Él

Una discoteca, una noche y pocas palabras.

Estamos en la discoteca, celebrando mi cumpleaños. Bailaba con todos mis amigos, despreocupada.

Y aparece él. Increíble e inesperado. Se me acerca y ni siquiera habla. Me coge de la cintura, me gira y pega su cuerpo al mío, principalmente mi culo a su polla.

Me coge del cuello desde atrás y me muevo. Por la inercia, por la música, por él. Lo noto ponerse duro y un escalofrío me recorre directo al clitoris.

Ambos emitimos un jadeo cuando su ereccion se indroduce entre el hueco de mis nalgas a través del vestido. No aguanto y me giro para besarle sin ni si quiera pensarlo, con toda la pasión del mundo.

Me corresponde apretándome de nuevo contra él, contra sus caderas. Yo dirijo mis manos a sus rizos y su cuello.

—Vámonos —le suplico entre jadeos.

—¿Dónde? —susurra contra mis labios, sobándome deliberadamente el culo.

—A mi casa —susurro mordiéndome el labio cuando uno de sus dedos se cuela bajo mi vestido y recorre la tela del tanga.

—Vámonos —afirma con voz firme, cogiéndome de la muñeca y arrastrándome fuera.

Llegamos al metro. Tenemos 3 paradas, un trasbordo y otras 4 paradas por delante. El primer metro va muy lleno. Tenemos que quedarnos de pie, agarrados a los asideros del techo. Él en mi espalda, respirando junto a mi oído. Vuelvo a notar su dureza, que se restriega contra mi por los vaivenes del tren. Sólo queda una parada, y en esta se sube más gente. Estamos tan apretados que es casi como si me la estuviera metiendo. Me lee la mente, porque cuela un dedo directo a mi humedad, palpándola sin penetrarla. Tengo que contenerme para no gemir al notar la fría yema de su dedo contra el calor que yo desprendo.

Por fin es nuestra primera parada. Nos separamos y bajamos, por fin sin estar rodeados de gente. Vamos al siguiente andén de la mano, acariciandonos con el pulgar. Una vez allí el metro llega al segundo, casi vacío. El final está desértico y la gente del andén va al principio. Me coge de la mano y me lleva a la parte más alejada. Entramos al vagón y automáticamente se sienta y luego me empuja a mi sobre él.

Estoy sentada encima de él. Su polla completamente dura justo en mi coño completamente empapado. Y me besa. Me mete la lengua ardiente entre los labios, me muerde, me masajea...

Pasamos una eternidad así, hasta que llegamos a mi estación. Subimos mi calle a una velocidad vertiginosa. En el ascensor me ofrece una de las escenas más sensuales de mi vida.

Ambos mirando al espejo, pero yo delante de él con la espalda pegada a su pecho. Baja la parte de arriba de mi vestido, saca una teta del sujetador y me atrapa el pezon con los dedos, mientras se dedica a besar, morder y lamer mi cuello. Estoy a punto de correrme, pero llegamos y para.

Abro la puerta con muchas dificultades mientras él me manosea desde atrás. Cuando por fin llegamos a mi cuarto, me estampa contra la pared de la puerta y me baja el vestido hasta la cintura. Se desprende de mi sujetador y me devora, literalmente, las tetas. Se entretiene con mis pezones de todas las maneras posibles.

—Joder, para —suplico—. Necesito avanzar.

—Yo te avanzo —dice con la mirada oscurecida. Me vuelve a besar y se separa un sólo segundo para quitarse la camiseta. Noto su piel ardiendo y me derrito con ella mientras nuestras lenguas libran una batalla. Recorro todo su torso con las palmas de las manos, con las uñas. A él le da un escalofrío.

Necesito más. Me dirijo disparada hacia el botón de su pantalón y lo desabrocho y lo bajo rapidísimo. Y por fin la toco. Por encima de la tela de sus calzoncillos noto que no sólo está durisiama, si no que es enorme. Gorda y larga. Increíble.

Él no se queda corto. Hace lo mismo con mi vestido cuando lo termina de bajar por mi cintura hasta el suelo. Apoya dos dedos contra la tela de mi tanga, que en estos momentos ya no es más que papel de fumar gracias a mis jugos.

Le empujo hasta la cama y me siento encima de él. Le bajo antes el calzoncillo y me deshago de mi tanga. Sin coger su polla, me froto contra ella, deslizándola entre mis labios sin penetrarme.

Veo su cara de placer. Como cierra los ojos, como sus labios dibujan una "o" perfecta y como se muerde el de abajo después.

Esto está siendo demasiado para ambos. Me agarra de las caderas y me aprieta aún más contra él. Acompaña mi movimiento con sus manos y yo ya no puedo hacer nada más que gemir.

Cuando para de golpe, tengo la respiración completamente acelerada y me duele todo el cuerpo por la tensión de tantos orgamos retenidos.

Me levanta de la cama y me sienta en la mesa del escrito, justo al borde. El frío de cristal en mi culo

hace que me estremezca, y aún más cuando le veo arrodillarse ante mi sin separar sus ojos de los míos hasta que se queda a la altura de mi coño. Se deleita con él, me lo come con los ojos, depilado, rosita y empapado.

Se acerca lentamente, dándome besos en la cara interior de los muslos y acariciándome los gemelos con la mano. Comienza con un suave y fujaz lametón en el clitoris. Continúa de la misma manera con mis labios mayores, y sin más anticipación me devora. Succiona mi clitoris, me mete la lengua, la arrastra de arriba abajo. Y me penetra con dos dedos.

Yo sólo gimo y sujeto su cabeza con mis manos, no quiero que se aleje ni un milímetro. Le dejo simplemente respirar y aprovecha esa mínima separación para escupirme directamente en el coño. Vuelve a devorarme y no aguanto más. Por fin el primer orgasmo llega en su boca, cargado de espasmos y descontrolados gemidos.

Cuando se levanta y me besa no puedo hacer que mi cuerpo deje de temblar. Entonces acerca su enorme y durísima polla, que ha crecido aún más si es que es posible. La empapa con mis jugos y su saliva y me la mete de una sola estocada, arrancándome un gemido genuino. Él de pie, yo sobre la mesa abrazándole con mis piernas.

Y comienza el vaivén.