EHT (5): Feminizando al novio
La nueva hipnotizada asume el rol masculino y feminiza a su novio
El hipnotizador tibetano (EHT) 5: Feminizando al novio
Héctor despertó con una erección matutina monumental. Inclusive le dolía un poco. La culpa era de Giannina. Desde hacía un par de semanas se había vuelto una verdadera guarrilla. Le pedía sexo a todas horas y luego lo dejaba un día o dos sin nada. Cuando pensaba que ya se le había pasado ese “futor uterino”, volvía con más ganas y luego el ayuno obligado sin previo aviso. Y ahora no la veía desde dos días atrás. Estaba con muchas ganas de coger.
Fue al baño y se masturbó. Antes de terminar cogió un vaso y eyaculó dentro. Salieron varios chorros. Luego él bebió su propio semen. Había adquirido esa costumbre hace una semana. No recordaba por qué sintió curiosidad un día en probar el sabor de su esperma pero no lo pensó mucho y lo hizo. Había leído en internet que el semen tenía muchas vitaminas y decidió probar el suyo. No sabía nada mal.
Se dio una ducha y al salir no pudo evitar verse en el espejo un buen rato. Flexionando los músculos y buscando su mejor ángulo. Le gustaba su cuerpo y sabía que a muchas mujeres también. Pensó unos instantes en Karolina, su ex. Hace unos días él la había tratado muy mal. La había llamado puta delante de sus amigas. Ella nunca se lo perdonaría pero ella se lo merecía por estarse insinuando sabiendo que él estaba de novio con Giannina. Así dejaría de molestarlo. Al menos por un tiempo.
Luego de desayunar entró a internet. Editó sus fotos colgadas en su red social. Definitivamente tenía pinta de modelo o actor de cine. Estaba perdiendo plata como le decían a menudo. Aunque sus fotos tenían tanto comentarios de hombres como de mujeres. No le caían mal los gays, solo que no se sentía completamente a gusto con ellos. Pero seguía colocando esas fotos insinuantes. Le gustaba recibir comentarios que levantasen su ego. Aunque casi la mitad eran de varones.
Entró a su correo y revisó sus mensajes. Un enlace de propaganda llamó su atención. “Shemales complacerán todos tus caprichos” lo abrió. Era de hombres con cuerpo de mujer. Se sintió excitado. El tenía frecuentemente fantasías homosexuales. Pero lo máximo que había llegado en sus 20 años de vida era a tocarse los muslos y los miembros con un amigo, cuando tenían 16 años. Se habían masturbado mutuamente pero solo un rato. Luego cada quien terminó por su lado y después de unos meses dejaron de verse. Nunca volvieron a hablar del tema. Ambos estaban arrepentidos de lo que había sucedido. A veces se preguntaba qué habría sido de él y si hubieran llegado más lejos.
Esas fantasías y recuerdos lo acompañaban con poca frecuencia. Pero en los últimos días habían aumentado. A eso había contribuido Giannina que ahora le pedía sexo anal cuando antes se negaba y accedía tras muchos ruegos. ¿Quién entiende a las mujeres? Verla disfrutar del sexo anal le daba envidia. Era evidente que gozaba muchísimo. Y navegando en internet se enteró de que los hombres tenían el punto P en la próstata. Que era el equivalente al Punto G de las mujeres. Se había explorado un par de veces el orificio anal pero no había encontrado placer. No había pasado de la abertura pero le causaba curiosidad. Y esa curiosidad crecía día a día. No le extrañaba para nada a pesar de que era un interés muy reciente.
En esa página de shemales vio unos ejemplares magníficos. Mujeres de pechos exuberantes y cuerpo de infarto, con penes más grandes que el suyo. Se preguntó qué se sentiría sodomizar a un shemale y luego ser sodomizado. No pudo evitar tener otra erección mientras recorría las páginas de los shemales. La mayoría asumían rol activo y pasivo. Penetraban y eran penetrados.
Estaba muy concentrado en la página cuando lo llamaron al móvil. Era Giannina que quería verlo esa tarde “para estudiar”. Era evidente que quería sexo. Generalmente usaba ese subterfugio ante sus familias. Ella se había vuelto insaciable. Él aceptó. A ver si así apartaba esas fantasías homoeróticas de su cabeza.
Siguiendo los consejos de su Amo Diego, Giannina había hipnotizado a su novio. No había sido fácil porque ella no tenía práctica pero luego de un par de intentos lo logró. Una vez que lo hizo entrar en un trance ligero, simplemente le colocó unos audífonos y dejo que Diego haga el trabajo de reprogramar a su novio. Él se encargó de adecuar la mente de Héctor. Para cumplir con ese propósito le enviaba archivos de audio que ella le hacía escuchar con su reproductor mp3. A veces se quedaba al lado escuchando la voz de Diego que profundizaba más y más en la mente de su novio. Le daba curiosidad verlo con los párpados cerrados pero con los ojos moviéndose detrás en círculos y a los lados. Un par de veces le había abierto los ojos por curiosidad y lo había visto con la mirada perdida. Diego lo hacía entrar en un profundo trance y ahí modificaba sus más profundos gustos moldeándolos a su antojo.
Ahora Giannina simplemente veía con frecuencia a Héctor, supuestamente para tener sexo durante horas, pero en verdad lo inducía al trance con la “frase gatillo” que había implantado en su cerebro y luego lo hacía escuchar el siguiente archivo de audio. Claro que tenían más sexo que antes, pero mucho era fantasía en la mente del muchacho. Ya que ella también tenía sus propios archivos de audio que escuchar. Así que de cada encuentro sexual, tenían un rato de sexo y luego ambos, desnudos el uno junto al otro, se sumergían en un trance hipnótico. Así el hipnotizador tibetano fue reprogramando sus mentes.
Pero Giannina era quien llevaba el mando en esa situación. A veces para divertirse hacía entrar a Héctor en trance a mitad de la calle. Le divertía verlo tambalearse, sumergido en hipnosis profunda, con los ojos cerrados y a medio de dar un paso. Claro que tenía cuidado de que nadie los viera. Prefería hacer eso a solas. Por ejemplo, cuando él llegaba a su casa de visita y no había nadie más, Héctor pretendía tener sexo o manosearla, así que ella lo dejaba en trance en el sillón mientras hacía alguna tarea doméstica, un trabajo del instituto u otras cosas. O a veces era al revés. El prefería estar en internet o jugando fútbol con sus amigos y ella quería que sea atenta con él, así que lo hipnotizaba para que se ponga cariñoso. Héctor se había convertido en el juguete de Giannina y ese nuevo poder la excitaba más cada día.
Diego hacía el largo recorrido desde su casa hasta el instituto tecnológico donde estudiaba su nueva esclava con cierta frecuencia. Como los hoteles no eran tan discretos por ese lado de la ciudad, alquiló una habitación en un segundo piso y ahí sometía a Giannina a diversos vejámenes bajo su consentimiento. En una ocasión Héctor quedó en el hotel escuchando su grabación del día mientras ella follaba toda la tarde con su Amo.
Esa tarde, luego del primer polvo, Giannina se apoyó en su pecho y con voz melosa le dijo: “¿Si hiciéramos un trío, escogerías un hombre o una mujer?”
Dos semanas atrás la pregunta le abría parecido a Héctor que ella estaba loca. Pero ahora hablaban de temas sexuales con mucha madurez y absoluta naturalidad. Lo pensó unos segundos. Luego respondió “podría ser alguien que fuera a la vez hombre y mujer”.
Ella se levantó, sorprendida “¿de qué estás hablando?”.
Héctor le explicó lo que había visto en la mañana. Ella no parecía muy convencida.
“¿De verdad dejarías que un extraño te dé por el culo?” – preguntó ella.
“A ti parece gustarte”, dijo él pellizcándole una nalga.
Ella soltó un ligero gritito de dolor y luego le dio unos puñetes suaves. Ambos rieron y se besaron.
“Antes que un extraño te sodomice, quisiera hacerlo yo”. Dijo Giannina, muy seria.
“¿Sí? ¿Y cómo lo harías?”. Preguntó él extrañado.
“Pues con un pene de plástico, niñato”. Dijo ella riendo nuevamente.
Ambos rieron a carcajadas. Pero esa noche él volvió a entrar a la página de shemales. Recordó nuevamente la mano de su amigo cogiendo su pene y se recordó a sí mismo cogiéndole el falo. Su amigo era más aventajado que él. Se preguntó qué se sentiría ser penetrado.
Entró al chat y ahí estaba Giannina. Empezaron a conversar y en pocos minutos estaban hablando de sexo y penes de plástico. Cuando estaban juntos acababan teniendo sexo pero por internet pudieron hablar ampliamente. Quedaron en hacer el intento en el fin de semana. Ella compraría un pene de plástico y él se encargaría de llevar el lubricante.
Un día antes que la joven pareja se reuniera, Diego hizo otro viaje hasta el lugar de encuentro. Ahí le entregó a Giannina un “strap-on”, es decir un consolador de látex y un árnes para sujetarlo a su pelvis, además de un traje de cuero. Ese fin de semana sería el debut de la joven como Dominatriz. Pero el hipnotizador no pudo resistir la tentación de hacer que ella se lo ponga y sodomizarla con el traje de cuero. Ella gozó como pocas veces antes. Le excitaba ser dominada y al mismo tiempo saber que pronto dominaría de la misma forma a Héctor.
Completamente ignorante de su destino, pero convenientemente acondicionado por los audios que escuchaba casi a diario. Héctor acudió puntualmente a recoger a Giannina a casa de sus padres. Cargó la pesada mochila con los libros de su novia ya que supuestamente se iban a estudiar. Dieron un rodeo y fueron al motel donde solían tener relaciones. Era un lugar bonito y bien ventilado. Además que sus paredes no eran delgadas.
“Hoy sentirás lo que siento yo”. Le dijo Giannina antes de entrar. Él sonrió, estaba algo nervioso pero muy excitado.
Una vez en la habitación ella se puso el traje de cuero. Él la miró asombrado. Se la veía preciosa con ese traje y las botas. No pudo evitar estremecerse al ver el “strap-on”. Era la primera vez que veía un consolador con arnés para adaptarlo a la pelvis. El pene se veía muy sólido. No puedo evitar tocarlo con algo de temor.
“¿Trajiste el lubricante?” preguntó ella.
“Claro que sí”, dijo él.
Empezaron a besarse. Extrañamente era ella quien tomaba la iniciativa. Lo hizo tenderse sobre la cama y le hizo un fellatio. Ya se había puesto el arnés así que solo tenía que acomodarlo para empezar la penetración.
“Sé gentil y cuidadosa” dijo él. “Es mi primera vez”. Su voz era más suave de lo normal. Se sentía extrañamente feminizado.
“Tranquila putita”, dijo ella, “yo me encargaré de todo”. La voz de Giannina sonaba masculina, por la excitación se había enronquecido un poco.
Mientras le hacía sexo oral, se embardunó un dedo con el lubricante y empezó a meterle un dedo. Héctor trató de resistirse pero ella lo sujetó con firmeza. Dejó de moverse y notó que lo disfrutaba. Su erección creció un poco más. Estaba excitado como pocas veces antes.
Cuando supo que estaba a punto, Giannina le ordenó a su novio que se pusiese en cuatro. Ella se acomodó detrás de las nalgas masculinas, colocó más lubricante sobre el orificio anal y sobre el consoldaro y luego cogió las caderas de Héctor mientras le decía: “Ahora te haré mi mujer”. Era increíble como esa bella joven de rostro angelical había asumido con mucha naturalidad el rol de Dominatriz.
Héctor colaboró respirando con fuerza cuando el consolador entró en su cuerpo. Giannina parecía toda una experta. Lo tenía cogido por las caderas con sus manos de largos dedos y uñas maquilladas. Lo penetró con cuidado haciendo sentir como lo horadaba milímetro a milímetro y cuando tuvo dentro más de la mitad del consolador, empezó a bombear.
Él muchacho sintió dolor cuando el consolador entró hasta el fondo. Tuvo que morder la almohada para no gritar, pero luego empezó a sentir placer en el fondo de su cuerpo. Era increíble, empezó a gemir mientras su novia le daba con más fuerza.
“Toma perra, toma tu merecido” gruñía ella mientras le daba unas nalgadas. Héctor casi nunca lo hacía pero recordó que se lo haría la próxima vez. Ella lo estaba clavando como nunca lo había hecho él con ella. Era fabuloso. Se había transformado en una experta de la dominación y aunque él no lo sabía, empezaba el proceso de feminizarlo.
Héctor empezó a masturbarse para terminar, se sentía a punto de estallar. Cuando el orgasmo llegó no puedo evitar gritar de placer, como pocas veces antes lo había hecho.
Se detuvieron sudorosos. Giannina se sentía feliz. Extrajo el consolador del cuerpo de su novio y luego fue por unas esposas que sacó de su mochila. Sus padres y el msmo muchacho ignoraban que ahí no había ningún libro. También sacó un vestido viejo de su madre que había recortado para que mostrase más la carne del que lo usase.
Le indicó a Héctor que se pusiese el vestido y luego le puso las esposas. El obedecía a su novia. Se sentía feliz siendo dominado. Había asumido completamente su rol de sumiso.
Esa tarde el muchacho le hizo un fellatio al consolador, recibió correazos suaves en las nalgas y fue sodomizado nuevamente. Luego le hizo un cunnilingus a su nueva Ama hasta que ella terminó. No la penetró en ningún momento.
Él la dejó en su casa, ambos estaban exhaustos. Antes de separarse ella lo besó y le dijo al oído “ahora eres completamente mía, putita”. Y él sonrió asintiendo como si lo sucedido hubiera sido lo más normal del mundo.