Educando a la malcriada de mi hermanastra 04

Ahora tengo un par de hermanastras que están buenísimas y por suerte me hago con un chantaje perfecto para vengarme de la malcriada de Helena. No voy a dejar pasar esta oportunidad para poner a mis pies a ese niñata y disfrutar se su increíble cuerpo.

Os recomiendo comenzar a leer desde el primer capítulo, ya que todos los relatos de la serie son una gran historia durante el fin de semana con mi hermanastra.


Cuando me desperté Helena aún seguía dormida sobre mi pecho completamente desnuda, así daba gusto despertarse. Ya era hora de comer, con que desperté a mi perrita, que no quería que se pasase todo el día durmiendo, que aún tenía mucha diversión reservada para esta tarde. La desperté con dulzura y le puse otra vez crema en su culo, el cual ya no ardía tanto y las marcas eran más suaves. Con el contacto frío de la crema Helena dio un respingo de placer que le recorrió toda la espalda.

  • Ahora vamos a bajar a comer algo. Quiero que te pongas un tanga y una camiseta corta de tirantes. ¡Sólo eso!

Helena asintió con la cabeza mientras se levantaba de la cama con mucho cuidado, ya que aun le dolía el culo de los azotes. Bajé a la cocina y me puse a calentar la comida que nos dejaron preparada. Al poco rato apareció Helena vistiendo como le dije, lo que le hacía pasar vergüenza ya que no le tapaba mucho y la camiseta le marcaba los pezones.

  • Pon la mesa. - le ordene señalando la mesa.

  • ¿Aquí en la cocina? - le contesté asintiendo con la cabeza. - ¿Podríamos comer en el sofá, por favor?

  • ¿En el sofá? ¿Por qué?

  • Aun me duele el culo de los azotes y si me siento en esa silla me dolerá aún más. - me suplicó señalando las sillas sin cojín que teníamos en la cocina.

  • Eso tendrás que ganartelo perrita. Si te portas bien te dejaré cenar en el sofá. Ahora pon la mesa que la comida ya está.

Obedientemente Helena colocó la mesa, mientras yo servía la comida. Cuando se fué a sentar lo hizo muy despacio y cuando su culo tocó la superficie de la silla, dio un brinco como si se hubiese sentado sobre brasas.

  • Por favor, me duele mucho, no soy capaz de sentarme. Déjame poner un cojín o algo, haré lo que quieras pero por favor. - me suplicó mientras parecía que se iba a volver a poner a llorar.

  • De acuerdo, coje un cojín, pero luego te recordaré tus palabras, harás lo que quiera.

Helena me lo agradeció y fue rápidamente a coger uno de los mullidos cojines del sofá. La comida pasó en silencio, sin que Helena levantase la vista de su plato.

  • Bueno ahora quiero que recojas y friegues los platos, pero antes sube a tu cuarto y vuelve a ponerte crema en ese culito.

  • Si, ahora. - me contestó mientras se dirigía a su cuarto, como si estuviese deseando volver a refrescar su dolorido culo.

Me puse a ver una peli mientras mi perrita fregaba los platos. La escena me la estaba poniendo muy dura, con ella en tanga en la cocina. Cuando terminó con los platos se acercó hasta donde estaba esperando que le diese alguna orden más.

  • Ya he terminado de fregar los platos.

  • Muy bien. Y yo que pensaba que con lo pija que eres, que no sabrías hacerlo. Ahora quiero que subas y ordenes tu cuarto y el mio. Cuando termines quiero que coloques todas las cosas que compramos hoy sobre tu cama.

  • Si, lo ordenaré todo. - me respondió muy calmada.

  • Le queda una media hora a la película, espero que termines antes, sinó habrá consecuencias. - le dije muy serio, a lo que Helena solo me respondió con la cabeza de la tensión de pensar en las consecuencias.

Antes de que terminase la película apareció Helena en el salón diciendome que ya estaba todo recogido. Apagué la televisión y le indiqué que se arrodillara delante mía.

  • Vamos a dejar claras unas cuantas reglas, que como desobedezcas, volverás a disfrutar de la fusta y creeme que será peor que esta mañana. - esas palabras hicieron que la perrita se pusiese toda tensa.

  • Si, las cumpliré. La fusta otra vez no, por favor. - me suplicó mientras se tocaba el culo.

  • Lo primero te está prohibido desobedecerme o mentirme. Si lo haces ya sabes lo que te pasará.

  • No te volveré a engañar lo prometo.

  • Vestirás lo que yo te diga y ve acostumbrandote a ir sin bragas. No quiero perder el tiempo quitándotelas cuando tenga ganas de meterte mano.

  • Me da mucha verguenza ir sin bragas y si alguien me ve. - me dijo buscando que me apiadase de ella.

  • Como te gusta tanto sacarte fotos, me mandarás dos cada día bien juguetona. Por cada foto que no me guste o esté repetida te ganarás cinco azotes.

  • ¿Fotos cómo?

  • Haciendo guarrerías como tanto te gustan hacer en la ducha. - Helena se puso toda roja.

  • ¿Y qué harás con ellas?

  • Pues las añadiré a mi colección para cuando me apetezca hacerme una paja. - le dije con una sonrisa en la cara.

  • ¿Alguna regla más?

  • Si. Quiero que tengas siempre depilado el coño como ahora, me gusta como te queda. - le dije mientras le acariciaba con los dedos su entrepierna, lo que hizo que la niñata se ruborizase. - Bien vamos a ver como recogiste toda, antes de que te empieces a mojar con mis caricias, guarrilla.

Subimos a mi cuarto para inspeccionar que lo hubiese recogido todo y así fué, la cama hecha y toda la ropa colocada, hasta me ordenó la mesa del escritorio. Luego entramos en la habitación de Helena que solía ser una leonera con toda la ropa por el suelo, pero esta vez estaba todo recogido y sobre la cama todo lo que compramos por la mañana.

  • Inclínate sobre la cama. - le ordene señalando su cama.

Helena se puso muy nerviosa y empezó a temblar, pensando que la iba a volver a azotar. Pero su cuerpo se relajó cuando me vio coger el bote de crema y se colocó como le dije al borde de la cama. Me estaba poniendo burrisimo ver a mi perrita en esa postura, en la cual se le notaba todo el coño a través del tanga. Empecé a ponerle crema en su culito y con suavidad dejaba que mis dedos se deslizasen hacia su rajita, lo que hacía que con cada caricia Helena disfrutase más.

  • Vaya, con estos castigos no te oigo quejarte. - Helena intentó disimular su cara de placer.

  • No me gusta, me da vergüenza.

  • Ya verguenza. - le contesté entre risas, sin parar de acariciarla en su coñito que se empezaba a humedecer. - ¡Quítate la camiseta!

Sin separarse de mis dedos se quitó la camiseta muy despacio dejando al aire esas preciosas tetas que tanto me volvían loco.

  • Girate perrita. - se le notaba la respiración acelerada. - Pon todo lo que hay en la cama en la mesa y coge las esposas.

La niñata obedeció y colocó todo sobre la mesa de su escritorio. Con cautela se acercó a mí con las esposas en la mano.

  • Muy bien niñata, ahora túmbate sobre la cama y estira los brazos. - le ordene mientras acariciaba uno de sus pezones.

Esposé los dos brazos de Helena al cabecero de la cama y cogí un lapicero que tenía en su escritorio, el cual tenía un pompón de pelo muy suave. Helena se estaba imaginando para qué iba a usar ese lapicero, que empezó a morderse el labio con cara de placer. Le fui pasando el pompón desde las muñecas, bajando muy despacio, hasta sus tiernos pechos. Helena lo estaba gozando mucho, todo el dolor que pudiese sentir por los azotes de esta mañana estaba dejando paso a un éxtasis desenfrenado. Decidí parar las carícias para hacerla sufrir un poco, lo que rápidamente se vió reflejado en la cara de Helena, que con su mirada me suplicaba por que siguiese.

  • Vamos a continuar con tu castigo, que por ahora te estás portando muy bien. - le decía mientras encendía una vela que tenía en la mesita de la cama. - Vamos a repasar lo que te dije antes. ¿Que me tienes que mandar todos los días?

  • Fotos. - contestó con la respiración acelerada.

  • ¡Se más concreta! - le ordene a la vez que le dejaba caer un par de gotas de cera caliente sobre sus tiernos pechos.

  • Dios. - Gimió Helena cuando la cera hizo contacto con sus pechos, lo que la hizo arquearse. - Está caliente.

  • Muy lista. ¡Responde a la pregunta! - Otras tres gotas le dejé caer sobre sus tetas, que volvió a hacer que Helena se arqueara.

  • Dos fotos… porno. - su respiración estaba tan acelerada que no era capaz de hablar. - Sinó, me azotarás.

  • Muy bien, gatita, ¿y que más te dije? - deslicé mis dedos por dentro del tanga y empecé a acariciar su húmedo clítoris, a la vez que le seguía dejando caer gotas de cera.

  • No puedo… no puedo… desobedecerte. - Helena estaba llegando a su límite.

  • ¿Qué te dije de este coñito? - aceleré mi masturbación lo que le hizo perder el control.

  • Que… que te gusta… depilado… ¡Joder, me voy… a… correr!

Helena empezó a correrse sin control, gimiendo y con una cara de éxtasis, que me estaban dando ganas de clavarle la polla. Cuando terminó su largo orgasmo, Helena quedó agotada sobre la cama, mirándome con cara de placer y resoplando.

  • Y luego dices que no te gusta, menudo orgasmo que has tenido. Mira como has mojado todas las sábanas guarrilla.

  • No me pude controlar.- me dijo mientras intentaba recuperar el aliento.

  • Ya lo he visto. Voy a tener que sacar la cera caliente sobre tus tetas de la lista de castigos, porque la única cara que te he visto poner ha sido de placer guarrilla.

  • Dios que vergüenzas, cómo me pudo poner así que me tirases cera caliente.

  • Bien perrita, ahora me vas a agradecer este orgasmo como tu sabes, pero en la ducha que hay que limpiar esas tetas. - Helena me hizo un gesto de aprobación como cuando estábamos en el probador de la tienda. La lujuria aún dominaba su cuerpo.

Solté los brazos de mi perrita, que aún seguía cachonda y eso que había tenido un orgasmo brutal hace unos minutos. Helena me seguía hacia la ducha como si estuviese esperando un premio. Le ordené que fuese abriendo la ducha mientras yo me quitaba la ropa. Cuando me quedé en pelotas Helena se quedó como hipnotizada mirando para mi polla, que tenía una erección brutal.

  • Vamos a lavar esas tetas, aunque estas muy cachonda así con las gotas de cera. - le dije mientras le hacía un gesto para que entrase en la ducha. - Voy a ser muy concienzudo frotando esos pezones.

Empecé a masajear los pechos de Helena, los cuales eran tiernos y firmes, con un tamaño perfecto para mi gusto. Verla mojada en la ducha me estaba volviendo loco y a ella por lo que parecía también. Empezamos a besarnos como en el probador, mientras con mis manos recorría todo su cuerpo. Ella también lo hacía pero cuando se encontró con mi polla, empezó a jugar con ella y no la soltó, hasta que le empuje la cabeza hacia abajo, lo que ella entendió perfectamente. Se arrodilló y me la empezó a chupar a un ritmo brutal que me estaba haciendo perder el control. Ya no aguantaba más, la agarré del pelo y la empujé contra la la pared de la ducha, separándole las piernas con mis pies. Me agarre la polla y empecé a frotarla contra la entrada de su tierno coño. Era estrecho pero con un poco de empuje se fue abriendo camino.

  • ¡No para, no me la metas! Es mi primera vez, así no por favor. - me suplicó mientras intentaba moverse.

  • Que esperabas que me conformare con tu boquita. - le dije al oído mientras le metía más la polla dentro de su estrecho coño.

  • ¡Me duele!

De un golpe de cadera le metí entera la polla lo que hizo que Helena diese un quejido y apretase todo su cuerpo. Me estaba apretando la polla con su estrecho coño, lo que me estaba volviendo loco. La agarré por la cadera y empecé a bombear mi polla una y otra vez, intentando cada vez que entrase más en ese coño. Helena se quejaba, pero también empezaba a disfrutar con las embestidas. Estaba gozando como nunca me había imaginado, pero un poco de cordura me volvió a la cabeza y recordé que no estaba usando condón. Se la saqué de un golpe, lo que hizo dar un quejido a Helena y la agarré del pelo para obligarla a chuparmela otra vez.

  • ¡Chupamela niñata! Seguiría follandote ese estrecho coñito que tienes pero no quiero dejarte preñada.

Le empecé a empujar la cabeza para que se tragarse toda mi polla, lo que le provocaba arcadas al llegar hasta la garganta. Ya no podía aguantar más, con que le empuje fuerte la cabeza contra mi polla para metersela hasta la garganta y me corrí. Al soltar a la niñata empezó a toser con los ojos llorosos, ya que se había atragantado con toda mi corrida.

  • Así aprenderás a tener siempre condones, porque sinó te follare la boca.

  • Casi me ahogas. - me dijo mientras tosía.

  • ¿Qué, te ha gustado?

  • Me ha dolido, eres un bestia. - me contestó lloriqueando.

  • Es lo que tiene un castigo niñata. Pórtate bien y haré que te corras en vez de terminar en el suelo lloriqueando. - le dije mientras le obligaba a mirarme a los ojos.

  • Me portaré bien, lo prometo.

  • Ya veremos. Ahora límpiate y ponte un bikini sexy que vamos a disfrutar un poco del sol en la piscina.

CONTINUARÁ...