Educando a Marta I

Marta es una alta directiva que tiene a todo el equipo derrotado psicológicamente por su soberbia y mala leche, como CEO de la empresa me toca hacerla reflexionar para que todo marche mejor.

Tenía un problema en la empresa, una de mis directivas era brillante pero era una auténtica hija de puta que tenía al equipo acojonado, yo cada vez que veía entrar en el despacho a uno de su equipo ya sabía a lo que venía, a llorarme porque Marta le había soltado alguna de sus perlas, que la tía no era mala persona, sólo que siempre tenía que tener razón y era tan soberbia que cuando alguno metía la pata tenía que hacérselo saber. De hecho no estaba mal, era atractiva, que no guapa, pero tenía un algo que hacía que tuvieses deseos de empotrarla en el baño y no parar hasta hacerla gritar de placer. No era mi tipo exactamente , pero yo creo que no era mi tipo porque no había forma de tomarse una copa con ella sin que todo fuese una competición y tuviera que quedar siempre por encima, era divertida e inteligente, pero sumamente tocapelotas y me imagina que después de follármela sería capaz de analizar el polvo y puntuarlo y ponerme deberes para mejorar. Vamos, que yo que me había pasado por la piedra a toda la oficina, con ella ni lo había intentado por pereza, y eso que había tensión sexual entre los dos, pero por no oírla sería capaz de pagar.

Un jueves entró Martinez hecho un manojo de nervios, ver a un tío de 1,90 a punto de derrumbarse fue la gota que colmó el vaso. Martinez me contó que al día siguiente tenían una presentación muy importante con cliente y que Marta había desechado su idea, me la contó y la verdad que yo la encontré brillante, así que decidí decirle a Martinez que se fuese a tomar una copa y llamé a Marta a mi despacho.

Entró como un vendaval y lo primero que me dijo fue:

-       Qué, ¿ya ha venido Martinez a llorarte? Madre mía qué poco aguante tiene este hombre, todo porque le he dicho que su idea era pobre y que cualquier becario sería capaz de hacerlo mejor.

En ese momento se me ocurrió una cosa, le dije, Marta por favor, sal, y vuelve a entrar en condiciones, llamas a la puerta, esperas a que te de permiso para entrar, entras, das los buenos días y te diriges a mi con respeto y esperas a que te de permiso para sentarte.

Tenía que haberle hecho una foto, la cara de Marta pasó de la sorpresa, a la incredulidad y luego a la furia cuando se dio cuenta de que iba en serio.

Se levantó lentamente, apoyó las manos en la mesa inclinándose lo justo para que se le abriera la blusa y eso me permitió ver sus tetas , que no eran ni grandes, ni pequeñas, pero pensé que me cabrían perfectamente en la manos y de repente me imaginé apretándolas y retorciéndole los pezones, lo que me dio otra idea que sería la que solucionaría nuestros problema en la oficina para siempre, ella seguía con la manos apoyadas en la mesa y se dio cuenta de que le estaba mirando las tetas, os juro que pensé que saltaba la mesa y me metía un puñetazo, tuve el impulso de retirar la silla pero aguanté el tipo, la verdad es que esa mujer tenía un genio como un demonio, sin tacones justo que me llegaba a la altura del pecho, pero tenía muy mala leche.

Muy despacio se incorporó, se dio media vuelta y meneando su culo ceñido por unos vaqueros de marca, creo que le pago demasiado, salió del despacho y cerró la puerta.

No me quitaba ese culo de la cabeza, ni tampoco me quitaba de la cabeza lo que se me había ocurrido. Tengo a las afueras de Madrid una finca apartada, con una peculiaridad, la casa es señorial y muy acogedora, pero allí donde debería haber una bodega, había una sala de juegos, de unos juegos muy especiales a los que yo era aficionado…..

Unos golpes me sacaron de mi fantasía, era Marta llamando a la puerta y me dio la impresión de que por la intensidad de los golpes llevaba un rato haciéndolo. Me recompuse, porque en ese momento ya estaba empalmado y la mandé pasar.

Entró con una sonrisa que hubiese congelado el Sáhara, dejé que se sentara y comencé a decirle que la idea de Martinez era estupenda, Marta bufó, bufó varias veces de hecho y me dijo que era una porquería y me contó la suya.

La de Marta era mil veces mejor que la de Martinez pero yo tenía un plan y no podía estropearlo, así que le dije que yo pensaba que la de Martinez era la adecuada y que íbamos a hacer una cosa. Una apuesta, se le iban a presentar al cliente las dos ideas y si ganaba la de Martinez, según saliésemos de la oficina vendría conmigo a mi finca para pasar el fin de semana a mi entera disposición y que durante ese tiempo sería de mi propiedad, si el cliente elegía su idea, le doblaba el sueldo.

Marta era ambiciosa y aceptó, yo creo que ni oyó lo que yo había dicho, sólo escuchó que le iba a doblar el sueldo y como estaba segura de que su idea era mejor e iba a ganar, aceptó sin más.

Cerramos el trato y le dije que mi secretaría le haría llegar el acuerdo por escrito y que me lo tenía que devolver firmado antes de la reunión del día siguiente que no quería que se echase atrás.

La prepotencia con la que me dijo que el único que podría echarse atrás era yo porque iba a perder, fue algo que iba a disfrutar quitándole durante todo el fin de semana, Marta no entendía muy bien por qué sonreía de esa manera. Pero ya lo entendería.

Según salió hice un par de llamadas, una a mi secretaria para que lo pusiera todo por escrito, mi secretaria es de total confianza y conoce mis aficiones, por lo que cuando le conté en lo que consistía la apuesta comentó “daría cualquier cosa por verlo”, la segunda llamada fue al cliente, que además de cliente es un gran amigo y le dije en lo que andaba metido, le comenté que tenía que elegir la idea de Martinez y que luego ya lo arreglaríamos porque la de Marta era mil veces mejor. Pero es que hasta él tenía miedo a Marta, y eso que era el cliente. Vamos que o la despedía o solucionaba el problema, y no la quería despedir porque en manos de la competencia y con todo lo que sabía me hundía el chiringuito.

El único problema es que no se me había bajado la erección que había tenido pensando en lo que le había hacer a Marta, así que llamé otra vez a mi secretaria para que viniese a solucionarme el problema, la verdad es que no hay nada como tener a una secretaria de plena confianza.

Ana entró y cerró la puerta, según cerró el pestillo se levantó la falta dejando a la vista un coño precioso y rasurado, se puso de rodillas y se acercó a mi a cuatro patas, me encantaba verla así, pero es que Ana era sumisa siempre, como secretaria, como mujer y como todo, por lo que someterla no tenía mucha gracia, ya que no me retaba en ningún momento, pero me conocía y la chupaba muy bien, así que no le iba a poner pegas.

Se acercó a mi y me sacó la polla de los pantalones, se abrió la blusa y liberó sus grandes tetas, me encantaban porque además llevaba un piercing en cada pezón con los que me encantaba jugar y martirizarla. Empezó a chuparme los huevos y fue subiendo por el tronco de mi polla, la verdad es que estaba excitadísimo pensando en cómo iba a humillar a Marta, en cómo iba a hacer que me suplicase primero que la dejase marchar y luego que no la dejase salir de allí. Creo que estaba pidiendo a gritos un Amo que la sometiese y la liberase de todas las responsabilidades con las que lidiaba todos los días.

Agarré el pelo de Ana que estaba muy ufana lamiendo y succionando mi polla y le apreté la cabeza hasta meterle la polla en la garganta, justo en el momento en el que noté que ya no podía respirar más, la solté, cogió aire y volvió a meterse mi polla en la boca, y me corrí. Descargué en su boca y sus tetas y ya más relajado continué con mi trabajo.

Al día siguiente la verdad es que estaba excitado como un niño con juguete nuevo, y es que iba a ser un reto maravilloso someter a esa hija de puta, altanera, soberbia, orgullosa e incapaz de no decir la última palabra. Dios qué bien me lo iba a pasar.

Me llegó un email a las 10, justo una hora antes de la reunión, con el contrato firmado por Marta. No tenía ni idea de la que le esperaba.

Cuando llegó el cliente a las 11 y nos fuimos a la sala de reuniones se la veía tan segura de si misma, de que iba a ganar, de que iba a humillar a Martinez y a mí, porque yo había defendido también la idea de Martinez, que más que andar levitaba.

La verdad es que la reunión fue muy divertida, las caras de superioridad de Marta cuando estaba exponiendo Martinez eran dignas de una malvada de película, pero la cara que puso cuando Fernando, mi amigo y cliente, al acabar la presentación le dio las gracias a Marta por el esfuerzo y dijo que se quedaba con la idea de Martínez porque le parecía mucho mejor, esa cara, os juro que no se paga con dinero.

Creo que fue la primera vez que Marta se quedó sin palabras, justo que acertó a esbozar una mueca parecida a una sonrisa, pero que se quedó en mueca. Fue saliendo todo el mundo de la sala de reuniones y le dije a Martinez que se llevase a comer a Fernando a Tatel para celebrarlo. Eso fue como la puntilla para Marta porque le encantaba ese restaurante.

Cuando nos quedamos solos le deslicé el contrato firmado por la mesa y le dije que salíamos en media hora. Me miró atónita y me dijo que tenía que pasar por casa a por ropa adecuado para el campo, le dije que no, que no le iba a hacer falta ropa ese fin de semana y le dije que la esperaba en el garaje en media hora, que fuese puntual y que no me hiciese enfadar nada más empezar el fin de semana.

Me levanté y salí rápidamente, volvía a tener una erección de caballo y hubiese dado cualquier cosa por saber lo que se le estaba pasando por la cabeza a Marta, pero me fui tranquilamente al despacho y la dejé allí, nerviosa, sin saber qué hacer ni qué pensar y completamente descolocada. Creo que iba a ser el mejor fin de semana de mi vida.

Justo 30 minutos después Marta apareció en el garaje y sin decir nada entró en el coche y se sentó. Pensé que quizás ya se había dado cuenta que había firmado que ese fin de semana iba a ser mía sin condiciones, pero estaba muy equivocado, tan pronto salimos del garaje empezó a preguntarme cosas sobre la finca, sobre su ubicación, cuantas veces iba, si tenía caballos, cuantos metros cuadrados tenía, no paraba de hablar. La verdad es que me dieron ganas de mandarla callar, pero pensé que sería mucho peor ignorarla, y eso hice, puse la radio y seguí conduciendo. Marta me miraba alucinada, jamás nadie la había ignorado así y creo que como no sabía lo que hacer y era una sensación nueva, se calló. Gracias a Dios porque estaba siendo insoportable.

Salimos de la ciudad y parece que el paisaje del campo la relajó, cuando vi que ya no estaba tan tensa, apagué la radio y comencé a hablar, con un tono suave y neutro, dejando tiempo para que asimilara cada uno de mis palabras.

Marta, comencé a decir, has perdido una apuesta en la que si yo ganaba iba a pasar a ser de mi propiedad todo el fin de semana, y quiero que entiendas bien lo que eso significa. Y empecé a enumerar las reglas que iban a regir nuestra convivencia el fin de semana.

-       Me tratarás de usted en todo momento, me llamarás “señor” y cuando te haga una pregunta responderás “si señor” si no lo haces serás castigada.

-       No hablarás sin mi permiso, si lo haces serás castigada.

-       Me obedecerás en todo momento, si no lo haces serás castigada.

-       Salvo que te diga la contrario estarás desnuda todo el fin de semana, cuando lleguemos te desnudarás y te devolverá tu ropa el domingo por la tarde.

-       Este fin de semana estás para servirme en todo lo que yo te ordene, sea lo que sea lo harás, ni no lo haces serás castigada.

-       Los castigos pueden ser variados, desde ser azotada, atarte a un árbol del jardín, dejarte sin comer, lo que me apetezca y considere oportuno.

El motivo de todo esto es porque tienes al equipo acojonado y creo que la única manera de que reacciones es humillándote y tratándote como una esclava, y eso es lo que voy a hacer y lo voy a disfrutar mucho.

Hasta ese momento no la había mirado y me giré un poco hacia ella para decirle ¿Lo has entendido Marta?

Marta me miraba con los ojos muy abiertos y abría y cerraba la boca pero no era capaz de articular una sola palabra. Repetí la pregunta:

-Marta ¿Lo has entendido? Contéstame y por tu bien te aconsejo que no me vuelvas a hacer repetirte una pregunta.

-Si- contestó Marta con una voz que casi me costó oir.

-Muy bien, y ahora vamos a parar un momento porque creo que no te lo estás tomando en serio.

Marta me miró y no entendió nada, desvié el coche por un sendero, estábamos muy cerca de la finca pero las faltas hay que corregirlas en el momento, si no las perras no aprenden y creo que a esta le iba a costar.

Aparqué el coche y bajé, rodeé el coche, le abrí le puerta y le ordené bajar. Bajó sin entender muy bien qué pasaba pero lo iba a descubrir muy pronto. Le dije que se subiese la falta y se apoyase sobre el capó del coche a la vez que comenzaba a quitarme el cinturón, me miró horrorizada y no se movió, lo mejor en estos casos para que reaccionen es darles una bofetada, no muy fuerte, lo justo para humillarlas y que obedezcan, así que la pegué, y como era de esperar me miró con todo el odio y el desprecio del que era capaz y obedeció.

Cuando la tuve en posición le dije:

-Voy a darte 10 azotes, quiero que los cuentes- Esperé, y como era de esperar de su boca salió de todo menos el “Si Señor” que tenía que salir.

-Respuesta incorrecta, le dije, ahora serán 20 azotes y quiero que los cuentes ¿lo has entendido Marta?- Le hice la pregunta a ver si la ayudaba a entender porque tampoco quería pasarme la tarde en el bosque azotando ese precioso culo. Y entonces si, escuché de su boca un “Si Señor”, más bien lo escupió, pero había que entenderla, no se había visto en otra así en su vida.

Empecé con el castigo y Marta empezó a contar, fui calentándole el culo porque tampoco quería asustarla, de hecho quería que le gustase, porque me la iba a follar allí mismo en cuanto acabase el castigo, porque o mucho me equivocaba o según iba azotándola los gemidos de dolor ya no eran tan de dolor, y ese movimiento de culo, estaba pidiendo polla a gritos.

Ibamos por el número 12 y se le estaba poniendo el culo de un color rojo precioso, me di cuenta de que por mucho que gritase y bufase le estaba gustando, creo que los bufidos y el cabreo eran más con su propio cuerpo que la estaba traicionando que conmigo, así que para acentuar su “sufrimiento” me acerqué a ella, le pasé la mano por el culo que lo tenía ya ardiendo y fui bajando hacia su coño, no os voy a engañar estaba deseando encontrármelo encharcado, y así fue, la muy puta estaba chorreando y no pude evitar soltar una carcajada, lo que la fue superior a sus fuerzas y soltó un “hijo de puta” que resonó por todo el bosque.

-Que sean 30 azotes, tenemos todo el fin de semana- Continué con el castigo y Marta continuó contando, cuando llegamos a 25 aumenté la intensidad, al fin y al cabo eso era un castigo y así lo tenía que recordar. Por lo que los últimos 5 la hicieron gritar y retorcerse.

Cuando acabé, me saqué la polla y según estaba apoyada y con todo el culo expuesto, le clave la polla en húmedo y abierto coño. Marta volvió a gritar pero esta vez de placer, empecé a bombear tan fuerte que pensé que íbamos a hundir el capó, pero me dio igual, la muy perra gemía de placer y a la vez murmuraba lo que intuí eran todos los insultos que conocía, pero me hice el sordo, estaba disfrutando mucho como para parar y castigarla de nuevo, ya lo haría en otro momento.

Comencé a notar las contracciones de su coño que precedían al orgasmo y de repente, sin sacar la polla de su coña, paré de empujar, la agarré del pelo y le dije al oído.

-Se me ha olvidado una norma más, no te puedes correr sin mi permiso, si quieres correrte tendrás que pedírmelo y sólo cuando yo te lo permita podrás hacerlo- Soltó un rugido que me acojonó, esperé lo que me pareció una eternidad y entonces la escuché.

-Señor, ¿me da permiso para correrme por favor?

-No perra, no te vas a correr- le contesté- Segundo triunfo de la tarde y segundo insulto que no pudo reprimir. Ya me ocuparía luego de eso, le di la vuelta, hice que se pusiera de rodillas y le metí la polla en la boca para que la chupara.

Mi secretaria lo hacía bien, pero saber que tenía a Marta allí de rodillas, muriéndose por correrse después de haber sido humillada y castigada era la leche, así que me corrí en su boca y le ordené que se lo tragase todo y que me limpiase la polla.

Al terminar me metí en el coche y esperé a que subiese, estaba avergonzada, no levanta la mirada del suelo y no se atrevía ni a mirarme. Estaba preciosa pero evidentemente no se lo dije, le quedaba mucho por aprender antes de obtener un premio.

Arranqué y seguimos camino de la finca, quedaban 10 minutos, minutos que a mi se me hicieron eternos porque deseaba llegar y poder tenerla desnuda a mi entera disposición, había planeado el fin de semana para que fuese memorable, pero esta pequeña experiencia en el bosque auguraba que el fin de semana iba a ser de los mejores

(Continuará)