Ejercicio placentero II
Continuación del relato anterior con los mismos protagonistas, otro sábado más.
Después de aquel sábado no volví a verle por el gimnasio en toda la semana. A través del móvil, él me decía que estaba de viaje de negocios. Sin explicarme muy bien por qué, estaba deseando verle de nuevo. Sabía que aquella relación puramente sexual no iba a ningún sitio, pero la anhelaba.
Ese sábado me levanté como todos para ir al gimnasio, pero la falta de ganas me hizo quedarme en la cama un poco más. Me volví a dormir y soñé con él. Al levantarme me sentí más enérgica y fui a darse una ducha. Al salir de ella me dio por mirar el móvil y vi que me había escrito varias veces. “Buenos días preciosa, ¿se te han pegado hoy las sábanas?”, “no te veo por aquí, con lo que me apetecía besarte”, y el último decía “como no vienes ni me contestas, he decidido ir yo a buscarte”. Miré la hora, del último mensaje hacía ya media hora. Me puse a contestarle rápidamente. “Buenos días, me quedé dormida, no sabía que estabas en la ciudad. Dónde estás ahora mismo?”. La respuesta llegó rápida, sonó el timbre de la puerta. Recordé que la semana pasada me había acompañado hasta el portal, pero no recordaba haberle dicho el piso. Me asomé a la mirilla y allí estaba él en vaqueros y con la bolsa de deporte.
¿Cómo has...?
Solo he tenido que buscar tu nombre en el buzón. ¿Vas a dejarme entrar o no?
Dame un minuto que acabó de salir de la ducha
No voy a ver nada que no haya visto ya
Realmente tenía razón. Me miré un momento en el espejo de la entrada, con el pelo mojado, gotas de agua por los hombros y cubierta tan solo por la toalla. Abrí la puerta y ahí estaba aquella sonrisa que tanto me gustaba. Le dejé pasar y antes de poder cerrar la puerta, él ya había soltado la bolsa y me había abrazado para besarme. Fue cerrar la puerta y perder la toalla. Me besó apasionadamente hasta casi quedarme sin aliento.
- Me encanta el recibidor, pero te voy a llevar al sofá para estar más cómodos.
Me cogió en brazos y fuimos hasta el sofá. Me tumbó despacio y levantándome los pies se sentó a mi lado. Me acarició las piernas y empezó a masajearme los pies. Nuestras bocas estaban a mucha distancia para besarse, pero nos mirábamos intensamente. Sin saber como, empecé a estremecerme y noté como empezaba a lubricar. Siempre había escuchado que tenemos unos puntos en los pies conectados al resto de nuestro cuerpo, pero nunca me habían tocado de esa manera. Siguió con el masaje sin decir nada, tan solo mirándome y viendo como me retorcía de placer cada vez que acertaba al presionarme.
¿Te gusta?
Lo haces muy bien
Eso me parecía
Estuvo un poco más y luego se levantó y se fue a la cocina. Así que aproveche para levantarme yo también e ir a la habitación a por algo de ropa. Mientras me vestía se acercó por detrás y me besó el cuello.
¿Quién te ha dado permiso para vestirte?
Habrá que ir a comer, ¿no?
Es verdad, te debo una comida. ¿Quieres postre después?
Por supuesto
Terminé de vestirme mientras él merodeaba por mi habitación y acercándose a la mesita de noche me preguntó por qué tenía ahí una caja. Al mirarla me di cuenta a que caja se refería y sonreí. Eso le dio pie a abrirla él mismo y se encontró con algo parecido a lo que guardaba él en su cajón. Solo que en vez de lubricantes había vibradores, plug anales, unas bolas chinas, pinzas y algunos aparatos más.
Un surtido interesante
Tú no eres el único que tiene juguetitos guardados
Ya me has excitado nada más de ver esto. Te invito a comer, pero solo si te pones esto
Me acercó un huevo vibrador y se metió el mando en el bolsillo. Yo lo cogí y bajándome un poco el pantalón me lo inserté. Él se acercó con el mando en la mano de nuevo y pulsó uno de los botones. El huevo empezó a vibrar y yo a humedecerme. “Que bien me lo voy a pasar en la comida”, dijo con una pícara sonrisa. Estaba segura que iba a disfrutar de aquella comida, pero el postre iba a ser aún mejor.
Fuimos a una taberna que había por allí cerca y que estaba muy bien. Tanto que siempre estaba llena de gente. En todo el camino no le había dado al mando, aun llevando la mano en el bolsillo. Esperó hasta que estuvimos sentados en la mesa y pidiendo las bebidas para activarlo, haciendo que pegara un respingo en la silla ante la vista del camarero.
El morbo de llevar eso puesto y de no saber cuándo le iba a dar al mando me tenían muy mojada. Pensé que él lo volvería a activar cuando estuviera pidiendo la cena, pero no lo hizo. Le miré y él le sonrió “no le he dado porque sabía que era lo que esperabas que hiciese”. Nos pasamos la comida entre risas, hablando un poco de todo y jugando con el mando y las vibraciones. Estaba muy mojada y a él también se le notaba la excitación. Al final de la comida nos sentamos un poco más juntos y él empezó a acariciarme el muslo. Yo ya estaba a punto del orgasmo con tanta excitación y se lo susurré en el oído. Él activó la vibración mientras su mano presionaba mi entrepierna. Frotaba y presionaba, con cuidado de que nadie le viera. Me puse a gemirle en el oído, mientras echaba fugaces miradas al bulto que se había formado en su entrepierna. Quise poner mi mano sobre él, pero no me dejó. Unos minutos después, mis ojos se pusieron en blanco y llegué al orgasmo.
Ya si nos podemos ir a tomar el postre.
Voy a ir al baño un momento, a secarme un poco.
De eso nada, te quiero así, bien mojada.
Pero no puedo quedarme todo el día con estos pantalones.
No te preocupes, pago la cuenta y nos vamos a tu casa, que quiero probar alguno de esos juguetitos que tienes.
Fue un poco incómodo andar tan mojada pero perdí los pantalones nada más entrar por la puerta. Aunque se empeñó en dejarme el tanga puesto. Estaba toda mojada así que puso una toalla antes de echarme sobre la cama. Apartó el tanga a un lado y con los dientes tiró de la cuerda del huevo y me lo quitó. Abrió la caja y cogió el vibrador más grande que encontró.
Veo que te gustan grandes.
Solo cuando no tengo una de carne y hueso con la que jugar.
Volvió a soltarlo en la caja y cogió otro vibrador más pequeño. Lo encendió y lo acerco a mi tanga. Se puso a jugar sobre él. Lo pasó alrededor de mis labios sin parar la vibración para que lo sintiera.
Me eché para atrás y me dejé hacer. Dejó el vibrador a un lado y me quitó el tanga. Volvió a buscar en la caja y encontró algo parecido a una barra de labios.
¿Se puede saber qué es esto?
Es un estimulador de clítoris. Si te fijas tiene abajo un botoncito que activa la vibración.
Sonriendo activó el botón y aquello empezó a vibrar descontroladamente.
- Para ser tan pequeño se mueve mucho. Esto tengo que probarlo.
Aquello me sacó una sonrisa que se me borró inmediatamente en cuanto lo pegó a mi clítoris, que no se esperaba aquella sacudida tan repentina. Mi rostro se tornó a puro placer y eso le puso muchísimo. Cuantos buenos ratos me había dado aquel estimulador en los sitios más insospechados. Por su tamaño podía llevarlo sin problemas en el bolso. Pero nunca lo había usado nadie conmigo como lo estaba haciendo él. El morbo de que fuera él quien lo tuviera en la mano lo hacía diferente.
Cuando notó que estaba al borde del orgasmo me sujetó las piernas que intentaban cerrarse y me introdujo un dedo, que pronto fueron dos. Moviéndolos al ritmo de la vibración me estaba haciendo enloquecer, y por mis gemidos lo sabía. Tuve que agarrarme a las sábanas cuando el orgasmo me alcanzó. Tras apagar el pequeño vibrador, sacó sus dedos todo mojados de mi interior. Mientras yo intentaba recuperarme para poder seguir disfrutando.
- ¡Vaya!, por cómo has dejado mis dedos yo diría que te ha gustado.
No pude evitar sonreír. Gustado se quedaba corto. Me había dado mucho placer y yo estaba deseando devolvérselo.
Aunque estoy pensando que el próximo día me voy a sentar a disfrutar de la vista mientras eres tú la que utilizas tus juguetes.
Así que el próximo día…
Ajá.
En ese momento le sonó el móvil.
Tengo que cogerlo, es importante. Puede que tarde un poco.
No te preocupes, yo voy a darme una ducha mientras.
Lo dejé hablando por teléfono y me metí en la ducha. Me recogí el pelo para no mojármelo y dejé que el agua caliente corriera por mi cuerpo. Necesitaba una ducha reparadora.
Fui a coger el bote de gel y su mano se me adelantó.
- Déjame, que ya lo hago yo.
Y diciendo esto se metió en la ducha. Lo había dejado hace un segundo al teléfono y ya estaba allí conmigo desnudo y con una erección considerable. Me puso de espaldas a él y empezó a pasarme sus manos llenas de jabón por la espalda. Que sensación tan placentera. Se pegó un poco más a mí y su erección quedaba a la altura de mi culo. Me enjabonó los pechos desde atrás y siguió bajando por mi ombligo hasta ponerse a jugar con mis labios vaginales. Inevitablemente el pelo ya se me había mojado y el agua corría por todo mi cuerpo. No le veía pero notaba sus manos juguetonas y la erección en mi culo. Volvió a coger más jabón y se fue hasta mi trasero. Lo masajeó acercándose cada vez más a la entrada de mi ano, que fue cediendo ante el jabón. Metió un dedo mientras que con otro jugaba con mi clítoris. Después ese dedo fueron dos y en un ligero movimiento tres. Sus movimientos aceleraban mi respiración y empecé a tocarme y retorcerme los pezones. ¡Que gusto! Él siguió taladrándome con un cuarto dedo y aquello cada vez cedía más. Me agarré a la ducha como pude cuando de pronto sacó sus dedos y me metió toda su polla bien enjabonada. Apenas un instante de dolor, que pronto se convirtió en placer. Una vez se amoldó en mi interior empezó a moverse y yo con él. Acompasamos nuestros movimientos y nuestros gemidos empezaron a retumbar en los azulejos del baño. Y cuando pensé que ya no podía sentir más placer él tiró de mi cola hacia atrás y me corrí. Su orgasmo llegó en seguida, llenándome todo el culo de su leche caliente.
Le vi coger algo por donde estaba el bote de gel y volverse hacia mí sin sacarla. Cuando me giré para ver que hacía vi mi plug anal en sus manos. Sacó su polla y me lo metió.
-Tengo que salir un par de horas a un asunto urgente pero vendré luego. Te prohíbo quitártelo, quiero que tengas mi leche dentro hasta que yo vuelva y te llene de nuevo. Ponte algo sexy y prepara todos tus juguetitos sobre la cama porque luego me voy a sentar a disfrutar del espectáculo.
Salió a secarse y vestirse y antes de irse me dio un cachete en el culo y me recordó que si me lo quitaba, lo sabría. Y que si lo hacía iba a tener que castigarme.