Educando a Yanet

Yanet, mulata caribeña en proceso de aprendizaje.

Ya habían pasado unos meses desde que la conocí. Es una chica mulata, del Caribe y, como tal, tiene ese fuego interno que sólo tienen las habitantes de esos lares.

Es alta, sobre el 1,70m, delgada pero con curvas (la genética es su aliada). Pechos generosos y bonitos estéticamente hablando, culo duro y firme, piernas esbeltas, largas y finas. Su vientre es plano, bonito. El pelo llama la atención, oscuro, brillante, afro... De nuevo la genética no niega su origen. Ojos marrones, casi negros. Nariz ancha, pero no en exceso, achatada. Labios carnosos, dientes blancos y una sonrisa cautivadora.

Y además inteligente, culta y de mente curiosa. Han sido horas y horas de conversaciones escritas sin cometer una sola falta de ortografía, expresando con claridad algo tan complejo como sentimientos, sensaciones o inquietudes.

Por mi parte, mido 1,74m, delgado, fofisano sin barriga ya que con 60 kg y esa altura es imposible tenerla. Soy castaño oscuro, con ojos marrones claros averdesados y de tez blanca, lo que provoca entre ambos un contraste precioso que perturba la mente de los más obtusos.

Nuestra relación ha evolucionado. Mucho. Hemos pasado de ser dos desconocidos que se cruzaban durante meses por la calle, y con ellos sus miradas, a lo que somos hoy en día. Miradas, por otro lado, que bien podrían competir con los mejores versos y seguirían transmitiendo sentimientos más intensos.

El cómo nos conocimos y cómo llegamos hasta aquí, es otra historia. Lo que voy a describir a continuación es nuestro día a día. Lo que hemos hecho ya o lo que vamos a hacer en un futuro no muy lejano. Un proceso de “educación” que parece no tener fin.


Suena un móvil. Una mano femenina cuidada pero con horas de trabajo lo alcanza. En la pantalla puede previsualizar un mensaje

“David: Ya estoy cruzando las vías, espero qu...”

Nerviosa desliza sobre el mensaje y teclea.

“Código erróneo”

Es inevitable. Cuando llegan estos momentos no puede controlar su cuerpo. El nerviosismo y la incertidumbre se apoderan de ella, no piensa con claridad. Segundo intento.

“Ya estoy cruzando las vías, espero que me recibas tal y como te he descrito”

Levanta la mirada y se encuentra con su imagen reflejada en el espejo que preside la habitación. Se analiza detenidamente. Vestido blanco que resalta su tez oscura aún más si cabe, escote discreto y espalda descubierta casi en su totalidad, ligeramente ceñido, marcando su figura sin margen a la imaginación. Zapatos negros con un tacón tan alto como elegante que provocan que ese vestido siga una curva prohibitiva desde el final de su espalda hasta poco mas de medio muslo.

Se siente atractiva, sensual, sexy... pero sobretodo, nerviosa. Sin embargo, recibir ese mensaje y, tener que volver a comprobar el resultado de las dos últimas horas, no ayuda en absoluto. Su mente comienza a trabajar, anticipando la escena que se producirá en unos instantes, debatiendo si será capaz de hacerlo.

“¡Priririririr! ¡Priririririr!”

El timbre de la casa le produce tal sobresalto que sus tobillos bailan frágiles sobre los enormes tacones. Se vuelve a mirar un segundo y sale temblorosa hacia la entrada de la casa.

Yanet: … ¿S-sí? -pregunta entrecortada a través del telefonillo.

Abre”

La respuesta que escucha resuena en su cabeza como un estruendo, dejándola paralizada. Durante dos segundos que se hacen eternos, en su cabeza se libra una guerra hasta que, casi sin ser consciente, presiona el botón de apertura.

Ya no hay marcha atrás. Su capacidad de moverse, de razonar parecen haber entrado en un estado de letargo. En cambio, tanto las percepciones externas como las emociones, se han desarrollado y ahora toman el control de Yanet.

“Ya estoy cruzando las vías, espero que me recibas tal y como te he descrito”

El mensaje de texto vuelve a protagonizar sus pensamientos. La primera parte ya estaba hecha, falta la segunda.


Pulso el botón del 8º piso. Las puertas del ascensor se cierran y comienza a subir, al igual que mis pulsaciones. Mis órdenes han sido claras y concisas, estoy ansioso de encontrar lo esperado.

Las puertas se abren. Frente a mi aparece un largo pasillo. Al fondo, se aprecia un linea de luz que escapa a través de una puerta entreabierta. Avanzo hasta la misma. Son los 20 metros mas largos que he recorrido en un espacio cerrado nunca.

Llego a la puerta y me detengo frente a ella. Respiro profundamente. Echo un vistazo a mi apariencia, quiero estar impecable, para terminar observando la bolsa que sostiene mi mano derecha. Tomo aire de nuevo, lo expulso y empujo la puerta con mi mano izquierda.

Mi corazón está a punto de salirse del pecho. Yanet se encuentra frente a la puerta pero mi mirada no encuentra la suya. Sus ojos no se encuentran frente a los míos, a pesar de los 10cm de tacón sumados a su 1,70m.

Bajo la mirada hasta que encuentro una cara preciosa aunque claramente intranquila. Sus ojos negros, asustados, expectantes, se retiran al sentirse observados. Su boca se abre ligeramente y esboza un suspiro inaudible que mezcla temor y placer. El vestido no puede disimular la erección de sus pezones, que provocan un escalofrío en mi cuerpo. Sus manos, se aferran la una a la otra en una pelea silenciosa tras su espalda. El tiempo parece haberse detenido mientras observo cada centímetro de su cuerpo sostenido sobre sus rodillas.

La escena es de lo más sugerente. Tras una puerta entreabierta una mulata, arrodillada y con sus manos a la espalda, enfundada en un vestido blanco y ceñido que oculta a la vez que permite vislumbrar un cuerpo de escándalo, aguarda a que yo aparezca.

David: Buena chica

Y como si de una raya de cocaína para el cocainomano se tratase, esas dos simples palabras, provocan un aluvión de sensaciones para ambos, aunque con el mismo destino: placer.

D: Me alegra ver que eres una negra obediente. Dime, ¿acaso tienes frío? Tus pezones me dicen que sí pero, ¿y tú, que me dices?

Y: N-no.

D: No te escucho. Repite.

Y: No -admitiendo de forma sutil que sus pezones se marcan así por otra razón más evidente.

D: Mírame a los ojos cuando te hable

Y:....

Y: No, no tengo frío -esta vez sí, mirando a mis amenazantes ojos.

Han pasado los meses pero Yanet sigue sintiéndose intimidada por mi como el primer día. Es algo que no entiende, algo que jamás le ha pasado. Ella estaba acostumbrada a provocar el efecto contrario en los hombres pero su mundo se ha tambaleado desde que entré en él.

D: Te he traído un regalo. No te muevas.

Yanet sonríe. Parece que mi seriedad y órdenes unas horas antes se van a quedar en simple pre-calentamiento y eso la tranquiliza un poco. Los mensajes de texto son difíciles de interpretar y cree que les dio mas frialdad de la que tenían.

D: Cierra los ojos.

Me coloco detrás de ella y saco de la bolsa que portaba un objeto que abrocho con delicadeza en su cuello.

D: No los abras. ¿Sabes qué es?

Y: No estoy segura. Es como un collar... pero es suave... -responde confusa.

D: Tócalo con las manos

Al llevar las manos a su cuello y sentir el frío del cuero entiende lo que es.

Y: Es... un... collar de cuero. Con una placa de metal colgando... ¿No será un...?

D: Sí. -interrumpo su pregunta- Es un collar de perra.

Sus ojos se abren como platos mientras continúa visualizando con sus manos su nuevo regalo.

Y: ¿Qué pone en la placa? Hay algo grabado... no puedo leerlo...

D: Tu nombre.

Y: ¿Yanet? -pregunta sorprendida.

D: jajajajaja ay bebé, no. No pone Yanet, pone “Sucia Negra”

Sucia negra. Esas dos palabras, de nuevo, la llevan al estado anterior. Su corazón se acelera, sus pezones vuelven a marcarse como puñales tras el vestido y comienza a pensar que quizá sí me leyó correctamente.

“¡Clic!”

Un sonido desconocido la saca de sus pensamientos. Desconocido hasta que siente una presión del collar que la empuja hacia delante y obliga a apoyarse sobre sus manos para no besar el suelo. Es entonces cuando ve una correa salir bajo su barbilla para acabar en mi mano.

D: Vamos a cerrar la puerta. No quiero que nadie nos moleste.

Al desplazarme, la correa se tensa obligándola a caminar a cuatro patas. Son 3 pasos hasta la puerta, los suficientes para que se sienta humillada al verse tratada como una perra. Una auténtica perra. Que provoca los primeros resultados.

Y: Ahhh... -gime

D: ¿Qué? ¿Decías algo?

Y: ….

D: Me había parecido. Vamos a la mesa, estoy hambriento.

Y de nuevo la correa se tensa, pero esta vez no van a ser 3 pasos. Hay que atravesar todo el pasillo hasta llegar a la habitación del fondo.

D: Qué buena pinta tiene todo -mientras aparece una mesa con comida tras acceder al comedor.

Sin soltarla, llego hasta el extremo de la mesa y tomo asiento frente a uno de los platos.

D: ¿Te vas a portar bien?

Y: … sí...

D: Buena chica -mientras desabrocho la correa del collar.

Tras sentirlo, hace ademán de levantarse pero mi mano sobre su hombro la frena.

D: ¿Qué haces Sucia Negra? ¿Dónde crees que vas?

Y: … a la mesa... a cenar... no?

D: ¿Desde cuando los perros comen en la mesa con las personas?

Acto seguido, alargo el brazo hasta coger el plato sobrante. Lo miro. La miro.

D: Esto para que no te olvides que las perras comen a los pies de sus dueños. ¡Fuuup! -lanzo un salivazo a la comida.

Coloco el plato a mis pies, frente a ella. Miro su cara, mezcla de humillación, placer, incredulidad, deseo, aceptación.

D: Cenemos.


D: Me ha encantado la cena, estaba todo buenísimo. ¿Te ha gustado?

Y: Gracias. Sí, me ha gustado aunque...

D: ¿Aunque qué? -interrumpo.

Y: Me hubiera gustado poder usar cubiertos, o al menos, mis manos.

D: ¿Las perras usan cubiertos?

Y: … no...

D: Recuérdame, ¿tú que eres? -mientras miro fijamente a sus ojos.

Y: Una per... TU perra.

D: Buena chica -premio mientras esbozo una sonrisa de superioridad.

Engancho de nuevo la correa al collar y me muevo hacia el dormitorio. Mi perra me sigue a 4 patas. Llegamos hasta la cama. Desengancho la correa. Y la observo.

D: Creo que ya te he usado como una perra suficiente tiempo. Vamos a seguir disfrutando. Incorpórate.

Yanet hinca una pierna y es entonces cuando se da cuenta que ha pasado la última hora arrodillada, así se lo hace saber el dolor. El dolor físico, porque a diferencia de cualquier otra chica, en su cabeza no ha existido dolor, tan solo placer.

D: Gira para mí.

Avergonzada y con sus pezones delatándola, como es costumbre ya, comienza a girar sobre si misma ante mi serena mirada.

D: Dame la espalda. Pies juntos, rodillas sin flexionar, tocate las puntas de los zapatos.

La imagen es increíble. Su cuerpo forma una U invertida. El vestido sube inevitablemente, no lo suficiente para que se muestre algo pero eso lo hace todavía más excitante.

D: Separa los pies.

Separa ligeramente sus pies, lo que provoca que su vestido suba un poquito.

D: Más.

Y: Ahh... -un pequeño gemido se escapa de entre sus labios.

Esta vez los separa lo suficiente para que el vestido muestre su húmedo coño. Aunque decir húmedo sería corto, ya que se puede apreciar el brillo en el interior de sus muslos por los que han resbalado los fluidos emanados por su coño.

D: Vaya, vaya. Veo que me has obedecido y no llevas ropa interior. Buena chica.

Pero, ¿esto qué es? -subiendo mis dedos desde mitad de su muslo hasta casi tocar su coño.

Y: … ¿e-el qué? -balbucea

D: ¡Esto! -limpiando mis dedos en su cara

Y: Lo siento... no puedo evitarlo -afirma avergonzada.

D: ¿No puedes evitar ser una sucia negra?

Y: …

¡Plas!”

Un sonoro azote sobre su nalga derecha rompe la calma de la noche.

Y: Ahhhh...

D: Responde.

Y: No... no puedo...

¡Plas!”

D: ¿Qué no puedes?

Y: … por favor... -comienza a suplicar.

¡Plas!”

“¡Plas!”

D: Responde.

Y: No puedo evitar ser una sucia negra... -afirma con una voz cargada de humillación

D: Buena chica. Ahora incorporate y quítame las deportivas.

Yanet se incorpora, se siente aturdida. Esos azotes han electrificado todo su cuerpo y han acabado en su coño. Se muestra inestable sobre esos sensuales zapatos.

D: Hazlo de cuclillas -ordeno.

Se agacha, colocándose en cuclillas, presionando su coño con sus muslos, extrayendo más rápido sus fluidos. A estas alturas su vestido deja al descubierto sus nalgas y gracias a ese magnífico espejo, tengo una vista sensacional de su hermoso culo.

D: Besa mis pies.

Intenta besarlos, pero físicamente es imposible en esa postura. Por lo que apoyando sus espinillas en el suelo comienza a besar mis pies. Con esta nueva postura, puedo ver su coño y culo, totalmente expuestos.

D: Buena chica. Ahí abajo es donde debes estar, a mis pies.

Una simple frase con un mensaje tan complejo tanto para uno como para el otro. En mi caso, mi polla cada vez está más dura, hasta el punto de empezar a sentir dolor de la prisión en la que se han convertido mis jeans y, a ella, esa frase le hace sentir inferior, lo suficiente para que su coño comience a palpitar.

D: Besa el suelo y no te muevas.

Sin pensarlo, coloca sus labios sobre el suelo y se mantiene inmóvil. Su coño no para de palpitar, de humedecerse con cada una de mis órdenes. Con cada una de las humillaciones que sufre.

Alcanzo sus muñecas, las llevo a su espalda y las engrilleto mediante unas esposas de cuero. Agarro su pelo y giro su cabeza, apoyándola sobre la mejilla. Dejo caer mi pie sobre la mejilla libre y presiono contra el suelo, inmovilizando así su cabeza.

D: Vamos a ver como de puta eres

¡Plas!”

Y: Ahh

¡Plas!”

Y: Ahhhh

¡Plas!”

Y: ¡Ahhhh!

Azoto sin piedad sus nalgas mientras comienza a gemir cada vez más fuerte.

D: ¡Cállate, sucia negra! -le increpo.

¡PLAS!”

Y: mmmmh -ahoga su gemido.

¡Plas!”

“¡Plas!”

“¡Plas!”

“¡Plas!”

Llevo mi mano hasta su coño. Está empapado.

D: jajajajaja... ¡Mira! Estás empapada. A la sucia negra le gusta que le azoten, jajajaja...

Esas risas y esa frase burlesca comenzaría un huracán en cualquier otra situación. En cambio, en esta, la mulata se siente no solo humillada sino que, sin una explicación racional, provoca que su coño se contraiga y sufra el primer orgasmo de la noche.

Sí. Yanet no es una chica normal. Es rara. Ser humillada, vejada, maltratada, usada... no la hunde ni la llena de rabia, no. Lo que le provoca es un placer inmenso que le avergüenza. Una vergüenza que le produce todavía más placer. La pescadilla que se muerde la cola.

D: No te muevas.

Me dirijo a mi bolsa y comienzo a buscar en ella. Saco dos objetos que no puede ver. Me coloco detrás de ella.

“Clic”

No sabe que es ese sonido, aunque le resulta familiar. Tras unos segundos pega un brinco.

Y: ¿Qué me estás haciendo? -pregunta alarmada.

Lo que ha sentido es un pequeño quemazo en su dolorida nalga que se enfría progresivamente. Vuelve a sentir otro quemazo, aunque este no le pilla por sorpresa. Cuando comienzan a ser frecuentes, comprende lo que está ocurriendo y así se lo confirmo.

D: He pensado que podría marcarte un poquito con esta vela. ¿Tienes algo que objetar?

Y: Noohh -responde con un gemido ahogado.

D: Voy a inmortalizar este momento... -tomo varias fotografías- Fantásticas.

Me separo de ella, libero sus muñecas y me siento sobre la cama. Está intentando asimilar lo que ha pasado mientras lucha porque sus piernas puedan soportar la carga de alzar su cuerpo. Consigue llegar a la verticalidad. Retira con torpeza la cera, aun tibia, de sus nalgas y recoloca su vestido, como si nada hubiera pasado... pero sus ojos no pueden “recolocarse”.


Empieza a sonar música desde mi móvil.

D: Desnúdate al ritmo de la música para mi.

Comienza a mover su cuerpo con timidez. Se siente observada, juzgada... y eso la paraliza. Pero lo lleva en la sangre y pronto comienza a liberarse, a sentir la música y su cuerpo empieza un movimiento sensual capaz de hipnotizar al mas escéptico.

Sus tirantes resbalan de sus hombros con delicadeza, liberando cuidadosamente los brazos mientras los usa para taparse los pechos. Se gira dándome la espalda para poder deslizar el vestido hacia abajo con las dos manos y así no mostrármelos.

Su culo, todavía con restos de cera, aparece en su plenitud ante mi. Vuelve a usar sus brazos a modo de pantalla, esta vez con doble trabajo. Con el derecho intenta tapar al máximo sus pechos, pero son lo suficientemente grandes para que eso no ocurra aunque me priva de ver sus preciosos pezones. Y con la mano izquierda oculta su sexo. Su cara es un reflejo de sus sensaciones. Excitación, vergüenza, exposición, perdida del control...

Apago la música.

D: Mmmmh... ¿me puedes explicar qué hacen ahí tus manos? -inquisitivo.

Yanet, por fin, levanta la mirada del suelo hasta encontrar la mía. Sus ojos piden clemencia. Todo lo que ha ocurrido hasta ahora es consensuado, nada ocurre sin el consentimiento del otro. Pero aún así, piden clemencia. Ese es el estado que llega alcanzar cuando cruza mi línea. Se despoja de todo. Orgullo, iniciativa, raciocinio, capacidad de reacción, de decisión, de negación...

Comienza a deslizar su brazo derecho hasta su posición natural, del mismo modo que lo hace el izquierdo. Su boca se abre y expulsa aire de forma más intensa. Sus pechos se muestran ante mí. Son hermosos, con unas bonitas areolas oscurecidas coronadas por unos preciosos pezones atezados que pugnan por salir todavía más.

Me hipnotizan. Está acostumbrada a que sus pechos provoquen ese efecto en los hombres cuando pasea por la calle, toma un café... ¡Si pudieran verlos en todo su esplendor!

Bajo la mirada por su vientre plano hasta encontrar un vello tan negro y rizado como el de su cabeza. Muy corto, apenas unos milímetros, los suficientes para que se enricen. Nunca me ha gustado encontrar vello en el pubis de una mujer, pero por algún sitio debe salir ese carácter latino. Aún con todo, en mi mundo de blancos lo convierte en algo exclusivo, atractivo.

Y llego hasta él. Su sexo. Su coño. Es precioso. Fino, con una tonalidad más en sus pequeños labios superiores que encierran unos rosados y apetecibles labios inferiores. El clítoris se muestra brillante, delicado, coqueto. Sí, podríamos describirlo así, es coqueto.

D: Date la vuelta

Gira sobre si misma aupada en sus largos tacones. La forma en la que la estilizan dibuja una línea tan sexy como provocativa. Si de por si su culo gravita la atención de todo aquel que se lo cruza, esos zapatos lo muestran más redondo, firme y duro si cabe.

En este momento, cualquier persona le diría lo guapa que es, el cuerpazo que tiene, alabaría sus pechos y piropearía sus nalgas... en definitiva, le regalaría los oídos. Pero eso que todos harían, no le provocaría ni la mitad de sensaciones que consigue mi silencio.

Me levanto de la cama. Me aproximo a ella. Juego con la placa de su collar entre mis dedos, lo agarro y estiro hacia mi y hacia abajo. Saco mi lengua y lamo su cara, desde la barbilla hasta la sien. No cedo en estirar del collar hasta que hinca sus rodillas.

D: Fuuuuuh...

Ese suspiro de placer detiene el empuje que mi brazo ejerce sobre su collar para dejarla arrodillada frente a mi, nerviosa, excitada, ansiosa por lo que pueda pasar, con su cara a escasos centímetros de mi polla la cual todavía sigue bajo los pantalones, mientras que Yanet hace un rato que sólo viste un collar de perra y unos tacones de aguja.

Esa sensación de superioridad, de poder, el mirarla desde muy alto porque ella está muy abajo. Esa sensación de pertenencia que te da la libertad de hacer y deshacer a tu antojo. Es una inyección de placer.

Fija su mirada en mi abultada entrepierna. Tiene la boca abierta, como un niño frente a una tienda de golosinas. Levanta su mirada buscando la aprobación que le permita tocar sin recibir castigo. Mi cabeza afirma y Yanet esboza una sonrisa mientras lanza sus manos a mis jeans.

Consigue desabrocharlos y sacarlos por mis tobillos. Mis boxer ocultan mi erección pero no pueden disimularla. Lleva sus manos a los lados del boxer al tiempo que acerca su cara a mi bulto, casi hasta tocarlo, y comienza a bajarlos, hasta que mi polla salta como un resorte golpeando su barbilla con violencia e irguiéndose vigorosa.

Y: Ahhhhhhh -gime al sentir el golpe y verla frente a ella.

D: Buffffff -resoplo aliviado de liberar mi polla de su prisión.

Retira con torpeza los boxer y se ausenta observando mi polla, ligeramente curva, blanca, con las venas marcadas y coronada con un violáceo capullo. Se siente atraída por mi polla, por su olor. Le resulta bella, apetecible. Y su cara da fe de ello.

Sale de su trance para buscar mi beneplácito aunque esta vez no lo encuentra. Insiste con gestos de niña consentida, pero no funcionan y susurra algo.

D: No te entiendo.

Y: ¿Puedo? -suplica.

D: No. Sólo puedes olerla.

Lanza su cara contra mis huevos y aspira con egoísmo mientras sube por el tronco de mi polla.

Y: Diossss... -balbucea.

Cierro los ojos y disfruto al sentir cómo su cara se pelea con mi polla por extraer todo su aroma, y es entonces cuando noto humedad en mi capullo. Al abrir los ojos veo como su lengua lo saborea.

¡Plas!”

Y: Ahhhh...

Un bofetón paraliza el tiempo. Yanet devuelve los brazos a su punto de partida y me mira asustada pero inmensamente excitada.

D: ¡Sucia negra! ¿Te he dado permiso para lamer mi polla?

Y: …

¡Plas!”

D: ¡Responde!

Y: N-no

¡Plas!”

D: ¡Nunca vas a aprender, zorra!

Agarro con fuerza su encrespado pelo y me lanzo a penetrar su boca con vehemencia. Violo su boca sin ningún tipo de piedad mientras mi lengua se desata.

D: ¡¿Querías mamar polla, puta?! ¡¿Esto es lo que quieres, sucia negra?!

Y: Gluuuup!... Gluuuup!...

Saco mi polla con rapidez.

¡Plas!”

Y viene la reacción que mas me sorprendió la primera vez que lo hizo. La mulata lanza un gemido mientras se lanza a mamar mi polla como si de aire se tratase en el fondo del mar.

Y: Hummm!... Hummm!... -chupa con codicia mientras ahoga sus gemidos.

Vuelvo a estirar de su pelo hacia atrás y saco mi polla de su boca.

¡Plas!”

Y: Hummm!... Hummm!...

Una.

¡Plas!”

Y: Hummm!... Hummm!...

Y otra.

¡Plas!”

Y: Hummm!... Hummm!...

Y una última

“¡Plas!”

Y: Hummm!... Hummm!...

Mama mi polla sin ningún tipo de control. La introduce lo máximo que su garganta le permite. La saca, pasa su lengua desde la base hasta la punta para volver a introducirla. La agarra con fuerza con una mano y chupa mientras la masturba. Son las mejores mamadas que me han hecho en mi vida.

La excitación acumulada comienza a apoderarse de mi. Agarro su cabeza y embisto con furia su boca llegando donde parecía imposible llegar, lo que empieza a provocarle unas notorias arcadas. Con sus manos golpea mis piernas buscando zafarse del ataque pero estoy fuera de mi, sin control. Embisto una última vez, manteniendo mi polla al fondo de su garganta, ahogándola durante unos segundos mientras ella lucha por respirar y yo por alargar un placer tanto físico como psicológico.

Cedo a sus suplicas y saco mi polla de su boca. Comienza a toser y escupir babas, aunque le dura poco la recuperación. Vuelvo a agarrarla del pelo y la llevo casi en volandas hasta la cama, donde la lanzo con brusquedad.

D: ¡Ponte a 4 patas como la perra que eres!

La negra se coloca en 4 sin chistar. Llevo mi mano a su coño.

D: Diosss... -exclamo lleno de placer- ¡estás empapadísima! ¿Te has vuelto a correr? -pregunto sorprendido a la vez que introduzco hasta tres dedos en su interior.

Y: … siiiiiiih – responde gimiendo.

D: ¿Cuándo? Mientras me la chupabas, seguro.

Y: … aaaaah... siiiii... ¡Aaaaaaah! -vuelve a correrse.

D: ¡JAJAJAJAJA! ¡Serás puta! ¡No solo te corres mamando mi polla si no que apenas te meto los dedos y vuelves a correrte! Jajajajaja...

Pero mis risas y mi burla no hacen más que aumentar su excitación y junto con mis dedos follándola es cuestión de segundos que vuelva a correrse y no voy a privarme del placer de sentirlo en mi polla.

“¡PLAS!” -azoto su culo arrancando el enésimo gemido.

Coloco mi polla -todavía con restos de su saliva- frente a su coño. Junto a la indecente cantidad de fluidos que emana no voy a encontrar ningún tipo de impedimento. De un golpe, mi polla entra como un cuchillo abriendo cada uno de los pliegues de su coño al paso de mi capullo.

Y: ¡AAAAAH!

D: ¡Aaaahhhh!

Con mi polla en lo más profundo de su coño, me evado por unos segundos de cualquier estimulo terrenal. La sensación es indescriptible. Pero unas contracciones en mi polla me devuelven a la realidad. Comienza a tener otro orgasmo, más intenso y esta vez con mi polla dentro. Puedo sentir como ejerce una presión intermitente acompañada de sus gemidos.

Y: ¡¡AAAAAAAAH!!... ¡AAAAHH!... ¡SIIII!... ¡Diossss!...

Es entonces cuando sujeto sus caderas y comienzo un intenso vaivén. Castigo con virulencia su inflamado coño al compás de sus gemidos. Ya no soy un animal racional, simplemente soy un animal. No puedo pensar, mi cuerpo es el dueño de mis actos.

Sujeto su pelo y estiro arqueando su espalda. Aprovecho para coger una de sus muñecas y llevarla a su espalda.

D: ¡La otra! -le grito.

Rápidamente lleva su mano junto a la otra. Sin parar de bombear su coño, alcanzo los grilletes y a duras penas vuelvo a inmovilizar sus manos. Privada de puntos de apoyo, empujo su cabeza hasta que la aplasto contra la cama, cargando parte de mi peso sobre ella.

Comienza a gemir con gran escándalo a pesar de que son ahogados por el colchón. La situación ya supera todo tipo de control que pudiera tener. De nuevo, vuelve a tener esas contracciones que me alertan de su orgasmo. Es suficiente para mi. Acelero mis movimientos y comienzo a correrme en abundancia dentro de su coño.

D: ¡AAAAAAAAH! -grito de placer con cada eyaculación.

Y: (¡AAAAAAAAH!) -se escucha un gemido ahogado.


Rendido, me desplomo sobre Yanet. Por unos segundos permanecemos inmóviles. Ruedo hacia un lado y me dejo caer boca arriba. Sin siquiera mirar, libero una de sus manos. Ella pasa su brazo sobre mí, presiona su cuerpo contra el mío y usa mi pecho como almohada.

La típica escena de cualquier pareja que se abraza en la cama después de hacer el amor. Dulce, romántica, pura... ¿Pura? Curioso que podamos transmitir esa sensación después de lo que ha pasado. El silencio que ha invadido el dormitorio se rompe.

Y: Bebé...

D: ¿Mmh? -pregunto adormecido incapaz de vocalizar.

Y: Quiero más

D: …