El abogado de mi esposo PARTE 3 (Última)
Pablo, esposo de Melisa, tras ser encarcelado, se ve obligado a contratar los servicios legales de Marco, excelente abogado y exnovio de Melisa. Incapaz de discutir la excelente labor de su abogado, pronto descubrirá que recuperar a su esposa le costará tanto o más que recobrar la libertad.
Estimados nuevos lectores, para mayor entendimiento de la historia, los invito a leer el primer y segundo relato de esta serie "La confesión de mi esposa" (Parte 1: https://www.todorelatos.com/relato/177561/ ;Parte 2: https://www.todorelatos.com/relato/178188/ ). ¡Disfruten!
Lo sucedido aquel día fue la gota que derramó el vaso. Marco se había adueñado de mí. Entramos en una relación de amigovios en la que nuestra amistad se mantuvo, pero, a pesar de estar yo casada, cogíamos regularmente cada vez que teníamos ganas. Sin culpa, sin arrepentimiento, sin ataduras, sin miedo, sin vergüenza, sin límites. Sexo, pasión y lujuria sin límites.
Mi esposo, por supuesto sospechaba de lo que sucedía, pero su posición no le permitía discutir debido a la invaluable ayuda que Marco le estaba brindando. Habían pasado ya seis meses y su situación en la cárcel era cada vez más dura. Tenía la sospecha fundada que su esposa se estaba encamando con su abogado y no podía hacer nada al respecto. Para empeorar las cosas, él no podía tener relaciones sexuales con su esposa y habían pasado seis meses desde su último contacto físico con una mujer, conmigo. La arrechura, el morbo, la desesperación era tal que, un día, en una de las consuetas visitas, Pablo me dijo:
- Melisa, ¿Aun tienes las fotos que guardas en esa caja en el ropero?
- Si, mi amor, pero ¿Realmente quieres hablar de eso ahora?
- Me gustaría que me las regalaras, por lo menos por este tiempo que me falta aquí adentro. – Me dijo mirándome a los ojos.
Yo no sabía que responder, no entendía lo que me estaba pidiendo. Empecé a titubear y antes de que emita respuesta, habló otra vez Pablo:
- Antes de que me digas que no, por favor piensa cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que tuve contacto sexual contigo. Hace seis meses que estoy rodeado de hombres, entiende cuanto te estoy necesitando y deseando en este momento.
- Yo entiendo eso, Pablo, pero tú sabes que en esas fotos yo no estoy sola. Sabes que son de mi ex relación con Marco y, pues… Bueno tú sabes a lo que me refiero, el también aparece en las fotos.
- Si lo sé Melisa, sé que las fotografías te retratan teniendo relaciones con él. Pero lo pensé mucho, estoy desesperado, es la única manera de verte desnuda e imaginar estar contigo. Me aliviaría mi estadía aquí adentro estos últimos meses.
El tono fue convincente, seguro y lógico. Su seguridad fue tal, que no supe decirle que no.
- Ok Pablo, pero te pido y espero que no enloquezcas de celos al ver las fotografías. Esta decisión es tuya y no quiero pelear por eso.
- Melisa ya conozco las fotografías, se a lo que me atengo y lo pensé con mucho detenimiento. Gracias por acceder.
- Bueno, mi amor, te las entregaré la próxima visita. Te hago recuerdo que la próxima vez vendré con Marco, tiene que hablarte sobre la defensa en el juicio que ya la tenemos preparada. De las fotografías no te preocupes, él no se enterará que te las daré.
- Gracias, mi amor, gracias por acceder y por el trabajo que hicieron por mí. Nos vemos la próxima semana. No olvides que te extraño mucho.
- Yo también te extraño, ya falta muy poco para que esta pesadilla acabe.
Mientras el guardia nos hacía señas que la hora había acabado, nos despedimos y nos separamos.
Pasaron dos semanas para la siguiente cita. Mis relaciones con Marco seguían siendo constantes, por lo que en ese lapso de tiempo me habría cogido nueve o diez veces, sinceramente ya se volvió difícil llevar la cuenta. Esa era mi nueva normalidad.
El día de la cita, Marco tenía que pasar a recogerme a mi casa para ir juntos, pues él tenía que informar oficialmente que la defensa estaba lista para el juicio y solo faltaría aguardar el fatídico veinte de octubre. Yo estaba ya lista, viendo las fotografías que le había prometido a Pablo. Fotografías íntimas de mi ex relación, todas en frente a algún espejo, yo desnuda con Marco igualmente desnudo, entregada por completo y dejándome coger en varias posiciones. Yo sentada sobre el pene de Marco, montándolo dándole la espalda al espejo mientras el sacó la foto; yo de cuatro, mirando hacia el espejo, mi torso completamente agachado y mi culo completamente empinado mientras Marco me cogía desde atrás y sacaba la foto; Marco mirando al espejo sacando la foto, yo debajo de él, echada en la cama y con mis piernas en sus hombros; Marco parado frente al espejo sacando la foto, yo arrodillada en frente de él, haciéndole sexo oral; entre otras.
- ¿Realmente esto es lo que quería Pablo? Yo entiendo que después de seis meses debe estar desesperado, pero aquí literalmente verá a su esposa entregada a otro hombre… En fin, él dijo saber a lo que se atiene, tendré que hacerle caso. – Pensé dentro de mí.
Marco había llegado, guardé las fotografías en mi bolso, salí de mi casa y subí a su auto. Llegamos al reclusorio y nos dirigimos hacia el cuarto de visitas donde Pablo ya nos esperaba.
- Hola Pablo, ¿Como estas? – Empezó Marco extendiendo la mano a mi esposo.
- Hola Marco, hola Melisa. – Contestó devolviendo el saludo a Marco y dándome un beso a mí.
- No les quitaré mucho tiempo, tengo que dirigirme al aeropuerto para un viaje de negocios y los dejaré libres en su visita. - Dijo Marco. Mientras seguíamos aun parados, prosiguió – Pablo, te informo oficialmente que la defensa está lista. Trabajamos arduamente estos últimos meses, fue complicado, sobre todo la recopilación de información. Quedé muy contento con el resultado y te podría casi asegurar que el mismo veinte de octubre quedarás libre. Solo te queda aguantar, amigo. Además, tengo una excelente noticia para ambos. Debido a tu buen comportamiento y a que ya cumpliste seis meses de reclusión, logré negociar una visita conyugal para dentro de dos semanas. Disfrútenla porque, lamentablemente, será la única – Nos dijo guiñando el ojo.
Pablo, en un impulso de emoción, abrazó a Marco, casi en lágrimas.
- Gracias de verdad, Marco, ¡No sé cómo agradecerte!
- No te preocupes colega. Este es mi trabajo, pero déjame decir que la ayuda, presencia y compañía de tu esposa facilitó todo el proceso, además de complacerme mucho . – Dijo Marco mientras me miró a los ojos.
Marco había concluido lo que tenía que decir. Nos dirigimos a la puerta y se despidió primero de Pablo:
- Chau Pablo, espero que estos últimos dos meses sean más llevaderos y tranquilos para ti. La visita conyugal debería ayudar mucho. – Le dio un abrazo y prosiguió despidiéndose de mí. - Chau Melisa, nosotros nos vemos dentro de dos semanas, a la vuelta de mi viaje. Cuídate mucho. – Me abrazó aún más fuerte que a Pablo, pretendiendo una casualidad, con su brazo rodeó mi cintura, dejando que su mano se pose sobre uno de mis glúteos incluso apretándolo ligeramente, dejando que Pablo presencie la escena completa.
Dejó de abrazarme, abrió la puerta y se fue. Yo, sonrojada, miré a Pablo pensando que comentaría algo sobre lo ocurrido y, al ver que es no sucedía, recobré la calma y perdí el rubor. Nos dirigimos a la mesa y, tras hablar de generalidades de nuestras semanas, Pablo me preguntó ansioso:
- Melisa, ¿Pudiste traerme las fotos?
- Si Pablo, las traje. ¿Estás seguro de que las quieres? Son más explicitas de lo que recordaba.
- Si Melisa, como te dije la anterior vez, lo pensé mucho y quiero tenerlas.
- Ok, solo te pido que no las muestres a nadie, mucho menos a Marco. Y recuerda, ¡No quiero escena de celos cuando todo esto acabe!
Le entregué las fotos y nos dimos un beso. Pablo prefirió nos verlas en ese momento, así que seguimos hablando consumiendo el resto de la hora de la visita. Antes de despedirnos, Pablo hizo referencia a la visita conyugal que Marco había logrado negociar.
- Melisa, nuestra próxima visita es conyugal. – Me dijo con euforia.
- Si, mi amor, debes estar con muchas ganas, ¿No? - Le dije con voz provocadora.
- Uy, ¡No sabes cuánto! Quiero pedirte otra cosa para ese día…
- Claro, dime. No más fotos ¡Eh! - Dije entre risas.
- ¿Por qué no usas una de las tangas que te regalé y nunca estrenaste? Por favor, solo para ese día.
- ¡Que travieso eres! - Le dije mientras le daba un beso en la boca. – Está bien, usaré la que más me guste y mejor me quede, pero solo por ese día.
Pablo siguió mi beso, posó su mano en mi culo y apretándolo me hizo notar su felicidad y gratitud.
- Gracias mi amor.
Nos despedimos y yo volví a mi vida cotidiana. O, bueno, no tan cotidiana porque Marco no estaba.
Pasé las dos semanas sin Marco, sola. La regularidad de nuestros encuentros sexuales me había vuelto sexualmente activa, fogosa y necesitada. Dos semanas sin ser cogida por él se sentían como una eternidad. Me sentía insatisfecha, deseosa y caliente, necesitaba su sexo. Inconscientemente, en ningún momento pensé ahogar mi calentura con mi esposo durante la visita conyugal, solo pensaba en Marco, el único que sabía cómo satisfacer mis necesidades.
La mañana del día de la visita conyugal, que había sido agendada para las 18:00, Marco me llamó desde el hotel donde se hospedaba.
- Hola Melisa, ¿Cómo estás? ¿Cómo estuviste?
- Hola Marco, muy bien, ¿Y tú? ¿Cómo te fue en tu viaje?
- Pues bastante bien, logré cerrar algunos contratos. Pero tu compañía me hubiese venido mejor. - Me dijo entre risas.
- ¿Me extrañaste? – Pregunté entre risas.
- ¡Mucho! Hoy es tu visita conyugal, ¿No? ¿A qué hora es? – Sin dejar que conteste, prosiguió. – Yo llego a las 15:00, puedo pasar a buscarte a tu casa y te acompaño hasta el reclusorio.
- Ok, Marco. Mi cita es a las 18:00, te espero en mi casa.
Yo ya estaba lista en mi casa. Una blusa blanca con ligera transparencia, una falda color vino corta y unos zapatos plataforma de quince centímetros. De ropa interior un sostén con encaje, apenas visible a través de la transparencia de la blusa y, para la parte inferior, aun no había escogido entre las tangas sin estrenar que me había regalado mi esposo. Definitivamente un atuendo cien por ciento provocador. Tras seis meses, y teniendo confirmado que aquella visita conyugal sería la única, era lo menos que podía hacer por mi esposo para que disfrute un poco más.
El reloj marcaba las 15:00, luego las 16:00, luego las 17:00. No fue hasta las 17:15 que recibí la llamada de Marco.
- Hola Melisa.
- Hola Marco, ¿Qué pasó? Te estoy esperando desde las 15:00, como acordamos.
- Lo se Melisa, mil disculpas. Lamentablemente, el vuelo se retrasó y me quedé sin batería para avisarte. Llego en cinco minutos.
- Ok, no te preocupes. Ven, apúrate por favor. - Le dije con voz desesperada.
- Espérame. Ya llego.
Eran las 17:30 cuando sentí tocar la puerta. Yo estaba en la cocina, sentada, viendo mi celular y fui a recibir a Marco a la puerta.
- Ven pasa, toma asiento.
- ¡Wow! Te ves espectacular. – Me dijo aun parado en la puerta de entrada mientras yo me dirigía al comedor.
- ¡Gracias! Siéntate en el comedor, ya llego. – Le dije casi gritando desde la puerta de mi dormitorio.
Me dirigí a mi dormitorio y fui a buscar las dos tangas entre las cuales debía escoger para mi visita a Pablo. Volví al comedor y Marco ya se había puesto cómodo en una silla, leyendo algunos documentos que tenía en el maletín.
- ¿Entonces? No respondiste mi mensaje. – Le dije mirándolo mientras él no despegaba su mirada de los papeles.
- Disculpa Melisa, mi celular se quedó sin batería, lo cargaré en cuanto llegue a mi casa. – Me contestó aun sin establecer contacto visual conmigo.
- Bueno… ¿Cuál de estas dos tangas me pongo?
Al escuchar la pregunta, volteó rápidamente a mirarme. Yo estaba parada frente a él, mirándolo y enseñándole las tangas, una en cada mano. Ahora que si tenía su atención, pregunté nuevamente:
- Mi esposo quiere que hoy lleve una tanga de las que me regaló para que la estrene junto a él. ¿Cuál de estas dos me pongo?
- La roja ya la estrenaste conmigo. – Me dijo mirándome a los ojos y con tono pícaro.
- Si, pero él no lo sabe. – Le contesté cínicamente mirándolo a los ojos.
Marco seguía sentado en la silla frente a mí. Me miraba de pies a cabeza y se notaba que la conversación lo estaba excitando. El bulto a través de su pantalón ya era evidente.
- Creo que la negra te queda mejor. – Me dijo mirando la prenda a la que refería la cual yo sostenía con mi mano.
- Solo lo dices porque es más pequeña. – Le dije riéndome. – Bueno, te haré caso de todos modos.
Dejé la tanga roja sobre la mesa y me quedé con la negra mi mano. Aun parada frente a Marco, me agaché, levanté mis pies y me dispuse a vestir la tanga. Con mi cabeza gacha, la subí lentamente por mis piernas hasta acomodarla por debajo de mi falda.
- ¡Listo! – Exclamé cuanto terminé.
Marco había presenciado todo el show sentado en esa silla en frente mío, a escasos centímetros de mi cuerpo. Su erección era indisimulable y la excitación en su rostro también.
- ¡Como quisiera ser yo quien estrene esa tanga! – Exclamó.
Era evidente que mi intención, si bien inconsciente, fue provocarlo desde un principio. Debido a la falta de sexo durante las ultimas semanas, sumado a la vista de Marco derretido de deseo, la excitación se estaba apoderando de mí. Dirigí mi mirada al bulto de su pantalón, lo miré a los ojos, me agaché apoyando una mano en su pierna y la otra en su pene erecto y le dije:
- ¡Pues estrénala!
Comencé a besarlo apasionadamente. Él me respondió el beso metiendo su lengua en mi boca y tocándome el culo directamente por debajo de la falda.
Mi deseo, excitación y necesidad de ese hombre, sumada al beso que me daba, ya habían logrado que mi sexo empezase a mojarse. Por lo diminuta de la tanga, no tardé mucho tiempo en dejarla completamente empapada. Mientras nos besábamos, desabrochaba el cinturón y luego el pantalón. Él me tocaba el culo metiendo sus manos tan profundamente en mis glúteos, que sus dedos tocaban mi coño mojado causándome aún más placer.
Pasé a besarle el cuello mientras le desabrochaba el pantalón. Me deshice del cinturón y dejé caer el pantalón y bóxer que encerraban su pene erecto. No perdí ni un segundo de tiempo. Agarré el pene con mi mano, y mientras seguía besándole el cuello, empecé a frotarlo en mi tanga a la altura de mi coño y por debajo de mi falda. Sentir el roce de su pene me hizo mojar aún más, a tal punto que mis fluidos traspasaban la ropa interior y mojaban su pene.
Me acerqué por completo a él, abrí mis piernas, con una mano corrí la tanga y posicioné su pene en la entrada de mi coño. Estaba ya doblando mis rodillas para sentarme sobre la verga de Marco, cuando me detuvo y dijo:
- Esta vez sí tengo preservativo, ¿Quieres que lo use?
Quedé en esa posición, reflexionando por unos segundos, sin embargo, inconscientemente, ya había doblado mis rodillas y el pene de Marco ya había empezado a penetrarme. Fue imposible detener la excitación.
- Necesito sentir tu piel, necesito que me impregnes con tu esencia. – Le dije entre jadeos mientras me sentaba por completo sobre su pene dejando que se introdujera en el fondo de mi sexo.
Marco, sentado en la silla, sin pantalón y con la camisa desabotonada. Yo, sentada encima de el con las piernas abiertas, mirándolo y cabalgándolo mientras nos besábamos.
- ¡Ahhh! ¡Siii! ¡Cuanto lo necesitaba ! – Le dije mientras lo montaba.
Marco agarró mi culo con las dos manos y acompañaba el movimiento de mis caderas mientras lo montaba cada vez con más vehemencia.
- Me excita que te dejes llevar y enloquezcas con mi pene.
Yo abrí más mis piernas, rodeé su cuello con un brazo y dejé caer mi cabeza para atrás. Seguía moviendo mis caderas de adelanta hacia atrás, sintiendo como su pene se adueñaba de cada rincón de mi coño.
- ¡Ahhh! ¡Ahhh! - Gemía fuertemente.
- Melisa, perdóname, pero tienes que parar, vas a hacer que me corra si no. Estoy muy excitado y es delicioso como me montas. Tu coño empapado me está enloqueciendo, ¡Tú me estas enloqueciendo!
No hice caso. Lo miré y empecé a mover mis caderas aun mas fuerte, ya no solo de adelante hacia atrás, sino también simulando un movimiento rotatorio, provocando una sensación de masajeo para el pene de Marco. Su pene recorría cada rincón de mi coño.
- ¡Disfruta de mi coño mojado y córrete dentro! Hazme tuya por completo. – Le dije entre gemidos.
- ¿Estás segura, Melisa? Yo ya no resisto…
Seguí montándolo con fuerza.
- ¡Solo hazlo! Marco dame todo tu semen en el fondo de mi coño. Lléname de semen y aduéñate de mí. Dámelo Marco, deja tu semen dentro de mí y hazme tuya.
Marco ya no resistió, agarró mis caderas y movió ligeramente su vientre hacia arriba, provocando que su pene se introduzca aún más adentro. Cerró sus ojos y, entre gruñidos, experimentó un intenso orgasmo dejando que su pene explotara dentro de mí.
Su semen me había invadido por completo, sentía su semen saltar en los más profundo de mi sexo y no paraba de salir. La cantidad era descomunal, mucho más de lo normal, pero no me sorprendió, incluso me lo esperaba. Pues, después de más de dos semanas sin eyacular, la cantidad acumulada para Marco, no podría haber sido inferior a eso. Ya quieta, pero aun sentada sobre él con su pene dentro, al sentir la tremenda cantidad que brotó, lo besé y le dije con voz excitada:
- ¡Ahh! ¡Me llenaste por completo! ¡Qué bien se siente!
Me levanté, acomodé mi tanga que seguía mojada por mis fluidos y, aun con el semen de Marco dentro mío que lentamente empezaba a salir, me arreglé un poco el resto de mi ropa y mi cabello.
- Ahora, acompáñame a ver a Pablo, por favor, me debe estar esperando. Ya voy con diez minutos de retraso. – Le pedí con voz dulce.
- Vamos, cariño. – Respondió rápidamente.
Se vistió rápidamente y nos fuimos al auto. Durante el trayecto, el semen de Marco salía lentamente de mi sexo, empapando por completo la diminuta tanga que estaba usando. Era tanto lo que salía, que la tanga ya no resistía tanta humedad. Gotas empezaron a traspasar y a escurrir por mis piernas.
- ¡Qué manera de estrenar la tanga! – Exclamó Marco entre risas.
- ¡Dímelo a mí! En las condiciones que están la tanga y mi coño ahora, no sé qué le diré a mi esposo. ¡Es indisimulable!
Marco rió y contestó:
- Verás que, con lo necesitado que está ahora, ni siquiera se dará cuenta.
- Es imposible que no se dé cuenta, en todo caso, solo fingirá no haberse dado cuenta. – Contesté.
Llegamos al reclusorio con treinta minutos de retraso, solo quedaban otros treinta minutos de visita conyugal. Cuando Marco estacionó, me acordé que Pablo me había pedido llevar preservativo.
- ¡Ay, no! Tenía que comprar condones. Pablo me los pidió.
Marco sacó de su bolsillo el condón que no habíamos usado en mi casa y, mientras me lo entregaba, exclamó con tono irónico:
- ¡Diviértete!
Yo reí, lo besé en la boca y le dije:
- ¡Cínico!
Le guiñé el ojo, abrí la puerta y bajé del auto. Me dirigí directo al cuarto donde Pablo me esperaría para la visita conyugal y, efectivamente, ahí estaba. El cuarto era privado, pintado de color crema, sin ningún tipo de decoración, solo una cama limpia (¡Espero!) en el medio. Pablo, al verme, se levantó de aquella cama donde estaba sentado y corrió a saludarme.
- Perdona, cariño, tuve un inconveniente. - Le dije mientras le di un beso apasionado para apaciguar su posible enojo por mi retraso.
Pablo me miró de pies a cabeza y respondió:
- Melisa, te ves espectacular. ¡Ese escote, esa falda, esas piernas, esos pies! - Me decía mientras su mirada recorría todo mi cuerpo.
- ¿Te gustan? – Le pregunté refiriéndome a mis pies, mientras los juntaba y le mostraba mis uñas pintadas del mismo color de mi falda, visible a través de mis zapatos plataforma abiertos.
Mi esposo tenía un fetiche de pies, así que sabía que la pedicura que me había hecho para esa ocasión le gustaría.
Nos besamos apasionadamente, Pablo empezó a tocar mi culo por encima de la falda y ya sentía el bulto que se formaba en su pantalón. Me llevó a la cama e hizo que me sentara, mientras él se arrodillaba al pie de la cama, en el suelo en frente mío. En su posición arrodillada en el suelo, y yo sentada en la cama, me sacó rápidamente mis zapatos y se entretuvo unos momentos con mis pies. Besaba mi empeine, mis dedos, lamía mis pies por completo y se deleitaba adorándolos. Aquello no me sorprendió, yo conocía su fetiche y lo consideraba como algo absolutamente normal, incluso placentero. Me gustaba su adoración, me hacía sentir deseada. Lamentablemente, no quedaba mucho tiempo para que la visita concluyese, por lo que no podíamos entretenernos mucho en juegos previos. Levantó mi falda y fue directamente a mi tanga pretendiendo retirarla. Yo levanté ligeramente mis glúteos para facilitar su labor.
La tanga era irreconocible. La parte externa, completamente mojada, casi chorreando. En la parte interna, el semen blanco de Marco que no había parado de salir durante el trayecto en auto. Su semen también se lo notaba salir por mi coño, del cual salían chorros blancos inconfundibles.
Al ver aquella imagen, Pablo levantó sus ojos y me miró fijamente, como queriendo buscar una explicación a lo que veía. Yo lo miré a los ojos y sintiéndome un poco nerviosa, intenté no dar muchas explicaciones.
- Marco me pasó a recoger de casa y me trajo hasta aquí.
Pablo no comentó nada y, como yo lo había presagiado, volvió a mirar la tanga intentando fingir que no se había dado cuenta de lo que pasaba.
- Te queda muy bien esta tanga. ¿Me la regalas? – Preguntó con tono excitado.
Pablo estaba excitadísimo, su respiración, su tono de voz y su indisimulable erección lo delataban.
- Pero Pablo, no está en condiciones para que te la regale, está toda… Está llena de… Bueno, ¡Tú sabes cómo está! Simplemente es evidente que no está en condiciones.
La lujuria se había apoderado de él. Se notaba cuanto necesitaba esto. Agarró uno de mis pies, hizo que lo apoyara en su rostro y empezó a lamerlo.
- Por favor, Melisa, la quiero así como está. – Me dijo mientras adoraba mi pie.
Tenía a mi esposo Pablo arrodillado frente mío, lamiendo y adorando mis pies, mientras me suplicaba que le regalase una tanga llena de semen de Marco después de haberme dejado coger por él minutos antes de nuestra visita conyugal. La lujuria de la situación y la sumisión de mi esposo, estaba empezando a excitarme, así que decidí seguir con el juego y dejarme llevar por el momento. Ahora era yo quien movía mi pie por su boca para que lo lamiese, el otro lo posé sobre su pantalón, tocando su pene erecto.
- De verdad la quieres, ¿No? ¡Se nota! - Le dije mientras frotaba su pene a través del pantalón con mi pie. – Te la daré solo si me la quitas con la boca. – Proseguí.
Pablo no lo dudó un segundo. Pasó de lamer mi pie a besar mi tobillo, subiendo lentamente por mi pierna hasta llegar a mi tanga. Estaba a medio sacar, a mitad de mis muslos aproximadamente. No le importó lo mojada que estaba ni los fluidos masculinos y femeninos que chorreaban de ella. No le importó lo que estaba por introducir en su boca. Simplemente agarró mi tanga empapada con su boca y la fue deslizando a través de mis piernas. Me la sacó por completo con la boca, la agarró con su mano, la miró por unos segundos y la guardó. Al ver la tanga en ese estado, la excitación se adueñó de él. Con su respiración agitada me dijo:
- Melisa, ya me quiero correr, perdóname, pero ya no me aguanto. Deja que me corra mientras lamo tu coño.
- Pablo, pero…
- Solo déjame hacerlo, por favor, Melisa.
Pablo estaba entregado a la excitación, a la pasión, a la lujuria, a la sumisión, ¡A mí! Decidió seguir fingiendo no saber lo que estaba sucediendo y me hizo entender que quería que yo le siguiese la corriente. Así lo hice. Abrí mis piernas, agarré su cabeza desde su nuca e hice que su boca se posara sobre mi sexo. El empezó a lamer con locura, lamía mis labios vaginales de arriba abajo llegando hasta mi clítoris y volviendo a bajar. Sentía como los últimos chorros abundantes de semen salían de mí, pero eso parecía no importarle a Pablo, más bien gustarle. No dejó un solo rincón de mi vagina sin lamer.
- No puedo creer que sigas tan mojada, mi amor . - Me dijo Pablo mientras me hacía sexo oral.
Abrí más mis piernas, sostuve su nuca con mi mano y, con fuerza, mantuve su cabeza pegada a mi coño. La situación era extremadamente excitante. Ambos preferíamos evitar referirnos explícitamente al semen de Marco, preferimos dejarnos llevar por el momento y seguir fingiendo no saber nada. Claro, en el fondo, ambos sabíamos exactamente de lo que estábamos hablando.
- Yo tampoco puedo creer que siga tan mojada. ¿Sientes cómo me mojo más cuando abro más mis piernas? ¿Esto te gusta?
- ¡Me encanta!
Abrí aun mas mis piernas, sostuve su nuca con mas fuerza contra mi sexo y le dije:
- Entonces, siéntelo todo, mi amor. Lámeme el coño, ¡Lámelo hasta que no quede nada!
Pablo no pudo aguantar mis palabras. Mientras me lamía el coño, sentí como su respiración se aceleraba y sus lamidas eran más intensas. Había eyaculado con su pene aun en su pantalón.
- Perdona Melisa, no me pude aguantar. - Me dijo avergonzado con su boca un cerca de mi sexo.
- No te preocupes mi amor, sé que estabas excitado. Espero te haya gustado. - Le dije mirándolo a los ojos.
Ambos nos reincorporamos. El ocultó mejor la tanga que le había regalado; yo me puse los zapatos y acomodé mi falda para que no se notara que iba sin ropa interior.
- Melisa gracias por hoy. Solo te pido que no le digas a nadie lo que acaba de pasar, por favor.
- No te preocupes mi amor, nuestra intimidad siempre será privada. Nadie se enterará. Espero hayas disfrutado, porque yo si lo hice. – Le dije con voz provocadora, guiñándole el ojo y dándole un beso en la boca.
Nos despedimos de la única visita conyugal que tendríamos y volvimos a nuestra vida normal, con nuestras visitas comunes. Faltaban escasos dos meses para el día de la audiencia. Seguí visitando a Pablo regularmente mientras seguía teniendo una vida sexual activa con Marco.
Aquel veinte de octubre había llegado. El fatídico día de la audiencia. Como anticipado por Marco, y gracias a su actuación descomunal ante el juez, Pablo quedó libre inmediatamente incluso con posibilidad de pedir resarcimiento por el tiempo extra transcurrido en reclusión.
Esa misma noche, me encontraba con Pablo festejando su salida del reclusorio. A mitad de le cena, recibí la llamada de Marco para que vaya a su casa y pasara la noche con él.
- Pablo, tengo que irme. Marco me invitó a su casa. No me esperes despierto, no llegaré a dormir. – Le dije mientras comía el ultimo bocado del plato que había pedido en aquel restaurante.
- Pero Melisa, acabo de salir de la cárcel después de casi nueve meses, ¿Acaso no quieres pasar tiempo conmigo? ¿Acaso no me extrañaste? - Sin dejar que le contestara, Prosiguió. - Yo sé que te acercaste mucho a Marco en este tiempo, sé que pasaron mucho tiempo juntos y que, incluso, te quedaste a dormir en su casa. Aguanté eso, aguanté que te tocara el culo en frente mío e incluso aguanté que llegues tarde a nuestra visita conyugal por coger con él. ¡Melisa, sé que cogiste con él durante todo este tiempo! Lo acepté por haber estado encerrado, por no tener otra opción, pero ahora que estoy libre, ya no estoy dispuesto a soportar nada de esto. Por favor, reflexiona sobre lo que le harías a nuestra relación si aceptas esa invitación, ¡Lo que me harías a mí! – Concluyó.
- Pablo, tú no sabes lo sola que me sentí cuando te encarcelaron. Para mí fue devastador y, si no hubiera sido por Marco, sinceramente no sé cómo hubiera superado todo esto. Eso provocó que nos acercáramos mucho, demasiado, a tal punto que volví a vivir momentos de intimidad con él. Esa intimidad me llevó a entregarme por completo, revivió y me hizo descubrir sensaciones que no estoy dispuesta a dejar de sentir. Pablo, yo a ti te amo, te amo mucho y de verdad, pero no estoy dispuesta a dejar de verme con Marco.
- Melisa, no termino de entender lo que me estás diciendo.
- Pablo, quiero que entiendas que, a partir de ahora, nuestra relación ha cambiado. Seguiremos teniendo una relación de esposos, hermosa como la que tuvimos hasta ahora, pero será Marco quien me disfrutará en la cama y se adueñe de mí.
- Melisa, ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué me pones en esta situación?
- Pablo, piénsalo. ¿Acaso no fuiste tu quien me pidió que le regale las fotos sexuales que tenía con otro hombre? Dime, ¿Cuantas veces te masturbaste en la cárcel viéndome tocar, chupar y ser penetrada por el pene de Marco? ¿Acaso no fuiste tú el que me pidió la tanga regalada, aun sabiendo que la acababa de estrenar con otro hombre? Dime, ¿Cuantas veces te masturbaste con esa tanga sucia con restos de mis fluidos y semen de Marco que me había dejado en el coño, minutos antes de nuestra visita conyugal? ¿Acaso no te acuerdas cuanto te gustó limpiar el semen que mi amante había dejado en mi sexo? Pablo, esto a ti te gusta, te excita, lo deseas tanto cuanto yo, y lo sabes. ¡Acéptalo! Acepta que te excita saber que tu esposa le abre las piernas todas las noches a otro hombre; acepta que te excita saber que me entrego por completo a Marco, que es él quien provoca que moje mis bragas, que es él quien me enloquece de placer; acepta que te gusta saber que Marco me da la satisfacción sexual que tú eres incapaz de darme; acepta que la lujuria y morbo que sentiste aquel día de nuestra visita conyugal, para ti es incluso más satisfactorio que tener relaciones conmigo. Dime, ¿No es así? Y, ¿Sabes algo? ¡Es normal! Pablo, lo que tu sientes es normal, no serás el primero ni el último en sentir esto, es mucho más común de lo que piensas. Lo tuyo no es enojo porque Marco me coge, lo tuyo solo es miedo al “que dirán” si se enteran que tu esposa tiene un amante a sabiendas tuyas. Olvídate de eso Pablo, olvídate de los prejuicios, además te aseguro que nadie se enterará. Acéptalo y verás como tu vida será más relajada, más libre, más feliz. Lo que sentiste aquel día lo volverás a sentir una y mil veces, verás que no te arrepentirás.
Pablo mi decisión está tomada, ya no quiero tocar el tema ni volver a discutir de esto o aguantar escenas de celos. Soy yo la que te invita a reflexionar y a liberarte. Piénsalo bien y, si aceptas, pásame a buscar mañana en la mañana a casa de Marco.
Me levanté de la mesa, le di un beso en la mejilla y me fui.
Esa mañana desperté al lado de Marco, ambos desnudos en su cama. Los dos nos despertamos y nos dimos un beso. El beso pronto se tornó en apasionado, empezamos a invadir nuestras bocas con nuestras lenguas y, mientras Marco tocaba mi culo, sentí su pene endurecerse.
- ¿Tan temprano y ya estás duro? - Le pregunté mientras mi mano se posaba sobre su pene ya erecto.
- Es por tu culpa . - Me respondió dándome una nalgada.
Las sabanas solo cubrían la parte inferior de su cuerpo. Sin decirle nada, me introduje debajo de ellas, cubrí mi cabeza, desapareciendo por completo y me posicioné en el medio de sus piernas. Quedé a oscuras y a solas con el pene erecto de Marco. Él, con su torso desnudo, apoyó su cabeza sobre sus brazos cruzados detrás de su cabeza y se entregó al placer que estaba empezando a darle.
Chupaba ese pene moviendo mi cabeza de arriba abajo, lo sacaba de mi boca, lo lamía desde su cabeza hasta la base, incluyendo sus testículos, y viceversa. Lo volvía a meter en mi boca y seguía chupando. Mi movimiento no era exageradamente acelerado, pero era constante y continuo. Marco seguía con sus brazos cruzados. Desde su posición, veía como la sabana se levantaba y volvía a caer, obviamente en concordancia con el movimiento de mi cabeza mientras le chupaba la verga.
De repente, sonó su teléfono celular. Sin que yo parase con mi labor, contestó. Era Pablo, puso el teléfono en altavoz y comenzó la conversación.
- Hola Marco. – Dijo Pablo saludándolo.
- Hola Pablo, ¿Cómo estás?
- Excelente Marco, estar fuera de ese infierno me tiene muy feliz y todo te lo debo a ti. Te agradezco de verdad por todo lo que hiciste por mí.
- Qué bueno Pablo, me alegra mucho haber podido resolver tu caso.
Yo seguía en mi labor de darle placer a Marco. Chupaba, lamía y besaba su pene mientras él seguía hablando con mi esposo, ignorando por completo la conversación que ellos tenían.
- Marco, estoy buscando a mi esposa, la llamé un par de veces y no me contesta el teléfono. ¿Está ahí contigo?
Al escuchar esas palabras por el altavoz del celular, descubrí mi cabeza de la sabana que me cubría, y con el pene de Marco apoyado en mis labios, lo miré y susurré:
- Dile que estoy ocupada y que no puedo hablar ahora.
Volví a taparme con la sabana y seguí metiéndome la verga de Marco en la boca.
- Si, tu esposa está aquí a mi lado. Su celular ha de estar en silencio Pablo, seguramente no escuchó. Ahora está ocupada y no puede hablar. ¿Quieres que le deje algún recado? – Dijo Marco mientras me veía desaparecer bajo las sabanas.
- Si, por favor, dile que pensé y reflexioné mucho sobre lo que hablamos anoche. Estoy aquí debajo de tu penthouse, decidí venir a buscarla, ella sabrá lo que eso significa.
Seguía escuchando la conversación mientras chupaba con placer el pene de Marco. Volví a destapar mi cabeza, lo miré a los ojos y susurré otra vez:
- Dile que me espere, bajaré en cuanto acabe o, mejor dicho, en cuanto tú acabes conmigo. - Le dije guiñando el ojo.
Me tapé otra vez con la sabana y seguí chupándole el pene a Marco.
- Ok, Pablo. Espérala por favor, bajará en cuanto acabe lo que está haciendo.
Marco colgó el teléfono y lo tiró sobre la cama. Yo, rápidamente descubrí mi cabeza una vez más y con su pene apoyado sobre mis labios, le dije en voz alta:
- No te preocupes, Marco. Pablo me esperará. ¡Relájate, disfruta y aduéñate de mí!
Marco volvió a cruzar sus brazos detrás de su cabeza y se dedicó a disfrutar. Yo seguí chupando esa verga dura por debajo de las sabanas.
- La chupas muy bien, Melisa. – Me dijo Marco mientras disfrutaba.
Habían pasado ya treinta minutos desde que Marco colgó con Pablo y yo seguía chupando, lamiendo y besando la verga a Marco.
- Sigue chupándomela Melisa. No pares.
- Como tú me pidas, mi amor. ¡Lo que tú quieras! – Le dije mientras lamía su glande y volvía a introducir todo el falo en mi boca.
Ya había pasado una hora desde que Pablo llamó. Marco seguía echado con los brazos cruzados detrás de su cabeza y seguía disfrutando del sexo oral que le daba.
- Me das mucho placer Melisa. Mi pene en tu boca caliente se siente muy bien.
Yo la chupaba y chupaba…
- Melisa, chúpamelo sin parar, me quiero correr.
Al escuchar esas palabras, yo destapé mi cabeza sin sacar su pene de mi boca, agarré su mano y la guíe hacia mi nuca. Lo miré a los ojos y le dije con el pene aun en la boca:
- Cógeme la boca, si quieres. Córrete cómo y cuando quieras.
Marco entendió que ahora los ritmos de mi chupada estaban en sus manos. Con su mano en mi nuca, empezó a empujar mi cabeza hacia su pene, logrando que se introdujera en lo más profundo de mi boca. La velocidad y potencia también aumentaban. Yo dejaba que me guíe, me excitaba sentirme tan dominada.
- Me gusta verte con mi pene en tu boca mientras tu esposo te espera abajo. – Me dijo con un tono de voz excitado mientras aumentaba la potencia del empuje de mi cabeza contra su pene.
Yo abría mi boca lo más que podía mientras el me metía el pene hasta el fondo de mi garganta.
- ¿Lo quieres? – Me preguntó refiriéndose a su semen.
- ¡Mhm! – Logré balbucear con el pene de Marco en la boca mientras asentía con mi cabeza.
- ¿ Estás segura que lo quieres?
- Marco te lo suplico, dámelo todo en mi boca. Te suplico, ¡Córrete en mi boca!
Marco volvió a empujar mi cabeza para que su verga me penetrara la boca aún más profundo. Yo la abrí más y dejé que consiguiera lo que buscaba.
La respiración de Marco empezó a acelerarse, su mano apoyada en mi nuca ahora agarraba mi cabello y me movía con velocidad y potencia de arriba abajo. Movía mi cabeza simulando embestidas potentes. Acompañaba el empuje de mi cabeza con ligeros movimientos de cadera, logrando enterrar su verga en el fondo de mi boca. Yo solo dejaba que hiciese lo que le excitaba más, que usase mi boca para coger, que me cogiese la boca a su gusto y placer. ¡Eso era lo que a mí me excitaba!
Marco había empezado a gruñir. Solo se escuchaban sus jadeos, los ruidos inconfundibles de mi chupada y ligeros gemidos que yo inconscientemente emitía por el placer que me provocaba sentirme tan dominada, ¡Tan suya!
Los movimientos de cadera de Marco se tornaron más bruscos, su pene se adueñaba por completo de mi boca y mis labios. El último movimiento fue potente, sostuvo mi cabeza con fuerza y hundió su pene en mi garganta.
- Toma mi semen, Melisa, trágatelo todo como a ti te gusta. Toma todo mi semen.
Empecé a sentir los chorros de semen brotar del pene de Marco y saltar directamente a mi garganta. Él sostenía mi cabeza firme y metía su pene en mi boca lo más profundo posible, yo simplemente abría mi boca y lo miraba a los ojos mientras tragaba todo el semen que me daba.
- ¡Eres solo mía! – Me dijo mientras aun eyaculaba en mi boca.
¿Había alguna duda? Mientras él me decía que era suya, yo lo miraba a los ojos y, con su pene en la boca y cara excitada, tragaba cada chorro de semen que saltaba en mi garganta. ¿Había alguna duda? Su orgasmo duró casi un minuto, un minuto de semen brotando en mi boca, un minuto tragando chorros y chorros de semen de Marco.
Marco aflojó el agarre de mi cabeza, voluntariamente seguí chupando su pene hasta la última gota y, habiendo acabado, mientras lo miraba a los ojos le dije:
- ¿Te cabe alguna duda que soy solo tuya? - Le pregunté mientras limpiaba con mi lengua las ultimas gotas de semen que salían de su pene.
Marco me miró a los ojos. Viéndome completamente entregada, habiéndose asegurado que realmente se había adueñado de mí, me dijo:
- Ahora ve y dale un gran beso de buenos días a tu esposo. O, mejor dicho, ¡Un gran beso de bienvenida a su nueva vida!
FIN
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