EDM: Con un desconocido en el probador (2)
Semanas después le volví a ver, otra vez en los probadores, pero esta vez me deparaban varias sorpresas que no esperaba. La primera: cuando descubrí quién era él...
La siguiente semana empecé con el pie izquierdo. Estaba buscando en el armario unos vaqueros que ponerme para ir a trabajar, pero no sabía dónde coño los había metido. Pregunté a mi madre por ellos y me dijo que los había echado a la lavadora. Genial, para unos pantalones que me apetecía ponerme ¡Cómo odio que las madres hagan y deshagan a su antojo sin preguntar nunca antes! Resignado me puse otros pantalones y acabé de vestirme. Cuando estaba desayunando se me encendió la bombilla.
Supongo que antes de meterlos en lavadora revisarías los bolsillos - pregunté temiéndome lo peor
Pues no Marcos, ya sabes que de eso te encargas tú
Sí mamá, pero cuando yo te echo la ropa en el cesto, no cuando a ti te da por robar de mi habitación todas las prendas que vas encontrando - le contesté irónicamente
Pues no me di cuenta, perdona. ¿Tenías algo importante guardado? preguntó
No mamá, déjalo. Y para la próxima vez procura no tocar mis cosas le dije malhumorado
Me levanté sin terminar el desayuno y salí de casa dando un portazo. Hay veces que mi madre me saca de quicio. Pero no veo el día en que pueda independizarme y vivir yo sólo, con toda la libertad del mundo. Si tuviese un piso propio no tendría tantos problemas para follar con los tíos; empiezo a cansarme de hacerlo en los coches y hoy día pocos disponen de sitio donde quedar para follar. Pero bueno, al fin y al cabo, esto era algo que no tenía solución a corto plazo y no merecía la pena perder el tiempo lamentándome por ello. Lo que verdaderamente me jodía en aquel momento es que había perdido el número de móvil del chico del probador. Y eso que ya me había decidido a llamarle un día de esos, porque aquel tío me había dado un morbo de la hostia y me apetecía volver a quedar con él. Pero después de esto lo veía imposible. Pensaría que había pasado de él y se concentraría en poner el ojo en otro tío que no fuera yo.
Pasaron cinco semanas desde mi encuentro con él y en todo ese tiempo no le había vuelto a ver. Hacía días que había perdido la esperanza de que volviese a aparecer por allí, cuando un día, inesperadamente, me topé con él en el ascensor. Yo acababa de llegar al trabajo y me dirigía a mi planta. Aquella semana tenía turno de tarde. Cogí el ascensor en la planta del parking y se detuvo en la planta baja. Irrumpió un grupo numeroso de gente y cuando ya iban a cerrarse las puertas, entró corriendo una pareja. Reconocí al instante al chico de la pareja. Era él. Iba acompañado de una chica rubia, delgada hasta el extremo y bastante explosiva. Por el tema de la conversación que tenían supuse que eran novios. Aunque me jodía reconocerlo, la verdad es que hacían muy buena pareja. Fue entonces cuando me enteré de cómo se llamaba él. "Bonito nombre", pensé. Les observé durante todo el trayecto y él intentaba disimular para que su novia no se diese cuenta de que nos conocíamos. Cuando llegué a mi planta me bajé, no sin antes rozar levemente su mano con la mía al pasar junto a él. Las puertas se cerraron y ellos continuaron subiendo. Esa caricia que le di tenía la única intención de ponerlo nervioso. Yo ya descartaba que él quisiese algo conmigo después de no haber dado señales de vida. Además, ahora que le había visto con su pareja, dudaba que ni siquiera volviera a pasarse por mi sección. Por eso, decidí ser un poco cabrón y ponerle tenso delante de su novia. Al fin y al cabo, yo no era quien estaba engañando a mi pareja
La tarde siguió, y con el ajetreo del trabajo ya me había olvidado del incidente. Atendía a una señora bastante pesada que no se decidía por una camiseta u otra cuando pasaron agarrados de la mano, junto a mi caja, el chico con su novia. Cinco metros más adelante él volvió la cabeza y me miró. Después siguió caminando. No entendía muy bien a qué estaba jugando aquel tío, pero lo cierto es que me alegró su gesto y me llevé discretamente la mano al pantalón para colocarme la polla. Quince minutos más tarde volvió a aparecer. Ahora venía sólo y se detuvo en mi sección. Hizo que miraba ropa entre las perchas mientras esperaba a que se fuera el cliente al que atendía en ese momento. Después, cogió unos vaqueros y se dirigió directamente a los probadores. No tardó ni medio minuto en asomarse por la cortina y pedirme que me acercara. Me puse super cachondo y tuve que disimular mi notable erección de camino al probador. Me asomé y le encontré esperándome tal y como le dejé la otra ocasión. Sin camiseta, en calzoncillos y con la polla asomando por la abertura. En ese instante me surgió un gran dilema; mentalmente me imaginé al típico ángel y al típico diablillo que salen en las películas americanas desaconsejándome uno y animándome el otro a seguir con el juego. Por un lado no quería volver a cometer una tontería en mi puesto de trabajo. Cuando había imaginado volver a quedar con él no era precisamente en este sitio. Por otro lado, el morbo de volver a hacerlo sabiendo que corría el riesgo de que mi pillaran, acrecentaba mi excitación. Además, ahora había morbo añadido, porque tenía en mis manos a un hetero (al menos aparentemente hetero) y a su pobre novia sin saber nada rondando por allí. Creo que en ese momento no podía pedir nada mejor.
Aquel chico me sacó de mis pensamientos cuando noté que ya estaba colocando mi mano sobre su polla. Bueno, parecía que al final él había decidido por mí. Pero entonces se puso en funcionamiento la única neurona que me quedaba en ese momento y tuve la mejor idea que podía tener: retirar aquella mano de su polla y salir de allí.
Espera, tío, ¿dónde vas? me preguntó agarrándome del brazo
Oye mira, me atraes mucho, pero no puedo hacer esto; me la estoy jugando le dije convencido
No va a pasar nada. Si viene alguien puedes reaccionar a tiempo, como la otra vez - dijo
No, en serio. Creo que no es el momento. Ahora no.
Venga tío. No irás a dejarme así me dijo señalando su gran rabo
¿Y cómo crees que me has dejado tú a mí? Además, ¿si aparece por aquí tu novia?
Acabo de dejarla en la peluquería y me ha dicho que me fuera a mirar cosas por ahí porque tenía para tiempo... Venga, ¿por qué no seguimos con esto? insistió
Ufffff resoplé no me pongas en este compromiso. Ya te he dicho que no le contesté seriamente
Bueno, pues nada, si no puede ser ¿Y a qué hora sales de trabajar? dijo de repente como si hubiese tenido una gran idea
Aún me faltan varias horas para salir contesté y, tras una breve pausa en la que me quedé pensativo añadí pero quizás pudiéramos arreglarlo
Lo que sea tío, dime dijo como quien está desesperado por que le bajen el calentón cuando antes
Si me esperas veinte minutos te llevo a otro sitio donde estaremos más tranquilos
Muy bien, ¿dónde te espero?
En la entrada principal
Me quedaban unos minutos para tomar un descanso. Como cada tarde, disponía de media hora para tomar el aire, fumar o ir a mear. Le había dado las pautas a seguir: cuando me viera aparecer por la entrada principal, debía seguirme a cierta distancia. Saldríamos a la calle y nos dirigiríamos a otros grandes almacenes que se encontraban en la misma calle. Subiríamos hasta la tercera planta y cuando accediera a los servicios, debía esperar al menos un minuto antes de entrar él también.
Hacía como que orinaba en uno de los urinarios. Él se situó dos urinarios a mi derecha y se la sacó para simular que también meaba. Esperamos a que se fuera un ejecutivo que en ese momento se estaba lavando las manos. Con un gesto le indiqué que me siguiera y tras guardarnos las pollas, nos introdujimos en uno de los retretes.
Me extrañó mucho que no me llamaras. Estaba convencido de que lo harías me soltó de repente
Una larga historia. Pero resumiendo, perdí tu número. Y te juro que te estoy diciendo la verdad añadí pensando que mis palabras no parecían muy convincentes
No tengo por qué dudarlo me susurró al oído al tiempo que agarraba fuertemente de mi polla
Para no perder ni un solo minuto, rápidamente lleve mis manos hasta su bragueta y le desabroché uno a uno los botones de sus pantalones y de una sola vez se los bajé hasta los tobillos llevándome con ellos sus slips. Se quitó su sudadera y su camiseta y las lanzó al suelo. Volvía a tenerle totalmente desnudo para mí y esta vez nadie podría interrumpirnos. Me acerqué a sus pezones y empecé a lamerlos y a chuparlos con desesperación. Él me cogía de la cabeza y me aprisionaba contra su pecho dejándome apenas respirar. Sin dejar de morder sus tetillas, le agarré de la polla y empecé a masturbarle durante unos minutos. Satisfecho ya de la paja, decidió que quería algo más. Por eso, fue bajando con sus manos mi cabeza hasta su polla y sin dudarlo me la introduje en la boca. Cuando se chupa una polla a un hetero es fácil actuar: no esperan que juegues durante un rato con su capullo, ni que des pequeñas lamidas a lo largo de todo su tronco, ni que alternes las chupadas con tiernos besos. No, lo único que quieren es hundir todo su rabo hasta la garganta y que les mames salvajemente; o restregártela por toda la cara y darte pequeños golpes con ella. Aunque es cierto que a veces se echa en falta la sensibilidad de un gay, mentiría si dijera que no me pone a cien la falta de delicadeza de los heteros. Por eso dejé que me follara la boca hasta el extremo de hacerme toser en repetidas ocasiones y yo, que no podía aguantar más con tanta excitación, comencé a cascarme una paja. Durante mi mamada, el chico me había sacado la camiseta que llevaba puesta y acariciaba fuertemente con sus manos toda mi espalda. Intentaba llegar hasta el comienzo de mi culo pero su brazo no podía alcanzarlo. Así que, me apartó la cabeza de su polla y me hizo levantarme. Se chupó varios de sus dedos, me rodeó la cintura con su brazo y me introdujo la mano bajo los calzoncillos para empezar a jugar con mi ano durante un tiempo. Luego, me bajó la cremallera de los vaqueros y los dejó caer. Yo terminé de bajarme los bóxer y ambos quedamos desnudos el uno frente al otro. Durante unos segundos quedó semi hipnotizado mirándome la polla, que apuntaba directamente a la suya. Sólo les separaba unos centímetros.
Di un pequeño paso adelante y se rozaron. Di otro segundo paso y mi polla chocó contra sus huevos y la suya contra mi pelo púbico. Aún seguía en estado hipnótico cuando le cogí la mano y se la puse sobre ambas pollas invitándole a hacer una doble paja. No se lo pensó ni dos segundos. Agarró bien fuerte y comenzó. Pero aquello no iba bien; no debía de tener mucha práctica en masturbar dos rabos a la vez porque lo hacía bastante torpemente. Así que le retiré su mano bruscamente y me ocupé yo mismo de aquella paja. Comenzó a dar pequeños gemidos de placer y en un momento dado se lanzó a comerme el cuello y las orejas. Uffffff! Su lengua estaba ardiendo y cada vez que tocaba mi piel, me estremecía como si una corriente hubiese traspasado mi cuerpo de punta a punta. Cuando se ocupaba de mis orejas e introducía la punta de su lengua en el oído yo creía enloquecer y le pedía que no siguiera con aquello. Pero en contra de mis súplicas, él se entretenía más y más para llevarme hasta la desesperación. Aproveché aquel momento tan ardiente para intentar besarle en la boca. En cuanto rocé sus labios, se separó de mí. Volví a intentarlo de nuevo y de nuevo se distanció. Parecía ser uno de esos heteros que piensan que besar a un tío les convierte en un maricón o algo así, pero sin embargo no ocurre nada si se dejan comer el rabo o le hacen una paja a otro tío. Incongruencias de la vida
Quizás para evitar que yo volviera a intentar besarle, me dio la vuelta y me apoyó sobre la pared. Sabía lo que vendría después, por eso le pregunté si llevaba condón. Me contestó que sí y sacó uno de un bolsillo del pantalón. Se agachó y puso su cara a la altura de mi culo. Por momentos creí que iba a empezar a comérmelo. En lugar de eso, se limitó a separar con las manos mis nalgas y a escupir sobre la entrada de mi ano. Me restregó toda la saliva y me metió de un solo golpe uno de sus dedos. Después, volvió a levantarse y se escupió sobre la palma de su mano. Me la acercó a la cara y me pidió que escupiera yo también. Todo ese charco de saliva sirvió para lubricar aquel inmenso rabo en toda su longitud. Se acercó a mí y juntó su pecho a mi espalda. Su polla se acomodó entre mis dos nalgas y apretó bien fuerte. No acertó a insertarme su rabo y volvió a intentarlo varias veces más. Ante su fracaso, optamos por cambiar de postura. Aprovechamos entonces para terminar de sacarnos los pantalones y calzoncillos por los pies para tener mayor facilidad de movimientos. Me apoyé sobre la cisterna del váter ofreciéndole todo el culo. Me lo agarró bien fuerte y me lo masajeó enérgicamente antes de meterme de una sola embestida todo ese pedazo de carne. No pude evitar soltar un grito de dolor y si en ese momento había alguien allí, sin duda lo habría oído. Pero no me importaba lo más mínimo. Yo sólo quería que ese hetero me taladrara el culo como si se tratara del culo de su novia. Me folló durante largo tiempo parando de vez en cuando para reponer fuerzas. Ambos estábamos extasiados y sudábamos como pollos ante la falta de ventilación.
Cuando notó que le faltaba poco para correrse, sacó su polla de mi culo, se quitó el condón, y se corrió sobre la tapa del váter. Yo no perdía ojo mientras soltaba sus chorros de leche, y aproveché para masturbarme viendo el espectáculo. En ese momento llamaron a su móvil. Al ver el número en pantalla, me pidió que guardara silencio y contestó. Era su novia. Le debió de decir que ya había acabado en la peluquería y estaba buscándole. Él le contestó que se había entretenido mirando ropa en una tienda de la calle y que le esperara que ya iba para allá. A todo esto yo seguía con mi paja. Había perdido toda esperanza de que aquel chico continuara meneándomela después de haberse corrido, por lo que seguí yo por mi cuenta. Me estaba dando un morbo terrible estar masturbándome delante de un tío mientras hablaba por teléfono con su novia, y en el momento en que colgó el móvil, descargué toda la leche que guardaba en mis huevos llenando la pared de un líquido espeso y blanco. Nos limpiamos y nos vestimos. Decidimos que él saldría antes y yo esperaría un minuto más. Antes de irse me dio de nuevo su número de teléfono. Yo lo apunté en la agenda de mi móvil. "Espero que esta vez no lo pierdas", me dijo y marchó de allí al tiempo que cerraba la puerta tras de sí. Pasado el minuto salí. En ese momento un hombre que iba acompañado de su hijo adolescente le indicó que se metiera en el retrete del que yo salía porque se quedaba libre. Me acordé entonces de las corridas que habíamos esparcido por la pared y el váter, por lo que, antes de que se dieran cuenta de ello y me relacionaran con ese cuadro, salí pitando de aquellos baños sin siquiera lavarme las manos y la cara.
El domingo siguiente, mientras cenaba con mis padres viendo los informativos, se me cayó la cuchara al plato.
Marcos, ten un poco más de cuidado. ¿Te has quemado? me preguntó mi madre impresionada por el ruido
Sí, mamá; es que está hirviendo la sopa - mentí
Ya sabía yo que a ese chico le había visto antes en alguna parte. No me equivocaba. Pero lo que menos podía pensar es que le conociera de verlo en la tele. Sí, era él, sin duda, el periodista que daba las noticias deportivas en el informativo de fin de semana de una cadena nacional. No era especialmente famoso; por eso pasaba más desapercibido. Pero sí era esa clase de gente que ves por la calle y te suena de algo sin saber bien de qué. Mientras le observaba hablando de la jornada de liga vestido tan seriamente con ese traje y esa corbata, solté una carcajada. Mis padres me observaron como si estuviera loco, sin entender de qué me estaba riendo.
Volvimos a quedar en un par de ocasiones más, siempre en los servicios. Nunca le confesé que sabía quién era él. Tampoco sé si a él eso le preocupaba o si daba por hecho que yo le había reconocido desde el principio. El caso es que cuando consideré que hacerlo con un "tío de la tele", hetero y con novia había perdido ya toda su gracia, dejé de llamarle. ¿Para qué perder el tiempo con un tío cuando aún quedaban millones en el mundo por conocer? "A por el siguiente", me dije.