Durante la exposición

A la joven esposa no le atrae lo mismo que interesa a su marido y suegra.

La exposición del polémico artista que disfruta recreando imágenes eróticas en sus cuadros y pinturas está teniendo un éxito apoteósico. Todas las personalidades importantes se han dado cita este día de la inauguración, apenas se cabe en las salas destinadas a la exposición y en las que hay comida y bebida para contentar a los más gorrones.

Acaba de entrar un trío algo peculiar que llama poderosamente mi atención. Una pareja muy distinguida, ella una joven mujer muy atractiva, el un hombre de mediana edad, ostentoso y vanidoso, les acompaña una mujer mayor que tiene toda la pinta de ser la madre del señor. Pronto les pongo la etiqueta de “gente de pasta que les gusta lucirse en los eventos culturales y que aprovechan este tipo de reuniones para darse a conocer ante la alta sociedad.

La mujer es una bellezón, que aunque va adornada con joyas y un vestido muy elegante, llama mucho más la atención por esa belleza exuberante y salvaje, que por los complementos. Piel tostada, cabellera espesa y negra como el azabache, y una figura espléndida a medias ocultada, a medias realzada por el vestido que le cae como un guante.

En medio de la recepción, la mujer mayor, posiblemente la suegra, le llama la atención por algún motivo que la joven interpreta como injusto. El hombre, que debe ser su marido, quizás solo para poder lucir una jaca tan hermosa ante los demás, tercia en la discusión para colocarse al lado de la vieja.

Después de esta entrada a la sala, madre e hijo se dedican a medrar con los invitados, alternando mil caras falsas y mil sonrisas inventadas.La joven preciosidad permanece cerca de ellos, pero en un rincón apartado del continuo movimiento de gente que va de una sala a otra. Por allí me acerco yo, así la puedo ver más de cerca. La corta distancia va a su favor y puedo disfrutar de su belleza a penas a dos palmos de distancia. Al pasar a su lado dejo ir la mano, para que roce en su trasero amparado por el bullicio de la gente y por la distensión que sucede en estos eventos de gente importante.

Su culo es duro como una roca, prieto y con unas curvas estupendas. El contacto ha sido tan certero que estoy convencido de que lleva un minúsculo tanga escondidos entre sus glúteos.El vestido es fino, y vaporoso. Se asienta sobre sus caderas y cae por encima de su culo hasta poco más de encima de la rodilla.

Aunque mi roce ha sido muy intencionado, ella no muestra reacción alguna ni se da por aludida, manteniendo entre las manos la copa de coctail que saborea a pequeños sorbos. Aprovecha para mirar distraída como su suegra y el marido se deshacen en atenciones hacia la gente que por allí pasa.

Me ha gustado tanto, que noto como se me ha puesto dura dentro del pantalón. Durante unos minutos dudo sobre que tengo que hacer. Al final, me decido y vuelvo a la carga. Esta vez al pasar a su lado, le paso la mano por el cachete y le pellizco. Sorprendida se echa hacia delante tratando de evitar otro tocamiento. Vuelve la cara en busca del sinvergüenza que se ha extralimitado.

Todos los hombres que encuentra son respetables ciudadanos, y es imposible achacar a ninguno de ellos la fechoría. De reojo vigila quien se acerca, tratando de descubrir quien fue. En medio de un grupito de gente que se ha detenido a su altura, cuelo el brazo y le vuelvo a sobar el culo con ganas. Incomodada se mueve para evitar el contacto pero sin atreverse a volver la cara por miedo a descubrir al cara dura que se aprovecha de la aglomeración de gente.

Doy un pequeño rodeo y me acerco al grupo. Pronto la mujer mayor me descubre y me saluda muy efusivamente. Luego es el marido quien estrecha mi mano y a continuación me presenta a su bonita y joven esposa. Saben que tengo grandes influencias y no dudan de agasajarme para hacerme la pelota, deben pensar que les puedo ayudar en algún negocio o favorecer su entrada en algún cirulo de amistades reservado.

Yo les sigo la corriente, aprovechando la oportunidad para colocarme justo junto a la joven para con el brazo poder tocarle el pecho. Es un pecho juvenil, prieto y con una prestancia que hace innecesario el sostén. Creo percibir el pezón y me siento muy complacido. Para un maduro como yo este tipo de juegos son una deliciosa forma de aferrarnos a la vida.

Veo pasar el delegado del gobierno y lo llamo. Le presento a mis contertulios y así desvío la atención de la suegra y el marido, que se esfuerzan por estar a la última. Mientras aprovecho para tomar a la hermosa mujer por la cintura y rescatarla del olvido al que la tienen sometida.

La joven está inquieta, trémula, quizás desbordada por el boato de la reunión. No acostumbra a estar rodeada de tanta “gente importante”. Dejo caer mi mano a lo largo de su cuerpo hasta rozar con las curvas de su culo. Es impresionante. No noto las bragas por la imagino con un tanga muy pequeño, la tela del vestido es tan fina que tengo la sensación de tener la mano puesta directamente sobre su piel.

Ella gira la cabeza hacia mí y mira con sorpresa, parece pedirme explicaciones por haberle tocado el culo de una forma tan descarada.

  • Eres preciosa y no he podido resistir la tentación – es la respuesta que recibe.

Pone cara de niña maltratada y se acerca a su marido para decirle algo al oído. Este no le hace el menor caso, e incluso la aparta con un gesto de desagrado. Es entonces cuando queda a mi alcance.

Sin ningún esfuerzo salen los elogios y piropos de mi boca para acariciar sus sentimientos. Pronto logro que pase de una actitud defensiva, a la reserva y después a la confianza. Mientras voy adentrándome en su corazón mi mano se va paseando por sus curvas, disfrutando del delicado regalo de la naturaleza personificado en ella.

Aunque cada vez hay más gente en las salas, nos sentimos aislados y protegidos de miradas indiscretas. Una enorme planta a nuestras espaldas nos garantiza que nadie nos sorprenderá por la retaguardia. Aprovecho para sobarle el culo como nadie lo había hecho antes.

Desde el muslo subo apretando la nalga hacia arriba, luego la rodeo y la abarco con la mano. Separo un cachete del otro y luego los amaso uno a uno. Ella me deja hacer en premio a mi cortejo verbal y a que se siente realmente estimulada por mis caricias.

Siento su pecho desnudo palpitar bajo la tela del vestido y como su pezón emerge duro y arrogante para clavarse sobre mi brazo. A pesar del aire acondicionado siento como me sube la temperatura mas y mas. Con excusa de buscar algo en el bolso, mi bella dama aprovecha para ponerlo con una mano delante de mi entrepierna y con la otra hurgar en el interior... de mi bragueta.

El resoplido que doy es el de un toro antes de cubrir a su vaca. A ella se le escapa una risita, y tras volver a la discreta situación anterior con mi cremallera subida, inclina las caderas, saca el culo hacia atrás y separa las piernas ligeramente. Puesta así, su conchita queda al alcance de mis dedos, que no tardo en llevarlos hasta allá.

Por encima del vestido y con la poca interferencia del tanga, coloco mis dedos a lo largo de su rajita y voy presionado alternativamente sus labios, desde abajo hasta arriba. Luego los dos al mismo tiempo, y frotando un poco.

Siento como su calor traspasa la ropa y llega hasta mi mano. También como su conchita se va dilatando y reblandeciendo, al tiempo que ella me acompaña con imperceptibles movimientos de cadera.

Tengo una erección que cualquiera podría ver si me mirasen al pantalón, pero dado que todos los contertulios miran a la cara o al pecho de ella y a mi solo a la cara, mi engorrosa situación pasa desapercibida.

Los dos estamos al límite de nuestra resistencia. Ella se acerca a su suegra y le pide permiso para ausentarse e ir al aseo de señoras. Antes de irse me mira y me dice casi al oído:

  • ¿Me acompaña Ud.? -

Como prerrogativa de hombre cercano a los cincuenta me puedo el lujo de acompañar a una jovencita sin levantar grandes sospechas. Nos perdemos entre la multitud, no sin disfrutar de nuestra mutua excitación. Yo le clavo el bulto de mi polla en las nalgas y ella culea excitada para sentirla en toda su dimensión.

Salimos de las salas donde está la exposición, como dos chiquillos tratando de hacer una travesura miramos excitados hacia un lado y otro buscando un rincón adecuado donde dar rienda suelta a la pasión que nos invade.

"Solo personal autorizado", dice el cartel de la puerta. Sin pensarlo dos veces la atravesamos y nos encontramos con un cuarto lleno de utensilios de limpieza, delimitadores de paso, una alfombra roja y un par de paquetes grandes.

¡es ideal! pienso para mí. Atranco la puerta y en un instante estoy bebiendo el jugo del paraíso en los labios de tan linda acompañante. Le sobo los pechos y en un rápido gesto la volteo para que apoye sus manos sobre los paquetes y me ponga en bandeja su culito.

Empieza a temblar excitada y ella misma se recoge el vestido por encima de la cadera para dejar ante mí el culo más precioso que nunca tuve delante. Dejo caer el pantalón y los calzones hasta los tobillos, me agarro la tranca y la restriego por sus nalgas. La salida de un poco de liquido seminal me permite restregar la punta con gran suavidad.

Echo a un lado la braguita y cabeceo varias veces con mi polla sobre su conchita. Ella solo gime y culea, culea y gime. Empujo un poco y ella grita dolorida. Me retiro un poco y la vuelvo a restregar.

Al segundo intento ella vuelve a gritar pero a continuación añade:

  • Sigue...sigue...clávamela....clávala aunque me partas en dos....uhmmmmmmmm!! -

La empujo poco a poco y la clavo hasta la mitad.

Le doy tiempo a que se acomode a mi miembro, pues percibo por sus suspiros que nunca ha tenido algo tan poderoso dentro de su coñito.

  • Dámela toda... hasta el fondo...clávala, aunque llore... -

Le doy un par de empujones fuertes e intensos hasta que mis huevos golpean con sus nalgas. Empieza a temblar como una hoja y a jadear como una leona tras una larga carrera.

Yo empiezo a bombear tranquillo, pero intensamente, aumentando progresivamente el ritmo. Antes de que pueda detenerme, la preciosa ninfa empieza a retorcerse de gusto y los músculos de la vagina se extiende y contraen de forma alocada.

Me detengo durante unos instantes, pero enseguida ella me apremia:

  • Dale... dale fuerte... otra vez... mas.... quiero más... y más fuerte... sigue por favor!!! -

Ante esta petición me afirmo bien en el suelo, elijo la mejor distancia, la tomo fuerte por las caderas y continuo con mis balanceos cada vez mas rápidos e intensos. Ella se recuesta aun más sobre las cajas apoyándose sobre los antebrazos.

Le doy varios empujones haciéndola entrar ligeramente inclinada para forzar su coñito y luego le doy una sesión interminable de empujones a buen ritmo hasta que sus gritillos se convierten gemidos incontenibles.

En ese momento me dejo ir yo también, descargando una, dos tres veces...una buena andanada de lechecita caliente para su conchita. Con mucha parsimonia se incorpora haciendo salir mi polla todavía gorda de tan paradisiaco lugar. Abre el bolso, toma un pañuelo y lo esconde debajo del vestido, supongo que en su rajita.

  • No estaría bien que en mi primera aparición pública como la esposa del Sr. Marguelles fuese con el vestido manchado, ¿no le parece? -

Y dicho esto, arregla un poco la posición del vestido, se alisa el pelo y sale, no sin antes dedicarme un beso y preguntarme cual es la próxima exposición, convención o reunión donde podamos coincidir.

Deverano.