Edgar (2: otro...)

por fin llegó los 3 dias en la casa rural haciendo el curso de monitor...

Mierda. No encontraba el cargador del móvil. ¿Dónde lo había metido? Rebusqué por todo mi cuarto, deshice todas las maletas, puse la casa patas arriba. ¿Y dónde estaba? Pues donde tenía que estar, en el enchufe. Al día siguiente partíamos hacía el curso, en la parte muerta de Catalunya. No sería una semana, como nos habían dicho, pero sí 3 días y dos noches.

La despedida con Ferrán había sido normal. Tampoco se iba a la guerra. Habían pasado sólo cinco días de su marcha, y ya le había llamado 17 veces. Sin contar con las de Aida, Hada o Joan. El pobre estaría estresado… había optado por apagarlo. Y yo ahora empezaba 2º de bachillerato.

El verano prácticamente había acabado. Aunque era algo más de espíritu que de estaciones. Pero esperábamos pasarlo bien por las montañas, como Heidi.

5- The Awakening

Iba en el coche de mi madre, conducido por mi hermano mayor. Eran cosa de las 7 de la mañana, y nos esperaba un viaje de unas dos horas hasta llegar a la casa de colonias, en algún punto perdido de Lérida norte.

Mi hermano se llamaba Oscar. Tenía 28 años, pero parecía un chavalín de 20. Era moreno, como yo, y tenía el pelo corto, como un modelo, al igual que su cara, angulosa, como la de mi amigo. Había sido todo un casanova, hasta que conoció a Julia, la abogada de la familia. Se casarían en enero. De mientras, íbamos hablando, y tenía puesto a todo volumen música dance, que ni me agradaba ni me desagradaba.

El paisaje en esa zona era totalmente diferente a la de la costa, donde vivía yo. Poco a poco, la carretera se fue haciendo más elevada; las casas menos comunes, siendo remplazadas por árboles y montañas. Era un lugar hermoso, divino, todo rodeado de diferentes matices de verdes, no como el de mi ciudad, que era todo bastante sintético. A esas horas, y a esas alturas, había un poco de niebla, dificultando raramente la visión.

-¿Estaréis allí metidos tres días?- me preguntó en una de esas Oscar.

-Sí- le respondí, encendiéndome un cigarrillo-. Se ve que es una casa grande.

-¿Y no bajaréis al pueblo?

-¿Pero que pueblo?- bromeé.

-Bueno, no te he querido revisar la maleta...- insinuó.

-Es que más faltaría- me reí.

-¿Llevas algo?

-Sí, un cartón de tabaco

-¡Ala, bestia!

---- y calimocho- seguí.

-Que punky

-No me iba a traer el vodka- vacilé.

Cuando llegamos, vimos que había como quince personas por allí, esperando, con sus maletas. Sentadas, hablando, despidiéndose, fumando

Mi hermano aparcó, y yo bajé, permitiéndole el lujo de acercarme el equipaje debajo del porche. Frankie ya estaba allí, pero aun no me había visto. Estaba hablando con una chica, que aparentaba más o menos nuestra edad, e iba con pintas hippies.

-Nos vemos Edgar- me despidió mi hermano, dándome un beso en la mejilla y subiendo al coche. Me acerqué a la ventanilla.

-Ya iré llamando.

-Vale, dinos algo para que te vengamos a recoger. La hora y eso

-Y tanto.

-Pásatelo bien- y arrancó el coche y se marcho.

Me dirigí hacia Frankie, que ya me había visto, y me esperaba apoyado en una columna, sonriente.

-Wuolas- le saludé, dándole un abrazo. No nos veíamos desde la noche en Dreamerx, hacía justo 6 días.

-¿No tienes frío, tío?- me preguntó.

Y efectivamente, lo tenía. Él iba con un tejano caído y una chaqueta de cuadraditos negros y blancos, con su pelo cayéndole por detrás de la oreja, y sus ojos verdosos abiertos, y su boca riéndose, como de costumbre. Yo en cambio, iba con un vaquero negro y una camiseta apretada gris, y claro, el frío calaba mis huesos.

-Sí, un poquitillo.

Nos sentamos en unas escaleras, esperando que apareciesen los monitores a ‘darnos ordenes’. El sitio era bonito. Estaba montado en tres edificios. Uno era largo, de una planta, y estaba enfrente de las escaleras. Otra, era igual al otro, pero estaba arriba. Y otro, era lateral a ambos, y en la planta baja estaba el porche, y arriba, no lo sabía. Hay que decir, que las escaleras estaban en el patio, y lo que ocupaba el sitio donde viviríamos, era sólo como un cuarto de un campo de fútbol, aun siendo los ‘edificios’ grandes. Todo lo demás, era bosque. Había por allí una cancha de básquet y fútbol, y una piscina tapada.

La gente que había por allí oscilaba nuestra edad o un poco más. Parecíamos ser de los más pequeños. Dieciocho, diecinueve… nadie parecía pasar de los veintitantos.

-Mira, ésta es Miriam- me presentó Frank a la chica con la que le había visto hablar.

Nos dimos dos besos como saludo. Era rubia, con algunas rastas detrás, y el pelo cortado a lo punk. Iba con una camisa de tiras de rayas lilas y negras, un chaquetón negro que le llegaba un poco más debajo de la cintura, y unos tejanos normales, descosidos por las rodillas y bajos. Llevaba unas gafas negras de pastas, y la cara agujereada de aros.

Pronto llegó una monitora, que tendría unos veinticinco años, e iba también a lo grunge, y un chaval de no más de veinte, para darnos las instrucciones. Nos reunimos todos debajo del gran porche. Éramos unas cien personas.

-Bueno, hola. Soy Laia y mi compañero es Martí Durante éstos días os instruiréis más en el campo del monitor. Entre estos días os enseñaremos juegos, dinámicas de grupos, situaciones… para haceros más agradables las horas- comentaba Laia, en un tono ameno y agradable-. Los desayunos son de ocho a nueve, en el comedor. Las comidas, de una y media a dos y media. Y la cena a partir de las nueve.

-Y por lo que sería mejor, estar todos reunidos a esas horas- intervino Martí.

-Exacto. Las habitaciones se reparten en los dos edificios: la de abajo- dijo señalando al edificio que estaba debajo de los escalones-, donde hay dos habitaciones, relativamente pequeñas con las de arriba- y ahora señaló el edificio que se encontraba arriba de los escalones-, que hay más espacio.

-Bueno, ahora desayunaremos en el comedor- que se encontraba abajo-, para luego empezar las dinámicas de grupos.

Pero antes de desayunar, elegimos cuarto. Frank y yo nos fuimos al cuarto de arriba, que era bastante curioso. Entrabas, y había una pared. Al lado derecho, había una habitación, y al izquierdo, otro, pero sin separar. En medio, estaba el lavabo con las duchas de tíos y de tías. Pero las habitaciones, que eran enormes, estaban subdivididas por habitaciones más pequeñas, que solo estaban separadas por unos pequeños muros que formaban reducidos cuartos donde habían dos literas. No sé si me he explicado bien. El caso es que eran muy raras. Frank y yo nos metimos en uno de los ‘cuartos separados por muros que no llegaban al techo’. (Era como si fuese un laberinto). Escogimos las literas de arriba, que estaban juntas, y la parte de abajo quedaba unida con la otra, y al igual con la de arriba. De momento, abajo no había nadie.

Y ya sentados en las mesas, que eran dos, largas con bancos para sentarse, nos servíamos cafés, pancitos y bollería. Alrededor de mí, estaba Frank a mi lado, enfrente de él Miriam, y enfrente de mí un chaval que estaba callado, y se limitaba a comer, con los ojos cerrados como del sueño. Nosotros tres conversábamos alegremente, aunque sí, había sueño en el ambiente: bostezos por aquí, estiramientos de manos por allá

-Ei, ¿te ha mordido la lengua un gato?- acabó preguntando Miriam al chaval que estaba delante de nosotros. Él la miró, y tras unos segundos sin saber si la mandaría a la mierda o diría algo, sonrió.

-No, es que estoy de resaca- gimió, rascándose los ojos con los puños cerrados-. Soy Eric- y nos extendió la mano a todos, en un cordial saludo.

Eric tenía diecinueve años. Y en efecto, tenía cara de resaca. Sus ojos eran verdes, sus cejas eran negras, y su cara estaba cubierta de una sombra de barba crecidita, que le daba un toque tan sensual como descuidado. Tenía el pelo corto. Llevaba una sudadera negra y corta, y un tejano apretado. Era delgado, y tan alto como éramos yo y Frank.

Estuvimos conversando con él en lo que quedaba de desayuno. Seguía teniendo ese aire tímido, pero al parecer, ya se había despejado un poco, y era capaz de mantener una charla adulta.

Cuando fueron las diez y media, Laia y Martí entraron al comedor, junto con seis monitores más. Hicieron grupos de doce u once personas. Por desgracia mía, no me tocó ir con Frankie ni con Miriam, aunque si con Eric, que al decir su nombre en el grupo, me miró y me sonrió, como siempre, tímidamente.

Eric y yo, y otras diez personas, salimos hacia la cancha de baloncesto, con Martín como monitor. Ya el sol había salido y ni siquiera noté el frío.

Estando allí, empezamos a jugar a juegos, sin entender muy bien para qué. Por parejas y cogidos de la mano, teníamos que perseguir a otro y atraparlos. Un juego algo estúpido, todo hay que decirlo. Claro está, que yo elegí a Eric de pareja. Y ya a la media hora de correr, se quitó la sudadera y se quedó con una camiseta que dejaba ver sus musculitos cada vez que corría. Era un chico guapísimo.

Y yo, allí, corriendo, como yo ya sabía, como Heidi, me pregunté el porqué de tanta fijación por los tíos así de repente. Yo siempre había sabido que me atraían, pero desde que ‘estaba’ con Hada… ‘no sé, no te ralles’, me dije a mi mismo. Nunca he sido un chaval de rallarse por cuestiones sexuales. Pero aun así, estaba con Hada.

Y así pasamos la mañana, recreando juegos y preguntándonos situaciones de empatía. Poco a poco, fui conociendo a la gente de mi grupo, y por lo que vi, eran todos buena gente. Y ya a la una, con el calor que había hecho y lo que habíamos corrido, estábamos empapados. Yo me dirigí a mi habitación.

-¿Dónde duermes Eric?- le pregunté, al llegar a los escalones del patio que subdividían el edificio de arriba y el de abajo entre la pequeña maleza.

-No sé, dejé la mochila por allí, pero no escogí ningún sitio.

-En mi cuarto, antes había dos literal libres- le comenté-. Vente a ver si siguen sin estar ocupadas.

Y al llegar, estaba vacía una. Reconocí la mochila de Miriam debajo de la cama de Frankie.

-Ala, queda un sitio. ¿Te quedas?- le dije lanzándole una mirada rara, que ni yo mismo supe entender.

-No sin antes ducharme- dijo sonriente. Lo que me faltaba, otro Frank.

-Sí, tío, necesito un remojón antes de ir a comer.

Desempaquetamos las maletas y sacamos la ropa de baño. Cogí la toalla, el gel y me fui a los baños. Por lo que vi, las duchas estaban separadas, y te tapabas con una corta cortina que no llegaba a tapar nada. Estaban vacías, pero aún se percibía el vaho en el aire de un reciente uso. Me senté en los bancos, mientras apoyaba la cabeza en la pared. Eric no se entretuvo, y se desvistió directamente. Para no hacerle sentir incómodo (si es que se pudiese sentir), yo también lo hice. Y para no hacer ese momento más ‘cruel’ aún, empezamos a hablar.

Tenía un cuerpo bonito. Entre el pecho, una hilera de pelambre bajaba por el abdomen hasta su pubis, que ahora sólo estaba recubierto por un bóxer negro. No estaba tan formado como estaba Frank, que ese si que parecía un modelo sin llegar a ser sintético, pero era sensual.

Entró a la ducha con calzoncillos, cosa que entendí. Yo no tenía tanto pudor y me desvestí allí mismo, cuando él ya encendía su agua.

Entré yo a mi ducha y noté el agua fresquita caer por mi cuerpo. ¡Qué gustito! Y separados por unos veinte centímetros de pared, Eric tarareaba una canción y yo, para hacer el tonto, me uní a él.

-Nanananananana, nana, naaaanaa- cantábamos Gilrfriend, más bien para parodiarla que para disfrutar tarareándola.

Y ya después de habernos limpiado y refrescado, salí yo primero. Cogí mi toalla y empecé a secarme. Al momento salió él, ahora ya desnudo totalmente. ‘Totallity, totallity’ me vino a la cabeza. En una leve observación de su cuerpo, pude apreciarle mejor, aun así, sin pensamientos lascivos a mi parecer. Su zona genital estaba recubierta de pelo púbico y su miembro yacía ‘morcillón’ encima de sus huevos. Era de un tamaño considerable, sin llegar a ser bestial.

Al salir, se me quedó mirando a los ojos unos segundos, con expresión seria. Yo me detuve de mi acción de secarme, como esperando algo. Al instante, sonrió y soltó una especie de ‘bff’.

-¿Qué?- le pregunté, algo desconcertado y divertido.

-Nada, nada- se defendió, cogiendo su toalla y secándose el pelo.

-No, dime, ¿qué?

-Qué nada.

Y allí se quedó.

Cuando volvimos a la habitación, ya estaban Frank y Miriam estirados en la cama de abajo, escuchando el mp3 de éste. Eric y yo aparecimos en calzoncillos, y al vernos, Miriam soltó uno de esos silbidos de piropo.

Cogí mi mochila y la puse abajo, para poder buscar mejor la ropa. Me vestí con unos pantalones anchos, que me arrastraban por el suelo y con el cuelo caído, y una camiseta de tirantes blanca.

-Te vas a helar otra vez, capullo- me dijo Frankie, pegándome una pequeña patada en el estómago.

-Bah, con lo que he sudado y corrido, estoy hirviendo.

-Si, bueno, pero no podéis decir que el comportamiento del Rey fue el más correcto- dijo Eric. Sentados en la mesa, y comiendo una paella riquísima, discutíamos sobre el incidente Rey de España-Hugo Chávez.

-Joder, no me digas que si hubieses sido tú no le hubieses mandado a callar- discrepó Miriam.

-Sí, pero la diferencia es que yo soy un ‘simple ciudadano’, y él es el Rey- siguió Eric-. Y como tal, como representante de un Estado, ha de saber comportarse como un diplomático educado. Si es más que yo por ser monarca, que sea más que yo a la hora de saberse callar la boca.

-Ya, pero el Chávez…- suspiró Frank.

-Sí, él es un gilipollas, un impertinente y un retrasado. Pero que queremos, ¿rebajarnos a su nivel? ¿Queremos parecer personas trogloditas y sin sentido de la educación?

-Como se nota que eres republicano…- le dije, pegándole una patada por debajo de la mesa.

-No, es que no es esa la cuestión. No entiendo como la gente puede estar orgullosa de tal comportamiento. Todo el mundo ‘oh, que bien lo que le dijo el Rey’ o ‘le paró los pies’. ¡Dios! ¡Mandó a callar a un jefe de Estado! ¿Qué hubiese pasado si hubiera sucedido al revés?

-Ya

-No sé cual es el sentido crítico de los españoles, pero para mí mandar a callar a alguien con los huevos negros, es de mala educación. ¡Si ya hubiese quedado mal igualmente! ¿Por qué hemos tenido que quedar mal nosotros ahora? ¿Porqué al subnormal del Rey no supo pensar-reaccionar? ¡Anda y que le jodan!

-Sigo pensando que yo y tú hubiésemos hecho lo mismo…-siguió con su idea Miriam.

Después de acabar, a cosa de las tres, teníamos libre hasta las cuatro y media.

-¿Os venís a jugar una partida de básquet?- nos preguntó Frankie, que había quedado con unos chavales para echar unas canchas.

-No sé, yo paso. Estoy molido de por la mañana- respondí. Miriam miró a Eric como esperando respuesta.

-Pasó también.

-Que sosos…- dejó escapar Frankie entre dientes-. Bueno, gente, nos vemos luego.

Y se marcharon riéndose hacía la pista. Yo me dirigí a mi cuarto, mientras Eric se iba al lavabo.

Me subí a la litera y me estiré, con los brazos detrás de la cabeza. Busqué en mi mochila, que estaba a los pies de mi cama, el móvil.

Estuve hablando unos minutos con Hada. Le conté como nos había ido y esas cosas trascendentales.

Al momento, llegó Eric, y me miró con cara de ‘¿Qué hacemos?’. Se subió a la otra litera de arriba, que estaba junta con la mía, y se recostó de lado mirándome.

-Tengo por allí el Ipod- me invitó.

-¿Qué tienes metido?

-No sé…Lacuna Coil, Nightwish, Kamelot, Ensiferum, Norther, Lacrimas Profundere

-Guay.

Hablábamos despacio, como sin ganas. Estábamos cansados de lo que nos habían hecho correr, al menos yo. Se levantó, bajó a la cama inferior, y subió ya con el Ipod en la mano.

Después de varios intentos de intentar alcanzar cómodamente los auriculares, le invité inocentemente que entrase en mi cama, que estaba empotrada contra la pared.

-Estoy helado…- dije, metiéndome debajo del edredón y la manta-. Métete dentro si quieres.

¡Dios! Qué bien se estaba. Lo malo era el no poder fumar dentro de las habitaciones. La cama era relativamente pequeña para dos tíos, y estábamos prácticamente apretujados, de lado y cara a cara. Ya así, pudimos ponernos los auriculares correctamente y poder escuchar la música.

-Capullos, ¡levantaos!- nos despertó Frankie, con la cara roja de jugar.

Tardé un poco en reconocer donde y con quien estaba. Estaba tapado hasta el cuello, en posición de feto, y Eric, igual que yo. Nuestras narices se tocábamos, y podía percibir su aliento, su respiración a escasos centímetros de mí.

-Quedan quince minutos para tener que estar en el comedor para repartir los grupos- dijo, y se fue, posiblemente, al comedor. Y el hecho de que la pared no llegase al techo y no hubiese ‘puerta’, simplemente un muro, hacía que el eco de la gente de todo el gran cuarto se pudiesen oír.

Y esos quince minutos parecían gloria, para poder regalonear en la cama, aunque fuese teniendo a un semi-desconocido al lado. Estiré las piernas, coloqué bien los brazos

-Eric…- susurré en su oído, a unos cinco centímetros de mí-. Eric

Y poco a poco, fue abriendo los ojos. Su reacción fue un poco como la mía: desconcierto.

-¿Qué hora es?- preguntó.

-Nos quedan quince minutos…- le dije.

Y sin esperar más, se colocó boca abajo, con su cabeza dirigida hacia mí, y cerró los ojos. Estaba visto que no era el único al que le daba pereza levantarse.

Se notaba que afuera hacía frío. Y estar allí metido con las mantas, con alguien rozándote y dándote calor… ¡Qué agustito se estaba!

Y, sin saber que estaba despierto, empezó a tararear la canción de la ducha, sólo que con menos ritmo y velocidad.

Y sin saber porque, me pareció un chico tan tierno… y sonreí. Y él, sin saberlo, me correspondió.

-Anda, levántate- le dije, irguiéndome y pasándole la mano por la espalada.

No quería prolongar ese momento.

Por la tarde, los grupos fueros diferentes. A mi me tocó ir con el de Frank, Y Miriam y Eric iban en dos diferentes y separados. Ésta vez nos tocaba quedarnos en el comedor, donde las mesas servían para poder rellenar los cuadernillos. Cantamos, bailamos, y jugamos. Y el estar al lado de Frank me hizo sentir muy a gusto, en parte porque era él, y porque era mi amigo.

La tarde transcurrió sin más agravantes. Entre dinámica y dinámica, nos dejaban quince minutos de descanso, donde podíamos charlar y fumar.

Ya a las siete y media, nos dejaron libre hasta la cena. Fuimos al cuarto, pero ni Eric ni Miriam estaban allí. Y no fue hasta las ocho y cuarto que aparecieron.

Cuando entró Eric, me abrazó por la espalda y me susurró al oído.

-¿Qué tal? Te estaba buscando.

Y estuvimos en la litera de arriba los cuatro, conversando y conociéndonos todos un poco mejor, hablando de nuestras vidas, de política, de música

A las nueve bajamos al comedor. Al parecer éramos los últimos en llegar. No había cuatro sitios juntos, y nos tuvimos que separar. Yo me senté enfrente de Eric y los otros dos se sentaron trece puestos más al lado.

Pero daba igual, pues hablabas con todo el mundo, ya que el buen rollo se notaba en el ambiente.

Después de la cena, cantamos un poco (si, parecíamos scouts, todo el día cantando u.u) e hicimos el tonto, y ya sí, nos dejaron marchar hasta el día siguiente.

Nos aglomeramos todos en las escaleras, para hablar amenamente con uno y con otro. Había perdido de vista a Frank, Eric y Miriam, pero bueno, ya los encontraría.

Y ya a las once, aun sin encontrar a ninguno de ellos, me dirigí a la habitación. Mientras pasaba por el pasillo de las habitaciones, veía a la gente en sus literas, con amigos y gente. Y yo allí solo.

Estaban allí, los tres en la cama de abajo, con vasos de cubata.

-¿Dónde coño te habías metido?-me preguntó Frankie, con Miriam abrazada e su pecho y bebiendo.

-Afuera- contesté secamente-. Anda que vienes a buscarme.

Subí las escaleras y me tumbé en mi cama. Cerré los ojos, y me dispuse a pensar porque estaba enfadado como un niño.

Eric subió y se sentó a mi lado.

-Es que me he torcido el tobillo- me dijo.

-¿Ein?

-Qué me he torcido el tobillo, por eso no he ido a buscarte- me dijo sonriente.

Me molestaba que Frankie estuviese todo el día con ‘la Miriam esa’, pero ahora ya estaba más calmado… por tener a Eric a mi lado… perecía tranquilizarme.

-¿Bajas?

Me sentí un poco idiota, como un niño tonto que se enfada por nada y tienen que ir a rogarle. Pero no me negué.

En la cama de abajo, Miriam seguía abrazada en el pecho de Frankie, y éste estaba con el vaso de cubata en la mano, y en la otra el móvil.

-Mira, éste es mi perro… éste soy yo en la playa… mira, este es Edgar haciendo el tonto.

-¿Qué bebéis?- pregunté, sentándome y apoyándome en la pared.

-JB con cola- me respondió Frankie, pasándome el vaso sin mirarme, pues estaba muy entretenido enseñándole fotos a la tonta esa que ni siquiera me caía bien.

Tenía las piernas estiradas a lo largo de las dos camas, y Eric se sentó encima de ellas, con las rodillas a cada lado de mis muslos. Me pareció raro, pero en fin

-Dame un trago- me pidió.

-No.

-Que me des un trago.

-Que no.

-¿Te lo quito a la fuerza?

-El qué, ¿el trago?

-Capullo.

.Y empezamos a forcejear para ver si me quitaba el vaso. Era una de esas peleas de mentira, pero que aparentas que es verdad. La cosa acabó como tenía que acabar. Con todo el whisky con cola derramado encima de nosotros y empapados.

-Joder, ir con cuidado, que vale pasta- nos reprochó Frankie de mala gana.

No pude tolerar lo que me dijo, más que nada, el como lo dijo. ¿Pero que le había pasado?

-Bah, me voy- dije de mala leche a Eric, saliendo del cuarto, llevándome conmigo el tabaco. Salí al porche, donde un grupillo hacía corro a uno que tocaba la guitarra española, y había gente esparcida por allí. Me apoyé en la barandilla y me encendí un cigarro.

No tardó en seguirme Eric, que se apoyó a mi lado con la mirada perdida.

-¿Qué te pasa?

Dudé un momento si contestar o no. Tampoco lo sabía realmente. Un mal día lo tenía cualquiera… pero sólo parecía estar de malas conmigo. Además, tampoco me molaba ir de criticón por allí. Pero respondí.

-No sé… es Frank. Parece estar de mala ostia conmigo

-Ams

Rato después de estar hablando, ya nos habíamos unido al corro del guitarra. Pero nos aburrimos, y a las doce y media por allí, volvimos al cuarto.

Y la sorpresa fue al ver a Frank encima de Miriam, liándose. Intenté ignorarlo, y subí directamente a mi cama, seguido de Eric. Me tapé con el edredón e intenté dormir, pero el incansable y paciente Eric estaba allí para animarme.

-No te ralles… piensa que no todos conseguimos lo que queremos…- dijo él, yendo de redundancia a redundancia.

-¿Perdón?- pregunté consternado, pues no acababa de entender bien lo que acababa de decir.

-Nada, qué… que no te ralles y punto- tajó.

-Pero, ¿por qué lo preguntas?

-Joder… se nota un huevo que Frank

-¿Qué Frank qué?- intenté suavizar.

-Que te mola

-¿Qué dices?

-Quizás no te habrás dado cuenta

-Yo no y tu sí, ¿no?

-Ay, da igual...- y se dio la vuelta en su colchón.

Pero yo me quedé pensando

6- The Kiss of Dawn

Me desperté siendo molestado. Eric, tumbado en calzoncillos en mi cama, me soplaba en la oreja, suavemente, provocándome unas cosquillas insufribles. Abrí los ojos, y vi como sonreía.

-¿Qué hora es?- pregunté adormilado.

-Creo que las siete menos cuarto.

-¿Qué?- dije, rascándome los ojos con los puños cerrados-. Pero si no tenemos que levantarnos hasta las ocho y media- me quejé.

-Ya, pero es que llevo despierto desde las seis, y no podía aguantar más el aburrimiento

No contesté a eso. Simplemente, me giré y le di la espalda. Y cuando ya empezaba a entrar en los brazos de Morfeo, siguió incordiándome.

Se acercó más a mí, y me abrazó por la espalda.

-Cuchi, cuchi- me susurró-. Cuchi, cuchi… sonríe.

Y no pude contenerla, la sonrisa. Me volví a girar, y quedé cara a cara con él, mientras nuestros pechos se pegaban.

-Joder, te has levantado empalmado- le recriminé, bajando la mano para cogerle los huevos y chafárselos.

-¡Ay!- se quejó.

Me quedé mirándolo en la oscuridad, aunque algunos pequeños rayos de luz entraban por las persianas cerradas.

-¿Por qué me dijiste eso ayer?- le pregunté, después de estar varios minutos en silencio, observándonos.

-No sé… ¿te mola?

-No- contesté tajante. Y después de unos segundos dudando, preguntó.

-¿Y yo?

Esa fue una pregunta chocante. Y más me chocó que no supiera que contestar.

-No sé…- dije finalmente, abrumado de que tuviese alguna duda. ¡Quería a Hada! Y hacía mucho tiempo, quizás demasiado, que no me fijaba en un chico.

Él simplemente posó, rápidamente, sus labios en los míos. Duró poco. Fue casi imperceptible. Un beso robado.

‘ And from the abyss, we woke to then kiss. And from your eyes we succumbed to

God. A stolen lip-join you did. A fast movement of your tips. And I don’t know

how to feel, don’t really know what’s inside of me… confused…. So confused!’’

Escuchaba esa canción, mientras cenábamos, desde mi mp3. El día había transcurrido sin más accidentes ni percances Habíamos hechos las actividades, y Frank se pasó todo el día achuchándose con su nuevo osito repelente. Y por el lado de Eric… no había habido ningún acercamiento más, pero estuvimos en cada momento, juntos. No hablamos del tema. Era difícil entender como podías llegar a depender tanto de una persona, aunque hiciese un día que la conocías, metidos allí 24 horas

Después de cenar, hubo el mismo ritual que el día anterior, todos aglomerados en las escaleras, pero la gente lo aprovechó más pues sería el último. Había oído que un grupo de una de las habitaciones montaría una pequeña fiesta de despedida. Al día siguiente nos iríamos. Por la tarde.

Fui a mi habitación, y estaba Frankie cambiándose. Al verme, sonrió y me abrazó tiernamente y me besó la mejilla.

-Tío, vienes a la fiesta, ¿no?- me preguntó, con la vuelta de su encanto natural. Me quedé mirándole con cara de circunstancia-. Sí, la que hacen Javi y Marcos por allí… no será mucho, pero a falta de pan

-…buenas son las tortas- le cortó Eric justo al entrar a la habitación. Pasó por mi lado, y rozó mi espalda con su mano, sonriéndome.

-Seguro que estará allí metido todo el mundo…- dije, mientras me dejaba caer al colchón para sentarme.

-No sé, habrá que verlo- me decía Frank, mientras se cambiaba la camiseta que llevaba por un polo negro, y se ponía un tejano que le hacía buen culo-. Me está allí esperando Miriam, ¿venís?

Dudé un momento en contestar, esperando que lo hiciese Eric, estirado a mi lado con las manos debajo de la nuca

-No sé… ahora vamos- dije finalmente.

-Como queráis, estoy allí- y se marchó.

Apenas desapareció, me tumbé al lado de Eric, de lado, para poderle mirar. Dios

-Hola…- le susurré.

-Hola- me contestó animado.

Nos quedamos unos segundos en silencio, sin saber que decir, pero muy lejos de llegar a la incomodidad.

-Ésta es la última noche…- le dije nostálgico.

-Promete que vendrás a verme- dijo alegre, pero con un deje raro en la mirada.

-Sí, espero que me hagas una de esos macarrones que ‘sólo tú sabes hacer’- le advertí divertido.

-Y tanto. No comerás pasta más buena que la mía.

-Eso habrá que probarlo

El silencio se apoderó de nuevo. Oíamos el eco no muy lejano de las habitaciones contiguas.

En la nuestra, sólo él y yo.

-Te he cogido mucho cariño, ¿sabes?- me dijo en voz bajita, acariciándome la mejilla con la palma de su mano lentamente.

Yo no supe que contestar. Sólo me quedé mirando a sus ojos… sus ojos… las nubes.

7-

Deeper shall be the wound, between your legs

No podía creerlo. No quería creerlo. Había malgastado mi última noche con él, durmiendo. A penas abrí los ojos, le vi abrazado a mí, dentro de la manta con la que me había tapado. Sólo me acordaba de estar allí tumbado… ¿y ahora?

Me sentí sumamente decepcionado… ahora me daba cuenta que quería haber pasado la noche con él… y lo había hecho, pero estando inconsciente. ¿Valía?

Me despojé de él y de la manta, me puse de pie, y vi como arriba en la litera, se habían quedado Miriam y Frankie. ¿Porqué cojones no habían sido maleducados y nos habían despertado en vez que dejarnos allí durmiendo, en su cama? Frank estaba desnudo, pero no se le veía nada. En cuanto a Miriam, estaba tapada hasta el cuello de la sábana.

Busqué en mi bolsillo el móvil. Las seis y media… ya había salido el sol. Dudé si despertar a Eric o no. No quería ser malo… pero… que coño. Me dejé caer encima de él, con mis rodillas a sus costados, y fui bajando mi tórax hasta quedar pegado al suyo. No sabía si hacerlo o no… pero al final, besé sus labios, muy finamente. Los fui separando hasta empaparlos, y él, estando aún semi-dormido, los fue moviendo también. Finalmente, y quitados todo pudor, metí mi lengua en su boca. Caliente. Vi como entreabría sus ojos, y pude notar, aun besándome, como sonreía.

Sacó sus manos de la manta y me apretó contra él por la espalda, acariciándomela por debajo de la camiseta.

Nuestras respiraciones eran agitadas, porque para mí eso era algo nuevo, porque Frank estaba arriba, porque había sido todo un impulso.

Fue bajando sus manos lentamente por mi espalda, hasta llegar a la cintura, donde empezaban mis nalgas. Mis manos estaban amarradas debajo de su cabeza, a su cuello, como un pulpo, y las suyas, con timidez, como pidiéndome permiso, fueron acariciando mis glúteos.

Al fin, separé mis labios.

-Nos quedamos dormidos…- dije triste.

-Sí, lo sé… tu te quedaste primero.

-¿Por qué no me despertaste?- le recriminé.

-Preferí dormir contigo.

Tras unos momentos observándonos, me invitó a dar un paseo

-Hada, hay alguien más

VODKA<

Continuará

[Bueno, continuación de ‘Edgar 1’. Gracias a todos por animarme a seguir después de una mala racha. Sois la puta ostia. No he incluido sexo –pensaba hacerlo- porque no he creído que fuese el momento. Ale, a esperar xD Por cierto, ADVERTENCIA: quien me agregue, que sepáis que soy un puto borde. Es que luego me sale mal contestar mal xD pero es que soy así xD un poquitín antipático xD prefiero los mails. AXA! ^^]

Always confusing the thoughts on my head