Educando a la administrativa

Una bueva empleada desata mis instintos

Hacia un par de meses que había empezado a trabajar en mi empresa. Desde que llego no deje de fantasear en montármelo con ella. Laura tenía unos 25 o 26 años y la verdad es que se gastaba un buen cuerpo, unos pechos ligeramente grandes, no más de una 95 de talla, y un trasero que enmarcaba con pantalones ajustados. Tenía un carácter fuerte, se la notaba que acostumbraba a hacer lo que quería y le costó trabajo entrar en la rutina laboral. Daba malas contestaciones a sus compañeros, se reía de ellos en cuanto tenía ocasión  y era tan soberbia como soberbio era su cuerpo.

Llego un punto que cuando la veía por la oficina se me ponía dura la polla. La deseaba mucho o me estaba obsesionado con ella. Pero no podía entrar directamente a la caza ya que podía salir mal y perder mi buen trabajo. Tendría que esperar la oportunidad.

Un día que fui a tomar un café en la máquina de la que disponíamos, asqueroso por cierto, vi como Laura coqueteaba con una compañera. Inmediatamente pensé que le gustaban las mujeres y surgió la duda ¿y los hombres? Esto me decidió a cambiar mi estrategia ya que me figuraba que si quería tirármela la tendría que obligar.

Para no aburriros diré que trace un plan para poder chantajearla, siendo el primer paso  que la asignaran a mi grupo de trabajo y asi estar bajo mis ordenes.

La semana siguiente, por pura casualidad, se presento una oportunidad. Teníamos que realizar un informe pero faltaba gente ya que dos de ellos estaban de viaje. Llame a Laura a mi despacho.

-Siéntate –le dije- Hay que reparar un informe para la dirección, te voy a dar los datos y quiero que lo hagas tu.

-No sé si estoy preparada ya para eso –fue su respuesta-

-Seguro que si, confió en ti –apoyo positivo- De todas formas lo supervisare.

-Gracias por la confianza.

-Cuando me lo entregues me devuelves la carpeta con los datos previos.

-De acuerdo –dijo, mientras que se incorporaba y salía del despacho.

El juego estaba en marcha y esperaba ganar.

A los tres días me entrego el informa. Lo comprobé por rutina y estaba perfecto sobre los datos falsos que la había dado. Yo había provechado en hacer el informe verdadero para presentarlo ante la dirección. En la reunión del próximo jueves lo presentaría.

Todo salió bien pero cuando llegue de la reunión  me mostré alicaído y cuando Laura me pregunto cómo había ido la cosa la conteste con un “ya hablaremos”.

La observe toda la mañana y por primera vez la vi preocupada. Después de comer la llame por teléfono interior.

-Si  -respondió con su alegre voz, pensando que era una llamada externa-

-Laura tenemos que hablar –le dije- ¿sería posible que esta tarde te quedaras después de la hora?

-Sí, claro me quedo ¿pero qué ocurre? –me pareció que su voz no era tan firme como siempre-

-Luego te cuento.

Paso la tarde y llego la hora en que nos quedamos solos en la oficina. Mi puerta estaba cerrada. Oí como llamaba.

-Pasa.

No estaba en su mejor momento, la cara la delataba, se esperaba algo.

-Siéntate –dije lo mas fríamente que pude-

-Esta mañana me he llevado un rapapolvo de los buenos porque tu informe estaba mal.

-No es posible, lo repase tres veces.

-No insistas, está mal. Ya lo he arreglado y presentado el nuevo.

-Repito no es posible.

-Tengo las pruebas, Laura, te equivocaste con las cifras. Míralas.

Le tendí una carpeta con los documentos con los datos correctos,  el nuevo informe y el informe elaborado por ella. Era el momento álgido porque podía darse cuenta del cambio. Según iba leyendo se iba poniendo colorada. Son reí se lo estaba creyendo.

-Lo siento, no sé qué ha ocurrido –dejando la carpeta en la mesa-

-Laura me has hecho quedar como el culo. El consejo se ha enfadado mucho, yo estoy en la cuerda floja –eso era falso- y además me han dado tu carta de despido.

-Noooo –dijo-

-La buena noticia es que lo han dejado en mi mano, tu despido depende de mí.

Se recompuso un poco.

-¿Qué vas a hacer?

-El cuerpo me pide una cosa pero mi cabeza me dice otra.

-Por favor no me despidas, un error lo puede tener cualquiera.

-Un error muy grande, Laura. Lo pensare y mañana te diré algo.

-Hare lo que quieras, por favor no me despidas.

Me quede mirándola, como si pensara en algo. Ella desvió la mirada hacia el suelo. Me excito ver como se iba apagando su arrogancia.

-Mañana te comunicare mi decisión. Pero vamos a ver si es verdad lo que has dicho. Me voy en cinco minutos, antes de que salga por la puerta quiero que me entregues tus bragas.

-Estás loco, no lo voy hacer.

-Esto me facilitara mucho tomar una decisión –hice una pausa-

Permaneció en silencio unos segundos.

-Está bien, espérame por favor.

No conteste, pues si qué estaba interesada o necesitada por el trabajo, pero la primera fase de mi plan estaba saliendo a la perfección.

Me fui a la puerta, quería que me viera allí cuando saliera del baño. Suponía que con el pantalón ajustado que usaba le costaría algo de trabajo.

-Espera –oí que me gritaba-

Venia corriendo por el pasillo. Me tendió la mano y allí estaban sus braguitas de encaje, las extendí para verlas. Estaba roja como un tomate.

-Me gustan –dije-

Eso pareció avergonzarla más.

  • Que me des tus bragas lo tomo como una muestra de tu buena voluntad.

Sin más salí de la oficina cerrando la puerta y dejando a Laura con sus pensamientos.

El día siguiente paso con normalidad, no cruzamos palabra pero no deje obsérvala, esta cabizbaja. Enfadada, casi  no hablo con los compañeros, no fue su mejor día. Decidí esperar un poco para que se consumiera a un más.

Después de comer le envié un mensaje por el correo interno:

Tenemos que hablar, a la salida espérame en el garaje”

No contestó pero yo sabía que estaría.

Al pasar a su lado la hice una seña para que me siguiera. Montamos en mi coche y salimos del garaje. No hablamos. Parecía que no hacía falta.

Fui a un centro comercial, estacione el auto.

-Laura escucha.

-Dime –contesto-

-Tu situación es muy mala, hoy me han presionado para que te ponga de patitas en  la calle.

Su cara fue cambiando, incluso diría que empalideció.

-Yo estoy dispuesto a luchar por ti.

-Gracias –dijo-

-Pero mi ayuda no es gratis.

Miró al suelo del coche.

-¿Cuál es el precio? –Preguntó con un hilo de voz-

-Tú.

-¿Unos polvos?

Bien daba por sentado que con uno no sería suficiente.

-No Laura, no es eso.

-¿Entonces?

-Te quiero a ti, harás todo lo que te diga. No tendrás voluntad, solo obedecerás.

-Estás loco, vale que me quieras follar, unos polvos más o menos me dan igual  pero eso otro no estoy dispuesta a hacerlo.

En ese momento saque de mi chaqueta el sobre con su carta de despido y se la tendí. Se quedo pensando. Supongo que valoraba la situación. Estaba contra la pared. Mantenía el silencio.

-Quiero una respuesta, Laura –dije forzando la situación-

-Tú ganas –dijo en voz muy baja-

-No he entendido lo que has dicho.

-Que tú ganas, acepto.

-Has tomado la decisión precisa para tus intereses. Todo te ira mejor pero hará falta un poco de tiempo.

-Ya veremos –contesto-

-Dame tu teléfono móvil.

Me lo tendió, me hice una llama perdida.

-Desde ahora nos comunicaremos por el móvil, sms o whatsapp.

-De acuerdo.

-Ahora sellemos nuestro pacto. Sácame la polla y hazme una mamada.

Se puso roja. Vi que le iba a costar trabajo, pero con eso ya contaba.

Se demoro en actuar por lo que la grite.

-Hazlo ya.

Se precipito sobre la correa del pantalón, me saco la verga que ya estaba dura y se la metió en la boca. En un gesto de generosidad y curiosidad la avise de que me iba a correr. Se saco el pene de la boca y termino con la mano. Le di un pañuelo de papel para que se limpiara.

No había estado mal y ya tendría tiempo de enseñarle como me gustaban las mamadas.

-Por cierto siempre vas atrabajar con camisetas, que me gustan, pero también con pantalones, eso tiene que cambiar, desde mañana usaras falda o vestidos siempre por encama de las rodillas, pantalones solo los usaras un día o dos como máximo en la semana pero hazte a la idea que dejaras de usar pantalones en breve.

-Luis no uso ropa de esa, siempre voy con pantalones. Tendré que comprar.

-Ya sabes lo que te dicho, mañana quiero ver tus piernas.

Era cierto que quería verle las piernas. Nos marchamos y la deje en la puerta de su casa.