El abogado
Mi vecino al abogado me observó en el coche desde su ventana
Mientras mi hermana le hacía la consulta, yo no podía dejar de analizarlo. Aquellos zapatos de piel negros no combinaban con su traje azul marino pero tampoco lo necesitaba. Su más de uno ochenta de altura y su complexión delgada hacían que casi todo le sentase bien. Probablemente ese absoluto desprecio por la moda que tienen los guapos a los que nada les sienta mal, le hizo pensar que poniéndose un cinturón negro conseguiría su objetivo de integrar los zapatos, pero lo cierto es que su porte y su belleza natural eran su verdadero complemento perfecto.
Era probablemente uno de los abogados más guapos y sexys de la ciudad. No quería gustar y eso le hacía aún más irresistible. Sus preocupaciones eran su trabajo y su familia. Así que lo habitual era verle recorrer a toda prisa las calles de su casa al despacho y viceversa. Tenía los ojos claros y una mirada profunda. Un tono de voz firme, seguro, y convincente. Era unos años mayor que yo, y su pelo negro ya empezaba a poblarse de canas. El Coronavirus nos tenía sentadas a dos metros de distancia de su mesa, así que tuvo que levantarse para recoger la documentación de mi hermana. Cogió los papeles y se quedó de pie, examinándolos.
Mientras él se concentraba en todos y cada uno de los documentos, yo no podía dejar de mirarlo. Su pantalón era estrecho y mis ojos se fueron directos a su entrepierna. Se marcaba su pene que parecía grande, mas bien enorme. Me entró calor y noté como me sonrojaba así que intenté pensar en otra cosa.
Tras analizar la documentación siguió explicándole a mi hermana lo que habría que hacer. De vez en cuando sus ojos se clavaban en los míos y notaba como mi pulso se aceleraba. Llevaba pasándome eso desde el primer día que lo vi. Vivíamos en el mismo edificio y lo conocía desde hacía, al menos, tres años. Desde entonces cada vez que el tío me miraba mi pulso se aceleraba. Era como una droga.
Aquella tarde yo había quedado con mi pareja. Un chico encantador con el que llevaba unos meses saliendo. Cenamos y me llevó en coche a casa. Llevaba excitada desde por la tarde. Aparcó frente al edificio y estuvimos hablando un rato. Cuando me iba a despedir acerqué mi cabeza a la ventanilla para ver si mi hermana, que vivía conmigo, seguía aun despierta. En ese momento mi pulso se volvió a acelerar. Él estaba en la venta de su cocina, fumando, y me había parecido que nos estaba observando. Volví a mirar con descaro, esta vez a través de la luna delantera. No había duda. Nos estaba mirando.
Aquél día llevaba un vestido negro. Me había puesto un poco más elegante de lo habitual, y debo reconocer que ese vestido me sentaba realmente bien. Mi pareja había insistido toda la tarde lo guapa que estaba. Soy una chica de metro setenta, delgada, ojos claros, y pelo castaño. El vestido negro al estar sentada me quedaba casi como una minifalda. ¿Me estaría mirando?
Me acerqué a mi pareja y le dí un buen morreo. Aparté ligeramente mi boca y sonreí. Disimuladamente volví a asomarme a la ventana y ahí seguía él. Volví a acercarme a mi pareja y le besé durante unos segundos más. Estaba absolutamente excitada con la posibilidad de que él siguiese ahí mirándonos. Abrí mis piernas lo más que pude para que él me viera desde su ventana y toqué el paquete de mi novio. Él estaba mucho mas cortado. Giré la cabeza y por la luna delantera le vi mirarme. Llevé su mano a mi tanga y me quedé abierta de piernas mientras me tocaba. Apoyé mi cabeza en la ventana y nos quedamos mirándonos. Nunca había estado tan excitada. Mi pareja me tocaba y mientras, él me miraba.
Continuará.