Efímero II - Final

Ella enredaba sus piernas con las mías mientras me miraba curiosa.

« – Estás preocupada – afirmaba Effy. Ella enredaba sus piernas con las mías mientras me miraba curiosa.

– ¿Podrías existir para mí? – le pregunté.

– Existo solo para ti – dijo ella.

– No – reclamé – que existas en el mundo real – dije poniéndome de pie.

– Anne… – dijo levantándose también – No sé existir, no sin ti.

– Entonces, ven conmigo – le dije tomando sus manos.

– Quisiera poder hacerlo. »

Los infinitos torturan y desgarran. Esos infinitos donde yo la amaba a ella y esos infinitos donde no la tenía cerca. Nadie me había mirado nunca como ella lo hacía. Sus ojos sonreían cuando se posaban en mí. Ella sabía besarme en los momentos adecuados, ella sabía llevar mis infinitos.

«– ¿Sabes cuánto he esperado por ti? – me preguntó.

– ¿Sabes cuánto he esperado yo? – le pregunté.

– Nunca te lo agradecí – dijo – me liberaste»

No pude confesarle que la había liberado de mi subconsciente para encerrarla en páginas que serían de otra persona. No tuve el valor de decirle que nos perderíamos para siempre. Ni que me había enamorado de ella, eternamente.

«– No quiero que te vayas – me dijo entre lágrimas.

– Te encontraré – le dije mientras la abrazaba – Juro que lo haré.

– Promételo – dijo con la voz amortiguada en mi hombro.

– Lo prometo – le dije, conociendo la gravedad de mis palabras, conociendo el peso de mi promesa. »

Nunca he sido demasiado valiente, ni demasiado cobarde. Me he enamorado de excentricidades y corazones etéreos. Me he enamorado de una chica que, probablemente nunca exista. La esperé durante tanto tiempo, la tuve conmigo porque así lo deseé y ahora mi propio deseo me la arrebataba.

«– Haz que deje de doler – le suplicaba – Si existes, búscame – le pedí. »

De entre todas las miradas coincidí con la tuya, de entre todos los suspiros escuché el tuyo, de entre todos los latidos… Tú. Mi Effy, mi efímera.

– Parece que te llevan los muertos – dijo Miquel – Pálida y ojerosa, así nunca encontrarás quien te quiera – soltó.

– He estado pasando las noches con una chica – le confesé. Él me miró confundido.

– Ya venía siendo hora, el amor es amor, de cualquier forma – dijo volviendo su vista a los libros – ¿No ha regresado la señora del otro día? – preguntó.

– Ella no volverá – le dije – la chica – agregué al ver su cara de preocupación – se ha ido.


Ella cruzó la puerta de mi librería y sonrió mirando los estantes como si conociera el lugar. Ella me miró con interés, me miró y me arrebató la vida otra vez.

– Mi madre me dijo que tenías un libro para mí – dijo dulcemente.

– S-si – le dije sin dejar de mirarla – Feliz cumpleaños – dije entregándole el libro.

– Gracias – dijo mirando el libro – ¿Efímera? – preguntó mientras buscaba el autor en la portada.

– Lo he escrito yo – le dije – trata de un amor que dura muy poco tiempo, inédito – agregué guiñándole un ojo.

¿Podrías apartar mi soledad un segundo? Necesito respirar, necesito mirar de una manera diferente. Tal vez, necesite cambiar mi forma de caminar, tal vez podría erguirme un poco más, con más seguridad. Tal vez, necesite hablar con más elegancia, ser más educada, más amable. Necesito encontrarte, la verdad es esa.

¿Quisieras una invitación? Quiero que me abraces cuando haga frío, yo compraré helados cuando haga calor ¿Te parece? Te haré sonreír si bajas la mirada de tristeza, te devolveré el aliento cuando exhales de resignación. Te daré mi mano cuando necesites avanzar y no puedas más. Apostaré por ti a ganar, cada vez que se te meta una idea loca en la cabeza.

Si te quedas conmigo esta noche, te agradeceré una vez más, aquello que nunca pude agradecer, que existieras.

Si planteas mi existencia como ganancia de aquello que perdiste, yo plantearé tu existencia como ganancia de aquello que merezco. Seremos dos piezas de rompecabezas que no encajan, pero que se necesitan una a la otra. Nunca te lo dije, lo ves.

No sabías todo de mí, esto no lo sabías. Yo estoy enamorada de ti.

Así terminaba el libro, así lo leería ella y volvería.

Ella volvería.


– Pues parece que alguien se ha levantado de buen humor – comentaba Miquel con sus ojos detrás del periódico – Hasta te ves más bonita – agregó sonriendo.

– Va a ser un buen día – dije cruzándome de brazos, mirando la puerta de la librería – ella me ha encontrado.


– He estado soñando durante estos días, y todo está escrito aquí – dijo azotando la puerta y haciendo temblar las ventanas. Sus ojos amenazaban con llorar - ¿Anne? – Preguntó cambiando su peso de una pierna a otra, nerviosa.

– Nunca te agradecí por eso – le dije saliendo detrás del mostrador – Effy.

Ella mordió sus labios y sus lágrimas inundaron sus mejillas. Se abalanzó sobre mí y me abrazó. Cerró sus ojos con fuerza.

– ¿Es esto un sueño? – preguntó, llena de miedo, miedo a que yo me fuera otra vez.

– No lo es – le dije.

– No te vayas nunca, Anne – dijo aferrándose a mi aún más.

Ella se permitió existir en mi mundo o, quizás, yo me permití existir en el de ella y nuestro amor nunca se desvaneció, solo tomó impulso para expandirse, así como dijo Miquel.


– Hiciste que me equivocara muchas veces – le confesé.

Estábamos sentadas en la entrada de la librería, viendo a los niños jugar y a los amigos de Miquel que rodeaban la nueva máquina de café.

– Lo efímero es así de impredecible – dijo sonriendo – y tan corto que resulta infinito.

– Eso no tiene sentido – le reproché.

– Ni tú tampoco – dijo.

– ¿Qué piensas de mí ahora? – le pregunté rodeándola con mis brazos.

– Que me agradeces demasiado el hecho de que haya aparecido en tu librería, que eres más valiente de lo que piensas y que eres más cobarde, de igual forma. Me alegra estar contigo ahora y nunca te agradecí por eso – dijo sonriendo – que estoy enamorada de ti – confesó empujándome dentro de la librería, a la vez que mordía sus labios y cambiaba el letrero de “Abierto” a “Cerrado”.

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Si existes, búscame.

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