Educando a la malcriada de mi hermanastra 08

Ahora tengo un par de hermanastras que están buenísimas y por suerte me hago con un chantaje perfecto para vengarme de la malcriada de Helena. No voy a dejar pasar esta oportunidad para poner a mis pies a ese niñata y disfrutar se su increíble cuerpo.

Os recomiendo comenzar a leer desde el primer capítulo, ya que todos los relatos de la serie son una gran historia durante el fin de semana con mi hermanastra. Muchas gracias por todos los mensajes y comentarios de ánimo para que siga escribiendo esta historia.


Helena se me acercó limpiando con un paño una de las varas del jardín y me la entrego en silencio. La hice silbar un par de veces y la cara de mi perrita mostro un poco de miedo.

  • ¡Va a doler mucho! – me dijo con voz suave buscando que me apiadase.

  • Pude que un poco más que la fusta, pero eso ya me lo dirás cuando terminemos el juego. – le contesté burlonamente.

Rebeca seguía en el cobertizo donde guardamos todas las cosas de la piscina y las cosas de la playa. La pobre parecía que no encontraba las palas de la playa, me miraba como la observaba por la ventana del salón y volvía a meterse a rebuscar. En ese momento me vino a la cabeza que la gatita iba a tener complicado encontrar las palas ya que estaban en mi mochila de ir a la playa con mis amigos la semana pasada. Rebeca salía del cobertizo y no dejaba de dar vueltas, seguramente pensando que se ganaría un castigo si no aparecía con lo que le había mandado. Volvió a entrar y al poco rato salió corriendo con algo en las manos. Mi gatita apareció en el salón y rápidamente dejó sobre la mesa con los demás objetos lo que traía en la mano.

  • Perdón, pero no encontré las palas nuevas de la playa, pero encontré esta. – me dijo buscando mi aprobación.

Rebeca había traído una vieja pala de la playa que no sabía ni que existía. Parecía más resistente que las nuevas palas de la playa que venden, con una empuñadura firme que se adaptaba muy bien a mi mano y con una pala de hoja gruesa y de madera dura. Era perfecta, mucho mejor que la que yo tenía en mente.

  • Servirá, pero límpiala un poco primero. – le dije quitándole mérito a lo que había hecho mi gatita.

Rebeca usó el paño que había usado su hermana para limpiar la vara y volvió a colocar la pala en la mesa. Les indiqué que se colocasen de rodillas y las dos obedecieron aunque parecía que no les hacía mucha gracia a ninguna de las dos.

  • ¿Quién quiere empezar? – se miraron entre ellas, esperando que la otra se ofreciese voluntaria.

  • ¡Ella! – dijo Rebeca rápidamente señalando a su hermana.

  • Mira que rápida nos salió la gatita. – le dije entre risas. – Helena empiezas tu, así aprenderás a no estar atontada cuando pregunto algo.

Helena cambió su cara a puro odio y rabia hacia su hermana, no se podía creer como se la había jugado su hermana. Se levantó y se dirigió a tirar el dado que estaba sobre la mesa.

  • Un seis perrita, te toca disfrutar del cepillo del pelo. Tira otra vez a ver cuando azotes te has ganado en cada nalga. – Helena volvió a lanzar el dado y le salió un tres.

  • ¿Cómo me coloco?

  • Pon la silla del comedor aquí y ponte sobre mis rodillas.

Helena obedientemente colocó la silla y se acomodó sobre mis rodillas.

  • Estira los brazos y tu gatita agárrala por las muñecas. Si se te escapa volveremos a empezar el castigo y tú también lo recibirás. ¿Os ha quedado claro? – las dos asintieron con la cabeza. – la que esté agarrando contará en voz alta los azotes.

Las dos estaban en posición con que comencé con el castigo al redondeado culito de Helena. Los azotes no eran muy fuertes, ya que quería que aguantasen todo el juego, pero lo suficientes como para calentárselo bien. Rebeca numeraba cada azote con una cara de asombro, ya que aun no se podía creer lo que estaba viendo.

  • Muy bien niñata, ahora te toca a ti Rebeca. – la gatita se dirigió hacia el dado mientras su hermana se frotaba su enrojecido culo.

  • Un tres… el cinturón y dos azotes. – me dijo mientras me entregaba el cinturón.

Le indiqué que se echase sobre la mesa del comedor y Helena se colocó al otro lado para agarrarle los brazos. Todo el cuerpo de Rebeca estaba tenso, que al simple contacto con la fría mesa la hizo dar un saltito. Me coloqué detrás de ella y sin previo aviso dejé caer el primer correazo, que rápidamente Helena numero. Rebeca arqueó el cuerpo entero que si no estuviese agarrada por su hermana se habría levantado de la mesa. El segundo correazo le cayó justo en el medio de su pequeño culito que ahora estaba decorado por dos tiras rojas que le cubrían las dos nalgas.

  • ¿Qué tal sientan los correazos?

  • Me arde el culo. – me contestó mientras se frotaba como una loca sus nalgas.

  • Pues imagínatelos más fuertes si me desobedeces. – le dije mientras le agarraba la cara para que me mirase a los ojos. – Vamos con la segunda ronda.

Mi perrita tiro el dado sacando un cuatro y rápidamente se quedó mirando la vieja pala de la playa. Agarró el dado y lo volvió a lanzar. Su cara se puso seria al ver el cinco que le había salido en la tirada y me entregó la pala, la cual había agarrado para comprobar lo dura que era. Se colocó en la misma postura que se había colocado su hermana antes y creerme que la escena era increíble con ese cuerpazo sobre la mesa.

  • Separa las piernas perrita. – le ordene mientras con mis dedos se las separaba acariciando su rajita.

Esta pala sí que ha sido un gran descubrimiento, cada azote cubría casi todo el culo de Helena, la cual se quejaba y resoplaba con cada azote. Después de los cinco azotes la perrita tenía el culo bien rojo y le tenía que arder bastante.

  • ¿Qué te parece la pala nueva perrita, esta aun no la habías probado?

  • Duele mucho y por todo el culo. Lo tengo como si me hubieses dado un montón de azotes con la mano. – me contesto mientras se apretaba el culo.

Rebeca lanzó el dado y su cara se quedó helada al ver que le volvió a salir un tres. Helena no pudo disimular una sonrisa mientras su hermana volvía a tirar el dado para sacar un cuatro.

  • Vaya gatita parece que te gustó el tacto del cinturón. – le dije burlonamente.

  • ¿Otra vez? – me pregunto con cara de buena buscando que me apiadase de ella.

  • A mi no me mires, cosa del destino. Venga colócate en la mesa.

La gatita se colocó sobre la mesa obedientemente y recibió de nuevo los cuatro correazos, dejando escapar unos suaves quejidos. Helena con cada correazo que recibía su hermana esbozaba una sonrisa, mientras apretaba con fuerza los brazos para que no se pudiese mover su hermana. Después de los correazos Rebeca no podía parar de frotarse el culo, en el que se veían claramente las marcas como fuego. Tenía que tener cuidado ya que no quería dejarles marcas muy feas, porque si alguien las viese se podría terminar la diversión.

Helena tiro el dado y quedó aliviada al ver que no se repetía el número, aunque el dos que le había salido no le hacía mucha gracia, al recordar como dolían los azotes con la fusta. Volvió a tirar el dado temblorosa y le salió un dos, la perrita estaba teniendo mucha suerte con las tiradas. Me entregó la fusta y se colocó sobre la mesa.

  • Estoy lista. – me dijo la perrita en un tono que me parecía que estaba disfrutando de su suerte.

Esta perrita si no la ato en corto todo el rato se me viene arriba, pero yo ya sabía muy bien como bajarle los humos. El primer fustazo resonó e hizo dar un chillido a la perrita de lo fuerte que fue. Me miro sorprendida por la fuerza con la que la había dado el azote.

  • ¿No estabas lista? – le dije con sarcasmo.

  • Si, pero…

Le interrumpí con el segundo fustazo igual de fuerte que el anterior, que hizo a Helena arquear la espalda. En la cara de mi perrita podía ver claramente que había entendido el mensaje y en la de Rebeca que aun podía ser peor si no cumplía las reglas. Rápidamente Rebeca fue a tirar los dados saliéndole tres azotes con la pala de la playa. Mi gatita se colocó separando las piernas como le dije en el anterior castigo. Con cada azote sobre su redondito culo Rebeca se ponía de puntillas y ahogaba sus quejas tapando su boca contra su brazo. Los azotes no eran muy fuertes pero para ser su primera vez Rebeca estaba siendo muy sumisa.

  • ¿Cómo va tu culito niñata?

  • Me arde mucho. – me contestó mientras se los agarraba

  • Pues sigue así sin chillar, ni hacer tonterías y los azotes seguirán así de suaves. Tu lo mismo Helena, pórtate bien y serán suaves.

  • Si, me portaré bien. – me contesto mientras volvía a tirar el dado.

La suerte seguía sonriendo a mi perrita que había sacado un solo azote con el cinturón.

  • Como es solo un azote y ya eres mayorcita, no hace falta que te agarre tu hermana. – le dije mientras estaba colocándose sobre la mesa. – Ponte aquí con las piernas abiertas y tócate los pies.

Helena se colocó como le ordene y me sorprendió lo flexible que era por entrenar en atletismo. La azoté no muy fuerte, pero la falta de práctica hizo que mi perrita casi se cayese hacia adelante. Me miró un poco asustada, como esperando un castigo por salir de la posición que le había ordenado, pero no lo hice, esa cara que tenía me mostraba una buena sumisión por parte de mi perrita y estaba contento. Le indiqué a Rebeca que le tocaba tirar.

  • Me ha salido un cinco.

  • ¿Un cinco? Pues vas a tener el placer de estrenar esta vara. – le dije mientras la cogía de la mesa. – Y tres azotes te han salido.

Mi hermanastra pequeña se colocó sobre la mesa sin dejar de mirar de reojo como abanicaba la vara acercándome a ella. El primer azote se me escapó un poco y le cayó en el comienzo de las piernas. Al ser más larga que la fusta tenía que calcular mejor donde quería que cayesen los azotes. Los otros dos azotes sí que acertaron en su objetivo marcando dos líneas rojas en su tierno culito.

  • ¿Cómo ha sido gatita?

  • ¡Duele más que lo anterior! – me contestó dando saltitos para intentar calmar el escozor que tenía.

  • Eso significa que es efectiva para cuando os portéis mal.

Helena tiró el dado y ella también sacó un cinco.

  • Que casualidad, ya no hace falta que la suelte. – le dije burlonamente mientras hacía silbar la vara delante de ella.

La perrita sacó un cuatro en su segunda tirada y un poco preocupada por lo que le dolería la vara se fue colocando sobre la mesa. Como con su hermanita, Helena arqueo la espalda y ahogo un chillido con su brazo con cada contacto de la vara en su desnudo culo. En cuanto Rebeca le soltó los brazos, mi perrita empezó a frotarse el culo como una loca.

  • Pufff… ¡duele más que la fusta! – me dijo con los ojos un poco enrojecido.

Me reí mientras indicaba a Rebeca que tirase el dado. A mi gatita esta vez le tocaban dos azotes con la fusta y le ordené que se colocase de pie como hizo su hermana primero. Con el primer fustazo Rebeca cayó de rodillas en el suelo mientras se agarraba las nalgas castigadas, pero a un gesto mío, la niñata volvió a su posición rápidamente para recibir el segundo azote que le hizo dar un saltito.

Menuda suerte estaba teniendo Helena sólo le quedaba por sacar un uno y lo saco, lo que le hizo esbozar una sonrisa dándole igual el seis que había sacado en su segunda tirada. La perrita estaba tan contenta de haber terminado que no le importó que le diese un poco más fuerte los azotes con la mano en su dolorido culito.

  • Muy bien perrita, ya has terminado el juego. Menuda suerte has tenido que no has repetido ningún castigo. – Helena no podía ocultar su felicidad, sonriendo como una tonta. – Ahora vamos a cambiar un poquito el juego. Poneros de rodillas.

  • ¿Cambiar? – me preguntó mi perrita pasando de su alegría a preocupación, mientras se arrodillaba al lado de su hermana.

  • Tranquila niñata, que como has ganado, estos cambios te van a gustar.

  • ¿Y a mí? – me preguntó Rebeca aun más preocupada.

  • No tanto gatita, es lo que tiene perder. – le contesté acariciándole la cara. – Helena a partir de ahora hasta que Rebeca disfrute de todos los juegos que le faltan, tirarás dos veces el dado y serán el número de azotes que recibas con la mano en tu culo.

  • ¿El dado dos veces? – asentí con la cabeza. – Vale mejor doce azotes con la mano que otra vez con la vara.

  • Así me gusta perrita, pero además, mientras recibes los azotes Rebeca te masturbará.

  • ¿Cómo que la masturbaré?

  • Usarás tus habilidosos dedos para darle placer a tu hermana y como no vea que disfruta recibirás un castigo.

  • Pero, ¿por qué tengo que ser yo quien la masturbe? Que se lo haga ella. – me contestó Rebeca cabreada.

  • Niñata vas a hacer lo que yo te diga. – le dije dándole un tirón del pelo. – y por lista vamos a mejorar el juego. ¿Qué castigos te faltan aun?

  • Pues… con la mano y con el cepillo del pelo. – me contestó con voz un poco temblorosa.

  • Pues cada una tirará dos rondas, tu perrita ya te expliqué como sería y tu Rebeca será una ronda con cada castigo que te falta, tirando dos veces el dado para ver cuántos azotes te dará tu hermana.

  • Yo… ¿yo la voy a azotar? – me dijo Helena dibujando una sonrisa en su cara.

  • Si. Venga perrita tira el dado.

  • Un tres y un cuatro.

  • Pon las manos sobre la mesa y separa las piernas. Rebeca ponte a su lado y empieza a masturbarla. – me acerque a su oído. – Si consigues que se corra te perdono los azotes que te quedan.

Rebeca me miró como si le hubiese lanzado un reto que estaba muy segura de ganar. Se puso al lado de su hermana y mirándome con una cara juguetona se metió dos dedos en la boca. No os podéis imaginar lo dura que se me puso la polla viendo a Rebeca hacer eso y a Helena sobre la mesa con una sonrisa sabiendo que este castigo sí que le iba a gustar. Rebeca bajo sus dedos acariciando la espalda de su hermana muy suavemente, lo que Helena no pudo ocultar de que la estaba poniendo muchísimo. Cuando los dedos de mi gatita llegaron a la rajita de su hermana esta soltó un suspiro y arqueó la espalda.

  • ¡Serás perra! – dijo Helena mirando a su hermana mientras movía su cadera al ritmo de los dedos de Rebeca.

  • Yo seré una perra, pero tú estás toda mojada. – le susurro al oído. – Y no me apetece que me azoten más, con que prepárate.

La gatita aceleró sus caricias en la rajita de su hermana y Helena se agarró fuerte a los bordes de la mesa para intentar resistirse a perder el control y dejarse llevar por el placer. Le di el primer azote y Helena me miró mordiéndose el labio, sin duda estaba a punto de dejar salir a mi perrita cachonda como hizo el día anterior. Continúe con los azotes, pero esta vez no se escucho ni una sola queja, solo suspiros y algún gemido que se le escapaba. Se estaba resistiendo como una campeona al placer que estaba sintiendo, se notaba que no quería que le ganase su hermana. Con el último azote Helena se separó de la mesa como si esta le diese un calambrazo.

  • ¡Joder!... con la niñata. – grito con la respiración muy acelerada. – Normal que… Melisa te invite… tanto a su casa.

  • No me gusta perder y a ti parece que te estaba gustando demasiado. – le contestó mientras se chupaba los dedos.

  • Menudo par de guarrillas estáis hechas. – les dije riéndome a la vez que flipando por lo que estaba pasando ahora mismo. – Bueno gatita con que quieres ser castigada ahora. ¿Con el cepillo o con la mano?

  • Pues… con el cepillo… que duele más.

  • Pues tira el dado dos veces y tu Helena ve colocándote en la silla.

Mientras Rebeca tiraba el dado me acerqué a Helena para poner en su sitio a mi perrita.

  • No te pases con los azotes, sino seré yo el que te enseñe como se dan los azotes bien fuertes. ¿Te ha quedado claro perrita?

Helena me asintió con la cabeza. Rebeca saco nueve azotes con el cepillo en cada nalga de su tierno culito. Le entrego muy obediente el cepillo a su hermana y se acomodó sobre sus piernas. Helena le acarició su enrojecido culito mientras observaba las marcas que tenía de los anteriores castigos.

  • Lo tienes ardiendo. – le dijo mientras le apartaba el pelo de la cara para verla bien. – ¿Estás lista?

Rebeca le contestó que sí y al terminar la frase le cayó el primer par de azotes, uno en cada nalga muy seguidos. Helena me miraba esperando mi aprobación y le hice un gesto para que continuase, ya que se los había dado con la fuerza apropiada. Mi perrita continuó dándole los azotes de dos en dos, haciendo que su hermana soltase un quejido que parecía más placer que dolor.

  • Pufff… espera un poco. – le dijo Rebeca poniendo su mano sobre su culo para frenar a su hermana.

  • ¡De eso nada perra!

Helena agarró el brazo de su hermana y se lo puso a la espalada, inmovilizándola para que no pudiese volver a interrumpirla. Los azotes seguían sin ser muy fuertes pero al castigas las dos nalgas tan seguido hacía que el escozor fuese doble. Con el último azote Helena soltó a su hermana dejándola caer al suelo.

  • ¿Qué tal los azotes de tu hermana?

  • Una perra vengativa. – me dijo frotándose el culo y con una cara que mezclaba enfado y placer. – Pero ahora se va enterar.

  • Vaya Helena, mejor prepárate que esta vez tu hermana esta vez se va a poner las pilar. – le dije burlonamente.

Helena la miro y soltó una carcajada desafiante mientras tiraba el dado.

  • Un diez, azotes de sobra para conseguirlo. – dijo Rebeca muy chulita.

  • ¿Tan confiada estás gatitas? Pues vamos a mejorar la apuesta. El máximo son doce azotes en cada nalga. – le decía mientras les acariciaba a las dos el culo. – Si consigues que se corra… repartiré seis azotes a cada una. Yo te daré los tuyos mientras Helena te masturba y tú azotarás a Helena sobre tus rodillas.

  • ¿Y si no lo consigue? – me pregunto Helena mientras se volvía a colocar en la mesa.

  • Pues seré yo quien la azote mientras ella consigue que te corras, como hiciste antes tú con ella en el sofá.

Las dos hermanas se miraron como desafiándose a ver quien ganaba la competición. Helena se colocó sobre la mesa y Rebeca volvió a jugar como antes acariciándole la espalda.

  • ¿Te encanta jugar perra? – le dijo Helena intentando mantenerse firma a las caricias de su hermana.

  • No te imaginas cuanto y sobre todo que se me resistan. – le contesto la gatita al oído.

Casi no podía frenar mis ganas de fallármelas, tenía la polla que me estallaba en los pantalones. Las dos me miraban con cara de puro vicio, esperando que pasa el juego a otro nivel, pero sabía que si demostraba debilidad ahora serian ellas quien me controlasen y eso no lo podía consentir. Rebeca ya estaba jugando con la rajita de su hermana y esta hacía todos los esfuerzos para mantenerse tranquila.

  • ¿Estáis listas? – les pregunté colocándome detrás de Helena.

  • Un segundo. – me dijo Rebeca con una sonrisa de diablilla en la cara.

Rebeca introdujo dos dedos con el coño de su hermana y esta se desplomó sobre la mesa a la vez que soltaba un gemido.

  • Empieza… por favor. – me dijo con la respiración acelerada Helena. – Eres… eres una perra... Rebecaaa.

Rebeca me sonrió y comencé a castigar el culo de Helena. Con el placer que estaba sintiendo seguramente le daba igual la fuerza con la que le azotase, el mero contacto de mi mano con su piel hacía que mi perrita arquease la espalda, maldiciendo el placer que estaba sintiendo. Helena ya no podía disimular, ni contenerse, ya que su hermana le estaba llevando al límite.

  • Llevamos ya cinco azotes en cada nalga y no veo a tu hermana ceder gatita. – le dije burlonamente a Rebeca para meter cizaña entre ellas.

Rebeca me miró aceptando el desafío y acercó su otra mano hacia la entrepierna de su hermana. Sin dejar de meterle los dedos en su mojado coñito, la gatita empezó a acariciar su clítoris con la otra mano. Helena se retorcía de placer con cada movimiento de su hermana.

  • No… no pares el… castigo… por favor. – me suplicó Helena entre gemidos.

Continué azotándola mientras de la boca de Helena solo salían jadeos e insultos para su hermana, la cual estaba disfrutando mucho viendo a su hermana sufrir así. Con el décimo par de azotes Helena apartó rápidamente las manos de su hermana y cayo desplomadas en el suelo.

  • ¡Joder!... Gane… - conseguí entenderle con dificultad al tener la respiración tan acelerada.

  • Muy bien perrita, ahora quieres tu premio.

  • Si… por dios… lo… necesito.

  • Serás guarrilla. – le dije entre risas. – Ponte en el sofá y tu chulita, ponte a comerle el coño a tu hermana mientras recibes tu último castigo.

Rebeca estaba cabreada por no conseguir que su hermana se corriese, siempre fue muy competitiva y no sabía perder. Helena se tumbó rápidamente en el sofá con las piernas abiertas y con una cara de placer que ya no se molestaba en ocultar.

  • Venga gatita, no seas mal criada y obedece. – le dije mientras la acercaba del brazo hasta donde estaba su hermana. – Ponte a cuatro patas en el sofá y tu Helena échate sobre en el apoya brazos.

Las dos hermanas se colocaron como les mande y Rebeca empezó a acercar su lengua hacia la entrepierna de su hermana muy despacio. Helena que ya no podía aguantar del calentón agarró del pelo a Rebeca y le metió la cara entre sus piernas. Comencé a azotar el enrojecido culito de mi gatita mientras su hermana estallaba en gemidos y a revolverse sin control, pero sin soltar la cabeza de su hermana. Ya no me podía aguantar viendo a esas dos pedazo de cachondas gozando como perras desnudas en el sofá. Me acerqué a Helena y me saqué la polla de los pantalones poniéndosela delante de la boca.

  • ¡Chupa perrita! – le dije mientras le empujaba la cabeza contra mi polla toda erecta.

Aun con lo cachonda que estaba mi perrita, le seguía dando un poco de asco meterse mi polla en la boca, pero rápidamente se le pasó la tontería. Que gozada sentir su lengua después de tanto rato empalmado viéndolas desnudas y gozando. Entre los gemidos que le provocaba Rebeca y mi polla entrando todo lo que podía en su boca, Helena lo estaba pasando un poco mal para respirar. Empecé a jugar con sus pezones que estaban durísimos y muy sensibles, cada roce de mis dedos era como un calambrazo que recorría el cuerpo desnudo de Helena. Rebeca estaba empeñada en que su hermana se corriese brutalmente, por lo que le metió dos dedos por su coño, haciendo que mi perrita llegase a su límite. Helena se sacó mi polla de la boca y empezó a gemir sin control y arqueando la espalda que parecía q se iba a partir. Cayó desplomada sobre el sofá intentando recuperar el aliento, mientras apartaba a su hermana de entre sus piernas.

  • ¿Qué parece que lo consiguió al final perrita?

  • Puff... vais… a acabar con… conmigo. – me consiguió decir agotada por el orgasmo que acababa de tener.

  • Pobrecita. – le dije burlonamente. – Recupera el aire que esto aun no ha terminado.

Me acerqué a Rebeca y agarrándola del pelo la coloqué de rodillas delante de mí y le puse la punta de mi polla en sus labios.

  • Ahora os toca ser agradecidas. – les dije mientras empujaba la cabeza de mi gatita para que empezase a chupármela.

Rebeca empezó a chupármela pero como había pasado esta tarde le faltaba práctica para que lo hiciese tan bien como su hermana. Le empujaba la cabeza para que se la tragase entera, pero la niñata no podía.

  • ¡Que boquita más pequeña tiene mi gatita! – más que una mamada parecía que le estaba follando la boca ya que era yo quien ponía el ritmo. – Helena ven aquí, que le vas a enseñar cómo me gusta que me chupen la polla.

Mi perrita se colocó de rodillas al lado de su hermana. Le saqué la polla de la boca a Rebeca, pero antes le di un buen empujo lo que le hizo dar unas arcadas al tocar su campañilla con la punta. Agarre a Helena por la cabeza como a su hermana y empecé a meterle la polla sin tonterías. Nunca pensé que podría estar en esta situación, con mis dos hermanastras desnudas de rodillas a mis pies y yo agarrando a cada una del pelo con una mano, mientras me chupaban la polla. A Helena también le costaba tragarse mi polla y más que fuese yo quien llevase el ritmo de la mamada, ya que le costaba respirar con las arcadas. Fui turnando la boquita de las hermanitas, con cada vez más ganas de metérsela entera en esas boquitas de pijitas que tienen. Ya no tenía ningún control de lo que estaba disfrutando, las dos estaban consiguiendo que llegase a mi límite y no me podía resistir más. Estaba a punto de correrme y decidí hacerlo viendo una escena de infarto. Les junté las caras.

  • ¡Besaros zorritas! – les empuje las cabezas una contra la otra hasta que empezaron a besarse desenfrenadamente con lengua. – ¡Así sí que da gusto correrse!

Empecé a pajearme para terminar y correrme sobre las dos niñatas mientras me miraban de reojo. Ya estaba a punto de venirme con que acerqué mi polla a sus boquitas y descargue todo sobre ellas. Fue una corrida increíble para mí, pero para ellas parece que no les hizo mucha gracia cuando sintieron mi corrida en sus caras.

  • ¿Qué haces Rebeca? Ni se te ocurra limpiarte. – le ordené cuando la vi con intenciones de quitarse mi corrida que tenía por la boca y la mejilla. – ¡Seguid besándoos!

Las dos hermanas obedecieron y empezaron a besarse otra vez, aunque con un poco de reparo ya que las dos tenían toda la boca lleva de mi corrida. Cogí el móvil y empecé a sacarles fotos.

  • ¡No por favor! – me suplicó Rebeca al darse cuenta que las estaba fotografiando.

  • Tranquila gatita. Estas fotos son a cambio de las que no me mandaste hoy. – le dije mientras le sacaba otra foto. - ¿Ya te olvidaste de las reglas que tienes que cumplir todos los días?

-No… solo que pensé que empezaba mañana. – me contestó esperando que no la castigase.

  • Cuando te darás cuanta que lo que tienes que hacer es obedecer en vez de pensar tanto gatita.

Rebeca miraba para el suelo un poco avergonzada, mientras su hermana se apoyaba sobre el sofá ya que las piernas no le aguantaban más. Me senté sobre el butacón delante de ellas.

  • ¿Qué os pareció el juego? ¿Cuál os gustó menos?

  • La espera a ver que te salía en el dado era una putada. – me contestó Helena. – y sin duda la vara duele mucho.

  • Que te pueda salir un número varias veces, no sabes cuándo se va a terminar el castigo. – dijo rebeca mientras se intentaba limpiar un poco la cara. – ¿Me puedo ir a limpiar, por favor?

  • Aun no gatita. – le contesté riéndome un poco de ella. – Ahora que habéis probado todos los castigos, ya sabéis lo que os espera si no os portáis bien y creerme que los azotes no serán tan suaves como hoy.

Las dos hermanas dijeron que se portarían bien. Les indique que se pusiesen de pie y que se inclinasen sobre el sofá que quería ver como tenían el culo. Rebeca lo tenía más magullado que su hermana, pero nada que no le desapareciese en un par de días.

  • Bueno niñatas, ahora quiero que recojáis todo esto y que os vayáis a dar una ducha antes de iros a la cama, que mañana tenemos colegio. – les ordene mientras me levantaba para irme del salón. – Que al volver del colegio, os tengo preparadas unas tareas para hacer.

  • ¿Qué tareas?

  • Tendrás que esperar a mañana perrita para descubrirlo

CONTINUARÁ…