Durante la mañana recibí una llamada
Viene mi vecina, vociferando... Por fin se ha marchado la zorra de tu mujer, y acabar por decir... Bueno, vengo por ese desayuno que mi marido no es capaz de darme, me da igual si son quince minutos, como si es un rapidito o un mañanero, ya que todos son bienvenidos.
Durante la mañana recibí una llamada
Tras pediros de nuevo disculpas por lo extenso de mi anterior relato, pues como os explique, era la base por lo que se originó el resto. También deciros que, no os voy a contar lo sucedido en mi anterior narración, pues para eso está, recomendando que os lo leáis antes. Dicho esto comenzare, hoy eran de esos días que trabajo desde casa, cuando durante la mañana recibo una llamada, era Belén mi vecina, me extrañe la verdad que me hubiera llamado, pero esta me dijo...
- “Perdona que te moleste dada la hora, pero te molestaría mucho que pudiera acercarme a mi trabajo, ya que su coche no arranca”.
Y aunque me hubiera gustado decirle que sí, calle por educación y cortésmente le hice saber que, ‘para nada’. Acabando mi vecina por decirme...
- · “No pienses que soy una fresca ni una convenida, aunque lo cierto es que ha sido idea de mi marido, pues tras haberlo llamado a él primero, no solo ha tardado en cogerlo, sino que tras excusarse que le era imposible, finalmente me ha dicho que te llamara a ti”.
Dándome por pensar en lo cabrón y capullo que es su marido, y en el tremendo error mío al hacerle saber que había días que trabajo desde casa. Por lo que como si le quitara ‘hierro’ a la cosa, acabe por ofrecerme con mi mejor cara, haciéndole saber que la llevaría sin problema. Finalizando está por decirme...
- · “Mira si quieres, en vez de vernos en el garaje, te propongo que como tenemos algo de tiempo, puedes venir a casa y te invito a un café, mientras acabo por arreglarme”.
Hombre la verdad, café no hacía falta, pero bueno también es verdad es que no me apetecía hacer tiempo en el garaje, por lo que acabe por aceptar. Soltándome ella...
- · “Pues mira, te dejo la puerta abierta y entornada, mientras yo acabo por arreglarme, vale”.
Y tras colgar la llamada, me dispongo a arreglarme yo, recojo algunas cosas y salgo de casa en dirección a la de mi vecina del primero, encontrándome la puerta entornada como previamente quedo. Abro y tras hacerle saber que soy... entro, cerrando la puerta tras de mí, escuchándola decirme desde el baño...
- · “Hola José buenos días, acabo en cinco minutos, te he dejado el café con leche preparado dentro del microondas”.
Dice y en vez de dirigirme hacia la cocina, me da por acercarme al baño, viéndola desde el mismo pasillo como se pinta, dándome cuenta que está totalmente arreglada a excepción de subirse la cremallera del vestido. Acercándome poco a poco, fijándome en lo espectacular que está, no solo por ese vestido negro con él le marca su silueta y sobre todo ese pedazo de culo. Eso por no decir cómo me pone una mujer arreglada con zapatos de tacón, no es por ser fetichista, pero es una debilidad.
Bueno, pues aparezco en la puerta del baño, y ella sobresaltarse al verme, fingiendo que no me había visto, cosa difícil de creer cuando está delante del espejo. Acabando por pedirme...
- · “Pues ya que estas, aprovecha y súbeme la cremallera”.
Miro su espalda morena, cuyo sujetador de color negro sobre sale y me hace pensar si las braguitas son del mismo color, pensamientos al tiempo que conduzco mi mano derecha hacia el zipper de la cremallera, mientras con la izquierda sujeto el vestido. Comenzando a subírsela hacia arriba, y cuando voy llegado al final, mis pensamientos libidinosos me superan, pues me da por bajarle la cremallera, a modo de comprobar el color de sus braguitas. Mientras Laura me protesta, indicándome que vuelva a subírsela, mientras mis ojos están clavados en su prenda, pues está en vez de ser unas braguitas de encajes son un tanga... uuuffff!!.
Siento mi polla endurecerse como pocas veces, similar como aquellas veces en la cual me comen la verga en lugares públicos, pero bueno, vamos a lo que vamos. Mientras Laura no deja de pedirme que le suba la cremallera, recordándole que no hay tiempo para nada más. Dejándola reprenderme, mientras me da por acariciarle sus apetitosas nalgas, recorrer la fina tela de su tanga e incluso apartarla... uuummm!!.
Dejándome llevar, acariciar sus nalgas, magreándola e incluso deslizar uno de mis dedos por su entrepierna, acabando esta por soltar un par de gemidos. Suplicándome...
- · “Por favor no sigas... uuummm!!”.
Dándome por arrodillarme, besar sus nalgas sin dejar de acariciárselos, echar hacia un lado la tela interior de su tanga y deslizar mi lengua entre sus glúteos. Notando como echa hacia atrás sus nalgas, como a pesar de negarse verbalmente se ofrece a que continúe. Separa sus piernas un poco, espacio suficiente para continuar, chupo y lamo sus labios vaginales, absorbiendo estos y ayudándome con uno de mis dedos. Ella no para de gemir y suspirar...
- · “Aaahhh!!... mmm!!... aaahhh!!”.
Disfrutando de esa vulva y esos labios vaginales para generalizar, no deseando mucho más entrar en detalle, pues ese tiempo lo empleo en hacerla disfrutar. Noto su cuerpo temblar, preludio de su primer orgasmo, estremeciéndose y pidiéndome que no me detenga ahora, acelerando no uno sino dos los dedos que me ayudan, acabando Laura en un sonoro orgasmo. Momento en que aprovecho para levantarme con rapidez, tomar mi miembro duro y sin aviso previo, insertárselo hasta los mismos huevos. Suelta ella un gemido, viéndola reflejada en el cristal como está gozando, no me considero el mejor de los amantes, pues sé de sobra que no lo soy.
Comienzo a penetrarla, embestidas pausadas, follándola con deseos, dejándose ella hacer, echando su cuerpo hacia atrás e inclinándose, facilitándome la tarea, pero con deseos de tener sus pechos en mis manos. Y deseando verla de nuevo suplicarme, me da por sacársela, volviendo a ver su cara de malas pulgas reflejada en el espejo, rostro que torna en el momento que poniéndome de puntilla se la introduzco hasta que mi pelvi golpea furiosamente contra sus nalgas, soltando ella un gemido.
Volvérsela a sacar por tercera vez, pero en esta ocasión no es otra que, para facilitar su penetración, pues acabo por quitarle el tanga y en minutos, vuelvo a introducírsela con ganas, No dejando de ella de gemir, suspirar y jadear, llevándonos algo más de un cuarto de hora, cuando ella me hace saber que vuelve a obtener un orgasmo, pidiéndome que me venga. No haciendo falta que me lo repita, pues fuerzo mi corrida, viniéndome parte dentro y el resto mientras con mi glande la deslizo por sus labios vaginales, no dejando ambos de jadear y suspirar. Preguntándome ella con respiración agitada...
- · “As acabado ya... pues si lo has hecho, me puedes volver a poner el tanga y subirme la puñetera cremallera”.
Y tras inclinarme para subirle el tanga, y acabar por subirle la cremallera de su vestido, acabamos por marcharnos, no teniendo tiempo para más, a pesar de tener inicialmente tiempo para desayunar. Y mientras conduzco llevándola hacia su oficina, ella no deja de agradecerme el detalle de haberla ayudado a desahogarse, soltándome...
- · “No sé cómo habías adivinado mis intenciones, me daba vergüenza pedirte hacerlo”.
Dice al tiempo que noto como posa su mano en mi muslo, mano que desliza con discreción ante la llegada de un autobús, finalizando está por llegar a mi entrepierna. Volviéndome a decir...
- · “Uuummm!!, ya estas otra vez pidiendo guerra, tu nunca te cansas”.
Y no le contesto, pero antes de está bajarse del coche, coge y me pide que si la podría recoger a la salida de su trabajo, no deseando molestar a su marido, ya que sabe de antemano que este no le había a coger el móvil. Finalizando por decirme...
- · “Y la verdad, no se me ocurre nadie mejor para que me pueda llevar”.
No os mentiría, si os digo que esa tarde tras recogerla de su trabajo, acabos follando dentro del garaje en el asiento trasero de mi coche, experiencia loca que según ella había superado todas las hechas con su marido. Y es cuando mi vecina, me pregunta...
- · “¿Te acuerdas como empezamos?”.
Y me viene a la cabeza aquel día que me provoco, día que creo recordar que era miércoles, me invito a su casa para poder hablar, pues lo hablado por mi mujer le había hecho que pensar. No precisamente en referencia hacía mí, sino precisamente sobre su marido, deseando aclarar unas cuestiones, interesada en mi parecer.
Pues fue llegar a su casa y esta hacerme pasar al salón, invitándome a sentarme en un sofá orejera al tiempo que me invitaba a tomar algo, tras pedirle... ‘un agua’. Está vino con un par de copas, mi agua y una copa de vino que era para ella, acabando por sentarse en el sofá frente a mí. Sentándose con las piernas dobladas hacía un lado, comenzando a hablar, pero no pude eludir mi mirada, pues, aunque parecía que la estaba mirando fijamente. Mi vista en verdad estaba fijándome en cómo iba ella vestida, recreándome en lo bien que le sentaba ese vestido largo de color gris, y sobre todo en esos pezones marcados.
Como he dicho momentos antes, comenzó ella a hablar, referenciándose en la conversación mantenida entre mi mujer y ella en referencia a nosotros. Yo le hacía saber que ignoraba tal conversación, deseando que fuera ella la que me informara de ella, cosa que vi que le cogió fuera de juego, quizás pensaba que mi mujer me la hubiera contado.
Me hacía gracia como mi vecina me contaba así por encima dicha conversación, claro está fingí no solo la ignorancia de esta, sino disimulé las risas. Mi vecina no dejaba de mencionar mis ganas y deseos por el sexo, sintiéndose intrigada sobre todo por mi estado de excitación. No dejando de decir como una persona de mi edad puede estar siempre dispuesta, dejando caer la posibilidad de las pastillitas azules. Acabando aquellas afirmaciones sin preguntas, y acabar siempre haciendo referencia a su marido, comparándonos. Mencionando eso de...
- · “Como uno con tanto no desee siempre, y otra persona con menos tenga siempre tantas ganas, no les lógico la verdad”.
Acabando por decirme...
- · “Pero fue escuchar a tú mujer y quedarme embobada, bueno eso y ciertamente celosa, no por tus aventuras sino por el sexo”.
Dice y con su copa en la mano, prosigue...
- · “Y nosotros, llevamos un tiempo que nada, yo pongo de mi parte, imagínate me pongo en ropa interior sugerente y sexy delante de mi marido, pero este ni se inmuta”.
Calla el tiempo de un sorbo, diciendo...
- · “Pienso que quizás ya no le excito como antes, el ya no tiene ganas de hacer nada, ya no me desea sexualmente”.
Deseando decirle que quizás este cansado o estresado del mismo trabajo, ya que son muchas horas sentado en el taxi y eso suele quemar. Queriendo decirle que no significa que haya perdido el interés en ella, pudiendo decirle eso mismo, pero eso es lo más fácil de decir y los demás de asumir. Pero acabe finalmente por decirle...
- · “Y que quieres que haga yo”.
Respondiéndome en el momento que desdobla sus piernas, manteniendo la izquierda sobre el asiento al tiempo que es la derecha la que levanta, acabando por flexionarla y apoyar su pie sobre el asiento. Acción que hace que su vestido se le suba y se abra, mostrando su entrepierna, llevándome una tremenda sorpresa al ver que está no lleva ropa interior. Viendo sorprendido su coñito, mientras ella habla y da sorbos a su copa, actuando como si tal cosa, haciendo como si no supiera que me está mostrando todo.
Debo confesar que fue un momento incomodo, pues hasta esos momentos su comportamiento hacia mí era correcto, totalmente formal y natural. E incluso siendo ella misma, quien acaba por preguntarme...
- · “¿Te ocurre algo?”.
Como si la muy zorra no supiera nada, cuando le delata sus propios pezones, marcándose aún más en ese vestido... uuuffff!!. Y sin quererle contestar, me dio por darle un sorbo a esa copa de agua, mientras mi vecina mirándome de una forma rara, comienza de nuevo a hablar. Continuando su conversación, concluyendo...
- · “Sabes fue escuchar a tu mujer contar vuestras locuras, y darme por pensar lo mucho que me he estado perdiendo, ya que mis aventuras con mi marido ni se asoma una pizca a las vuestra”.
Notándola un poco nerviosa, eludiendo ella mirarme, dándole a esa copa de vino cada vez más sorbos, diciéndome nuevamente...
- · “Sabes, pienso a menudo que tengo la sensación de que, en referencia al sexo, me estoy perdiendo algo que no sabía cómo explicártelo”.
Continuando...
- · “No digo que desearía una sola aventura, pues quizás con eso no tuviera ni suficiente, me gustaría explorar, pero sin perder lo que tengo, quisiera disfrutar de las mismas locuras que tu mujer. ¿Crees que sería posible?”.
Dice y la veo dejar la copa de vino, levantarse y caminar hacia mí, arrodillarse, al tiempo que le pregunto...
- · “¿Qué pretendes?”.
Le digo, como si no supiera lo que iba a hacer, mostrándome sorprendido, cuando en realidad, dentro de mí lo desea. Viendo a Belén mi vecina, dirigir sus manos hacia mi bragueta, bajar la cremallera e introducir su mano dentro. Por la expresión de su rostro, me da por pensar que quizás no fuera tan grande como la de su marido Dani. Pero está, adivinando mis pensamientos, acaba por soltar...
- · “Veo que me va a costar sacarla”.
Dice al notar su mano dentro de mi pantalón, intentando hacer maniobras para sacar mi miembro, no pudiendo y en de desistir, acaba por sacar su mano. Dándole por dirigir ambas manos a mi cinturón, soltando la hebilla y sacarlo de las trabillas (aquello que sujeta el cinturón en un pantalón). Seguir por desabotonar el botón del pantalón, tirar de este un poco, bajándomelo lo suficiente para sacar mi miembro fuera, una vez que introduce su mano dentro de mi short, lo agarra y lo saca.
No me miro a la cara ni un minuto, evito hacerlo, como si le avergonzará, cuando es ella la que lo estaba haciendo por expreso deseo. Sigo, veo, como se me acerca lo suficiente para comenzar por chupar mi miembro, dejando el comentario dicho por mi mujer en su momento, comentario al tamaño y el grosor. Soltándome...
- · “Venga hombre si la tienes muy bien, me gusta así dura y muy gruesas, vamos a ver lo que aguantas”.
Decir eso y metérsela en la boca, viendo que para ser la primera polla aparte de la de su marido, no le hacía asco, demostrándome la práctica que debe de hacer. No aguantando ella mucho más, pues fue levantarse y colocarse a horcaja sobre mí, colocando una pierna a cada lado de las mías. Moviendo sus caderas de delante hacia atrás, sintiendo mi verga restregarse por ese coñito empapado, mientras me dio por acariciar sus caderas, mirándola a los ojos y ella por fin a mí.
Momento en que disfrutaba de ese rostro, miraba esa carita de bonitas facciones, cuyo conjunto era y es mirada cálida y agradable. E iba en entonación con esa bonita sonrisa, cuyos labios carnosos, eran atrayente. Y cuya descripción para haceros una idea de mi vecina Belén, debo decir que cuyo cuerpo para nada despreciable, no dejando ella de decirme que era bajita, aunque en verdad era de estatura media. Cuerpo que se le nota que hace mucho deporte, pues es muy flexible, cuyas extremidades delgadas y fuertes, ejercicio que le viene de muerte a ese culazo, duro y con algunas prendas mejor callar.
Y dejando para el final, no porque sean malo, sino todo lo contrario, pechos naturales que han amamantado ya a dos críos nada menos, pechos que para nada están caídos. O como dice ella... ‘gracias a los embazaos, mis pechos me han crecido, pues si me hubieras visto antes, te digo que parecía una tabla’. Dice como si eso en verdad me importara, pues para mí, senos son senos sin importarme el tamaño.
Aunque según ella paso de la talla ochenta a unos noventa y cinco cm, talla que según dice va en concordancia con la altura (entre un metro sesenta y el metro setenta), y el peso (unos cincuenta y siete kilos). Pero volvamos al agradable momento, siendo ella quien, tras tirar de la parte superior hacia abajo, acabo por sacar sus pechos fuera, tomar mis manos y colocarlas sobre sus senos, diciéndome...
- · “Son tuyos”.
Obviamente poco me falto para que los comiera, ya que los devore entre caricias, magreos alternándolos con chupeteos y muerdos sin dejar marcas. En esos momentos, esta había introducido una de sus manos entre su cuerpo y el mío, acabando por tomar mi miembro e introducírselo, soltando un gemido y comenzar a moverse como toda buena amazona.
Sería por ser nuestra primera vez, pero no me dejo ni tan siquiera besarla en la boca, me quede sin saber el sabor de sus labios, contentándome con saborear el resto de su cuerpo. ¡Cuello, oreja, pechos y hasta sus nalgas... uuummm!!. Y en no más de quince minutos, comenzó entre gemidos a hacerme saber que se iba a venir, estremeciéndose entre sollozos, como si fuera a llorar. Y decirme entre gemidos y jadeos...
- · “No tengas miedo en venirte dentro de mí, no te preocupes que llevo un DIU puesto”.
Acabando por obtener su primer orgasmo, sujetándola por las caderas y no permitirle que se levantará, continuando moviéndose y hacerme saber que se sentía dolorida. Rogándome que, si deseaba continuar, debía de cambiar de postura, no habiendo otra mejor que ella sentada en el sofá, colocando sus piernas en mis hombros. Postura que fue verla disfrutar, no dejando de nuevo de gemir, no dejando de escucharla pedir...
- · “No te pares por Dios, ¡sí... si... ooohhh!!”.
Hasta que no pude aguantar más y venirme, orgasmo que según me dijo más tarde, no soy como su marido que es un gritón, orgasmo que debo decir que coincidió con el suyo, quedándonos ambos unos minutos inertes. Y luego, le entro la prisa, echándome de su casa, como si sintiera mal, cuando fue ella quien me busco. No encontrándonos en toda la semana, evitándome tanto a mi como a mi mujer, quedándonos ambos extrañados.
Y a la semana siguiente, nada comenzar el lunes, tras despertarme a las seis y media de la mañana, comienzo a preparar los desayunos, quedándome solo sobre las siete y cuarto, hora en la que mi mujer sale para llevar a los cri@s al colegio y luego ella hacia la oficina. Cuando suena el timbre de la puerta a eso de las siete y media, abro la puerta y aparece como un reloj Laura. Diciéndome...
- · “Por fin se ha marchado la zorra de tú mujer, estaba en el garaje esperando a que se marchara, viéndola finalmente como ha salido del ascensor como todas las mañanas. Tarde, discutiendo con los cri@s, y escopeteada hacia la escuela”.
Dice mientras cierra la puerta, soltando...
- · “Vengo por el desayuno que mi marido no es capaz de darme, me da igual si son quince minutos, como si es un ‘rapidito’ o un ‘mañanero’, ya que todos son bienvenidos”.
Le miro extrañado, pensando en que momento habíamos llegado al acuerdo de esa compensación diaria, no recuerdo ni que hubiéramos hablado de esos quince minutos, rapidito o mañanero, disfrute que esta venía reclamando. Pero bueno, quizás en otro momento os haga participe, lo dicho, agradecer a todos aquellos que me leéis y os haya gustado, espero que no os hayáis manchado demasiado. Si queréis saber más de mí, me lo hacéis saber a mi email es: jhosua 1974 @ gmail . com (obviamente todo junto).