Durmiendo con la abuelita

Colaboracion de Diego - Chile.

DURMIENDO CON LA ABUELITA

Mi padre siempre a estado mal laboralmente, mi madre aunque trabaja, no aporta buen dinero para que vivamos cómodamente, ellos, mi abuela, mis dos hermanas y yo.

Siempre vivimos en la casa de mi Abuela, una casa modesta, que aun siendo grande, era muy vieja y disponía de pocas habitaciones. Una ocupada por mi madre y mi padre, la otra mis dos hermanas mayores y en la tercera, yo con mi abuela, en una cama de dos plazas.

Para mi o para ella, vernos desnudos no era nada del otro mundo. A diario veía como mi abuela entraba desde el baño con solo la toalla y se vestía delante mió. Y yo, tampoco tenía ni un reparo, por que incluso me bañó hasta los 12 años Prácticamente fue mi abuela la que nos crió a mí y a mis dos hermanas.

En mas de una oportunidad, mi padre quiso que su suegra no durmiera con su hijo, ofreciéndole comprarnos una cama individual a cada uno, pero nosotros estábamos cómodos así, según mi abuela, a si nos dábamos calor mutuo en invierno.

Todo era normal, nada de morbo o deseos, una relación perfectamente normal entre la abuela y su nieto preferido. Pero llegó mi pubertad, y todas las mañanas mi pene amanecía completamente duro. Sin darme vergüenza ante mi abuela, me levantaba al baño con mi erección, obviamente aun dentro de mi pijama. A diario dormíamos abrazados, ya que ambos éramos muy friolentos, y después de un tiempo, me fui dando cuenta que mi abuela, casi siempre por las mañana, prefería que yo la abrazara por la espalda. Obviamente mi erección molestaba, a veces hasta me dolía y ella me la tomaba con sus manos y me la colocaba entre sus grandes nalgas. Aun con 13 años, mi mentalidad era muy inmadura, con muy pocos amigos y de sexo solo había escuchado en algún chiste que la mayoría de las veces, ni entendía.

Pero una noche todo cambio. Ambos estábamos de espalda, mi abuela me abrazaba y me comenzó hacer cariño en la barriga, suavemente, cosa que me gustaba mucho. Mi pené despertó como de costumbre y se colocó durísimo. Mi abuela en uno de sus cariños, bajo su mano hasta el y me lo acaricio suavemente. No me pareció nada malo, incluso me gustaba sentir su mano ahí. Ella me preguntaba si me dolía y yo le decía que no, que me gustaba mucho sentir sus caricias ahí. Mi abuela no detuvo sus caricias, y de pronto comencé a sentir algo extraño, una sensación completamente nueva para mí. Un cosquilleo me recorría el cuerpo, en especial la parte donde mi abuela me acariciaba, un cosquilleo que aumentaba más y más, algo nuevo, pero que me gustó mucho, hasta que sentí como un líquido me salía por mi pene. Me asusté pensando en que me había orinado, pero mi abuela me explicó que eso era la señal de que me había convertido en un hombre. A ella le gustó mucho que yo hubiese sentido eso, y me dijo que eso tenía que ser un secreto entre los dos, un secreto muy importante, como el que nunca habíamos guardado. Muchas veces ella me encubrió en millones de cosas, malas notas del colegio, anotaciones negativas, castigos que me imponía mi padre y ella me levantaba cuando el no estaba ahí, en fin. Me hizo prometerle que lo que pasara en su pieza, siempre debía guardarlo y ni siquiera contárselo ni a un amigo o hermana, a nadie.

Desde ese día, mi abuelita comenzó a acariciarme ahí todas las noches para poder dormirme. Incluso había días en que ella no me buscaba y yo le tomaba su mano y me la ponía ahí, para sentir ese rico cosquilleo que me hacía sentir ella.

Pasó el tiempo y una noche note a mi abuela muy rara, extraña, nerviosa, y muy acalorada, ya que esa noche, se acostó solo con su camisa de dormir sacándose su ropa interior, cosa que nunca hacia. No quiso que viéramos televisión como lo hacíamos todas las noches, simplemente apagó la luz y se acostó a mi lado. Como todas las noches comenzó a acariciarme mi pene, y cunado logró que este se parara, dejó de hacerlo. Se colocó de espaldas a mi y me pidió que la abrazara. Tomo mi pene y lo coloco entre sus nalgas y por entremedio de sus piernas, siguió acariciándomelo. No se que le pasaba esa noche a mi abuela, estaba rara. Sus caricias eran mas fuertes y me tomaba el pene y me lo trataba de acomodar en otra parte, incluso haciéndomelo doler un poco. Cuando le dije que me dolía, ella me dijo que quería sentirlo justo entremedio de sus piernas. Puso una de sus piernas por sobre las mías y mi pene se colocó justo entre sus piernas, Se sentía raro, en un lugar muy mojado, pero eso mismo hacia que las caricias de sus dedos se sintieran mas ricas aun.

Pero mi abuela seguía incomoda y seguía moviéndose mucho. Me dijo que aun no podía acomodarse como ella quería, a si que me pidió que me subiera sobre ella. Pero antes de hacerlo se levantó en la oscuridad y se sacó su camisa de dormir, quedando completamente desnuda, como me pude percatar al subirme sobre ella.

Mi abuela era una mujer gorda, morena de pelo corto. Sus pechos eran muy grandes, al igual que todo en ella. Me acomodó sobre ella y tomando mi pene lo acomodó entre sus piernas. Sentí su gran mata de pelos rozarme la punta de mi pene y nuevamente lo colocó en ese lugar mojado que tenía entre ellos. Al sentirlo ahí, se puso mas rara aun, se movía llegándome a levantar, pidiéndome que por favor le diera unos besitos en sus pechos. Hace muchos años que no lo hacia, pero me gustó la idea y mientras mas fuerte se los chupaba, más se movía y me decía que me quería mucho, que era su hombrecito.

No sabía como mi abuela, sin tener las manos en mi pene, podía movérmelo de arriba abajo. Me pedía que se me moviera, hasta que siguiendo sus instrucciones comencé a sentir muy rico allá abajo y terminé botando mi lechecita, mientras mi abuelita se ponía mas contenta aun y me apretaba más y más, hasta que se relajo y me soltó. Me dijo que había sido muy rico y nuevamente me dijo que no le teníamos que contar a nadie de nuestros cariños, que se repitieron por muchas noches mas.

Colaboración de Diego – Chile.

Alexander_5149@hotmail.com