Ejecución al pie del gran roble

El sonido del cuero impactando en la espalda del pobre negro, ya repleta de profundos surcos sangrantes, llega hasta el interior del vehículo, poniendo aun más cachonda a la preciosa Jennifer.

EJECUCION AL PIE DEL GRAN ROBLE.

El relato que sigue a continuación no es ningún alegato ni pretende hacer apología del racismo, nada más lejos de mi manera de ser y de pensar. Es, por supuesto, una historia de ficción que al igual que en las películas o novelas esta ambientada en una época, un lugar y un entorno donde, por desgracia, la supremacía blanca era arraigada en los círculos de poder y de una buena parte de la sociedad bien estante.

Aclarado este punto, debo de decir también, que en esta narración hay descripciones, sino de sado extremo, sí bastante fuertes y violentas.

Quedan advertidos aquellos que no gusten de este género.

Un lujoso Rolls-Royce conducido por un impecable e uniformado chofer de color circula por una solitaria carretera al norte de Montgomery (Alabama).

Es una fría madrugada de mil novecientos treinta y cinco. En los cómodos y amplios asientos traseros del pomposo vehiculo viaja la joven y hermosa Jennifer Reynols, heredera de una de las mas ricas, poderosas e influyentes familias Sureñas. Junto a ella, su marido, Jow Macard, un reputado hombre de negocios.

Completamente desnuda y arrodillada entre los dos, va una adolescente muchacha negra. En su garganta lleva un bonito collar de metal dorado unido a una dorada cadena que la distinguida Dama mantiene sujeta en sus manos. Enfundadas en largos y brillantes guantes de cuero negro encima de los cuales luce unos grandes anillos de brillantes y una recargada pulsera de diamantes.

Jennifer va ataviada con un largo y mullido abrigo de pieles blanco, debajo del cual tan solo lleva una escasa vestimenta de fina lencería negra, consistente en un corsé sujetador del mismo material que los guantes y unas diminutas braguitas de blonda, completando su atuendo unos dilatados y voluminosos collares de perlas.

Sobresaliendo de un pequeño sombrero, que la bella Señora luce medio inclinado en su linda cabeza de melena lisa cobriza y peinada asimétricamente hacia un costado, una fina tela de tul negro con unos bordados dorados cubre sus bonitos y maquillados ojos color miel de largas pestañas y hace que resalten sus carnosos labios rojos brillantes.

La muchacha lame y besa sin cesar los zapatos de piel negra de alto y fino tacón aguja y pronunciada puntera que calza su preciosa Ama.

El Rolls abandona la carretera principal para adentrarse hacia un frondoso bosque. A escasos metros, al pie de un gran roble y bajo la luz de los potentes focos de una camioneta, dos hombres custodian hace unas tres horas, a un hombre negro.

Su cuerpo muestra signos severos de desnutrición, sus hinchados ojos y su cara amoratada revelan el salvaje trato recibido.

El negro cuelga por los brazos de una potente rama del roble, a escasos centímetros del suelo, completamente desnudo y amaniatado por las muñecas y los tobillos con unas gruesas cadenas de acero.

El chofer, sin apagar las luces del lujoso vehículo, habré con sus enguantadas manos de color blanco, la puerta trasera del Rolls. El Señor desciende de él y se dirige hacia los hombres que vigilan al prisionero que para hacer pasar el frió beben sin parar wissky de una botella.

Sin mediar palabra alguna, uno de ellos le ofrece un largo látigo. El apuesto Caballero, que viste largo abrigo de cuero negro conjuntado con un sobrero de alas y unos guantes del mismo material, despliega lentamente el instrumento de tortura y lo impacta con furia en la espalda del negro.

¡zas! ¡zas! ¡zas! ¡zas!

Uno tras otro el látigo golpea con extrema dureza la piel del infortunado. Primero se enrojece, luego se abren pequeños surcos de donde empieza a brotar la sangre.

¡Ah!, ¡Ah!, ¡Ah!, ¡Aaaaaaaaaah!!!!!!!. ¡Basta Señor!.

¡Se lo suplico!. ¡Señor!. ¡Basta!.

¡zas! ¡zas! ¡zas! ¡zas!.

Haciendo caso omiso de las suplicas; el Caballero continua azotando, cada vez mas apasionado, cada vez con mayor dureza, cada vez con mas crueldad al afro americano.

Cada golpe arranca un atroz grito de su garganta a la vez que su cuerpo se contorsiona de dolor.

¡zas! ¡zas! ¡zas! ¡zas!.

Implorando y con la voz entrecortada.

¡Por favor!. ¡Señor!. ¡Basta!!!!!. ¡Señor!!!! ¡Se lo suplico!.

Desde el interior del Rolls, Jennifer contempla excitada, a través de los cristales, como su marido castiga duramente aquel pobre infeliz, como azote tras azote le destroza la espalda.

La bella Dama abre su lujoso abrigo de pieles y deja al descubierto sus diminutas y transparentes braguitas de blonda negra que apenas si tapan su rasurado sexo.

Alza la pierna y reposa un pie, calzado con su lujoso zapato y en el que luce una fina cadenita tobillera encima del fastuoso asiento de su Rolls.

La altiva Señora tirando de la cadena ordena a su esclava.

¡ Vamos perra!. ¡Adórame el coño!.

Se deshace entonces del tanga dejando de esta forma todo su maravilloso sexo a disposición de la joven mulata que se entrega de lleno, como tantas otras veces había hecho, a dar placer oral a su bella Dueña.

La muchacha empieza a lamer, chupar y besar los deliciosos genitales de su Ama. Su lengua recorre todos los rincones del soberbio clítoris de Jennifer.

¡Así!, ¡así!. ¡Sigue!, ¡Sigue! ¡Perra! ¡Sigue!.

Y es que Jennifer es una incansable y depravada ninfomanía que necesita de sexo a todas horas del día para satisfacer su insaciable deseo sexual.

¡zas!, ¡zas!, zas!, ¡zas!.

El sonido del cuero impactando en la espalda del pobre negro, ya repleta de profundos surcos sangrantes, llega hasta el interior del vehículo, poniendo aun más cachonda a la preciosa Jennifer.

En aquellos instantes, el Señor, se acerca al auto y dirigiéndose a su esposa que no se inmuta para nada ante su presencia y continúa gimiendo de placer, masajeándose sus erectos pezones y relamiéndose con la lengua sus sugerentes labios.

Su mirada expresa lujuria y obscenidad.

¿Deseas algo especial…, querida?. Le pregunta su marido

¡Sííííííí!!!!!!!.

Confirma Jennifer animada y efusivamente.

Mojando uno de sus enguantados dedos en sus jugos vaginales, lo acerca con una maliciosa sonrisa a la boca de su marido.

Este lo chupa con pasión.

¡Quiero que le metas un hierro candente por el culo y luego le cortes los testículos y se los hagas comer!.

Contesta Jennifer mirando fijamente a su marido con una linda y sádica expresión en su bello rostro.

El le corresponde con otra sonrisa de complicidad.

¡Rápido! Ordena Jow a sus hombres. ¡Calentar una barra de hierro con el soplador!.

Los dos esbirros fuerzan extremadamente las piernas de Jeremías abriéndoselas al máximo que les permiten los grilletes. El Señor Macard introduce cruelmente la barra de hierro incandescente en el interior de su culo.

¡ Sufre carbón!. ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Sufre por expreso deseo de mi esposa!

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!!!!!!!!!!!!.

¡Uaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!.

Unos horripilantes gritos de dolor salen de la garganta del pobre negro y se propagan por el silencioso bosque.

La joven adolescente continúa con su tarea, chupando y lamiendo el esplendido clítoris de su Ama.

Jennifer gime, su rostro, sus muecas, reflejan el intenso placer que esta experimentando en estos instantes. Con dureza clava el fino taco de su zapato reposado encima de la espalda de su perrita.

Cada vez que el fino tacón se hunde en su carne, la joven negra, dando un espasmo de dolor, alarga sobradamente su lengua hacia el interior del coño de Jennifer aumentando considerablemente su agradable placer.

¿Sabes quien es el cerdo que grita de esta manera?. Con voz entrecortada por el intenso placer.

¡No, mi Ama!. Responde Negrita

¡Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!!!!!.

¡Es tu padre!. ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!!. Se ríe a carcajadas la Señora Reynols.

La mulata desposeída de todo sentimiento a excepción del afecto, fidelidad y sumisión que siente hacia Jenni, no se altera, continua entregada pasando su lengua por el empapado coño de su Señora. Lamiendo con devoción el hinchado botoncito de la parte superior del clítoris de la escultural Jennifer.

Ahora Ella se ha dado la vuelta y apartando su majestuoso abrigo ofrece a la muchacha su precioso ano que la esclava relame metiendo su lengua en el interior del ojete del lindo culito.

Jennifer la obliga con la mano, empujando hacia su trasero la cabeza de la adolescente, forzándola a meter la lengua aun más adentro de su recto.

¡Mas adentro!. ¡Chupa mas adentro!. ¡Mete tu asquerosa lengua más y más adentro de mi culo!. ¡Perra!.

Los recuerdos paternos son ya muy vagos y es que desde muy pequeña, cuando tan solo contaba con cuatro años, había sido entregada a la Señorita Reynols como obsequio de su dieciséis aniversario, una antigua tradición presente aun entre los ricos hacendados sureños.

Desde entonces no había tenido contacto alguno con sus progenitores, jornaleros al servicio de la poderosa familia de la Señorita, que no se atrevieron ni tan siquiera a lamentar la decisión de sus amos por temor a ser despedidos.

A pesar de que la esclavitud hacia ya muchos años que había sido abolida en los Estados Unidos. El racismo continuaba presente y tolerado, aun que algo camuflado, en algunos Estados del sur.

Sobre todo en el entorno de las poderosas y acomodadas familias blancas descendientes de antiguos hacendados propietarios de esclavos que se consideraban superiores ellos.

Jennifer la educo según su antojo, la convirtió en su mascota, la renombro llamándola desde entonces Negrita, no Andrea como la habían bautizado sus padres.

¡Mas apropiado para una perrita!. ¿No?. ¡Jajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!. Según dijo Jennifer.

La adoctrino para que se comportara como tal. Al inicio el adiestramiento fue duro, Jennifer se enseño muy cruelmente con ella. Su cuerpo todavía muestra cicatrices de las terribles torturas y tandas de azotes que recibió o de pequeños quemazones hechos con la punta de una cigarrita.

Al principio Andrea o Negrita lloro, lloro mucho añorando a sus padres, a su familia, pero poco a poco fue acostumbrándose a su nueva vida y se olvido de ellos.

Debía ladrar siempre que quería pedir alguna cosa o si tenía alguna necesidad. Comía y dormía en el suelo, orinaba y defecaba como una perra y se desplazaba a cuatro patas portando constantemente su collar atado de una cadena.

Para que aprendiera a comportarse como tal, Jennifer la obligo a convivir un largo tiempo en compañía de una autentica perra de verdad.

Negrita tubo que acostumbrarse al frió, su Ama dispuso que anduviera continuamente desnuda.

Las perras no van vestidas. ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!!!. Dijo en una ocasión entre grandes risotadas.

Luego la convirtió en su juguete particular, le enseño a darle placer oral según sus gustos y caprichos.

El vocabulario de Negrita era escaso, jamás acudió a la escuela: Sí Ama, perdón Ama, la adoro mi Ama, se lo suplico mi Ama, y pocas cosas más. Su comprensión muy limitada, fundamentalmente basada en las órdenes que recibía de Jennifer.

Ahora convertida ya en su autentica esclava, Negrita no imagina otra vida que no sea a su servicio.

La ama con locura, la adora y siente por Ella una especial predilección como una perra siente hacia su dueña.

Jennifer a suavizado el trato hacia ella y ahora jamás la castiga con extrema dureza, quizás algún que otro bofetón o pequeño azote. Se divierte insultándola o humillándola en publico, clavando con fuerza sus finos tacos en la manos de Negrita, que aguanta estoicamente el dolor que su Ama le inflinge.

Esperando después de Ella alguna que otra pequeña recompensa, un dulce, una caricia, una sonrisa…..


Jeremías había tenido la osadía o la valentía de reclamar que le devolvieran a su hija. Unos días antes armado de valor se había presentado en la Mansión de la Señora Reynols.

¡Señora!. Dijo dirigiéndose a Jennifer, que tomaba un delicioso aperitivo en compañía de su esposo y otros hombres de negocios, una de sus muchas criadas negras convenientemente vestida con uniforme de doncella.

¡Hay un hombre que ruega poder hablar con Usted!, ¡Señora!.

¿Un hombre?. ¡Quién es!. ¡Estupida!.

¡No se! Señora. ¡Es negro!.

¡Negro!!!!. Exclamo sorprendida Jennifer.

¡Como se atreve un negro a querer hablar conmigo!!!.

¡Es que se han perdido ya las composturas y el respeto!. Exclamo enojada la atractiva Dama dirigiéndose a sus selectos invitados.

La Señora llamo entonces a uno de sus mayordomos de confianza.

¡Averigüe que demonios quiere de mi este perro negro!.

Pasadas un par de horas.

¡Señora!. Pido permiso para explicarle

¡Ahora NOOO!!!. ¡Que no ve que estoy ocupada!. ¡Inútil!. Contesto altanera la Señora Reynols que continuaba charlando y bebiendo con sus invitados

¡Perdón Señora!. ¡Perdón!. Se retiro agachando la cabeza el sumiso mayordomo.

Jeremías aguardo horas esperando ser recibido por la Señora, hasta que ya cansado y desanimado abandono la Mansión.

Ya de noche, la Señora se retiro a sus aposentos. Jennifer admiraba su hermosura reflejada en el gran espejo de su tocador. Lucia un sugerente batín de lame dorado, Negrita postrada ante Ella le calzaba sus altas zapatillas y besaba sus lindos pies mientras otra sirvienta repeinaba su agraciada melena.

Fue entonces cuando le entro la curiosidad y llamo a su mayordomo.

¡Que demonios quería de mi aquel estupido negro!. Jennifer siempre tan despectiva cuando se refería a los que Ella consideraba seres inferiores.

¡Señora!. Dijo su fiel mayordomo. Quería suplicarle poder ver a una tal Andrea que dijo ser hija suya y llevársela consigo.

¡Pero!……¡que desfachatez!. ¡Como se atreve!.

Jennifer monto en cólera y llena de ira llamo entonces a tres de sus sicarios.

¡Quiero que ahora mismo vayan en busca de este tal Jeremías y le den una monumental paliza!.

Recapacitando y aun no contenta con la orden que había dado.

¡Luego le ponéis grilletes!, es lo propio para los esclavos ¿NO?. ¡Jajajajajajajajaja!!!!. Y lo encerráis en una mazmorra a pan y agua.

¡Ah, yyy………no… hace falta… que me molestéis informándome de cómo ha ido. ¡No hasta al cabo de unos días!.

¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!!!!.

Ya en la cama, tras follar con su marido, Jennifer le informo de su decisión. Jow, por supuesto, la aprobó completamente.

Transcurridos unos diez días, durante la comida, Jow pregunto a su preciosa esposa.

¿Has decidido ya que vas hacer con el negro?.

¡Lo voy a condenar a muerte!. Contesto Ella risueña y complacida ante el asombro de su esposo.

¡Pero!…….¡Como!. Dijo él.

¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. Siempre me ha dado mucho morbo pensar en ejecutar a alguien. Es un delicioso placer que deseo probar desde hace mucho tiempo y he decidido hacerlo con este estupido negro.

¿Y cuando lo piensas hacer?.

A pesar del carácter libertino y amoral de Jennifer, Jow estaba profundamente enamorado de su bella esposa y por este motivo consentía todos sus deseos y caprichos.

¡Hoy mismo!. Contesto carialegre la perversa Jennifer.

Así,…queee….queridoooo…. Hablo con boquita de piñón a su esposo morreandolo con pasión.

¡Dispón…. de todos los detalles para llevar a cabo mis planes esta misma noche!.

Jow no perdió tiempo y ordeno a sus sicarios preparar al negro para la ejecución.

Aquella noche, los Señores, cenaron en un lujoso restaurante de Montgomery.

Tras la suntuosa comida el chofer emprendió la marcha hacia a las afueras de la ciudad.


Jeremías estaba pagando caro y muy caro aquel atrevimiento. El intenso dolor del hierro incandescente en el interior de su culo le había hecho perder el conocimiento.

Jow saco de su bolsillo una reluciente navaja automática, le agarro los testículos y cuando se disponía a cortárselos se percato de que se había desvanecido.

¡Ir a por un cubo de agua!. ¡Vamos, rápido!. Grito a sus hombres.

Al poco rato una lluvia de agua helada hacia volver a Jeremías a la cruda realidad.

Ahora sí, el Señor Macard agarro los testículos de Jeremías y los secciono cruelmente con su navaja.

Siguiendo los deseos de su esposa se los introdujo en la boca.

¡Trágate tus cojones!. ¡Negro asqueroso!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!!!.

Los dos matones agarraron a Jeremías por debajo de los brazos y lo arrastraron hasta la puerta del Rolls donde estaba la cruel Señora.

Jonás, el chofer de los Señores, aguantaba abierta la puerta del auto.

Los espasmos de placer de Jennifer eran cada vez mas intensos, Negrita se dedicaba de lleno a aquello que sabia hacer tan bien, a lo único que sabia hacer bien, adorar el sexo y el culito de su Ama.

¡Ua!, ¡Uuaua!, ¡ummmmmm!!!! ¡ua! ¡ummmmmm!!! ¡uaaaaaa!!! ¡uuaaaaaaa!!!! ¡aaaaaaaa!!! ¡ummmmm!. ¡uuchhh!!!! ¡ahaahahahahahaaaaaa!!!!!.

¡aaaa!!!! ¡of!!! ¡ofofof!!!!.

Jow extrajo un revolver y con una sonrisa de complicidad se lo ofreció a su linda esposa.

Los dos esbirros obligaban a Jeremías a mantenerse de rodillas frente a Jennifer al tiempo que forzaban su boca a permanecer extremadamente abierta.

Entre gemidos, sonrisas y muecas de placer, Jennifer introdujo el caño de la pistola en la boca de su esclavo que la miraba horrorizado, lloroso y suplicante a la vez.

¡Asi! ¡Así! ¡Perra! ¡Sigue!. ¡Sigue!. ¡Uuchhh! ¡A aaaaaaaaaa!!!!.

¡No pares o hago que te arranquen la lengua!. ¡Estupida!.

¿No querías ver a tu hija?. ¿Perro negro?. ¡Pues aquí la tienes!. Convertida en mi esclava para toda su puta vida. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!!!!!!!.

¡Ua!,¡Uauauaua!!!, ¡Uuuuummmmmm!!!! ¡Ua!! ¡Uuuuummmmmm!!!! ¡Uuuaaaaaa!!!!!!!. ¡Aaaaaaaa!!!!! ¡AAAaaaa!!!!!! ¡Of!!!!! ¡OOOOfofof!!!.

En los momentos de mayor intensidad, de mayor placer, la preciosa y cruel Jennifer apretó el gatillo y la bala penetro en la garganta de Jeremías, destrozándole la cavidad bucal y la traquea. Mientras Ella alcanzaba un monumental y múltiple orgasmo corriéndose intensamente en la boca de Negrita.

Exhausta y riéndose alocadamente se dejo caer encima del cómodo asiento del auto envuelta en su pomposo abrigo de pieles.

¡Aun sigue con vida!. Dijo uno de los matones.

Riendo aun a carcajadas, Jennifer bajo del coche empuñando su reluciente arma. Puso sus esbeltas piernas a ambos lados de la cabeza de Jeremías.

¡Abrirle la boca!. Ordeno Jennifer seca y bruscamente.

Los hombres forzaron otra vez la destrozada boca de Jeremías que sangraba abundantemente y ante la sorprendida mirada de estos y de Jow, Jennifer se acuclillo un poco y un chorro de orina penetro en el interior de la boca del esclavo.

¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!!!!!!. ¡Traga mis meados!. ¡Asqueroso!. ¡Jajajajajajajaja!!!!!.

Tras ello, Jennifer se alzo, reposo su enguantada mano izquierda en su hermosa cintura y estirando la derecha con la que empuñaba el revolver efectuó un segundo disparo.

Un tiro de gracia, esta vez en la sien de Jeremías que acabo definitivamente con su vida.

Jennifer observo entonces con una bella y maliciosa sonrisa a su victima y tras escupirle en la cara dijo:

¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!!. ¡Entregar el cadáver a su mujer y contadle lo que he gozado con él!. ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!!!!!!!!.

Ordeno a sus esbirros la despiadada Señora Reynols sabiéndose del todo inmune a la justicia.


Los Señores montaron de nuevo en su Rolls, tras ellos el impecable chofer cerró la puerta.

¡Has estado sublime querido!.

Jennifer dio un largo y calido morreo a su esposo.

¡A sido colosal!, ¡Apoteósico!. ¡Formidable! Jamás había obtenido un placentero orgasmo de tal magnitud.

Negrita se había abalanzado a los pies de su Ama y le lamía los zapatos.

¿Me adoras verdad perrita?.

A lo que Negrita contesto:

¡Guau!. ¡Guau!. ¡Guau!. ¡Guau!. Y con su lengua lamió y beso las enguantadas manos de Jennifer con las que había ejecutado a su padre.

Hoy ha sido un memorable día para Mí. Para recordarlo siempre, haré que te rapen la cabeza, ¡perrita!. ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!!!!!.

Negrita se resigno, como había hecho siempre, a las crueles designios de su querida Ama.

Seguidamente Jennifer agarro la cabeza de su esclava y la obligo a bajar con los dientes, la cremallera de los pantalones de su marido.

Jow introdujo el erecto pene en su boca, mientras Jennifer forzaba con las manos los movimientos de la cabeza de Negrita obligándole a meter y a sacar de su morro el hinchado miembro de su esposo.

¡Chupa!. ¡Chupa la polla de tu Señor! ¡Esclava!. ¡Jajajajajajajajaja!!!!

Jennifer besaba los labios a su esposo, le daba chupetones en el cuello y literalmente se lo comía. Esta era la Jennifer que a él tanto le gustaba, la que le encandilaba y la que lo tenía totalmente fascinado.

Jow estallo entre gemidos de placer en el interior de la boca de Negrita quien obligada por la perversa Jennifer tuvo que tragar toda su corrida.


El Rolls paraba, al cabo de un rato, frente la entrada de un suntuoso club privado de la capital del Estado.

A pesar de que Jow estaba ya agotado y Negrita se le cerraban los ojos de sueño, aun que ello poco importaba a su cruel Ama. Jenni quiso terminar la noche tomando unas copas en este privativo local nocturno frecuentado exclusivamente por la clases altas de la capital.

Entro sonriente, exultante, orgullosa, con paso firme y llevando a Negrita reptando a sus pies besando el suelo donde su Ama pisaba.

Las extravagancias de la Señora Reynols eran de sobras conocidas por los habituales clientes del privado club.

Tras cruzar la puerta, Jenni dejo caer al suelo su millonario abrigo de pieles que un negro criado tubo que recoger. Quedándose ante el asombro de los allí presentes y por supuesto de su marido, vestida tan solo con sus joyas y sus insinuantes prendas de ropa interior.

El swing, el fox… sonaban de la mano de una orquesta mientras un bullicio de voces de asiduos al local apostaban millonarias cantidades en la ruleta o a las cartas y una espesa humareda de cigarritas llenaba el lugar.

Jennifer se mostraba complacida, gozosa, alegre y provocativa. Jow estaba algo abrumado, pero sabia que tenia que soportar las excentricidades de su hermosa esposa si es que quería conservarla a su lado.

Jenni bailaba y reía sin parar, tomándose de vez encunado una copa de champaña con algún que otro apuesto caballero que no desaprovechaba la ocasión para besarle la mano piropeándola y admirando la extremada belleza de la despampanante Dama.

Estaba claro que por su forma de actuar, Jenni no sentía ningún remordimiento por su cruel y sádico comportamiento.

Y si todavía había alguna duda de ello, quedo del todo resuelta cuando rodeada de incondicionales admiradores, Jennifer, bellamente sentada cruzando sus maravillosas piernas en un cómodo sillón de piel, se jacto de haber ejecutado a un negro esclavo.

  • ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!!. ¡Pobre imbecil!……Me miraba suplicante

y temeroso. ¡Horrorizado! ¡Jajajajajajajajajajaj!!!!!!.

Con su mirada me suplicaba piedad. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!!!. Yo estaba

Excitadísima mientras le introducía la pistola en su asquerosa boca.

Los cuantiosos aduladores que se habían reunido en su entorno escuchaban silenciosos y pasmados como Jennifer iba desgranando los atroces y despiadados detalles de aquella ejecución.

Quizás creía o tenia esperanzas de que me iba a compadecer de él. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!!. ¡Pobre estupido!.

Cuanto más humillado, lloroso y suplicante lo tenía a mis pies, mas grandes eran mis deseos de ejecutarlo. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. Y al final no pude contenerme mas.

Y como loca Jennifer se reía dichosa y divertida.

A lo que uno de los potentados presentes, un señor ya bastante mayor, se postro de rodillas a sus pies.

  • ¡Es Usted una Diosa!.¡Por favor!. ¡Déjeme besarle los pies!. ¡Señora!.

  • ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!!!!!. ¡Adelante caballero!. ¡No se turbe!.

El hombre se arrodillo y empezó a besarle el empeine. Con su boca despojo el puntiagudo zapato y lamió sus soberbios deditos pintados de rojo grana.

Jenni derramo el contenido de una copa de cava encima de ellos y el caballero en cuestión se apresuro a beberlo.

Jow, que hasta entonces había permanecido jugando a la ruleta, alejado de la reunión que mantenía su esposa, se acercó al lugar y se detuvo unos instantes a observar aquella insólita escena; un poderoso y reputado señor de negocios postrado ante su esposa y lamiéndole los pies.

¡Jow!. ¡Ven!. ¡Acércate querido!. Llamo Jennifer a su esposo.

El Señor Macard se acerco. Ella, tirando de una mano, acerco sus carnosos labios a la oreja de Jow y entonces le susurro….

Jow, ¡Cómeme el coño!.

¡Pero aquí!!!. ¿Delante de todo el mundo????

¡Sí!. ¡Anda!, que estoy muy ardiente.

Jow, abrumado y algo avergonzado cedió a los deseos de su esposa.

Así que se puso de rodillas al lado del caballero que aun permanecía besándole los pies y se dispuso a dar placer oral a su esposa.

Mientras su lengua recorría, no con la destreza de Negrita, los rincones del clítoris de Jenni, esta seguía revelando sádicos detalles de la velada anterior.

¡Jajajajajajajajajaja!. Jow se ha comportado como todo un hombre. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. Dijo Jennifer a sus admiradores.

Lo ha azotado con destreza y maestría dando aquel negro la lección que se merecía.

La concurrencia alrededor de aquel extravagante cuadro había aumentado enormemente. Se puede decir que la totalidad de los presentes en el local, mayoritariamente caballeros que dejaban a sus esposas en casa, estaban a la expectativa de lo que allí ocurría.

¡En estos momentos la mujer del negro ya debe haber recibido su cadáver!. ¡Jajajajajajajaja!!!!!. Dijo cruelmente sonriendo y en medio de jadeos de placer la malvada Jennifer.

La Señora Reynols estaba dichosa, complacida, pletorica, era lo que Ella deseaba. El centro de atención, de admiración de aquellos depravados incondicionales que la deseaban y anhelaban, que se masturbaban viéndola gozar.

Jennifer gemía, suspiraba y jadeaba. Masajeaba sus pechos y lanzaba a los presentes lascivas miradas de provocación. Era toda seducción, incitación y tentación para aquellos pervertidos Caballeros que saciaban sus ansias sexuales contemplando sus excelencias y su divino y majestuoso cuerpo.

Jow lamía, devoraba bravamente su coño, hasta que Jennifer estallo en un colosal orgasmo a la vista de todos, muchos de los cuales se apresuraron a terminar su masturbación uniendo su placer al de Jenni.

¡Por favor mi hermosa Diosa! No me deje ser menos que su negro. ¡Mease en mi boca! ¡Se lo suplico!. Le rogó el Caballero que hasta entonces le había lamido los pies.

Jennifer sin ningún decoro soltó sus orines en la boca del agraciado gentilhombre siendo este la envidia de muchos asistentes.

¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Toma bebe mi champaña si te apetece!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!!.

Su engreído ego se veía enormemente enaltecido y desbordado.


Hacia ya horas que centenares de obreros de las fábricas propiedad de los Señores Macard y Reynols habían empezado su dura y larga jornada de trabajo cuando Jennifer viajaba hacia su Mansión recostada en el pecho de su marido y algo cargada de bebida.

Debido a la gran depresión multitud de obreros vagaban por las calles en busca de un trabajo para poder ganarse algunas monedas que les solucionaran el día.

Ahila la esposa de Jeremías se había incorporado como cada día al duro trabajo a pesar del duelo y el dolor por la terrible muerte de su esposo.

Las órdenes de la Señora Reynols eran claras.

Si un obrero o obrera falta un día al trabajo. ¡Se le despide y punto!.

Negrita que había sido ya rapada por personal de servicio del Club, por indicación de la Señora Reynols, permanecía postrada a sus pies.

Jennifer indico a su esposo que iba ya medio dormido recostado en el asiento.

¡Jow!. Tengo unos deseos irresistibles de azotar a la mujer de aquel estupido negro.

¿Pero así?, ¿sin mas?.

¡Sí!!, por el simple placer de humillarla.

Así que cuando me levante de dormir la quiero completamente desnuda y de rodillas ante Mí.

A Jow aquella perversa idea de su bella esposa también le produjo cierto morbo.

A primeras horas de la tarde Negrita calzaba las altas zapatillas doradas en los tórridos pies de Jennifer y le ayudaba luego con el dorado también, batín de satén.

  • ¡Buenos días querida!. Le deseaba su estimado esposo al tiempo que le daba un beso en la boca.

  • ¡Tu negra hace horas que espera!. Dijo Jow haciendo entrega de una temible fusta a su linda esposa.

Jenni sonrió y avanzó con paso firme, taconeando y arqueando con sus preciosas manos la fusta hacia el exterior de su alcoba.

Negrita como siempre la siguió reptando tras Ella.

En una lujosa y amplia sala de la fabulosa Mansión estaba Ahila, desnuda y de rodillas tal y como Jennifer deseaba.

¡Besa mis pies!. ¡Esclava!.

Ahila dudo en un principio besar los pies de la asesina de su marido, pero tras aquellas primeras dudas, arrimo sus labios; tal vez por miedo o tal vez por respeto ancestral a la figura de la Ama a sus pies y beso y lamió los deditos de la bella Jennifer que asomaban de la parte delantera de sus increíbles zapatillas. No sin percibir silenciosamente y con lagrimas en los ojos odio y rabia hacia Ella.

Desde las alturas de sus finos tacones, Jennifer, contemplaba orgullosa con una leve y malévola sonrisa aquella humillante escena de sumisión.

¡Cogedla!. Ordeno a dos robustos criados que se hallaban presentes en la habitación.

Señalando con la fusta.

¡Tumbadla encima de esta mesa con el culo al aire!.

Los dos siervos obligaban a Ahila a permanecer tendida en la mesa con las nalgas y la espalda hacia arriba.

Jennifer descargaba con sádico frenesí su fusta en las carnes de la infortunada negra.

Ahila sufría aquellos azotes por partida doble, por el daño físico y por el dolor moral que le proporcionaba ser fustigada por aquella misma mujer que había dado muerte a su pobre esposo.

Cuando ya las nalgas y la espalda de Ahila estaban repletas de brutales marcas de la fusta de Jenni.

¡Jow!. ¡Sodomizala!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!!.

Jow, que hasta aquellos momentos había permanecido silencioso en un extremo de la sala contemplando como su majestuosa esposa se deleitaba torturando sin ningún motivo aparente, tan solo por puro placer, a aquella desgraciada negra, se acerco y complaciendo una vez mas a su perversa compañera inserto su hinchado pene en el culo de Ahila.

¡Jajajajajajajajajaja!!!!. ¡Así Jow!. ¡Perfecto!. ¡Rompe el culo a esta puta perra!.

Ahila sollozaba, pero no suplicaba ni pedía clemencia. No quería por propio orgullo y dignidad dar el placer a sus torturadores de verla hundirse moralmente.

¡ Veamos si sabes comerme el coño tan bien como lo hace la perrita de tu hija!.

Dijo Jenni soltando seguidamente una pérfida risotada al tiempo que abría su lujoso batín y aproximaba la vulva a la boca de Ahila, mientras Jow seguía penetrandola con dureza por el ano y Ella azotándola, ahora por el lado contrario.

¡Ven aquí, Negrita!. ¡Anda besa los pies a tu Ama!. Ordeno Jenni a su perrita.

Jow y Jennifer llegaron al éxtasis casi simultáneamente.

¡Vamos a comer querido!. Me ha entrado mucha hambre con tanto ejercicio. ¡Jajajajajajajajaja!!!.


En los días siguientes, tras dejarlas en ayunas, Jennifer se divertía haciendo competir a madre e hija por unas migajas de sus sobras.

Negrita ladraba y luego esperaba a que su Ama tirase algún mendrugo al aire para intentar atraparlo con la boca, sino era así, lo comía igualmente del suelo.

Seguidamente, a cuatro patas, se acercaba a Jennifer para besarle la mano.

¡Muy bien!. ¡Perrita!. ¡Muy bien!.

Veamos ahora si la perra de tu madre sabe tanto como tu. A ver cual de las dos lo agarra antes. ¡Jajajajajajajajaja!!!!!.

Jenni lanzaba otro pedazo de comida al aire. Ahila carecía de la destreza perruna de su hija, siendo esta la que una y otra vez se quedaba con los restos de comida que lanzaba la Señora Reynols.

¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!. ¡A este paso te vas a morir de hambre!. ¡Estupida!.

¡Anda ven!. ¡Acércate!. Ahila, imitando a su hija, gateo hasta los pies de Jennifer.

Quieres un trozo de comida…. ¿Verdad?.

Ahila murmullo un "sí" casi imperceptible.

¡Pafff!!!. ¡Paff!!!. Un par de fuertes bofetones se estrellaron en sus mejillas.

¡Es que no has aprendido de tu hija!. ¡Cómo se deben de pedir las cosas!!!!. ¡Inútil!!!!.

¡Guau!!. ¡Guau!!!-

¡Así!. ¡Muy bien!. ¡Aprendes rápido!. ¡Jajajajajajajajaja!!!!.

Jennifer escupió al suelo restos de comida que tenia en su boca y señalándolo imperativamente con un dedo terminado en largas uñas y provisto de un grueso anillo.

¡Come!. Ordeno secamente a Ahila.

Ahila, hambrienta como estaba, no le produjo ningún asco aquellos restos de comida salidos de la boca de la bella Jennifer y cuando se disponía a chuparlos del suelo, Jenni lo piso con su zapatilla.

¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!!!. Acercando la suela a la boca de Ahila.

¡Límpiamela!. ¡Esclava!. ¡Jajajajajajajajaja!!!.

Ahila pasó su lengua por toda la suela y fino taco de la bonita zapatilla de la despiadada Jennifer que se deleitaba viéndola humillarse una y otra vez ante Ella.

Pero la más gran vejación sucedió el día en que los Señores daban una fiesta de aniversario de la Señora Reynols.

Ante todos sus invitados, Jennifer algo pasada de champaña, hizo traer a sus dos perras. Una criada puso en un perol restos de las sobras de la suculenta comida que los Señores se habían dado.

¡Adelante!. ¡Comer!. Quiero que participéis también de mi aniversario ¡Perritas!.

Cuando Negrita y Ahila iban a comer de aquellos deliciosos desechos.

¡Esperad!. Quizás falte algo de bebida ¿Noooo?.

Jennifer orino ante todos sus invitados en el interior del perol dejando toda la comida chorreando de meados.

¡Ahora Sí!. ¡Ahora podéis comer!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!!!!.

Negrita se abalanzo y devoró sin miramientos la sabrosa, para ella, comida que su Ama le ofrecía. Ahila dudaba.

¡Come!. ¡Negra inútil!. ¡Si no quieres que te deje sin comer el resto de tu asquerosa vida!. Grito violentamente Jenni dando una fuerte patada en la cara a la pobre Ahila.

Jow y el resto de invitados reían sin parar las perversas y crueles ocurrencias de la preciosa Jennifer.


Han pasado ya varios años, Ahila mi madre, murió en una de estas brutales sesiones de azotes y tortura a las que le sometía frecuentemente la Señora Reynols.

No sentí pena, ni rabia, ni ningún otro sentimiento, jamás cuestione ni tampoco tenia la capacidad para hacerlo lo que a mi Ama se le antojaba hacer por puro y simple gusto o placer.

Una tarde, como muchas otras tardes, Jonás preparo el auto para que la Señora me llevara a pasear. Era verano y hacia bastante calor, Jennifer llevaba un vestido algodonado blanco que casi transparentaba su también blanca ropa interior.

Sus ojos iban cubiertos por unas oscuras gafas de sol.

La Señora Reynols entro en el vehículo y se acomodó en el espacioso asiento, forrado de negra piel, del lujoso Rolls; yo, como de costumbre, me tendí en el suelo.

Jenni cruzo sus maravillosas y bronceadas piernas, dejado una de sus destalonadas sandalias de altísimo tacón aguja adornadas con autenticas piedras preciosas, colgando encima de mi cara.

Encendió entonces en su larga boquilla un rubio pitillo. Yo le lamía con la punta de mi lengua los bonitos deditos que sobresalían de su sandalia.

Jennifer dio un fuerte tirón de la cadena que unía mi dorado collar metálico con sus manos.

¡Abre la boca!. ¡Esclava!.

Con una bella y malévola sonrisa en sus labios, Jenni vertió la ceniza de su cigarrita en el interior de mi boca.

Y continuó utilizándome de cenicero hasta que al final apago sádicamente la boquilla en mi lengua. Hacia mucho tiempo que la Señora no se portaba tan cruelmente conmigo.

  • ¡Paré el coche!. ¡Jonás!.

Hacia bastante rato que viajábamos en el auto. El chofer bajo y abrió la puerta trasera.

¡Anda perrita!. ¡Bésame los pies!.

Di un calido beso en el empeine de aquellos fascinantes pies de la Señora Reynols.

¡Ves en busca de una piedra y me la traes!. Me ordeno mi Ama soltándome la cadena.

Me apresure a cumplir sus deseos. Tras de mi, Jonás cerro la puerta y cuando me di la vuelta el vehículo se ponía en marcha.

Pude ver a la Señora Reynols que me miraba sonriente. Pensé que era un juego y corrí, corrí, con todas mis fuerzas detrás del auto, de la manera que sabia hacerlo, de la única manera que podía hacerlo, a cuatro patas como los perros tal y como me habían adiestrado.

El coche se fue alejando y yo no pare de correr tras suyo hasta quedar completamente agotada, sin fuerzas, con las rodillas ensangrentadas.

El coche desapareció de mi vista. Me senté a esperar al pie de la carretera, tal vez volvería a buscar-me.

Pero no fue así, la noche llego y con ella el frió. Me invadió entonces un tremendo sentimiento de angustia, de culpabilidad.

Que habría hecho yo para que mi Señora me abandonara, en que le habría fallado, porqué se habría enojado conmigo.

Experimente una terrible sensación de vació, de soledad, de tristeza. Entonces llore, llore como no lo había hecho ni por mi padre ni por mi madre.

Me preguntaba una y otra vez. ¡Porqué!, porqué me ha abandonado mi Señora. En que me equivoque.

Pase la noche acurrucada al lado de la carretera, tal vez por si volvían a por mí, pero no lo hicieron, no volvieron ni aquella noche, ni al día siguiente, ni ningún otro día.

Tenía hambre, sed y frio. Comí hierbas frescas y bebí de un charco.

A gatas, de la única manera que sabia moverme, anduve por el monte, siempre alimentándome de hierbas o flores, hasta que divise una solitaria casa, vi a una anciana mujer tirar los desperdicios de la comida en un campo.

Durante noches me acerque hasta la finca y comí de aquellos desechos siempre de noche para no ser vista. De día permanecía escondida en unos matorrales, un anciano hombre me descubrió.

Me machacaron a preguntas que yo no comprendía ni por supuesto no podía responder, ya que yo no sabía hablar, ni articular frases.

Se pensaron que era una especie de animal salvaje y me encerraron en una jaula. Hasta que decidieron entregarme a una monjas.

Ahora me vuelvo a llamar Andrea, ellas me educaron, aunque tengo grandes dificultades me enseñaron a hablar, a razonar y andar como las personas.

Me devolvieron la dignidad que me había sido tanto tiempo arrebatada. Pero a pesar de ello, a pesar de la formación religiosa católica que me inculcaron las monjas y a pesar del terrible daño físico y moral que me hizo la Señora Reynols sigo amándola en cuerpo y alma, sigo venerándola e idolatrándola.

Un solo gesto, una sola palabra suya bastaría para que me postrara inmediatamente de rodillas a sus pies y le suplicara perdón. Perdón por mis faltas, perdón por hacerla enojar y le imploraría que volviera a aceptarme como su esclava, como su fiel y sumisa perrita que un día fui.

He viajado algunas veces a Montgomery y he deambulado horas y horas frente los restaurantes o locales que Ella solía frecuentar. Hasta que la vi, la vi de lejos, la vi un instante, alegre y sonriente. La vi tan elegante, glamorosa y hermosa, tan orgullosa y altiva como siempre.

Tuve el irresistible impulso de arrojarme a sus pies, pero no lo hice, no lo hice por miedo a ser rechazada, por no importunarla ni molestarla con mi inmunda presencia.

Pero para mi Jennifer es y será para el resto de mi vida mi única y autentica Diosa.

FIN