Edgar (3: dulce química...)

Por fin me reencuentro con él... por fin.

-¿Qué?

-Pues eso

-¿Cómo que hay alguien más?

-Joder, nunca nos prometimos fidelidad… te quiero

-¿Pero?

-Pero no sé que hacer

8- Calling on me, I hope I remember you*

Andaba por la estación de buses buscando mi andén. La verdad es que faltaba más de una hora para coger el tren, pero me encanta sentarme en el suelo y ver la gente pasar

Pero tenía hambre. Me paré delante de unas de esas maquinas expendedoras y rebusqué por mi bolsillo unas mondas. Compré una coca-cola y un kit-kat. Me lo comí sentado en el suelo, y luego me pregunté que hacer.

Bah, iría a los lavabos.

Al entrar, vi lo que suponía: un lugar asqueroso y mohoso, con el suelo lleno de orín y una peste inmunda. Había un hombre en un orinal y un muchacho joven en otro. Me puse en medio, todo inocente. Mientras meaba, veía como los dos tíos se hacían señas con la cabeza. Uno se retiró, y se metió en un retrete, y el otro, le siguió. Yo me quedé impresionado, algo abrumado, la verdad. Nunca había vivido algo similar. Que asco era hacerlo en un sitio así

Salí de allí, y al fin, me dirigí mi andén.

Sentado en el suelo, veía los trenes llegar, pero aún no el mío. La gente pasaba… y me encantaba. Intentaba averiguar o imaginar la vida de esas personas, a partir de sus actitudes, sus vestimentas, sus físicos

Era una mañana clara, en el cielo brillaba un azul potente, y algunas nubes de algodón volaban. Las observaba, e intentaba asemejarlas a alguna figura… El sol radiaba tan majestuoso como siempre, y la temperatura se preparaba para pasar del verano al otoño… los árboles alrededor del andén, habían perdido su verde intenso, para tornarse de un amarillo claro. No se veían muchos pájaros volar por el aire, pero aún así, hacía un poco de calor.

Cualquiera me hubiese visto como un viajero guiri. En el suelo, con mis ropas raídas, mi pelo por siempre desordenado, y una mochila al lado, mientras fumaba un cigarrillo. Imaginaba que en cualquier momento alguien me echaría una moneda

Estaba distraído observando el panorama, cuando pude notar que una mirada se posaba encima de mí. Desvié mi vista a un lado, para ver a un chico, a unos cuatro metros de mí, sonriéndome. Por cortesía, sonreí también.

Volví a contemplar la vista, aún percibiendo como el chico ese seguía mirándome.

De reojo, vi que se acercaba a mí.

-Perdón, ¿tienes un cigarro?- me preguntó. Rebusqué entre mis bolsillos y le ofrecí el paquete y el mechero. Cuando se lo encendió, se sentó a mi lado-. Permiso-. Yo asentí con la cabeza-. Soy Roger- me anunció, ofreciéndome la mano.

-Edgar- le contesté yo, estrechándosela.

-¿Viajas solo?

-Sí, bueno, voy a ver a un amigo. ¿Tú?

-No: Es que estaba aburrido en casa, y he decidido dar una vuelta… no sé. ¿Eres de muy lejos?

-No, no mucho. De Platja D’Aro.

-Oh, la costa…- dijo, como con nostalgia.

Estuvimos unos momentos en silencio, disfrutando del cigarro.

Roger tendría unos dieciséis años, pero parecía más grande. Iba con una camiseta sin mangas, rajada por las axilas, y un pantalón, y llevaba greñas detrás de su pelo castaño. Era hippie, y pese llevar pintas de mendigo, olía bien.

No sabia de que hablar con un desconocido. Había tres temas vetados: política, economía y religión. Era tan fácil recurrir al sexo… con tus amigos, no con un desconocido.

-¿Estudias?- le pregunté al fin, rompiendo ese silencio.

-Sí, bueno, ahora he empezado primero de bachillerato artístico, ¿tú?

-Segundo de Humanístico- respondí.

Así que era artista

El suelo empezó a vibrar lentamente, un ruido lejano estrepitoso sonaba, y una voz anunciaba que mi tren llegaba. El veloz aparato cruzó ante mis narices, frenando de golpe. Me levanté, sacudiéndome un poco el culo, y me dirigí hacia Roger.

-En fin, es mi tren…- anuncié.

-Ya nos veremos- me respondió con un guiño de ojos.

-Claro.

Subí al tren sin mirar atrás, me senté en uno de las butacas, y al minuto, oí un golpe en la ventana. Era Roger, que me despedía antes de marchar, ya que el tren se había puesto en marcha.

Apuntado en la ventana, con permanente y al revés, un móvil junto con una inscripción. ‘Llámame’.

Su recuerdo me acompañó durante el viaje

(*The Gathering- Solace)

Violated in the most Sensual Way

Sólo habían pasado un par de semanas, y volverle a verle, fue delicioso. Apenas se paró el tren, y antes de que se abriesen las puertas, ya estaba enfrente del cristal, con una sonrisa potente, esperándome. No pude contenerme, y cuando dejaron de impedirme tocarle, corrí hasta donde él estaba y le abracé con tantas fuerzas que creo que le herí. No compartimos ninguna palabra, sólo nuestros cuerpos juntos con fuerza, y algún que otro beso en el cuello, mientras olía su fragancia como si fuera a gastarse.

Cuando conseguimos separarnos un poco, me cogió la cara con las manos fuertemente, y junto mis labios con los suyos, sin importar cualquier escándalo. En fin, sólo era un pico.

-Te he echado de menos, cabrón

Ni contesté. Estar otra vez junto a Eric era una sensación… conmovedora.

-Prepárate, va a ser un finde de cojones- me dijo, ya andando por la estación, sonrientes, y él con su carácter alegre y dicharachero. Me limitaba a sonreír, a escucharle, a asentir con la cabeza, de lo feliz que estaba.

Llegamos al parking y nos subimos al coche de su padre, que se lo había dejado para dirigirnos a su casa. Por el camino, nos pusimos a la última en bobadas triviales, a planificar más chorradas que no cumpliríamos y en mirarnos mientras el otro hablaba, o simplemente para observarle.

Cuando llegamos a su casa, un piso en el centro de Girona, entramos en el garaje subterráneo y subimos por el ascensor hasta el ático que compartía con un compañero de la universidad. No era nada del otro mundo, pero siendo joven, ese piso era un lujo total.

Sentado en el sofá del comedor, estaba Adrián, su compañero, en gayumbos y con las manos bajo la nuca, y con una cerveza apoyada entre el pecho y el mentón.

-¿A las diez de la mañana y ya estás bebiendo? Reconsidera lo de ir a Alcohólicos Anónimos- le dijo Eric a su amigo.

-Hola, soy Adrián. ‘Te queremos Adri’- imitó éste lo que sería una reunión de AA, sin apartar la vista de la tele.

-Tío…-susurró Eric de pie, esperando que me saludase.

-Mierda, perdón- dijo, tapándose el paquete con un cojín-. Anda que avisas

-En fin, éste es

-Edgar- le cortó, y se levantó a saludarme-. Lleva días sin parar de hablar de ti- dijo, ofreciéndole una grande sonrisa a su amigo-. Disculpen, déjenme acicalarme para la ocasión- siguió, imitando una voz cursi y saliendo del comedor.

-En fin, éste es Adri

-¿Puedo darme una ducha?- le pregunté tras dejar la mochila en el sofá.

-No. Pienso tenerte guarro tooodo el fin de semana- me respondió, acercándose a mí, agarrándome de las caderas, para luego empezar a besarme.

-No tengáis sexo delante de mí, que luego se me empina- vociferó Adri al entrar otra vez. Sólo se había puesto una camiseta azul marina corta.

-¿Es éste tu concepto de acicalarte?

Adri era todo un personaje. Tenía un año más que Eric, y estudiaban filosofía en la misma clase. Físicamente, era muy atractivo: tenía el pelo negro, ni muy corto ni largo, y el flequillo colgaba por su frente hacia el lado izquierdo (muy lejos de parecer emo u.u). Sus ojos eran marrones, y sus labios eran preciosos, con un aro en el centro. Llevaba, al igual que Eric, sombra de barba recubriendo su cuello y mentón. Tenía un cuerpo atlético, pero normalucho; y una hilera de pelos muy negros bajaban del ombligo a su pubis. Y por lo que llevaba de día, me había caído bien. No tenía tabúes ni tapujos. Era alegre y divertido, y se reía por todo (todo lo medianamente gracioso u.u pero como allí éramos todos unos satíricos sofisticados, todo hacía gracia xD).

A la hora de comer (pizza, por supuestísimo), nos bebimos dos packs de cerveza, y ya habiendo terminado, me entró un poco de morriña.

-Bueno gente, marchó que tengo que ir a ayudar a mi padre a arreglar el coche- dijo, mientras se paraba y se ponía una chaqueta-. ¿Es que no se da cuenta que soy filósofo, no mecánico?

-No te aceptan, no te aceptan

-Sí, creo que les sentó más mal que estudiara filosofía y que no seguiría la tradición familiar (ser mecánico –me susurró bajito-) a que me molase comer rabos- y dicho esto, se marchó.

-¿Es gay?- le pregunté a Eric.

-Es el rey de la disco… se los come a todos.

-Pues no se le nota nada- dije, acomodándome más en el sofá.

-¿Qué quieres decir, que a mi sí?

Y empezó a hacerme cosquillas.

A las seis y media, y después de despertarnos de una siesta de tres horas, nos vestimos para salir a alguna parte.

Me costó desengancharle de la almohada, pero más me costó a mí levantarme de entre el edredón. Que calentito se estaba allí metido junto a él.

Con tejanos, camiseta y Eric con una gorra en la cabeza, salimos a tomarnos algo a un bar. Éste en cuestión, era un bar obrero donde se juntaban todos los currantes después de salir de trabajar, y el ambiente que se respiraba era de amistad y confraternidad. Nos sentamos en la mesa más ‘apartada’ y nos bebimos unas cervezas.

Ya a las ocho y media, fuimos a dar un paseo por la ciudad. Aprovechamos de ver la catedral y de besarnos dentro de la iglesia; de pararnos a ver a un grupo callejero que bailaba reggae y bailes brasileños; de visitar una famosa librería judía, y de pasar por delante de una casa que fue habitada por un famoso alquimista.

Recorrimos las calles de la hermosa ciudad, la parte vieja, claro está.

Y ya a las nueve y media, nos dirigimos a un restaurante para cenar algo.

En cuestión, llegamos a su casa a las doce y media, y Adri aún no había llegado. Llevaba toda la tarde pensando en que pasaría al llegar. ¿Lo íbamos a hacer? ¿Estaría a la altura? Nunca había hecho nada con un chico… estaba bastante dudoso.

-¿Quieres hacer algo?- me preguntó, sacando un par de cervezas de la nevera,

No supe que contestar. Me sentía un niño tonto a su lado, sin saber si follármelo de una vez o no.

-¿Un monopoli, un parchís… algo?- siguió, abriendo su lata.

-Ah, eso… -contesté aliviado

-¿Te apetece…?

-¿Porqué no vamos a la cama?- dije decididamente al final. Él sonrió pícaramente y me agarró por detrás de la cintura, llevándome por el pasillo hacia su cuarto.

Una vez llegados, cerró la puerta a nuestro paso y se posó delante de mí, acariciándome la cara y mostrándome una sonrisa de complicidad. Podía saber como él notaba que yo estaba nervioso. Y eso me volvía loco.

Mirándonos fijamente, posó sus labios sobre los míos. Era delicioso sentirle otra vez… desde la madrugada en el refugio de monitores, había soñado volver a estar otra vez junto a él.

Con sus labios aún cerrados, fue recorriendo los míos. Tímidamente, los abrimos para dejar paso a que nuestras lenguas jugasen su partido, entrelazándose entre ellas, compartiendo nuestra saliva.

Estábamos a penumbras, sólo iluminados por la farola de la calle, que entraba en rayos de luz naranja por la ventana. El ambiente no podía ser más erótico.

Pasado un tiempo eterno, separamos nuestros besos, dudosos, sin querer acabar con ese morreo que era el preludio de algo mejor. A poca distancia de mí, y mirándome fijamente a los ojos, me susurró:

-No tenemos que hacer nada que no quieras

Dudé en que contestar

-Es que yo si quiero.

Y una sonrisa se dibujo en su rostro. Y lentamente, juntamos nuestras bocas de nuevo. Eric fue bajando hacia mi cuello, sin separarse de mi piel, recorriendo con sus labios mi mentón, mi nuez, para acabar lamiendo cada poro de mi nuca, subiendo de nuevo para introducirse en mi oreja.

Nuestras manos exploraban cada centímetro del cuerpo del adversario, y nuestras piernas luchaban por ser los vencedores. Y nuestras caderas aprisionaban la otra, con espasmos como de penetración mal fingida.

Yo me mantenía bastante pasivo. Le dejaba a él descubrirme. Sin parar, agarró cada extremo de mi camiseta y la tiró hacia arriba, haciéndome levantar los brazos para desprenderme de ella. Eric me miró el cuerpo y sonrió. Luego aspiró bruscamente, impregnándose de mi olor. Siguió con su tarea de morderme el cuello, y fue bajando hacia mis pectorales no muy formados, mientras que con sus dos manos manoseaba mis pezones hábilmente, y él lamía los pocos vellos que recorrían y partían en dos mitades mi torso.

El placer de sentir su lengua ensalivar cada parte de mí, me estremecía, me tenía en éxtasis. Pero era todo algo más bien silencioso. Sólo se oían nuestros suspiros, nuestra respiración agitada y nuestros cuerpos rozándose.

Fue bajando por mi ombligo, entreteniéndose en él, hasta arrodillarse en el suelo delante de mí. Lamió cada pelo de ese caminito de la felicidad que recorre del ombligo hacia el pubis, y fue arrastrando el pantalón hacia abajo. La gravedad hizo el resto, y me liberé de ellos por los tobillos. Yo llevaba unos calzoncillos slips blancos de marca.

El bulto era totalmente evidente, y la forma de mi miembro se dibujaba hacia arriba. Mi pubis negro aparecía encima de la goma elástica. Pegó la nariz allí, y aspiró profundamente, mientras levemente besaba el calzoncillo, empapándolo. Subió la cabeza, y me miró a los ojos. Sus ojos… verdes como la lima

Me salió una risita tonta.

-¿Qué?- dijo sorprendido.

-Nada, nada

-Dime, ¿qué?

-Que estaba pensando en que te arrancaría los ojos para quedármelos.

Fue un comentario totalmente fuera de lugar. No sabía como reaccionaría ante esa tontería, pero sonrió

Me agaché y besé sus labios. Me arrodillé junto a él en el suelo. Rodeé su cuello con mis brazos y volvimos a fundirnos en otro beso, levemente más violento y salvaje que los anteriores. Y tan fugaz como llegó, se deshizo, para enfundarnos en un abrazo cuerpo a cuerpo.

-No sé que pasará… pero eres muy importante…-me susurró al oído, mientras acariciaba mi espalda con sus manos.

Era un momento tan sensual y erótico… Era una delicia sentir su cuerpo pegado al mío. Le arranqué la camiseta casi de inmediato, simplemente dejándome llevar por mis instintos. Las caricias se tornaron en lívidos toqueteos. Toqué todo su cuerpo, pasando mis manos de los glúteos apretujados, subiendo por su espalda y abrazándole por la nuca.

Lentamente, nos fuimos cayendo hacia el suelo, de costado y cara a cara. Y de una maldita vez, me libré de los bóxers empapados. Mi miembro salió disparado, y Eric lo cogió velozmente con la mano para masturbarlo, mientras que con su otro brazo me rodeaba la nuca, y yo lamía sus pezones.

Era delicioso sentir su mano bajar y subir mi pene, suavemente. Nuestra piel empezó a sudar, y nuestro éxtasis iba en aumento. No supe muy bien cuando se hubo quitado el pantalón y los calzoncillos, pero al fin, le vi completamente desnudo.

Su pene se erguía con sus buenos dieciocho centímetros, sobre un pelambre de pelos negros, y dos bolas enormes que colgaban para la izquierda.

Me subí encima de él, con el total énfasis de un principiante, y me montaba encima de él a horcajadas.

Movía mis caderas y el roce de nuestros penes era hipnotizante.

Con sutileza, fue hurgando con sus hábiles dedos mi ano. Me estremecí con el simple hecho de que lo masajeara sin frivolidad, y de imaginar de lo que vendría después. Introdujo un dedo ensalivado, sacándolo y metiéndolo con constancia.

Gemí.

De placer.

-¿Estás preparado?- me susurró.

Asentí.

Y luego una fuerte presión.

-Relájate, cielo, relájate- me instruyó.

Mordí mis labios para soportar ese pequeño dolor, mientras me sentía atravesado con deleite por su miembro.

-Ya está

Notaba un placer indescriptible. Cada vez que salía y entraba, gemía. Era genial.

Era lo mejor.

Y además, bonito.

10-

Esa noche me enamoré de ese ángel, de sus caricias, de sus besos, de sus manos, de su cuerpo, de su corazón, de sus ojos, de sus labios, de sus piernas, de sus pezones, de sus nalgas, de su honestidad, de su bondad, de su sinceridad, de su amor, de Eric.

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Continuará

[Tercer relato de Edgar. Gracias por los comentarios. Y decir que me he enamorado de la forma de escribir de MyLifeOnEarth ^^ Por ESCONDIDOS… está hecho el 4to relato, pero no estoy seguro de colgarlo o no. En fin… ah! ¿Alguien va el 4 de marzo a ver HIM en Barcelona? Yo ya tengo las entradas :D Forever yours!]

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