El abismo
El oficial Matías Hernández es enviado a investigar la desaparición de un diseñador de software. Lo que alcanza a descubrir, demasiado tarde, es el poder que puede ser extraído desde el interior de nuestros deseos más oscuros
El oficial Matías Hernández llamó a la puerta del departamento. Afuera se mezclaba el remolino lejano del tráfico con el aire cálido de la tarde, en un murmullo que cubría el silencio absoluto del lugar. Siguió golpeando mientras realizaba un somero estudio de las puertas restantes y del estacionamiento que se encontraba por debajo, que no ofrecía ningún signo de vida.
- ¡Jaime Rulfus! - gritó el policía a través de la puerta- ¡Policía de Miramar, Sr. Rulfus, si puede oirme abra la puerta!
No hubo respuesta. Jaime Rulfus, un consultor independiente y diseñador de páginas web, había sido denunciado como desaparecido unos días antes por su hermana en Buenos Aires, al no responder a su teléfono por más de una semana. La policía había descubierto que había estado viviendo en este complejo de clase baja, debido a que había viajado para tratar de establecer algunos contactos de negocios. Sin embargo no habían encontrado ninguna señal de uso de la tarjeta de crédito desde que su hermana había perdido contacto con él.
Con mucho cuidado, Hernández tanteó el picaporte de la puerta y se encontró que no estaba cerrada con llave, empujándola suavemente. El interior estaba oscuro, las cortinas cerradas y el aire viciado por el encierro. Abrió las cortinas y notó que todo se veía limpio y en orden. Obviamente no había ninguna señal de lucha. Ni luces, ni radio ni siquiera el televisor se encontraban encendidos. Todo parecía como si su habitante hubiese dejado la casa en un día cualquiera para una jornada natural de trabajo.
Había un zumbido de baja intensidad que emanaba del cuarto trasero. Cuando Hernández entró al cuarto pudo ver que venía de una computadora con su disco rígido funcionando en medio de monitores apagados, ordenadores portátiles y otras CPU's. Era notorio que ese era el lugar de trabajo de Jaime Rulfus. Luego de entrar y cerrar la puerta con suavidad, Hernández notó que las cortinas aquí también se encontraban cerradas, lo que le dio a pensar que el hombre quizás tendría una aversión a la luz del día.
Junto a la CPU que se encontraba en funcionamiento se encontraba un monitor grande y casi tan ancho como la mesa donde se apoyaba. Acercándose, el oficial movió el mouse negro frente al monitor y la pantalla cobró vida. Hernández quedó tan desconcertado como fascinado al ver lo que comenzaba a ejecutarse en el monitor.
De cada borde de la pantalla aparecían como vistas aéreas de cuatro cascadas llenas de agua, que parecían burbujear desde lo alto para sumergirse de manera rápida y violenta hacia abajo, simulando caer a kilómetros de profundidad, en un vacío oscuro que se formaba en el centro de la pantalla. Y mientras observaba se dio cuenta de que en lugar de agua, las cataratas parecían estar formadas por millones de puntos, en principio blancos y fijos que no paraban de hundirse más y más en ese abismo negro. Los colores cambiaban constantemente, pixeles ahora rojos.... ahora de color amarillo.... ahora como brillantes piezas de cristal de hielo azul... cayendo.... y no tan caóticamente sino en líneas estructuradas... como cintas... cintas que parecen accionadas por grandes poleas enterradas en lo profundo de esa oscuridad.... con una cadencia tan atrayante a la vista..... una vista que no se cansa de mirar..... fijamente...... atraída hacia el fondo.....hacia esa cálida oscuridad..... de la que es muy difícil resistirse.... tan atractivo..... tan cálido... tan.....
¡Uno, Adam, María! -la voz femenina sonó en la radio que descansaba en el cinturón del policía- "¿Algo para reportar?"
Ehhh... negativo... -respondió Hernández atontado, mientras intentaba escapar de la espiral de ensueño en la que se había metido. Tratando de recuperar la lucidez, reportó que no había encontrado nada raro. Se le ordenó que volviera al patrullero y que dejara la investigación posterior a cargo de los detectives.
A medida que volvía a recuperar sus facultades, Hernández se dio cuenta que su pulso y su respiración eran elevadas. Pero también notó que la sensación era como la de despertar de un sueño agradable, en la comodidad de su casa, intentando recordar los pormenores huidizos de ese sueño. Y se convenció de que la adrenalina que había liberado había sido de alegría y no de miedo. Y el notable bulto en su entrepierna lo confirmó.
- ¿Qué era esa cosa en la pantalla? -se preguntó, girando nuevamente para observar las cascadas... que seguían cayendo en silencio, sin fin, hacia el oscuro centro. Incluso desde el otro lado de la habitación, donde se había trasladado para despejar su cabeza, el efecto era aún muy profundo. A medida que sus ojos volvían a perderse en las cascadas, que fluían por la pantalla, se fue acercando inconscientemente hacia la mesa, hasta que se encontró nuevamente al lado del monitor, viendo las mismas bandas estáticas que fluían brillantes, como innumerables arroyos, subiendo hacia la cima, para caer más y más rápido hacia ese vacío distante en las profundidades del centro de la pantalla. Muy a lo lejos fue conciente de un cosquilleo que crecía en su entrepierna, a medida que su corazón latía más fuerte y rápido. Su respiración iba al ritmo del agua que caía.... tan irresistible....tan fantástico.... tan cálido... tan maravillosamente tranquilizador....
De repente, mantenerse de pie se convirtió en un esfuerzo y hundirse en la mullida silla que se encontraba justo detrás de él, le pareció una excelente solución. Era conciente que sus ojos se encontraban totalmente abiertos, sin pestañear y aunque intentaba encontrar la fuerza de voluntad necesaria para romper la atracción, para apartar la mirada, también sabía que esas cuatro cascadas arrastraban a sus ojos hacia la oscuridad, mientras su pulso se aceleraba junto a la erección que hinchaba sus pantalones. Intentar cualquier movimiento era imposible ya que la atracción era cada vez más irresistible. No hay manera de resistir la atracción.... la boca abierta.... absorto en la caída del agua..... en el placer de su entrepierna..... tan difícil luchar contra eso.... la calidez que lo esperaba en lo profundo de ese abismo.... tan atractivo.... tan maravilloso.... tan pacífico.....
Las frases retumbaban en su mente, como algunos familiares recuerdos de una época anterior... pensamientos de una hermosa niñez.... cálidos pensamientos reconfortantes de una época que le garantizaba placer y alegría....
Mientras el policía veía con impotencia como cada gramo de su voluntad y de su conciencia se iba diluyendo poco a poco y caía hacia ese pozo oscuro, una voz tenue dentro de su mente, que iba haciéndose cada vez menos audible, le advertía que estaba en peligro. Pero era tan fuerte la sensación de que su voluntad le era extraída de su cuerpo hacia la pantalla, que su mente y su cuerpo colmados de éxtasis lo llenaban de placer y felicidad, que pronto se convenció que era un módico precio a pagar y esa tenue lentamente se fue haciendo más lejana hasta caer en un completo silencio.
Las últimas luces de la conciencia también desaparecieron de los ojos sin pestañear del policía, aún cuando las olas de placer habían desaparecido hasta encontrarse en una reconfortante y narcótica calidez. Tenía la boca entreabierta y un pequeño hilo de baba se derramaba por su mejilla, más allá de la ligera curvatura de una sonrisa de idiota... una clara señal que sugería que su mente se encontraba totalmente ausente.
La imagen de la pantalla se había convertido en un caleidoscopio de colores cuando la puerta de entrada del departamento se abrió y se cerró detrás de Hernández, quien recostado en la silla, no dio ninguna indicación de haber oido algo. Pero sus ojos se abrieron nuevamente cuando la voz de un hombre le habló desde la oscuridad.
Oficial, ¿se encuentra bien? -preguntó una voz con un acento hispánico bien marcado. La conciencia de Hernández se esforzó desesperadamente, una vez más, por salir a la superficie desde ese pozo profundo, escapando de las garras de ese bienestar que adormecía su mente. Cuando empezó a ser conciente de su entorno, nuevamente se dio cuenta que las caídas de agua habían desaparecido y la pantalla en esos momentos mostraba barras aleatorias de colores. ¿Cuándo ocurrió eso? ¿Qué había sucedido? ¿Habría sucedido realmente? Por supuesto que no. Pero, ¿cómo terminó en esa silla y quien era ese hombre hispano que estaba hablando con él, ahora?
¿Oficial...? -repitió el hombre, avanzando hacia él hasta poder mirarlo directamente a la cara.
Sí .... sí -logró decir Hernández- Yo....yo me sentí mareado de repente y tuve que sentarme -dijo mientras miraba a su alrededor limpiando la humedad que residía en su barbilla y mirando hacia atrás, hacia el lugar donde recordaba encontrarse por última vez. El otro hombre era de mediana edad, con un ligero sobrepeso bajo la vieja camisa de vestir de color blanco, mientras que su espeso bigote negro hablaba claramente de sus raíces latinas.
Yo soy el encargado del edificio -dijo el otro hombre- he oído que llamaban al señor Rulfus y como sabía que él iba a estar fuera de la ciudad esta semana y al no verlo salir a usted nuevamente, pensé que lo mejor era asegurarme de que todo estaba en orden. ¿Seguro que se encuentra bien?
Sí, gracias -dijo Hernández volviendo a recuperar casi todas sus facultades- ¿Me acaba de decir que iba a estar afuera de la ciudad por esta semana? Su hermana nos dijo que no ha oído hablar de él por casi dos semanas y que no ha habido evidencia de que él haya estado viviendo en otro lado o comprado nada en todo ese tiempo. ¿Sabe usted donde tenía previsto ir?
No -dijo el encargado moviendo la cabeza- pero me dejó un número de teléfono celular y me dijo que lo llamara si ocurría algo que fuese necesario saber.
Necesitaré que me de el número, si no le importa. Su hermana se sentirá aliviada de saber que se encuentra bien.
Por supuesto. Si me acompaña a mi oficina, lo buscaré para dárselo.- Luego, volviéndose hacia el monitor que seguía transmitiendo ese repetitivo y aparentemente inofensivo espectáculo de luz, el encargado preguntó: - ¿Y eso que es? ¿Cree que deberíamos apagarlo o algo así?
¡No! -exclamó Hernández. Sorprendido de su propia reacción intentó apaciguar su estado de ánimo -No...no...Seguro que... que...lo habrá dejado funcionando con un propósito. Quizás esté trabajando desde otra ciudad en forma remota o algo así. No deberíamos interferir- se quedó mirando la computadora por un momento antes de volver la atención hacia el encargado.
Después de cerrar el departamento, los dos hombres se dirigieron a la oficina del encargado, donde Hernández tomó el número de teléfono y regresó al patrullero para hacer el informe. Mientras lo hacía no podía dejar de mirar la puerta del apartamento ni tratar de entender y recordar con exactitud que había sucedido en esa habitación. Como en un sueño, los hechos ocurridos se iban desintegrando de su mente y no podía tratar de revivirlos.
Pero había algo más... algo que no se estaba desvaneciendo tan rápidamente, y era el recuerdo del sublime placer que había experimentado cuando quedó fascinado con la pantalla. Nunca había probado el crack, pero sabía al detalle las historias de quienes habían probado la droga, incluso los que la habían tomado solamente una vez y se encontraban con el deseo de recrear las irresistibles sensaciones, incluso antes de hacerse fisicamente dependientes. Entendíó que ese era el tipo de fascinación que los individuos sentían, porque mientras miraba a la puerta no podía ignorar el deseo por regresar y seguir explorando ese mundo que había comenzado a conocer. Después de darse cuenta que había pasado varios minutos con la vista clavada en la puerta, se agachó para apagar la radio policial y dejarla apoyada sobre el asiento del acompañante. A continuación, se bajó del auto, y observando unas escaleras que se encontraban fuera de la posible vista del encargado, se dirigió nuevamente hacia el departamento.
Cerró la puerta sigilosamente e ingresó al oscuro lugar, tratando de reprimir el temor de lo que podría suceder si volviese a ver las cascadas, una vez más, con su danza acuática en esa pantalla gigante. En cambio, el monitor estaba nuevamente oscuro y todo se encontraba tal cual lo había descubierto por primera vez. Parado frente a la computadora, con la mano suspendida a centímetros del mouse, sopesaba las posibilidades de lo que le esperaba si, con un simple giro de su muñeca, traía a la vida nuevamente a la máquina.
Finalmente, armándose de valor para cualquiera de las posibilidades que podían ocurrir, le dió un golpe suave al mouse. Una tenue luz comenzó a iluminar la oscura pantalla y la imagen que comenzó a formarse suplantó el temor que sentía por una incredulidad cercana al pánico. En la pantalla no había cascadas de agua, ni barras de colores, solamente un fondo de pantalla con un magnífico paisaje de montaña y a su alrededor íconos de programas que no le resultaban familiares.
- ¡No..oo! -exclamó para sus adentros mientras se aferraba al borde de la mesa y miraba la pantalla sin entender, con el rostro lleno de angustia -No puede ser..... ¿donde se ha metido?
Sus ojos se pasearon frenéticamente sobre la multitud de íconos hasta que uno le llamó la atención por el nombre poco común y la imagen.
Se llamaba "Sundew" y el ícono parecía ser una hoja de algún tipo. Hizo clic sobre la imagen y una pantalla de carga mostró una versión mucho más grande de la misma hoja.. ¿o era una flor?. Fuera lo que fuese, era de color verde pálido y sus bordes, en forma de cuchara, estaban colmados de pelos rojos, cada uno coronado con lo que parecía ser una brillante gota de humedad. Rodeado por ese campo de pelos brillantes, el centro en forma de almendra, de color verde, parecía casi un ojo decorado con una lujosa e inimaginable pestaña.
El resto de la pantalla era completamente negro, a excepción de un solo botón situado debajo de la misma flor. Hernández dudó solo un momento antes de hacer clic en él. Su temor era más grande por no volver a ver lo que había ido a buscar que por las consecuencias que sus actos podían ocasionar. Tenía que volver a ese lugar maravilloso donde alguna vez había estado.
Una vez hecho el clic, un mensaje en la pantalla le decía que tenía que insertar el disco del programa.
- ¿Disco... que disco? -se preguntó freneticamente. Entonces sus ojos bajaron hacia la bandeja de DVD abierta y un disco con la misma hoja o flor en su etiqueta, estampada por encima la palabra "Sundew". Razonó que obviamente se había terminado de ejecutar y se había auto-expulsado de la unidad.
Empujó suavemente la bandeja y se sentó comodamente en la silla para prepararse a lo que estaba a punto de ocurrir. Una imagen de la flor apareció en la pantalla. Hernández descubrió un par de auriculares que yacían sobre la mesa y sin pensarlo los tomó y se los puso.
A través de los auriculares surgió un zumbido monótono, mientras en la pantalla un estilizado logo de la palabra "Sundew" apareció por debajo de la imagen de la flor, o la hoja, o lo que fuera. Hernández pronto se dio cuenta de que la "imagen" era en realidad un video muy ampliado de la planta, enterrada en lo que podía ser un colchón de grava o posiblemente un terrario. Mientras observaba vio un pequeño insecto, una mosca de la fruta tal vez, entrar en la escena y posarse sobre una de las gotas de humedad. Al instante se quedó atascado por sus patas y vio a los otros pelos cerrarse hasta rodear al insecto como los dedos de una mano y cubrirlo por completo. Un instante después los pelos volvieron a abrirse y el insecto ya no se encontraba, había sido totalmente absorbido por la planta.
Un golpe de miedo recorrió al oficial que fue testigo del destino final del insecto en la pantalla y de repente se dio cuenta de las posibles implicaciones de lo que a Hernández le estaba sucediendo y lo que "Sundew" en realidad podía estar a punto de causarle. Un escalofrío y un torrente de adrenalina se apoderó de él ante la idea de lo que parecía haberse expuesto... pero ya era demasiado tarde. Tan pronto como la flor había terminado de abrirse, la pantalla de repente fue llenada, una vez más, con las cascadas y su ruido de agua blanca, un ruido que esta vez pudo escuchar, gracias a los auriculares, y no tan solo mirar.
Un rugido llenó su cabeza mientras observaba los cuatro torrentes de luz caer desde los bordes de la pantalla, saltando unos sobre otros... sin parar... sin parar... hasta la oscuridad... dejándose acompañar con el sonido.... como si estuviese en un mar de almohadas... flotando... flotando sobre esas cascadas... dejándose llevar hacia la oscuridad.... esa cálida oscuridad.... esa oscuridad tan tranquila, donde el ruido y el tumulto desaparecen... y el placer habitaría sobre él para siempre
Se dejó llevar, montado en ese estado, se dejó caer. Al hacerlo levantó los ojos observando la luz que se reflejaba en las cascadas, se dejó caer con rapidez. Miró hacia la oscuridad y sintió crecer el placer, amenazando con casi romper su cuerpo. La luz se desvaneció y la oscuridad lo envolvió. El placer cálido, aterciopelado parecía fluir a través de él.... la lujuria y el deseo.. sentía la necesidad de agradecer por haber sido colmado con ese deseo y esa sensualidad.. deseo y obediencia.... lo necesitaba y lo deseaba.. y.... ¿que más?
Miró hacia la oscuridad y a lo lejos vio un pequeño punto de luz. Algo le atraía hacia allí. Sabía que allí encontraría una respuesta. Y así, con su ánimo encendido, con el placer y la lujuria inundando su mente, corrió hacia la luz distante a buscar su respuesta.
La luz era una puerta y a través de ella se encontraba una pequeña habitación de madera. Cuando se acercó pudo ver una figura sentada sobre el otro lado... en un principio parecía un niño.... pero al acercarse más se dio cuenta que era una mujer menuda, de pequeña estatura pero con un aire de inteligencia que parecía estar más allá de su aparente edad. Estaba sentada en una silla alta, las piernas desnudas cruzadas por debajo de su vestido de seda negro, zapatos de taco con los dedos expuestos y las uñas de los pies pintadas de rojo. Un abrigo de leopardo sobre los hombros revelaba el gran escote de su vestido, mientras sus brazos extendidos reposaban sobre los apoyabrazos del sillón, en postura de una reina descansando en su trono.
Su cara era perfecta, como manipulada digitalmente. El pelo muy corto con marcadas patillas, señalaban una frente y unos pómulos salientes y un par de carnosos labios rojos. Lo más llamativo eran sus ojos. Anchos, salvajes, oscuros...
Mientras se encontraba paralizado por la visión surrealista que se hallaba ante él, Hernández de repente se dio cuenta de algo diferente en sí mismo y al bajar la mirada vio su cuerpo desnudo, ahora su erección estaba al máximo al no tener ninguna traba que lo impidiera, exhibiendo su musculatura y su cuerpo altamente entrenado por su condición policial.
Al volver a levantar la mirada, desconcertado e incrédulo, vio que la mujer-niña ya no estaba en su trono sino que se hallaba, de pronto, a menos de un palmo de su cara. Y su aparente baja estatura resultó ser nada más que una ilusión, al mirar con sus ojos de hielo azul, desde arriba, al de por sí alto oficial.
Él se encontraba lo suficientemente lejos como para observar la mueca de placer de sus labios carmesí, pero estaba muy cerca para sumergirse en el húmedo calor y el aroma de su aliento que flotaba sobre su rostro y atrayéndolo hacia ella con cada inhalación. Luego, con sus dedos pellizcó ligeramente la barbilla del hombre mientras se acercó más a su cara. Abrió su boca a la altura de la nariz del oficial y vació sus pulmones con una nube caliente de dulce aliento, que envolvió la cara de Hernández y llenó su propio pecho con el aroma de su aliento.
Mientras sus ojos seguían clavados en aquellos ojos azules, en su mente se arremolinaba un pantano de confusión vertiginosa. Sintió debilitarse sus rodillas y cayó irremediablemente lejos de la atracción irresistible de su rostro. Al verse desnudo y de rodillas, el joven oficial aún no podía quitar sus ojos de la belleza de esa mujer que ahora parecía elevarse por encima de él, como mirándolo desde arriba, desde un nido de águila imponente. Y él estaba totalmente conciente de lo que sucedía, a pesar de tener sus ojos hechizados por los de ella y pudo ver como ella extendió su extremadamente cuidado dedo, con su uña pintada de rojo y la introdujo con suavidad pero con decisión en el puente de su nariz, haciéndole bajar la mirada hacia las uñas carmesí de los dedos de sus pies.
La presión de la otra mano continuó guiando la cabeza y cuando el olor a cuero gastado y a perfume de pié llenó la nariz, instintivamente apretó los labios y comenzó a besar los dedos de los pies que se exhibían ante él.
Del hechizo de sus ojos había pasado a los pliegues, las curvas y los colores de los pies y los zapatos. Mientras él le besaba cada dedo con sus brillantes uñas, dos manos femeninas se apoderaron de cada lado de su rostro y empezaron suavemente a guiar los movimientos de su cabeza.
- Lame -una voz suave desde arriba lo ordenó y sin vacilación su lengua comenzó a dibujar un surco, primero por los dedos de sus pies, enganchándose por debajo de la correa de cuero liviano de los zapatos de la mujer, mientras su cabeza era dirigida hacia arriba, hacia la curva de sus tobillos
El sabor de la sal, el sudor y el cuero se combinaban en su lengua y el olor de los perfumes exóticos invadieron su nariz, procedentes de la pulsera que rodeaba el delicado tobillo. El oficial Matías Hernández se entregó con entusiasmo a lavar su cascada de amor, la adoración y el deseo que lo consume y lo lleva a servir a esta diosa extraña que ahora.... lo tiene bajo su propiedad?
Pensar en ello, por un momento, lo hizo regresar de su ensueño eufórico y lo detuvo en su culto embriagador. Pero cuando su mente intentaba comenzar a descifrar esa nube de placer que empañaba su cabeza, un golpe súbito, punzante, en una mejilla envió una oleada de calor y cataratas de placer de su cara hacia la ingle, alejándolo de sus pensamientos y de su voluntad, sumiéndolo con impaciencia en la vuelta a la descarada adoración de la perfección de su Diosa, de su Reina.
Quien alguna vez había sido el hombre independiente conocido como Matías Hernández sintió como la mano de su Diosa lo tomaba de los mechones de su cabello y le llevaba la cabeza hacia arriba, lejos del objeto de placer. De alguna manera adivinó las palabras que iban a venir, mientras yacía postrado en el suelo, con el rostro demacrado, con los brazos agarrados a la pantorrilla de su amante y con mirada lastimosa rogando que se le permita regresar a la adoración de lo único que le importaba. Y entonces escuchó sus palabras:
- Hola.... cosa.
Como una aparición, se dio cuenta de que esto era lo que siempre había querido ser y que él, ahora, por fin podía dedicarse a lo que toda su vida había deseado. Sus ojos se humedecieron de gratitud y de alegría y se abalanzó para agarrar los tobillos de su Dueña y sus labios los acariciaron en su perfección sublime.
En la habitación del apartamento, las bandas de colores una vez más se habían desvanecido y en la pantalla apareció la imagen de una "Sundew" abriéndose poco a poco, su hoja de color verde pálido y el lugar donde el insecto había estado ahora se encontraba vacío. Luego, con un golpecito suave y un zumbido, el disco salió de la bandeja de DVD y la pantalla se oscureció. Una silla de cuero vacío se encontraba frente al monitor mientras se oye, a lo lejos, el sonido del tráfico de la ruta interestatal, penetrando en la habitación en penumbras y dando las únicas señales de vida en el lugar.
(traducción libre del cuento "The Abyss" de Deliriousdrone)