Educando a Marta (1)
De como Marta, una chica malcriada, consentida, posesiva, celosa y mimada pasa a ser toda una puta sumisa.
En esta serie de relatos, que va a constar de varios capítulos, os voy a contar como logré, poco a poco, ir transformando a Marta, una farmacéutica de 30 años a la que convertí en una sumisa, partiendo de lo que parecía ser la típica chica buena que nunca había roto un plato.
Antes de describir a Marta, al menos, de cómo era cuando la conocí, me voy a describir yo un poco para que
sepáis
cómo soy.
Tengo 30 años, soy hombre, siempre me ha gustado el mundo del BDSM, lo descubrí por casualidad, porque vi por la tv una entrevista a una AMA, que contaba las prácticas BDSM que llevaba a cabo; cómo desde que era pequeño me ha gustado también investigar cosas, pues empecé a investigar sobre BDSM y descubrí que me gustaba, en especial, dominar a mujeres.
He tenido cierto éxito en la vida, pues mis padres me han podido dar Educación y formación en muy buenos colegios, ya que vivimos en una de las mejores zonas de Madrid, Pozuelo de Alarcón.
Físicamente, aunque no me considero demasiado agraciado ni me cuido apenas, sí que creo que destaco por el tamaño de mi polla, o, al menos, eso dicen las mujeres que la han podido ver, tocar, chupar y sentir dentro de ellas...
Estudié la carrera de Derecho y ADE, primero y, después, seguí con Criminología, pues son los tres, temas que siempre me han gustado mucho, se podría decir que son, junto con el dolor y la ropa de cuero en mujeres, el mundo del motor y comer chocolate, mis grandes pasiones.
Mi padre es abogado penalista y tiene un bufete en la zona del barrio de Salamanca en Madrid, le ha ido bastante bien, sobre todo porque nunca se niega a aceptar ningún caso, por muy turbio o difícil que sea, lo que le ha llevado a conocer a grandes narcos y a gente que le ha ayudado a conseguir todas las empresas y dinero que, a día de hoy, tiene en su haber.
Mi madre está en casa, pues no necesita trabajar, debido a todo lo que hace mi padre, con ella no me llevo del todo bien, pues siempre ha tenido un carácter algo difícil.
Entre esas propiedades, destacan, casas en Madrid ciudad y provincia, en Marbella, en Huesca para esquiar e incluso alguna finca en Toledo.
Yo trabajo con mi padre en el bufete, aunque también tengo mis propios negocios, sobre todo de inversión en bolsa y alguno más, digamos, al margen, un poco, de la ley.
En cuanto al mundo del motor, aparte de que mi padre tiene también algún negocio relacionado con el tema (Compraventa de coches y transporte en camión), yo dispongo de todos los carnets, sacados por puro gusto.
Las mujeres nunca han sido un problema para mí, aunque hasta el momento en el que conocí a Marta, no había encontrado la mujer que buscaba, alguien con quien poder partir de 0 y modificar por completo a mi gusto, sin que se opusiera a nada de lo que le planteaba hacer y que quisiera sentirse como un objeto.
Conocí a Marta un día que vino a mi despacho, a mi oficina, para preguntarme por cómo funcionaba lo de invertir en bolsa, pues tenía bastante dinero y quería intentar conseguir más. Era un viernes lluvioso en Madrid y Marta llevaba una falda negra de cuero, una camisa blanca y unas botas altas negras de tacón fino.
Nada más verla, me di cuenta de que tenía ante mí, la mujer que tanto tiempo llevaba buscando, pues era bastante guapa físicamente y muy femenina, pero se veía que era un poco insegura, sumisa, algo tímida.
Físicamente estaba en torno a 170 cm, sus tetas eran naturales y tenía buen cuerpo, me excitó solo con verla, todo hay que decirlo.
Me dijo que tenía también 30 años, pero yo era en torno a cuatro meses y medio mayor que ella.
Al principio, me volqué en ser profesional, le estuve hablando de métodos de inversión y de cómo funcionaba todo el tema de la inversión en bolsa, y, al acabar la conversación, le dije de invitarla a comer, pues eran ya las 14:30 cuando acabó la reunión.
Marta aceptó sin dudar, así es que fuimos a comer a un restaurante cercano a la oficina.
Ahí fue cuando aproveché para intentar acercarme a ella y tratar de conocerla a nivel un poco más íntimo, y, sobre todo, para saber si podría realmente ser la mujer que llevaba tanto tiempo buscando y a la que poder modificar.
Marta me estuvo contando que era había estudiado la carrera de Farmacia, pero que había estudiado unas oposiciones y que era funcionaria en una institución que depende del Ministerio de Sanidad.
También me dijo, y eso me empezó a poner muy cachondo, lo que se notaba en mi polla, que empezaba a aumentar considerablemente de tamaño, que no tenía pareja porque lo que ella buscaba, era difícil de encontrar.
Marta quería a alguien, un hombre, que supiera llevarla, pues se consideraba caprichosa, celosa y posesiva y quería a alguien que le lograra bajar los humos, que le pusiera en su sitio y que le pusiera también límites, pues era algo que no había tenido, debido a la situación familiar que me explicó después.
Me dijo que estaba abierta a modificar también su físico y su forma de vestir, por ejemplo, me dijo que le excitaba que un hombre le eligiera cada día la ropa que se tenía que poner.
Estuvimos un buen rato hablando, también de otros temas más personales, pero, al final, observé que ella se desviaba hacia temas de BDSM, pues, según me dijo, era algo que le daba curiosidad.
Marta me habló un poco de su familia, vivía con sus padres y tenía dos hermanos mayores, una hermana y un hermano, me dijo que ella había aparecido cuando ya sus padres no esperaban tener más hijos, por eso es que había tenido un trato especial, la más mimada de la familia.
Yo tenía que volver a la oficina tras la comida y la excitante charla, así que me despedí de Marta, pero le dije que nos íbamos a ver esa misma noche en mi apartamento con equipamiento BDSM, para seguir hablando y, tal vez, empezar a jugar.
Le di a Marta mi número de móvil, el que uso para ligar, y me volví a la oficina, pensando en lo que acababa de pasar, con una erección considerable, y también pensando en lo que le iba a hacer a Marta en cuanto que llegara al apartamento esa misma noche.
Al llegar, de nuevo, a mi oficina, vi que tenía un mensaje de Marta, en el que me había enviado tres fotos suyas, la primera de ellas, era Marta vestida por completo de cuero, aunque se veía que era de cierta marca muy conocida, sobre todo en Galicia, y que exporta a nivel mundial.
La segunda foto, era de Marta en
topless,
pero con las tetas al aire, lo que vi me gustó bastante, aunque pensé que un pequeño aumento de tamaño, no estaría mal, así como poner piercings.
Y,
la tercera foto, era de Marta completamente desnuda, se notaba que se cuidaba, pues tenía un cuerpazo. Al ver la foto, pensé en que un piercing en su coño le quedaría genial.
Pasé la tarde entre papeles y cosas relacionadas con las diferentes empresas del grupo de mi padre y, en torno a las 20:00, me dirigí al apartamento BDSM, para prepararme yo y preparar el propio apartamento para la visita de Marta.
El apartamento se encuentra cerca de la oficina central de mi padre, en la zona del Barrio de Salamanca, en Madrid. Es bastante amplio y tiene dos zonas bien diferenciadas, por un lado, una, digamos, normal, para recibir visitas sin que sospechen lo que hay dentro, y, la otra, completamente montada para juegos BDSM.
Hay todo tipo de artilugios y de equipamiento, desde una Cruz de San Andrés, hasta un WC especial en el que se puede meter la cabeza del esclavo/a, para que reciba la lluvia dorada o lo que sea por parte del Amo/a. Tengo también una zona para Medical, que es mi favorita, pues mi vocación frustrada es la de ser cirujano plástico.
Llegué al apartamento, me quité el traje que llevaba, me di una breve ducha y me cambié de ropa, a algo más acorde al BDSM, para parecer el Amo que soy.
Había citado a Marta a las 21:00 en el apartamento y le amenacé con enfadarme si se
retrasaba,
aunque fuera sólo un minuto, pues, si hay algo que no me gusta es la falta de puntualidad.
A las 20:30 me escribió Marta para decirme que ya salía en dirección al apartamento y, que tal y como le había pedido previamente, llevaba puesto todo lo que mostraba en la primera foto que me había enseñado, en la que iba vestida entera de cuero.
Le dije también que, justo antes de llegar al apartamento, fuera a una farmacia cercana, y comprara un paquete de parches para tapar ojos, me dijo que eso le iba a excitar mucho.
Eran justo las 9, cuando sonó el timbre y era Marta; abrí la puerta y le dije que pasara al salón, que, de momento, no se quitara nada de lo que traía, en especial la chaqueta, porque quería ver
cómo
le sentaba el cuero.
Le dije a Marta que no se sentara todavía y le pregunté si quería beber algo, me dijo que le trajera una copa de vino blanco, así que fui a la cocina, abrí una botella de vino blanco que tenía preparada para una ocasión especial, puse dos copas, y, para acompañar, abrí un paquete de salmón ahumado, saqué un bote mayonesa para acompañar y lo puse en un plato, porno beber con el estómago vacío.
Empecé a tocar todo su cuerpo y a meterle mano, con cierta dureza por mi parte, pues durante la comida, Marta me dijo también que le gustaba que los hombres la trataran así, que fueran duros y muy dominantes, para tratar de apaciguar su mal carácter celoso y posesivo.
Le quité la chaqueta y vi que, debajo, llevaba un top, también de cuero, que apenas tapaba sus tetas, la falda que llevaba, era también de cuero y bastante corta, un poco gótica y, por último, vi que llevaba medias negras y unas botas altas negras que me gustaron bastante. En el cuello llevaba un pequeño collar, que era también negro, parecía erótico, pero no del tipo que me gustan a mí, es decir, postural; aunque bueno, pensé, ya habrá tiempo de ponerle uno...
Le pedí que sacara el paquete de parches del bolso y que se pusiera uno, en el ojo izquierdo, para que empezara a entrenar la privación sensorial, una de mis prácticas BDSM favoritas. Marta me dijo que lo del parche le recordaba a su infancia, puesto que había tenido que llevarlos durante años debido a algunos problemas de visión que tenía; de hecho, llevaba gafas.
Estuvimos durante cerca de una hora hablando, de nuevo la conversación giraba en torno a temas sexuales y de BDSM, por lo que la excitación, tanto de Marta como la mía, iban en aumento.
Nos bebimos, al final, toda la botella de vino entre los dos, fue entonces cuando le tomé la mano a Marta y le pedí que me acompañara, para enseñarle el área de juegos BDSM, para que viera donde iba a jugar a partir de ahora, si aceptaba mi propuesta.
Marta se quedó alucinada, pues nunca había visto nada parecido, me dijo que lo que más le gustó fue la zona de Medical, supongo que, por deformación profesional, pues era lo más parecido a una farmacia, dentro del BDSM y también la terraza, pues se puede practicar nudismo sin que ningún vecino nos vea, aparte de tener una piscina y un jacuzzi.
Me dijo que quería empezar a hacer cosas ahí mismo y ya, pero yo le dije que, primero, me la quería follar, digamos, de forma normal, y también quería ver como la chupaba, para ver si era la mujer sumisa que tanto tiempo llevaba buscando.
Así que fuimos a mi dormitorio, una suite de 50m2 con baño incorporado y una cama enorme, y, una vez ahí, Marta me empezó a bajar el calzoncillo tipo
boxer
de cuero que llevaba, para sacar mi enorme polla, que ya estaba toda erecta y empezar a chupármela.
La verdad es que no lo hacía nada mal, se notaba que tenía muchas ganas de chupársela a alguien, estuvo un buen rato chupando hasta que me corrí en su boca y se lo tragó todo.
Antes de empezar a follar, me dijo que tenía ganas de mear, pero yo le dije que se aguantara, porque, a partir de ahora, yo iba a decidir cuándo meaba.
Tengo que indicar en este punto, que aguantar el pis es algo que también me gusta y que mi
récord
está en 30 horas sin mear. Recomiendo a los detractores de este hábito que busquen información sobre algo llamado
peegasm
.
Dicho esto, sigo con el relato, contando la primera vez que me follé a Marta.
Le empecé a quitar a Marta la ropa que llevaba, en esta ocasión, lo hice con cierta delicadeza, pues no tenía otra ropa que ponerse y no podía, por tanto, arrancársela o destrozarla.
Debajo del top no llevaba nada, así que pude ver sus tetas, con los pezones bien duros, sin embargo, debajo de la falda de cuero, sí que llevaba un bonito tanga negro, que también tuve que quitar para poder ver su coño, que, al parecer, se había depilado entero, pues, en la comida, le dije que me gustaban las mujeres bien depiladas, sobre todo, ahí abajo...
Le metí con fuerza los dedos en su coño y Marta soltó un pequeño grito, algo que no me importó, pues las paredes del apartamento están insonorizadas y solo hay un piso por planta, además, se trata de un ático, por lo que es discreto.
Poco a poco, le fui metiendo mi polla, y empecé a oír los gritos de placer de Marta, al parecer estaba disfrutando, siguió gritando hasta que me corrí, pero, cuando noté que eso iba a pasar, me saqué la polla y se la puse directamente en su cara, para correrme en ella.
Sin dar tiempo a Marta a que pudiera reaccionar, le pedí que se diera la vuelta y empecé a tocar su culo, que tampoco estaba nada mal, aunque pensé que, quizás, una pequeña elevación quirúrgica, no le vendría mal, o, incluso un tatuaje o una marca de fuego para expresar que era de mi propiedad, pero eso es algo que tendría que hablar con Marta con calma.
Salí un momento de la habitación, previamente había dejado a Marta esposada a la cama para que no pudiera salir de la habitación ni tocarse el coño, porque de lo excitada que estaba, supuse que iba a ser lo primero que hiciera, de haberle dejado hacerlo.
Fui a la sala de juegos BDSM y saqué un paquete con un
plug
anal, que tenía preparado para esa ocasión, y volví al dormitorio, donde Marta me estaba esperando, con las esposas puestas y una cara de querer más sexo.
Le enseñé el
plug
anal a Marta y le dije que se lo iba a meter, la idea es que lo llevara todo el tiempo posible puesto, que se lo sacara sólo para la ducha y que aprovechara ese momento, para ir al baño.
Sin esperar respuesta por parte de Marta, se lo metí por completo, costó un poco, pero logré que entrara, eso sí, con algún grito de Marta.
Después, le di la ropa que había traído a Marta, le pedí que se vistiera, que no se quitara el parche del ojo hasta que llegara a su casa y le dije que la primera sesión, había acabado ahí, pero que estuviera muy atenta a su teléfono porque yo me iba a poner en contacto con ella; si no recibía respuesta inmediata por su parte, supondría que no quería seguir adelante y se acabarían ahí nuestros juegos.
Cuando Marta se fue, yo recogí un poco el apartamento, lo suficiente para que la asistenta no sospechara lo que había pasado ahí la noche anterior, cuando fuera a limpiar al día siguiente, y me fui para Pozuelo, a descansar, porque había sido un día muy largo, y a pensar en lo que había pasado, a reflexionar si Marta era la esclava que estaba buscando.
Hasta aquí la primera parte del relato, habrá más partes, en función de si tiene éxito. Para cualquier duda, ponte en contacto con el autor; los datos de contacto están en mi perfil.