continuar a medida que tiraba de las sabanas hasta llegar a mis pies. Volviendo a ascender, volviéndose a detenerse nuevamente un tiempo en mis nalgas, magreando mis glúteos, separando esto y deslizando sus dedos entre ellos. Sensaciones que me hacen morder la almohada por no delatarme, pues como he dicho estaba medio adormilado.

Debo confesaros que no deseaba que supiera que no estaba dormido, quería saber antes hasta donde llegaría, mi idea era dejarle hacer, aunque parezca extraño o inverosímil, pero mi deseo era engañarlo hasta poderlo delatar.

Pero poco a poco, aquello más que molestar… comenzó a gústame, sentí como tiraba de mi pantalón de pijama hacia abajo hasta quitármelo del todo, como sus manos acariciaba cada centímetro de mis piernas hasta mis nalgas, como se recreaba con mis nalgas… aaahhh!!. Tirando de mis calzoncillos y hacer lo mismo que con mis pantalones, volviendo a repetir lo mismo, pero en esta ocasión, cuando se dedicó a recrearse con mis nalgas, separo mis glúteos y sentí como deslizaba su lengua entre ellas, aquello hizo que se me erizara mis vellos… ooohhh!!. Dedicándose a lamer mi orificio al tiempo que magreaba mi miembro, pene que para esos momentos estaba erecto, acabando por apartarse de mis nalgas.

Yo estaba que penaba que me iba a dar un ataque, notaba los latidos de mi corazón latir de una manera muy acelerada, incluso me dio por tener una sed horrible, tanto que mis labios estaban secos. El tiempo se me hizo eterno, pues durante algunos minutos no se escuchaba nada, dándome a pensar que este se había marchado, o que se disponía a penetrarme, idea que tenía ante lo que me había hecho. Pero cuando siento como tira de mi prenda superior hacia arriba, acabando por sacarme la parte superior de mi pijama por la cabeza, me hace temer lo peor al sentirme desnudo completamente. Escuchándole decir…

  • “Por mi puedes seguir fingiendo que duermes nene”.

Fue en el momento que me hace girar, cerrando mis parpados fuertemente, intentando fingir que duermo, pero quizás más que fingir, era una manera de soportar aquello, una manera de no hacerle frente, aunque mi idea inicial era denunciarlo, pidiendo ayuda, pero acabe por achicarme.

Deje que el abuelo de mi amigo Alberto me manoseara mi cuerpo, yo tendido en la cama mientras él seguía de pie, acariciaba mi pecho con una mano mientras con la otra se dedica a mi miembro… uuuffff!!. Volviéndome a soltar…

  • “Dime… ¿Te gusta maricona?, dime, contesta”.

Acabando por inclinarse y sentir acto seguido su boca posarse sobre mi cuerpo, ¡sentí su asquerosa lengua deslizarse por mi pecho y finalizar en mi pezón… uuummm!!, aquello aunque asqueroso me hizo ponerse mi carne de gallina… ooohhh!!. Este continúo besando, lamiendo, chupando y absorbiendo, no siempre en este orden, pero las sensaciones se me repetían como una oleada de placer nunca sentidas hasta ese momento. Sensaciones que me hizo permitirle meterme sus dedos entre mis glúteos, sintiendo como nuevamente su dedo me penetraba lentamente… ooohhh!!. Soltándome con maldad…

  • “Cuánta razón tenía mi nieto… que maricona eres”.

Decía mientras separaba mis muslos, permitiendo que su mano hiciera lo que quisiera, no dejando de chupar mis pezones… duros como estacas, teniéndome en la cúspide del placer. Momento en que le escucho decirme…

  • “Dime… ¿Quieres que continúe, o lo dejo y me marcho?”.

Y cuando me puso en bandeja el momento de poderlo echar, me quede helado cuando me escuche a mí mismo, decirle a este que continuara, pensé que aquello no salía de mi boca, era inexplicable, pero estaba permitiendo que este siguiera. Anciano que se levantó, sacándose de su boca mi duro y erecto pezón, ¡acabando por introducirse mi miembro dentro de su cálida boca… aaahhh!!, boca cuyos labios casi me arrancan gritos de placer, sino fuera por aquella almohada. Labios que ascendían y descendían por mi tronco, ¡mientras sentía como los dedos de su mano derecha penetraban mi orificio… ooohhh!!, mientras dos dedos de su mano izquierda… penetraba mi boca. Sacándose mi miembro de su boca al tiempo que sus dedos de la mía, preguntándome…

  • “Dime, contesta… ¿Te gustan las pollas?”.

No quedándome otra que responderle…

  • “Si… me gustan las pollas”.

Momento en que se incorporó, caminando hasta colocarse junto a mi cabeza, me cogió por las axilas y tiro de mí, colocándome al filo de la cama, acabando por abrir los ojos y verlo ahí, como este se bajaba los calzoncillos, sacándose ese enorme falo de al menos diecisiete centímetros. Miembro que poco a poco fue descendiendo hasta posarse sobre mis labios, labios que permanecía cerrados a pesar de mi respuesta. Glande que comenzó este a deslizarlo por mis labios, presionando poco a poco hasta separarlos, permitiéndole que entrara un par de centímetros de su glande… uuummm!!. Escuchándole decirme…

  • “Abre la boca coño… no vez maricona, ¡tienes la boca más estrecha que el culito… uuummm!!, eso me gusta… algo virgen debías de tener”.

Fui abriendo la boca todo lo que pude, aprovechando este a introducírmela poco a poco, despacio, no deseando hacerme daño, no queriéndome desencajar la mandíbula. Aquella noche fue la primera vez que me metió su mimbro en la boca, abriéndola tanto como pude, dejándola unos minutos a modo de acostumbrarme, comenzando a metérmela despacio, no dejando de hacerme saber que tuviera cuidado con los dientes, metiéndomela a pesar de las náuseas. Permití que continuara, humedecía ese miembro porque él me lo pedía, introduciéndola hasta que sentí como sus huevos chocaban con mis labios, sintiendo arcadas claro está.

Y todo esto, mientras el me acariciaba mi nuca al tiempo que me masturbaba, o incluso me dedeaba mi orificio anal con uno de sus dedos… ooohhh!!. Yo continúe chupándosela, no me quedaba otra, pues la postura me obligaba, empecé a mamársela como había visto en las películas porno. No dejando de escucharle decirme…

  • “Uuuffff!!, como la chupas maricona… vaya manera de tragar, cuantas pollas te habrás tragado ya… eeehhh!!”.

Debo confesar que por un lado, deseaba que se corriera y se marchara, pero por el otro deseaba saber que continuaría después, yo emulaba a aquellas chicas de esas películas eróticas. Mordisqueaba su glande con sumo cuidado, mientras magreaba sus grandes y peludos genitales, así me tuvo un buen rato hasta darse cuenta de la hora. Acabando por decirme…

  • “Sabes que me gustas… uuummm!!, fue escuchar de ti por mi nieto primero y verte después, deseándote que fueras mío”.

Y aunque escuche sorprendido sus palabras, aquello me agrado y no por la satisfacción de esos momentos, ni mucho menos por la oleada de extrañas sensaciones, aunque todas y cada una de ellas influenciaron. Momentos en que sentí su miembro hincharse, no comprendiendo los motivos, pero este me la saco de la boca con rapidez, comenzando a escupir chorros de un líquido blanquecino. Chorros que llegaron a darme en distintas partes de mi cuerpo, dándome cuenta que ese mejunje era cálido y viscoso, como segundos después me lo di a probar, notándolo el sabor agrio y algo acido.

Una vez finalizado él, acabo por introducirse mi miembro en la boca, chupándomelo al tiempo que me magreaba mis duros pezones, o magrear mis nalgas y orificio, dedicación que le llevo no más de cinco minutos y descargue en su boca, descarga que trago en su totalidad. Incorporándose y decirme…

  • “La próxima vez, esto debes de hacerlo tú también, deberás tragártelo, vale…”.

Dijo mientras me ayudaba a vestirme, afirmándole que lo haría, sintiéndome muy bien a pesar de lo ocurrido, no me sentía culpable, ni me sentía mal sino todo lo contrario, deseándolo repetir, pensando… ‘y luego que vendrá’.

Debo decir que me sentí bien durante ese domingo, donde no hubo momento en que este aprovechara cualquier momento en el cual estábamos solos, aunque fuera en esos momentos en que coincidíamos en cualquier parte de la casa, o incluso en la misma cocina para coger algo. Cuando este aprovechaba para magrearme, sensación que me hacía sentir mi corazón en un puño, abuelo que aprovechaba para restregar su masculinidad por mis nalgas. Soltándome…

  • “Mira maricona como me tienes, como te voy a echar de menos está noche”.

Comentario despectivo que me molestaba enormemente del abuelo de Alberto, comentario que este no dejaba de decirme siempre que podía, como… ‘maricona’ o incluso de forma despectiva… ‘su nena’. Acabándole por responderle en varias ocasiones…

  • “Yo no soy una nena…ni soy maricón… sino un chico”.

Y este me respondía jocosamente…

  • “Si… si, no te preocupes todos nacemos así y tarde o temprano cambiamos, unos acaban de una manera y otros de otra, unos dando y otros recibiendo, pero cuando acabas gimiendo y pidiendo más… ya sabemos lo que son, pero algo me dice que tú serás lo segundo”.

Y callas, no comprendiendo esas palabras, no comprendiendo el significado de lo que dice, finalizando ese fin de semana, diferente al resto, y esa noche en casa ya en mi cama, recuerdo sus palabras a echarlo de menos, pensando cuánta razón tenía. Pues ya no es solo esa noche que le eche de menos, sino durante esa semana, no sabiendo exactamente los motivos, si es por lo ocurrido, o por la atención y trato de ese domingo. Días en que notas también otra cosa, no siendo otra que el distanciamiento como mi amigo Alberto, al cual no echas cuenta al principio, pues lo achaco a algún altercado en casa con sus padres o con su abuelo, o quizás por las notas del colegio. Pero que acabe por preguntárselo, y este responderme…

  • “Es que he notado que últimamente, esta mi abuelo más atento a ti que conmigo”.

Y aunque le quite hierro a la cosa, contándole cualquiera chorrada, narrándole las batallitas que su abuelo me contaba, recordándole que esas batallitas que el odia oír, dejándole claro que mi amistad con su abuelo era solo el darle atención. Aunque me dio la sensación que ahí había algo más, algo que mi amigo Alberto no me quiso contar, como si se hubiera percatado o haber visto algo, dejándome extrañado. Tanto que, en los siguientes fines de semana, no llego a invitarme a quedarme en su casa, cosa que extraño no solo a mí sino aún más a sus padres, pero que acabo por invitarme ante la presión de estos. Recordando cuando me invito…

  • “Te invito este fin de semana, no porque quiero hacerlo yo, sino porque me obligan”.

Dejándome la coletilla que me deja intrigado, como…

  • “Espero que mi abuelo no se muestre tan atento contigo, pues no comprendo porque te tiene que arropar por las noches en vez que a su nieto”.

Y ante lo escuchado, aquel fin de semana, no permití que el abuelo de Alberto viniera a visitarme esas noches, pues le pedí que fuera a ‘arropar’ a su nieto, quedándose este más tranquilo o al menos eso supuse. Pero debo confesaros que era yo quien lo buscaba, como si no quisiera permitir que me dejaran sin sentir de nuevo esas sensaciones, por no decir placer. Esas noches le espiaba, pues cuando le veía salir del dormitorio de Alberto y dirigirse al suyo, dejaba pasar unos minutos, para ser yo quien girara ese pomo y abrir la puerta en silencio, entrando con sumo con cuidado. Sabía que estaba despierto, aproveche la oscuridad para desvestirme, dejando mis prendas en el suelo, tampoco llevaba tanto, pijama y poco más.

Y mientras me iba acercando, algo dentro de mí me decía que me marchara que aún estaba a tiempo, pero cuando me detuve, ya era tarde, pues ese abuelo encantador y atento que yo no tenía en mi vida. Me tomo y me atrajo hacia él, abrazándome contra su pecho velludo, sintiendo su cuerpo desnudo contra el mío, notando su ‘vergón’ contra mi pecho. Escuchándole decirme en voz baja…

  • “Agáchate y chúpamela, demuéstrame todo lo que me deseas”.

Y me vi en cuclillas, recordando aquellas películas eróticas que tanto ven mis padres, donde las chicas se meten aquellas pollas en la boca… uuummm!!. Eso hice yo, tome su miembro y me lo lleve a la boca, comenzando por lamer y chupar, comenzando por su glande e ir ascendiendo hasta sus genitales, recreándome en su tronco venoso… uuuffff!!. Mientras este se contenía, oprimiendo mi cabeza contra su pelvis, obligándome a tragármela en su totalidad, cuya boquita no me entraba toda y que la cavidad de mi garganta acabo por tragar, teniendo náuseas y arcadas que este con cariño intentaba apaciguar… ooohhh!!. Soltándome…

  • “No vez… no te enfades, pero eres una buena maricona, ¡mira como chupas… aaahhh!!”.

Estuvimos así al menos tres meses, meses que no paso a más, ya no poco a poco nos quedábamos sin sitio donde poder estar, donde este no dejaba de decirme…

  • “El día que me dejes que te la meta… te hare un hombre, no te arrepentirás, te hace sentir lo que nadie, te temblara todo el cuerpo de tanto placer, una sensación exquisita y placentera”.

Bueno toca hora de marcharme, perdonad que os deje de esta manera, ya os hare saber cómo me fue convenciendo, como me fue seduciendo. Como aquel día que me aseguro que ya no tenía tanto aguante como era joven, pues ahora, aunque te cueste comprenderlo, debo decirte que cuesta que se la levante, tanto que debe de tomar ‘sildenafilo’. Aunque recuerdo aquel día en el parque, día en que me hizo entrar entre unos arbustos, dejándome acariciar y magrear, ya que llevaba semanas que no me tocaba. Vez que, tras dejarme dejar mi maleta llena de libros en el suelo, este comenzó a desvestirme, dejándome entre caricias hasta quedarme en calcetines.

Abuelo que me chupo los pezones como si se tratara de un bebe intentando sacar la leche materna, mientras me masturbaba e incluso magreaba mis nalgas… aaahhh!!. Fue cuando un ruido nos hizo percatarnos realmente de donde estábamos, ruido que fue la pisada de unas hojas secas, mirando hacia detrás del abuelo de Alberto, descubrimos a una persona. Era hombre de unos cincuenta años aproximadamente, alto de metro ochenta y algo, persona que a medida que se nos acercaba fue bajándose la bragueta, acabando por sacarse su miembro de unos catorce centímetros y de un buen grosor. Hombre que, nos soltó…

  • “Seguid… seguid, por mí no os cortéis, haced como si no estuviera aquí”.

La imagen de aquel desconocido masturbándose a mi costa me dejo en blanco, no sabía que pensar, pero no tanto que pensar del abuelo, pues este siguió como si no le importara que ahí hubiera alguien. Simplemente le escuchaba decirme…

  • “Déjalo que mire… no pasa nada, ignóralo, piensa que el pobre no tiene ninguna distracción para hacerlo, déjalo… hombre”.

Bueno lo dicho, ya me decís que os aparecido. Estaré esperando vuestra respuesta, deseando recibir vuestros comentarios, ya sea a este portal como a mi correo. Mi email es: jhosua 1974 @ gmail . com (obviamente todo junto como… jhosua1974@gmail.com ).