Ejerciendo de sumisa
Lorenzo me lleva su despacho, donde debo ejercer como sumisa para él. Mientras le envía nuestros vídeos porno a mi marido, que disfruta viendo como otros me follan. Pero, su actitud me decepciona, mientras que la de Lorenzo cada vez me sorprende más acercándome hacía él.
Me puse un vestido estrecho y muy veraniego, de tirantes y con un buen escote, no sabía dónde íbamos pero quería estar atractiva para él. Además pensé que quizás iríamos a ver a Fede. Cuando Lorenzo me vió sus ojos se encendieron como si hubiera visto algo que nunca antes había visto.
- Estas perfecta, nena. Vamos.
- ¿Dónde vamos?
- A mi despacho
- Pero yo tengo un trabajo y debería llamar o algo. ¿No?
- No te preocupes, ya lo ha hecho tu marido.
- ¡Oh, bien, ¿Puedo llamarle? Me gustaría hablar con él un momento, Señor.
- Esta bien, de paso le preguntas si ha visto el video y si se ha pajeado.
- Sí, señor - respondí solicita.
Cogí el teléfono y llamé a Federico que no tardó ni dos segundos en contestar:
- Hola cielo - me contestó, su voz sonaba ronca ,como cuando terminabamos de follar habitualmente.
- Hola ¿Cómo va? - Le pregunté.
- Genial, he visto el video y me has puesto a mil, putita. Me encanta verte follar con él.
- ¿Te has masturbado? - Le pregunté correcta.
- Sí, ya lo creo.
- ¿Y estás de acuerdo con todo lo que ha dicho? ¿Lo de que solo puedo follar con quien él diga? Yo no sé si…
- Tranquila cielo, todo está bien. Luego hablamos tengo trabajo. - Me dijo intentando cortar la conversación, lo que me molestó
- Esta bien, nos vemos.
Apagué la llamada sintiéndome como un juguete en manos de aquellos dos crápulas. Lorenzo apareció entonces, elegante y con traje, y viéndome apesadumbrada me preguntó:
- ¿Va todo bien, Princesa? - Puso su mano en mi barbilla y me hizo subir la cabeza para que le mirara a los ojos.
- Si, Señor.
- ¿De verdad? - Volvió a preguntarme estrechándome entre sus brazos.
- Sí, Señor, anda vámonos.
- Esta bien, vamonos.
Salimos de casa y en su coche, un Mercedes, último modelo Lorenzo me llevó hasta su despacho donde trabajaba como Broker. Al llegar me presentó a su secretaria, una chica rubia muy mona con pinta de tonta. Iba vestida con la minifalda más corta que jamás había visto y me miró con cara de asco.
- Esta es Marina, una amiga - me presentó Lorenzo - Desde hoy me ayudará con algunos clientes. ¿Ha llegado el Sr. Lopéz?
- Todavía no - le respondió la secretaria.
- Bien, en cuanto llegue hazle pasar.
- Si, señor - contesto la rubia.
Luego tomándome del brazo me llevó hasta su despacho y una vez dentro me ordenó:
- ¡Quitate la ropa!.
- Pero Señor, yo… - traté de protestar y antes de que pudiera darme cuenta, una cachetada cayó con fuerza sobre mi nalga - Ay- exclamé.
- Ya te dije que te castigaría si no obedecías, desnudate ya.
- Sí, Señor - respondí empezando a quitarme el vestido.
Me desnudé por completo como me había pedido y al terminar me ordenó:
- Ponte de rodillas junto a la mesa en posición sumisa, por favor.
- Sí, señor. - Obedecí colocandome.
Luego Lorenzo se sentó en la mesa. A los pocos segundos la voz de la secretaría sonó a través del intercomunicador.
- El Sr. López está aquí.
- Bien, hazle pasar.
Aquellas palabras me asustaron e incomodaron, ya que el cliente iba a verme desnuda y en posición sumisa. Quería morirme allí mismo.
La secretaria llamó a la puerta y luego hizo entrar al cliente que se quedó mirándome con cara de salido. Era un tio de unos cincuenta y tanto o sesenta años, no muy alto y más bien gordo con cara de depravado.
- ¿Tienes una nueva sumisa? - Le preguntó a Lorenzo.
- Sí, recién adquirida, es una delicia, luego te la dejo probar.
- Seguro que es buena, tiene una buena boquita - dijo, tomando mi cara por debajo de la barbilla y elevando mi vista hacía él. Luego me soltó y se sentó en la silla frente a Lorenzo.
- Bien tengo que darte una noticia muy buena - le anunció Lorenzo - Tus acciones han subido un 50% y además he podido vender las de Metrotred a muy buen precio.
- Me alegro - dijo el cliente - Eres el mejor.
- Gracias, así que para celebrarlo te he traído a mi nueva sumisa para que se encargué del regalo.
Aquello me hizo temblar de nuevo. Sin duda iba a entregarme a aquel hombre.
- Me encantan este tipo de regalos - dijo el Sr. López desabrochándose el cinturón y los pantalones.
- Marina, ponte de rodillas delante del Sr. López, quiero que le mames la polla y que lo hagas bien - me ordenó.
Por un momento dudé, luego ví que Lorenzo cogía su móvil y lo apuntaba hacía nosotros para tomar fotos, supongo o un video, lo que me excitó e hizo, que cogiera el pene con una mano y acercara mi boca a él. Lamí el glande, despacio, poco a poco y la flácida polla del sr. López empezó a crecer. Lamí el tronco, luego los huevos, y poco a poco fui logrando que tuviera un tamaño considerable. Fue entonces cuando lo metí en mi boca, y lo chupé. Cerré los ojos y me concentré en las sensaciones que me producía aquella polla dentro de mi boca, lo que hizo que me excitara y mi sexo se humedeciera. Lorenzo seguía con el móvil enfocando la escena, oía cómo se movía a nuestro alrededor e iba diciendo:
- Muy bien putita, al cabrón de tu marido le va a encantar esto.
- ¡Uhmm, Dios, que bien la mama esta puta! - Dijo el sr. López, sujetando mi cabeza sobre su polla y haciendo que entrara por completo hasta mi garganta. Traté de aguantar pero no tuve que hacerlo por mucho tiempo, ya que el sr. López se corrió llenando mi garganta con su leche y haciendo que me la tragara toda.
Cuando el sr. López terminó de correrse, sacó su polla de mi boca, me dió un beso en los labios y luego se limpió. Lorenzo paró el móvil y lo dejó sobre la mesa. Me tendió la mano y me ayudó a levantarme diciendo:
- Muy bien putita, lo has hecho muy bien.
- Tienes una buena putita, Lorenzo. Sin duda esta vez has elegido bien. - Le dijo el sr. López dándome un pellizco en el culo - Ha sido un placer hacer negocios contigo - dijo cogiendo el talón que Lorenzo le había extendido por lo que había ganado con las acciones - Nos vemos.
En cuanto el Sr. López salió por la puerta Lorenzo me abrazó, y estrechándome entre sus brazos me preguntó:
- ¿Estás bien? Te has portado muy bien, estoy muy orgulloso de tí - tras lo cual me dió un tierno beso en los labios.
Aquel gesto me sobrecogió, pues alguien que hasta ese momento me había parecido que no sentía nada por mí, en realidad, se preocupaba, más incluso de lo que mi marido lo había hecho nunca y sobre todo en los últimos días.
- Si, estoy bien.
- Bien, vístete mientras le envío esto a tu marido. Luego iremos a verle a su despacho.
- Sí, señor.
Me vestí y me arreglé. Cuando terminé me senté en la mesa frente a Lorenzo. Me miró y me sonrió, estaba observando unos papeles, cuando terminó los guardó y dijo:
- Bien, vámonos.
Salimos del despacho y la secretaria ni siquiera me miró, parecía recelosa.
- Nos vamos a ver a un cliente - le dijo Lorenzo - ya sabes, solo llámame si es algo realmente importante.
- Si, señor. ¿Volverá más tarde?
- Quizás después de comer - respondió él.
Salimos del edificio y de nuevo a bordo del mercedes de Lorenzo nos encaminamos al despacho de mi marido que estaba unas manzanas más allá.
Llegamos y bajamos del coche, Lorenzo me tendió la mano para salir del coche y se comportó como un verdadero caballero. Entramos en el edificio donde trabajaba Fede, y subimos hasta la planta donde estaba su despacho. La recepcionista en cuanto me vió salir del ascensor me sonrió.
- Hola Marina, ¿Qué tal?
- Bien, Ana.
Vi como miraba a Lorenzo de arriba abajo y luego me miraba a mi con cara de interrogación.
- ¿Está Fede? Tenemos que verle es algo importante - le dije.
- Sí, claro. Espera que le llamo y le digo que tu y…
- El Sr. Fernando - le dijo Lorenzo.
- Bien, le digo que estais aqui.
- Gracias - respondimos Lorenzo y yo al unísono.
Ana nos anunció y luego nos dijo que podíamos pasar. Nos encaminamos hacía el despacho de Fede, Lorenzo iba tras de mí. Llamé a la puerta y enseguida me contestó:
- Pasad.
Abrí la puerta y entramos. Cuando Lorenzo la cerró y pasó el pestillo enseguida me dí cuenta que íbamos allí para algo más que para hablar. Tras cerrar Lorenzo se giró hacía Fede, y le preguntó:
- Supongo que has firmado el contrato.
- Sí, ahí lo tienes - dijo señalándolo.
Lorenzo se acercó a la mesa. Yo me quedé a medio camino entre la puerta y la mesa de Fede sin saber que hacer.
- Ven aquí, Marina - me ordenó Lorenzo mientras cogía la carpeta y la abría para hojear el contrato, era la primera vez que me llamaba por mi nombre - Tú eres una parte importante de esto y también debes firmar.
- Sí, señor - respondí, acercándome a él y situándome a su lado.
Lorenzo dejó que yo también hojeara el contrato y al llegar a la última hoja vi que tanto él como Fede habían firmado ya y sólo quedaba libre el espacio donde yo debía firmar. Ambos me miraban con incertidumbre. Cogí un boli, me senté en la silla, me puse bien y firmé. Aunque en el fondo me sentía un poco traicionada por Fede, pues había firmado aquello sin consultar conmigo, como si yo fuera de su propiedad y fuera una cosa que pudiera dar o vender al mejor postor.
- Supongo que te has pajeado de lo lindo viendo como tu nenita le mamaba la polla a ese cabrón - Dijo Lorenzo cogiendo dos de las copias del contrato y dándome una a mí.
- Sí, ha sido realmente espectacular - dijo mi marido.
- Bien, ahora te vas a quedar ahí sentado mientras yo me follo otra vez a tu putita. ¿De acuerdo?
- Sí, señor - dijo mi marido.
- Levántate, preciosa, subete la falda y bajate las braguitas y luego te doblas sobre la mesa.
Esas palabras me excitaron bastante y sumisa obedecí subiéndome la falda hasta la cintura, bajándome las braguitas y quedandome doblada sobre la mesa. Miré a mi marido, pero él parecía como hipnotizado observando como Lorenzo se bajaba la cremallera del pantalón y sacaba su erecta verga para rozarla por toda mi humedad. Gemí al sentirle, y casi grité cuando su polla se situó frente a mi agujero vaginal y de una sola estocada me la clavó. Luego me sujetó por las caderas y empezó un cadencioso movimiento de vaivén dentro de mí, mientras Fede se sacaba la polla y empezaba a pajearse.
- Mira como me follo a tu mujercita, y mira como le gusta - dijo mientras empujaba haciéndome gemir de placer.
Fede observaba sin perder detalle, pajeandose y con la mirada como perdida en nosotros.
No tardó en correrse mientras se pajeaba. Lorenzo siguió empujando cada vez más deprisa, apretando mis caderas con fuerza y arremetiendo con fuerza de modo que sentía sus huevos chocando con mi clítoris. Hasta que empecé a sentir el orgasmo naciendo en mí, y creciendo, haciéndome perder el mundo de vista. Cerré los ojos y me concentré en la sensación de aquel orgasmo que adivinaba iba a ser demoledor, y efectivamente lo fué. Empecé a convulsionarme y gemir como nunca antes, y exploté en el mejor de mis orgasmos, lo que hizo que también Lorenzo se corriera, gimiendo y diciéndole a Fede:
- ¡Oh, Dios, voy a llenarla con mi semen! Mira como le ha gustado a tu mujercita que me la folle.
Y sentí como la polla de Lorenzo se hinchaba dentro de mí y me llenaba con su caliente semen. Cuando ambos dejamos de convulsionarnos y gemir. Traté de mirar a Fede, pero ya no estaba frente a nosotros sentado en la silla. Lorenzo me abrazó entonces, y me susurró al oído:
- Creo que está en el baño. Y que volvió a correrse como un niño cuando yo lo hacía dentro de tí. Ve y limpiale la lefa. Vamos.
- No - le dije. Me sentía avergonzada por haber sentido con Lorenzo un placer que sabía que nunca iba a sentir con Fede y sabía que no sería capaz de mirarle a los ojos - Ahora no puedo. Vámonos de aquí. Llevame a tu casa o donde quieras, pero vámonos lejos de aquí.
- Esta bien. Vístete y sal del despacho. Yo hablaré con él ahora, esperame en el vestíbulo.
- Sí, señor.
Me vestí rápidamente como me había ordenado y salí del despacho. Tras todo lo sucedido en aquel despacho, varios sentimientos se mezclaban dentro de mí, desde la vergüenza hasta la decepción que mi propio marido me hacía sentir. Y sentí que necesitaba huir, salir de allí. No tardó Lorenzo en salir del despacho, y al llegar junto a mí me preguntó con delicadeza:
- ¿Dónde quieres que te lleve? ¿Quieres que hablemos?
- No sé, de momento, quiero salir de aquí.
- Esta bien.
Nos despedimos de Ana y salimos del edificio, cuando nos sentamos en el coche. Lorenzo me miró y me dijo:
- ¿Te ha decepcionado tu marido, verdad?
- Sí, pero ahora no tengo ganas de hablar de eso.
- Esta bien, aunque mi deber como Amo es asegurarme de que estés siempre bien, tanto fisica como psicologicamente. Así que hablaremos de eso. Y siento tener que decírtelo, pero tienes un castigo por no obedecer una de mis órdenes.
- Si, señor - le dije quedándome callada.
El resto del camino ninguno de los dos dijo nada, y no supe a donde íbamos hasta que llegamos.