EHT (4): La chica del tecnológico
Una hermosa joven que el hipnotizador conoce por el chat, es la siguiente en caer en sus garras mentales.
El hipnotizador tibetano (EHT) 4: La chica del tecnológico
Diego abrió su correo y vio tres mensajes de Giannina, una hermosa chica de 19 años que había conocido en un chat de ligues eróticos. Ella estaba desesperada porque su novio, un tal Héctor iba a ir en un viaje de estudios con toda su clase y el salón donde estudiaba su ex, una tal Karolina que al parecer era toda una guarrilla que quería tirarse un polvo con cualquiera, incluyendo al dueño de su corazón.
El hipnotizador le respondió lo mejor que pudo y finalmente le escribió una frase que aceleró los latidos del corazón de la joven Giannina. “Creo que es hora de conocernos en persona.”
Cuando ella leyó su respuesta quedó estupefacta. Hace tiempo que quería conocerlo pero él no parecía tener prisa. Por eso precisamente le atraía sexualmente. Desde la primera vez, cuando su mensaje de saludo fue un simple: “Buenas tardes, señorita.” Muy diferente de los mensajes de adolescentes y pajeros que empezaban con “Hola guapa”, “Princesa”, “Te ofrezco 100 euros”, o peor aun “Muéstrame las tetas”. Pero lo peor era cuando entraba en un poco de confianza y empezaban con “”Enciende la cam”, “Envíame tus fotos” y peores sandeces.
Giannina tenía un rostro angelical y un cuerpo que cortaba el aliento pero sexualmente era algo tímida. Aunque poseía una mente pervertida que transmitía por el chat. Ahí podía dar rienda suelta a sus bajos instintos. Podía ser una chica tímida o una zorra experimentada o mejor aún, un varón en busca de una putita.
Fue en el chat que ella descubrió su curiosidad por el mundo BDSM (sadomasoquismo), la bisexualidad y el control mental. Se imaginaba dominando a las personas a su alrededor. Sobre todo a su novio que parecía un actor de cine pero era algo amanerado. Y eso le atraía. Una de sus fantasías era ver a dos hombres teniendo sexo y a menudo uno de esos hombres era Héctor.
Ella solía entrar a ese chat por las tardes, desde algún cibercafé que quedaba cerca al instituto tecnológico donde estudiaba. Siempre pedía una cabina privada. No le gustaba entrar desde su casa porque sus hermanos la interrumpían a cada rato. Eran muy curiosos. Solía quedarse una hora o como máximo dos, pero cuando conoció a Diego se quedó hasta la noche. Le fascinó su charla y su forma de ser. Simplemente quedó embelesada.
Diego le hablaba con total naturalidad de diversos temas. Era evidente que había recorrido el mundo y que era un experto en temas sexuales. Tenía amigos del chat con el cual a veces se conectaba para hablar de temas calientes pero con él la conversación de ese tipo, surgía de lo más normal. Fue él quien le hizo notar que su rol en el mundo BDSM era el de “switch”, es decir que le gustaba asumir roles de Ama-Dominante y de sumisa. Él parecía leer su mente como un libro abierto. Pronto se hizo adicta a él. Pasaron horas de horas chateando sobre sexo, BDSM, dominación mental, hipnosis, sexo brutal, sodomización, sexo y más sexo. Ella tenía una curiosidad insaciable. Se había iniciado sexualmente a los 13 años pero sus parejas habían sido chicos de su edad o unos años más. Nada extravagante hasta el momento en la vida real, aunque en el chat no ponía límites.
A los pocos días de conocerse, Diego le obsequió una laptop que escogieron juntos en compras en línea. Así ella podía encerrarse en su cuarto para evitar que la molesten sus hermanos y conectarse a internet desde la comodidad de su habitación. Así se evitaría estar en esas cabinas donde muchas veces había gente grosera o algún avivato que quería hacerle conversación.
Como ella no sabía mucho de computación, fue fácil para Diego instalar un troyano en su nueva laptop y así pudo enterarse de muchas cosas más. Además de tener acceso a sus correos y sus archivos personales. En verdad era sorprendente todas las cochinadas que esa jovencita de rostro angelical era capaz de pensar o de escribir.
Fue ella misma la que se ofreció a mostrarse por webcam. A los pocos días Diego le pidió con total naturalidad que se desnudase para él y luego se masturbó para él. Quedó fascinada. Se acostumbró a vestir sexy para él por la cam. Aunque rara vez lo veía porque él prefería tener su webcam apagada.
Giannina era una joven romántica y el dueño de su corazón era Héctor, un muchacho de su instituto. Bastante guapo pero muy metrosexual para el gusto de Diego. Era evidente que el muchacho tenía ciertas tendencias homosexuales que ella se negaba a ver. Al parecer era muy atento con ella y tenía mucho jale con las chicas. Entre ellas la tal Karolina a quien Giannina detestaba. Al parecer era una resbalosa que le gustaba la vida fácil. Lo paradójico era que si bien Karolina era guapa, no le llegaba ni a la punta de los talones a Giannina. Eso era evidente para el hipnotizador que había visto en fotos a la chica.
“Creo que tienes temor de ella porque intuyes que en la cama es mucho más hábil que tú”, le escribió Diego sin rodeos. “Además quieres tener absoluto control de Héctor, quiere dominarlo por completo”.
Era increíble. Él parecía estar dentro de su mente. La conocía mucho mejor que sus padres. Definitivamente quería conocerlo cuanto antes. No podía evitar ponerse húmeda. Estaba nerviosa como en su primera cita. Esa noche Giannina cenó rápido y luego salió con la excusa de dar una vuelta, en verdad fue a una centralita telefónica donde recibió la llamada de Diego. Puntualmente como siempre.
No era la primera vez que hablaban pero esta vez era inminente que fijarían fecha, hora y lugar donde reunirse.
Diego no se andó con subterfugios. No solo conversarían. Él la haría suya de varias maneras. Giannina aceptó todo sin rechistar. Estaba excitada. Y quería dominar la mente de Héctor, saber qué pensaba y qué hacía. Quería convertirlo en su esclavo. Y también anhelaba ser dominada en cuerpo y mente por Diego. Lo deseaba.
El siguiente fin de semana Giannina partió muy temprano al lugar de encuentro. La ciudad era grande y el tráfico era mucho menor si uno salía antes de las 7:00 a.m. Diego le había indicado que vistiera muy recatadamente, que no se maquillara y no llamara la atención en lo absoluto. A Giannina le costó encontrar la ropa adecuada porque casi todo su clóset estaba lleno de ropa ceñida y cortísima, pero lo logró. Tuvo que coger un vestido antiguo de su mamá. Se veía como una de esas viejas cucufatas que iban todos los días a rezar, pero estaba segura que dejaría contento a Diego.
Llevaba un bolso grande y una maleta pequeña de ruedas donde había colocado la ropa que Diego le había indicado. Pasarían dos días en un hotel discreto en el otro extremo de la ciudad. En casa dijo que iba a visitar a Sandra, una amiga que vivía sola en una ciudad cercana. Sandra la cubriría. Sus padres jamás sospecharían pero era mejor no dejar cabos sueltos. Había hablado con ella y luego de satisfacer su curiosidad sin dar muchos datos, se pusieron de acuerdo.
Cuando estuvo en camino, Giannina timbró al teléfono móvil que él le había indicado la noche anterior. Él no contestó según lo acordado.
El viaje se le hizo interminable, pero finalmente llegó a la esquina donde la esperaba un taxi de una empresa. Diego le había enviado el nombre del chofer y la placa del taxi por mensaje de texto. En cinco minutos llegaron al lugar. El hotel era bonito, de cinco pisos y ubicado en una zona residencial. Sumamente discreto.
Giannina se registró y luego subió por el ascensor. Su corazón parecía salirse de su pecho. Sus manos sudaban. Estaba sumamente nerviosa.
Cuando se abrió la puerta del ascensor, lo vió esperándola en el lobby. Era un poco más bajo de lo que se había imaginado pero tenía esa sonrisa tranquilizadora que había visto por la webcam. Se acercó y le dio un beso en la mejilla mientras la ayudaba con la maleta con ruedas.
“Eres mucho más hermosa en persona”, le dijo él con voz suave.
Giannina sintió un escalofrío. Nunca se había sentido tan nerviosa. Y la ropa que llevaba la hacía verse lo menos atractiva posible. Pero su juventud y belleza resaltaban así estuviera usando un saco de patatas como vestido.
La habitación que Diego había alquilado era amplia. Tenía una cama King size y un jacuzzi en extremos opuestos. Además había una mesita con dos sillas. Todo era de primera. Diego no escatimaba en gastos.
“Puedes darte una ducha si deseas”, indicó Diego. Ya he pedido el desayuno, lo traerán en unos minutos.
Giannina obedeció. Casi no podía hablar. Reía nerviosamente y se sentía empequeñecida a su lado. Se había duchado antes de salir pero lo hizo de nuevo. Salió envuelta en una toalla. Era evidente que él quería verla así.
Diego sonrió complacido. Le gustaba verla con el cabello mojado. “Ponte la ropa de colegiala”, le indicó.
Toda la ropa que él le había indicado estaba en la maleta. Había traído la ropa que usaba en el colegio, además de lencería y otras cosas. Él había sido muy preciso y ella había tratado de no olvidar el menor detalle.
No parecía tener prisa en verla desnuda o en tocarla. Eso la excitaba más. Cuando ella se cambió, él se puso a ver la tele. Había momentos en que parecía ignorarla.
Trajeron el desayuno y se sentaron a comer. Era todo muy ligero. Frutas y yogurt. Ella comió solo una fracción de lo que le sirvieron. Se sentía extrañamente excitada, vestida como colegiala a solo unos centímetros del hombre que la hacía sentir como nadie la había hecho sentir antes.
Diego sonrió y luego de limpiarse los labios con una servilleta de papel le dijo: “Eres muy guapa, aunque con esa ropa pareces menor de edad, ¿a qué edad me dijiste que habías debutado?”.
“A los trece”, respondió ella bajando la mirada. En ese momento parecía tener esa edad o un poco más.
“Con la hipnosis podrías rememorar ese momento como si lo vivieras, o modificarlo a cómo te hubiera gustado que sea”, dijo Diego.
“¿Me-me-me vas a hip-hipnotizar?”, tartamudeó ella.
“Todavía no”, respondió él, acercándose.
Giannina comprendió que ahí empezaría todo. Instintivamente puso sus manos adelante en ademán defensivo y su espalda se recostó fuertemente contra la silla. Diego adoptó un tono serio y murmuró: “No te resistas”.
Ella no pensaba hacerlo, pero no abrió los labios cuando él la besó. Sintió sus labios sobre los de ella y su mano derecha hurgando bajo su falda, acariciando sus muslos. Mientras su otra mano la atraía por la cintura. Giannina dudó un par de instantes más, pero luego se entregó. Tuvo un pensamiento fugaz para Héctor pero comprendió que no le estaría siendo infiel. Era el inicio de un nuevo escalón en su vida y en su relación aunque su novio lo ignorase por el momento.
Ella abrió los labios y separó los muslos. La lengua de Diego se introdujo en su boca y empezó a mordisquearle los labios. Mientras tanto su mano derecha acariciaba la cara interna de sus muslos, cada vez más cerca de su húmeda conchita. Giannina rodeó con sus brazos el cuello de Diego.
Se pusieron de pie sin dejar de besarse. Al estrechar sus cuerpos, ella sintió la urgente necesidad de él en su entrepierna. Él le guió una mano hacia su erección. Ella lo cogió por encima de la ropa. Gimió cuando él empezó a besarle el cuello, la mano de Diego ya se había apoderado de su conchita y dos dedos se introducían en su húmeda cueva, masturbándola.
Él le arrancó la trucita que llevaba, la empujó sobre la cama y sin terminar de sacarse la polla del pantalón, la clavó ahí.
Giannina soltó un grito cuando él la penetró. Apretó su cara contra la sábana y se corrió casi de inmediato. Estaba demasiado excitada para andarse con miramientos. Diego la siguió clavando hasta eyacular. Luego salió de su interior y fue a darse una ducha.
Ella se quedó sobre la cama. Con toda la lefa dentro de ella. No se movió hasta que él regresó, sin toalla, con el cuerpo mojado. No era musculoso, pero no tenía grasa de más. Su pene tenía una frondosa mata de vello púbico. Ella se había depilado dos días antes. Tenía esa costumbre pero lo hubiera hecho por él de habérselo pedido directamente.
“Ahora que estoy más calmado, vamos a hablar de la hipnosis”.
Giannina no podría decir en qué momento la hipnotizo, porque él le fue explicando cómo hipnotizar a Héctor con diversas técnicas y al mismo tiempo la iba induciendo. Recordaba vagamente la cara sorprendida del camarero cuando les trajo el almuerzo y ella estaba con una lencería de encaje que había comprado para la ocasión. En otro momento hubiera corrido a ocultarse o se habría cubierto de inmediato. Pero en esa ocasión no. Le abrió la puerta y le indicó donde ponerle todo. El tipo tendría unos 30 años pero parecía un adolescente. Dudaba entre verla o salir corriendo. Diego estaba viendo la televisión.
También recordaba haber sido sodomizada pero sin sentir nada de dolor. Diego se apropió completamente de su mente. Su hermoso cuerpo fue dominado por él de diversas formas. Esa noche la penetró varias veces. La hizo dormir un rato en el suelo y luego orinó encima de ella. Y con cada experiencia el control sobre Giannina crecía.
Por la noche, ella preparó el jacuzzi. Ahí le hizo un largo fellatio a Diego que terminó con ella tragándose el semen. Luego él la masturbó mientras le introducía unos dedos por el culo. Tuvo un orgasmo fabuloso. Permanecieron casi dos horas ahí, cambiando continuamente el agua para que no se enfriase. Diego la hipnotizo varias veces para divertirse con su nuevo juguete. Ella reaccionaba muy adecuadamente. Fue una experiencia muy gratificante para el hipnotizador y también para Giannina, aunque ella no recordaría todo lo que hicieron ahí o en la habitación en esos dos días.
El domingo la pasaron viendo porno duro. Diego le explicó cómo reaccionar si Héctor no entraba en hipnosis al prinicipio. Ella le transmitió sus dudas y finalmente hicieron algunos ensayos, alternando los papeles. En unas ocasiones ella era Héctor y Diego hacía como si fuera ella hipnotizándolo. Luego intercambiaron roles. El tiempo parecía volar pero ella no se percataba de que a menudo él interrumpía las clases para poseerla mientras estaba en trance.
A media tarde del domingo vino el taxi de la empresa para dejarla en la esquina donde la había recogido. Giannina se despidió con un beso apasionado. Él le prometió que la iría a visitar pronto.
“Si te portas bien, me mudaré más cerca a tu casa”, le dijo.
En el viaje de regreso Giannina se sentía adolorida. El la había sodomizado varias veces. La había convertido en su sumisa y se había apoderado de su mente. Pero de acuerdo a su rol de switch, ahora ella dominaría a Héctor, su novio. Sonrió pícaramente a su imagen reflejada en la ventana de autobús.