Educando a Cris
Esta es la primera parte un relato escrito para un amigo, en el que se plasman las fantasias del mismo, sobre lo que le gustaría que hiciera su esposa. Es totalmente ficticio, pero sus fantasías están ahí, quien sabe si un día podrá hacerlas realidad.
Os había citado en un bar de un centro comercial, no quería que tu mujer desconfiara. Hacía un tiempo que tu y yo intercambiábamos correos sobre lo que te gustaría que le hicieran a tu esposa, y tras contarte varías cosas que se me ocurrían a mi, decidiste que te encantaría ver como llevaba a cabo todo lo que te sugería en esos correos. A mi la idea me ponía cachondísimo. Las fotos que me habías enviado de tu mujer mostraban a una hembra bastante apetecible, a pesar de su embarazo, además de que a mi siempre me han dado un morbo especial las embarazadas. Eso si, el trato era que tu sólo mirarías y que no te interpondrías en nada de lo que yo hiciera. Además ella tenía que ir sin saber nada, principalmente, porque según tu, ella se hubiera negado.
Cuando llegasteis, ambos os sentasteis en una mesa, como yo te había dicho, para yo poder observaros antes de presentarme. Ella vestía con un vestido de embarazada bastante ancho, lo que no dejaba ver demasiado de ese cuerpo que en breve sería mío, unos zapatos cómodos, y un abrigo, pues el día estaba bastante frío. No me gustaba nada la ropa que se había puesto, pero en fin, eso era lo de menos, cuando la educara ya se pondría las cosas que a mi me gustasen.
Después de estar observándoos un rato, me acerqué a la mesa, junto con mi pareja de ese día. Tu te levantaste y nos saludaste, y después nos presentaste a tu mujer.
- Encantado - dije yo - dándole dos besos en la mejilla. Olía muy bien, me gustaba el perfume que usaba, y eso contribuía a ponerme aún más cachondo. Os presenté a mi compañera- Esta es Silvia.
Tu mujer nos saludó cortésmente, y observé que miraba a mi acompañante, la cual ya estaba educada y vestía como a mi me gustaba, una blusa roja ceñida, dejando su ombligo al aire, una minifalda corta, negra, medias negras y zapatos negros de tacón de aguja. Por supuesto toda su ropa interior era un liguero, ya que me gusta que mis chicas vayan siempre provocando. Esto hacía que sus pezones se trasparentaran a través de la blusa y sus tetas, aunque no muy grandes se marcaran y se notaba que no llevaba sujetador.
Pedí un café, y estuvimos charlando los tres de temas intrascendentes, aunque yo me encargué de que poco a poco la conversación fuera subiendo de tono, y pude notar que tu mujer se sonrojaba cuando hablaba de ciertos temas.
También la estuve observando y vi que miraba a Silvia continuamente, con una mezcla de desprecio y de envidia. Después de una hora de charla mas o menos os propuse que vinierais a mi casa, donde podría preparar algo de cena y donde podríamos hablar más cómodamente. Tu dijiste que sí inmediatamente, sin dar tiempo a tu mujer a pensárselo, por lo que los cuatro nos fuimos. Mi casa es un chalet en la sierra, el cual no tiene vecinos cerca, por lo que es ideal para llevar a mis conquistas y educarlas en los placeres que me gusta que me den. Allí poco a poco voy doblegando su voluntad y enseñándolas a comportarse como autenticas putas, dispuestas a complacerme en lo que sea, eso si, siempre sin hacerles ningún daño. Y para eso estábamos aquí, para que tu mujer aprendiera a dar placer a los hombres y así poder cumplir todas tus fantasías.
Cuando llegamos os enseñé la casa, toda menos el sótano, nos fuimos al comedor y allí os ofrecí una copa mientras esperábamos a que Silvia nos preparase la cena. Tu esposa se ofreció a ayudar, pero no la dejé, diciendo que no, que ella era la invitada de honor, ante lo cual me devolvió una mirada extrañada.
Después de un rato de charla, que yo procuré que tratara sobre sexo, para ver por donde tiraba tu mujer, cuando ya pude ver que aunque un poco clásica y reprimida en gustos, podría en poco tiempo sacar a la zorra que llevaba dentro, sin demasiado esfuerzo, me dirigí ti.
- ¿Por que no vas a la cocina y le dices a Silvia que te de a probar el cóctel especial que tenemos para los invitados? -
Te dije
- De acuerdo - respondiste - me encantará probarlo. Ya sabías que lo que yo quería era quedarme a solas con ella para empezar la doma. Lo que no sabías era que el cóctel especial para ti era Silvia, a la cual le había dicho que te hiciera una mamada memorable, en lo cual Silvia estaba muy bien educada.
Cuando me quedé a solas con tu esposa, me senté a su lado y comencé a adularla, a decirle lo guapa que me parecía y lo atractivo que me parecía su hinchado vientre. Ella se sonrojó e intentó apartarse un poco de mí, pero yo la arrinconé en el sofá, y cogí su mano. Antes de que le diera tiempo a retirarla, la llevé a mi bragueta, donde mi polla pugnaba por asomarse, y al mismo tiempo le puse mi otra mano en su nuca, para poder retenerla mejor.
Déjame - dijo en voz baja - llamaré a mi marido si no me sueltas.
Inténtalo - dije yo con una sonrisa - él está ahora ocupado con Silvia y no creo que pueda venir ahora mismo.
Ella puso cara de espanto, y negó con la cabeza.
- Que pasa - dije yo - ¿es que no me crees? ¿por que crees que tarda tanto?
Ella me miraba con cara de espanto y se negaba a creerme.
Además, es el quien me ha pedido que te eduque como a una putita para que cumplas todos sus deseos, así que es mejor que colabores y así será mas fácil para todos.
¡Yo no soy ninguna puta! - gritó ella - y mi marido sería incapaz de esto.
Yo me reí y me levanté, y me dirigí con ella a la cocina. Abrí un poco la puerta y dije que se asomara. Entonces su cara se desencajó, cuando vio como estabas recostado sobre la encimera mientras Silvia arrodillada se dedicaba a comerte la polla glotonamente, como yo la había enseñado.
Tu mujer era incapaz de hacer ni decir nada, cerré la puerta y la acompañé de nuevo al sofá.
¿lo ves? de dije - tu marido quiere que tu también le comas la polla así, lo necesita y cada vez que te lo pide tu te niegas. Yo lo único que voy a hacer es enseñarte a comer las pollas igual que he enseñado a Silvia y a muchas otras y así tu marido no necesitará a otra para que cumpla sus fantasías.
N ... no - no puedo - dijo ella.
Claro que si - dije yo mientras me sacaba la polla y la acercaba a su boca.
No - volvió a decir ella - no voy a hacer eso.
vamos putita - le dije yo - así tendrás contento a tu marido - mientras le decía esto la atraje hacia mí y metí mi polla en su boca, apretándole la cabeza para que entrara hasta el fondo.
Ella intentaba retirar la cabeza, pero yo no la dejaba. La agarré del pelo y moviéndole la cabeza adelante y atrás le follaba la boca, ya que ella no era capaz de comérmela como era debido. ella intentaba separarse, pero no podía y balbuceaba quejas que se mezclaban con las arcadas que le producía mi polla cuando llegaba a su garganta.
- Vamos puta - le dije - deja de quejarte y chupa, ya veras como te gusta cundo me corra y tengas que tragarte todo mi semen.
Ella seguía forcejeando, aunque cada vez con menos fuerza, resignada a hacerlo y deseando acabar cuanto antes.
Mientras estábamos así, Silvia y tu regresasteis de la cocina. Los labios de Silvia aún tenían un resto de tu corrida, y podía ver la satisfacción en tu cara. Cuando nos viste, no te podías creer que lo hubiera conseguido, tu mujer me comía la polla, algo que tu no habías logrado en todo el tiempo que llevabas con ella.
¿Has visto como chupa la zorra de tu mujer? - Te dije - Claro que hay que obligarla un poco, pero al final le va a gustar. Espero que te haya gustado el tratamiento de Silvia.
Mucho - respondiste tú - pero mas me gusta ver lo que le estás haciendo a mi esposa. Ya tenía ganas de que aprendiera lo que es ser una esposa complaciente.
Tu mujer no dejaba de protestar, aunque al tener la boca llena no se le entendía nada. Después de un rato empujando su cabeza contra mis huevos me llegó un orgasmo brutal. Una gran cantidad de semen salió de mi polla llenando la
boca de tu mujer. Ella intentó echarlo fuera, pero mi mano la sujetaba fuertemente y la obligaba a tragarse el semen si no quería ahogarse.
- Traga zorra. No quiero que salga nada de tu boca. - le decía yo y mientras podía observar como tú te ponías cachondo y comenzabas a tener una nueva erección que se notaba a través de tus pantalones.
Cuando hubo tragado le saqué la polla de la boca. y le solté la cabeza. Ella se echó a llorar y a gemir preguntándote como habías podido hacerle esto.
Tu no decías nada, así que respondí yo.
- Esto te lo ha hecho por tu bien zorra. Debes aprender a satisfacer sexualmente a tu marido, pida lo que pida, y eso es lo que vas a aprender en este fin de semana. Silvia - dije - llévala abajo y prepárala.
Yo sujeté a tu esposa, que se revolvía e intentaba escaparse, mientras Silvia le colocó unas esposas, sujetando sus brazos a la espalda y un collar de perro con una cadena. Una vez atada procedía a quitarle el vestido que llevaba. Al tener las manos atadas tuve que romperlo, tu esposa no dejaba de insultarnos, sobre todo a ti. Después le quité el sujetador y las bragas, dejándola totalmente desnuda.
- Acostúmbrate, porque a partir de ahora se ha terminado la ropa interior, este fin de semana no necesitarás ropa, y cuando acabemos no volverás a usar ropa interior salvo que tu marido o yo te digamos lo contrario.
- Le dije.
Silvia tiró de la cadena que llevaba al cuello y se la llevó escaleras abajo al sótano.
- Ahora tu y yo nos vamos a tomar una copa mientras Silvia la prepara - te dije - y después comenzaremos con la educación. Ya sabes que no debes participar hasta que yo te diga, así que mientras puedes usar a Silvia a tu antojo.
Es muy complaciente y hará cuanto le pidas, después ya os avisaré cuando quiera que participéis.
Después de unos quince minutos bajamos al sótano. Allí pudiste ver un montón de artilugios, todos ellos preparados para el sexo, desde una cama hasta un potro, diferentes sitios para atar de diversas maneras a una mujer u hombre.
Distintos consoladores, y en fin un montón de cosas que ni sabías que existían.
Viste que tu mujer estaba atada a una silla de ginecólogo y que tenía un gran vibrador en funcionamiento metido en su coño. Tu mujer gritaba en una mezcla de rabia y de placer que le iba produciendo el consolador.
Silvia estaba de pié a su lado, esperándonos.
- Apágalo Silvia. - Le dije, y ella procedió a desconectar el vibrador. - y bájala.
Bajó a tu mujer de la silla y la ató a un una argolla que quedaba cerca del suelo, de manera que tu mujer no tenía más remedio que permanecer de rodillas y con la cabeza apoyada en al suelo. Sus manos seguían a su espalda, de forma que no podía moverse. Yo me puse detrás de ella y pasé mi mano por su coño, el cual estaba húmedo gracias a la acción del vibrador.
- Para mañana quiero que este coño esté totalmente depilado - Le dije a Silvia - no me gusta comer pelos cuando le como el coño a una zorrita. así que por no llevarlo depilado hoy te quedas sin que te chupe tu coño de zorra. - Le dije a tu mujer.
Separé su vulva con mis dedos, y sin muchos miramientos metí mi polla que estaba nuevamente preparada dentro de su húmedo coño. Gracias a su postura era fácil metérsela. Ella comenzó a llorar y a pedir que la dejara en paz, lo cual me excitaba aún más. Le metí toda mi polla hasta dentro, mientras ella lo único que podía hacer era mirar al suelo y sentir como se la clavaba, mientras mis huevos golpeaban la entrada de su coño, mis embestidas hacían que ella se fuera hacia adelante y diera con su cara sobre el frío suelo.
Mientras vi como levantabas la falda de Silvia y empezabas a comerle su joven coño depilado.
- Ves zorra - le dije a tu mujer - mira lo que hace tu marido, el está disfrutando, y tu debes disfrutar de lo que te hago y de lo que te hará tu marido. vas a aprender a cumplir sus ordenes y hacer lo que te ordene sin rechistar.
Yo cada vez bombeaba con más fuerza el coño de la zorra, y ella poco a poco empezaba a gemir de gusto, no podía evitar el estar disfrutando de la polla que tenía dentro. Después de un rato la zorra de tu mujer no pudo evitar correrse.
Soltó un grito ahogado y su coño soltó los jugos que demostraban que estaba disfrutando.
Así que te has corrido zorra. - le dije, tu nos miraste en ese momento y vi como disfrutabas con lo que le hacía a tu esposa. Cogiste a Silvia, la pusiste de espalda apoyada sobre una mesa y empezaste a fallártela.
Yo no te he dado permiso para correrte zorra. - Le dije a tu mujer - así que para que aprendas, tenía pensado dilatarte el culo con un consolador antes de follártelo, pero por correrte sin permiso te lo voy a follar ahora mismo, y voy a usar tus propios jugos como lubricante.
No por favor - gritó tu mujer - el culo no. Hazme lo que quieras pero el culo no.
Veo que vas aprendiendo. Así que lo que yo quiera. Pues mira zorra - le dije - lo que quiero es tu culo, y como tu no tienes nada que decir aquí, te voy a follar el culo ahora mismo.
Tu mujer comenzó a llorar de nuevo, mientras yo pasaba mi mano por su coño y llevaba todos los jugos hacia la entrada de su virgen culito. Se veía un agujero estrecho, nunca antes utilizado, y a mi me encanta desvirgar culos. así que sin esperar escupí en el agujero para que la saliva ayudara , apoyé mi glande sobre el agujero y cuando tu mujer empezaba a gritar que no lo hiciera entre gemidos, empujé y metí mi capullo en ese estrecho culo. El grito de tu mujer fue muy fuerte, pero no eso solo me animaba más a seguir. volví a empujar y otra porción de mi polla entró en el culo,
abriendo el agujero hasta ahora virgen. Empecé a bombear hasta que mi polla se perdió por completo en el culo de tu mujer y empezó a entrar y salir con facilidad. Ella no paraba de llorar, yo sabía que le estaba haciendo daño, pero que poco a poco empezaría a gustarle. Tu viendo como enculaba a tu mujer no aguantaste más y te corriste en el coño de Silvia, llenándola de semen. Ella, que estaba bien enseñada, se dio rápidamente la vuelta para lamer los restos de semen de tu polla y dejarla limpia. Yo mientras seguía follando ese estrecho culo, que estaba tan apretado que enseguida me hizo correrme, llenando de semen por primera vez el culo de tu mujer.
Saqué la polla de su culo, desaté la correa del suelo y la obligué a hacer lo que Silvia había hecho contigo, me metí la polla en la boca y la hice limpiar todo el semen y los restos de su culo y coño que había en mi polla. Tu mujer estaba rendida y destrozada, tanto que no peleó cuando metí la polla en su boca.
Una vez limpias nuestras pollas le día tu mujer un vaso de agua, y le dije a Silvia que la llevara a la habitación para pasar la noche. El día siguiente iba a ser muy largo y debía estar descansada. Su educación no había hecho mas que empezar.